LA PROPUESTA DE LO MITOCRÁTICO
En torno al debate
de la filosofía precolombina
Se me ha preguntado exactamente en qué
libro mío surge la categoría de lo mitocrático y en un primer momento no tenía
clara la respuesta. Lo cierto es que mi reacción contra la definición
eurocéntrica de la filosofía fue desde un primer instante. Ya desde el primer
libro que dediqué al tema, me refiero a Eurocentrismo
y Filosofía prehispánica de 1998, había asumido una definición multívoca
del filosofar. Y esto aconteció tras la superación de mi etapa marxista en el
97, por medio de una apertura poética y antes de que leyera la filosofía
intercultural de Estermann en su tratamiento de la filosofía andina.
Desde entonces quedó claro para mí que
entraba en un campo minado, a un territorio plagado de verdades consabidas,
prejuicios asumidos y posiciones irreductibles. Los maximalistas nativo-céntricos,
identificaban el mito con la filosofía sin preocuparse mucho por establecer un
nuevo criterio para entender lo filosófico y el mito, de allí que muchas veces
cayeran en el criterio comparativista de justificar la filosofía autóctona
encontrando notas comunes con el modelo occidental. Los minimalistas
eurocéntricos, rechazaban la filosofía para el pensar prehispánico reivindicando
la definición monocultural de la filosofía y la idea de cosmovisión.
En esta dicotomía tomé desde el comienzo
una posición intermedia pero no ambigua, epistémica más bien, puesto que me di
cuenta que los argumentos de los minimalistas no podían ser refutados con
coherencia sin establecer antes un criterio distinto para el filosofar no
occidental. Por eso que las notas que establecí para el pensamiento
prehispánico fueron desde un principio distintas a las presentadas en el pensar
filosófico occidental (Eurocentrismo y
filosofía prehispánica, pp. 63-65). Y en el 2000 publiqué Racionalidad filosófica del Perú antiguo,
en donde el énfasis estaba puesto en demostrar que la filosofía prehispánica
era mítica y parte orgánica de la racionalidad precolombina.
Captar la categoría de lo mitocrático me
llevó varios años, intensas lecturas, escribir muchos libros y urgentes
cavilaciones. Paulatinamente se iba desbrozando el frondoso bosque para dejar
ver el paisaje. Tuve que adentrarme primero en el estudio de la obra y
pensamiento del Inca Garcilaso (Véanse La
metafísica de la luz del Inca Garcilaso, 2005; El Inca Garcilaso como filósofo, 2008; Visión del Perú del Inca Garcilaso, 2008), la sabiduría de los amautas,
que me reveló su peculiaridad espiritual, religiosa y mítica (Los amautas filósofos, 2006), el estudio
de la nihilismo de la posmodernidad, que me hizo captar el logocentrismo imperante
en Occidente (La hermenéutica posmoderna
del hombre sin absolutos, 2007; Erosión
nihilista de la sociedad postmetafísica, 2007).
Es decir, desde 1998 hasta el 2007,
fueron alrededor de casi 10 años que me tomó descubrir dicha categoría de lo
mitocrático. Esto representó para mí pasar del criterio culturalista al
criterio mitocrático, es decir, el fundamento de otra forma de filosofar no se
limitaba al orbe cultural prehispánico, sino que se extendía a todas las formas
pre griegas de filosofar en el mundo, pero además se precipitaba hacia los
orígenes de la humanidad para disolverse en una nueva categoría más remota y
difícil de entender, que más adelante encontré explicación.
Sin más rodeo puedo indicar que la
categoría de lo mitocrático lo mostré por primera vez en un libro que publiqué
en el 2007, Filosofía mitocrática antes
de la Conquista, en cuya primera parte abordaba el tema de las mentalidades
humanas, los paradigmas de la filosofía y la Multivocidad filosófica, que
comprendía el logos de la ratio y el logos del mito.
Trabajo que poco después fue publicado
en la Revista electrónica sanmarquina de
Filosofía que dirigía el profesor de filosofía y escritor Johnny Octavio
Obando Morán, ahora en Brasil tras abandonar aulas sanmarquinas. Ese mismo año
publiqué otro texto denominado Las
filosofías marginadas. Fundamentos de la teoría mitocrática de las filosofías
no occidentales. Allí traté, en la primera parte y por primera vez, de
sistematizar la teoría de la polaridad del logos humano hablando del logos como
predisposición, su polimorfismo y polaridad, la universalidad del logos filosófico,
su diversidad y multivocidad.
¿Por qué pasé del primero al segundo?
Porque mientras uno estaba enfocado en demostrar la aplicación de lo
mitocrático al mundo prehispánico, el segundo se abocaba a extenderse como
criterio explicativo en todas las filosofías no-occidentales.
No está demás añadir que este concepto
nuevo de lo Mitocrático, lo expuse a
la comunidad académica nacional al ser invitado al I Congreso Latinoamericano
de Filosofía, organizado por la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa, del
25 al 28 de noviembre del 2008, con la ponencia Filosofía mitocrática y filosofía logocrática.
Allí las preguntas de profesores y
alumnos desconcertados se centraron en lo problemático de romper con el
criterio griego de filosofía. A lo cual les respondí que como filósofos debemos
aprender a poner en cuestión todo lo asimilado en las aulas. Era necesario
repensar el sentido originario de la filosofía para descubrir una fenomenología
mucho más profunda, rica y compleja.
Al año siguiente, también tuve la
oportunidad de hacerlo al recibir la invitación al II Congreso Nacional de
estudiantes de Filosofía, organizado por la Universidad San Cristóbal de Huamanga-Ayacucho,
realizado el mes de setiembre del 2009, donde diserté sobre Mitocratismo, anetismo e hiperimperialismo.
Tres nuevos conceptos filosóficos.
Lamentablemente, por razones del
ambiente académico, la atención de estudiantes y alumnos se centró en la
categoría del hiperimperialismo. Y
tuve la ocasión de dirigirme a la comunidad académica internacional cuando fui
invitado al IV Congreso sobre pensamiento ancestral y filosofías no
occidentales realizado en la hermosa y cálida ciudad ganadera e industrial de
Bucaramanga, en Colombia, en setiembre del 2009. Allí sí se le prestó entera
atención –“nadie es profeta en su tierra”, reza el Evangelio-, se valoró su
importancia como criterio heurístico e incluso se dispuso la instauración de un
seminario que estudiara la propuesta. Luego vendría la invitación a México, del
Instituto de Investigación sobre la Universidad (IESU) de la Universidad de
Toluca, para exponer la idea a maestristas de filosofía en un seminario
organizado ad doc.
A estas alturas, la recepción de las
nuevas ideas las puedo clasificar en tres formas:
a)
la forma escéptica, integrada por el grupo eurocéntrico universalista, que
descalifica como filosófico el pensamiento pre griego, a lo sumo conceden
hablar de “pensamiento”, “pensamiento mítico” o “filosofía en sentido laxo”;
b)
la forma dogmática, integrada por el grupo nativista regionalista, que no
cree necesario inventar una nueva categoría por considerar que mito y filosofía
se identifican sin necesidad de especificar un nuevo concepto de lo filosófico;
c)
y la forma crítica, constituida por investigadores independientes que ven la
necesidad de asumir el problema sin unilateralidades universalistas ni
regionalistas, asumiendo el desafío de comprender plenamente lo filosófico
también bajo una forma no griega.
El origen de la invención y propuesta de
la categoría de lo “mitocrático” tiene lugar en el 2007, pero desde el 98 ya
había constatado que no se puede simplemente atribuir el pensar filosófico a las
culturas no occidentales al margen de una teoría sobre el origen de la
filosofía, la cual está, a su vez, estrechamente ligada a una teoría de la
razón o del logos humano. De lo contrario se incurre en una petición de
principio, defecto, por lo demás, bastante común en esta clase de
investigaciones.
En otros términos, es imposible hablar
de “filosofía” en el pensamiento pre griego sin antes establecer los términos
en que entendemos la “filosofía” y la “razón” humana. Sólo si previamente esclarecemos
estos puntos será posible discutir con sentido lo “filosófico” en el
pensamiento ancestral, de lo contrario el criterio eurocéntrico de la filosofía
quedará de pie, aun cuando ya hemos visto que N. Abbagnano demuestra que el
criterio eurocéntrico tiene pies de barro.
La conciencia de este problema previo me
llevó a elaborar el concepto filosófico de lo “mitocrático”, entendido como:
·
aquella forma de pensar que gira en
torno al mito y no al concepto,
·
que por orbitar alrededor del mito no
deja de ser lógico, y que, por tanto, los principios lógicos siguen siendo los
mismos,
·
pero con la diferencia que la hegemonía
no la tiene el principio de identidad, cosa que ocurre desde Parménides y se
consagra en el pensamiento occidental con Aristóteles, sino que dichos
principios lógicos se subordinan al principio de contradicción,
·
cosa que hace posible el pensamiento
metafórico, analógico, multívoco, polisémico y alegórico,
·
los cuales permiten con toda pertinencia
postular una visión total y última de las cosas, es decir permite alcanzar un
pensamiento filosófico.
Sólo
de esta manera es posible superar con coherencia el concepto monocultural de la
filosofía, lo cual no se logra ni con la igualación de la filosofía con la
cosmovisión, como lo hace la filosofía intercultural, ni con la clásica
distinción entre “actitud” –innata- y “aptitud” -adquirida- filosófica.
A estas alturas habría que decir con
Aristóteles que ciertamente todos los hombres filosofan porque la razón es
universal, pero añadiendo un detalle, y este es que la razón o el logos humano
no se manifiesta sólo por el concepto sino también por el mito.
Mytho y Razón son legítimas
manifestaciones del logos humano que permiten alcanzar una concepción
filosófica del universo. Así se comprende que la filosofía se presente también
como un saber de origen divino, un saber de salvación y sintético, como es en
la filosofía no occidental; y no solamente como un saber analítico y de origen
humano, como ocurre desde Grecia.
Claro que, el pensamiento filosófico
mitocrático es cualitativamente diferente al pensamiento filosófico racional,
no sólo porque uno se rige por el principio de contradicción o armonía de
contrarios y el otro por el principio de identidad, sino porque ambos responden
a momentos diferentes del desarrollo humano, desarrollo que no es diacrónico
sino sincrónico.
De ahí que todavía subsista el pensar
mitocrático no sólo entre las culturas ancestrales, sino incluso en la
conciencia del hombre moderno occidental.
Todo lo cual responde a la situación de
que se trata de una estructura trascendental de la mente humana que no puede
ser suprimida, aunque sí encauzada, por la manifestación cultural.
Soy plenamente consciente que la teoría
de lo mitocrático está todavía en sus comienzos, es un territorio nuevo y
desconocido que nos desafía a desentrañarlo en toda su complejidad. Tarea que,
por su amplitud, exige la colaboración interdisciplinaria, desprejuiciada y
creativa. Pues sin estudios parciales no se puede verificar una visión total.
A propósito, se me ha preguntado si la
teoría de lo mitocrático está compuesta de proposiciones analíticas o
sintéticas. Si está compuesto de proposiciones analíticas serían válidas a
priori o independientemente de la experiencia; y si son sintéticas serían
válidas a posteriori y dependen de la verificación empírica.
Pienso que, sin perjuicio de su estatus
gnoseológico y científico, la teoría mitocrática se corresponde con la verdad y
método de la filosofía como un caso especial dentro del conocimiento estricto.
Dicho de otra forma, los filosofemas no pueden excluirse del dominio
conocimiento estricto por no adecuarse dentro de los márgenes de lo analítico o
sintético.
Los enunciados de la filosofía
(valorativos, existenciales, inferenciales, etc.) se resisten a ser reducidos
meramente a la verdad observacional o analítica. La verdad y método en
filosofía se extiende desde la inferencia cuasi matemática del análisis lógico
y el dato inmediato de la reflexión fenomenológica hasta el modo cuasi
sentimental del pensar simbólico y la exhortación moral. Por ello su esencia
radica en la validación argumentativa y aserciones categóricas.
Creo, en este sentido, que hay que
ahondar en el significado mitocrático de la magia, y la revelación. Si una es
manipulación humana de fuerzas ocultas, la otra es comunicación de Dios con los
hombres. Ya lo dijo Sir James Frazer en La
rama dorada, mientras el mago obliga, el sacerdote persuade. Quiere esto
decir que el logos del Mytho está más cerca a ambas, pero de distinto modo, de
modo activo en la magia y de modo receptivo en la revelación.
Pero en lo fundamental lo que aquí
interesa no es establecer la precedencia de la magia respecto a la religión en
la historia de la humanidad, sino su pertenencia a un modo de pensar que las
une en su estructura básica, y ésta es lo mitocrático, que en sustancia se
concibe unido a lo sobrenatural. Sin respeto por lo numinoso no se entiende al
pensar mitocrático.
Platón y Aristóteles afirman que el
punto de partida de la filosofía es el asombro por encontrar el sentido del
mundo. El asombro es lo propio de la actitud filosófica y la respuesta ante las
interrogantes que provoca pueden darse ya sea a través del Mito o de la Razón.
Y es así porque a través de ambas la filosofía es por esencia la indagación por
los orígenes.
La filosofía no sólo como ciencia
teórica, sino también como mito y saber de salvación, permite dar cuenta de lo
extraordinario del mundo. En este sentido no sólo cabe hablar de filosofía
griega sino también de filosofía de la India, China, Babilonia, Persia, Egipto,
África y Amerindia. Por ello su significado y contenido trasciende su origen
griego.
De manera que la filosofía comienza en
el mundo ancestral civilizado con un periodo mitológico, seguido en Grecia por
un periodo cosmológico, antropológico y sistemático. Y ello implica que la
pregunta filosófica no siempre ha sido la misma, puesto que el periodo
mitológico implica un esfuerzo por realizar la trasmutación espiritual que
permita la superación de la muerte tras la regeneración de un nuevo ciclo
cósmico.
Esto significa que no sólo no hay
concepto único de filosofía, sino que inclusive el concepto occidental de
filosofía no es exclusivo y más bien existe otro concepto que permite dar
cuenta de lo filosófico en orbes no occidentales, siendo dicho concepto el de
lo “mitocrático”.
Así, la categoría de lo mitocrático
responde al reconocimiento de que constituye una petición de principio afirmar
simplemente que la filosofía está en los mitos y en las cosmogonías.
Pues si antes no se explica la esencia
del mito, la esencia de la filosofía y la esencia del logos humano, no es
posible hablar con sentido de la filosofía ancestral.
Creo que los intentos de probar la
existencia de la filosofía en el pensamiento ancestral y en las grandes
culturas antiguas ha fracasado, porque justamente esta cuestión previa no se
tomó en cuenta seriamente y se procedió con facilismo a identificarla con la
cosmovisión, la actitud filosófica, la universalidad de la razón, entre otros.
Pero es imposible, a estas alturas, seguir procediendo del mismo modo.
Sólo respetando este paso previo se
puede reconocer que el hombre de las civilizaciones egipcia, babilónica,
hebrea, entre otras, desarrolló un pensamiento filosófico, pero de carácter no
conceptual ni especulativo, sino vinculado a la vida, la moral, la salvación y
la religión. No se trata de un pensar filosófico que recurre al mito para
expresar ciertas verdades, como en Platón, sino que se trata de una filosofía
que es mito cosmológico, cosmogónico y vital.
En este sentido valoro las meditaciones
del filósofo sanmarquino Mariano Iberico en su obra La Aparición (1950),
que la leí y estudié tardíamente en el 2013, cuando ya había formulado la categoría
de lo mitocrático, pero cuya sutileza para entender lo simbólico y el
sentimiento del destino me ayudó significativamente a desarrollar el esquema de
la mentalidad mitocrática.
Y lo expresado es válido a pesar de la
demostración, tan esforzadamente emprendida por H. A. Frankfort, J. A. Wilson y
T. Jacobson en su libro The Intellectual
Adventure of Ancient Man, traducido al castellano muy desacertadamente por
el FCE como El pensamiento prefilosófico,
que hace hincapié en que lo divino era comprendido por el hombre primitivo, los
egipcios y babilonios como algo inmanente al mundo, mientras que con los
profetas hebreos se introduce se introduce una separación entre Dios y el
mundo, es decir la idea decisiva de la trascendencia al mundo. Idea que también
queda formulada por el Inca Garcilaso al explicar el significado de la palabra
Pachacamac (Comentarios Reales, Libro
II, cap. II).
El criterio occidental de filosofía
supone que culturas como la china, hindú y otras también utilizaron
procedimientos racionales, pero nunca pasaron de cierto límite y no lograron
constituir un conocimiento racional. Y esto es parcialmente cierto. Pues, los
griegos fueron los primeros en hacer filosofía con el uso sistemático de razón
conceptual, pero las culturas anteriores no occidentales también hicieron
filosofía mediante el pensar metafórico, alegórico, multívoco, poético y
analógico, es decir mediante el mito.
El pensar mítico, llamado por mí “mitocrático”
para caracterizar la hegemonía del logos del mytho en una etapa civilizatoria
de la humanidad, se maneja con el universal conceptual lingüístico alcanzado por la metáfora. Esta, a diferencia
de la metonimia, no es puro asociacionismo de ideas, sino que es un
procedimiento lógico, psicológico y lingüístico distinto, que no se limita a la
asociación de términos por similitud, contraste o significado.
Por el contrario, la metáfora implica
abstraer un contenido intelectual a partir de una base empírica, como si en
ella actuara lo que Aristóteles llamó el intelecto
agente. Esto permite la formación del concepto.
De modo que, el pensar metafórico y
simbólico mitocrático no encuentra obstáculos lógicos para preguntarse y dar
respuesta sobre los problemas fundamentales del mundo y de la vida. Esta forma
de filosofía ancestral está ciertamente imbuida de imaginación, pero parte de
una base empírica que no se desliga de las creencias religiosas.
De allí que, aun cuando los principios
lógicos de la mente humana sean los mismos, sin embargo, el principio lógico
ancestral dominante sea el principio de contradicción y no el principio de
identidad. Con una distinta relación de los principios lógicos también es
posible que la mente humana formule conceptos, como lo testimonian las lógicas
no clásicas, llamadas también lógicas no matemáticas, es decir que no son un
sistema altamente sofisticado de cálculo, como la lógica matemática
contemporánea que sirve para expresar la estructura de las teorías científicas.
De manera que no sólo la razón conceptual
es capaz de descubrir verdades eternas, necesarias y universales, sino también la
razón mítica. Antes de la Razón fue el Mito la que decía al hombre cómo eran
las cosas, cómo debe comportarse, organizarse y vivir en el mundo.
Si Tales de Mileto utiliza la razón para
resolver cuestiones teóricas, sin embargo, en él todavía subsiste un remanente
del pensar mitocrático anterior. Y esto es posible afirmar sin excluir que en
el pensamiento mitocrático también se dieron manifestaciones “bisagras”, en el
que también estaba presente lo conceptual.
Es el caso del misterioso sistema
positivista Charvaka de la India, desprovisto de toda comprensión fundamental
sobre el alma y el mundo; y en la China del movimiento lógico del neomohismo,
que desapareció lamentablemente en su infancia y de Wang Chung (27-100 d. C.)
cuyo pensamiento racional y espíritu crítico atacaba toda clase de
supersticiones.
Si Occidente hizo filosofía mediante el
uso científico-lógico del logos, las culturas no occidentales lo hicieron
mediante el uso poético religioso del logos. De manera que, tras la teoría lo
mitocrático se supone una teoría del logos humano que permite dar cuenta de la
complejidad de las respuestas humanas ante el misterio de la realidad (Véase
sobre la teoría del logos humano en mis libros: Filosofía mitocrática andina, 2007; y Las Filosofías Marginadas, 2007; Filosofía mitocrática y mitocratología, 2010; Hermenéutica remitizante y filosofía mitocrática, 2013; La utopía epistémica:
reconciliación entre razón y mito, 2018; La razón filosófica: una
exégesis ontológico existencial, 2018; La filosofía como necesidad existencial,
2018; Corpus filosófico andino, 2019; La razón en su laberinto,
2019).
En este sentido sostengo que, la
mentalidad ancestral tuvo una manifestación filosófica mitocrática, que respondió a los problemas fundamentales del hombre
mediante lo simbólico y habría sido la que inicialmente articuló el pensamiento
humano desde sus albores prehistóricos, perviviendo hasta hoy en los llamados
“universos simbólicos”, me refiero al I Ching y al Tarot.
Bien los define el embajador Antonio
Belaunde Moreyra, en un libro intitulado El
pensamiento participativo, al estilo del lingüista estructural Ferdinand de
Saussure, como un sistema de significantes y significados, donde los primeros
son finitos, mientras que los segundos son infinitos, dado su carácter
combinatorio y polisémico, significados que, por lo demás, abarcan todo lo
humano y divino, inclusive la relación o dependencia del hombre con las fuerzas
espirituales y con Dios.
Carl Jung en un Prólogo que escribió en
1949 para el Libro de las Mutaciones o
Yi Ching sostiene que sin respeto por
lo numinoso no se le puede entender. En este acápite sólo añadiría la estrecha
relación con el pensar mitocrático, en cuyo momento tuvo un carácter universal.
La intención es remarcar que, previa una
adecuación crítica que permita destacar el núcleo significativo de esta
hipótesis y examine el peso muerto de los prejuicios eurocéntricos, se pueda
mostrar que el planteamiento mitocrático
comporta una expresión de valor como hipótesis de trabajo para interpretar los
hechos y fenómenos ligados a la filosofía ancestral del pensamiento no
occidental.
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