miércoles, 18 de diciembre de 2024

EL ÉXTASIS DE ARGUEDAS

 

EL ÉXTASIS DE ARGUEDAS

Gustavo Flores Quelopana

 

Después de acabar su novela Los ríos profundos, Arguedas en 1958 está en París, como parte de su primera experiencia europea, y a orillas del rio Sena tiene una visión súbita, donde como un rayo le llega una especie de revelación que le hace decir: “No han podido quitarle el rostro de Dios”. Idea que se lo comunica por carta a su amigo Alberto Escobar.

Ha visto detrás de todo el avance de la modernidad del homo faber la persistencia de lo sagrado y lo espiritual. ¿Se trata acaso de una mera conexión de José María Arguedas con la naturaleza? ¿Se trata de una simple resistencia a la imposición de valores y sistemas culturales que reemplazan a creencias ancestrales de la cosmovisión andina? ¿Es una proyección de su visión del mundo indígena ligada a la espiritualización de la naturaleza?

Ha visto algo a través de la naturaleza que trasciende a la naturaleza, algo permanente que va más allá de la estrategia de resistencia cultural, una patencia que se limita a la naturaleza espiritualizada. Por tanto, se trata de algo distinto y muy diferente a las hipótesis en uso. Ha experimentado un éxtasis místico.

Ahora bien, el éxtasis místico tiene sus niveles, que van desde lo más alto -como la experiencia de la Unidad total con lo divino-; pasando por visiones y audiciones de seres divinos, figuras sagradas, voces o mensajes espirituales; sensaciones corporales intensas de calor, vibración, luz o energía que fluye a través del cuerpo, y que puede ser acompañado de un sentimiento de trascendencia; paz y gozo inexplicables que se traduce en una mayor conexión espiritual; trance y despersonalización con percepción separada del cuerpo y alterada del tiempo y el espacio; hasta la Iluminación intelectual que implica una comprensión de las verdades intelectuales y recepción de conocimientos divinos.

No es difícil interpretar la visión súbita de Arguedas a ésta última y que encuentra lugar en su expresión: “No han podido quitarle el rostro de Dios”. Su posesión extática tiene que ver más con el último nivel, a saber, la Iluminación intelectual, que con los niveles anteriores. Y lo atribuyo a que como ateo no practicaba la oración, pero Dios misericordioso viendo su buen corazón le permitió acceder a dicho éxtasis místico de la iluminación intelectual.

Aunque su caso es más complejo. Veamos. Un ateo puede experimentar éxtasis místico mediante experiencias naturales -asombro con el universo, la naturaleza o la humanidad-, meditación o estados alterados de conciencia, arte y música que provoca estado de elevación y trascendencia, y, por último, momentos de realización personal mediante intuiciones intelectuales o amor profundo que induce estados de éxtasis místico. Lo singular del caso de Arguedas es que como ateo tiene una visión de Dios.

No es nada extraño que un ateo tenga una visión de Dios y no se convierta, como parece que fue el caso de Arguedas. Pero reparemos que no le dio una interpretación cultural, social, psicológica o filosófica. No se ha plegado al subconsciente para rechazar el contexto sobrenatural. Por el contrario, su intimidad ha sido arrebatada de la ontología objetual para experimentar la estructura solidaria con Dios. Nada de interpretación atea siendo ateo. Muy extraño. Simplemente registra la visión de Dios a despecho del hombre transformador de la modernidad. Ha sido presa por un instante del hundimiento total del gran tema de la era moderna que se llama autonomía y en su lugar ha emergido el gran tema de las épocas premodernas, esto es, la posesión extática, el sentimiento oceánico de la razón participativa del alma del hombre prealfabetizado.

En otras palabras, no se trata de la experimentación del sentimiento oceánico en sentido secular como fue descrita por el poeta y escritor francés Romain Roland y popularizado por Sigmund Freud en El malestar en la cultura (1930). No, lo suyo es más íntimo y profundo, es un sentimiento oceánico sacralizado, participativo, como inmersión abismal en la esfera general e insuperable de Dios. Peter Sloterdijk en su obra Esferas I y II busca la comprensión de la realidad más allá de la idea de sustancia para llevarlo a la categoría del flujo. Y aún cuando no estemos de acuerdo con su nominalismo extremo no deja ser pertinente traerlo a colación con la idea de la “arqueología de lo íntimo”, las “esferas” y las “burbujas” para hacer notar que el hombre no es un ser “en” el mundo sino “con” el mundo.

Lo cual es rescatable y valioso para entender e interpretar el éxtasis religioso de Arguedas como un salir de lo objetual hacia lo preobjetual, lo no-objetual. Ha tenido una visión que lo ha catapultado de la estandarizada idea atea del mundo material para llevarlo hacia un intenso secreto relacional con Dios. Como partícula o polo de su esfera íntima personal ha sido llevado a una nueva situación tonal, hacia una atmósfera más amplia, con una enigmática topología que tiene su propia espesura y, sin embargo, se deja percibir con claridad. “No han podido quitarle el rostro de Dios”.

Sin embargo, Arguedas a pesar de su profunda sensación mística y espiritual con la naturaleza y el cosmos no abandona el ateísmo. Este no abandono, por lo general, obedece a varias razones, entre ellas: interpretación personal estrictamente inmanentista, antropocentrismo, cientificismo, racionalismo, escepticismo, clerofobia, cree en su independencia respecto a Dios, y, por último, resistencia a la conversión por representar un cambio profundo en su identidad y forma de ver el mundo. Esto último implica una forma de orgullo y amor excesivo hacia sí mismo.

Realmente es difícil dilucidar por qué razón teniendo Arguedas un éxtasis religioso no abandona el ateísmo. Muy aferrado a la ciencia no lo estaba, tampoco a la razón instrumental, ni al racionalismo filosófico. Su respeto a la razón mítica y a la religión ancestral tampoco parece ser una explicación satisfactoria. Pues, se mantuvo ateo a pesar de ello. Por otro lado, su resistencia a la conversión pudo deberse a la adopción del ateísmo como una creencia asociada a un ideal socialista revolucionario. Era amigo del padre Gustavo Gutiérrez, en cuya teología de la liberación se cristianiza al marxismo. ¿Llegó muy tarde su mensaje? Es difícil asumirlo.

La complejidad del ateísmo arguediano es que después de esta experiencia ya no puede decir “Dios no existe”, ya no puede sostener un ateísmo ontológico. No se le puede aplicar lo que reza en los Salmos 14:1 y Salmos 53:1: Ambos versículos son casi idénticos y dicen: "Dice el necio en su corazón: 'No hay Dios'. Se han corrompido, hacen obras abominables; no hay quien haga el bien." Como Arguedas no niega a Dios tampoco se le aplica lo se dice en Romanos 1:20-22. En estos versículos, el apóstol Pablo habla sobre cómo las cualidades invisibles de Dios, su poder eterno y deidad, se perciben claramente a través de la creación. Afirma que aquellos que niegan a Dios son "inexcusables" y que "profesando ser sabios, se hicieron necios".

Pero sí es aplicable el ateísmo moral. Esto último se puede verter como “Dios existe, pero no creo en él porque hay mal en el mundo”. Una formar particular de ateísmo moral lo acuñó Francisco Miró Quesada Cantuarias basándola en su racionalista teoría de la no arbitrariedad y simetría. Estos principios prescinden de Dios porque, según él, proporcionan una base racional y objetiva para le ética sin depender de trascendencia y metafísica alguna. Incluso su aceptación de las lógicas heterodoxas estaba más ligado a la aceptación de nuevas formas de pensar antes que a la aceptación de seres sobrenaturales.

Pero el ateísmo moral que le atribuyo a Arguedas es más simple y sociológico, está más asociado a su condena a la Iglesia Católica por su rol en la colonización cultural y opresión de las culturas indígenas. Esto se deja ver en su ensayo La cultura: Un patrimonio difícil de colonizar (1966), donde denunció cómo la Iglesia, junto con otras instituciones coloniales, imponía la cultura occidental de manera dominante y excluyente, contribuyendo a la destrucción de las culturas indígenas y a la imposición de valores y sistemas que no respetaban la diversidad cultural. Su crítica multicultural era un poderoso factor que estaba en la base de su ateísmo moral.

El ateísmo moral de Arguedas, nunca esclarecido por él, no niega la existencia ontológica de Dios de manera explícita, pero cuestiona su necesidad en el plano moral, tanto más cuando estuvo al servicio de la imposición de la cultura dominante y excluyente. La verdad es que la Iglesia Católica ha sido históricamente defensora de los pobres y ha promovido una pastoral centrada en la justicia social y la caridad. Ahí tenemos los ocho siglos de Patrística en favor de la justicia social, el lascasianismo durante la dominación española, y la teología de la liberación desde fines de los años 60 del siglo veinte. Pero mientras subsistió el gamonalismo la Iglesia católica fue su aliada en el Perú y en América Latina. Y la denuncia viene con fuerza desde González Prada en adelante. Este contexto permite entender mejor el ateísmo de Arguedas a pesar de su experiencia mística.

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