EL SALAZARIANISMO Y EL EUROCENTRISMO
Gustavo Flores Quelopana-Sociedad Peruana de
Filosofía, entrevistado por G.A.F.-Universidad San Martín de Porres-Perú
Mayo 13 2017
G.A.F.: En una reciente presentación del libro del joven filósofo sanmarquino Ricardo Licla, “Los demonios del salazarismo”, Ud. acaba de reiterar su crítica a Augusto Salazar Bondy en el sentido que su distinción entre filosofía explícita y filosofía implícita no rompe con el esquema eurocéntrico de la filosofía. ¿Cree que la filosofía de la dominación y de la liberación se quedó a medio camino de su propio programa desalienante de la filosofía?
Gustavo
Flores: A.S.B. no rompe con el sentido eurocéntrico de filosofía, o sea, la filosofía
entendida como pensamiento racional, crítico y metódico. Y esto lo lleva a
poner el origen de la filosofía en Grecia. Así, la filosofía oriental y la
precolombina quedan en la penunbra de la cosmovisión, en sentido estricto. De
modo que Salazar no se liberó de las garras de la definición eurocéntrica de la
filosofía ni supo romper la jaula de su definición conceptolátrica.
G.A.F.: ¿Considera que su racionalismo ilustrado le
impidió dar ese salto epistémico?
Gustavo
Flores: No sólo su racionalismo de estirpe ilustrada sino también su
escepticismo religioso, que lo predispone a ser impermeable a la consideración
de la multiformidad de la filosofía. En el fondo, Salazar es un alma
profundamente moderna, que comparte los presupuestos racionalistas, escépticos,
naturalistas y materialistas. Incluso su planteamiento antropológico no va más
allá de un hominismo, en tanto que se
atiene a la concepción del hombre como ser natural en vez de espiritual. Por
eso, ahora se entiende que aquella decimonónica oposición modernista entre Mito
y Razón atraviesa subterráneamente toda la obra de Salazar, desde su temprano
librito La filosofía en el Perú, su
obra intermedia Iniciación filosófica,
hasta su etapa final con Bartolomé o de
la dominación. La filosofía en Salazar es unívoca –logo de la ratio- y no
multívoca –logo del mytho-. Y ni siquiera se advierte la tibia apertura –de índole
soreliana y bergsoniana- que tuvo Mariáteguia hacia el Mito. En este sentido,
Salazar representa en la tradición filosófica peruana la cima y la ruina del
racionalismo escéptico y del moderno hombre sin Dios.
G.A.F.: ¿No cree Ud. justamente que ese hombre sin
dios de la modernidad tan presente en Salazar es el que inspira y desarrolla
Octavio Obando Morán en su libro “Ocaso de una impostura”?
Gustavo
Flores: No lo dudo. En Obando está presente el lado ateo y escéptico de la
filosofía salazariana. Incluso con su planteamiento de incentivar el ateísmo de
la masa andina lo hace manifiesto y explícito. Lo cual no llama la atención. Porque
tanto Salazar como Obando beben de la misma fuente del marxismo, cuyas bases
materialistas y racionalistas resultan infecundas y totalmente inadecuadas para
comprender la esencia de lo espiritual y religioso.
G.A.F: ¿Considera que este prurito contra lo
religioso en A.S.B. influyó en nuestro retraso de las investigaciones en la
filosofía colonial?
Gustavo
Flores: Estoy convencido de ello. Ya Wagner de Reyna le reprochaba que de sus
presupuestos se dedujeran el determinismo económico de la cultura –de raíz marxista-
y el sometimiento político y económico colonial –de índole antihispanista-. Pero
su antihispanismo no fue capaz de llevarlo hacia la ruptura con la noción eurocéntrica
de filosofía. Y su marxismo adocenado lo anclaba en demasía con el racionalismo
occidental. En otras palabras, Salazar mantenía la tesis positivista de los
novencentistas con Felipe Barreda Laos, que, sin embargo, el propio Barreda se
reprochaba en su prólogo de 1964 de su obra Vida
intelectual del Virreinato del Perú. Esta postura peyorativa de Salazar
ante la cultura colonial influyó negativamente en la investigación de nuestra
rica tradición filosófica colonial.
G.A.F.: ¿Quiere Ud. decir que con aquella concepción
eurocéntrica de filosofía no se podía llevar a cabo cabalmente una crítica de
la filosofía de la dominación y liberación?
Gustavo
Flores: No se podía. La filosofía de Salazar está encerrada en una gran contradicción.
Por un lado, pugna por una filosofía de la liberación, Pero por otro lado, niega
la existencia de pensamiento filosófico en el Perú precolombino. Esto es, con
moldes eurocéntricos propugnaba conseguir la liberación en una realidad andina.
Diríamos con Víctor Andrés Belaunde que su planteamiento liberador estuvo
lastrado por una visión anatópica de nuestra realidad. Lo cual se ratifica en
su centáurico marxismo pequeñoburgués para cambiar la realidad peruana. Su
proyecto filosófico y político estaba de antemano destinado al fracaso por las
bases eurocéntricas de su planteamiento.
G.A.F.: ¿Pero acaso Hatuey en “Bartolomé o de la
dominación” no representa la visión andina?
Gustavo
Flores: No. Hatuey es la máscara andina con neuronas eurocéntricas. Su
razonamiento no apela a la tradición perulera del Inca Garcilaso, Guamán Poma,
Santacruz Pachacuti o Túpac Amaru; sino que es más bien una visión violenta con
un esquema guevarista. En este sentido tiene razón Ricardo Licla cuando ve en
Hatuey el alter ego violentista de Salazar, pero distinto al violentismo
maoísta a lo Abimael Guzmán que ven los filósofos Fernando Muñoz y Fernando
Bobbio.
G.A.F.: ¿Quiere decir que Salazar al carecer de una
cabal comprensión de la realidad andina no podía romper con la concepción eurocéntrica
de filosofía?
Gustavo
Flores: No tanto así. Me inclino a pensar, más bien, que no pensó lo
suficientemente necesario sobre la esencia misma del filosofar. De lo contrario
hubiera advertido lo que ya Karl Jaspers había señalado en su obra de 1957, Los grandes filósofos. Sócrates, Buda,
Confucio, Jesús; que la filosofía estaba en todas partes, incluso en los
mitos.
G.A.F.: ¿Pero no es esto lo que justamente recoge
Salazar cuando habla de filosofía en sentido implícito?
Gustavo
Flores: Indudablemente que lo recoge, pero de modo totalmente inadecuado. Salazar
quiere poner vino nuevo en odre viejo. Y al final el fecundo elíxir termina totalmente
derramado. Con el uso del término “implícito” está diciendo que la filosofía está
presente de modo inconsciente en la historia, ideología, traducción,
disciplina, cotidianidad. En otras palabras, la universalidad jasperiana de la
filosofía queda reducida a una manifestación inconsciente de la razón filosófica.
Lo cual es limitante.
G.A.F.: ¿Quiere decir que la universalidad
jasperiana de la filosofía tiene un sentido ancestral no-occidental?
Gustavo
Flores: Ese es justamente el aporte de la gran intuición jasperiana. Sólo hay
que ponerse sobre sus hombros para advertir que no sólo existe un sentido
logocrático de la filosofía a partir de Grecia, sino que anteriormente y en las
civilizaciones ancestrales –China, India, Babilonia, Egipcio, Sumeria,
Mesoamérica, América andina- predominó un sentido mitocrático de la filosofía. Y
este sentido ancestral no-occidental de la filosofía desafortunadamente no lo
supo ver Salazar.
G.A.F.: ¿Pero qué es filosofía en sentido mitocrático?
Gustavo
Flores: Filosofía en sentido mitocrático es el reconocimiento del Mito como
otra forma legítima que tiene la razón para pensar y dar respuestas a los
enigmas del mundo mediante la metáfora, la analogía y la armonía de los
contrarios. No se trata de la existencia de otros principios lógicos –identidad,
contradicción y tercio excluso-, sino de otro tipo de relaciones y jerarquías entre
los mismos. En otras palabras, la razón humana en diferentes épocas emplea de
diverso modo los principios lógicos. En nuestro tiempo la verdadera lógica de
la deducción es la lógica clásica, pero no siempre fue así y no hay garantía de
que lo siga siendo. No existe lógica privilegiada a lo largo de la historia. Lo
que no significa caer en un relativismo epistemológico, porque lo previo a la
episteme es lo ontológico. Y por ello lo lógico dice cómo se debe pensar, pero
no señala lo que se debe pensar.
G.A.F.: ¿Cuál considera que sería la repercusión inmediata
de su reconomiento en nuestros lares andinos?
Gustavo
Flores: Un proyecto nacional arraigado en nuestra tradición histórica. No basta
usar las palabras, Ayni, Minka, Cooperación popular, etc., como han hecho los
partidos políticos. La cuestión es más profunda. El reconocimiento de la
filosofía mitocrática en nuestra tradición de pensamiento nos lleva hacia la
revalorización de nuestra creatividad nativa y nos impulsa más orgánicamente
hacia el futuro con independencia y autonomía.
G.A.F.: ¿Con ello no hay el peligro de incurrir en
autarquía política?
Gustavo
Flores: Los peligros siempre están presentes. Pero la filosofía mitocrática no
es una regresión histórica al paganismo, ni al dualismo metafísico
precolombino, ni la ruptura con el sincretismo cristiano. Al contrario es
desarrollo de un nuevo logos del mytho en armonía con el logos de la ratio. Se
trata de restablecer el equilibrio espiritual del hombre. Y ese es el sentido
vital que aporta la filosofía. Lo mitocrático no es en nuestro caso un retorno
a la adoración de Apus y plantas medicinales amazónicas. No es así. Lo
mitocrático es desarrollo de la esencia caritativa del evangelio de Cristo en
la Tierra. Nada de jerarquías eclesiásticas, ni clericales, ni políticas. De lo
que se trata es que no se puede vivir el evangelio de Cristo con la razón y sin
el corazón.
G.A.F.: ¿Dentro de esas consideraciones considera
que la teología de la liberación es un desarrollo más consecuente de la
filosofía salazariana de la dominación?
Gustavo
Flores: No lo creo. Y mi negativa es por una sencilla razón. Lo mejor de nuestra
propia tradición filosófica colonial es profundamente humanista, india,
libertaria y liberadora. Garcilaso, Guamán Poma, Santacruz Pachacuti, Acosta,
Valera, Peñafiel, Ruíz de Montoya, Olea, Aguilar, Avendaño, Medrano, Llano
Zapata, Cosme Bueno, las comunidades jesuíticas, Túpac Amaru. Existe una
profunda línea de continuidad entre el sentido de la justicia precolombino, el
sentido humanista cristiano de la colonia y el sentido liberador de la generación
del centenario, y los de la segunda mitad del siglo veinte en la República. Las
raíces liberadoras de la filosofía peruana hunden sus raíces en el mundo
precolombino y se prolonga a lo largo de los mejores exponentes a lo largo de
su historia. Por tanto, la teología de la dominación tiene una gestación que va
más atrás incluso del propio Bartolomé de las Casas.
G.A.F.: Por último, ¿Qué perspectivas vislumbra a la
filosofía de la liberación?
Gustavo
Flores: Una profunda des-salazarianización para su desarrollo. Actualmente luce
estancada en dogmas. Lo primero que debe liberar es a la filosofía misma de la concepción eurocéntrica de la filosofía. Otro de aquellos dogmas consiste en afirmar que la
filosofía es ideología. Pero eso no es real y nunca lo será. La ideología está
al servicio de la manipulación, la filosofía en función del conocimiento. Son
cosas diametralmente opuestas. Marat, Danton, Robespierre fueron ideólogos, no
filósofos. El filósofo puede participar en política pero lo hará a nivel
teórico y no a nivel pragmático. En nuestro medio lo hicieron Salazar Bondy,
Walter Peñaloza, Francisco Miroquesada, por ejemplo. La filosofía de la
liberación peruana debe liberarse en primer lugar del propio Salazar si quiere
seguir pensando en desarrollarse. Ya no se sostiene aquella relación
determinista entre economía y cultura, la sobrevaloración de la filosofía como
instrumento de la revolución, el propio sentido de la revolución y de la
filosofía. Salazar no elaboró, por ejemplo, ni una teoría de la revolución ni
una teoría de la razón. En otras palabras, en la filosofía de la liberación el
tema no es Salazar sino la liberación misma. El mejor homenaje que se puede
rendir a Salazar no es repetir su letra sino recuperar su espíritu. Espíritu
que se enlaza con la tradición filosófica peruana y de la filosofía universal.
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