PERÚ: FIN DE CICLO YANQUI
Lo que vemos en el caos político del Perú es el fin del ciclo del hegemonismo norteamericano en el Continente y en el Mundo. Nos explicamos.
Tras la caída el presidente Pedro Castillo hay quienes piensan que en el Perú la democracia es inviable y que la salida es la dictadura. Pero esto no es más que un estrabismo, porque lo que ha sucedido es un golpe constitucional de las fuerzas de derecha contra la propia democracia. O sea, no es la democracia lo que estorba, sino los intereses que defiende la derecha peruana.
Sencillamente una nueva constitución ¿a quién amenazaba en el Perú? A las grandes corporaciones transnacionales que gozaban de exoneraciones tributarias y otros privilegios que les consagra la constitución Fondo-fujimorista. Y la derecha en todo este tinglado actuaba como testaferro de sus intereses. No resulta, entonces, extraña coincidencia que un día antes de la caída de Castillo la Comisión de Economía del Congreso planeara aprobar por 10 años más para los privados el control de nuestro petróleo en la selva.
Pero la salida de Castillo viene precedida de una sucesión de diez presidentes en tan sólo 22 años. Seis de ellos involucrados en casos de corrupción (Fujimori, Toledo, García, Humala, Kuczynski, Vizcarra). Corrupción que es alimentada desde la misma constitución pro-monopolios, que corroe las entrañas de la democracia.
El caso con Castillo es más flagrante porque no ha caído por corrupción, sino porque la derecha vulneró la voluntad popular desde que conoció su derrota electoral, y orquestó mediáticamente toda una campaña difamatoria en su contra. Para el Perú profundo quedó en evidencia que no era Castillo lo que estorbaba, sino el reclamo popular de una nueva constitución nacionalista que resguardara nuestra soberanía.
¿Debe sorprender que esto haya ocurrido con Castillo? No, sobre todo en un país no amenazado por nadie y que, sin embargo, es sede de ocho bases militares norteamericanas. Pero, además, en un país donde la concentración del poder económico, el incremento de la desigualdad en la distribución de la riqueza se disparó, no es extraño que un presidente con nueva constitución en cartera era visto como un peligro a eliminar.
Si en el Perú del 2003 el 70% de la riqueza nacional se concentraba en 225 personas, en el del 2022 el 85% se conglomera en 11 grupos económicos (6 nacionales y 5 extranjeros). ¿En ese contexto de concentración económica, podía sostenerse en el poder un presidente con la agenda amenazante de una nueva constitución? Claro que no. Menos aún con un conductor sin liderazgo político, sin arrastre de masas, ni partido sólido, como era Castillo.
No obstante, en el fenómeno que analizamos hay algo más profundo que trasciende todo caudillismo. Viene de la corriente popular que sacude toda América Latina, y que ha puesto a gobiernos de izquierda desde México hasta la Argentina. A esa corriente se la puede identificar con el fin del hegemonismo norteamericano y el comienzo del hegemonismo chino. También puede ser visto como el fin del mundo unipolar y el comienzo del mundo multipolar.
Si el oncenio de Leguía representó el fin del Perú Aristocrático, y como tal fue el paso de la hegemonía británico-francesa a la hegemonía norteamericana; si el septenato de Velasco Alvarado significó el Fin del Perú Oligárquico semifeudal, un intento de plegarse al hegemonismo de la URSS, pero que en la práctica fue el comienzo del capitalismo desarrollista; ahora los diez presidentes en apenas veinte años, encarnan el acelerado final del capitalismo neoliberal y el declive del hegemonismo norteamericano, junto al ascenso del hegemonismo chino. La política peruana sólo está a la espera del surgimiento de su figura política, porque una explosión popular podría tener imprevistas consecuencias.
Todo este análisis no significa que la derecha y el hegemonismo yanqui tenga la partida prácticamente perdida, pues puede convertirse de potencial mundial en potencia regional y mantener por un tiempo más su dominio. Pero dada la penetración comercial china y sus reglas de juego diplomática de no injerencia en la política interna, dicho panorama de dominio regional del Hegemón del Norte sería de muy corta duración.
Por todo ello, nos preguntamos si la derecha con Dina Boluarte ¿se arriesgará a convocar nuevas elecciones a sabiendas de afrontar una derrota política estrepitosa?
En extraña coincidencia con nuestro destino telúrico, el Perú vuelve a latir como tiempo eje del Geos americano. Como en los tiempos finales del colonialismo español en el siglo diecinueve, de manera similar también hoy en el Perú se vuelve a poner en juego la independencia de América respecto al imperialismo colonialista estadounidense.
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