ARGUEDAS Y
LO INDECIBLE
Gustavo Flores Quelopana
Haremos bien en reparar que
la frase de Arguedas combina dos elementos contrapuestos: el fracaso de “quitarle
el rostro a Dios” más, “Y eso, que no creo en Dios”. ¿Es esto, acaso, un
testimonio de una postura escurridiza en lo que concierne a su pensamiento
religioso? En esta antinomia se formula algo en palabras, pero sin petrificar
ese algo. Son dos formulaciones que se suprimen a sí mismas y auspician su
desaparición.
Da la casualidad que Bataille
justamente habló del discurso que se suprime a sí mismo en el contexto de la
exploración de lo sagrado y la experiencia interior. Este acto de comunicación
autoaniquilante permite a Bataille la conexión más profunda u auténtica con lo
sagrado. Y justamente en la expresión antinómica de Arguedas percibimos que en
la experiencia espiritual se pasa los límites del discurso racional y lógico.
En la estructura del
razonamiento arguediano y en el discurso autoaniquilante de Bataille se
presenta la nota común de una ruptura con el pensamiento lógico común proposicional
de Aristóteles. Lo singular del caso es que ambos autores no pertenecen al
ámbito cultural de las civilizaciones orientales chino o indio que difieren
sustancialmente del pensamiento occidental, sino que forman parte de la eclosión
de la lógica en el propio seno de la cultura occidental.
Esto ha dado lugar a una
gran pregunta, a saber, si la lógica clásica es la verdadera lógica de la
deducción y si existe una lógica privilegiada. La respuesta ha sido que no
existe lógica privilegiada, sino que la razón en diferentes situaciones emplea
diferentes lógicas. En la misma línea el maestro sanmarquino de lógica Luis
Piscoya Hermoza afirma: “No existe dificultad de que alguien hable de otras
lógicas siempre y cuando no pierda de vista la diametral diferencia que existe
entre ellas y la lógica matemática (Lógica general, 2007, pág.314.). Lo
cual es más fácil decirlo que comprenderlo, y ahí tenemos a la teoría lógica de
los modelos, según la cual la lógica no está divorciada de las ciencias
empíricas, incluso la física cuántica no exige una lógica cuántica divorciada
de la lógica clásica.
¿Arguedas está hablando en
otro tipo de lógica? Explícitamente no, pero implícitamente sí. Lo cual nos
recuerda lo escrito por J. M. Bochenski (La lógica de la religión, 1967)
cuando sostiene que es muy probable que el discurso religioso requiera de otro
tipo de lógica no bivalente, como la modal o la multivalente. Pero su
verificación siempre será sobrenatural y basado en la fe.
Lo cual aclara por qué
Arguedas es aparentemente contradictorio, pero en realidad no lo es, porque en
el discurso religioso se traspasa la lógica bivalente tradicional. Naturalmente,
la lógica no está separada de la realidad, lo formal es sólo una provincia de
lo real. En realidad, la lógica no enseña a ser humildes, a comprender que el
fenómeno es más amplio que el conocimiento y que, por ello, la metafísica y la
ética se justifican. Lo cual desmiente el dogma verificacionista del
reduccionismo lógico operado por el empirismo lógico del Círculo de Viena. Lo
que vino después es conocido y su repercusión fue epistemológica, se abandonó
el análisis lógico de las proposiciones científicas por la estructura histórica
del descubrimiento científico. Pero la cosa ni siquiera quedó allí, porque
Lakatos abandonó las reconstrucciones históricas de Kuhn para atender a la historia
interna de la ciencia.
Con todos estos desarrollos
el propio Arguedas con su ateísmo no tendría problemas en admitir reflexiones
metafísicas y religiosas. No estamos diciendo que estaba al día en los debates
lógicos ni epistemológicos, pero en sus posturas comparte esta crisis de época
del reduccionismo verificacionista. El mundo cultural se volvió más consciente
de las limitaciones de la ciencia y la razón experimental. Lo cual permite
entender mejor su expresión “no han podido borrar el rostro de Dios”. Esta
alusión al fracaso de la razón instrumental del hombre moderno transformador
del mundo. Lo cual nos retrotrae a Francisco Miró Quesada Cantuarias (Sentido
del movimiento fenomenológico, 1941) cuando pensaba que la lógica
paraconsistente permite ciertas contradicciones parciales sin que el sistema
colapse en trivialidad.
De manera que tenemos un
Arguedas que se expresa en cuestiones religiosas utilizando un razonamiento
lógico no ortodoxo donde está presente la contradicción. No olvidemos que desde
Frege la teoría de la deducción tiene un doble abordamiento, a saber,
sintáctico y semántico. Ahora bien, para la lógica intuicionista la
contradicción es fatal, pero para la minimalista se admiten las contradicciones
locales. Los sistemas formales tienen propiedades y teoremas limitativos. Hay
consistencia sin coherencia (minimalismo), y también hay la indecibilidad (Gödel).
Incluso hay formas de circularidad que resultan ineliminables y su razón es
obscura.
Ahora bien, ¿en esta expresión
contradictoria de Arguedas está presente el mito andino? ¿No es acaso el mito
una forma discursiva que responde a otra lógica no bivalente? La verdad es que cada
forma de pensar en las culturas tiene su propia estructura interna donde existen
leyes y reglas que la gobiernan, las cuales constituyen su lógica interna. Y esto
es válido, aunque en un sentido muy lejano al de la lógica matemática. Cuando indagué
el filosofar mitocrático precolombino le atribuí una forma lógica no bivalente
y basada en la armonía de los contrarios (Filosofía mitocrática y
mitocratología, 2010). Realmente siempre guardé la convicción de que lo
indecible está más cerca del discurso no racional del principio de identidad y
no contradicción parmenídeo-aristotélico. Pero el discurso mítico que entró en
decadencia y desprestigio en Grecia con Jenófanes: “Si los animales pudieran
dibujar, ellos imaginarían a sus dioses con formas animales”. Esta asintonía lógica
entre las culturas también se deja advertir cuando Atahualpa arroja al suelo la
Biblia tras llevársela al oído.
Esto no quiere decir que la
lógica del mito haya muerto, sino que la propia razón humana maneja distintos
tipos de lógicas para distintas situaciones y disciplinas. Pero lo que deja ver
en la expresión de Arguedas es que lo indecible es extremadamente ambiguo, se
resiste a caer bajo los juegos del lenguaje, aunque se da lo indecible
perceptible. Por ejemplo, en el conocido éxtasis de Santo Tomás de Aquino en
1273 se le reveló tras una visión de la Trinidad que todo lo que había escrito
era “barro comparado con lo que había visto”. Lo indecible de la mística entra
aquí en el terreno de lo inexpresable, irrepresentable e incomunicable.
De manera que en su mentada
expresión no le atribuyo a Arguedas una conexión directa con la lógica del mito
precolombino, sino con la propia estructura multívoca de la razón humana.
Arguedas no era un precolombino camuflado, pero supo con la sinceridad que le
caracterizaba poner su pensamiento unívoco en suspenso ante su experiencia
religiosa. Con esto tampoco estamos relacionando a Arguedas con los métodos
masoquistas para crearse un cuerpo sin órganos según lo descrito por Deleuze y
Guattari. Lo comparable con lo indecible suyo quizá sea El castillo de
Kafka, donde lo enigmático y complejo se combina con la ambigüedad y el
aislamiento existencial.
Ciertamente hay cosas y
experiencias que se resisten a las posibilidades y límites de la expresión
discursiva. Nietzsche y Cioran son ejemplos incluso en el terreno de la
filosofía. No todo puede ser explicado ni expresado, sino apenas rasgado en
términos contradictorios. Y este es el caso arguediano. Su ambivalencia
expresiva es equivalente a la de la condición existencial humana. Aunque
resulta chocante es algo más propio de poetas que de pensadores y novelistas.
Y el reto de hacerlo es
doble en un mundo moderno desencantado, funcional y pragmático. Vivimos una
actualidad de las redes sociales y el internet el empobrecimiento lingüístico es
la regla expresada en emoticones, y que se corresponde con la anemia del
pensar. Todo se volvió apariencia y retórica. El chat GTP 4 como modelo de
procesamiento avanzado de lenguaje natural reduce la capacidad pensamiento
crítico de modo acelerado y profundo. La prosa de la verdad ha sido sustituida
por los fake news y la posverdad. Y al final el hombre queda aislado en un indecible
marginal, esto es, lo indecible de la ignorancia.
Valga la meditación sobre
lo indecible en Arguedas para no perder la esperanza en el regreso del lenguaje
y el pensamiento crítico no sólo a la filosofía sino en la vida social misma. De
todas formas, queda demostrado que Arguedas en su ateísmo se distancia de la
gélida intemperie metafísica del hombre moderno y posmoderno.