Este libro aspira a analizar el quechua y el shipibo desde una mirada filosófica y no sólo antropológica o lingüística. Busca establecer conceptos indígenas de conocimiento, sabiduría y comprensión que permitan hablar de epistemologías andinas y amazónicas.
Naturalmente que el resultado no es homogéneo puesto que en él intervienen diversos autores y enforques. Así, por ejemplo, mientras que para unos se trata de un conocimiento y saber práctico, para otros es también altamente reflexivo. De igual forma, mientras hay quienes sostienen que se trata de mera cosmovisión, hay quienes lo niegan para afirman que se trata de verdadera filosofía. De ahí que en el significado de los términos Yachay y Musyay no haya consenso. Ciertamente que es un acierto que se consigne en uno de los trabajos, que la lengua no es determinante y sólo es condicionante del conocimiento.
La atención prestada en la obra al ámbito amazónico es escaso y casi marginal. Si bien se recoge el testimonio de nativos amazónicos, no obstante, no se profundiza en el significado epistémico que tienen los sueños y las visiones a través de las plantas sagradas. Otro aspecto que se echa de menos es que no se aborda el estatus epistémico del mito.
En suma, el esfuerzo por construir una epistemología no occidental, multicultural y multilinguística está aún en sus inicios. En todo caso es un valioso primer intento que reanima el debate al respecto. Pero lo que el conjunto del texto deja en evidencia es que es muy dificultoso construir una epistemología no occidental sin discutir previamente lo que es filosofía y la condición filosófica del mito.
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