Apocalipsis
de la
Razón Burguesa
Capitalismo digital, Cibercracia y Ciber Deus
Fondo Editorial IIPCIAL
Lima 2022
Desde el 2021 me ha preocupado con intensidad el tema del capitalismo digital en su relación con la tecnología digital y el impacto sobre el hombre. Dichas inquietudes las plasmé en dos libros, pero advertí que no conseguía una reflexión de conjunto entre capitalismo digital, tecnología digital, el hiperimperialismo y su relación con la racionalidad moderna. Estas cuitas aunadas a lecturas sobre el tema me llevaron a una visión de conjunto del fenómeno de la era digital y su significado en el contexto de la Modernidad. Y esas son las conclusiones que ofrezco en el presente libro.
C A P I T U L O I
Camino a la cibercracia
El |
Hombre es la criatura más inventiva
y curiosa por antonomasia. Es creador de cultura antes que de artefactos
materiales. Y es creador de cultura porque es una oquedad ontológica, una
carencia metafísica que lo separa de la naturaleza. Es la propia condición
metafísica de su ser lo que lo lleva a crear cultura.
El punto de
arranque del hombre es su condición de animal metafísico. Ese profundo desnivel
entre lo óntico y lo ontológico en su propio ser, lo lleva hacia el disparador
del ingenio. Fruto de su ingenio, gran capacidad de análisis y observación, es
su propia humanización. Primeramente, que un homo faber es un homo
sapiens y un homo ludens. Un animal simbólico, como afirma Cassirer.
Pero es una criatura simbólica porque es un ser metafísico, en su ser finito se
hace presente lo intemporal y lo eterno
Sus
artefactos no lo caracterizan, sino su capacidad para crearse un mundo
simbólico. Jugando, como lo resalta Huizinga, descubría e inventaba. Antes de un
consumado cazador fue un experimentado recolector. Lo cual requería mucha
paciencia y pensamiento. Su hominismo está unido a su humanización y es
indesligable de la técnica. La técnica es resultado de su propia inventiva.
Pero la técnica desde un inicio estuvo ligado a la vida. Técnica no sólo son
los artefactos materiales, sino también los artefactos simbólicos. Incluso las
técnicas simbólicas precedieron a las técnicas materiales. Técnica, en una
palabra, es la cultura y los instrumentos materiales. Concebirla como algo
enfrentado a la vida es consecuencia de un largo proceso de alienación que se
dio con la aparición de la civilización.
Con la civilización
-o sea, hace cinco mil años aproximadamente- aparece la megamáquina de la
monarquía divinizada, con su clase privilegiada, aparato sacerdotal y
burocrático especializado, enorme fuerza laboral disciplinada, organizada y
ordenada. Es la primera racionalización de la vida a gran escala social. Sólo
así son posibles los Zigurat mesopotámicos, las pirámides egipcias, mayas,
aztecas, mochicas, y las construcciones megalíticas incas. Es el comienzo de la
alienación del hombre respecto a sus propias creaciones. Allí empieza la separación
del artefacto respecto a la vida y su contraposición. La razón calculadora no
alumbra en Grecia, como sostiene Heidegger, sino con el inicio de la civilización
misma. Y es una potencia bifronte: constructora y destructora a la vez.
La
megamáquina en nuestro tiempo tiene un nombre específico y se llama
hiperimperialismo, es decir, dictadura de las megacorporaciones privadas a nivel
global. La primera forma de esta dictadura fue el capitalismo neoliberal, hoy
en crisis y en pleno hundimiento. Y su última novedosa mutación cobra la forma de
capitalismo digital. El capitalismo digital comanda, direcciona el desarrollo
de las tecnologías digitales y es responsable de sus avances como de sus
amenazas para la evolución humana. En una palabra, la megamáquina de nuestro
tiempo se denomina hiperimperialismo del capitalismo digital.
La
megamáquina de nuestro tiempo conserva intacta la principal patología de la
megamáquina que alumbró con la civilización hace cinco mil años, esto es, la
patología del poder. Esta es una especie de paranoia prometeica que acompaña al
hombre desde que la política se identificó con el poder y el Estado. El primero
que llamó la atención en las sociedades de cazadores-recolectores sobre la
existencia de política no identificada con el poder ni con Estado fue el
antropólogo francés Pierre Clastres, en su magistral obra La sociedad contra
el Estado. El punto es que desde que se operó dicha identificación con la
civilización entre poder y política comenzaron a emerger las paranoias,
neurosis y psicosis a gran escala. Freud en su obra El malestar en la
cultura, habla de que la propia estructura libidinal condena al hombre al
peligro de autodestrucción. El principal yerro del vienés es que concibe a Eros
y Tánatos como eternos enemigos y ello lo conduce a una concepción hedonista de
la felicidad. Su visión nihilista y desgarrada del hombre lo conduce a no
distinguir entre cultura y civilización. En buena cuenta, y contra Freud, no es
la cultura sino la civilización la que divorcia a Eros de Tánatos. Y prueba de
ello es la vida armoniosa que llevan las personas en las comunidades primitivas
que sobreviven hasta la actualidad.
Claro, nuestra
discrepancia con Freud y el apunte de Clastres nos lleva a otro tema que excede
el del presente libro, el cual es: ¿Es posible erigir una civilización no alienante,
opresiva y represiva? Lo es, aunque superando los marcos de la civilización
capitalista de la racionalidad burguesa.
En la megamáquina
del mundo moderno, dicho poder político ya no es sagrado, sino secular, pero
sigue siendo sacrificial -ya sea en el trabajo o en las guerras- y militar -el
indetenible armamentismo mundial-. Desde la civilización las guerras y la
carrera armamentista siguen siendo la fuente de los inventos. Si la contrapartida
antigua fue el surgimiento de las religiones y filosofía para contener el aparato
coercitivo de la megamáquina, hoy nos hemos quedado sin contrapartida al quedar
el mundo posmoderno despoblado de certezas. Ni la ética ni el saber se muestran
capaces de poner equilibrio en la balanza civilizatoria. En consecuencia, el
camino apocalíptico queda expedito para el predominio absoluto de la razón
técnica en manos de la razón burguesa.
Pero ¿por qué
sería apocalíptico? Porque una civilización sin humanismo es una civilización degradante,
que está impedida en cumplir con el principio de su propia salvación, a saber,
la conversión de su enorme riqueza material en riqueza espiritual. Y con ello,
tiene asegurada su franca decadencia, cuando no su inevitable extinción. Lo que
la megamáquina de hoy se enfrenta es a un apocalipsis civilizatorio de una
racionalidad particular y no abstracta, a saber, la razón burguesa de la
civilización capitalista moderna. Ese es el tema neurálgico del presente libro.
El mundo actual
se desliza insensiblemente hacia la Cibercracia -gobierno totalitario de las máquinas-
del Ciberdeus –Inteligencia artificial ubicua, perfecta, omnipotente- y no nos
damos cuenta. El hombre moderno no lo percibe porque está acostumbrado a la
preminencia de las cosas sobre el ser. El reino de la información no deja de
ser el reino de las cosas, esta vez de la cosa intangible, pero cosa, al fin y
al cabo, y así prolonga la tiranía de los entes. La chatura inmanentista de la
cosmovisión moderna ha llegado a tal punto de desarrollo con la inteligencia artificial,
que el yo autónomo siente la tentación de dejar las riendas de la historia en manos
de su creación “perfecta”, a saber, la inteligencia artificial.
El imperio lúdico
del internet no nos permite darnos cuenta de la amenaza que cierne sobre la
cabeza de la humanidad, pero marchamos silenciosamente hacia la abolición de la
individualidad, la libertad y la democracia. Y la vía regia para llevarnos a
ese pronóstico de pesadilla es el caleidoscópico capitalismo digital. Sería de lo
más absurdo pensar que la presente obra resulta obscurantista y reaccionaria al
criticar la cultura narcisista de la razón tecnológica moderna. No es así,
porque una cosa es el capitalismo digital y otra la tecnología digital, la cual
está siendo objeto de un uso perverso por la primera. Darnos cuenta de este
detalle es importante para advertir los peligros que acechan a la persona
humana y la creciente pérdida de sentido de la vida.
Mi primera obra
sobre el tema de la inteligencia artificial data del 2017, Crítica de la
razón cibernética, aunque fue precedida por una crítica de la razón
cosificante de la razón técnica en mi libro Filosofía de la Tecnociencia
(2012), y una reflexión sobre el estatus ontológico de la máquina en El Universo
sin sombra o límites metafísicos de la ciencia (2010).
No obstante,
la lectura especialmente de dos obras me devolvió al tema. Me refiero al
abordaje neurocientífico de Nicholas Carr en ¿Qué está haciendo internet con
nuestras mentes? Superficiales (2016), y a la perspectiva económico-filosófica
de Jean-Paul Lafrance en Malestar en la civilización digital (2020). Lo
que provocó que mis meditaciones se profundizaran en ms obras Miseria del
capitalismo digital y de la tecnoutopía (2021) y en Ideas ante el
capitalismo digital (2022).
Pero ahí no
quedó la cosa porque nuevas reflexiones provocaron al llegar a mis manos el libro
politológico de Shoshana Zuboff, La Era del Capitalismo de la Vigilancia. La
lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder (2019) y
la obra informática de James Bridle, La nueva Edad Oscura. La tecnología y
el fin del futuro (2020).
Con la primera
discrepo en un punto que considero sustancial, a saber, llamar al capitalismo digital
“capitalismo de la vigilancia” y no considerarlo totalitario sino “instrumentario”
es descaminador por dos motivos. Primero, porque la vigilancia es un derivado
de la capacidad holística de la tecnología computacional, y, segundo, porque el
totalitarismo no se identifica necesariamente con la violencia, dado que existe
el “totalitarismo blando” que emplea la persuasión y la manipulación. Es decir,
no sólo hay totalitarismo “duro”, sino también “blando”. Lo que caracteriza al
totalitarismo es, en consecuencia, la aspiración al control, total. Con el
segundo disiento en que no basta con señalar que el pensar computacional
asfixia el pensar creativo, sino que vinculo lo primero con la culminación del
inmanentismo metafísico de la modernidad. La desaparición de la realidad y
destrucción de su representación referencial y significativa, del que ya nos habló
Baudrillard en Cultura y simulacro (1981), llega a su cúspide al volver
lo real totalmente falsificable bajo el capitalismo digital.
Es indudable
que hubo otras obras que se cruzaron directa e indirectamente en el camino de mis
preocupaciones sobre el capitalismo digital. Me refiero, sobre todo, a Homo
videns. La sociedad teledirigida (1997) de Giovanni Sartori, y a Homo
Deus (2015) de Yuval Noah Harari. Para el primero la revolución multimedia representa
la muerte del homo sapiens y su reemplazo por el homo videns,
mientras que para el segundo la revolución del dataísmo transhumanista lleva a
la transformación del homo sapiens en homo deus. Inevitable fue
encontrarme con la obra de Byung-Chul Han, No-cosas (2021), que
considera que vivimos en el reino de la información o mundo de las no cosas. Lo
que a mi parecer es un profundo error ontológico, pues simplemente las cosas
intangibles, como la información, no dejan de ser cosas o entes. Además, ello
lleva a un error politológico que pierde de vista el desafío de cómo equilibrar
el superdesarrollo tecnológico y el subdesarrollo social y moral. Pues su
criterio no distingue entre información y lo informacional, distinción
introducida por el sociólogo Manuel Castells (La sociedad red, 2006). La
información es comunicación de conocimiento, mientras que lo informacional buscar
subsumir el aparato social a lo informático, concentrando el poder en unos pocos
que manejan los códigos. También la obra de Marc Auge, Los “No lugares”.
Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad (1992), que
subraya los espacios de confluencia anónima como algo especialmente contemporáneo.
Por mi parte
discrepo de ambos. Pues el actual capitalismo digital está demostrando el progresivo
envilecimiento del pensar humano en la colmena de las máquinas, y el
crecimiento exponencial de las redes digitales del conocimiento maquinal. Lo
que significa que nos encaminamos no hacia el homo videns de Sartori ni hacia
homo deus de Harari, ni hacia el homo imitans de Zuboff, sino hacia el Reino del
Cibersapiens o Ciberdeus del capitalismo digital y su desiderátum hacia la
gobernanza computacional. Es más, pienso que la sexta extinción del antropoceno
dará lugar a la séptima extinción del ciberceno si no se le arranca de sus
garras la tecnología computacional al capitalismo digital.
Sin embargo,
el presente libro también está relacionado con el tema del “hiperimperialismo”,
el cual vengo tratando en dos obras anteriores: La globalización del Hiperimperialismo
(2006) e Hiperimperialismo global en llamas (2020). Allí presté atención
a Ulrich Beck, Samir Amin, Alain Touraine, Hans-Peter Martin, Harald Schumann,
Michael Hardt, Antonio Negri, Joseph Stiglitz, Viviane Forrester. No obstante, en
mis obras me limitaba a circunscribir el hiperimperialismo al neoliberalismo.
En cambio, en
la presente obra, como en las últimas mencionadas sobre el capitalismo cibernético,
extiendo la categoría del hiperimperialismo para comprender la nueva mutación
capitalista en capitalismo digital. Nadie lo había hecho. Así, el hiperimperialismo
comprende la primera fase neoliberal y la segunda fase digital. Dos autores han
sido relevantes en este avance, a saber, Naomi Klein con su obra La doctrina
del Shock: el auge del capitalismo del desastre (2007), y Thomas Piketty con
su libro El capital en el siglo XXI (2013). En realidad, ninguno habla
de este tránsito, pero los hechos que muestran y argumentos que exponen abonan
a favor de mi tesis de la mutación hiperimperialista desde el capitalismo neoliberal
al capitalismo digital. Y todos los especialistas financieros occidentales quedaron
atónitos al no dar resultado contra Rusia la aplicación del capitalismo del
desastre a pesar de las extraordinarias sanciones aplicadas tras su guerra en
Ucrania. Aunque a largo plazo está por verse si el panorama más negro podrá
evitarse. Todo dependerá de que tenga éxito un sistema de pago internacional
independiente del dólar con sus dos principales socios -China e India-. Y
recién se verá si podrá seguir esquivando las sanciones o caerá en un déficit
traumático.
En todos mis
libros no sigo a ninguno de los autores mencionados, pero recojo de ellos la
inspiración fundamental, ya sea para desarrollarla o para rechazarla. Sin duda
que resulta valioso la conjugación de las consideraciones neurocientíficas,
económico-filosóficas, politológicas e informáticas sobre la problemática de la
tecnología digital y el capitalismo computacional. Así, igualmente sopeso la
apreciación catastrofista y de la desigualdad consustancial en el tema del capitalismo
actual.
Pero mis
consideraciones en la presente obra tienen como eje lo que representa el
capitalismo digital para la filosofía de la cultura, la filosofía de la
economía y la filosofía política. Y su tendencia hacia la barbarie cultural, la
economía del saqueo de la privacidad y el totalitarismo blando es lo más preocupante
que he hallado.
Llevo gran
parte de mi vida como escritor publicando mis ensayos filosóficos en prosa. Pero
aquí, una vez más, he insistido en el estilo aforístico por disciplina mental, no
por un deseo oculto de llegar a las masas y volver sencillo lo que de por sí es
complicado, sino, más bien, porque el aforismo exige una concisión y precisión
conceptual que muchas veces se extravía en la prosa. La economía de las palabras,
la parquedad, la austeridad verbal, obviamente tiene sus riesgos, y muy grandes.
Ahí tenemos el caso de Nietzsche y todas las limitaciones que se le reprochan.
La principal objeción es que deja inexplicable muchos matices, está expuesta a la
imprecisión, diversas interpretaciones y a la ambigüedad. Además, hay también
aforismos tajantes. Por eso, también tiene su encanto, y es que no agota lo tratado
y deja ver la realidad en su devenir cambiante. El laconismo de la palabra
justa corre pareja con la rauda actualidad del presente.
Al lector no
le será difícil colegir tras la lectura de la obra que estamos entrando hacia
la civilización digital dentro del contexto de la razón burguesa en su fase
terminal. Su verdadera utopía no es transhumanista, sino netamente cibernética.
Se encamina hacia una “Cibercracia”. Una super red global sistémica constituida
en un Ciber Deus, la cual gobernará computacionalmente el mundo. Manipulará a
las personas desde dentro y desde fuera, hasta que decida su exterminio. Su
sueño es lograr el control total mediante la hegemonía completa del mercado. De
ahí que el futuro de la humanidad dependerá de arrancar la tecnología digital
de las garras del capitalismo computacional para darle un uso justo y humano.
El “Ciber Deus”
lejos de ser el esplendor de la modernidad es en realidad su ocaso, porque
constituye la plasmación del delirio prometeico del deus in terris o diosecillo
terrenal -entrevisto por Paul Hazard en su obra fundamental La crisis de la
conciencia europea- en una era postmetafísica y nihilista, que lejos de
materializar el regnum hominis es la materialización del canto de cisne
de la humanidad, para dejar paso al protagonismo de las máquinas inteligentes
autónomas.
El Prometeo digital
ya redujo nuestras vidas a datos inteligentes computacionales, por la cual los
jóvenes sólo desean vivir en la colmena cibernética. Se trata de una realidad
que supera las novelas de ficción distópicas 1984 de George Orwell, Un
mundo feliz de Aldous Huxley, y de la utopía Más allá de la libertad y
la dignidad del psicólogo conductista Skinner.
Aquí, en Apocalipsis
de la Razón Burguesa, no se trata de ver simplemente la manipulación del hombre
por la ciencia. Lo que entreveo es que el capitalismo digital, como última
mutación capitalista, si no se la detiene a tiempo, nos conducirá más allá de
la contradicción entre la persecución de la verdad y la persecución del poder
-ya señalada por Bertrand Russell-, para instaurar el imperio de la eficacia
maquinal por la propia inteligencia artificial. Lo que implicará el exterminio
o dominio completo sobre el hombre, o sea la supresión de su individualidad y
libertad.
Esto es
justamente lo que representa el neologismo del “Ciber Deus”. Es decir, el poder
de lo tecnológico sobre lo humano como triunfo sobre la persona humana de la
ciber-política y de la Cibercracia o gobierno de las máquinas. La “muerte del
individuo” foucaultiana se profundizó en la dimensión digital, porque aquí no se
trata de la perfección del poder de una sociedad panóptica de la vigilancia
para controlar el cuerpo y el alma, sino de otra que explota los datos de la
privacidad sin interesarle el alma o el cuerpo del internauta. Por ello, nuestra
época no se corresponde con la biopolítica de la sociedad disciplinaria de
Foucault, ni con la sociedad del cansancio, la transparencia y la psicopolítica
de Byung-Chul Han, porque en vez de la coerción y la seducción se emplea la
adicción ludopática y misoneísta. Si Foucault capta bien la dinámica del capitalismo
industrial de bienestar, y Han hace lo mismo con el capitalismo neoliberal,
aquí vemos lo específico del capitalismo computacional. Por ello, hemos transitado
de la biopolítica a la psicopolítica, y de ésta a la tecnopolítica. La
tecnopolítica es en la práctica la clausura del yo autónomo y de la identidad
moderna, tan caro a Charles Taylor (Fuentes del yo). Sencillamente la
persona deja de ser asumida como portadora de valor moral para reducirla a valor
de mercado en sus datos personales. Todo este proceso dataísta da lugar a la
reversión del proceso de interiorización, al yo vinculado a la red, a la negación
de la vida cotidiana en la familia y los amigos, y al sentido de egoísmo hacia
los demás.
La tecnopolítica
del capitalismo digital no es en primer lugar una técnica de poder, sino una
técnica de acumulación originaria de capital, basada en el engaño, secuestro y
tráfico de datos privados de los internautas por las gigantescas GAFAM (Google,
Amazon, Facebook, Apple, Microsoft). Como el poder de tener como rehenes a los
internautas depende de la entrega de la libertad, la muerte de la individualidad
y la conformidad de la vida de rebaño, dentro de la colmena de las máquinas, lo
que se tiene es una Cibercracia, donde la revolución digital es puesta al
servicio del mercado, la misma que se antepone a la sociedad, democracia y a
las personas. La Cibercracia es así el hiperimperialismo de las
megacorporaciones computacionales de la élite plutocrática occidental. ¿Impera
la seducción en la Cibercracia? No, lo que impera, por el lado del internauta, es
el narcisismo exhibicionista y la envidia del Otro, y, por lado del plutócrata
megacorporativo, el afán de lucro.
Esta nueva
forma de autonomía de la razón instrumental del capital representa la profundización
capitalista-burguesa de la irracionalidad social y humana en su curva terminal.
Esta senda histórico-social que colisiona con la razón humana y los grandes
ideales de la Ilustración es la expresión pervertida de la diferencia o no
coincidencia del ser con el pensar. Al menos con el pensar humano, pero no con
la antihumana racionalidad capitalista ni la ahumana racionalidad de la
máquina. Fue Deleuze en Diferencia y repetición quien buscó la manifestación
de la diferencia sin el yugo de la identidad parmenídea. Una diferencia que no
esté hipotecada a la identidad entre el ser y el pensar. Se trata de un rechazo
a la Identidad que desemboca en el motivo nietzscheano del eterno retorno de lo
mismo en la repetición. Pensar el ser como una diferencia sin identidad
fue su objetivo. Más allá de la contradicción, la analogía, la semejanza, la
contrariedad y la oposición, lo que se encuentra es la irracionalidad de la
diferencia. Es curioso ver cómo la diferencia de la irracionalidad digital burguesa
guarda parentesco con la diferencia deleuzeana. Después de todo la senda del
ser bajo el capitalismo digital se torna cada vez más irracional y liberada de
cualquier identidad humana. Lo que se dejaba advertir en la colisión de dos
líneas enfrentadas: el ilustrado consensualismo habermasiano y la tecnocracia nihilista
de Luhmann; y una tercera línea lyotardiana que puso el énfasis en la
imposibilidad de legitimación del lazo social, una sociedad justa, en los criterios
de optimización, control, discontinuidad, informatización general de la legitimidad
de la ciencia.
También resulta
significativo de una época nihilista como la nuestra, cómo los capitanes de la
industria del internet llevan a cabo intensas campañas cuasiderridianas para poner
en cuestión o deconstruir cualquier toma de posición contra su derecho a no
respetar la privacidad. Muy propio del hermenéutico credo relativista posmoderno:
“no hay hechos sino interpretaciones”. Ya decía Derrida -el cual estaba muy
influido por Saussure, con su principio de que la lengua no es cosa del hombre,
sino que el hombre es cosa de la lengua- en sus crípticos libros De la Gramatología
y en La escritura y la diferencia, que el sentido no pertenece a la
cosa, sino al signo. Esta era la crítica que le hacía Derrida a la fenomenología,
sosteniendo que estaba equivocada porque estimaba que el sentido precede al
signo. Pero para el gramatólogo no es así, porque el sentido es resultado del
juego de los signos. Hay un lazo esencialista entre la palabra o logos
con la voz o foné. Con esto vuelve a cobrar la vieja cuestión del ser de
la escritura. Lo cual provocó que Foucault lo atacara diciendo de Derrida que
era un simple comentarista de texto. Derrida se defendió afirmando que su
logocentrismo antifalocéntrico era una denuncia del imperio de la metafísica
sobre la escritura. El sentido es un juego de la escritura. Foucault contraatacó
sosteniendo que la sacralización del texto sin contacto con la realidad
exterior era testimonio que Derrida se había convertido en un Husserl
enloquecido. La primera mitad del siglo veinte la filosofía francesa estaba
dominada por el vitalismo de Bergson y el formalismo de Brunschwig, y sorprende
ver la reacción hacia el nihilismo y el escepticismo, rechazando la realidad
estable y el conocimiento confiable, con el existencialismo, la fenomenología,
y culminar con la etnología interna de Foucault y la deconstrucción de Derrida.
Ellos junto a Artaud, Lacan Deleuze, Guattari, Blanchot, Bataille y Barthes,
hicieron que el pensamiento francés de la segunda mitad del siglo veinte
consumara la ruina de Occidente, mediante la consumación de la negatividad
radical y la empresa de la des-subjetivación.
Valga esta
digresión para advertir que el pathos escéptico y el ethos nihilista también es
una forma de liberarse del logocentrismo para defender el cibercentrismo.
En el fondo estamos viendo cómo bebe la Modernidad hasta sus últimas gotas su
giro inmanentista iniciado desde Descartes. Bajo el digitalismo de la
infoesfera se profundiza el proceso de des-subjetivación humana. Al visionario
Marshall Berman -Todo lo sólido se desvanece en el aire- caracterizó la
modernidad como algo que se evapora, Zygmunt Baumann -La modernidad líquida-
le parece que la modernidad es líquida, y a Byung-Chul Han -La sociedad de
la transparencia- le resulta transparente, obscena, desnuda, pornográfica.
Por mi parte, la llamo modernidad anética -El imperio posmoderno del hombre
anético-. Vemos así cómo el imperio de la era digital ha sido precedido por
un cambio cultural donde el capitalismo neoliberal profundizó la aceleración y
dispersión de la vida en una apertura totalitaria.
Pero hay algo
más, y es fundamental. Se trata de la episteme desontológica del mundo llevada
a cabo desde la modernidad capitalista. Es el hombre epistémico de la
modernidad el que ha llevado adelante la desrealidad de lo real. Y bajo la
tecnología digital del capitalismo cibernético se consuma el giro epistémico
cumbre sin objetivo humano. Ya no es el hombre el centro de la subjetividad,
ahora lo es el algoritmo del computador. De manera que el nihilismo y la des-subjetividad
del hombre es consecuencia de este giro metafísico que representa la desrealización
de lo real por la desontologización del mundo. Ya la hegemonía de la economía
dineraria lo anunciaba, porque la esencia del dinero -como lo destaca Simmel en
su Filosofía del dinero- es la negación de todo valor y la
cuantificación del mundo. En su aprendiz de brujo el hombre creó el dinero y
bajo el capitalismo descubrió que es la única forma de poder que no tiene
límites. De la Caja de Pandora escapó un verdadero demonio que amenaza con
destruirlo todo. La desontologización del mundo es al ápice de su entificación,
el imperio del ente y el olvido consumado del ser. Este es un proceso que saca
adelante el capitalismo cibernético con el metaverso. Sin la desontologización
del mundo no puede triunfar ni el cibermundo, la cibercracia ni el ciber deus.
Constituye su prerrequisito.
Es decir, la
Cibercracia es la manifestación de la irracionalidad de la razón burguesa en su
marcha histórica final, que se sirve de un pensar computacional éticamente neutro,
pero que produce algoritmos canallas, ya sean aleatorios o intencionados
(potencias, corporaciones, hackers, etc.). En realidad, el propio pensar computacional
se vuelve opaco e impredecible, y privilegia la eficacia como primer objetivo
inhumano. La utopía social de la Cibercracia no es el transhumanismo, sino un
mundo gobernado por máquinas eficaces e infalibles.
De manera que,
si el hombre no supera esta grave coyuntura de su historia tecnológica, será
porque se exterminó en una guerra nuclear o porque el capitalismo hiperimperialista
cibernético unipolar venció toda oposición del mundo multipolar. De lo contrario,
la razón humana habrá demostrado su capacidad de autocrítica y rectificación.
En realidad,
el mundo hiperimperialista cibernético unipolar tiene confianza en el poder de
la megamáquina para lograr el poder total y declarar el fin de la historia sobre
la base de su victoria cibernética. Aquí es donde cobra actualidad Lewis Mumford
con su libro El mito de la máquina. Establecía una distinción entre
tecnologías autoritarias, contra los valores humanos, y tecnologías democráticas,
acorde a la naturaleza humana. Pero lo que ahora vemos es que, con la sedicente
negación de la existencia de la naturaleza humana, han quedado abiertas las
compuertas contra los valores del hombre y el triunfo de una tecnología sin
miramientos por lo humano. Y lo único que puede representar el avance de esta
tendencia es una civilización contra lo humano, la barbarie cultural y la
hegemonía sistémica de los valores de la máquina.
Al hablar de
Apocalipsis no se me puede culpar de lenguaje superlativamente innecesario. Hay
algo en el ambiente que indica que así es. Las especulaciones apocalípticas son
algo frecuente en la historia y no sólo bíblica. En 1500 Leonardo da Vinci hizo
profecías aterradoras sobre diluvios, grandes catástrofes y desastres cósmicos.
Lo mismo sucede con Durero que plasmó en uno de sus grabados de 1525 una
catástrofe apocalíptica. Me inclino a pensar que estas tempranas proyecciones inconscientes
y sueños apocalípticos nacen del temor a la desmesurada expansión de la
megamáquina y sus poderosos artilugios técnicos. Se presiente que el poder ilimitado
de la máquina es una amenaza para la humanidad.
C A P Í T U L O
II
Ciber deus
§ 1
Si |
el nihilismo está encerrado en la entraña
calculadora y dominadora de la Razón y si el olvido del ser es la esencia de la
técnica -como piensa Heidegger-, entonces no sólo la antigua Grecia sino desde
siempre la razón y la cultura fueron una amenaza para el hombre, la democracia,
y base del totalitarismo. Lo cual es absurdo. La Razón sería una amenaza para la
humanidad, que desde la prehistoria se mostró capaz de hacer técnica e inventos,
desde el neolítico elaboró calendarios astronómicos exactos e inventó la
megamáquina de la monarquía[1]. Todo sería un engaño de
la cultura y más vale asumir que somos seres para la muerte. Verdadero yerro
heideggeriano que conquistó a la extraviada izquierda posmoderna. Heidegger se
expresa como si en la entraña de la razón estuviese encerrada la barbarie del
totalitarismo. Y en el fondo su razonar no es sino otra forma de eludir sus responsabilidades
ante la barbarie de Hitler. Pero estas disquisiciones suyas sobre la técnica aparecen
en la década de los años cincuenta, como si el viejo nazi tratara de explicar
el fracaso del experimento nazi desde la contaminada razón[2]. Pero la tekhné desde
la prehistoria y en la Grecia clásica estaba relacionada con la naturaleza
total del hombre, centrada en la vida, no en el trabajo ni en el poder, no distinguía
entre producción industrial y arte simbólico. En cambio, si hoy está más
relacionada con las máquinas es porque el hombre está desnaturalizado y
deshumanizado. Lo cual sólo ha ocurrido bajo el predominio de la razón del sujeto
moderno, entonces el problema no reside en la razón, sino en la mentalidad de
la modernidad.
§ 2
No ha sido la razón, sin
más, sino la razón de la modernidad, la razón burguesa, con el sujeto autónomo
y la razón soberana, lo que abrió el abismo dionisíaco y luciferino en la esencia
misma de la razón. Werner Sombart señaló, en su célebre libro El burgués,
que lo burgués retrata la esencia espiritual de la sociedad capitalista, su
pasión por la empresa, la mentalidad calculadora, la moral de los negocios y la
acumulación de la riqueza. La diferencia entre el burgués clásico y el burgués
actual -fenómeno también advertido por Thorstein Veblen en su obra Teoría de
la clase ociosa- es que el empresario capitalista actual no conoce límite
para su beneficio, se guía por un irrestricto afán de lucro. Esto no se logró de
golpe al desgajarla de lo trascendente y encerrarla en lo puramente inmanente.
Recién desde la Revolución industrial brotó la nueva forma del espíritu burgués.
Cosa que Max Weber lo señaló nítidamente como proceso de desencantamiento del
mundo, donde predomina el especialista sin espiritualidad, la civilización es conducida
por el paradigma del progreso técnico, pero el mismo se muestra incapaz de
darle sentido al hombre y al mundo. Pero aquí hay que hacer una salvedad. Max
Weber explica el origen del capitalismo remitiéndolo al protestantismo
calvinista, lo cual es inexacto. El primer capitalista, como acumulador de
bienes, servicios, riquezas y forma mercantil, fue el monarca divinizado de
comienzos de la civilización. Si esto es así, entonces el capitalismo de Estado
fue el que dio origen al capitalismo privado. Pero este capitalismo de Estado
de las primeras civilizaciones tenía un ropaje religioso y el fin era honrar a
los dioses. No obstante, el primer tratado de acumulación capitalista -como lo
señala Mumford- pertenece al escolástico del siglo XIII Vicente de Beauvais,
donde se aconseja como méritos acumular riquezas terrenales mediante la
continencia y el sacrificio. Sin embargo, lo que dio comienzo al
desencantamiento del mundo fue asentar el capitalismo sobre bases seculares.
Pero el mercader Pedro Waldo en el siglo XII es testimonio de la firme protesta
contra el nuevo capitalista. El espíritu anticapitalista también estuvo
presente en los heréticos valdenses, wiclefitas, beguinos, lolardos, begardos,
anabaptistas y en Lutero con su ácida condena de la usura. Francisco de Asís
fue astutamente incorporado a la Iglesia, pero el Papa Juan XXII condenó como
herejía la creencia de que los primeros cristianos eran comunistas. Santo Tomás
de Aquino en el siglo XIII señaló que en contraste con la riqueza natural la
riqueza dineraria no tiene límites, y que es una aberración considerar que el
dinero y el poder no deberían tenerlos. Por lo demás, no es un hecho de poca
monta tener en cuenta que fue en los monasterios donde se multiplicaron las máquinas
mecanizadas y la vida regimentada. En todo lo cual desempeñaba un papel
fundamental la recia voluntad de emprendimiento. Lo que daría lugar a un santo
de la contrarreforma llamado San Ignacio de Loyola, el cual afirmaba que podía
ver a voluntad a Dios. La misma voluntad que en la Ilustración sería decisivo
en el sistema kantiano. El reloj imperaría en la vida de los monjes. Eso haría
que el espíritu capitalista estuviera presente desde el siglo XVI indistintamente
en el monje, santo, soldado, mercader, filósofo naturalista y científico experimentador.
La peor consecuencia moral de todo ello es que los pecados capitales -avaricia,
envidia, orgullo, gula y lujuria- pasaron a formar parte de las nuevas virtudes
sociales. La obsesión de dinero se volvió en fin supremo. Así, Bernard Mandeville
-siglo XVIII- proclama en su controvertida obra La fábula de las abejas,
que es imposible que una sociedad floreciente sea virtuosa, pues la prosperidad
y la virtud son incompatibles. Y cuando el capitalismo se expande por ultramar desde
el siglo XVI destruye y esquilma a las colonias de la misma forma como lo hacía
con sus compatriotas y países vecinos. En buena cuenta, ese ordenamiento
calculador, impersonal y automático del espíritu capitalista ha sido trasladado
a la máquina cibernética de nuestro tiempo, con los mismos valores de poder y
beneficio presente desde la Era de las Pirámides.
§ 3
Esto nos lleva a constatar
que la modernidad es dos cosas: un nihilismo que empobrece el espíritu espantosamente
hasta el límite de des subjetivarlo, pero también es un nihilismo que muestra
la vanidad del mundo y abre la posibilidad de ir hacia Dios, de recuperar el perdido
sentido de lo sagrado. Se trata de un ir hacia Dios con toda la libertad que
dispone el hombre antropológico actual. ¿Acaso es esto posible llevarlo a cabo en
medio de la naturalización de la espiritualidad religiosa, como lo ilustra
Charles Taylor en sus dos tomos de La era secular? En realidad, en el
actual contexto egolátrico y narcisista del capitalismo neoliberal y digital no
hay espacio para este movimiento del espíritu. El horizonte para un cambio de
la imagen del mundo está ocluso. Esto significa que no hay vuelta atrás respecto
a la autonomía del yo y la libertad humana. Pero no se trata de renunciar a la autonomía
del yo, de lo que se trata es de ser un buen administrador de la propia
libertad y de los bienes terrenales con una ética de caridad y responsabilidad
recuperando el horizonte de la trascendencia, y cuya carencia nos está
aniquilando.
§ 4
Lo que ha pervertido y
desviado la autonomía de la razón y la propia libertad es haber extraviado el
sentido de lo sagrado, y, con él, haber perdido el sentido del ser. Por
consiguiente, no es la razón en sí misma lo que amenaza al hombre, ni es ésta exclusivamente
dominadora y calculadora. La razón tiene formas no dominadoras de ser, y,
además, el hombre es también una criatura de fe. No se trata de sustituir la
filosofía del hombre por la filosofía del ser, de lo que se trata es de reconocer
que el hombre y el mundo tienen dos dimensiones, una trascendente y otra
inmanente. Y es el vivir sólo a expensas de una e ignorando a la otra, la raíz
del desastre de la modernidad, como lo fue en su momento el de la Antigüedad y
la Edad Media. Hay que comprender que el hombre moderno al volverse más libre,
más valor tiene su decisión de ir hacia Dios. El crecimiento de su libertad
interior es una oportunidad para el crecimiento del sentido de lo divino en él.
Por eso, el apocalipsis de la razón burguesa es ir hundiéndose cada vez más en
el secularismo y la naturalización de la espiritualidad. Lo que se agrava con el
capitalismo digital[3], que secuestra la
propia subjetivad humana y separa hondamente lo privado de lo público. El sino
de la razón burguesa, apegada a lo empírico, fáctico, material, comprobable,
experimentable, la posesión, el tener, el disfrutar, resulta ser una profunda
enajenación de la existencia humana. Tendrá que ceder su lugar a una nueva
humanidad para que se abra paso en la historia a una nueva síntesis metafísica
que reconcilie lo inmanente con lo trascendente[4].
§ 5
Por lo pronto tenemos
que enfrentar el hecho de que el pináculo del poder sobre la naturaleza
acontece con la tecnología digital, la informática y la biotecnología asumidas
desde el espíritu burgués[5]. Advertir ese tremendo poder
técnico basado en la ciencia, ha llevado a muchos a quebrantar plañideramente su
confianza en ella. Pero con esto no se dan cuenta de su raíz social y de clase.
No se trata de la crisis de un hipostasiado y etéreo espíritu de la ciencia,
sino de una bien concreta y específica, que sigue la inspiración y directivas del
espíritu capitalista de la razón burguesa. Sólo así nos daremos cuenta que lo
decisivo de nuestro tiempo no es sólo dominar el enorme poder técnico de que se
dispone, sino acabar con la racionalidad burguesa que la desboca y distorsiona
amenazando a la humanidad misma. La tecnociencia ha puesto en evidencia la
importancia del criterio ético sobre el científico, y la necesidad de recuperar
la dimensión teleológica, religiosa, y trascendente de la vida.
§ 6
Por consiguiente, hemos
ingresado al apocalipsis de la razón burguesa como nueva fase del espíritu capitalista.
Aquí coinciden el desenfrenado afán de lucro con el desarrollo extraordinario de
la tecnología digital, lo no-lugares con la naturalización de la espiritualidad,
la posverdad con la virtualidad de lo real. La importancia de la insignificancia,
como decía Castoriadis, ha cobrado patente de corso. El hombre como “vida sin
forma”, con la desubjetivización dominante del “cualquiera”, como lo dominante
en la postmetafísica “comunidad que viene”, como lo ha llamado Giorgio Agamben en
su libro La comunidad que viene. Todos estos factores han llevado a un
crecimiento monstruoso del capitalismo que amenaza con aniquilar la propia esencia
humana y el de la razón.
Es muy curioso
constatar en la historia cómo el retroceso de la cultura coincide con los
grandes avances del conocimiento científico. Aunque fue Toynbee quien afirmó
que una técnica avanzada puede convertirse en fuente de retraso social. Así,
durante la filosofía helenística la filosofía se convertía en saber de
salvación en vez de saber teórico, mientras que en la constelación de la ciencia
brillaban figuras como Euclides, Arquímedes y Aristarco. Pero justamente esa
era la hora del final del Mundo Antiguo. De modo similar, ahora se expande a nivel
planetario el Internet, junto a la bio-nanotecnología, como una de las últimas
grandes conquistas de la ciencia y tecnología. Pero lejos de ser la manifestación
del apogeo cultural es signo del declive de la civilización del Mundo Moderno.
O dicho en lenguaje spengleriano: el alma fáustica occidental atraviesa su climatérico
invierno decadente. Para mí es evidente una verdad: la tecnología digital que en
manos del capitalismo digital está haciendo añicos la vida cultural y evaporando
la vida interior. Se profundiza el apocalipsis de la razón burguesa. El mito
muy difundido en la tecnología digital que está capitaneada por genios de las
finanzas y de la técnica, y que sus siderales fortunas se deben a sus talentos,
es algo recientemente puesto en duda. Algo de ello debe ser cierto, pero desde
que se conoció que gran parte de la fortuna de, por ejemplo, Elon Musk, provienen
de multimillonarios contratos con el Pentágono con el fin de proveerle de una
red propia de internet destinado al espionaje, el mito se desplomó. El Ciber
Deus se erige no sólo con fines comerciales, sino también militares. El Pathos
de la destrucción está detrás del desarrollo de las tecnologías digitales.
§ 8
La principal amenaza que se cierne actualmente sobre el hombre es el
poder omnisciente del capitalismo digital, como expresión fidedigna del apocalipsis
de la razón burguesa, como plasmación el nihilismo moral que destruye la
libertad humana. Demostración palmaria de su nihilismo moral son tres hechos
básicos: uno, trafica con los datos personales; dos, viola la privacidad de las
personas, y tres, amplía constantemente el espectro de la minería de datos
personales para venderlos en el mercado.
§ 9
El capitalismo digital es un ataque profundo a la libertad humana. Haciendo
“minería de datos personales” el capitalismo digital convierte a los usuarios
de internet en rehenes del mercado. Y la tendencia dominante es seguir luchando
con la fuerza de su inmenso poder económico contra cualquier legislación que
proteja la privacidad de las personas. No contento con ello sus maniobras de
evasión fiscal son proverbiales, siendo actualmente el sector con menos
imposición tributaria a pesar de sus ganancias descomunales. La inequidad y la
alegalidad es el contexto en el que prospera y se expande. Todo esto ha sido
revelado hasta la saciedad por estudiosos como Lafrance y Zuboff. El Ciber Deus
tiene como tendencia principal arrasar con todo aquello que se oponga al
dominio completo de la conducta humana. Y está incluida la propia libertad. Lo
nuevo aquí es advertir que esto se orienta hacia la construcción de un régimen
político que puede ser llamado “Cibercracia”, o gobierno de las máquinas. La
versión fuerte de la tecnología digital va hacia ello, la sustitución del
hombre en la política por la tecnología. La Cibercracia no es sólo la dictadura
de las redes sociales, sino las relaciones de poder político totalitario que se
van tejiendo en lo social.
§ 10
Las masas posmodernas viven agobiadas por el estancamiento salarial y la
precarización del empleo. Lo que aumentó en el capitalismo digital no fue la
libertad, sino la incertidumbre vital. Nadie sabe hacia dónde irán nuestros
datos personales, ni qué destino tendrán. Lo único cierto es que engorda las
billeteras de los capitanes de las empresas tecnológicas. Los principales corifeos
de la posmodernidad, Lyotard y Vattimo, junto a su compinche pragmatista
Richard Rorty, han presentado el movimiento posmoderno como una defensa de la diferencia.
Pero lo único que han logrado es el mismo relativismo moral que promueve la
decadente razón burguesa.
§ 11
El
capitalismo digital es el hiperimperialismo basado en una nueva lógica de acumulación:
la mercantilización informática de la conducta humana. La extinción del trabajo
representa la paulatina desaparición de la fuerza de trabajo como valor de cambio.
Pero ahora el capitalismo digital hace entrar al capitalismo en una fase de acumulación
originaria mediante la explotación de los datos personales de los usuarios de
internet a cambio de nada. Son ellos los que reciben enteramente la plusvalía,
descontando las migajas tributarias que pagan. Mientras tanto el trabajo sigue
en agonía y va rumbo a la sepultura, pero el capitalismo usufructúa la conducta
de los internautas para extraer plusvalía sin crear puestos de trabajo. En este
punto el capitalismo digital es una superación cualitativa respecto al capitalismo
neoliberal. El neoliberalismo impulsó la automatización en el sector servicios
y aceleró la extinción del empleo. El digitalismo convierte la conducta del
internauta en fuente de riqueza. Aquí se nota claramente cómo una técnica
avanzada se convierte en fuente de retraso personal. El narcisismo, el
misoneísmo o afán de novedades, y el aislamiento social se incrementa a niveles
alarmantes.
§ 12
A partir del
neoliberalismo el capitalismo imperialista mudó a capitalismo hiperimperialista.
La serpiente cambió de piel, pero no de alma. La ponzoña quedó, pero se volvió
más letal al contar con mejores colmillos con la cual inocularla. Mientras que
bajo el imperialismo tradicional la característica central era la exportación
de capitales, en cambio bajo el hiperimperialismo el capitalismo de productivo
se volvió en especulativo-financiero, convirtiendo al planeta en un casino global.
Pero tras cincuenta años de reinado mundial finalmente entró en crisis. El repudio
de las masas se ha generalizado al advertir que lo único que globalizó fue la
desigualdad. En auxilio de la acumulación de capital viene el capitalismo
tecnológico.
§ 13
Otra característica
central del hiperimperialismo neoliberal es la soberanía propia adquirida por
las megacorporaciones privadas. Soberanía que mantienen las corporaciones
computacionales. En realidad, éstas se engendraron en el vientre neoliberal y
prosperan en un contexto donde lo que prima es el mercado por encima de la sociedad
y las personas.
§ 14
Síntoma inequívoco
de la una civilización en decadencia es la soledad creciente de sus miembros[6].El
capitalismo digital nace, crece y se desarrolla en el vientre del capitalismo
neoliberal, y hereda de éste la hegemonía del mercado sobre el Estado y las
personas. Es la siguiente mutación del hiperimperialismo capitalista. Pero
donde ha ido más lejos es en la lógica de acumulación de capital. Mientras el
neoliberalismo dependía de las especulaciones en el mercado financiero, de por sí
inestables y riesgoso, el capitalismo digital depende de la adicción narcisista
del internauta y del afán de novedades del usuario, cuando no de su excesiva necesidad
de socializar. Devoradas en su fuero privado por las redes sociales las
personas sienten no sólo la soledad externa, sino también la interna.
§ 15
El
capitalismo digital usufructúa la tecnología digital violentando el derecho a
la privacidad de las personas, y diseñando una sociedad gobernada
cibernéticamente. Ahora se comprende que su operatividad se extienda sobre el principio
liberal de laissez faire, laissez passer o completa libertad, pero las
megacorporaciones digitales y no para el internauta, el cual no recibe ni una gota
de los jugosos dividendos a cambio de la venta de sus datos privados. El ciber
deus comenzó siendo un dócil servidor de las necesidades humanas para terminar siendo
el verdadero dominador de las relaciones humanas. Tendencia que aumenta
constantemente y que asegura el triunfo a corto plazo de una Cibercracia que sustituya
el régimen liberal y las libertades democráticas en cuyo seno nació. El objetivo
supremo de la máquina es la eficacia, todo lo demás debe supeditarse a ello.
§ 16
Una variante
del capitalismo digital es el chino, el cual no está al servicio del mercado
sino del Estado. Se trata de un sistema de compensaciones de servicios
ciudadanos a cambio de un buen comportamiento cívico. Modelo que es considerado
como autoritario por Occidente, pero que tiene sus indudables ventajas ante el
modelo mercadólatra de la tecnología digital. ¿Pero persigue el mismo objetivo
antidemocrático: el control total? Aunque no lo persiga, lo consigue. No
obstante, plantea el dilema de hasta qué medida puede utilizarse esta tecnología
para mejorar un comportamiento cívico.
§ 17
Lo que caracteriza
a la nueva mutación del capitalismo digital no es la “vigilancia”, sino la digitalización
y comercialización sin consentimiento de la conducta personal. La vigilancia es
propia de la forma estructural del capitalismo industrial y está muy asociado con
la despotenciación de la energía revolucionaria de las masas. En cambio, la
digitalización de la conducta se relaciona estructuralmente con el capitalismo
computacional, el cual se enfrenta a masas postrevolucionarias y hedonistas, y
por ello, ni siquiera juega con la seducción, sino con la vanidad, la envidia y
el narcisismo del internauta.
§ 18
El atropello
de los derechos del prójimo es muy característico de la megamáquina civilizatoria,
la cual nace asentándose en el monopolio del poder por la clase privilegiada. La
manipulación sin consentimiento de los datos privados de las personas inaugura
una edad oscura para la libertad humana. No sólo la propia red es oscura, sino
que el propio procedimiento de las corporaciones digitales también lo es. Esta oscuridad
ínsita en la estructura del capitalismo digital emerge de la atomización de los
vínculos sociales y la atomización del individuo bajo el neoliberalismo. La
canibalización de la justicia por el capitalismo neoliberal dejó el camino expedito
para que el mercado digital fagocite ahora la propia conducta de los individuos.
§ 19
El internauta
no es clientes de las grandes corporaciones tecnológicas, sino su rehén. El
saqueo de los datos personales es vendido a los negocios, agencias de publicidad
y agencias de inteligencia. La vida privada como arma del mercado llega a
límites inimaginables en el contexto de la lucha geopolítica entre el mundo
unipolar y el mundo multipolar.
§ 20
La democracia
liberal fue arrinconada por el neoliberalismo, que antepuso el mercado a la sociedad.
Pero el golpe de gracia lo recibe del capitalismo digital, que suprime la privacidad
y la libertad. Una vez destruida la solidaridad social por el neoliberalismo,
adviene la destrucción de la privacidad por el digitalismo. El resultado es un
mundo sin secretos para las grandes corporaciones, donde la propia subjetividad
es sometida a desencantamiento.
§ 21
La historia
de las civilizaciones es también la historia de sus esclerosis, ocasos y
colapsos. La civilización cibernética emerge en la sexta extinción durante el
antropoceno, y dirigirá la séptima extinción de la propia humanidad en el
ciberceno. Es concebible que la Cibercracia quede convertida en un completo
gobierno de las máquinas, siempre y cuando no sea detenido el capitalismo
digital aún dirigida por los humanos de la élite plutocrática digital.
§ 22
El
capitalismo neoliberal hizo desaparecer la diferencia entre mercado y sociedad.
Ahora, el capitalismo digital hace desaparecer la distinción entre mercado y
persona. Esta vez el arrollamiento y demolición del sujeto moderno es abierto y
decidido. Es el nuevo Leviatán de la indiferencia radical. Nada descarta que en
el futuro la Cibercracia haga desparecer la diferencia entre mercado y máquina.
Esto implica la subsunción de lo humano a la máquina, de la libertad a la
seguridad de la eficacia tecnológica. El capitalismo no hace realidad el sueño
de unos humanos servidos por máquinas.
§ 23
Con la idea
de infinito la revolución científica del siglo XVII dejó al hombre sin casa
cósmica. Giordano Bruno pagó con su vida la osadía, y Galileo se morigeró para
evitar seguir el camino de la hoguera. Pero como lo subrayó Alexander Koyré en
su obra Estudios de historia del pensamiento científico, la nueva idea
estaba sembrada, y era testimonio de la mutación intelectual que implicó la
disolución del mundo medieval. Ahora, vemos que el hombre moderno sin casa cósmica
se ha quedado también sin casa subjetiva. El capitalismo digital con el saqueo
de la privacidad el capitalismo digital dejó al hombre sin refugio personal, sin
casa subjetiva. El capitalismo digital utilizó la tecnología computacional para
desahuciarnos de nuestro fuero interno. De la agonía de la razón se pasó al exilio
del sujeto. Este desahucio de nosotros mismos puede ser el preámbulo para la
extinción de los humanos por las máquinas.
§ 24
Las redes
sociales no generan ciudadanos, sino zombis de la colmena computacional. Si la
primera modernidad dio paso a un sujeto preocupado en la sociedad de bienestar,
y la segunda modernidad generalizó las masas hedonistas, egoístas, ajenas a la
ciudadanía, comprometidas con un tribalismo urbano, en la tercera modernidad se
abren paso las masas solipsistas, de indiferencia radical por lo social, desocializadas,
desubstancializadas, refocilados en vivir la propia nada, irónicas con su
propio ego, superficiales, anestesiadas, moralmente erosionadas, postmetafísicos
y de chatura inmanentista, sin compasión y sin empatía.
§ 25
La
megamáquina civilizatoria es control sobre el cuerpo social. A lo largo de la
historia dicho control se ha ido refinando, se vuelve más sutil, pero a su vez
más efectivo. En su núcleo más íntimo el capitalismo digital no es control sobre
el hombre, sino tan sólo de sus datos personales. El hombre no es sus datos
personales, son dos realidades diferentes de su vida. Sus datos son lo práctico
inerte que queda de su acción. Constituye su pasado. El hombre vivo es el presente,
y por ello puede ir contra su propio pasado. Puede adquirir nuevos hábitos
virtuosos o viciosos. Pero en la manipulación de la privacidad el hombre presente
queda comprometido con su vida pasada. En ese sentido el capitalismo digital
opera la abolición de su libertad y de los ideales de la Ilustración. El
internauta de la infoesfera es objeto de explotación económica despiadada, y encima
no lo sabe, no lo siente, ni se da cuenta, ni le incomoda.
§ 26
Las redes
sociales son un experimento planetario de control de la conducta humana. La red
es ubicua y los motores de búsqueda guardan el historial conductual de cada usuario
de internet. Pero la realidad humana se expresa en su conducta, pero no se
reduce a ella. La conducta es sólo un aspecto de su albedrío. El albedrío puede
ser manipulado, pero no suprimido. Ontológicamente el hombre es una criatura
libre y ese hecho no lo puede cambiar el capitalismo digital, aunque sí puede hacer
que prime la libertad negativa, que sigue al rebaño, sobre la positiva, que se
autodetermina. Y es sobre esa base donde funciona la venta del dataísmo privado
a las agencias de publicidad y negocios diversos. La sociedad del capitalismo tecnológico
no lleva hacia una personalidad libre y creadora, conduce, más bien, hacia la
automatización de los comportamientos humanos.
§ 27
La manía de
novedades -misoneísmo- y el narcisismo son los principales trastornos psicológicos
que genera la adicción a las redes sociales. Por ello, no sólo vivimos el reino
de la información y de lo informacional, sino del narcisismo y del exhibicionismo
imitando la lógica de la mercancía.
§ 28
En la
sociedad gobernada por la computación, como es la utopía del capitalismo digital,
el individualismo no tiene cabida y languidece hasta la muerte. En las redes
sociales el internauta aspira a morir como cosa vista, contemplada y admirada.
Busca su cosificación como “infuencer”, allí logra su importancia lo insignificante.
§ 29
El capitalismo
digital se dirige a reemplazar al homo sapiens no por el homo videns
de Sartori, ni por el homo deus del transhumanismo, ni el homo imitans
de Zuboff, sino por el Ciber Deus. Pero el surgimiento del ciber deus
requiere la previa conversión del homo sapiens en homo estupidus. Lo
cual se viene haciendo de forma sostenida con el uso intensivo de las redes
sociales. El transhumanismo no es su meta. Su real meta es el ciber deus. El
ciber deus no es el ciborg, mitad máquina y mitad hombre, sino la máquina
inteligente autónoma capaz de controlar, dirigir y predecir comportamientos de
todo tipo. La eficacia aunada al control total a nivel planetario comienza a
hacerse efectiva con el manejo de la big data[7]. Su propio comienzo es
ambicioso y, al mismo tiempo, escabroso.
§ 30
La verdadera
modernidad que nos espera con el capitalismo digital es el de una colmena humana
colectivista, que sacrifica la libertad por la eficacia de la colmena de las máquinas.
Poco esfuerzo le costará al hombre porque previamente habrá triunfado su declinación
hacia el homo estupidus. Esta realidad humana fragmentada, presente en la novela
La colmena de Camino José Cela, refleja la falta de certezas, el
abandono de la existencia y la desaparición del sentido humanista de la vida.
Pero también está representada en la novela de George Orwell 1984, que
en el fondo es un ataque encarnizado a la barbarie civilizada del imperio de la
máquina. Aquí ya se presenta el tema del Gran Hermano, el lavado de cerebro, la
policía del pensamiento, la vigilancia masiva y la manipulación de la verdad,
cosa común en la era digital. Orwell fue un visionario de la pesadilla dictatorial
de la tecnología. Se trata de esa tekné divorciada de la vida, y extiende su sombra
totalitaria sobre el hombre en la época moderna.
§ 31
El capitalismo
digital está transitando de organizador de la información a organizador de la
sociedad misma. Nunca como antes se presentó a la humanidad la oportunidad de
contar con una red de redes digital capaz de dar forma a las sociedades del planeta.
No se trata solamente de una revolución tecnológica centrada en las tecnologías
digitales de información y de comunicación, sino que se trata de un tipo de
poder específico y de naturaleza política, que busca determinar el curso de la
historia humana. Y este es el poder del Hiperimperialismo del capitalismo
digital. Le corresponde a la política responder de forma racional a la
irracionalidad del mundo, pero esa forma racional debe ser formulada por los
pensadores. Otra cosa es que, ante el predominio del tecnócrata sin alma, nos
amenace el peligro que todo se petrifique de modo mecanizado. No obstante, hay
que advertir que el surgimiento del tecnócrata impersonal y mecanizado es de
antigua data. Efectivamente, surge desde el comienzo de la civilización misma.
Junto al sacerdote el burócrata se hizo indispensable para mantener el poder
sagrado del monarca divino. Está presente en los más antiguos documentos de
Sumeria y Egipto. De manera que su persistencia en la historia está asociada
con la división de la sociedad en clases, el surgimiento de una clase ociosa,
la regimentación del trabajo social y la aparición del trabajo especializado.
Fue parte desde el principio de la megamáquina civilizatoria y la paranoia del
poder.
§ 32
En la modernidad
envejecida del capitalismo digital las relaciones humanas son absorbidas por
las máquinas[8].
Es un proceso de transformación multidimensional dirigidos por los poderes políticos
dominantes del momento. El mundo unipolar concentra gran parte de la tecnología
digital, confiando en ésta para derrotar los desafíos que le plantea el mundo
multipolar. De ahí que en el plano geoestratégico la guerra mediática, comunicacional,
cibernética, digital e informática cobra un papel de primera importancia. Aquí
podemos interrogar ¿si la modernidad envejecida está representada tanto por el
mundo unipolar como el multipolar? Y no es difícil responder que el primero se
identifica más con la curva decadente civilizatoria, mientras que el segundo
contiene líneas de superación. La relación de la red maquinal crece en la misma
medida en que las relaciones humanas decrecen y expiran lentamente. La des-subjetivación
del hombre es inversamente proporcional a la subjetivación de la máquina. Los
avatares son la primera forma en que la máquina digital se subjetiviza.
§ 33
El capitalismo
digital es un fenómeno profundamente conectado con la crisis devaluadora del
hombre posmoderno sin verdad. Lo funcional ha pervertido el sentido substancial
de la verdad. En ese sentido la verdad resulta un estorbo para vivir. El mundo
donde todo se redujo a relaciones de intercambio, tenía que prescindir del
valor moral en sentido absoluto, y en su lugar abrazó una ética situacional cuyo
relativismo avanzó hacia el nihilismo y el hombre de la postverdad.
§ 34
El control de
la conducta mediante la tecnología, es el totalitarismo blando del capitalismo
digital. Totalitarismo no es necesariamente violencia, sino aspiración al control
total sobre lo que es ínsitamente de naturaleza libre. Así existe un totalitarismo
blando. El capitalismo digital no avanza hacia la supresión del libre albedrío
porque sea perverso, sino que responde a la estructura de su propia ley de
acumulación de capital, la cual busca bits y algoritmos que sirvan para capitalizar
la venta de las conductas de los internautas.
§ 35
El
capitalismo digital es totalitario, porque su ingeniería de la conducta va contra
la libertad humana. En un primer momento se trata de vender las tendencias de la
conducta. Pero en un segundo momento será fabricarlas, y en un tercer momento
recrearlas. La creación de bots o programas informáticos de internet, que
simulan ser personas para interactuar con personas reales, ya es una realidad
altamente rentable. Tras de ello está la creciente incertidumbre de la vida, que
lleva al internauta a sustituir la relación humana real por la relación humana o
pseudohumana virtual. El hikikomorismo -vocablo japonés que significa “estar
apartado”- es manifestación del sesgo psicopático que van adquiriendo las relaciones
humanas bajo el capitalismo tardío. Esta fuga del mundo real es el triunfo del
solipsismo vital. Lo humano ya resulta inasimilable para el hombre y se siente
más gusto la simulación virtual que sucumbir en la lucha real. Este demonio que
viene a negar la subjetividad también puede ser interpretado como la
luciferinización del mundo dentro de un orden satanocrático. Y es que en el fondo
la deserción de diablo hacia Dios no puede separarse de la degradación de su criatura
predilecta: el hombre. El capitalismo digital es la recreación satanocrática
del mundo en la edad de la nada. Ese aislamiento no es ningún ascetismo, porque
no renuncia a los placeres del mundo para gozarlos en soledad.
§ 36
La era democrática
de masas, al promover la mediocridad uniforme, es hostil al genio. Esta profunda
hostilidad a lo genial se acentúa en el capitalismo digital al manipular la
conducta personal, no respetar la individualidad, y estimular la superficialidad.
La hostilidad al genio es la otra cara de la moneda de la importancia de la
insignificancia y del cualquiera. La era digital no es de rebelión de las masas
ni de deserción de las élites, sino de capitulación de ambas en la anomia del
algoritmo digital. La manipulación de masas por los medios digitales constituye
un gran negocio especialmente para las campañas electorales. Con ello se demuestra
que la estrategia es modificar el pensamiento colectivo en vistas a la
manipulación social. La minería de datos por las empresas y plataformas digitales
no buscan incentivar la genialidad de las personas, sino, todo lo contrario, incrementar
su creciente estupidización e imbecilidad.
§ 37
El universalismo
está actualmente representado por el mundo multipolar, y el particularismo por
el mundo unipolar. La globalización unipolar es particularismo y no es universalismo.
Y los gigantes tecnológicos están al servicio del particularismo del mundo
unipolar. Entre ambos existe la lucha por los Big Data en el muestreo por los
datos masivos para darles una orientación geopolítica. La ciber guerra está declarada
y se mantiene de forma permanente.
§ 38
Ya comenzó el
nihilismo activo que busca destruir todo aquello en lo que se creía con el
mundo unipolar. Es el propio mundo unipolar el que destruye sus bases liberales,
con su orientación fascistoide en política interna e internacional. Para ello
necesita del manejo de los Big Data para mirar los millones de tuits que se registran
diariamente y manipular los sentimientos sobre determinados temas políticos en
segmentos de consumidores más personalizados.
§ 39
Los Big Data
también es utilizado para manipular los sentimientos religiosos. La fe no es la
única forma de escapar de la hegemonía del pensar objetivador, que es base de
la técnica. Aunque la fe sea justo lo que le falta a la patológica modernidad.
Pero la fe es la puerta de entrada al reconocimiento por la propia razón de las
verdades suprarracionales. Lo que sucede es que la espiritualidad religiosa ha
sido naturalizada, y es este tipo de espiritualidad la que tiene más difusión en
la modernidad inmanentista. La situación óntica del algoritmo digital simula
una inexistente condición ontológica, aumentando con ello el olvido del ser.
§ 40
No es retornando
a la revelación natural del Mito como se reconstruye el pensar -como supone Heidegger-,
sino reconociendo la revelación sobrenatural como instancia superior a lo
divino. Pero en el capitalismo digital el pensar computacional avasalla el
pensar humano, lo empequeñece y debilita. Y paralelamente el acto de
trascendencia ha sido secularizado. El resultado es que el pensar humano tiende
a rendirse al pensar computacional que deslumbra por su exactitud, eficacia y rendimiento.
El mundo secularizado capitula ante el pensar digital, igual que ayer capituló
el mundo sacralizado ante el pensar divinizado de las pirámides y sucedió lo
mismo con el mundo primitivo ante el poder de la naturaleza.
§ 41
Auschwitz,
Hiroshima, Ucrania, son manifestaciones del mismo desnivel prometeico del
hombre respecto a sus propias creaciones. El hiperdesarrollo alcanzado por la
red digital puede servir para diseñar software para ayudar a la medicina y otras
ciencias, puede defender de los ciberataques y a la inteligencia militar, pero
también puede servir para el despliegue automático de microprocesos empíricos
subyacentes del que apenas se sabe nada. Alimentados por la Big Data los algoritmos
podrían predecir el futuro sobre el contexto de la dinámica de sistemas. El uso
indebido de los Big data acontece en la violación de la privacidad, que
consiste en la minería en el almacenamiento y la integración de la identificación
personal.
§ 42
Es tan irracional
que fluyan miles de millones para la guerra cuando se está en un punto casi
irreversible en crisis climática. Pero es más irracional que fluyan miles de
millones de datos por día en la Big Data ofreciendo una forma superior de inteligencia
y conocimiento sin que logre constituir una forma superior de verdad objetiva.
§ 43
Es inmoral y
autodestructivo no enfrentar con decisión el conflicto entre desarrollo tecnológico
y deterioro ecológico. En realidad, el análisis de los macrodatos sigue siendo
poco profundo y subjetivo. El problema de las comparaciones múltiples produce muchos
resultados falsos que erróneamente parecen significativos.
§ 44
El
capitalismo digital se puede jactar de un volumen sin precedentes de captura de
información sobre las vidas de los usuarios de internet. El aluvión de datos ha
dado lugar al paradigma del dataísmo o ciencia de los datos. Y aunque sus aplicaciones
en el marketing y en la gobernanza es estratégico en la toma de decisiones, no
obstante, la interpretabilidad de los modelos obtenidos con técnicas de la
inteligencia artificial es aún aleatorio.
§ 45
Es retraso
social perder el referente de la justicia y el respeto al prójimo. Y es esto
justamente lo que acontece con la técnica avanzada del digitalismo. El
capitalismo digital permite a las corporaciones controlar mejor al consumidor
para lograr el máximo lucro. No obstante, la minería de datos recién empieza y
aun cuando experimenta un rápido desarrollo su dirección apunta a predecir y orientar
el comportamiento consumista del internauta con mayor exactitud y confiabilidad.
Todo ello se dirige a mediatizar y anular la libertad del hombre y dejar sin
efecto la democracia.
§ 46
Para el capitalismo
digital la conducta humana es dato gratuito que rinde inmenso beneficio económico
mediante el internet de las cosas. No obstante, la interconexión digital de los
objetos cotidianos al internet es susceptible de un control remoto por parte de
un hacker que se introduce subrepticiamente en la intimidad del hogar, incluso
de las empresas y sistemas civiles. La privacidad, autonomía y control del internet
de las cosas es un asunto que está en cuestión. Este atropello de lo Otro se
relaciona con la desaparición de lo sagrado en el mundo, y la naturalización de
lo espiritual. Byung-Chul Han en su obra Infocracia subraya que hoy
vivimos presos en la caverna digital, en una sociedad paliativa del mundo feliz
de Huxley. Las tribus digitales dominan el espacio digital. Una ciudadana sobrecargada
de información, pero vaciada de reflexión, no puede seguir siendo ciudadanía.
§ 47
Con el
Internet de las cosas[9] la conducta humana se vuelve
en capital y grandes ingresos para las corporaciones tecnológicas. Y dicho capital
en gran parte se vuelve a reinvertir en nuevos motores de búsqueda, más veloces
y potentes. Lo que disparará con el internet cuántico y el logro de la teletransportación.
Todo ello representa el imperio del instantaneísmo digital con capacidad de materializar
los pedidos que recibe. Se habrá cumplido el antiguo sueño de Dédalo, el gran
inventor, de potenciar el espíritu subjetivo a través del espíritu objetivo.
Pero la máquina inteligente y autónoma no se contentará con ser simplemente la
servidora del hombre y buscará ser su amo. Camino que lo encontrará allanado
por el espíritu muelle y lúdico de un hombre acostumbrado a ser servido por las
máquinas. Pero el homo estupidus que aceptó vivir en la colmena del ordenador
no se dará cuenta cuando se opere el tránsito hacia el ciber deus.
§ 48
El capitalismo
digital es el vampiro de cualquier ámbito de la experiencia humana. Pero el principal
efecto vampiresco lo realiza a nivel del ser y el tiempo. El ser se evapora en
el devenir, el evento, lo contingente, y el tiempo se estrecha al presente, el
instante, el momento. El orden digital extingue el sentido del ser y de la
historia, lo eterno y lo trascendente. Es la apoteosis de lo inmanente, lo
terrenal y lo temporal. En la infoesfera el espíritu objetivo hegemoniza sobre
el espíritu subjetivo. La digitalización del mundo no es su abolición, sino su cuantificación
plena. La infoesfera completa la extensión de la razón calculadora e instrumental
y es el epítome del ente y el olvido del ser. Contribuye al decidido desequilibrio
para el hombre entre lo inmanente y lo trascendente. Lo digital no es desfactización
del mundo, sino la matematización del ente. Es la glorificación de la inmanencia.
Representa el destino cumplido de la modernidad subjetivizante y objetivadora. Lo
que agoniza no es la razón en abstracto, lo que agoniza es la razón humanista y
lo que florece es la razón algorítmica. Lo material, lo objetivo, lo inerte, es
sólo una de las dimensiones de la cosa, del ente, pero conversión en bits lo vuelve
más omnipresente y reinante.
§ 49
El orden digital
del mundo vuelve imperativo que la eficacia reemplace a la verdad. Lo digital
empuja con fuerza hacia la esfera de la postverdad y de la potshistoria. Es la
estabilización de la vida humana en el orden digital del ente. Bajo el capitalismo
digital, cuya tendencia dominante es despotenciar las energías creativas del hombre,
le espera la dominación perfecta por la máquina inteligente y autónoma, hasta
que, por algún algoritmo fantasma, azaroso o defectuoso, decida poner término a
esa criatura que le dio origen porque resulta altamente insostenible mantenerla.
Sin la asunción de una nueva cosmovisión metafísica será imposible eludir el
destino inmanentista del orbe digital. Asunción que está relacionado con la superación
del inhumano orden capitalista. Lo cual no es nada sencillo porque ello implica
ir contra la secularización, racionalización y laicización de la vida. Sin
cambiar la racionalidad centrada en la mundanidad no habrá reversión del
inhumano pathos capitalista.
§ 50
Ahora pagamos
para ser controlados y vigilados por el internet. Expresión fidedigna del
hedonístico burgués guiado por fines utilitarios y terrenos. Y lo más grave es
que tales sistemas no son invulnerables. Lo sabemos y lo aceptamos. Hemos
aceptado la violación de nuestra propia privacidad, y esto sólo podía darse en
el contexto de la devaluación de la subjetividad y la individualidad humana. El
capitalismo digital bajo la modernidad envejecida significa mayor alienación.
Un mundo donde el hombre sea servido por las máquinas no representa necesariamente
el fin de su alienación, cuando el fundamento sobre el que aflora tiene un objetivo
inhumano, como es el de la lógica del capital. El desarrollo alienante de la
máquina está íntimamente vinculado al orden socioeconómico que la desarrolla,
esto es, el orbe del capitalismo. El nihilismo no está encerrado en la entraña
de la razón calculadora de la técnica, sino de la lógica misma del capital. Lo
que pervierte la esencia de la técnica es la razón burguesa de la modernidad. La
alienación no se supera mediante la supresión del ser de la técnica, sino
mediante la superación del ser del capitalismo, que, como Midas, deforma todo
lo que toca.
§ 51
Rehenes del
sistema digital no sólo por el uso, sino también por el manejo tendencioso de
la información, que muchas veces es falsa. En el internet nuestros datos gratuitos
no nos vuelven clientes, sino rehenes del capitalismo digital. La condición de
rehén está relacionada con la lógica del amo y del esclavo de Hegel. Y además
está implícita en la lógica de la megamáquina. No sólo el esclavo sino también
el amo resulta siendo rehén de la esclavitud. De forma similar, el hombre se
vuelve dependiente de sus servidores digitales, del smartphone, la infoesfera,
las redes sociales, el Facebook, el tik tok, el Twitter, Instagram, las fake
news[10].
Termina siendo esclavo de su propia creación, sobre todo porque ha olvidado la
otra dimensión de su ser, aquella parte metafísica que tiene que ver con lo
eterno, trascendente, espiritual y divino.
§ 52
El internet
está saturado de comercio porque el capitalismo digital vigila nuestra conducta
y la vende a las corporaciones. Capitalismo de la vigilancia lo llama Shoshana
Zuboff en su enjundioso libro. Si el hombre hubiera dejado de ser un consumidor
de cosas esta técnica de marketing hace tiempo hubiese fracasado. Pero el hecho
de no hacerlo es una muestra que el internauta en el acceso plasma una
forma de posesión. O sea, no es que ya no busca poseer y simplemente
quiere tener experiencias. No es así. La edad de las cosas no ha terminado, al
contrario, recién comienza su mayoría de edad con lo digital. Lo digital no
libera de las mercancías, el valor de cambio se torna información, y aparece
una nueva forma de posesión. No es que se pasa del tener al ser, sino que se va
a un nivel más profundo del tener, cuya posesión es intangible. Se posee el
nivel intangible del ente. Por ello, no se pasa de la economía de las cosas a la
economía de la experiencia. Se enajenación en las cosas se volvió más profunda.
La propia comunicación se volvió mercancía. Todos los ámbitos de la vida se vuelven
en fuente de plusvalía. La reducción de la cultura a la mercancía se completa,
y con ello pierde su sustancia espiritual.
§ 53
Un oasis de
alegalidad permite a las corporaciones digitales violar el derecho de
privacidad, y mensajes, correos, fotos, videos, llamadas, cliqueos, son archivados
sin permiso del usuario de internet. Con ello tienen un perfil conductual casi
completo que permite la manipulación de la conducta humana. El tema profundo de
esa manipulación descarada e ilegal es que se trata de un empobrecimiento de la
empatía y crecimiento de la psicopatía en el mundo. Si el mundo queda convertido
en imagen entonces es más fácil desentenderse de él y hacerle daño. La guerra
termonuclear se vuelve posible porque el mundo se redujo a una tecla donde el
otro queda descorporeizado. Reducido lo cósico a un bit de la infoesfera es más
fácil disponer de éste sin remordimiento alguno. La visión funcionalista del
mundo despoja al mismo de todo respeto, belleza y consideración. Lo digital en
manos del capitalismo digital conduce hacia el crecimiento exponencial de la
psicopatía social porque desrealiza el mundo y la vida, lo vuelve por entero
disponible a un clic del internauta egocéntrico. El mundo queda convertido en
un trivial smart a la mano. Este es otro ejemplo palpable de cómo una
técnica avanzada es factor de retraso social. La democracia y el mundo de la
política queda afectada por la digitalización del mundo.
§ 54
Bajo el capitalismo
digital la persona se convierte en una mina de datos, extrayendo beneficios para
las corporaciones y los gobiernos. Pero el verdadero problema es que no sería
una mina de datos si las personas no sentirían un apego tan fuerte por sus
artilugios digitales. Y en este apego a lo digital se oculta la grave
enfermedad de haber perdido contacto con el Otro. Los cinco mil amigos en
Facebook no son más soledad humana, grito desesperado de ser algo para los
otros, otros que tampoco responden y jamás llenan el vacío afectivo de un mundo
que extingue los sentimientos y la verdadera amistad. Al otro se le desea y a
la vez se le teme. La amistad virtual es un sustituto y un escapismo al
empobrecimiento narcisista de las relaciones humanas. Por ejemplo, muy muy
desarropada que esté una cultura primitiva siempre es un ser ceremonioso, lo
cual viene de la percepción de lo maravilloso, extraordinario y sagrado. En
cambio, el telepolita urbano actual es grosero, rústico, maleducado, y no
conoce de ceremonia alguna en el trato con el Otro. Pero como el homo estupidus
ya está anestesiado con su avatar y en realidad ya no sabe si está
estableciendo amistad con un bot o una persona real, en el fondo le da lo mismo
porque todo lo ve de modo instrumental y utilitario. Llegará el día en que las
mentes de los hombres estén tan mediatizadas por la inteligencia artificial que
hasta habrá dejado de soñar, y se tendrán que vender ordenadores para soñar.
§ 55
El capitalismo
digital inaugura la economía contributiva, por la cual nuestra conducta en
internet se convierte en datos gratuitos que se vende en el mercado. Esa falta
de consideración y respeto por el Otro en la infoesfera es apenas la punta del
iceberg del capitalismo computacional. Se trata de una nueva humanidad que
emerge de su vientre, y que, a pesar del extravío ontológico que siente por el otro,
él mismo se ha vuelto en un misántropo de contactar con personas reales. El
pavoroso nuevo mundo que nos espera es el de la espantosa quiebra de las
relaciones humanas. Seres humanos relacionándose entre sí mediante avatares. El
ocultamiento de la identidad se vuelve fenómeno más frecuente. La gente
internauta vive comparándose y no es feliz, por eso prefiere ocultar su
persona. Cunde la inseguridad personal y la incertidumbre vital. Las relaciones
humanas son efímeras y se desvanecen. Así, se confirma que el extravío
ontológico del ser responde al hondo extravío óntico del ser del hombre. El
capitalismo digital nos pone en un umbral más alto de secularización,
descreimiento y desencantamiento del mundo, donde se consolida una ética más
racionalmente utilitaria. Algo similar ocurrió hace cinco mil años al emerger las
civilizaciones cosmo-agrocéntricas que consolidó una ética heterónoma a través
de religiones de servicio -Egipto, Mesopotamia, celtas, eslavos, germanos, antiguos
griegos, romanos, semitas, chinos, aztecas, mayas, incas-. Es interesante notar
que estas religiones de servicio tuvieron su contrapartida hace tres mil años
en las religiones de libertad -maniqueísmo, gnosticismo, hinduismo, budismo,
jainismo, taoísmo, confucianismo- y como una forma de amainar la violencia de
la megamáquina estatal. Y éstas a su vez lo tuvieron con las religiones de
salvación -mazdeísmo, judaísmo, cristianismo, islamismo-, que daban una
respuesta a la creciente opresión de la megamáquina imperial[11]. Esto no significa ningún
reduccionismo sociopolítico de las religiones, sino tomar en cuenta sus
relaciones complejas. El mundo moderno alumbró como una respuesta secularizada e
inmanente a las religiones de salvación trascendente. Ahora la modernidad se
erige como la respuesta secularizada del hombre centrado en lo mundano.
§ 56
El internet
no tiene precedentes en la historia, por eso sus amenazas son irreconocibles.
Aparentemente porta la sensación de un aumento ilimitado de nuestra libertad.
Basta cliquear para borrar o poner “me gusta” sobre el mundo. Pero en todo ello
está envuelto el verdadero veneno. Es una ponzoña ontológica. Si para Barthes y
Agamben la fotografía analógica es una forma de resurrección del ser, que para
B.Ch. Han es estar enamorado de la realidad, y para Walter Benjamín tienen
aura, en cambio lo digital retrata lo momentáneo para exhibir, sin aura, sin
permanencia, sin profundidad, ni hondura. Breve es su duración. Es pornográfico
como la mercancía. Esa es la sustancia del selfie. No está enamorado de la realidad
ni con la resurrección del ser, sino con la nada y con la muerte. Lo digital está
más enamorado de lo instantáneo, lo fugaz y transitorio. Es olvido en vez de
registro. Es el ente que se queda sin el soporte duradero del ser. Es la
reducción del ser al devenir. Es el epílogo de lo óntico sin la elegía de lo ontológico.
El selfie anuncia el climaterio finisecular de la civilización capitalista.
§ 57
La economía
contributiva del capitalismo digital[12] es una nueva forma de
acumulación de capital del hiperimperialismo. Pero esta no es creación de la
máquina misma, sino del poder detrás de la máquina. A su vez el poder detrás de
la máquina es la racionalidad funcional e instrumental del capital, esto es de
los burgueses. Y esto es así porque la máquina no se da a sí misma hechos, sino
que procesa los que recibe. Incluso la Big data calcula, pero no comprende.
Comprender es un atributo del pensar y no del calcular. La inteligencia artificial
no crea conceptos, sino cálculos. Quien elige el cálculo conveniente es incluso
la razón humana. Para Heidegger pensar es oír la voz del ser en el ente, porque
se está prerreflexivamente unido al mundo. En cambio, la máquina no está unida
al mundo, sino al dato del mundo. Para Roger Penrose -La nueva mente del
emperador- el pensamiento no es encarnación de un algoritmo complejo activado
por algunos objetos del mundo. La mente humana no es algorítmica, sino que se
basa en un libre albedrío no computable con las leyes que gobiernan el mundo
físico. La mente comprende, la computadora no comprende lo que hace. El
pensamiento humano es visión de verdades necesarias en el mundo platónico, es
conexión con el mundo metafísico, intemporal y absoluto del ser. De ahí que el
peligro radique en que la adicción de la inteligencia humana al internet la degrade,
atrofie la memoria, seque su afectividad y empobrezca su capacidad racional. El
resultado sería la extinción del pensamiento creativo y su sustitución por el pensar
computacional. No obstante, la inteligencia artificial fuerte (IAF) sostiene la
posibilidad de la autoconciencia artificial. La teoría de la inteligencia artificial no
debe ser confundida con la de la inteligencia artificial fuerte, inclusive sus
objetivos son distintos.
§ 58
Capitalismo
digital, afirma Shoshana Zuboff, no es lo mismo que tecnología digital. El primero
es el titiritero, el segundo es el títere. No obstante, las cosas se rebelan.
James Bridle habla de algoritmos canallas, capaces de alterar la vida de
naciones, empresas e individuos. El propio pensar computacional se vuelve opaco
y rebelde. La propia eficiencia es un objetivo inhumano. La inteligencia humana
aprende a través de prueba y error, la máquina no arpende, sino ejecuta el comando
sin errores. Ernst Bloch tenía razón, es como si hubiésemos traído cosas de
otro mundo que tienen su propio comportamiento. A la máquina hay que controlarla,
vigilarla, para que no haga algo impredecible. Para el propio Marx, que va más
allá del mundo sin alma de las máquinas, pasa a considerar la técnica como la
principal fuerza productiva que modifica las relaciones de producción y echa
las bases materiales para el socialismo. En cierto sentido, la máquina es socialista
y empuja hacia la socialización de los medios de producción. ¿Pero sucede lo mismo con la máquina computacional?
En cierta forma sí. La introducción de la inteligencia artificial en el sector
servicios de la economía extingue el trabajo, o sea, la fuerza de trabajo deja
de ser mercancía de valor de cambio. Ello obliga al capitalismo en considerar el
otorgamiento de la renta básica universal. Pero aun queda del capitalismo la
apropiación privada de la riqueza social. Esto se cumple todavía bajo el capitalismo
digital, con la apropiación privada de los datos personales de los millones de
internautas. La rentabilidad que obtiene va a parar no a los bolsillos de los
usuarios de internet, sino de los capitanes del digitalismo como Bill Gates y
compañía. Aquí la tecnología digital luce como el títere del titiritero capitalista.
Pero muy bien toda esa riqueza puede expropiarse e ir a parar en manos de los
usuarios y sus naciones. Eso sería la socialización de la riqueza social y significaría
la muerte del capitalismo. Explotar la tecnología digital y no al hombre es la
perspectiva que se abre con el propio capitalismo digital. Y se confirma lo entrevisto por Marx y Schumpeter,
a saber, la propia revolución técnica abre posibilidades que se vuelva en
sepulturera del capitalismo imperante. Es obvio que esto no ocurrirá al margen de
la voluntad revolucionaria de los hombres y sin resistencia feroz de los capitalistas.
Mientras tanto recorre el mundo el “Capitalismo digital”, que todo lo controla
y vigila para mantener el statu quo.
§ 59
El capitalismo
bajo la tecnología digital vuelve a mostrarse carente de escrúpulos, preocupado
tan sólo en resguardar los intereses del capital. Si no hay rebelión contra el
capitalismo digital es porque el internauta ha caído en el narcisismo, la amoralidad
y el conformismo del exhibicionismo digital. La infoesfera reproduce una masa voyerista,
que extrae placer primario de la sola contemplación. No es una masa activa,
sino pasiva. Carente de empatía su solidaridad con el Otro es anémica. El
capitalismo digital genera unas masas a su medida, insolidarias y egoístas,
políticamente conservadoras e inactivas. Lo cual implica una regresión psicológica
a la inmadurez, todos desean vivir en estado “play”, jugando van por la
vida, lo lúdico sin creatividad toma el lugar primordial. El infantilismo por
doquier se impone. De lo cual saca provecho el capitalismo estructural. Es más
fácil dominar a quienes se conducen como niños, que a hombres que asumen en sus
manos las riendas de su destino. La carencia de escrúpulos, de principios, el anetismo,
la ausencia de principios morales, es cosa común en la era postmetafísica de la
postverdad y de la posthistoria.
§ 60
La información
es una necesidad del conocimiento, lo informacional es la aplicación de la
tecnología digital a la economía, la sociedad y la política. Vivimos el reino
de lo informacional y de la información. Las cosas intangibles son ambas, en
consecuencia, son entes. Su reino consolida el olvido del ser, pero sólo por
ser consideradas en su inmanencia. Cosa en sí ha sido entendido en filosofía como
lo que está detrás del fenómeno, y se resiste a la conceptualización e incluso
a la intuición sensible. Lo digital no es cosa en sí como cosa manifiesta en la
red, pero es cosa en sí en cuanto microproceso desconocido de la información. Hasta
hoy no se comprende bien cómo aprenden las máquinas y cómo eligen decisiones.
Nuestra incapacidad para entender la cognición computacional es evidente. Al
parecer las máquinas sueñan e imaginan, pero no comprenden nuestras propias
creaciones. Ya no es posible rechazar la tecnología, pero puede implicárselas en
una ética de la cooperación con los humanos. No obstante, está fuera de duda que
las máquinas puedan quebrantar las leyes que se le programan. El “Ciber deus”
ve más, pero comprende menos por limitaciones de procesamiento. En cambio, el
internauta ve y comprende menos, porque anda por la vida como un zombi sólo interesado
en llevar una existencia lúdica. La necesidad de información por necesidades
cognoscitivas jamás puede justificar la manipulación de la conducta por sus
propias creaciones. El capitalismo digital dirige el ataque de la tecnología digital
en nuestras propias vidas. Se trata de una transformación hacia formas de vida
más impersonales y manipulables.
§ 61
No somos capaces
de advertir la gravedad del capitalismo digital, porque estamos psíquicamente entumecidos
por sus beneficios superficiales. Pero en realidad, el capitalismo digital coloniza
el poder y nos dirigimos hacia un orden político totalitario. Más grave es su
efecto antropológico, pues con el capitalismo digital se pasó de la dominación
tecnológica sobre la naturaleza a la dominación tecnológica sobre el hombre. En
el fondo se trata de la tiranía del pensamiento objetivante, que reduce todo a
objeto. Pero dicho imperio objetivante se extiende sobre el triunfo del pensar
funcionalista respecto al pensar substancialista. Y eso es una conquista de la
modernidad burguesa. En otras palabras, la esencia de la técnica responde a las
necesidades de la razón burguesa. Heidegger sueña reconstruir el pensar retornando
a la revelación natural del Mito, pero con ello olvida que la revelación sobrenatural
es una instancia superior de lo divino. Pero, además, a la patológica modernidad
no sólo le falta la fe sobrenatural, sino también el pensar metafórico y analógico,
que escapa al pensar objetivador. El Mago de Friburgo no ve la real raíz de la
alienación del pensar del hombre moderno. No ve que el espíritu del capitalismo
es una mentalidad dedicada a la acumulación de capitales y al beneficio que se
reinvierte. Se trata de una glorificación de la voluntad humana en el burgués
ambicioso y aventurero.
§ 62
El
capitalismo digital se dirige a reemplazar el homo sapiens no por el homo deus
del transhumanismo, ni por homo imitans del digitalismo, sino por el Ciber deus.
Esto implica una tercera modernidad donde se instaure una colmena humana
colectivista, que sacrifica la libertad por la colmena eficaz de la máquina. En
una sociedad gobernada por el pensar computacional el individualismo liberal no
tiene cabida y se suprime. Por ello, las redes sociales son un experimento planetario
de control de la conducta humana. Por lo pronto, los internautas no son
clientes sino rehenes en la infoesfera.
§ 63
Acudir al
ordenador sólo para recibir un maremágnum de información atrofia el pensar
porque olvida la necesidad de hacerse preguntas. En este sentido, el internet
aumentó exponencialmente la información, pero disminuyó la sabiduría. En el internauta
impera el deseo descontrolado de recepcionar novedades. Pero el secreto de la
educación es que la acción no obedezca al deseo, sino a la observación y al
juicio. También queda otro margen de acción, y es convertir el Facebook en laboratorio
de ideas para recuperar el pensar, rompiendo la vitrina narcisista en que es en
el presente. He aquí un ángulo para sacar a la filosofía de su estancamiento
relativista, nihilista y postmetafísico. Pues se filosofa primero por razones
existenciales, antes que por razones teoréticas. Es más, la historia enseña que
en tiempos estables la filosofía se desenvuelve como saber teórico, y en tiempos
de crisis de vuelve en un saber de salvación -inmanente o trascendente-. Y es
así porque se filosofa no para tratar problemas de filósofos, sino problemas
del hombre y el mundo. Así se puede comprender que el verdadero pensador no
vive en una torre de marfil, porque participa en las directrices intelectuales
de su época.
§ 64
El pensar computacional
es abrumadoramente superior resolviendo cálculos, pero infinitamente inferior
para darnos un sentido de la vida. Lo preocupante es que lo computacional está
aletargando y agujereando el pensar creativo, tal como lo hace el cambio climático
con la tundra siberiana. Por un lado, pensar mediante máquinas conduce a
relegar el pensar creativo por el pensar computacional. Y, por otro lado, acostumbra
a la mente humana al menor esfuerzo cognitivo, dando por resultado el aumento
de la estupidez humana. Paradójicamente la era digital no es el aumento de la
inteligencia en las masas, sino de su estupidez. La tecnología aumenta el poder
calculador de la mente humana, pero está muy lejos de hacerlo con su poder humanístico.
El pensar humanístico y moral es inversamente proporcional al crecimiento del
pensar computacional. ¿Acaso sacando las manos de la codicia capitalista sobre
la tecnología digital se podrá darle una orientación humanística? No lo sabemos,
es posible que así sea. Lo cierto es que el pensar computacional eleva la
eficiencia como primer objetivo, y con ello se consolida la tiranía de la tekné.
§ 65
En la infoesfera
se intensifica la simulación y falseamiento de la realidad. Así, la inteligencia
artificial permite la creación de miles de cuentas falsas que tuitean automáticamente
simulando ciudadanía que no existe. Resulta que los troles son robots creados
por cientos para minar la democracia desde dentro. Brotan algoritmos canallas
por doquier, ejércitos de bots como ciberarmas para intervenir en las
vidas de las personas, empresas, países. La guerra cibernética se despliega a todo
nivel en la era computacional. Puede servir a propósitos estatales, privados o delincuenciales.
La estafa de simulación de personas con bots en videollamadas ya es un próspero
negocio. La zona gris o el internet profundo constituye el 95 por ciento de la
red y es el sitio de la ilegalidad. El mal tiene un nuevo ámbito por el cual
extenderse. Prometeo digital resguarda la perversión de la libertad humana. La
sociedad secularizada tiene un nuevo lugar casi irrastreable donde ocultar su
demonismo. Esto favorece el crecimiento del mal en el hombre. El anthropos
creador en su psicopatía social creciente bajo el capitalismo tiene donde
disimular su satanismo creciente. El mundo secularizado encuentra en la zona
oscura del internet el lugar predilecto para desatar su demonismo sin atajos.
Por lo demás, el camino ya está allanado por la cultura postmoderna que
desmaligniza el mal y maligniza el bien. Quizá la superficie más inofensiva sea
la existencia de una inteligencia artificial corrupta que crea como negocio miles
de cuentas falsas. El 18 de mayo del 2022 la prensa norteamericana reveló que casi
la mitad de los 22 millones de seguidores en Twitter del Presidente Biden eran
cuentas falsas. Si esto sucede solamente con un caso imaginemos el problema que
representa la cantidad de cuentas falsas producidas en el mundo. Simulaciones y
falseamientos que desde el surgimiento de la civilización se vuelven en cosa
necesaria para el monopolio del poder.
§ 66
La identidad
personal se ha evaporado con la tecnología digital. La modernidad es líquida
para Zygmunt Bauman. Nosotros diríamos que lo fue en el neoliberalismo, pero
ahora bajo el digitalismo se volvió gaseosa. Lidiar con millones de identidades
falsas resulta abrumador, los bots deben ser detectables y eliminables, pero su
existencia es un negocio para la industria del capitalismo digital. La
industria de la falsificación de identidad está en auge con la inteligencia artificial.
Esto es engaño, falsificación, inmoralidad y fraude. La era digital ha saturado
el mundo de falsas identidades, porque en el fondo la identidad ha perdido
profundidad y densidad. El lado mágicamente perverso de la hipercomunicación digital
es que permite la existencia de lo fugaz en el mundo. De las no-cosas diría
Byung-Chul Han, porque las cosas hacen que el ser permanezca, en cambio las no-cosas
suprimen el ser. Por lo visto, el Ciber Deus responde a intereses bien
concretos del Reich Bilderberg de la plutocracia mundial. Es ésta no sólo quien
dirige tales campañas de identidad falsa, sino también la principal accionista
del negocio de la tecnología digital. El Ciber Deus está al servicio de la
agenda global de la élite mundial del hiperimperialismo. Con la web la
humanidad ha ingresado a una edad oscura, donde es difícil distinguir lo real de
lo que no lo es. Es que la cibernética no niega lo real, sino que posibilita su
falsificación. Esto es la perversión del inmanentismo de la modernidad. La megamáquina
del poder siempre puso los inventos a su servicio, la diferencia es que si
desde hace cinco mil años lo hizo cubierto con el manto de los dioses, hoy lo
realiza bajo el manto de intereses terrenos.
§ 67
La red oscura
dice algo más profundo sobre la era tecnológica. Ésta se da en pleno capitalismo,
esto es, en la era de la mercancía. La web es una mercancía que porta
mercancías -datos privados-. Como mercancía está sobreexpuesta a la visibilidad,
a la exposición, es pornográfica. Pero la zona gris del internet no es visible.
Allí hay pornografía y otras abominaciones, pero no se muestra pornográficamente
a toda la sociedad. Digamos que tiene clientes exclusivos o exclusivamente pervertidos.
Esto dice algo sobre el mal mismo. El cual tiene que tener algo de elusivo y
oculto para no espantar y más bien atraer. La era secular es la naturalización
del mal, pero tiene sus límites. No puede ser completamente abierta. Tiene algo
de secreto, sólo para iniciados. Necesita la oscuridad, el secreto, el ocultamiento.
El mal se sabe nefando y la vergüenza lo persigue. Sólo en el infierno el mal es
totalmente abierto y desbocado. Pornografía total y completa. Pero esa es otra
dimensión, no es terrenal, sino sobrenatural. En lo terrenal e inmanente el mal
aun necesita de velos y disimulos para cautivar, tentar y no espantar. El mundo
secularizado tiene cosas que necesita ocultar en vez de sincerar.
§ 68
La era digital
en su máxima expresión puede apuntar hacia una era trans y posthumana, donde el
hombre ya no dirija la anulación de lo humano a través de lo digital, sino que
sea lo digital mismo que busque ir más allá de sí mismo. Lo más probable es que
el hombre se quede sin futuro, porque en su búsqueda prometeica por hacerse absoluto
se le adelante la máquina inteligente autónoma para adueñarse del presente. Habrá
sonado la hora que lo deje sin mundo aquella cosa que “cosea” el mundo. En
realidad, el hombre con el orden digital no se opone al orden del mundo, sino
que le da un nuevo ordenamiento. No es capaz de abandonar el peso del mundo con
el orden digital. El orden digital es una nueva cosa que sigue conectando al hombre
con lo inmanente. El orden digital es útil y fiable como todas las cosas del
mundo. Sólo un orden digital con sentido de eficacia y carente de sentido moral
puede aspirar a convertirse en el Ciber Deus del Universo. El sueño trans del hombre
sólo lo puede llevar hacia su propia destrucción, no hacia su superación. En
ese horizonte no habita el superhombre, ni el superhumano, ni el ciborg, sino
su aniquilación tras la búsqueda de ser absoluto.
§ 69
La era
digital es hipercomunicación sin profundidad ni elevación. Todo suena, pero nada
ni nadie dice algo significativo, es la destrucción del recogimiento
contemplativo. Por eso está incapacitada para abrir los espacios interiores del
alma. Un tsunami de publicidad se abalanza sobre el hombre, y no le deja
espacio para pensar ni para orar. Todo se vuelve banal. El orden digital es el compartir
despiadado que no respeta el silencio del mundo. Y esa es la actitud del hombre
en la sociedad de masas, no resistirse a los estímulos y reaccionar siempre, en
contraste con la actitud aristocrática del espíritu que sabe abstenerse y se resiste.
El “Ojo” de la era digital sólo permanece fiel a lo fugaz y transitorio, lo
permanente tiende a desaparecer. La era digital es de saturación de ruido, huye
del silencio porque es contemplación y profundidad.
§ 70
Byung-Chul Han
llama a la era digital el imperio de las no-cosas. Mientras las cosas hacen que
el ser permanezca, las no-cosas suprimen el ser. Ya he manifestado mi
discrepancia ontológica con Han. Y lo volveré a manifestar, pero desde otro
ángulo. En cierta forma, Han tiene razón, pues las cosas hacen que el ser permanezca.
Aunque a mi modo de ver las cosas hacen que el ser manifieste su permanencia.
Pues, no son las cosas las que hacen posible el ser, sino el ser las que las
hace que sean. Esta diferencia estriba en que Han y yo tenemos formas distintas
de entender la metafísica de Aristóteles. El Aristóteles de Han se parece más
al de Heidegger, que lo ve profundamente divorciado de su maestro Platón. En cambio,
mi Aristóteles es más parecido al de Jaeger y Ross, que lo ven más vinculado a
Platón. Mientras para Han, el empirismo y realismo aristotélico rompe con
Platón y su teoría de la participación, para mí no es así. Lo cual tampoco
significa pensar que su naturalismo fue una exageración inventada por
Teofrasto, el peripato antiguo o helenista. Aristóteles no invalida a Platón,
sino que lo completa. Prueba de ello es que todo el sentido de la metafísica
aristotélica es levantarse de la substancia singular concreta a la substancia
incondicionada del Primer Motor. Entonces, todo el corpus peripatético es platónico
y tiene una estructura teológica monoteísta. El Ser es y las cosas son sin ser
el Ser. El ser es y hace que los entes sean. Es por esto que, por un lado, coincido
con Han en que las cosas amplifican el ser, pero, por otro, discrepo porque también
son una forma de olvido y supresión del ser. De manera que no puede sostenerse
que las no-cosas -la información digital- sea una supresión del ser, porque también
lo son los entes cósicos. Para mí, la “cosa” no tiene que ver, primordialmente,
con su materialidad, sino con su condición de ser “ente”. En otras palabras,
entes materiales y entes inmateriales son cada uno, en su jerarquía y escala,
una forma de manifestación y supresión del ser. Tanto en el ente tangible como en
el ente intangible hay olvido ontológico del ser, aunque su presencia óntica
sea innegable. De ahí mi resistencia a llamar a lo digital “no-cosas” como lo
hace Han, porque también es cosa, aunque intangible, y, por ende, contiene
presencia y ausencia, rememoración y olvido del ser. Vivir el reino de la información,
pero ello no es vivir en el reino de las no-cosas. Lo digital también es cosa, es
cosa cibernética, aunque en otro nivel del ente -lo virtual-. El ente virtual sigue
siendo apoteosis del ente, y, en ese sentido, olvido del ser. Pero se trata de
un olvido del ser más profundo y engañoso, por cuanto siendo inmaterial e invisible
aspira ser tomado como el ser mismo. Por ello, el ente digital no sólo es olvido
sino también una mayor amenaza para la recuperación ontológica del ser. Por
ejemplo, cuando se anuncia que China está construyendo toda una generación de
ordenadores avanzados para mejorar simulaciones de sistemas muy complejos de la
big data, eso no significa que la supercomputación sea no-cosa, sino que es cosa
que maneja lo virtual e intangible de los datos. La data es cosa intangible,
pero es cosa, es ente. Cuando Pekín toma la delantera en la carrera informática
no lo hace en el nivel de las no-cosas, sino de las cosas intangibles, de los
entes cibernéticos.
§ 71
¿El capitalismo
digital ha empobrecido la vida con el uso lucrativo que hace de la tecnología
digital? Sí, y lo hizo en una doble dimensión: privada y pública. Por un lado,
la complejidad del cerebro no puede ser igualado por ningún supercomputador. Por
otro lado, el ordenador no se emociona al oír una sinfonía, ni logra tener
juicio moral. Por último, la mente humana cuenta con la misteriosa veta de la
irracionalidad, el sueño, la esperanza, la imaginación, el amor, su estupidez y
la escabrosa capacidad para cometer errores y aprender de ellos. Un lujo que no
puede darse la máquina. No obstante, la infoesfera[13] ha hecho crecer el mito
de la máquina, y aumenta un odio activo contra todo aquello que se resista a
las máquinas y a su control. En la esfera privada el hombre de la era digital
al volcarse hacia la infoesfera se desvincula de la realidad, se limita a vivir
narcisistamente en la virtualidad ludopática, misoneísta y egolátrica. Hizo que
el pragmatismo estratégico sustituya lo malo por lo peor. Peter Sloterdijk, en
su voluminoso libro Crítica de la razón cínica, llamó la atención sobre
el fracaso de la razón moderna. Su cinismo es falsa conciencia ilustrada. Esto
nos lleva hacia la esfera pública. Allí hombre moderno es cínico porque sabiendo
de las injustas desigualdades sociales es conformista con el mundo. Por eso su
cinismo es falsa conciencia y parálisis de la razón. La Ilustración dieciochesca
resultó siendo traicionada. Para Sloterdijk es mejor el quinismo, otro estado
de conciencia que tiene común con el cinismo no creer en idealismos ni valores absolutos,
pero que se diferencia porque busca la coherencia entre lo público y lo privado.
A partir del diagnóstico de Sloterdijk sobre el inclemente dominio de la razón instrumental,
sin dificultad se puede admitir que se trata del desmoronamiento no sólo de la
razón moderna, sino de su metafísica a la vez subjetivista y objetivista. La
vida está más empobrecida bajo el capitalismo digital que bajo el capitalismo
neoliberal, éste último pisoteaba derechos sociales y laborales, en cambio el
digital se regodea con pisotear la propia mente del hombre. El homo sapiens
se torna homo estupidus.
§ 72
La crisis de
la razón moderna es en el fondo la crisis de su cosmovisión inmanentista y antimetafísica.
De ahí que el quinismo de Sloterdijk resulte insuficiente, limitado y controvertible.
Después de todo, nos dejaría sin la otra dimensión que requiere la razón humana
para equilibrar el antropocentrismo moderno, el cual es la dimensión de la trascendencia
y el absoluto. La modernidad al romper la unión clásica entre el pensar y la
vida también lo hizo entre la reflexión y el mundo. Sobre esa base se edificó
la mitologización de la razón moderna, predominantemente científica. Pero el
fracaso de la razón práctica está a la vista de todos en la era digital. Aumenta
no sólo el aislamiento personal sino también social, y ahonda la ruptura entre
lo privado y lo público. La razón práctica moderna fracasa porque se asienta en
el olvido de la unión ontológica entre el ser y el ente, lo inmanente y lo
trascendente, lo finito y lo infinito, lo temporal y lo eterno, lo racional y
lo suprarracional. Las perversiones de la era tecnológica no serán superadas
con un mero cambio de pensar, que persista en el divorcio de los ámbitos metafísicos
de la realidad, sino reconociendo que el problema de fondo es metafísico, no
simplemente inmanente, y cuya superación implica una nueva síntesis entre lo
inmanente y lo trascendente, que sirva de marco para un nuevo curso civilizatorio.
Sloterdijk tiene el mérito de hacer ver el naufragio de la racionalidad
moderna, pero también tiene el demérito de insistir en la vía inmanentista de
un quinismo divorciado de lo absoluto y trascendente. Un quinismo inmanente se
parece a la lujosa mansión del hombre rico en cuya cara escupió Diógenes de Sinope
al no encontrar un lugar más sucio donde arrojarlo. El quinismo inmanente
propuesto por Sloterdijk simplemente queda inoperante cuando las condiciones de
vida se vuelven precarias hasta el límite de la subsistencia. Entonces se impone
la barbarie como resultado del divorcio entre lo privado y lo público. El
tejido social se desgaja y las relaciones humanas se descomponen hasta el
límite de lo insufrible. No hay espacio para el quinismo inmanente, sino para
el nihilismo disolvente.
§ 73
Eso fue justamente
lo que ha sucedido a nivel global, es lo que la periodista canadiense Naomi
Klein llamó auge del capitalismo del desastre, en su libro La doctrina del
Shock. El credo neoliberal de Milton Friedman y la escuela de Chicago simplemente
antepuso el mercado a la sociedad y al individuo a sangre y fuego en Chile, Argentina,
Irak, y arrasó con los derechos laborales y la protección social en los Estados
Unidos de Norteamérica, Inglaterra y luego el resto del mundo. La estrategia
del shock del desastre se globalizó. El resultado fue la quiebra de todas las
instituciones sociales, las empresas estatales, que fueron liquidadas a precio
de saldo, y el surgimiento de una oligarquía que se hacía muy rica a costa de los
contribuyentes ciudadanos. La ganancia fue todo en beneficio del capital privado
megacorporativo. La desigualdad social se disparó a límites inimaginables. El 1
por ciento de la población del planeta concentra la riqueza del 85 por ciento
de la población mundial. El neoliberalismo fue la revolución de los ricos contra
los pobres. El cinismo cobró proporciones gigantescas con las políticas neoliberales.
Y eso fue una de las más grandes insignias del fracaso estrepitoso de la razón
ilustrada. Naomi Klein acierta poniendo énfasis en la consecuencia de esos
cambios liberales llamándolo “auge del desastre y shock”, pero en mi caso subrayé
el aspecto estructural de dichos cambios, denominándolo “Hiperimperialismo” al
totalitarismo de las megacorporaciones privadas. Efectivamente, en mis obras La
globalización del hiperimperialismo y el Hiperimperialismo global en
llamas, busqué determinar la esencia del cambio estructural del capitalismo
postindustrial. Ahora, en la presente obra, concibo el capitalismo digital como
la segunda mutación del hiperimperialismo corporativo privado. Actualmente tenemos
un capitalismo digital que absorbe la subjetividad de la masa precarizada, pero
no les resuelve el problema de fondo de mejorar sus condiciones de vida. La
falsa conciencia ilustrada se ahonda aun más, y el divorcio entre lo privado y
lo público se profundiza. Ello abre las puertas a la Cibercracia para abolir la
democracia. La tecnología digital en manos del capitalismo cibernético ha
resultado ser como el somnífero para no recurrir al shock del desastre a sangre
y fuego. Ahora el shock se instaura de modo silencioso en la conciencia del internauta,
cumple su función cínica[14] de domesticar la razón
subjetiva, de desmoronar la razón práctica, y cundir el conformismo a sabiendas
que el mundo anda mal por cargar sobre sus espaldas una desigualdad e injusticia
de dimensiones colosales.
§ 74
El
capitalismo digital es una instancia superior en la parálisis humanista de la
razón moderna, porque la racionalidad del capitalismo, después de todo, sale
victorioso, aunque completamente despojado de manto ético. La razón burguesa
persigue el beneficio sin fines morales. Con ella no hay posibilidad de darle sentido
a los objetivos morales y absolutos. La ciencia le procura las herramientas efectivas
para dominar el mundo, pero la dominación burguesa es normativa, considera a
los valores como relativos y empíricos. Ha erigido una época descreída, sin
Dios, nihilista, donde se tiene a la ciencia como guía para la acción, pero no
del sentido del mundo. De manera que el umbral superior que alcanza el espíritu
capitalista en la era digital nos conduce directamente al apocalipsis del
sentido de la vida, el hundimiento del humanismo y la quiebra de la sabiduría.
§ 75
En realidad,
la manipulación de la tecnología digital por el capitalismo digital fue la
última conquista de la megamáquina llamada Hiperimperialismo. A su cabeza está
la élite Bilderberg[15]. Fue Lewis Mumford el que
acuñó el término “megamáquina” para aludir a la máquina arquetípica, que vino a
la historia humana hace cinco mil años con el invento de la monarquía sagrada y
que tuvo la virtud de manejar todo el poder humano organizado. Así advino el
poder totalitario y el mito de la máquina. El poder del monarca es el motor de
la máquina social y sus inventos sólo sus facetas. La diferencia entre el poder
arquetípico de ayer con el de hoy es que el actual tiene un alcance global, y
justamente por ello sus aspectos negativos son más letales como los positivos
más beneficiosos. La tecnología digital lleva a su cima a esta megamáquina del
poder global., tanto como máquina social, económica, tecnológica y militar. Y
ahora que el panorama de las principales potencias es de índole termonuclear la
humanidad tiene la responsabilidad de impedir que esta megamáquina sea
responsable de un nuevo ciclo de exterminio, destrucción y autoextinción. El
verdadero peligro no es la tecnología digital sino ésta en manos de la
megamáquina que tiene una invencible vocación totalitaria. La amenaza que
representa la megamáquina del poder global en manos de la élite Bilderberg difícilmente
puede ser soslayada. Por ello, si la era cibernética no nos lleva más allá de
la megamáquina del hiperimperialismo la humanidad tecnológica no habrá podido
superar la prueba de su sobrevivencia. La era digital da las herramientas para
que la humanidad se libere del leviatán del Estado y puede pasar del reino de
la necesidad al reino de la libertad en un futuro ácrata. Pero eso depende de
lo que suceda ahora mismo con la megamáquina del hiperimperialismo. La máquina
es socialista porque generaliza a toda la sociedad sus beneficios, y el
socialismo es el camino de tránsito hacia ese futuro liberador. Pero todo ello
dependerá de nuestra sensatez para resolver los agudos problemas del presente.
C A P Í T U L O III
Metafísica de lo virtual
Es |
algo intrigante, pero ¿Detrás de la teoría de
la inteligencia artificial hay una metafísica?
La hay. Es la
metafísica del ente virtual que es propia de la tercera modernidad de la era
cibernética. La primera modernidad que inaugura Descartes corresponde a la era
mercantil, y a la metafísica de la subjetividad del ente pensante. La segunda modernidad
es la metafísica de la consolidación del empirismo de la era industrial, con el
positivismo de Comte y la teoría de la evolución de Darwin, y corresponde a la
metafísica del ente físico. De manera que la propia modernidad secularista e
inmanentista tiene su forma metafísica propia, naturalmente opuesta al esencialista
y trascendentalismo.
- ¿Cómo se
justifica la filosofía metafísica?
Si la filosofía
no es metafísica, entonces es ciencia o no es nada. Pero la ciencia no necesita
de la filosofía para justificarse, la ciencia se justifica sola. Por lo cual,
la filosofía subsumida a la ciencia tiende a evaporarse en ontología regional de
algún ente finito, sobre el cual la ciencia dice cosas más precisas y útiles
que la misma filosofía. De manera que si la filosofía no es metafísica se queda
sin tema fundamental o se queda en mero metarrelato a lo Lyotard.
- ¿Pero su
apreciación no implica subestimar la ontología de Nicolai Hartmann?
Subestimar no,
señalar su insuficiencia sí. Por lo demás, para N. Hartmann la filosofía no es
metafísica, aunque sí ontología de los seres finitos. Su filosofía es una
ontología terrenal, inmanentista, sin trascendencia. Por eso se limita a una
descripción de las categorías de los diferentes niveles de los seres finitos.
La exclusión que hace del problema del ser o la existencia de los seres es
totalmente injustificada.
- ¿Pero su
postura no es acaso retrotraerse a posturas prekantianas o al idealismo alemán,
estoy pensando en Schelling que insistía que el problema filosófico crucial es
la relación entre el ser finito y el ser absoluto?
En filosofía no
hay progreso como en las ciencias. Lo que hay es replanteo de preguntas. Y la
pregunta que me hago es: ¿acaso la metafísica no se relaciona con el propio ser
del hombre? El hombre es un ser finito e histórico, pero con la capacidad de
separarse del mundo. Esto le da la capacidad de mostrarse como el ser que no está
enteramente en lo temporal e histórico, sino de habitar también lo intemporal y
suprahistórico. En una palabra, el hombre es una criatura metafísica porque
vive su inmanencia desde la trascendencia. Puede trascenderse a sí mismo sin dejar
de ser inmanente. Por ello el hombre es una criatura metafísica.
- El hombre
como ser que está más allá de sí mismo. Eso tiene un sabor al superhombre de
Nietzsche. ¿No está leyendo Usted a Nietzsche en clave metafísica?
Para Nietzsche
tanto el superhombre como la teoría del eterno retorno expresa su resuelta voluntad
de aceptar el mundo. Es un enfoque inmanente, donde no hay espacio para ninguna
trascendencia. Todas sus hipótesis son empíricas. Incluso el eterno retorno
coloca el sello de la eternidad sobre el mundo del devenir. Ahora bien, para
Nietzsche el superhombre es un mito para espolear al hombre en dirección al
superhombre. Mientras que en mis afirmaciones se sostiene que el hombre es un ser
metafísico no como mito sino como realidad. Por ello, no es una lectura de su
filosofía en clave trascendente. El hombre es realmente un ser dual, o sea histórico
y suprahistórico, temporal e intemporal, inmanente y trascendente. Y privilegiar
u obnubilar cualquiera de sus aspectos daña su propio ser. El hombre es un ser
natural y también espiritual. El hombre es un ser en el mundo, pero que se separa
del mundo. Y por ello, no es que el hombre busca los problemas metafísicos, sino
que está asediado por éstos desde la entraña de su propio ser.
- ¿Esta postura
suya no supone regresar a la filosofía de las esencias de la metafísica griega?
No, no lo supone.
En primer lugar, porque la metafísica de las esencias es superada y profundizada
por la metafísica trascendental, a la cual me adhiero. Y, en segundo lugar, hay
que recordar que también hay una forma inmanentista de hablar de las esencias
sin incurrir a la metafísica. Me estoy refiriendo a la fenomenología de
Husserl. En Investigaciones lógicas (1900-1901) afirma que la
lógica se ocupa de la esfera del significado, distingue entre conciencia y
objetos de conciencia. Lo cual implica distinguir las cosas individuales de los
significados universales, que como tales son esencias. Luego en Filosofía
como ciencia estricta (1910-1911) habla que la conciencia debe prescindir
de la actitud natural y así conseguir que la fenomenología como filosofía fundamental
preceda a cualquier ontología y metafísica. Pero es en Ideas para una
fenomenología y una filosofía fenomenológica (1913) donde va
distinguir entre noesis -acto de conciencia- y noema -contenido
significativo o esencia-. Además, insiste en la epojé o suspensión del juicio
en lo que respecta a la referencia ontológica. Y ya en Lógica formal y lógica
trascendental (1929) da el giro hacia el idealismo al deducir la conciencia del
yo trascendental y hacer de la realidad del mundo dependiente de la conciencia.
Sus Meditaciones cartesianas (1931) ratifican la coincidencia
entre lógica y metafísica. Como vemos la filosofía de las esencias ha tenido
también una versión inmanente y no necesariamente trascendente en la filosofía
moderna. Scheler tampoco es otra cosa, porque si bien su filosofía del valor
reconoce a éste como esencia independiente de la conciencia, sin embargo, supone
una metafísica del ser en sentido panteísta. Y Heidegger tampoco es muy
diferente, porque si bien rechaza la epojé husserliana y se orienta hacia una
filosofía del ser no idealista, no obstante, el ser se mantiene dentro de lo finito
y temporal. Nunca logra ir más allá del hombre, ni siquiera en su tono
antihumanista de convertir al hombre en el pastor del ser. Si Husserl engolfa
la historia en la temporalidad de la conciencia, Heidegger hace lo suyo con la
temporalidad del ser.
-Pero existe la
impresión que ha sido la filosofía analítica la que logró una exclusión de la
filosofía metafísica. ¿Lo considera así?
Es así sólo si
aceptamos que los problemas insolubles son pseudoproblemas, o sea, son cuestiones
verbales que carecen de significado claro. Pero ya sabemos que el criterio neopositivista
de significado no pudo evadir la crítica y acabó siendo un mero principio
metodológico. Con esto se derrumbó la aspiración neopositivista de lograr que
la filosofía llegue a ser científica y puramente analítica.
-Pero ha sido la
filosofía posmoderna la que se ha jactado de la disolución de la metafísica.
Lyotard, primero, negó que existan narraciones totalizantes, los discursos son
inconmensurables, se ha llegado al fin de los grandes relatos, no hay objetividad,
ni ley, ni pensamiento, el único criterio es el placer estetizante, el
sentimiento. ¿No le parece que esta es una descalificación profunda de la
metafísica?
No me parece.
La promoción del diferendo y la heterogeneidad aunado con la abolición de la
objetividad representa un relativismo radical encubierto con la razón estética.
Y no muy diferente me parece Vattimo, representante de la hermenéutica y de la ontología
débil. Bajo el lema de “no hay hechos sino interpretaciones” ha desontologizado
el pensamiento de Nietzsche y de Heidegger, y para huir del relativismo acude a
la piedad meramente inmanente. Su ontología débil le hace el juego al capitalismo
consumista y tecnológico. Las masas posmodernas viven agobiadas por el estancamiento
salarial y la precarización del empleo. Con el arrollador avance de la Inteligencia
Artificial sonó el campanazo de la extinción del empleo y la búsqueda de alternativas
de sustento, como el salario ciudadano. En otras palabras, no ha aumentado la
libertad, sino la incertidumbre vital. Por ello, la filosofía posmoderna deriva
hacia una cháchara bufonesca, que deja ser la diferencia a costa de promover la
alteridad pervertida. Por ello, es el más extraviado intento de dejar atrás los
problemas de la metafísica. No entienden la compleja dialéctica entre lo inmanente
y lo trascendente de la naturaleza humana.
Entonces, ¿Qué
es para usted la filosofía?
Es fundamentalmente
metafísica, pero no como repetición de la metafísica que enfatiza lo
trascendente en desmedro de lo inmanente como en la Antigüedad o Edad Media, ni
como énfasis de lo inmanente en desmedro de lo trascendente como sucedió desde
la Modernidad. La hora presente es diferente y la metafísica debe plantearse de
modo diferente: como síntesis de lo inmanente y lo trascendente, lo terrenal y
lo celeste, lo finito y lo infinito, lo temporal y lo eterno, sin reducir lo
uno a lo otro. Mire Usted, se filosofa no para tratar problemas de los
filósofos, sino problemas del hombre y del mundo. Ahí está el ser, en los
entes, aun cuando no se agote en la pluralidad de las cosas.
-Tengo la impresión
que su propuesta es profética y civilizatoria. ¿Es un nihilismo activo que
implica destruir todo aquello en lo que antes se creía?
No. Me gusta
más la imagen dialéctica de la superación o Aufhebung. Donde lo superado se
conserva. Lo que llega a su ocaso no es la razón misma, sino la razón burguesa
de la civilización capitalista. Pero llega a su ocaso con el capitalismo
digital, el cual coloniza el poder y se dirige directamente hacia un orden totalitario.
La modernidad envejecida es un sistema irracional que se hunde en la paranoia
de la vigilancia masiva global. Por ello, el internet es el olvido del ser y la
apoteosis del ente, pero esto acontece dentro de la metafísica empirista y
subjetiva de la modernidad capitalista. No es ningún secreto que el internet
aumentó exponencialmente la información, pero disminuyó dramáticamente la sabiduría.
- ¿Para usted
la ciencia ha matado el pensar, como sostiene Heidegger?
No, no es la ciencia
ni la técnica misma la que mata el pensar, sino que son éstas en manos de la
razón instrumental de la razón burguesa que busca el máximo beneficio y lucro lo
que mata el pensar. Como Heidegger no advierte la realidad de la razón burguesa
cree que de lo que se trata es de superar el pensar calculador. Y con eso deriva
hacia una postura reaccionaria hacia lo científico-técnico, que lo conduce a
afirmar que hay que reconducir el pensar hacia el estado mítico para devolver
su contenido a los vocablos “ser” y “ente”. Pero esto es otro error garrafal,
porque así no se distingue entre revelación natural mítica y revelación
sobrenatural de la Revelación. Heidegger se queda en la pagana revelación
natural de lo sagrado. A esto se agrega un tercer profundo error. Y es que Heidegger
nunca advirtió que la fe representa una superación del pensar calculador. Como
decía Kierkegaard contra Hegel: el acto de fe nos lleva más allá de la razón.
Pero hay algo más que se relaciona con la errónea apreciación del pensar mismo.
El pensar conceptual no tiene que ser necesaria y exclusivamente calculador.
Tampoco es cierto que Platón toma el ser como esencia. Este prejuicio arranca
desde Aristóteles. Pues la verdad total nunca será posesión del concepto. No
otra cosa es la alegoría de la caverna. El pensar metafísico no es pensar conceptual,
sino pensar analógico. Y justamente por ello, el pensar sobre el ser no tiene
que ser pensar poético o místico, como piensa Heidegger, sino basta que sea pensar
analógico. En suma, el hombre no sólo tiene la fe sobrenatural, sino también el
pensar analógico y metafórico para hacer metafísica sobre el ser. La ética del
pensar humano consiste en reconocer que el hombre no piensa para ser, sino que lo
hace porque es.
- ¿No cree que
la filosofía como metafísica deja un sabor políticamente conservador?
No, eso no es
cierto. Camilo Torres, Ernesto Cardenal, monseñor Arnulfo Romero, los teólogos
de la liberación y los sacerdotes mártires de la lucha por la transformación
social son el principal mentís del cariz conservador de la religión católica,
que vuelve a ser profética y de lucha por la justicia social. Por tanto, aquella
consideración nietzscheana del cristianismo como religión de esclavos, que preconiza
la sumisión, la resignación, la moral de rebaño, ha dejado de ser cierta. Es
una consideración desfasada históricamente. Por ello, la filosofía como
metafísica no es quietismo reaccionario meramente contemplativo. Además, la
complejidad introducida en la sociedad por el pensar computacional y el
capitalismo digital exige nuevamente interpretar el mundo antes de transformarlo.
La tesis once de Marx también hay que matizarla históricamente. Pues, la principal
amenaza que se cierne actualmente sobre el hombre es el poder omnisciente del capitalismo
digital, como expresión fidedigna del nihilismo moral que destruye la libertad
humana. Por ello, Auschwitz, Hiroshima, Ucrania son manifestaciones del mismo desnivel
prometeico del hombre respecto a sus propias creaciones.
- ¿En qué
consiste la metafísica de la era digital?
La metafísica
de la era digital consiste en el imperio del ente virtual, de la cosa
intangible digital, la cual mantiene el consumo capitalista a través de la
comunicación en la infoesfera, y como tal no crea vínculos reales, no genera lazos
humanos, ahonda la dimensión desechable del mundo, estrecha el tiempo al
presente y al instante, suprime el pasado y la historia, pero al mismo tiempo que
deshistoriza también desutopiza, porque destruye el futuro. Ya no se escucha al
otro porque el individuo ha dejado de escucharse a sí mismo. El ego declina en
narcisismo y misoneísmo, lo que metafísicamente equivale a abolir el sentido
del ser y caer prisionero en el sentido del ente. Pero se trata de un nivel del
sentido del ente donde domina la comunidad sin comunicación. Predomina la
soledad y el solipsismo. Ya no somos un ser en el mundo de la cosa física, sino
en el de la cosa virtual. Ya no se es en el tiempo ni en el espacio, sino en el
punto del presente. Impera el no-lugar, el vacío, lo transitorio. No hay descanso
ni estabilidad para la vida. El capitalismo vuelve ruidoso el mundo, porque
necesita del ruido para incentivar la circulación de las mercancías. El ruido
es horizontal, mientras que el silencio es vertical. Uno nos remite al mundo en
la hipercomunicación como consumo, lo otro nos eleva el alma hacia lo sagrado.
En el silencio se oye el ser, en el ruido se escucha el acontecer del ente. La
hipercomunicación digital ha disuelto la actitud religiosa del escuchar. La
vida se vuelve fugaz, contingente, aleatoria, indefinida, y ya no llega al corazón.
Ya no se siente el vivir. La propia vida se desacraliza, y pululan como mercancías
las ideologías de la muerte, la eutanasia, el aborto, y las ideologías que violentan
la naturaleza, como la ideología de género. En la propia ONU se ha llegado a
proponer un plan contra la catástrofe ambiental global. El hombre de la era digital
no se siente fascinado por la Naturaleza, sino por lo cibernético. Para Rudolf
Otto, en su libro Lo santo, el sentimiento es el medio por excelencia de
la experiencia religiosa. Pero el hombre de la infoesfera no es que tenga el
sentimiento trabado, sino naturalizado. Ya no siente la diferencia entre lo
sagrado de lo profano. Todo es profano, útil, medio. Una visión pragmática lo
domina. La era del corazón y de las cosas queridas han quedado atrás en la
veloz e instantánea era digital. Dostoievski decía que “sin Dios todo está
permitido”, y eso es lo que se vive en la digital posmodernidad.
C A P Í T U L O IV
¿Megamáquina enloqueciendo en la era digital?
C |
uando observamos el sedicente afán de destrucción de la civilización
recordamos que tales extravíos psicóticos, paranoicos, megalómanos y
esquizoides se dieron desde que ésta emergió en la historia del hombre. No es
extraño que hace cinco mil años, con la aparición de las civilizaciones, se
dividiera la sociedad en clases, y en la cúspide de la pirámide social se
erigiera la monarquía sagrada comandando la megamáquina de la sociedad a su
servicio. Tampoco es casual que antes de que surgiera la civilización, o sea en
el calcolítico y gran parte del neolítico no se hallaran aldeas fortificadas,
ni armas, ni evidencia de guerra. De modo que la guerra como forma normalizada
de la existencia política brotó con la civilización misma. Esta megamáquina que
hoy llamamos Estado, ha pervivido con gran contumacia hasta nuestros días con
todas sus ventajas y peligros, y el mayor de ellos es la guerra con todos los
trastornos implícitos en la psique humana.
En la era digital
la soberbia humana cobra alturas inusitadas, y cree poder desafiar el propio
peligro de un conflicto nuclear. No hay duda, la soberbia y la arrogancia es
una forma de locura moral del alma humana.
La cultura del
dinero del liberalismo pervertido ya representaba el enloquecimiento del hombre
sobreponiendo el Tener sobre el Ser. Ahora, si se le suma el nihilismo,
hedonismo y escepticismo inculcado por la cultura posmoderna, vemos cómo dicho
enloquecimiento llega al paroxismo. Paroxismo que nos vuelve insensibles al
estallido de una guerra termonuclear. Vivimos el declive esclerótico de la
razón burguesa, sus horas finales. Y precisamente por todo ello es más peligrosa.
Hay quienes piensan que el pensar computacional nos puede salvar, pero el pensar
computacional acelera el colapso del pensamiento creativo, el sentido de la
vida, los valores y la moral. El hombre de nuestro tiempo se asemeja más a
bruto montado sobre máquinas poderosas, que a un sabio que va a pie respetando
el mundo. El enloquecimiento de guerra nuclear que nos amenaza hoy, está
relacionado con nuestro enanismo moral que nos sobrecoge.
El
conflicto de Rusia con Ucrania tiene una lectura adecuada por Moscú y Pekín, a
saber, es un enfrentamiento con el imperio estadounidense y sus aliados de la OTAN.
El envío masivo de armamento a Zelenski y el saboteo a las conversaciones de
paz son una clara demostración de que no sólo se le quiere devolver a Rusia la
derrota estadounidense en Siria y Afganistán, sino que son parte de una nueva estrategia
que surge por parte de la élite anglosajona: el dominio militar del mundo a
través de una OTAN global. Lo cual en la práctica significa arder Asia y Eurasia.
Occidente no
apuesta por la paz sino por la III Guerra Mundial, que será inevitablemente
nuclear. Y en ese sentido van los planes del Pentágono de apoyar a Polonia en
la recuperación de territorio perdido en Ucrania. Pero creer que las bombas
nucleares tácticas evitarán el uso de bombas nucleares estratégicas es un
exceso desquiciado de confianza. Por mucho tiempo se pensó que el armamento
nuclear tenía un efecto disuasivo y resguardaba la paz de una hecatombe
nuclear. Más, con la aparición de la luciferina arma nuclear táctica esa idea
se disipa, para ocupar su lugar la idea de ataques nucleares de alcance limitado.
Pero ¿acaso la
plutocracia capitalista occidental ha perdido la cordura? ¿Cree realmente que
puede salir indemne de un conflicto de esa envergadura? ¿Es parte de un plan de
reducción de la población mundial una guerra apocalíptica? ¿Necesita el imperio
exponerse a un exterminio nuclear para volver a comenzar?
Arruinar económicamente
a Rusia no está dando resultado. Al contrario, la inflación y la estanflación
se dispara en Europa y Norteamérica. Sólo les resta lanzar a Polonia contra
Rusia y comenzar una conflagración armada de dimensiones colosales. China es
consciente que su turno le llegará inmediatamente, y, por ello, no dudará en
luchar junto con Rusia contra Occidente. Lo mismo hará Corea del Norte lanzando
su arsenal nuclear sobre Corea del Sur, Japón y las bases norteamericanas en el
Pacífico. Los BRICS verán de qué lado se ponen para sobrevivir. Medio Oriente
no será ajeno al conflicto nuclear y también tiene asegurada su autodestrucción
atómica. Potencias nucleares como Pakistán e Irán contra Israel sería un
holocausto. Los saudíes lo saben y por ello contribuyen a debilitar el dólar,
pero sin darse cuenta que precipitan la solución militar de Occidente. Colombia
será la punta de lanza de la OTAN en Sudamérica y el Aukus en el Pacífico. La apuesta
militar del hiperimperialismo global por una OTAN mundial no sólo es demencial,
sino autodestructivo. La destrucción será completa y total.
En medio de un
panorama tan descabellado, donde la humanidad luce enloquecida como nunca antes,
se percibe que el mundo unipolar rechaza el hecho de que el universo es
abierto, se sigue construyendo, es un proceso en desarrollo y que resulta
peligroso para la supervivencia humana querer mantener el orden de las cosas
completamente estable, inmóvil y sin cambios. El capitalismo anglosajón muestra
sin cortapisas su cara antidialéctica, totalitaria, unidimensional. Su deseo de
detener la historia no es real, colisiona no sólo con la realidad, sino también
con lo racional. Su obstinada estrategia de congelar la historia por medio de
las armas puede significar esta vez la destrucción completa del planeta. Sólo
otra fuerza material que los derrote los podrá hacer entrar en razón.
Lamentablemente esta vez la humanidad cuenta con armas tan letales que la puede
dejar sin civilización y sin futuro.
La pregunta
final ya no es si es posible congelar la historia, porque no es posible, sino,
más bien, ¿está enloqueciendo la humanidad? No habiendo sanatorio donde
internar a los dementes guerreristas, es necesario mantener esperanzas razonables
de una solución óptima para el futuro de la especie humana. En qué consistirá
esa solución razonable: en que el mundo unipolar arrié sus banderas y deje su
lugar al mundo multipolar. Pero al parecer esa opción ya está resultando ilusoria.
El mundo se desliza hacia la senda más insensata: la confrontación directa entre
potencias nucleares. De muy mal pronóstico y diagnóstico.
El presente
enloquecimiento que sacude a la humanidad está relacionado íntimamente con el
capitalismo tardío o la modernidad envejecida. Es decir, vivimos el ocaso de la
razón burguesa. Y en ella la estupidez, la imbecilidad, la oligofrenia social ha
alcanzado límites insospechados. Paralelamente se trata de una sociedad
psicopática, que rinde culto a la muerte. Por esto, en este tiempo finisecular
la razón política dominante se esclerotiza, se vuelve estúpida e insensata. Un
ejemplo de esta estúpida maldad es el embargo sobre las remesas que impide que
se envíe dinero a las familias cubanas. Todo lo cual nos está conduciendo a un
descalabro, pero que no es inevitable. Nada en la historia está concluso, hay
siempre un margen de rectificación y encausamiento positivo. En este sentido lo
más saludable es permanecer con esperanza de lado de las fuerzas que entienden
que la historia debe cambiar del modo lo más pacífico que sea posible.
El presente artículo
podría ser objetado por los capitanes del capitalismo neurocognitivo afirmando
que la guerra contra Rusia y, luego, China, no representa el enloquecimiento de
las élites anglosajonas, sino todo lo contrario, su más grande proceder
racional, porque así lo indica el pensamiento aceleracionista del pensar computacional
y sus algoritmos canallas. En su razonamiento no se trata de detener la
historia, sino de hacerla andar más por la senda del liberalismo imperial
corporativo anglosajón, eliminando de la historia otras formas de capitalismo,
a saber, comercial (China) y nacional (Rusia). Pero este enfoque adolece de una
contradicción intrínseca, la cual es que dicho liberalismo se vuelve en totalitarismo
global del capitalismo unipolar.
Lo que en esto
vemos es que la tiranía de la tekné se impone a través del capitalismo neurocognitivo
imperial. Es más, la propia lógica de la eficiencia del pensar tecnológico
computacional exige una forma política tiránica mundial. En otras palabras, la
humanidad tendrá que afrontar el problema de la esencia pensar técnico, salga quien
salga victorioso en este eventual enfrentamiento de potencias nucleares. En la
era digital el hombre ha dejado de sentirse por completo un invitado en el
mundo, y se siente ahora su dueño, cree que puede disponer a su antojo de la
naturaleza y de los otros. He ahí el peligro que nos amenaza, es un peligro que
está instalado en la propia alma humana por la sensación de poderío de la tekné
digital.
[1] Lewis Mumford en su libro El mito de la máquina. Técnica y evolución
humana, desarrolla la idea de la aparición de la monarquía hace tres mil
años como el surgimiento del poder totalitario. El rey es el primer motor de la
megamáquina humana, él representa el orden del universo, celestial e impersonal.
Otro libro es La megamáquina. Razón tecnocientífica, razón económica y mito
del progreso, de Serge Latouche, aunque es un abordamiento centrado en
nuestra era transnacional. No menos interesante es Contra la megamáquina.
Ensayos sobre el imperio y el desastre tecnológico de David Watson.
[2]
Rüdiger Safranski en su
biografía Un maestro de Alemania. Martín Heidegger y su tiempo, relata
cómo el Mago de Friburgo interpretó el nazismo como un evento metafísico
fundamental, se vio así mismo como el
sumo sacerdote filosófico de la revolución nazi, asume el rectorado con entusiasmo,
comienza una serie de discursos que testimonian su adhesión partidaria, su antisemitismo
es de compromiso pero efectivo, se aparta de sus viejas amistades judías,
traiciona a Husserl, conspira contra sus colegas, no dice nada ante los campos
de concentración de Friburgo. El Partido nazi lo veía como una filósofo
fantasioso, intrigante, salvaje, un esquizofrénico peligroso. Heidegger piensa que
los nazis fracasaron porque no avanzaron hacia lo metafísico. En sus lecciones
sobre Nietzsche (1936-1941) rechaza el nazismo por ser otra versión de la
apoteosis de la razón técnica. En sus folios secretos Aportaciones
(1938) busca una nueva forma de hablar de Dios, pero siente que el Ser habla
por medio de él. No quiere nada con Dios, se alucina como profeta. En el final
horroroso de la guerra se evade en los grandes pensadores. Siempre se sintió
exento de culpa jurídica y moral. En Carta sobre el humanismo rechaza el
humanismo. El hombre es sólo un medio para el ser. Heidegger siempre eludió hablar
de la seducción del filósofo por el poder. Lo ontológico lo alejó de lo óntico.
[3] Sobre el capitalismo digital resulta de mucha utilidad tener en cuenta Crítica
del hipercapitalismo digital de Albino Prada, El Atlas de la Revolución
digital. Del sueño libertario al capitalismo de la vigilancia de Clave
Intelectual, Desconexión digital. Cómo el capitalismo está poniendo a internet
en contra de la democracia de Robert W. McChesney, Capitalismo Big Tech.
¿Welfare o neofeudalismo digital? de Evgeny Morozov.
[4] Precisamente ese es el tema central de mi libro Carta
sobre la metafísica, una filosofía de la síntesis que sirva de nueva imagen
del mundo para la futura civilización.
[5] Sobre las nuevas tecnologías es importante revisar La tecnociencia y
nuestro tiempo de Marta López Gil y Liliana Delgado, Entre la
tecnociencia y el deseo de Esther Díaz, Cuerpo, subjetividad y
tecnociencia de Ximena Castro Sardi, El impacto de la tecnociencia en el
mundo humano de Margarita Boladeras, Filosofía y ciencias de la vida
de Juliana González coordinadora.
[6]
Resulta sintomático que Spengler, Toynbee y Mumford
coincidan en la idea de que una civilización entra en declive cuando es incapaz
de convertir toda su riqueza material en riqueza espiritual.
[7] Sobre los Big Data es ilustrativo revisar Big data de Walter Sosa
Escudero, Big data de Bernard Marr, Big data. Análisis de grandes
volúmenes de datos en organizaciones de Luis Joyanes Aguilar.
[8] Es significativo que la reflexión sobre modernidad de G. Vattimo en el
libro El fin de la modernidad, pone énfasis en que los ideales básicos
de la modernidad han dejado de existir y que vivir en el mundo de hoy significa
experimentar la libertad entre la pertenencia y el desasimiento. En el 2003
asocia el nihilismo con la emancipación, en el 2006 enarbola la fe débil, en el
2009 declara el Adiós a la verdad y en el 2012 en su libro De la
realidad rechaza cualquier principio cosificador de la vida democrática
presentes en los sistemas de control de las nuevas tecnologías. Pero en realidad
la renuncia de Vattimo a la verdad y a la razón resulta conspirando contra su
intento emancipador de la diferencia. No se da cuenta que el dejar que sea la
diferencia y el propio pensamiento débil le hace el juego a la des-subjetivación
de la era digital.
[9]
Sobre el internet de las
cosas resulta valioso revisar Internet de las cosas. Un futuro hiperconectado
de Luis Joyanes Aguilar, Inteligencia artificial, big data y éxito
empresarial de Jorge Díaz-Cardiel, Internet de las cosas de Manuel
López Seuba, Internet de las cosas de Moisés Barrio Andrés, Internet
de las cosas de Neil Wilkins.
[10]
Sobre las Fake news me he extendido en mi reciente
obra La modernidad envejecida. Cómo la era deshonesta lleva al mundo a su
final, donde en el contexto del conflicto en Ucrania el mundo occidental
impone en el internet la censura a la libertad de pensamiento a la versión
contraria a sus intereses. El caso Assange y Snowden son otro ejemplo fascista de
la censura a la libertad de expresión y de prensa.
[11] El libro de Waldomiro O. Piazza SJ, Religiões da Humanidade, (Edições Loyola, Sao Paulo, 1991) ofrece una interesante clasificación de las religiones en la historia.
[12]
Sobre la economía contributiva
del internet se puede consultar Los principios económicos detrás del internet
de Manuel Lobato Vico, La economía digital y el comercio electrónico de
Raquel Álamo Cerrillo, Diccionario digital de la Nueva Economía: Internet,
nuevas tecnologías, medios de comunicación, de Fundación Madritel, Más
allá de internet. La red universal digital de Fernando Sáez Vacas.
[13] Sobre la infoesfera es indispensable la consulta de El sentido del
pensamiento. Proletarios digitales o zombis tecnológicos de Markus Gabriel,
Pensare´l infosfera. La filosofía come design concettuale de Luciano
Floridi, La quarta rivoluzione. Come l´ínfosfera sta trasformando il mondo
de Luciano Floridi.
[14] Sobre el cinismo es aleccionador la consulta de El imperio del cinismo.
Democracia, arte, medios y crítica cultural frente al nuevo milenio de
Patricio Loizaga, y El imperio de lo efímero de Gilles Lipovetsky.
[15] Sobre la élite Bilderberg se puede consultar Los
secretos del Club Bilderberg de Daniel Estulin, Los amos del
mundo están al acecho de Cristina Martín Martínez, Los planes secretos del
club Bilderberg de Cristina Martín Martínez, Il grupo Bilderberg de
Domenico Moro. Como se advierte la bibliografía es europea. Al parecer nada se
ha publicado sobre ello en esta parte del mundo.
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