Estocolmo entrega el nobel de literatura a la sudcoreana Han Kang porque su obra refleja la fragilidad humana. Pero no nos engañemos.
No se trata de una autora que porte la voz de otra civilización, pues Corea del Sur se adscribe a la órbita occidental, y, en consecuencia, comparte la misma crisis cultural del decadente y corrupto occidente liberal.
Estocolmo no quiere darse cuenta de que hemos entrado en una era de cambios globales fundamentales, donde la fragilidad humana del degradado occidente liberal no es la voz cantante ni la esperanza ni el futuro de la humanidad.
Y sus aplausos a la fragilidad humana se asocia más a una plañidera actitud por un mundo neoliberal que se deshace y va hacia el tacho de la historia. Guarda el tufillo de todo lo débil y su exaltación por una civilización que promueve un ataque ideológico profundo contra la naturaleza humana con su narrativa del género recubierta de tecnociencia y transhumanismo.
No es que en el mundo falten autores en la civilización occidental ni en otras civilizaciones que reflejen los conflictos interétnicos e interreligiosos, la soberanía e identidad socioculturales y un espíritu de paz basado en la justa distribución de los beneficios, Se trata del espíritu agostado de un Estocolmo valetudinario y decrépito, atrapado en el discurso de una civilización decadente y sin porvenir para el género humano. A Estocolmo le faltó coraje y valentía para desagradar a sus amos imperiales de la élite mundial que no dejan de influir en sus decisiones.
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