EL EPISODIO FASCISTA DE V.
ANDRÉS BELAUNDE
Gustavo Flores Quelopana
Expresidente de la Sociedad
Peruana de Filosofía
Introito
Un 18 de setiembre recibo la invitación de César Coca Vargas, quien
dirige Ediciones Achawata, para presentar a su requerimiento mi escrito sobre
el fascismo de Víctor Andrés Belaunde para su revista “Indoamérica”. El día 19
recibo un número de dicha revista y constato que pertenece al Movimiento
Revolucionario Túpac Amaru, cuyo líder, como todos sabemos, es Víctor Polay
Campos.
Tenía dos opciones: o desistir de dicha invitación para no vincularme
con dicha organización subversiva, o atender a su invitación a sabiendas que no
tengo ningún vínculo partidario. En el número que recibí encontré a mi querido
amigo, y destacado antropólogo amazónico, Alberto Chirif, quien ofrece su
visión estrictamente académica sobre el asesinato del líder Calderón por el
MRTA. Además, en la nota editorial del número recibido César Coca habla de “discusión
de ideas para conformar una sociedad tolerante”. De lo que se deduce que se
trata de un camino democrático emprendido en su nueva etapa.
Teniendo en cuenta estas dos últimas circunstancias y reiterando mi
independencia política y filiación netamente intelectual, remito el presente
trabajo, que fue publicado en el 2006 en mi libro intitulado “Indagaciones
peruanas. Variaciones sobre González Prada, Mariátegui, Belaunde, Haya de la
Torre”, y a la cual he introducido ligeros añadidos.
La idea central es que V.A.B. tuvo su devaneo fascista mussoliniano de
manera episódica., pero la tuvo. Pero jamás tuvo que ver con el delirante
fascismo racista del nazismo hitleriano. Y esto, como se verá más adelante, nos
fue ratificado por su hijo el embajador Antonio Belaunde Moreyra.
1.
UNA FILIACIÓN OSCURA
Víctor Andrés Belaunde es una personalidad que destaca justicieramente
no sólo por los aportes de su aguda inteligencia peruanista sino también porque
siempre estuvo lejos del vulgar afán inmoderado de riquezas, la mediocre
simulación y la debilidad intelectualoide por el exhibicionismo egocéntrico.
Por ello, se le hace un flaco favor al no tratar de explicitar las razones que
lo llevaron a apoyar la causa del fascismo.
Este es un episodio omitido y ocultado en la ilustre reminiscencia de
Don Víctor Andrés Belaunde: su adhesión al fascismo de la década del
treinta. Sus Memorias guardan un silencio sepulcral al respecto.
Willy Pinto Gamboa más interesado en la manifestación literaria del fascismo
peruano hace un recorrido por los periódicos La Prensa, El Comercio y la
Crónica de 1936 a 1939 recordándonos a Belaunde con su columna de propaganda
fascista Mirador escrito bajo el seudónimo Ayax (Sobre fascismo y literatura,
Lima, Ed. EUNAFEV, 1978, 50 p.).
Recuérdese que él no fue el único intelectual de nota que fue extraviado
por la prédica del fascismo, lo acompañaron José de la Riva Agüero desde una
óptica aristocrática, Mario Alzadora Valdés, Pedro Benvenutto, José del Busto,
Carlos Miró Quesada Laos, Alayza Grundy, R. Pérez Araníbar, desde una óptica mesocrática,
y desde una óptica popular Luis A. Flores, Guillermo Hoyos Osores, entre otros.
Por lo demás, en los años treinta la clase oligárquica peruana simpatizaba con
el fascismo, lo que facilitó las cosas al golpe de Sánchez Cerro y al General
Oscar R. Benavides. No es de poca monta señalar que el propio positivismo
peruano fue elitista y racista.
Nuestro más brillante y sugestivo historiador de la República Don Jorge
Basadre, siempre limpio y conceptuoso, pero también amigo extremadamente leal
de la imagen íntegra en el plano humano, no dice nada de la afección fascista
de Belaunde (Peruanos del siglo XX, Lima, Ed. Rikchay Perú, 1981, pp. 7-14).
Creo que Basadre no tomó en cuenta su filiación fascista por considerarlo un
detalle intrascendente ante un carácter destacado que siempre estuvo lejos de
la figuración, el arribismo, la superficialidad, el sensualismo y la
inautenticidad. Pero creo que el fulgor del genio de existencias destacadas no
está exento de ser afectado por la miseria material o el desliz intelectual. Y
nada de ello mella su grandeza moral. Por ello creo pienso que es necesario
tratar de esclarecer qué fue lo que lo impulsó asociarse con tal ideología
totalitaria.
José Ignacio López Soria presentó claramente a nuestro prohombre dentro
de la vertiente del fascismo aristocrático, pero sin interesarse en las razones
de fondo que lo motivaron a adoptar tal postura política (El pensamiento
fascista, Lima, Ed. Mosca Azul, 1981). Su juicio es más bien abarcador y
referido a las tres corrientes que presentaba el fascismo peruano por aquellos
tiempos. Describe genéricamente al fascismo como una ideología que se opone al
liberalismo occidental y al ateísmo comunista, basándose en la tradición y en
la búsqueda de la armonía de las clases sociales mediante el Estado
corporativo. No obstante, su texto sí deja en claro que Belaunde jamás
transigió con el carácter antijudío y anti asiático del fascismo mesocrático de
Raúl Rebagliatti, ni con el ultranacionalista hitleriano fascismo popular de
Luis A. Flores. En este sentido coincidía con el tradicionalismo y el elitismo
vertido por su amigo Riva Agüero en su libro Por la verdad, la tradición y la
patria (Lima, Ed. Torres Aguilar, 1937 y 1938, 2 Vols.), pero su
tradicionalismo no era de índole aristotélica sino agustiniana, y su elitismo
no era latinista sino espiritual.
En el tomo XIII de las Obras completas de José de la Riva Agüero
(Lima, Ed. Instituto Riva Agüero-PUCP, pp. 261 a 498) se inspeccionan
únicamente dos cartas reveladoras de la ideología fascista de Belaunde,
una del 4 de setiembre de 1935, escrita desde Bogotá, en la que afirma. “El
corporativismo es la consecuencia lógica de la concepción social y política del
cristianismo” y otra del 30 de enero de 1939 donde dice: “Dios quiera que
Inglaterra siga con la política de inteligencia con Italia y Francia cambie de
régimen y haga a Italia las justas concesiones sobre Djibouti y el estatuto de
Túnez, para liberar a Mussolini de Hitler que representa el otro frente del
mal”. Por entonces ya no era el joven maestro universitario de 38 años que
defendía las tesis democrático-liberales en 1921 contra Leguía, y más bien se
trataba de un hombre maduro de 56 años que había sustituido el liberalismo
laico por las palpitaciones del cristianismo. Y es por ello que su fascismo
será mussoliniano, como el de su amigo Riva Agüero, por considerarlo ético y
católico y por el contrario repudiará el fascismo hitleriano por ser racista y
anticatólico. Además, él valoraba sobremanera la forma cómo Mussolini había
resuelto el problema con el Vaticano a través del famoso Concordato.
Belaunde creía por entonces en el Estado corporativo y era enemigo
declarado del ateísmo marxista. ¿Pero esto acaso significa que había dejado de
creer en la democracia liberal y que confiaba más bien en un régimen de fuerza?
Es muy significativo que su insólita fecundidad intelectual no diera cabida a
algún libro fascista de su parte, más bien se cobijó detrás de un seudónimo en un periódico de gran circulación,
como era La Prensa, para bregar por la causa del fascismo. Quizá aquí cabe
hacer una especulación de psicología profunda respecto al personaje apócrifo
Ayax que creó. Antonio Machado canta peyorativamente a la máscara jungiana de
la persona en los siguientes términos:
“Nunca traces tu frontera
ni cuides de tu perfil;
todo eso es cosa de fuera” (p.304).
A lo que vamos es que, por aquella época y aventurando una
interpretación jungiana, Ayax es la sombra de la persona de Belaunde, algo
oscura y la menos fecunda, pero en el fondo revelador de una adhesión dudosa e
insegura al ideal fascista.
2.
NACIONALISMO CORPORATIVISTA
Pero Belaunde fue una mentalidad no sólo de gran fervor místico sino con
gran aptitud para las ideas filosóficas y con una agudeza singular para atender
los hechos concreto, lo que le permitió intervenir en la Constitución de 1933
como representante del departamento de Arequipa, formar parte en 1934 de la
Delegación que en Río de Janeiro negoció el arreglo del conflicto con Colombia,
ministro Plenipotenciario en Bogotá (1935) y Suiza (1936), miembro de la
delegación acreditada ante el gobierno de los Estados Unidos para negociar los
límites con Ecuador (1938), fue Presidente de la delegación peruana ante las
Naciones Unidas (1945) y Presidente de la Asamblea General de ese organismo
(1959). Amén de ser catedrático, decano y vicerrector de la Universidad
Católica (1942).
Es decir, sus habilidades prácticas organizativas eran tan notables como
las intelectuales. Es por ello que lejos de apelar a cualquier ingenuidad de su
parte para explicar su adhesión al fascismo debemos encontrar las razones en
los mismos elementos constitutivos de la ideología fascista. El fascismo de los
años treinta tuvo como condiciones psicológicas y sociológicas a la Primera
Guerra Mundial y la crisis económica del 29, las cuales no generaron el
pensamiento fascista, pero fueron condiciones necesarias para su formación.
Como condiciones ideológicas tuvo la formación del nacionalismo radical y la
revisión del marxismo. El nacionalismo orgánico y tribal basado en el
exclusivismo biológico fue la traducción política de la revolución intelectual
de fines del siglo XIX y principios del XX, llegando a ser así una teoría
política coherente en las obras de Barrés, Maurras y Corradini.
El segundo elemento fue la revisión del marxismo impulsado por
Sorel y los teóricos del sindicalismo revolucionario italiano. Sorel sustituyó
el racionalismo y hegelianismo del marxismo por un voluntarismo vitalista y anti
materialista y pensaba, como más tarde repetiría en nuestro medio Mariátegui,
que las masas no requerían de la razón sino de los mitos, sistemas de imágenes
que estimulaban la imaginación. Pero cuando se hizo obvio que el mito de la
huelga general y la violencia proletaria eran ineficaces porque el proletariado
era incapaz de asumir su papel revolucionario entonces se sustituyó el marxismo
y el proletariado por la gran fuerza emergente del conjunto de la nación.
Este fue el aporte del sindicalismo revolucionario al fascismo a través
de Labriola, Michels, Panunzio, Orano y Mussolini. Durante la guerra del 14 el
sindicalismo revolucionario se convertiría en sindicalismo nacional y así en
fascismo. Las condiciones intelectuales que contribuyeron a la formación del
pensamiento fascista fueron el darwinismo social, la filosofía anti
cartesiana y anti kantiana de Nietzsche y Bergson, la psicología de Le Bon y la
sociología de Pareto. Y las condiciones del contexto inmediato fueron los
grandes cambios producidos en la economía capitalista, la sociedad burguesa y
en la vida de la clase trabajadora, todos los cuales iban en contra de las
previsiones desarrolladas por Marx. Y así el fascismo de los años treinta fue
el producto de las contribuciones teóricas de los nacionalistas, el
sindicalismo de la preguerra, la filosofía irracionalista y vitalista, el
darwinismo social, la sociología del culto al líder y la psicología racista.
Sin embargo, la mecha que prendió la pradera fue la experiencia de la guerra,
porque ésta suministró la prueba de la capacidad del nacionalismo para
movilizar a las masas y la enorme capacidad del Estado moderno para concentrar
el poder.
Es por todo eso que Gentile estuvo acertado
al definir al fascismo como una revuelta
contra el positivismo. El positivismo era antimetafísico, anti sustancialista y
más bien relacionista. La ideología fascista quedaba así configurada en una
ideología que rechazaba el liberalismo materialista de la democracia y del
marxismo. Ambos fueron considerados como diferentes aspectos del mismo mal
materialista. Fue una rebelión contra el materialismo, que se basó en una
convergencia del nacionalismo antiburgués con el socialismo antimarxista. Era
el aliado natural del nacionalismo radical. Su rechazo tajante de la cultura
ilustrada tenía como objetivo sentar las bases de una nueva civilización,
individualista y comunitaria, capaz de asegurar la permanencia de la
colectividad humana.
En última instancia, para el fascismo el hombre sólo existe en tanto que
es sostenido y determinado por la comunidad la cual está representada por la
figura cuasi sagrada del líder. De modo que ninguna esfera de la actividad
humana quedaba inmune de la intervención del Estado, fuera del Estado no puede
existir ningún valor espiritual, ni ético, sólo el Estado es una unidad
consciente y tiene su propia voluntad, transformando al pueblo incluso en sus
aspectos físicos, ningún individuo, partido, asociación cultural, clase social
o empresarial y doctrina tiene derecho a existir fuera del Estado. Siendo así
el totalitarismo la esencia mismo del fascismo y uno de los mejores ejemplos de
unidad de pensamiento y acción.
3.
ATRACCIÓN Y REPULSA
Al parecer Belaunde no tuvo idea de las consecuencias exactas de esta
concepción totalitaria del poder político. El holocausto que albergaba en su
vientre no era difícil de imaginar, pero él creyó que era posible mitigarlo si
a nivel ideológico se acentuaba el pensamiento cristiano, a nivel político se
implementaba un corporativismo representativo y a nivel de forma de gobierno el
Estado no avasallara del todo al individuo. Pero no se debe olvidar que en 1933
no censuró a los fascistas de la Unión Revolucionaria que hicieron de la tumba
de Sánchez Cerro un lugar de peregrinación, desfilando por las calles de Lima
con sus “camisas negras”, nunca tildó de anatópico al pensamiento fascista, ni
condenó la persecución política contra la dirigencia del partido comunista que
fue puesta en su totalidad en prisión, ni contra el aprismo. No es un secreto
que Belaunde no guardaba simpatía por ninguno de estos grupos políticos
perseguidos, los consideraba anatópicos y su neutralización necesaria, siendo
esto otro factor de simpatía con las fuerzas fascistas nacionales.
De manera que desde un comienzo se sintió atraído por los siguientes
aspectos del fascismo:
· rebelión
contra el materialismo
· nacionalismo
antiburgués
· revuelta
contra el marxismo ateo
· creación
de una civilización anti individualista y comunitaria
· fomento
desde el Estado de una ideología nacional
· destrucción
de la dictadura del dinero
· culto
del líder como personificación de las excelencias del pueblo
· prevalencia
de la solidaridad nacional
· victoria
de la política sobre la economía, y de los valores espirituales sobre los
materiales
Pero también sintió una repulsión instantánea por otros elementos
constitutivos de esta ideología:
· el
darwinismo social
· la
psicología racista
· la
excesiva acentuación de lo comunitario sobre lo individual
· la
completa subordinación de los derechos del individuo
· el
carácter omnímodo del Estado
Por los años treinta y primeros años del cuarenta ya hacia bastante
tiempo que Belaunde había abandonado su primera etapa positivista y
fenomenista, tan caracterizada en su libro El Perú antiguo y los modernos
sociólogos (1904), encontrándose en pleno desarrollo de su segunda etapa
filosófica: metafísica, cristiana, espiritualista y peruanista, implementada en
sus obras Meditaciones peruanas (1914), La crisis presente (1914-1939), La
realidad nacional (1931) y Peruanidad (1942). Cuando reemplaza a Javier Prado
en 1912 en la docencia con el curso de filosofía moderna en San Marcos encontró
que Deustua y Prado habían introducido el voluntarismo de Wundt, el
espiritualismo de Eucken, los análisis de filosofía de la religión de William
James, el vitalismo de Bergson y el idealismo de Boutroux.
El por su parte descubre la vía abierta al absoluto por Descartes,
Spinoza y el carácter libre de la vida y el valor de la intuición en Kant. Es
curiosa su coincidencia, pues él como el fascismo emprenden una revuelta contra
el positivismo antimetafísico, lo cual no quiere decir que el pensamiento
metafísico conduzca necesariamente hacia el pensamiento fascista, aunque aquí
lo acompañe. Por entonces, ya se había definido varios aspectos claves de su
pensamiento:
· rechazo
del ateísmo materialista
· culto
del hombre superior y rechazo del caudillo, demagogo y el absolutismo
presidencial
· anatopismo
como fenómeno de imitación
· definición
del Perú como síntesis viviente
· formación
del ideal nacionalista
· la
democracia como ideal político
· la
idea de Peruanidad construida por el legado prehispánico e hispánico
· la
distinción entre el ideal o visión exacta de la realidad y la ideología como
visión ajena de la realidad
· el
respeto de la iniciativa privada y la propiedad individual
· y
la justa distribución de la riqueza
Este cuadro de ideas suyas encuentra coincidencia parcial con las tesis
del fascismo por el lado del antimaterialismo, del nacionalismo, la idea del
líder y la prevalencia de lo espiritual sobre lo material. De aquí proviene su
adhesión insegura, a través de un seudónimo periodístico, con la ideología del
fascismo. Pero además el asunto es que el nacionalismo es una ideología que
puede combinarse con el liberalismo, el socialismo, el comunismo y el fascismo.
Belaunde era reactivo al nacionalismo racista pero no al nacionalismo que
concebía la identidad nacional como transitoria, mudable y perfectible.
4.
CONCLUSIÓN
En verdad no existen explicaciones simples a la naturaleza proteica del
nacionalismo, pero este atributo suyo es uno de los elementos que lo aproxima
al fascismo. No obstante, el nacionalismo del fascismo es particularista, es
decir el interés nacional está por encima incluso del respeto del derecho
internacional, mientras que el nacionalismo de Belaunde es un nacionalismo
universal, que defiende los intereses culturales y materiales colectivos de una
nacionalidad, pero teniendo en cuenta los intereses de los demás. Sin embargo,
él estuvo de acuerdo con las pretensiones territoriales del Duce, lo que
contradice su nacionalismo universal.
En conclusión, no pretendo haber agotado las razones de la exótica
adhesión de su inteligencia a la causa del fascismo, pues no hay explicación
simple al mismo. Pero fue un hecho del que no se sintió orgulloso y trató de
ocultarlo en lo posible.
Y aquí va anécdota del Dr. Antonio Belaunde Moreyra. Por el año 2006 nos
reuníamos en la casa del finado Julio César Rivera Dávalos para celebrar
sesiones quincenales de filosofía en el recién inaugurado Cenáculo de Filosofía
Yachaywiñay. Nos reuníamos integrantes de todas las áreas del conocimiento. Por
la física teórica iban Kiko Álvarez Vita, Enrique Pfeiffer, los filósofos Luis
Alvizuri, José Luis Herrera, Antonio Belaunde, Julio Rivera, Ruth Romero
Huamaní, Pablo Suárez, Ysaí Quiroz, Fidel Gutiérrez Vivanco. Toribio Torres, Víctor
Montero Cam, yo, el Nyaya Salomón Ruíz Goin, los abogados Ricardo Segura, Miguel
Bautista Gavilán, y otros personajes. Lo singular del caso es que cuando me
tocó exponer el tema en cenáculo estuvo presente el Dr. Antonio Belaunde
Moreyra, quien al final ratificó la filiación de su padre al fascismo
mussoliniano, e incluso contó que tenía en su mesa de noche un retrato de Benito
Mussolini con su autógrafa. Lo cual cayó sobre los presentes como la mayor
prueba del episodio fascista de Don Víctor Andrés Belaunde.
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