lunes, 30 de diciembre de 2024

¿RELIGIÓN PRECOLOMBINA CONOCIÓ EL DEMONIO?

 

¿RELIGIÓN PRECOLOMBINA CONOCIÓ EL DEMONIO?

 

Antes de la llegada del cristianismo las personas de las diversas religiones del mundo se defendían contra los ataques de las fuerzas malignas a través de rituales, ofrendas, amuletos, talismanes, oraciones, plegarias, textos sagrados, sabiduría popular, supersticiones, magia, hechicería y exorcismos.

Otra cosa es abordar su eficacia. Al respecto cabe recordar los testimonios de los más reputados exorcistas de la Iglesia Católica (Amantini, Milingo, Amorth, Fortea) que consignan que el ritual exorcístico católico es el más eficaz. Sencillamente, afirman, el demonio no soporta el nombre de Cristo ni el de la Virgen María. Tanto es así que en Marcos 5:7 se describe el encuentro de Jesús con un hombre poseído por una legión de demonios en la región de los gadarenos. Los propios demonios inmundos reconocen a Jesús y le ruegan que no los atormente antes de tiempo, implicando que saben que aún no ha llegado el momento de su juicio final.

Si esto es así ¿tiene sentido que se afirme que los demonios son una invención cristiana, que no existían los conceptos de ángel o demonio, y que en su lugar se admitían grandes espíritus sagrados? Naturalmente que no. En primer lugar, no es una invención cristiana. Muchas culturas señalan a los demonios con distintos nombres. En segundo lugar, no se trata de la existencia de conceptos sino de entidades ontológicas espirituales y malignas. En tercer lugar, no todo lo sagrado es divino, puede ser demoníaco.

Limitándonos a las religiones politeístas precolombinas observamos que la defensa contra los espíritus malignos no se limitaba a tatuajes, joyería, ofrendas, sacrificios humanos y de animales, ritos de purificación, quema de hierbas sagradas, conocimiento espiritual de chamanes y sacerdotes, sino que tenían palabras para señalarlos. Entre los Moches el Supay era el dios de la muerte y del inframundo, en el mundo Inka lo mismo ocurría con el Amaru y el Uku Pacha, lugar donde habitan los muertos y los espíritus malignos, y en la cultura Nazca el Ekeko se vincula con aspectos negativos cuando no se le honra adecuadamente.

De manera que cabe preguntarnos si ¿la religión precolombina conoció el demonio? O eran acaso el único pueblo privilegiado del planeta y la historia humana que no fue acosada por los espíritus malignos. Obviamente que no, sostener lo contrario no se condice con las investigaciones etnológicas y antropológicas, sino que lleva la carga ideológica interesada de oponerla al cristianismo con fines subalternos. Además, en demás culturas precolombinas existen ceramios y otros artefactos culturales que contienen la representación feroz y terrible del demonio.

Todo lo cual permite concluir que en la religión politeísta precolombina se conoció a los demonios, se los llamó con diversos nombres, se los trató de diversos modos, incluso se los combatió, pero los testimonios abonan a favor que la mayor parte de las religiones paganas del mundo estuvieron infiltradas por el demonio y su astucia. En otros términos, hasta que no llegó el cristianismo los demonios no reconocieron que les había llegado la hora de su derrota final.

Ahora bien, ¿cómo se puede llamar ficción a algo que se constata su realidad en el ministerio exorcístico? Si la realidad de los ángeles caídos no puede ser negada -salvo por un materialismo, ateísmo y naturalismo contumaz-, entonces es lógico deducir su existencia y junto a ello la de toda una protohistoria angélica anterior a la creación del universo material. Ni la realidad de los demonios ni de los ángeles puede ser negado, como tampoco su desconocimiento por las religiones precolombinas.

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