domingo, 14 de julio de 2019

VARGAS LLOSA Y SU TRIBALISMO OCCIDENTAL


VARGAS LLOSA Y SU TRIBALISMO OCCIDENTAL
Por
Gustavo Flores Quelopana
Presidente de la Sociedad Peruana de Filosofía
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Hugo Chacón Málaga no es un gallo de pico blando que con sus quiquiriquíes en falsete alborota el gallinero intelectual. Todo lo contrario, es un serio y estudioso pensador que calibra cada frase vertida y sopesa cada sentimiento expresado. Así se muestra en su presente libro Vargas Llosa y su afiliación al tribal Occidente. No obstante, su reconocimiento a los indiscutibles méritos personales del afamado novelista no es óbice para diseccionarlo desde el punto de vista andino y demostrar sus graves falencias. Así, el laureado escritor habría sido un andino fracasado, acomplejado de su raíz andina, y vergonzoso de su ancestral quechuañol. Quizá a esto se deba su trayectoria zigzagueante.

La identidad que se construyó fue una impostura que se retrotrae hasta Ginés de Sepúlveda, producto de un país cuya élite siempre se distinguió por la marginación y el maltrato de lo nativo. Su opción fue una alienación cultural occidental profunda, acompañada de una defensa acérrima de la ideología imperial dominante. De ahí que Chacón subtitule su obra a contrapelo de la última obra del novelista “El llamado de la tribu”.

Asimismo, el espíritu del presente ensayo nos muestra a un Chacón muy emparentado con la tercera generación modernista, que no fue reaccionaria, oligárquica, retórica ni académica –notas que sí caracterizaron a la generación postrera del modernismo, caracterizada por el movimiento Colónida-. Me refiero al arielismo de Rodó. Así  como Rodó defendía con su verbalismo eurítmico los fueros espirituales de América Latina ante el avance arrollador de la civilización utilitaria, monopólica e imperialista de Norteamérica, de modo similar Chacón con su afilada criba es un portaestandarte de la civilización andina ante las arremetidas hegemónicas de los corifeos intelectuales de la hegemonía occidental. Chacón como Ariel desenfunda diestro el sable contra el nuevo y ominoso Calibán literario que ha confundido a la peruanidad. De ahí que el Nobel exhiba una literatura coprolálica que lejos de representar el Perú profundo es una afrenta a su identidad, hondamente esteticista y comunitarista.

Estas son las principales conclusiones que se extraen de la lectura del breve, ameno y exigente ensayo del meditativo Hugo Chacón Málaga. No hay duda que estamos ante alguien que pertenece a la tropa valiente de Bartolomé de las Casas.

El psicoanalista Max Silva Tuesta ya había subrayado el conflicto edípico del Nobel con su padre. Ahora Chacón precisa el diagnóstico, para afirmar que el matar a su padre con el pensamiento tiene un alcance mayor porque se trata de lapidar al Perú profundo, andino, vernáculo, mítico, campesino y rural. Padre y Patria son crucificados con la palabra. Esto es, se hizo novelista para vengarse no sólo del padre sino también del verdadero Perú profundo. Así se consuma no sólo un parricidio sino incluso se perpetra un patriacidio. Algo común en un deicida. No hay duda que tuvo que ser un Nobel occidental porque un Nobel andino –si lo hubiera- nunca se le hubiese conferido. Si en los años de la guerra fría la manipulación ideológica de Estocolmo era hacia la izquierda, en la era del neoliberalismo lo es hacia la derecha.

En suma, en su sublimación literaria el galardonado descarga buena parte de su animadversión en sus personaje andinos. En su obra “La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo” –título que leído al espejo podría ser “La utopía moderna. Vargas Llosa y las ficciones del occidentalismo”- también es lapidario con la racionalidad andina, que es presentada como mítica e incompatible con la racionalidad científica de Occidente. Lo cual es una caricatura del actual debate filosófico sobra la racionalidad humana.

Ese mito de la superioridad de la racionalidad científica occidental es de carácter ideológico y ni las mentes más lúcidas de Europa se lo creen. Pues desde la escuela de Frankfort   se   señaló   el   sesgo   totalitario   de   la racionalidad instrumental y desde las canteras de la filosofía hermenéutica se enfatiza el estrecho vínculo entre mito y razón. Menos mal que Vargas Llosa es literato y no filósofo, por ende su retraso teórico decimonónico es mitigable como novelista pero no como pensador. En realidad sus invectivas contra el mito y la racionalidad andina no van más allá de ser una antojadiza crítica ideológica, ultraliberaloide, dogmática, sesgada, racionalista y cientificista, responsable de la crisis ecológica y profunda deshumanización presente.

Como puede comprenderse no es el Perú profundo sino el Perú criollo y occidental el que endiosa al novelista, porque en el fondo se trata del común temor por lo vernáculo, indígena y ancestral. No es casual que las bases de la República no sean andinas sino occidentales y criollas. Su tabla de salvación ante la marginación costeña fue refugiarse no sólo en parientes femeninos, con los que se casó, sino adoptando como madre a un Occidente eurocéntrico. Su coprolalia revela que le atrae la transgresión, como transgrede y desdeña su raíz andina.

En suma, estamos ante un libro apasionante y polémico que nos lleva a reflexionar sobre el alma dividida y los mundos escindidos de la peruanidad y que no se llegan a plasmar plenamente ni cesan de colisionar de continuo.
Lima, Salamanca 12 de Julio del 2019