FILOSOFIA COMO EXPERIENCIA EXISTENCIAL
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad
Peruana de Filosofía
I
La
Universidad Nacional del Santa-Ancash, desde la tierra milenaria que vio nacer las sorprendentes culturas de Sechín y Chavín, nos ha lanzado el guante retador para
que en el presente V Congreso Regional de Filosofía del Norte del Perú, la
filosofía explique desde mi punto de vista un problema bastante serio. A saber, por qué la filosofía se muestra enajenada con la vida, si es que lo
está, por cuánto tiempo seguirá así y en todo caso si hay remedio ante tal
situación angustiosa.
El hombre de
la cultura pragmática actual por excelencia, percibe que la filosofía es un estorbo
para vivir esta vida posmoderna sin grandes ideales, pero por otra parte experimenta
en su condición humana que no se puede vivir sin filosofía. Nos emplaza para
dar respuesta a la grave cuestión de si debemos dejar morir lentamente a la
filosofía o si debemos justificar su existencia como experiencia existencial.
En el transcurso
del Congreso y por la calidad de los filósofos invitados, no es difícil
entrever que se darán tres clases de respuestas: la “conformacional” del
filósofo trujillano Víctor Baltodano, la “perennialista” del filósofo
chiclayano Francisco Reluz y la mía, de índole “mitocrática”.
Por mi
parte, veo necesario reflexionar sobre cuatro aspectos previos: 1. ¿Qué es
Filosofía?, 2. ¿Qué es Experiencia?, y 3. ¿Qué es Existencia? De este modo se
tendrá el horizonte conceptual para respondar la interrogante: ¿Qué es Filosofía
como experiencia existencial?
II
Entonces,
qué es filosofía. Más de una vez se ha levantado la acusación contra la
filosofía que ésta se ha tornado alambicada, ultracadémica y alejada de los
problemas reales de la vida. Ante lo cual hay que decir dos cosas. Primero, que
es cierto que la filosofía se alejó de la vida misma. Y segundo, que no es
cierto que la filosofía ya no está en la vida.
Estas
afirmaciones aparentemente contradictorias, como la vida misma, son fáciles de
entender cuando advertimos que la filosofía como disciplina requiere de un
arduo y prolongado trabajo de asimilación de la tradición, replanteamiento de
problemas y búsquedas de respuestas con espíritu crítico. Esto es, que la
filosofía como “actitud” exige una preparación especial que muchas veces
termina extraviándose de la vida misma. Esto lo advertimos con claridad en la
filosofía analítica y del lenguaje, la cual concluye reduciendo los problemas
del mundo a cuestiones semánticas y de sentido linguistico, cuando no a meras
creencias.
Más, existe
también la filosofía como “aptitud”. La cual nunca estará ausente de la vida
porque es parte de la condición humana. Todos los seres humanos se hacen
preguntas filosóficas en alguna etapa de su vida, lo cual no los hace filósofos
pero revela la presencia de la actitud filosófica en el hombre. Sócrates cuando
búscaba la sabiduría en las calles y plazas de Atenas no sólo daba testimonio
que la filosofía nació en las calles y en la vida, sino que mediante la
mayéutica demostró que la filosofía como aptitud siempre está presente en la
vida del hombre.
Pero aquí no
es nuestra intención presentar la tesis que la filosofía como “actitud” nunca
morirá porque pertenece a la condición humana –lo cual es cierto-, mientras que
como aptitud está destinada a fenecer en la presente civilización materialista
y pragmática –lo cual es pesimista-.
Lo que
advierto es más bien una realidad más compleja que atañe a la esencia de la
filosofía. Cuando Sócrates se deja llevar por el impulso a la verdad dentro de
un no saber que sabe, cuando Buda recibe la iluminación bajo el árbol Bodhi
para enseñar la liberación del dolor y el desapego, cuando Confucio se propone
salvar a la humanidad mejorando al hombre y su comunidad, cuando Jesús vence la
tentacion en el desierto y trasmite una vida penetrada de divinidad. Cuando vemos
a todos estos grandes espíritus de huella inmarcesible en la historia, nos damos
cuenta de varias cosas: 1. El núcleo de la filosofía no es racional, sino metafisico-existencial,
2. El impulso por la verdad no es primordialmente pensar sino ser, 3. No se
enseña sólo un camino de conocimiento sino un camino de vivir y de salvación,
4. En su origen se da la unión entre filosofía y teología, 5. Se puede inhibir
ante las cuestiones últimas del mundo pero no ante el Amor al prójimo, y 6. No rehúye
la contradicción lógica y escapa a la interpretación racional, poque en última
instancia la filosofía nunca será una forma de saber, sino que es
primordialmente una forma de ser.
Por todas
estas notas, sostengo que la filosofía tiene que ver con la condición humana o
su existencia en sus dos modalidades (aptitud y actitud) en todas las etapas de
su historia (prehistoria, protohistoria e historia). En otras palabras, la
filosofía acompaña al hombre desde sus inicios paleolíticos (filosofía mitomórfica),
neolíticos (filosofía mitocrática) y edad de los metales hasta el presente (filosofía
logocrática). No entraré en detalles en cada uno de ellos, porque no viene a
cuento en este momento. Pero sí dejaré apuntado que la filosofía resulta ser
polimórfica y descentrada respecto a la razón. En una palabra, la filosofía tiene
que ver con la existencia ante que con el pensar. Lo cual no es caer en ningún relativismo porque la existencia implica la presencia del Ser.
A diferencia de muchos de los posmodernistas, relativistas y nihilistas, como Foucault donde todo es consenso por la incomensurabilidad de las convenciones comunitarias, Kuhn y sus paradigmas que son solo diferentes pero no mejores ni peores que otros, Rorty donde todo es puro juego idiomatico, Derrida donde toda realidad es un texto y todos los textos son equivalentes; digo pues, que a diferencia de todas esas variantes filosóficas que niegan la naturaleza esencial de las cosas, que al final de cuentas termina en el repudio total de la filosofía, mi postura consiste en reconocer que la naturaleza polimórfica y descentrada de la filosofía es reconocer que la verdad esencial tiene una expresión epocal variable.
A diferencia de muchos de los posmodernistas, relativistas y nihilistas, como Foucault donde todo es consenso por la incomensurabilidad de las convenciones comunitarias, Kuhn y sus paradigmas que son solo diferentes pero no mejores ni peores que otros, Rorty donde todo es puro juego idiomatico, Derrida donde toda realidad es un texto y todos los textos son equivalentes; digo pues, que a diferencia de todas esas variantes filosóficas que niegan la naturaleza esencial de las cosas, que al final de cuentas termina en el repudio total de la filosofía, mi postura consiste en reconocer que la naturaleza polimórfica y descentrada de la filosofía es reconocer que la verdad esencial tiene una expresión epocal variable.
En otras palabras, porque lo ontológico (el Ser) es también axiológico (el Valor), estético (lo Bello) y epistémico (la Verdad), es posible hallar el sentido del mundo en la interioridad absoluta (el Ser), la interioridad dividida (la Existencia) y la exterioridad (la Realidad). Existencia y Valor se corresponden, por el valor se penetra en la interioridad del ser. El valor es expresión en lo relativo de lo absoluto. Es decir, la mente no es creadora de la realidad -como dicen los posmodernistas con sensación neonietzscheana de poder liberad-, pues, como lo subrayara Wittgenstein, una cosa son los hechos y otra los marcos de referencia. Karl-Otto Apel desde la fenomenología tambien había destacado que sin un marco de referencia trascendental no es posible ninguna discusión critica formal. O sea, mundo y mente se copertenecen.
III
Abordemos
ahora el segundo aspecto: la definición de la “experiencia filosófica”. Cuando
la esclava de Tales de Mileto se burlaba de él, porque siendo tan sabio en
cosas lejanas se cayó en un pozo ante sus pies, da la impresión del alejamiento
de la filosofía con cosas de este mundo. Pero aquí hay que advertir algo
fundamental que tiene que ver con la experiencia filosófica.
Platón a
esta experiencia la llamó episteme o
conocimiento universal para diferenciarla de la doxa o conocimiento particular. Y relacionó la episteme con las
Ideas o esencias que moran fuera de este mundo o en el topos uranus. Aristóteles lejos de negar las esencias las radicó en
las cosas mismas. Con ello se separa de Platón aunque su eidético y teleológico
Motor inmóvil sea puro platonismo.
En otras
palabras, la experiencia filosófica en la Antiguedad y Edad Media significó
aprehensión directa de lo inteligible, necesario, universal, inmutable y
absoluto. Y en este sentido la filosofía se mostró como lo más apartado de esta
vida empírica, pero no de la vida misma o verdad universal. Aunque aquí hay que
precisar que con el cristianismo irrumpe la metafísica de la persona, el creatum ex nihilo y el Dios providente y
encarnado que acaba con la separación de lo trascendente con lo inmanente. El
agón griego es de ascensión y esfuerzo hacia lo Uno, en cambio el agón
cristiano es de una deidad que viene al hombre. Pero esta nítida distinción
entre lo empírico y lo inteligible es lo que caracteriza a la experiencia
filosófica en la tradición greco-cristiana y en las corrientes espiritualistas
de la modernidad.
Pero la
modernidad en sí misma representa la negación de esta experiencia filosófica
primordial. Hija del nominalismo medieval de Duns Scoto y Occam, encarna la gran
ruptura con la metafísica esencialista tradicional. Al convertir lo fáctico en
lo único válido y negar las verdades inmutables, eternas y trascendentes, fecundará
todo tipo de ismos filosóficos del hombre sin verdad, sin fe ni razón.
En este
contexto a la razón sustancial la reemplaza la razón funcional, instrumental,
científico-tecnológica. La metafísica de la empiria moderna es en el fondo una
sublevación y negación de todos los valores trascendentes. Como enfatizaba Max
Scheler, la modernidad es la expresión de un resentimiento metafísico contra el
mundo trascendente. Y, en consecuencia, la filosofía será reducida a un
apéndice de la ciencia, la lógica o la gramática. El logos metafísico será
desplazado por el logos técnico. La filosofía como saber de cosas verdaderas pierde
su importancia porque se da por abolida la verdad. El relativismo, hedonismo y
nihilismo campea, y en esa atmósfera la filosofía está condenada a desaparecer.
De modo que
la experiencia filosófica de aprehensión directa de lo inteligible
suprasensible en el Ser (filosofía natural), en el Saber (Verdad) y en el Amar
(ética), devino en experiencia empírica de lo que el hombre decreta con su
pensamiento y voluntad. En el Regnum
hominis de la modernidad la filosofía sufre su más violenta degradación
interna y externa. Se sustituye el ser por el evento, la verdad por la creencia y el bien por el consenso. Y así, el filósofo aparecerá ante un Lyotard como un simple narrador
de cuentos. Ante la extinción del conocimiento y de la verdad la filosofía
tenía que sufrir la ruptura de su existencia.
Si dentro del
espiritualismo filosófico la filosofía se revela como una experiencia metafísica
donde el hombre se inserta en la experiencia metafísica realista de la primacía
del Ser sobre el conocer, en el nominalismo de las filosofías contemporáneas
prima la subjetividad monádica sobre la realidad que se esfuma en puro concepto.
De ahí que la acusación de Heidegger sobre que la metafísica griega desde Sócrates
es el olvido del Ser, sea completamente errónea. Al contrario, la metafísica
tradicional buscó el ser en sí (einai) más allá de toda esencia y no termina en
un puro concepto trascendente. Eso por un lado, y por otro, fue la filosofía
moderna la que con su metafísica de la empiria consagró el olvido del ser por
el pensar.
En una
palabra, la experiencia filosófica ha devenido en artificio de conceptos porque
la propia existencia humana se ha empobrecido dentro del contexto nominalista de
la cultura moderna. Hasta el propio concepto y experiencia de lo trascendente
ha sufrido una secularización idolátrica. De este modo la experiencia
filosófica se ha degradado por el efecto del predominio de la razón funcional –verdadero
núcleo de la revolución científico-técnica- sobre la razón sustancial.
IV
Finalmente
veamos el tercer término: Existencia. La Existencia es aquella realidad que
guarda una relación especial con la sustancia, la esencia y la existencia. Por
ello, se trata de una realidad inconfundible y que se diferencia de los demás
entes reales. Es la única que se hace cuestión de sí misma. De ahí que resulte
insuficiente tanto la definición de Aristóteles en el sentido de todo aquello
que “subsiste”, como de los matemáticos que hablan de los números como un “modo
de ser” o existir, donde se confunde el ser real con el ser ideal o con el ser
irreal. La categoria de “existencia” –como fue enfatizada por la dirección
existencialista- atañe a un tipo especial de ser real que atañe al hombre, y cuya
característica esencial es la posibilidad, libertad y proyectividad.
Ahora bien,
si la existencia es una categoria metafísica que tiene que ver con la realidad
humana, nos preguntamos ¿Qué tiene que haber sucedido para que la “experiencia
existencial” de la filosofía pierda sentido, significado, importancia y esté
colapsando?
Por un lado,
la filosofía se ha burocratizado, se ha desconectado de la vida. Los filósofos
se han tornado en homus academicus
que administran el saber de una sociedad alienada. En este sentido, han perdido
contacto con la verdad, con el ser, con la realidad. De manera que devenidos en
funcionarios de un sistema universitario mercantilizado no son capaces de
romper el círculo vicioso de la vida alienada. No es que la universidad haya
enajenado a la filosofía, es que la vida enajenada del regmun hominis de la modernidad enajenó a la filosofía y a la
universidad. La universidad es una entidad nacida en el corazón del siglo XIII,
en el pináculo de la síntesis tomista. La decadencia se inició después, cuando la civilización occidental fue perdiendo su pathos espiritual. Incluso
hombres como Spinoza, Hume, Leibniz, entre otros no fueron profesores universitarios.
Todo indica
que la secularización campeante y la cultura de la inmanencia de la
civilización moderna fue la que empobreció la experiencia filosófica existencial. Signo evidente de esta decadencia es la nula existencia en la práctica de la libertad de cátedra en la universidad. Recuperar la experiencia filosófica existencial significa defender al hombre
integral ante el hombre parcial por medio de una metafísica realista, espiritualista
y de la persona. Pero revertir la
esencia nominalista de la modernidad implica desmontar la autodivinización
humana y la susodicha autonomía de la razón. Se trata de desarrollar el ordo amoris para salvar el
descarriamiento del ordo rationis,
responsable de extraviar la experiencia existencial de la filosofía. Y para los
latinoamericanos efectuar la experiencia de dicho rescate es hallar la universalidad
de la filosofía desde nuestra propia particularidad.
V
Finalmente agradezco emocionado la medalla rectoral que se me concede por mi trayectoria filosófica. Muchas gracias.
Chimbote 5 de diciembre 2017
Liliana Molineris Non necessariamente devi essere un filosofo per porti delle domande essenziali sulla vita, sull'uomo in quanto essere e sul rapporto di convivenza con il prossimo. E non devi essere un cristiano per capire che l'indifferenza, la dissolutezza e l'apparenza regnano nel nostro modo di vivere moderno.
ResponderEliminarAnche il filosofo o, per lo meno alcuni filosofi, si lasciano dominare dall'andamento del mondo e da chi governa questo mondo. Lasciandosi trascinare dal sistema perdono di vista la realtà e perdono il gusto della ricerca della verità. Viene a mancare così la vera essenza dell'esperienza esistenziale filosofica.
Pur essendo consapevoli che quanto abbiamo detto è una triste realtà, non dobbiamo arrenderci a questa visione pessimistica. Dobbiamo avere fede e speranza in un possibile ravvedimento della coscienza umana.
IL BENE NON FA RUMORE, MA C'È!!!
Liliana Molineris No necesariamente tiene que ser una filósofa para plantear preguntas esenciales sobre la vida, sobre el hombre como ser y sobre la relación de vivir con los demás. Y no es necesario ser cristiano para comprender que la indiferencia, el libertinaje y la apariencia reinan en nuestra forma de vida moderna.
ResponderEliminarIncluso el filósofo o, al menos algunos filósofos, se dejan dominar por el progreso del mundo y por quienes gobiernan este mundo. Al soltar el sistema, pierden de vista la realidad y pierden el gusto de la búsqueda de la verdad. Por lo tanto, falta la verdadera esencia de la experiencia existencial filosófica.
Aunque somos conscientes de que lo que hemos dicho es una triste realidad, no debemos rendirnos a esta visión pesimista. Debemos tener fe y esperanza en un posible arrepentimiento de la conciencia humana.
¡LO BUENO NO ES RUIDO, PERO HAY!