EL MUNDO EN VILO
Se dice que la distancia más grande entre dos personas, es un malentendido. Pero aquí lo que espectamos es el reino de la confusión. El mundo ve atónito como los necios políticos europeos prefieren caer en la inflación, devaluación, crisis energética, destruir el empleo y su economía, por seguir sumisamente a pie juntillas las descabelladas diatribas rusofóbicas del imperio anglosajón. Aún a sabiendas que era el imperio del Norte el que siempre se mostró contrario al abastecimiento de gas por Rusia a Europa, y era el primer interesado en apartar a Europa de Rusia. Francia tuvo la oportunidad de reaccionar en las recientes elecciones y no lo hizo. Ahora Italia con Giorgia Meloni se yergue insumisa con el reciente triunfo electoral del nacionalismo ultraderechista que se muestra claramente anti-OTAN. Pero una golondrina no hace verano, y, al parecer, Biden y Londres aceleran los motores de la guerra hasta el límite demencial de empujar a Rusia y China hacia un enfrentamiento nuclear. Todavía está por verse si el canciller alemán Olaf Scholz tendrá el coraje de escuchar a Merkel y desafiar al amo imperial para debilitar de las acciones de la OTAN en Ucrania.
Un viejo proverbio reza: Lo que no es útil para la colmena, no es el útil para la abeja. Pero desde el neoliberalismo global la élite mundial se acostumbró a imponer su criterio sobre la colmena. Y así, el conflicto sigue escalando peligrosamente en Ucrania y las tensiones no cesan de crecer en Taiwán. Primero fue el atentado terrorista a la hija del filósofo ruso Dugin, luego el desafiante viaje de Nancy Pelosi a Taiwán, y ahora el sabotaje a las líneas suministro de gas ruso para Europa, Nord Stream I y II. Destrucción que el senil Biden había prometido. Washington y Londres enceguecidos de ambición imperial continúan con las provocaciones a Rusia y a China, arrastrando al mundo hacia un conflicto nuclear donde no habrá ganadores.
No hay peor ciego que el que no quiere ver. Tal cosa no nos debería llamar a la atención, porque cuando un imperio llega a su decadencia y decrepitud hace cosas descabelladas, imprudentes y desatinadas. Ya lo decía Erasmo de Rotterdam cuando afirmaba que la paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa. Pero ante esto es completamente sordo la mezquina ambición imperial. Han sido precisamente los bajos intereses de la élite mundial la que provocó la presente guerra en Ucrania y también la incorporación a Rusia de las repúblicas populares de Donetsk, Lugansk, Jerson y Zaporozhye.
Los 50 millones de muertos durante la Segunda Guerra Mundial quedarán como niño de pecho ante lo que se viene. En un escenario de guerra termonuclear tan sólo en las primeras 48 horas más de 100 millones de personas habrán muerto en el conflicto apocalíptico. Europa, Rusia y América del Norte quedarán devastadas. Y en las siguientes 72 horas se habrán sumado otras 500 millones de víctimas del Sudeste Asiático y Oceanía. Hay quienes piensan que Occidente no llevará las cosas tan lejos a sabiendas que Rusia con 6 mil cabezas nucleares y sus misiles hipersónicos los supera. Quisiera tener el mismo optimismo, pero las acciones descabelladas de las provocaciones injerencistas de Occidente desvanecen las más optimistas expectativas.
El imperio estadounidense y británico lucen extraviados y enloquecidos en su declive histórico. Y en su desvarío es seguido por una desorientada Europa satélite y sin altura, para responder al desafío del momento crítico. No obstante, para impedir el desastre se necesitan urgente tres cosas:
1. Defenestrar del poder a Biden, cabeza visible del guerrerismo actual.
2. Disolución de la OTAN
3. Nuevo Orden Mundial Multipolar.
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