LA CRISIS NIHILISTA DE LA MODERNIDAD POSTMETAFÍSICA
Gustavo Flores Quelopana
VIII CONGRESO REGIONAL DE FILOSOFÍA DEL NORTE DE PERÚ
“Filosofía de la Vida Cotidiana en Tiempos del COVID-19”
del 17, 18, y 19 de noviembre del
2020
Sinopsis
La Modernidad contemporánea ha consumado su esencia postmetafisica al
configurar una crisis nihilista estructural. La crisis nihilista estructural
tiene cuatro características sustanciales: el extravío del sentido del ser, la
pérdida del sentido de lo sagrado, la sustitución de los fines por los medios y
la disolución de los valores. El resultado de todo ello es la consolidación de la
racionalidad funcional sobre la racionalidad substancial, la misma que se manifiesta
en el abandono de lo cualitativo y su reemplazo por lo cuantitativo. Es en ese
marco en que el hombre y el valor se reducen a mero objeto y se profundiza la
tragedia de la cultura, se consolida un horizonte anético, post-metafísico y de post-verdad, se extiende la dictadura del fetichismo de la mercancía,
el totalitarismo del relativismo y la agonía del humanismo. En suma, la crisis nihilista de modernidad post-metafísica es la tragedia de una civilización que se sumerge aceleradamente en su decadencia absoluta.
LA ESENCIA POSTMETAFÍSICA
La Modernidad contemporánea ha consumado su esencia postmetafisica al configurarse, en el último tercio del siglo XX y las primeras décadas del siglo XXI, como una crisis nihilista estructural. El horizonte post-metafísico en realidad se abrió en la Alta Edad Media del siglo XV, cuando el nominalismo de Occam niega las esencias y las declara meras abstracciones mentales. Pero cobra impulso cuando la metafísica de las esencias es abandonada en el siglo XVI y XVII con el desarrollo del racionalismo y del empirismo. Paul Hazard en su obra “La crisis de la conciencia europea” llama a ese periodo el de la consolidación del diosecillo terrestre mediante el Reino del Hombre -Regnum hominis-. Empirismo, racionalismo e Ilustración destruyeron el orden espiritual de las verdades trascendentes y ello, en realidad, deja sin posibilidad de reconstruir una nueva civilización.
Así, se instaura un mesianismo laico que perdió a Dios mediante una razón que asalta la verdad para relegar los valores espirituales y desembocando en el reino de la materia, el naturalismo, el positivismo y el cientificismo. Pero todo ese vuelco en filosofía coincide con la revolución científico-técnica y la maduración de la economía monetaria, en tanto que son expresión de la sustitución de la racionalidad substancial por la racionalidad funcional. La hegemonía de la racionalidad funcional es la dilución de lo cualitativo por lo cuantitativo. Desde entonces, será la ley natural y la metodología de las ciencias naturales las que avasallan a las ciencias humanas. El resultado será la nefasta incomprensión de la realidad humana y su reducción a pura inmanencia. La naturaleza humana sin la dimensión de la trascendencia perderá su lado sustancial y se abrirá la puerta a la luciferina negación del hombre. Esto se plasmará en la práctica en las demenciales matanzas con gases venenosos de la Primera Guerra Mundial, en los infernales campos de concentración del Holocausto de la Segunda Guerra Mundial y en la ideología del llamado Transhumanismo actual. Nunca como antes, y en ninguna etapa anterior de la historia, el hombre se mostró a escala industrial tan destructivo, bestial e infraterno con el hombre. Que el nihilismo es el olvido del ser es muy plausible, pero remitir dicho olvido a la metafísica de Platón y Aristóteles es como remontar el crimen a la invención del cuchillo. No hay tal poder destructivo de la racionalidad nacida en los griegos, como cree Heidegger. Pues, la metafísica griega no nace de la teología, sino de la búsqueda de la verdad ante el relativismo de los sofistas. Y dicha verdad reside en el mundo suprasensible. Nihilismo es: todo es nada, pero el ente en su totalidad no es la nada sino participación en el ser. El propio ente es el ente en la verdad del ser.
La esencia postmetafísica no tiene que ver con la autonomía de la razón -como piensa Gilson-, sino con el divorcio con las verdades suprarracionales que se da con el nominalismo de Occam. O sea, la razón filosófica puede seguir siendo autónoma sin dejar de reconocer los misterios -Trinidad, Encarnación y Resurrección-. Autonomía no es sinónimo de secularización. Pero ello lo será a partir de Occam y no con Alberto Magno, como sostiene Gilson.
LAS MANIFESTACIONES SUSTANCIALES QUE PULVERIZAN EL VALOR ESPIRITUAL
De modo que la crisis nihilista estructural de
la modernidad contemporánea tiene seis características sustanciales:
- El extravío del
sentido del ser
- La pérdida del sentido
de lo sagrado
- La sustitución de los
fines por los medios
- La disolución de los valores
- El resultado de todo
ello es la consolidación de la racionalidad funcional sobre la
racionalidad substancial
- Y la misma que se manifiesta
en el abandono de lo cualitativo y su reemplazo por lo cualitativo.
En ese marco en que el hombre y el valor se reduce a objeto y se profundiza la tragedia de la cultura, se extiende la dictadura del fetichismo de la mercancía, el totalitarismo del relativismo y la agonía del humanismo. Ello ha derivado en una crisis de caridad y misericordia de dimensiones colosales. Un pequeño botón de muestra es la ostentación que hacen de su fortuna los multimillonarios del planeta. La forma obscena en que son exaltados por la prensa venal y las ignaras redes sociales no son sino la manifestación de una época de franca decadencia, donde la supremacía del tener sobre el ser es lo normativo y cierra los ojos a la cruda realidad en que cada minuto mueren niños por hambruna, enfermedades y falta de protección social totalmente evitables.
EXTRAVÍO DE LA VERDADERA ALEGRÍA
En contraste y en medio de la pandemia, en las redes sociales todo el mundo quiere mostrarse feliz y risueño. Se trata de una sonrisa falsa y cruel en el mundo cínico, hedonista, descreído, materialista y nihilista de la burguesía decadente. ¿Qué es lo que ha sucedido para que esto ocurra? Al extraviarse a Dios y lo sagrado, se ha perdido la verdadera alegría y han tomado su lugar el mundo de las cosas, de las criaturas. Y en éstas, el hombre sin Dios busca en vano su gozo. Mientras el necio encuentra su alegría en el mundo, el sabio lo halla en la tristeza. Porque la tristeza abre los ojos y hace ver el daño de gozarse en las cosas. En el mundo engañoso de la dictadura de la vanidad y la crueldad todos se engañan y se exhiben felices. Al contrario, hay que tener lástima por esta necia humanidad embotada de materialismo, que pone su corazón en las riquezas y olvida que no les aprovechará para nada en la otra vida.
Si realmente queremos acabar con esta pandemia cuyos efectos han sido devastadores en la gente, en la salud, en la economía, o con futuras pandemias, tenemos que abordar los factores estructurales que hacen que a los pobres les resulte más difícil acceder a la salud o a una dieta adecuada. El riesgo de no hacerlo es enfrentarnos con otra pandemia en el tiempo que tome que una enfermedad existente se escape del mundo animal y pase a los humanos. Lo que continuará ocurriendo a medida que sigamos invadiendo el espacio de las especies salvajes, o a raíz del cambio climático y la deforestación. Por ello, una solución para el covid-19 puramente biomédica fracasará rotundamente.
LAS CRIATURAS SON PUESTAS POR DELANTE DE DIOS
No hay misericordia sin amor a Dios. Cuando el
alma se ciega por la ignorancia, la soberbia o la vanidad, la falsedad no le
parece falsedad y lo malo no le parece malo. Al contrario, las tinieblas le
parecen luz y la luz le semejan tinieblas. Y de ahí viene a dar en mil
disparates acerca de lo natural y de la moral. Y es que a puesto sus ojos más
en el deleite de las cosas que en el amor. Y esto nos acontece hoy con mayor
violencia por haber puesto a las criaturas por delante de Dios. Al primar las
criaturas sobre el Creador, entonces toda el alma es cautiva de las pasiones, y
no puede lograr la paz ni la tranquilidad. Prima el egoísmo y agoniza la
misericordia.
IMPORTANCIA DEL SILENCIO
Podemos intentar hablar de Dios desde nuestra propia experiencia del silencio. Porque Dios se envuelve en el silencio y se destapa en el silencio interior de nuestro corazón. El silencio es uno de los principales medios para entrar en el espíritu de la oración. En el silencio el alma se dispone a establecer relación vital y continua con Dios. El silencio es fuente fecunda de recogimiento. A Dios no se le encuentra ni en el ruido ni en la agitación, sino en el silencio. Las palabras son abundantes y presuntuosas, en cambio el silencio es único y humilde. El misterio del silencio nos abre al misterio de Dios. En el silencio no está la nada, sino la fuerza de Dios.
EL MERCADO COMO ENEMIGO DE LA MORAL
Pero en este panorama fatídico no se obviar al
Mercado como enemigo de la ética. ¡Todo tiene un precio, incluso tu conciencia!
Se jacta prepotente el mercado. Con la caída del comunismo se creyó que era el
fin del colectivismo. Pero eso es un error. Hay un colectivismo más profundo y
nocivo aún, a saber, el del Mercado. El Mercado es el enemigo ético por
excelencia porque absorbe hasta el tuétano al individuo hasta el límite de
disolver la personalidad. Al mercado le corresponde un tipo humano: el hombre
anónimo. El hombre anónimo es un ser desvalido, que sólo tiene confianza en las
recetas comerciales del mercado. La consecuencia es que su orden valorativo se
debilita hasta el límite de eximirse de su libertad y responsabilidad. Ejemplo:
yo visto, hablo, leo, elijo, consumo, veo de una determinada forma, porque todo
el mundo lo hace. El mercado es enemigo de la educación porque actúa por
coacción y sugestión. Al destruirse la autoafirmación de la personalidad el
resultado es una sociedad violenta, anárquica, corrupta, cínica, sin valores.
El mercado es una fuerza deshumanizante y de mediocridad indiscutible. Habla a
los instintos y adormece la razón. Uniformiza el pensamiento y el estilo de
vida. Y su principal víctima es la juventud y la mujer. El mercado es enemigo
de las ideas propias, de la madurez de la personalidad y de la pureza de la
actitud interior. El mercado pone en juego una tendencia totalitaria más
asfixiante que los totalitarismos políticos.
EFECTOS NIHILISTAS DE ECONOMÍA DINERARIA MADURA
El dinero es un medio que en la Modernidad ha madurado en economía monetaria. Con ello, el dinero de medio se ha convertido en un fin. El dinero comparte la característica esencial de la racionalidad funcional de la Modernidad, a saber, todo lo cualitativo queda transformado en cantidad, cifra, cálculo. "Billetera mata galán" dice el refrán popular. Este imperio de lo cuantitativo tiene efectos nefastos sobre las relaciones sociales y humanas. En primer lugar, el dinero prostituye todo lo que toca. El dinero como acto puro que simboliza el carácter dinámico del mundo termina cosificando el hombre, el cual pierde sustantividad y se convierte en mero adjetivo. El dinero preside la moderna funcionalización completa de la humanidad.
El dinero es indiferente a los fines y por ello mismo tiene la extraña cualidad de convertirse en fin en sí mismo. Con el dinero surge el hombre indiferente al valor y a lo cualitativo. En el fondo el dinero es la negación de todo valor. La única determinación del dinero es la cantidad. El dinero preside la tragedia de la cultura, el amor, la verdad, la economía, la política y las relaciones humanas. El dinero crea seres superficiales, gélidos y egoístas. El dinero pulveriza la dignidad, el honor, la integridad, el respeto, el esfuerzo, el desinterés y el amor gratuito. El dinero trastoca el sentido de la vida y la imagen del mundo. La esencia metafísica del dinero es convertirse en energía pura que reduce la calidad a la cantidad. El dinero deja expedito el camino para la muerte de la dignidad humana, al reducirlo a mera materia intercambiable.
Con el dinero el hombre deja de ser único e irremplazable. La persona no interesa y se diluye por completo. La personalidad desaparece por completo detrás de su función. El dinero relaciona a los seres humanos, pero deja a la personalidad fuera de ella. La modernidad es la civilización del dinero y su evolución en dinero digital no cambia su esencia, sino que la perfecciona. Si de alguna alternativa se puede hablar, es de la todavía utópica cultura del futuro capaz de abolir el totalitarismo del dinero mismo.
RETORNO DEL PAGANISMO
Igualmente, en la tardía modernidad anticristiana ha resurgido el curanderismo pagano. Hay quienes lo defienden resaltando su valor antropológico olvidando lo más importante, a saber, su significado espiritual. Efectivamente, el yerro fundamental de dedicarse y encontrar gozo en la curación sobrenatural es que ese no es el fin de la vida sobrenatural, sino solamente unirse a Dios. En el ejercicio de ese don sobrenatural se introduce el demonio, porque ve la afición, el gozo y la vanidad que encuentra en él el espiritual. Al final, éste es engañado en la fe, por la vanagloria y la jactancia.
Por eso, el mago, el brujo, el curandero, el encantador tienen embotada el alma, porque el demonio ha visto su gran afición a estas cosas. En realidad, son discípulos del demonio. Es verdad que Dios da esos dones y gracias, incluso pone virtudes curativas en las plantas u otros objetos, pero se equivoca mucho cuando se sustituye la fe por estos dones. Se trata de la misma hechicería del bíblico Simón el Mago. Quien tenga esos dones sobrenaturales deberá apartarse de estos por la codicia y gozo que nacen en su quehacer. Tentar a Dios es gran pecado y el hechicero lo hace. Dios mismo no obra maravillas, sino cuando son necesarios para creer. Lo primero no son los milagros, sino la fe. Dios no quiere milagros, sino fe. Dios reprende a los que piden señales. Así, Cristo reprende a sus discípulos por jactarse de expulsar demonios. La modernidad incrédula, materialista y hedonista pide milagros y no fe. Por eso resurge el curanderismo pagano.
VIEJOS: COMO PRIMERAS VÍCTIMAS DE LA PANDEMIA
No obstante, tenemos que volver la mirada a la pandemia y sus nefastos efectos sobre la vejez. La primera ola europea y estadounidense del covid 19 mostró el descuido al que estuvieron expuestos los ancianos en asilos y casas de reposo, en los cuales murieron en masa. La modernidad simplemente convirtió la vejez en un negocio lucrativo en su supuesto cuidado, salud y bienestar. Si la solución a la vejez del totalitarismo nazi fue la eugenesia, en cambio las democracias del llamado Primer Mundo optan por métodos más refinados, pero igualmente inhumanos para su explotación económica. Allá es el envejecimiento de la población, mientras que, en el mundo, llamado en "desarrollo", la vejez yace en el olvido.
En realidad, la Modernidad idolatra la juventud y desprecia la vejez. La biotecnología la cataloga como enfermedad que debe ser curada por la genética. ¿Pero es acaso esto cierto? Sabemos que las etapas de la vida son únicas e irremplazables y cuando se daña una se corrompe el todo. La modernidad al despreciar a la vejez está corrompiendo todas las etapas de la vida. ¿Qué es la vejez? Vejez es sinónimo de sabiduría y sólo en su fase de senilidad se vuelve irritable, artero, desaseado, desconfiado y furtivo. Allí la tarea ético-educativa va hacia el entorno, del cual exige más auxilio, paciencia y humor. ¿Pero por qué la Modernidad es tan hostil a la vejez? Porque mientras la Modernidad es fugacidad, prisa, energía, enaltece la actividad por la actividad, en cambio la vejez es tranquilidad, contemplación, oración, sentido de lo eterno y sentido de la muerte.
La Modernidad con su descreimiento y efebolatría
ha empobrecido la vida y ha olvidado la esencia de la vejez: la cual es
sabiduría y sensatez. Efectivamente, la Modernidad es necedad e insensatez
porque ha postergado lo absoluto por lo finito, es temporalidad, lo joven y ha
arrastrado la historia por la voluntad de poder. Ahora se explica por qué se
reniega de la vejez queriendo revertir su proceso. La Modernidad ha extraviado
el sentido de la muerte o de la buena muerte, identificándola simplemente como
la cesación de la vida. Así busca la vida eterna por medios materialistas. La
humanidad bajo la modernidad se volvió inmadura.
LA NEGACIÓN DEL SER QUE FUNDA TODO SER
En una palabra, la crisis nihilista de la
modernidad post-metafísica es la negación del Ser que funda todo ser. Pero en
esta civilización no es posible restaurar el fundamento trascendente que
enfermó el cuerpo de la cultura, porque esto implica la titánica tarea de revertirla
como un guante. La Modernidad subjetivista hedonista y nihilista no será
salvada y deberá morir. Deberá cumplir su ciclo cultural, como todas las demás
civilizaciones y en su curva decadente fenecerá. Sólo alcemos nuestros ruegos
al cielo para que ese derrumbe no sea el último de la historia humana en un
autoexterminio final y de3finitivo. Mientras tanto, no serán las universidades
-que están podridas y contaminadas hasta el tuétano por el espíritu mercantilista
y antihumanístico de la racionalidad instrumental- sino que serán los cenáculos
privados, equivalentes a los monasterios de la Edad Media, los encargados de
sembrar las semillas de un humanismo con Dios para la nueva cultura que habrá
de surgir en el futuro. Pero la nueva cultura no renacerá de inmediato de las
cenizas pútridas de la modernidad que sucumbe, porque lo que vendrá a su
naufragio será una era de barbarie y neobrutalismo generalizado.
DEMOCRACIA COMO MITO FRACASADO
Ahora se entiende que la democracia sea un mito que ha fracasado. La democracia es la imposición de la mayoría sobre la minoría para la elección de sus representantes. Pero el desencanto hacia la democracia no ha tardado en implantarse en el pueblo, ello debido a que el voto cuantitativo no se ve reflejado en las decisiones estructurales de carácter económico del gobierno de turno. Por qué no funcionó la democracia. No funcionó por el mismo principio que la entronizó, a saber, el predominio de la cuantitativo sobre lo cualitativo. El voto mayoritario llevó al poder gobiernos que también se vendieron por un precio a las élites mundiales. Entonces, el problema de fondo es el carácter cuantitativo, calculador, egoísta y funcional de los tiempos modernos. La Modernidad es la dictadura de la racionalidad funcional sobre la racionalidad substancial. La cantidad, el cálculo, lo racional, la ley científica, el dinero, es lo que tiene la voz cantante y marca el paso de los acontecimientos. Sobre esa base tenía que prosperar el egoísmo y el individualismo y tenía que producirse el triunfo total de lo cuantitativo sobre lo cualitativo, la moral y los valores.
De este modo, el ideal democrático tenía que fracasar en sus objetivos prácticos porque no estaba en función del hombre sino del cálculo de la racionalidad social. La democracia tenía que compartir el principal rasgo psicológico de la época moderna: la reducción de los valores cualitativos a los cuantitativos. Y por ello, lejos de contrarrestar la esencia de la racionalidad económica del dinero se subsumió a ella. En realidad, fue su sublimación política. Esto quiere decir que, la democracia es parte de la manifestación de la inteligencia calculadora que domina la vida moderna. La democracia fue en realidad la justificación economicista de las cosas humanas en lenguaje político. El fracaso rotundo de la democracia refleja el primado de la cultura de las cosas sobre la cultura de las personas. Fue el propio primado de lo objetivo sobre lo subjetivo lo que sentenció a muerte el propio ideal democrático. Vivimos la tragedia de la democracia porque es parte de la tragedia y patología de la modernidad calculadora y cuantitativa.
IMBECILIDAD CRECIENTE EN MODERNIDAD
Ahora se comprende la relación entre cretinismo y modernidad. Constantemente surgen denuncias desde la neurociencia que la televisión y los videojuegos están disminuyendo el coeficiente y el desarrollo intelectual en la última generación. La desintegración familiar y la falta de contacto con la naturaleza en las grandes urbes influyen en el predominio de este entretenimiento disolvente. Y por este camino la humanidad va hacia un franco retroceso intelectual, mental y emocional.
En realidad, lo señalado por el neurocientífico habría que ampliarlo, porque los videojuegos y la televisión no son sino una expresión más del aumento de cultura material y el retraso de cultura individual en la modernidad. Con la revolución científico-técnica, la industria y la economía de consumo se ha experimentado un avance arrollador de la cultura de las cosas, pero a costa de un retroceso pasmoso de la cultura de las personas. Es la máquina la que ha enriquecido su espíritu, más no el hombre. Los tiempos modernos se caracterizan por la preponderancia de la cultura objetiva sobre la cultura subjetiva. La cultura objetiva aumenta sin descanso, pero la cultura subjetiva disminuye en la ética, el lenguaje, religión, literatura, vida cotidiana y familiar, etc. La relación discrepante entre lo objetivo y lo subjetivo es el gran tema de la objetivación de la mente en la modernidad. El comportamiento epistemológico del espíritu humano en la modernidad fortalece el espíritu objetivo y debilita el espíritu subjetivo.
El crecimiento del espíritu objetivo refleja la
hegemonía en la modernidad de lo cuantitativo sobre lo cualitativo, porque
acumula dentro de sí una gran cantidad conocimiento especializado. Los
artilugios técnicos de la modernidad reflejan una enorme división del trabajo
que causa la divergencia entre la cultura objetiva y la cultura subjetiva. Al
final lo que se tiene un cambio en el estilo de vida, donde el materialismo
vital en desmedro del crecimiento espiritual es fiel reflejo del predominio de
la cultura de las cosas sobre la cultura del individuo. Con ello el hombre es
menos persona y más cosa. La enajenación cabalga aceleradamente sobre los
hombros de la racionalidad funcional moderna.
REVERSIÓN A LA BARBARIE EN LA MODA
La señal más clara que vivimos una franca barbarie civilizada es la moda posmoderna. La posmodernidad es el individuo en el que prima el deseo sobre la razón. Su moda es de lo más estereotipada y bárbara. La otrora burguesía en ascenso tenía como norma pecuniaria del gusto elegir lo caro como si fuera bello. El alto precio es equivalente a costo honorable hasta en la actualidad. Entonces, lo bello que dicta la moda es lo caro y costoso. Pero la burguesía especialmente femenina de ayer elegía el vestir y el peinado elegante. En cambio hoy lucir un revoltijo de greñas y ropas desvaída es sinónimo de estatus social. En la burguesía decadente lo estético en la moda sigue estando sujeto a un código de reputación. De ahí que esa ropa desastrosa sea cara. En realidad, casi todos los objetos de consumo han sido influenciados por los códigos de prestigio pecuniario. Por ello, la belleza estética ha sido reemplazada por la belleza pecuniaria. El detalle es que para la burguesía decadente lo bello no sólo es caro sino feo, horrible, desastrado. Así pulula la ropa rotosa, los piercing, los tatuajes. En los varones es más ridículo aun, con sacos que les llega apenas a la cintura, combinados no con camisas sino con polos y zapatillas. Todo ello acompañado del infaltable uniforme de masas: el jean. Las masas visten a la moda porque el gasto que se impone sobre el gusto es la compensación psicológica a su marginación social.
LA REBELIÓN DE LAS MÁQUINAS
Y una de las manifestaciones más ostensibles de la revolución científico-técnica es la rebelión de las máquinas. No vivimos la rebelión de las masas sino la rebelión de las máquinas. El hombre moderno idealizó el saber científico-técnico y soñó con el Paraíso que encarnaba la idea del dominio del hombre sobre la naturaleza mediante las máquinas. A esta tecnofilia le vino a suceder la tecnofobia durante el maquinismo y la primera industrialización de la era moderna en los siglos XVIII y XIX. Pero el desencanto por el sueño de liberar al hombre del trabajo de esclavo en la naturaleza hizo ver lo que se ocultaba tras esa idea el dominio de la cultura de las cosas sobre la cultura del individuo. El predominio actual de lo objetivo sobre lo subjetivo no es la rebelión de las masas sino la rebelión de las máquinas sobre sus creadores. El hombre devino en esclavo de sus creaciones.
El hombre se ha rebajado en esclavo de la misma máquina. Esclavos del proceso de producción y esclavos de sus productos. El fin de la autarquía del ser humano estaba encerrada en el corazón mismo de la esencia de modernidad, que sustituyó la lógica de fines por la lógica de medios mediante la hegemonía de la racionalidad funcional sobre la racionalidad substancial. Y así el hombre acaba enfermo y patológico al alejarse de sí mismo y ahondándose en la enajenación social imperante. El hombre moderno de la pura inmanencia ha perdido su centro de gravedad, su eje vital y la ausencia del sentido de la vida lo empuja hacia excitaciones momentáneas, fugaces y disolventes de su propia personalidad. Como en ninguna otra etapa de la historia -ni siquiera en el esclavismo- hemos llegado a una civilización donde el supuesto hombre libre sufre las inclemencias de la disolución más sistemática y estructural de su propia persona.
DEIFOBIA
El significado profundo de la quema de iglesias, mezquitas y templos sagrados -que va más allá de lo político, dado que se ha presentado en todos los rincones del globo en la historia moderna- expresa no sólo el odio indesarraigable e indescriptible que siente el demonio contra Dios, sino también el ciego y afanoso deseo humano de autodeificación. Borrar, exterminar, desaparecer a Dios de la faz de la tierra es el delirio prometeico de la modernidad secularizada y decadente, ensoberbecida por la racionalidad científico-técnica. El hombre divinizado en la inmanencia y sin vinculo alguno con la trascendencia, es el profundo sentimiento del diosecillo terrestre de la religión secularizada en la modernidad. El hombre erigido en la propia norma de su ser, con una autonomía ilimitada, se siente frenético para desmalignizar el mal y malignizar el bien. Y en esa demencia furiosa no sólo se va contra Dios sino igualmente contra el hombre. La DEIFOBIA -odio a Dios- expresa un nihilismo luciferino integral en el hombre, donde se une el extravío del sentido de lo divino, con el extravío del sentido de lo sagrado, la crisis nihilista de la razón y el oscurecimiento del sentido del valor. En una palabra, la deifobia se convierte en moneda corriente cuando la civilización ha tomado la curva de su propia extinción.
TOTALITARISMO DE LA RAZON FUNCIONAL SOBRE LA RAZÓN SUBSTANCIAL
La celebración de los 75 años de el juicio de Núremberg nos hace reparar que fue el símbolo de una época que consagró la idolatría del Estado, la política y el líder. El sentimiento religioso secularizado se mostró más mortífero, despiadado, inhumano y sanguinario que en cualquier otra etapa histórica de la humanidad. El líder político erigido en Dios es tan nefasto como el mercado convertido en ídolo. Pero todo ello era consecuencia del triunfo de la razón funcional sobre la razón substancial, que reemplazó lo cualitativo por lo cuantitativo, lo humano por el resultado, los fines por los medios. La sociedad misma quedó concebida como maquinaria e instrumento, y el hombre reducido a mera especie biológica sin espíritu. Núremberg es el símbolo de la curva decadente de una modernidad consagrada a la fagocitación de sí misma. Las brutalidades que mostró el hombre en las dos guerras mundiales acabaron con las ilusiones de la razón ilustrada, el ideal de progreso y de la autonomía humana. Hoy vivimos las consecuencias más nefastas de este trágico acontecimiento de la modernidad.
¿POR QUÉ EL PROGRESO SOCIAL ES TAN LENTO EN EL PERÚ?
Porque las clase extremadamente rica y extremadamente pobre son conservadoras. Los muy ricos (menos del 1% de la población) tienen una aversión instintiva al cambio, y los extremadamente pobres (más del 65% de la población) no tienen tiempo para ponerse a pensar ni reclamar cambios. Es la clase media (30% de la población) la que se podría pensar que está llamada a exigir los cambios, y en alguna medida lo hace. Pero es débil e incipiente. Más preocupada en el ascenso social que en los cambios sociales. De modo que al cabo todas las clases sociales en el Perú devienen en conservadoras. Por ello el progreso social va muy retrasado respecto al progreso económico. Los intelectuales han perdido su filo crítico, son igualmente conservadores porque viven dependientes de un sistema universitario engolfado al sistema económico imperante. Los intelectuales críticos son marginados y sin eco en los medios de comunicación social. Si a ello le sumamos la era des-ideologizada que vivimos, el trauma de la lucha antisubversiva, el intervencionismo político imperial por razones geoestratégicas, lo que al final tenemos es una sociedad conservadora, reacia a los cambios sociales y proclive a las reformas políticas sin cambios estructurales.
¿POR QUÉ LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN NO AZUZAN A LA JUVENTUD PARA DERRIBAR EL MURO DE LA VERGUENZA DE LAS CASUARINAS?
Ahora se explica por qué en el Perú no se cuestiona un muro de 10 kilómetros de largo en plena capital que separa a los ricos de los pobres. Sencillamente porque no es una prioridad para la plutocracia que manipula a las masas con los medios de comunicación venales. Por eso la salida de Merino no fue un triunfo de la democracia, ni del pueblo, ni de la juventud, sino una mera ilusión de la hábil manipulación social. ¿Es acaso democracia y cristiano que millones de peruanos vivan en casas de esteras y techos de calamina? ¿Hay marchas acaso para que el Estado invierta dinero en vivienda social? NO. Entones, la democracia es una ilusión. Sencillamente los ricos no acceden a la demanda de cambios con prontitud, porque su estilo de vida no le obliga a hacerlo así.
CODA FINAL
Mientras más grande es la tarea y el desafío que
le aguarda la humanidad más crecerán sus fuerzas espirituales en momentos de
angustia y resolución existencial De modo, que es posible avizorar tres
actitudes básicas para enarbolar la esperanza en la humanidad, a saber:
reconciliarnos con Dios, reco0nocer la esencia de las cosas y asumir una nueva ascesis
que renueva las energías espirituales. Sólo así será posible a la Razón -porque
lo que padecemos es una crisis de la razón- reconocer las verdades suprarracionales
y curarnos de sus heridas infligidas durante la modernidad patológica.
Muchas gracias
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