CHAMANISMO SALVIFICO Y DEMONICO
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
Como si el chamanismo careciese de pensamiento sutil,
como si los ikaros, el manejo de las plantas maestras y el trato con el mundo
suprasensible no reflejasen la existencia de una intención salvífica, se suele
pensar que esa mística primitiva de éxtasis carece de intención mesiánica. Lo
tuvo en sus orígenes, pero ya caducó. Con Cristo se inauguró una nueva creación.
Más, si el rescate del alma y la sanación es una forma de salvar el equilibrio
cósmico entonces las religiones de integración no están desprovistas de
intención salvífica. Al contrario, son su expresión primigenia.
Para la comunidad primitiva el
chamán es un mesías que restablece el equilibrio entre el mundo de aquí con la
pluralidad de geografías sutiles. Con ello evita desgracias y todo tipo de
daño. Por ello la misión salvífica del chamán tiene un contenido más
cosmológico que antropológico. Todo lo existente no es sino un componente del
equilibrio cósmico a mantener y preservar. El cosmos está vivo y es sutil, es
un gran espíritu de cuya alteración o apartamiento se origina el mal.
El visionario es un médium con
otros mundos. Pero a diferencia del médium del espiritismo no se limita a
trasmitir sino que extrae conocimiento del mundo sutil e incluso obliga a los
espíritus a obrar de manera determinada. Es especialmente en el visionario, que
despierta sus sentidos espirituales, ingresa a las geografías sutiles y se
conecta con los otros mundos espirituales de los antepasados, naciones y
dioses, donde se manifiesta el carácter salvífico de las religiones de
integración chamánica. O sea se apela a los buenos espíritus para promover y
proteger la depredación racional de los recursos naturales.
En cambio, el brujo o el
chamán especializado en el trato con los malos espíritus o demonios incentivan
la depredación, la discordia y la muerte. En esta depredación no se existe
desvinculado con otros mundos espirituales malignos. Bien se señala que si el
visionario que actúa con los espíritus benignos actúa con amor y compasión, el
visionario que obra con los espíritus malignos lo hace por ira, venganza o
complacencia de un poder.
Esto significa que se dan dos
formas del actuar chamánico. Una, el chamanismo salvífico, especializado en el
trato con los espíritus benignos, y la segunda, el chamanismo demonista,
especializado en el trato con los espíritus malignos.
Pero hay un aspecto sumamente
relevante. Y es que se considera que todos pueden brujear sin necesidad de ser
un iniciado. Esta fuerza que las naciones jíbaras llaman “pasuk” al parecer
está en todos. De modo que los dardos de materia sutil llamados “virotes” los
pueden producir por distintas pasiones no sólo los brujos sino toda persona e
incluso todo ser vivo. El famoso y universal “mal de ojo” sería uno de esos
casos.
Esto plantea varias
interrogantes. Primero, si existe una energía para maldecir también debe
existir una energía para bendecir. Segundo, si todas los seres vivientes poseen
dicho poder entonces lo poseen por ser algo inherente al ser espiritual o por
influencia de espíritus externos. Y tercero, si al ser espiritual le es propio
el pasuk entonces su buen uso depende en última instancia de la educación de
las pasiones. Pero el respeto mutuo es un valor que abarca a todos los seres
vivos y cuando se le trasgrede, el pasuk produce virotes. Al final todo el bienestar
material, natural, físico e inmanente se reduce a un respeto de la energía
espiritual presente en toda la geografía sutil.
Para los pueblos ancestrales
la conservación del cuerpo era condición básica para la conservación del alma.
De ahí la importancia de los entierros desde hace ochenta mil años en el
Neandertal hombre prehistórico. Este dualismo cuerpo-alma debía conservarse
para la preservación de la armonía cósmica. Pero ¿y los poderosos brujos
ancestrales que hacían daño con virotes y alteraban la integración cósmica
recibían castigo más allá de esta vida? No es peregrina la idea que afirma que
el Gran espíritu por encima de todos los espíritus se encargaba de propinar un
merecido a cada alma por sus acciones.
Los que han vivido con odio,
mezquindad y transgredido los tabús subsisten mal en un universo que se
multiplica en mundos sutiles de materia y espíritu. Esto es, la idea del
espíritu desvinculado de la materia o del cuerpo todavía pertenece a otra etapa
del pensamiento humano. La idea de la vida más allá de la muerte para el hombre
prehistórico no implica la desencarnación del alma sino su preservación junto
al cuerpo en otras geografías sutiles.
De modo que el rescate, la
recuperación y la sanación del alma en el chamanismo implican la idea de un
avance ético y racional de la conciencia. La conducta buena está asociado a
mudos sutiles buenos. El basamento metafísico de esa idea es un pampsiquismo
donde todo se concibe animado. El poli-espiritualismo chamánico ancestral y
actual es una búsqueda de equilibrio espiritual sobre la base de concebir la
realidad como pluralidad de mundos con materia y espíritu. Incluso los otros
seres vivientes son personas y conforman naciones. De ahí que mantener la
armonía cósmica es muy importante es un universo donde la alteridad se prodiga
ilimitadamente.
Pero el pampsiquismo chamánico
es de naturaleza muy distinta del pampsiquismo de los primeros jonios, del
hilozoísmo científico de Haeckel y del pampsiquismo de Leibniz. Y la diferencia
se basa en la idea de la realidad espiritual. No se trata aquí de un espíritu
monoteísta, henoteísta o politeísta. Menos aun consiste en la pura realidad de
espiritus demonológicos. Más bien, consiste en concebir la realidad espiritual
en una pluralidad de mundos sutiles, con dualidad de materia y espíritu. Así,
por ejemplo, en las religiones del África negra se sigue creyendo como hace 40
mil años en la sangre sagrada de la Gran Madre Tierra, y entre los pueblos de
la amazonia creer en el Dueño de todo lo existente o Nete Ibo, del cual viene
incluso la fuerza curativa. Pero incluso Nete Ibo tiene su casa, sus mujeres,
su ciudad, su mundo. Es decir, el dualismo espíritu-materia es lo
característico en el ideario de las religiones de integración.
Los visionarios no sólo beben
las llamadas plantas sagradas y entran en contacto con seres suprasensibles
para efectos de curanderismo sino también deseando la sabiduría. Aunque se
trata de un saber de salvación, donde la materia no representa el mal ni el
Caos original de la cosmogonías míticas de las religiones de servicio. Más
bien, el caos y el mal provienen del ámbito de las pasiones humanas y
suprahumanas. Aquí el desorden cósmico no proviene de la existencia de
demonios, espíritus malignos o mundos del mal, sino de sus hechizos o de acudir
a estos para obrar mal. Es también el brujo lleno de soberbia u odio es el que
recurre a espíritus malignos para producir mal. De ahí que lo moral tiene una
fuerte connotación cosmológica. Y en esta primigenia actitud filosófica de
índole mitomórfica se desbroza la idea de todo el cosmos como realidad plural
animada. Pero no reduce la materia al alma como en el hilozoísmo sino que
mantiene la dualidad.
El curandero visionario tiene
ansia de sabiduría, pero no considera su origen de carácter humano. Con toda
propiedad se puede decir que al concebir la sabiduría como resultado del trato
con toda clase de espíritus su forma de filosofía es mitomórfica y de carácter
revelado. La filosofía como revelación o iluminación espiritual metasensible ha
recaído en el chamán. Por lo tanto, no es accesible a los mortales sino a
través de los visionarios extáticos. En el fondo se trata de un saber de
salvación útil y benéfico prescrito por revelación o iluminación de lo sagrado.
El trabajo filosófico de acercarse a la verdad revelada se fusiona con la
creencia y con la tradición. Se trata de una filosofía
extático-mítico-religiosa que vincula al hombre con lo sagrado. Su ámbito está
estrictamente limitado a su vínculo con lo sagrado.
La diferencia con una filosofía
escolástica (Filón de Alejandría, neoplatónicos, filosofía islámica, judaica,
patrística, escolástica y espiritualismo contemporáneo) reside en que no se
trata de una filosofía autónoma que se emplea para la defensa de una verdad
religiosa, sino que se identifica con la creencia establecida. El visionario
chamán no busca renovar la creencia sino mantenerla. Por ello su sabiduría
filosófica no es autónoma. Se trata de una filosofía que defiende el origen no
humano del saber fundamental.
Otra característica del
chamanismo salvífico o demónico es que la nula destrucción absoluta de la
unidad cuerpo-alma significa la ausencia de la idea de la Nada absoluta. Y más
bien la presencia poderosa una Nada relativa, en el sentido de privación o
ausencia. La muerte no es la extinción completa sino el paso de la unidad
alma-cuerpo a otra geografía sutil. No hay el dios Creador de las religiones de
salvación, ni hay el dios Ordenador de las religiones de servicio, ni hay el
dios Legislador de las religiones de liberación. Lo que hay es una pluralidad
de geografías sutiles, donde la unidad alma-cuerpo pasa de un mundo a otro.
Tampoco hay noción de eternidad sino de tiempo interminable. De manera que la
idea de la muerte y la destrucción se asocia a la idea de la Nada como carencia
o ausencia pero no como Nada absoluta.
De modo que el chamanismo o
curanderismo precolombino y actual es una evidencia poderosa que la historia de
la religión en el Perú actual y ancestral no puede restringirse solamente al
panteón andino de hace 5 mil años y hace posible retrotraer la paridad
primordial Animador-Viracocha y lo Caótico-Inanimado –señalada por Urbano y
Zuidema- a una paridad más primigenia y ancestral que retrotrae al chamanismo
paleolítico de fines del Pleistoceno con el hombre la Pacaicasa y Lauricocha
hace 15 mil años. Es decir, la paridad dualidad primordial andina está
precedida por la unidad paridad chamánica curanderil alma-cuerpo.
Esto supone tres cosas.
Primero, en la dualidad unidad primordial curanderil no hay acto ordenador,
legislador ni creador sino potencia armónica cósmica que se confunde con los
seres suprasensibles y dioses. Segundo, no hay tres mundos (atmosférico,
telúrico y subterráneo) sino de una pluralidad de mundos sutiles y
suprasensibles. Y tercero, los muertos no moran en el mundo subterráneo o Uccu
pacha sino en otras geografías sutiles.
Y es aquí donde se revela el
meollo y peculiaridad del carácter mesiánico del chamanismo curanderil. La
salvación que opera el curandero no implica grandes ciclos cósmicos o Pachacuti, ni arribo al Cielo, ni morar
con la Luz Eterna o Illa Teqse. No hay apartamiento
del tiempo y del espacio. Lo que hay es la continua participación en la armonía
cósmica imperecedera. Esto significa que es un mesianismo cósmico, antes que antropológico.
No es extraño que el chamanismo haya permanecido más duradero y parecido a su
forma primigenia en aquellos lugares con menos cataclismos geográficos –polos,
trópicos-. Las grandes modificaciones climáticas, plagas y demás desastres en
regiones más expuestas pondrían en cuestión la suficiencia del trato chamánico
con los espiritus para preservar la armonía con el cosmos. Lo que produjo su
abandono y modificación hacia otras formas religiosas fue la ineficacia del
trato con los espíritus para mantener dicha armonía cósmica.
Todo este análisis refleja que
el asedio por lo trascendente y metaempírico en el hombre, especialmente en el
chamanismo, no es un recurso a lo irracional, sino que bien visto, es una
revalorización de la razón y de las verdades suprarracionales. La mística
extática no es un abandono de la razón en brazos de lo irracional sino una
reafirmación que lo suprarracional trasciende la razón humana pero no la
racionalidad misma. El reconocimiento de la razón de las verdades suprarracionales
no significa el imperio de lo irracional sino la limitación de la razón humana.
De ahí que la razón humana en
los límites de lo sagrado tenga que recurrir al mito, al símbolo, a la
metáfora, la alegoría y el razonamiento analógico. El visionario curandero
puede visitar y conocer los mundos sutiles, pero la esencia de los mismos
siempre queda ignota. Ya bastante distante se halla uno de concebir al hombre
ancestral del chamanismo como dominado por la racionalidad empirista y
pragmática, como supone el dogma positivista empirista. Por el contrario, éste
recurre al lenguaje poético, metafórico y alegórico, según las reglas de la
analogía, para describir lo vivenciado en sus trances.
Los símbolos no son conceptos
lógicos sino existenciales, que expresan el afán de trascendencia de la
condición humana. Son el signo más ostensible de que el hombre no está conforme
con su ser en el mundo y ansía la completud ontológica con lo sagrado. Los
símbolos ponen al descubierto que la humanidad tiene la vivencia de lo profano
envuelta en lo sacro. El símbolo mítico es la respuesta originaria de un ser
que se siente suspendido entre el Ser y la Nada, el bien y el mal. Y es que en
el corazón de todo hombre late el anhelo de trascendencia.
Las ideas de mesianismo, salvación
o santidad lejos de ser un injerto de las ideas católicas son parte de toda
cultura humana. En realidad, la condición humana tiene sed de desarrollo
espiritual. Y en general lo Salvífico se presenta como tendencia permanente del
hombre, que en el mundo ancestral está presente como impulso para salvar la
armonía del cosmos desde este mundo. Los llamados pueblos bárbaros o
semibárbaros por el monismo naturalista diacrónico, son en realidad gente con
una especial sensibilidad espiritual dentro del pluralismo culturalista.
Reconocer
el carácter mesiánico del chamanismo arcaico no es cerrar los ojos a la nueva
situación espiritual que se abre desde el cristianismo. Por el contrario, es
admitir su valor para un determinado periodo de la historia. Pero insistir en
su vigencia sería un grave error espiritual. Creer en lo sobrenatural y lo espiritual
no nos debe llevar a apartar la mirada de Jesús. En la cruz murió Jesús pero
también allí surgió el lugar de nuestro nuevo nacimiento. Y no hay retroceso
espiritual posible. Jesús es la misma eucaristía, él es el único que cura y da
los dones curativos, los cuales para que no se resequen deben ir siempre
acompañados de oración. No hay curación verdadera sin invocación de Dios. Es el Espíritu Santo el que continúa la obra de Jesucristo y la restauración universal que
será obra de Cristo. Vivimos en la era del Espíritu Santo y sin él no seríamos lo
que somos. En la nueva realidad espiritual toda ayuda espiritual hay que
pedírselo a María, no a las plantas maestras ni a los sortilegios del chamán.
23 de
Agosto 2017
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