Gustavo Flores Quelopana
El cristianismo, como fe introducida al mundo por Jesucristo y fundada en él, abarca a católicos, ortodoxos y protestantes. En estas últimas existe una variedad de iglesias de diversas denominaciones (anglicanos, presbiterianos, bautistas, luteranos, metodistas, cuáqueros, cientistas cristianos, adventistas, pentecostales, etc.).
De todas estas iglesias ha sido la Iglesia Católica Romana la que ha tenido mayor protagonismo en los mensajes sociales.
La preocupación social de la iglesia ha sido expresada en diversas Cartas Encíclicas. La senda se inaugura con Rerum novarum (De las cosas nuevas) de 1891 del Papa León XIII, que sugiere una tercera vía entre capitalismo y socialismo; Quadragesimo anno (Cuarenta años después) de 1931 del Papa Pio XI, que denuncia la dictadura económica que practica el capitalismo occidental.
Un giro especial hacia la izquierda acontece con Mater et magistra (Madre y maestra) de 1961, seguida por Pacem in terris (Paz en la Tierra) ambas del Papa Juan XXIII, y que reclama la participación de los trabajadores dentro de la empresa; Gaudium et spes (Alegría y esperanza) de 1965 de Concilio Vaticano II y que se reafirma a favor del trabajador y de la justicia social; Populorum progressio (Desarrollo de los pueblos) de 1967 del Papa Paulo VI, que condena el capitalismo liberal y el lucro como motor exclusivo de la vida económica. El The Wall Street Journal lo calificó de "marxismo disimulado". Octogesima adveniens (llegando a los ochenta años) del mismo Paulo VI, se reafirma su atención hacia el pobre y oprimido, el socialismo y el sindicalismo.
Con Juan Pablo II acontece un giro hacia la derecha, son tiempos de auge del neoliberalismo. Y su doctrina social es ambigua. El propio Papa jugará un papel central en la caída del comunismo europeo (1979-1989). A pesar de ello salen de su pontificado tres cartas pastorales (Laborem exercens de 1981, Sollicitudo rei socialis de 1987 y Centesimus annus de 1991). Prefiere hablar de la importancia de la persona humana en vez del trabajador asalariado, continua el repudio tanto al comunismo como al capitalismo, condena el desempleo, habla del pecado social y la maldad del corazón humano. Lo singular es que a pesar de haber sido muy feroz en la persecución y represión de la Teología de liberación en América Latina, no obstante, no puede evitar reafirmar la opción preferencial por los pobres y reiterar la condena del consumismo capitalista.
El papa Benedicto XVI es un papado de transición, que tiene que afrontar los escándalo de corrupción financiera y de pedofilia por parte del clero. Su política fue muy tibia y de encubrimiento. Destaca su carta encíclica Caritas in Veritate, del 2009. En ella se reafirma en la condena de la globalización neoliberal, que es insuficiente la redistribución de la riqueza y que hace falta una lógica de la solidaridad, gratuidad y fraternidad. Ello nos recuerda la distinción de santo Tomás de Aquino entre justicia distributiva -presidida por la caridad- y justicia conmutativa -regida por las leyes del mercado-.
El papa jesuita Francisco I define mejor su pensamiento social en la carta pastoral Fratelli tutti (2020), donde se enfatiza la opción preferencial por los pobres, la justicia social, la reivindicación de la teología de la liberación y el mensaje anticapitalista. Es un pontífice que con más resolución hace frente a los problemas de corrupción financiera y pederastia en el seno de la iglesia.
A Juan Pablo II le tomó diez años contribuir al derrumbe del comunismo en Europa, ¿le tomará diez años al actual Papa colaborar en el derrumbe del neoliberalismo (2013-2023)? Dada la crisis de reconfiguración de la geopolítica mundial a raíz de la guerra en Ucrania, parece que así será. Será un Papado que pasará a la historia como colaborador del triunfo de un Nuevo Orden Mundial.
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