FALACIAS DE LA RELIGIÓN UFOLÓGICA
Por lo general, la mente
humana es muy proclive a creer en ilusiones sin pruebas científicas. Y es así
porque la ilusión surge de la propia percepción que engaña a la mente y la
misma nos lleva hacia decisiones y creencias irracionales. Y el sentido común
es la víctima predilecta de las ilusiones. Algo no es real simplemente porque
existe, las ilusiones también existen pero no son reales. Realidad y Existencia
no son equivalentes y no distinguirlas es origen de muchas confusiones y
ficciones. Lo que es Real tiene consistencia ontológica individual permanente,
en cambio lo que es simplemente Existente le basta tener trascendencia a la
conciencia sin poseer identidad permanente. No toda existencia tiene realidad,
en cambio toda realidad tiene existencia[1]. Incluso ciertas psicopatologías hacen ver
entidades, como la esquizofrenia, o escuchar voces, como la paranoia, como si
fuesen reales pero que solamente existen en la mente del sujeto. Como vemos no
todo lo existente es real. Creer como real lo meramente existente es un
trastorno cognoscitivo que tiene que ver con la alucinación, la psicopatología,
el fraude, la manipulación mental y paradigmas epocales.
Al conversar con
investigadores y creyentes ufológicos se observa generalmente la presencia de
una similitud con los prejuicios cognitivos de la esquizofrenia: demasiada
atención a posibles amenazas, el saltar a conclusiones precipitadas, hacer
atribuciones externas, problemas de razonamiento acerca de situaciones lógicas
y sociales, dificultad para diferenciar el discurso interior del de una fuente
externa, déficit neurocognitivo global en la memoria, distorsión de la
realidad, ideas delirantes, persistencia de experiencias psicóticas, problemas
de funcionalidad social, procesamiento visual y para mantener la concentración.
Muchas personas normales tienen experiencias psicóticas sin ser
esquizofrénicas.
Así, la vida inteligente extraterrestre es una
ilusión sin evidencia de su realidad y que se asocia al fenómeno ovni, pero
como hemos visto esto no debe ser necesariamente así. El fenómeno ovni puede
subsistir sin el nexo con la vida inteligente extraterrestre. Es decir, aun
cuando la ciencia llegue a confirmar que estamos solos en el universo, como al
parecer todos los indicios lo indican, el fenómeno ovni sobrevivirá como
fenómeno atmosférico anómalo, como programa de aviónica secreto y, cuando no,
como engaño sobrenatural del satán.
Así, sobre el fenómeno ovni
hay que distinguir tres tipos de problemas, a saber: el problema de la
manifestación natural ovni (rayos globulares, nubes lenticulares, hologramas
solares, sprites, meteoros, estrellas, planetas), el problema de la
manifestación artificial (tecnología ovni humana, aviones negros, misiles
hipersónicos, satélites, globos, fraudes, engaños humanos y demoníacos) y el
problema de la inteligencia extraterrestre (civilizaciones en nuestra galaxia y
fuera de ella). Los dos primeros son objetivos, es decir, existen y son reales.
El tercero no es real, existe como
objeto hipotético. El fenómeno ovni justamente se convierte en mitoide de la modernidad tecnológica al confundirse con el tercer problema, a
saber, el problema de la inteligencia extraterrestre, y al subsumir erróneamente los dos primeros al predominio ET.
A partir de esta confusión con
la inteligencia ET surge la ufolatría
(con líderes carismáticos, astutos, mitómanos y superficiales, y con adeptos
sumisos, acríticos y sugestionables[2]), que curiosamente se encuentra ampliamente
extendida en sociedades tecnológicamente avanzadas[3]. Lo cual no es extraño, dado que son en esas
sociedades precisamente donde el “Reloj del Apocalipsis” termonuclear amenaza
con la destrucción del planeta y aprisiona con más fuerza a las conciencias y
acentúa la angustia del hombre común.
De este modo, la ufolatría
llega al extremo delirante de confeccionar mapas estelares señalando de qué
estrellas provienen los Reptilianos, los Sirianos, los Andromedianos, los
Nórdicos, los Zetas, e incluso llegan al extremo de indicar otros lugares donde
existe inteligencia desconocida[4]. Otros presentan otra clasificación
morfológica: Humanoides (verdes, grises, nórdicos y gigantes), Zoomórficos
(reptilianos insectoides, cefalopoides), Xenomórficos (figuras nebulosas,
ameboides, minerales, vegetales, etc.). Ante esto la ciencia ha descartado la
apariencia humana como dirección de la evolución convergente. Abundan libros,
películas, series de televisión, videojuegos sobre extraterrestres, incluso la
creencia astrológica del New Age
hablan de que Jesucristo fue un extraterrestre. La arqueología, la ciencia, la
astronomía han ido derribando estas ficciones, pero la exoplanetología hizo que
científicos, en número cada vez mayor, se mostraran optimistas sobre la
posibilidad de encontrar planetas en torno a estrellas de nuestra galaxia y de
otras galaxias que pueda albergar vida inteligente. Este último hecho resucitó
nuevamente la ufolatría, que ya había caído en descrédito por tanto fraude y
engaño[5].
Tanto la ufolatría popular,
“científica” y teológica echan mano desde el punto de vista lógico a tres tipos
de falacias, que se condicen con la degradación cultural de la civilización
consumista y hedonista actual:
·
Falacia
del Residuo (afirmación de la existencia de ET sobre un
reducidísimo número de casos inexplicados).
·
Falacia
de la Diversidad (afirmación de otras formas de vida sobre
condiciones desconocidas e inexplicadas).
·
Falacia
de la Vastedad (dado que el universo es tan vasto, debería
ser cierto que haya un enorme número de civilizaciones
extraterrestres en el Universo).
Especialmente
la ufología teológica se sirve de esta última falacia, la cual como hemos visto
se fundamenta en una comprensión errónea de la omnipotencia divina.
La
agudización de las crisis de la modernidad (ecológica, política, alimentaria,
seguridad mundial, sanitaria, económica, poblacional, educativa, moral y
espiritual) hace prever la mayor difusión de las sectas ufolátricas a corto y
mediano plazo en medio de una sociedad sumida en la increencia, el nihilismo,
la religión a la carta, el relativismo, el hedonismo y la profunda
secularización. Es más, el avance de la sociedad cibernética aumenta el temor
sobre el peligro del dominio de los robots sobre la humanidad. Se siente la
amenaza de la era posthumana[6].
Lo más seguro es que los robots pensantes y autónomos no representen la
evolución de la especie humana sino, más bien, su fin. Se avizora un futuro
sombrío para el hombre en medio del auge de las máquinas. La super inteligencia artificial introduce un
nuevo elemento angustiante en la conciencia de la humanidad. En otras palabras,
se vive una gigantesca crisis civilizacional en la era cibernética, que
desborda el orbe occidental y que en una era globalizada involucra a todas las
demás civilizaciones unidas por la racionalidad científico-técnica y la
economía de mercado. Es una dura prueba para las conciencias que perseveran en
la fe trascendente y en la respuesta afirmativa que subyace en la interrogante
de la problemática integral del fenómeno ovni: ¿Puede el hombre seguir siendo el centro
metafísico-moral del cosmos?
Por último, hay algo más
profundo en todo este movimiento que cree en la inteligencia extraterrestre. Y
es que existe un contenido escatológico salvífico subyacente en sus inquietudes
más profundas. Pues así como sin mística no hay auténtico conocimiento ni amor
a Dios, del mismo modo trasladando dicho amor y conocimiento
hacia los supuestos aliens se termina por esfumar a Dios mismo en una serie de eones intermediarios o inteligencias
eternas, emanados de la unidad suprema, y que el gnosticismo pone en relación a
la materia con el espíritu.
Efectivamente, la ufolatría
se inscribe como parte de la ofensiva contemporánea del revival gnóstico. No es
casual que esta forma de religiosidad practique de forma generalizada la meditación de contacto en busca de la
salvación por el conocimiento ET que los regenera y diviniza. No hay duda que
no sólo hay teología ufológica cristiana sino también gnóstica. Trascender el
espacio y el tiempo por un esfuerzo de éxtasis personal de contacto, forma
parte de esta nuevo tipo de religiosidad egocéntrica e individualista que
implica una antropología, cosmología y soteriología que enfatiza la importancia
del contacto ET. En ellos el mito intemporal y trascendente se articula con el
mitoide temporal e inmanente.
Pero el resultado final de
toda esta heteróclita barahúnda paranoica es la mezcla informe que lleva al
cuestionamiento de la fe preternatural revelada y de la religión sin
retribución. En una religión interesada no se da un verdadero encuentro con
Dios, y hay más bien la edificación de un ídolo, a saber, el del dinero o el
dios Mammón. La religión interesada carece de autenticidad y profundidad y es
profundamente satánica, la expectativa por la recompensa denigra el auténtico
amor por Dios, y en esto reside la universalidad del mensaje del libro de Job.
La ufología científica y la ufología esotérica están animadas por ese ánimo de
creer “por algo”, por “una retribución”. Esta degradación del sentimiento
religioso se corresponde con la secularización creciente de la modernidad
tecnologizada.
Pero hay algo más transcendental
todavía que se enseña en el libro de Job, y es que Dios confía en el hombre y
no en fantásticos ET. Y es precisamente ese profundo desengaño en el hombre, en
la realidad humana, sobre todo en las sociedades altamente tecnológicas, lo que
subyace profundamente en la creencia ufolátrica de toda laya. Resuenan aquellas
palabras bíblicas sobre el hombre, predilectas por los protestantes: “gusano
pútrido y hediondo”. Desengaño y desesperanza que tiende a agudizarse en
momentos de crisis civilizacional como la presente. Desde la oscuridad de la
confusión y las tinieblas se trata de que el ser humano sepa elegir el camino a
seguir y por ello bien se dice en el evangelio “donde abundó el pecado,
sobreabundó la gracia” [7].
Nuestras conclusiones son
semejantes a las de Jung y Sagan pero también diferentes. Semejantes a Jung por
cuanto que se ve en el fenómeno ovni un contenido religioso. Nuestra diferencia
radica en que no hablamos de mito sino de mitoide y que dicho sentimiento
religioso es de carácter inmanente y no trascendente. Similar a Sagan porque no
se ve razón ni prueba contundente para creer en la existencia de seres
inteligentes extraterrestres. Pero diferente a él en tanto que admitimos la
existencia y realidad del fenómeno ovni en su manifestación natural y
artificial (tecnología militar secreta y engaños del demonio) y que la ciencia
sin la religión y la metafísica filosófica termina destruyendo la
espiritualidad. Credulidad, manejo de la conciencia, engaños, negocios,
aberraciones psicológicas y pura paranoia, está debajo de la creencia en seres
inteligentes extraterrestres. La exploración espacial sigue teniendo una base
más realista, a saber, encontrar otros hábitats semejantes a la tierra y enviar
humanos al espacio.
Además, culturológicamente
es posible afirmar que no es pura coincidencia el gran auge de la ufolatría en
los países más desarrollados tecnológicamente. La amenaza de destrucción termonuclear
y degradación global del medio ambiente pesa sobre las conciencias de millones
de gentes comunes incrementando la angustia existencial y el deseo de salvación
inmanente. Y un poderoso paliativo es regresionar a la credulidad ilimitada que
da cobijo a la creencia en extraterrestres mesiánicos y salvadores.
Aquí no se trata de fe sino
de credulidad, que da cabida a una alucinación colectiva de nuestro tiempo llamada
inteligencia extraterrestre. Alucinación que emerge de un mundo banalizado,
donde el hombre y sus asuntos han perdido importancia y en su lugar se prefiere
creer en seres superiores de otras galaxias que brindan esperanzas. En suma, se
trata de un escapismo mental que retrata la profunda degradación espiritual de
la modernidad secularizada de nuestro tiempo.
En este contexto, el tema
de la inteligencia extraterrestre también se ha convertido en un mitoide
estratégico de distracción de la opinión pública mundial para implantar un
mundo unipolar.
Por su parte el argumento
de la teología ufológica, sobre el cual descansa todo su edificio (“El poder
ilimitado de Dios”), es un sofisma y una tergiversación del constitutivum metaphysicum de Dios. Dios
no hace todo lo que puede sino todo lo que es racional a su justicia, se pone
límites a sí mismo, respeta la libertad humana y su creación. Justamente porque
el poder de Dios tiene límites es que tiene lugar la posibilidad de que el
hombre libre pueda cambiar su camino, de convertirse. Y con su justicia es como
Dios se hace presente en la historia y en la naturaleza.
El misterio de la libertad
divina es que también el Dios Todopoderoso se hace débil para dejar espacio a
la libertad humana. No solamente somos una “caña pensante”, al decir de Pascal,
sino una “caña con libre arbitrio”. Lo cual lejos de justificar el
antropocentrismo implica un vigoroso rechazo, porque la libertad humana no
conoce los designios de su creador y todo lo creado no existe para la utilidad
del ser humano. La creación es una teofanía de su amor gratuito. Todo lo cual
impide el reemplazo de Dios por el hombre. Por eso la teofanía de Dios no es
violenta sino suave como la brisa. Y la Providencia no miente al habernos dado
la Revelación, y el papel de ésta es permitir que el hombre ascienda a la
trascendencia ayudado por las dos alas a su alcance, a saber: la razón y la fe.
Su poder se sujeta a su Sabiduría. Esto hay que destacarlo con fuerza en medio
de una época como la nuestra azotada por el irracionalismo y la superstición de
la credulidad.
En suma, el fenómeno ovni
es real, como fenómeno natural y artificial, y ha sido el mejor elemento
diversionista para encubrir la carrera armamentista. Pero la inteligencia
extraterrestre es un tema de la literatura de ficción y un fraude ufolátrico
grotesco sin evidencia contundente alguna. En una palabra el fenómeno ovni como
fenómeno natural y artificial es real, pero como inteligencia extraterrestre es
solamente existente pero no real.
[1] Al respecto Nicolai Hartmann
sostiene que sólo los objetos reales e ideales existen porque no son creaciones
nuestras, en cambio los objetos irreales o creados por nuestra imaginación
tienen consistencia pero no
existencia. Esta teoría es errónea porque también se da la existencia irreal y
porque subsume lo real a la existencia. Toda la confusión se origina porque
identifica la Realidad con el ser real, cuando al contrario el primero
trasciende al segundo y se da en todas las esferas del ser. Con esto tampoco
identificamos la realidad y el ser.
[2] Es la astucia de la serpiente que ofrece ciencia
sin obediencia a Dios (Génesis 3, 1).
[3] Una lista bastante completa y detallada se ofrece en
el artículo “Religión Ovni” de Wikipedia. Todas son sectarias, milenaristas, y
en su sincretismo introducen creencias cristianas y científicas. Su tecnofilia
(fe ciega en la tecnología) se combina con su ETfilia (fe en las capacidades
espirituales de los ET).
[4] Cfr. Ufo Giovanny Astra FB, post “lieu de nos
visiteur”. Enero 24 2015.
[5] Entre los casos más sonados de fraudes estuvo el autor
de “Yo visité Ganimedes” al reconocer que era pura ficción, y a mediado de 1990
José Luis Jordán Peña reconoció ser el instigador de la civilización
extraterrestre ummita. Este último convencido de su inmoralidad confesó todo a
la policía, tras haber desatado una ola sectaria que marcaba a fuego con su
símbolo a niños. Mucho se habló que fueron experimentos del servicio secreto
sobre el control mental. Todo lo cual demuestra lo frágil de establecer el
criterio de verdad en simples “Testimonios”. Tampoco se puede omitir mencionar
la sentencia en 2012 por el Tribunal de Apelaciones de Francia contra la
iglesia de la Cienciología, que cree en seres galácticos, por fraude y ser una
banda organizada con fines económicos. Muchos han descubierto que en el actual
mundo anético y sin valores, la mejor manera de conseguir su primer millón de
dólares es hacer su propia religión, y mejor si trata sobre extraterrestres.
[6] El fundador de Microsoft, Bill Gates, se unió a la
carta abierta firmada a fines del 2014 por destacados pensadores, entre ellos
el empresario tecnológico Elon Musk y el científico británico Stephen Hawking,
en su preocupación acerca de cómo pueda ser utilizada la inteligencia
artificial en el futuro. El astrofísico británico fue más radical al expresar
que la inteligencia artificial acabaría con la especie humana. Pues lo humanos
ya no podrán competir al estar limitados por la evolución biológica ante
máquinas que se rediseñarán a un ritmo creciente. A comienzos de 2015 el MIT
anunció el logro de Matrix o de un interfaz que permita conectar el cerebro
humano a una computadora, y se calcula que en tan sólo una década estará listo el proyecto Avatar de la NASA y el
Departamento de Defensa, con un cerebro humanoide y una consciencia transferida
a un ordenador.
[7] Romanos 5,21.
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