lunes, 4 de noviembre de 2024

La encrucijada de la condición andina.

 


Reseña a

La encrucijada de la condición andina.

Ensayos sobre la crisis identitaria

de Gustavo Flores Quelopana

Luis Enrique Alvizuri

 

Una vez más alguien viene a hacernos perder el tiempo. Esta es otra demostración de las agudas falencias y absurdos de nuestro sistema educativo. Porque no otra cosa puede ser el hecho que se persista en tesis trasnochadas que no quieren entender que la civilización es solo una, que la ciencia es una también y que, por supuesto, solo existe una filosofía: la de Occidente. Yo, en lugar de ustedes, estimados asistentes, me levantaría en este momento e iría a hacer cosas más útiles y necesarias en vez de desperdiciar minutos valiosos en vanas peroratas.

 

Pero como veo que a la mayoría nos sobra tanto el tiempo como para seguir en este sinsentido entonces trataré de actuar, ya no como observador o crítico, sino como terapeuta. ¿Qué hace que gente inteligente, preparada incluso en aulas universitarias, lance tantos dislates, a contramano de lo que es el conocimiento universal? ¿Qué puede motivar a estas desviadas mentes a prorrumpir frases extraídas de la oscura noche del pensamiento? ¿Por qué, una vez más, este remanido e infantil tema de lo andino vuelve a ser puesto en el debate en pleno siglo XXI? ¿Es que la gavilla de campesinos ignorantes, con sus tomas de carreteras o sus disfraces precolombinos, nos impactan tanto que terminamos por convencernos que sus fantasías pueden tener siquiera algún sustento?

 

¿O es que estamos asustados, tal como lo manifestaba un prestigioso siquiatra, preocupado porque su abuelita le había dicho cuando niño que un día los cholos iban a tomar por asalto Lima y que iban a matar a todos los blancos? ¿O tal vez estamos acomplejados de que, por no ser blancos, no nos han contratado en la Católica ¾así nomás, Católica, sin esa huachafería de “pontificios”¾ y, en revancha, apelamos a nuestros genes y nuestro devaluado color de piel para, entre lágrimas, decir: “yo también valgo, aunque no sea inglés o alemán”? En fin, difícil sería saber por qué extrañas razones uno reitera el desgastado tema del pasado para afirmarse en el presente. Pero, les confieso que me salta una duda, pequeña, pero duda al fin. ¿Y si no se tratara de eso, de ignorancias patológicas raciales y revanchistas? ¿Y si hubiera algo en el fondo de estas ansias contraculturales que tuviera algún tipo de sustento? Claro, podría parecer que se trata de un momento de beodez o de alucinación sicofarmacológica lo que nos esté llevando a contemplar esta posibilidad. Pero ¿y si no? ¿Y si de repente estamos obviando algo que no vemos? ¿Y si tal vez la universidad no lo sabe todo, o no lo dice todo ¾que no es lo mismo?

 

Qué preocupante ¿no? Y no sería la primera vez que tuviera que ser un extranjero ¾perdón, un “san” extranjero¾ quien viniese a decirnos que ha descubierto que no somos lo que somos, sino que somos otra cosa que él ha analizado y comprobado que somos (uno de esos miles de Hiram Bingham del pensamiento que devoramos con devoción). Si pues, quizá pueda ser que merezca la pena descartar esta posibilidad de que el tema andino no sea tan solo una demostración de atraso folclórico-turístico de rabiosos y ambiciosos indigenistas financiados con millones de dólares de las ONGs y de las Naciones Unidas. Quizá lo andino pueda ser que tenga algo de sustento, un poquito digo. Quizá, es un decir, puede que haya un poco de razón con respecto a eso de que Occidente no es la Civilización humana sino solo una civilización más en la historia.

 

Tal vez puede ser cierto que cada civilización viene con su ciencia y tecnologías bajo el brazo. Solo así podríamos explicarnos por qué los conocimientos no se trasladan de civilización en civilización y sus restos quedan como misterios; o a lo más pasan a la siguiente, pero deformados, sin el sentido que tenían en su versión original (como por ejemplo las sillas donde ustedes están ahora sentados, que, por si no lo saben, fueron creadas como altares y solo se aposentaban sobre ellas los chamanes, como sinónimo de comunicación religiosa con los dioses). Quizá por esa razón que hoy nadie construye pirámides ni Machu Picchus; y tampoco nadie sabe cómo las hicieron. Las civilizaciones sucesoras nunca gustan de recordar a sus antecesoras; las aniquilan hasta no dejar vestigio de ellas. Si no, pregúntenles a nuestros sufridos arqueólogos cuánto lamentan estas destrucciones. Y ya que especulamos así, podríamos quizá también suponer que tal vez cada una de estas civilizaciones tuvieron, por qué no, su filosofía, que, lógicamente, no se llamaba así, pero hacía lo mismo, aunque algunos piensen que el nombre hace a la función y no al revés.

 

En ese caso tanto el cerdo, como el cochino, el marrano, el chancho y el porcino son animales completamente diferentes. Y si seguimos explorando estas posibilidades ¾insisto, solo estoy especulando, no afirmando¾ puede darse el caso que la civilización andina no esté tan desaparecida como regularmente se dice. Quizá se encuentre escondida en lugares que no nos permiten verla bien. Tal vez estemos percibiendo sus manifestaciones, sus síntomas, pero, cual misterioso virus, no sabemos dónde exactamente está. La escuchamos, la sentimos, nos empuja, nos molesta, ensucia nuestras calles, malogra el idioma, degenera nuestra raza, se mete en los negocios, en los medios de comunicación, “cholea” la pantalla, “cholea” las cátedras, “cholea” la cultura, en fin, corrompe las estructuras occidentales del Estado. Esta andinidad, como podríamos denominarla, es la llamada hoy “informalidad”. Pero ¿qué es la informalidad? Es el salirse de las normas. Pero ¿quiénes se salen de las normas en una sociedad?

 

Los delincuentes, tanto rateros como banqueros. ¿Será tal vez, quizá, la andinidad una delincuencia, o un pueblo degenerado al que le falta cultura? (cultura en términos occidentales, obviamente). ¿No será entonces otra cultura? Pero ¿puede haber otra cultura en un mundo globalizado, donde lo occidental es calificado como Cultura Universal, como sinónimo de Cultura? Eso parece absurdo. Admitir que puede existir una cultura paralela a la oficial sería reconocer que Occidente no lo es todo, no lo sabe todo y no tiene derecho a imponerse sobre el resto de la humanidad. Y esto no se puede permitir. ¿Cómo quedaríamos nosotros, los hijos de la madre universidad, fiel retrato de Europa? No como ignorantes, lógicamente, pero sí como parcialmente instruidos; conocedores solo de una parte, mas no del todo. Esto, lo vuelvo a decir, no lo debemos permitir. Aquí no está en juego la verdad, señores, porque la verdad es solo aquello que nos da la razón y nos conviene (seamos francos ¿alguien aceptaría una verdad si sabe que ella le perjudica? ¿Conocen ustedes, han oído hablar alguna vez, de algún suicida que reconozca que lo que él cree y le da poder, y le da para comer, no es la verdad? Particularmente yo no). Por lo tanto, pienso que, así me demuestren lo contrario, si nuestro estatus está peligro solo por el hecho de que ocurran cosas que nos digan lo contrario a lo que creemos yo me opongo y lo negaré cien veces.

 

 

Y tal parece que el señor Gustavo Flores Quelopana, con este libro titulado La encrucijada de la condición andina está intentando socavar las bases de un conocimiento oficial y oficializado que es lo que nos permite mantener nuestros privilegios. De continuar con estos esfuerzos podría incluso llegar a descubrir mecanismos internos insospechados que nos generen angustias y nos causen nuevas zozobras intelectuales y políticas de las cuales ya estamos sumamente hastiados.

 

Pienso que, en pro de nuestra amada civilización y cultura Occidental y cristiana, en su versión norteamericana, deberíamos prohibir e impedir que se continúe insinuando la posibilidad de que se dé algún “revival” culturalista por cuanto solo servirá para alimentar las desquiciadas obsesiones milenaristas y utópicas de acomplejados indios marginales que para lo único que sirven son para interrumpir el avance del desarrollo y progreso occidental. Por todo esto solo quiero terminar diciéndole a nuestro delusivo amigo que, en nombre de la clase gobernante pro occidentalista de este país, deje de ya de hacer divagaciones subversivas y se ponga a escribir sobre las zapatillas de Platón, a ver si así logra por fin que una editorial seria publique alguno de sus pintorescos libritos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.