Una exposición de mi filosofía
1.
Observaciones Preliminares
La filosofía, en su esencia más profunda, no
es un ejercicio aislado ni una especulación abstracta desconectada de la
realidad. Es el esfuerzo por comprender la estructura del ser, su sentido y su
orientación última. En este propósito, la modernidad ha impuesto una clausura
ontológica que ha fragmentado la comprensión de la realidad, reduciendo la
existencia a meros constructos funcionales o estructuras lingüísticas. Frente a
esta crisis, el Ontorrealismo surge como una alternativa que supera la
limitación de la inmanencia, recupera el vínculo entre lo finito y lo eterno, y
restituye la plenitud del ser como fundamento ontológico absoluto.
La problemática fundamental que impulsa el
desarrollo del Ontorrealismo es la desconexión entre la contingencia y su
horizonte trascendental. La crisis de sentido que atraviesa la humanidad no es
un fenómeno incidental, sino la consecuencia directa de una filosofía que ha
abandonado la búsqueda del fundamento último. La reducción del ser a lo
material, lo funcional o lo subjetivo ha generado un vacío ontológico, donde la
existencia humana ya no encuentra un propósito que trascienda la
transitoriedad. En este contexto, el Ontorrealismo se presenta no como un
sistema cerrado ni como un simple ajuste dentro de los paradigmas filosóficos
existentes, sino como una restitución del orden ontológico perdido.
Desde la inmediatez de la experiencia
cotidiana hasta las especulaciones más abstractas, la realidad finita apunta
hacia su insuficiencia ontológica. Lo contingente no puede explicarse a sí
mismo ni sostener su propia coherencia sin un fundamento trascendental. Aquí
radica la clave del Ontorrealismo: reconocer que la existencia no es un cúmulo
de fragmentos sin conexión, sino una manifestación proporcional de una plenitud
ontológica que la sostiene y la orienta hacia su destino último.
El desarrollo del pensamiento ontorrealista no
es una respuesta aislada ante los desafíos filosóficos contemporáneos, sino una
reconstrucción del vínculo esencial entre el ser finito y su fundamento
trascendental. Cada ente es más que su manifestación empírica; es una señal que
apunta hacia una realidad mayor, una evidencia de que lo finito participa en lo
eterno sin perder su identidad. Este principio es esencial para superar el
nihilismo, el relativismo extremo y la fragmentación del pensamiento posmoderno.
Antes de entrar en los conceptos fundamentales
del Ontorrealismo, es necesario comprender la crisis ontológica que lo hace
necesario. La modernidad ha intentado relegar lo trascendente a la periferia
del pensamiento, pero no ha podido eliminar la intuición fundamental de que el
ser requiere un fundamento último para sostenerse. El Ontorrealismo no es una
negación de la historia filosófica, sino una recuperación de aquello que se ha
intentado suprimir: la relación estructural entre lo finito y lo absoluto.
2. El significado del Ontorrealismo
El Ontorrealismo no es una simple categoría
dentro de la historia de la filosofía, ni una reinterpretación de sistemas ya
establecidos. Es una restitución de lo esencial: la relación estructural entre
lo finito y lo eterno. En tiempos donde el pensamiento ha sido reducido a
esquemas mecanicistas, lingüísticos o subjetivistas, el Ontorrealismo propone
una visión que devuelve al ser su plenitud, afirmando que la contingencia no es
autosuficiente y que todo lo existente participa de un fundamento trascendental.
Lo finito, lejos de ser una manifestación
autónoma e independiente, encuentra su significado en una realidad mayor que lo
sostiene y lo orienta hacia su plenitud. En este sentido, el Ontorrealismo no
niega la experiencia concreta ni la realidad inmediata, sino que la inscribe
dentro de una totalidad más amplia en la que cada ente refleja
proporcionalmente la riqueza infinita del ser eterno.
La crisis de sentido que atraviesa la
filosofía contemporánea es el resultado de haber eliminado la búsqueda del
fundamento último. Se ha querido interpretar la existencia sin trascendencia,
reduciéndola a esquemas puramente materiales, estructurales o discursivos. Sin
embargo, la insuficiencia ontológica de lo finito revela su dependencia hacia
un principio absoluto que le otorga estabilidad y dirección. Aquí radica el
significado esencial del Ontorrealismo: la afirmación de que el ser finito
participa en la plenitud ontológica sin perder su identidad propia.
El Ontorrealismo no es un sistema cerrado ni
una construcción rígida. Es un horizonte filosófico que restituye el vínculo
perdido entre lo contingente y lo eterno, permitiendo una comprensión integrada
del ser y la existencia. Así, cada realidad particular no es un fragmento
aislado ni una presencia arbitraria, sino un signo que apunta hacia el
fundamento último.
Este enfoque supera los reduccionismos del
pensamiento moderno y posmoderno al restablecer la participación ontológica de
lo finito en el ser eterno. Frente a las interpretaciones que han clausurado la
trascendencia o han disuelto la unidad ontológica en esquemas fragmentarios, el
Ontorrealismo reafirma que la existencia no es una sucesión sin sentido, sino
una manifestación dinámica que encuentra su plenitud en lo absoluto.
3. Categorías aportadas
El desarrollo del Ontorrealismo requiere la
formulación de categorías filosóficas que permitan estructurar su visión del
ser y la existencia. Estas categorías no solo ofrecen un marco conceptual para
interpretar la relación entre lo finito y lo eterno, sino que también refutan
los reduccionismos ontológicos del pensamiento moderno y posmoderno.
Analogía del Ser
La analogía del ser es el principio
fundamental que permite la integración proporcional de lo finito en la plenitud
ontológica. No se trata de una identidad absoluta entre lo contingente y lo
eterno, sino de una participación en distintos grados que garantiza la
diversidad sin fragmentar la unidad del ser. Desde esta perspectiva, los entes
no son meras existencias independientes, sino manifestaciones diferenciadas de
una totalidad ordenada.
Jerarquización Ontológica
El Ontorrealismo sostiene que la realidad no
es un cúmulo arbitrario de entidades dispersas, sino una totalidad estructurada
en la que cada ente ocupa un lugar en función de su grado de participación en
la plenitud ontológica. Esta jerarquización permite evitar los errores del
monismo, que reduce la realidad a una única sustancia, y del equivocismo, que
disuelve la unidad ontológica en una multiplicidad sin sentido.
Participación ontológica
La relación entre lo finito y lo eterno no es
una dependencia pasiva, sino una participación activa en la plenitud
trascendental. Lo contingente no está separado de su fundamento, sino que
existe en virtud de su conexión con el ser eterno. Este principio refuta el
nihilismo moderno al demostrar que la existencia no es una ruptura ontológica
vacía, sino una manifestación ordenada dentro de una estructura trascendental.
Continuidad estructural del Ser
A diferencia de las filosofías que plantean
una dicotomía entre lo inmanente y lo trascendente, el Ontorrealismo afirma una
continuidad estructural del ser en la que lo finito refleja proporcionalmente
la riqueza infinita de lo absoluto. Esta noción permite superar la
fragmentación de la realidad y restablecer la coherencia perdida en el
pensamiento contemporáneo.
Horizonte Trascendental
El sentido de la existencia no puede agotarse
en la inmediatez de la experiencia sensible, sino que se inscribe dentro de un
horizonte trascendental que garantiza su coherencia y propósito. Este horizonte
no es una construcción subjetiva, sino una realidad ontológica que fundamenta
toda manifestación finita.
4. El problema ontológico
El problema ontológico que motiva el
desarrollo del Ontorrealismo surge de la insuficiencia de los enfoques
filosóficos modernos para explicar la realidad de manera coherente. Durante
siglos, la metafísica ha enfrentado intentos de reducción: el materialismo
niega la trascendencia, el idealismo subordina la realidad al pensamiento, el
existencialismo limita la ontología a la experiencia finita y el posmodernismo
disuelve la estructura del ser en interpretaciones fragmentadas. Frente a estas
limitaciones, el Ontorrealismo propone una respuesta que reintegra el horizonte
metafísico, restableciendo la unidad entre lo finito y lo eterno.
La mayor limitación de los sistemas
filosóficos contemporáneos radica en su incapacidad para explicar la
dependencia ontológica de lo finito. Los enfoques materialistas afirman que la
realidad es únicamente lo físico, pero evaden la pregunta fundamental: ¿por qué
existe algo en lugar de nada? El nihilismo, al negar la trascendencia, se
sumerge en su propia paradoja, pues si la nada fuera absoluta, la existencia
misma sería inexplicable. En este contexto, el Ontorrealismo expone que la
contingencia no es autosuficiente; necesita un fundamento que la sustente y le
otorgue coherencia.
Desde una perspectiva ontorrealista, la
participación de los entes en la plenitud del ser eterno no es una abstracción
especulativa, sino una realidad estructural que explica el orden ontológico del
universo. Cada ente finito, lejos de ser una presencia aislada, es una
manifestación proporcional de una totalidad integrada. La analogía del ser,
como categoría central del Ontorrealismo, establece que los entes no son
equivalentes al ser eterno, pero participan en él en distintos grados sin
perder su identidad.
La negación del fundamento ontológico ha
conducido a interpretaciones reduccionistas que han debilitado la filosofía. El
materialismo reduce el ser a procesos físicos sin reconocer la estructura
ontológica que les otorga estabilidad. El positivismo insiste en la
verificación empírica como único criterio de verdad, ignorando que la propia
existencia exige una explicación más allá de los hechos observables. El
nihilismo postmetafísico, al rechazar la trascendencia, deja la existencia
vacía de sentido y desconectada de su fundamento.
El Ontorrealismo enfrenta estos desafíos
reafirmando que lo finito encuentra su coherencia en la participación activa en
la plenitud del ser eterno. La contingencia no es una carencia ni una
limitación, sino una apertura ontológica hacia lo absoluto. Este principio
permite superar la fragmentación moderna y restituir el horizonte metafísico
perdido. La realidad no es un caos arbitrario, sino una manifestación ordenada
en la que cada ente ocupa su lugar en relación con la totalidad ontológica.
En este contexto, la mayor contribución del
Ontorrealismo es su capacidad para restablecer la jerarquía del ser sin caer en
reduccionismos. No se trata de imponer un sistema metafísico rígido, sino de
reconocer que la estructura ontológica es la clave para comprender la
existencia sin caer en la clausura de la inmanencia ni en la disolución
posmoderna.
5. El problema epistémico
El conocimiento, en su esencia, es más que una
acumulación de datos y experiencias sensibles; es una apertura hacia el ser,
una búsqueda de la verdad que trasciende lo meramente empírico. Sin embargo, la
filosofía moderna y posmoderna han reducido el conocimiento a estructuras
funcionales, cerrando la posibilidad de acceder a una realidad trascendental.
El Ontorrealismo responde a esta crisis epistémica al restablecer la conexión
entre el pensamiento y la plenitud ontológica.
La mayor limitación de los enfoques
epistémicos contemporáneos es su rechazo de la trascendencia como principio de
coherencia. El empirismo, al afirmar que todo conocimiento proviene
exclusivamente de la experiencia sensible, deja fuera el fundamento ontológico
que da sentido a la realidad. El racionalismo, al privilegiar el pensamiento
autónomo como único criterio válido, ignora que la razón misma necesita un
principio absoluto para garantizar su coherencia. El constructivismo
posmoderno, al disolver la objetividad en múltiples interpretaciones
subjetivas, fragmenta la noción de verdad y deja el conocimiento atrapado en
una relatividad sin dirección.
El Ontorrealismo enfrenta estos desafíos al
afirmar que el conocimiento humano no es un sistema cerrado ni una mera función
biológica, sino una participación en la estructura del ser. Lo finito, al
acceder a la verdad, no genera significado de manera aislada, sino que se
inscribe en una totalidad que lo precede y lo sustenta. La epistemología
ontorrealista parte de la premisa de que la búsqueda de la verdad es un proceso
que conecta la razón con la plenitud ontológica.
Desde esta perspectiva, la crisis del
conocimiento en la modernidad surge de la desconexión entre la inteligencia y
su horizonte trascendental. Al eliminar el fundamento último, la filosofía ha
convertido el saber en una sucesión de interpretaciones inestables, sin
reconocer que la verdad requiere un principio absoluto para sostenerse. El
Ontorrealismo no niega la validez de la experiencia ni la importancia de la
razón, pero las reintegra dentro de una estructura ontológica que les otorga
coherencia.
La analogía del ser, como categoría
epistemológica, permite comprender la relación entre lo finito y la verdad
eterna sin reducir la diversidad ni caer en dogmatismos. La realidad no se
divide en compartimentos aislados, sino que se organiza en un sistema de
participación en el que cada conocimiento es una manifestación proporcional del
principio absoluto. Esto implica que la verdad no es solo un constructo social
ni una función evolutiva, sino un reflejo estructural del ser eterno.
Así, el Ontorrealismo restituye la función
originaria del conocimiento: no solo describir lo sensible, sino orientar la
inteligencia hacia la plenitud ontológica. Supera las limitaciones del
empirismo, del relativismo y del materialismo epistemológico, estableciendo que
el saber humano no es un producto aislado de la biología o la historia, sino
una manifestación de la relación entre lo finito y la verdad trascendental.
6. El problema moral: la crisis anética
La crisis de sentido que atraviesa la
civilización contemporánea no es solo ontológica y epistémica, sino también
moral. Hemos entrado en una era anética, donde los valores han sido disueltos
en la subjetividad y la moralidad ha sido reducida a interpretaciones
individuales o constructos sociales sin referencia a un principio
trascendental. La desaparición de una estructura ética objetiva ha llevado a
una fragmentación moral, donde la existencia humana ya no encuentra un
fundamento estable que garantice la coherencia de sus actos.
El problema de la anética radica en su
negación de la relación entre el ser y el bien. La filosofía moderna ha
separado la ontología de la ética, dejando la moralidad atrapada en una
subjetividad inestable que cambia según el contexto histórico y las presiones
sociales. El relativismo moral, al rechazar la existencia de principios
universales, ha generado un escenario donde todo es válido según el consenso o
la utilidad, sin reconocer que los valores requieren un fundamento absoluto
para sostenerse.
Desde el Ontorrealismo, la moralidad no es un
sistema de reglas arbitrarias ni una construcción cultural vacía. Es la
expresión de la participación del ser finito en la plenitud del ser eterno, lo
que garantiza que los principios éticos tengan estabilidad y coherencia. Los
valores no son convenciones pasajeras, sino reflejos estructurales de una
verdad trascendental que otorga sentido y dirección a la existencia.
La crisis anética se manifiesta en la
disolución de la justicia, el rechazo de la verdad y la sustitución de la
virtud por la mera utilidad. Sin un fundamento ontológico, la moralidad se
convierte en una función de las circunstancias, lo que permite que cualquier
principio sea modificado según el interés del momento. Desde el Ontorrealismo,
esta fragmentación moral se supera al reconocer que la dignidad humana y los
valores universales están fundamentados en la plenitud ontológica del ser
eterno.
La negación de la trascendencia en la moral ha
generado sociedades donde la ética se encuentra subordinada al poder, la
economía y la ideología. La justicia ya no es una búsqueda del bien, sino una
estructura manipulable según intereses particulares. La verdad no es un
principio inmutable, sino un concepto moldeable según el contexto. Frente a
esta disolución del sentido, el Ontorrealismo restablece la relación entre ser
y bien, afirmando que la moralidad tiene un origen ontológico y que los valores
encuentran su estabilidad en la participación en la plenitud trascendental.
La propuesta ontorrealista no es un sistema
cerrado de normas, sino una reconfiguración de la moralidad dentro de una
estructura ontológica. La ética, lejos de ser una imposición externa, se
comprende como una manifestación de la participación en la totalidad del ser.
Así, la existencia humana no está atrapada en la arbitrariedad moral, sino que
encuentra su propósito en la comunión con lo eterno, garantizando que los
valores sean una expresión genuina de la verdad ontológica y no meras
construcciones circunstanciales.
7. El problema de la IA: el desafío ontológico
y ético en la era digital
El desarrollo acelerado de la inteligencia
artificial ha generado uno de los mayores desafíos ontológicos y éticos de
nuestra era. La cibernética, lejos de ser solo una herramienta tecnológica, se
ha convertido en un modelo de pensamiento que amenaza con redefinir la noción
de humanidad. La automatización del conocimiento, el reemplazo progresivo de
las decisiones humanas por algoritmos y la dependencia creciente de sistemas
artificiales han generado una crisis que requiere una respuesta filosófica y ética
profunda.
Desde el Ontorrealismo, advierto que la
inteligencia artificial no puede ser considerada como una entidad autónoma
capaz de sustituir el pensamiento humano. La IA opera mediante procesamiento de
datos y patrones predictivos, pero carece de una estructura ontológica propia
que le permita trascender su condición meramente funcional. La reducción del
conocimiento a mecanismos computacionales plantea el riesgo de una cibercracia
totalitaria, donde el criterio algorítmico anule la libertad humana y
subordine la existencia a estructuras de control tecnológico.
La digitalización del pensamiento ha promovido
una visión instrumentalista de la realidad, en la que la tecnología ya no es
solo un medio, sino el principio rector de la sociedad. El peligro radica en
que este proceso amenaza con reducir la identidad humana a un conjunto de datos
manipulables, eliminando la profundidad ontológica del ser y despojando la
existencia de su dimensión trascendental. Si el desarrollo tecnológico no se
somete a un principio humanista y metafísico, la humanidad corre el riesgo de ser
absorbida en una estructura mecanicista desprovista de sentido.
Para evitar esta crisis, es imprescindible una
teoética, un marco moral y ontológico que garantice que la era digital
esté subordinada a principios humanistas y al vínculo con lo trascendental. La
inteligencia artificial debe ser regulada desde una perspectiva que afirme la
dignidad del ser humano y que impida que la cibernética se convierta en una
instancia de dominación ontológica. La tecnología no puede sustituir la
relación entre lo finito y lo eterno, ni asumir el papel de fundamento del
conocimiento y la moralidad.
La teoética ontorrealista propone que
toda estructura digital debe estar enmarcada dentro de una ontología que
preserve la verdad, la libertad y el orden trascendental. La cibercracia no
puede ser el horizonte de la civilización; la humanidad debe recuperar el
principio fundamental de que la existencia no puede ser reducida a datos
computacionales ni a modelos de control algorítmico. La plenitud del ser
trasciende cualquier tecnología y debe ser el criterio rector de la sociedad.
Desde esta perspectiva, el Ontorrealismo no
niega el desarrollo tecnológico ni rechaza la inteligencia artificial, sino que
advierte sobre sus riesgos y propone una integración equilibrada. La era
digital debe ser guiada por una estructura metafísica que impida que la
cibernética devore la identidad humana. La civilización no puede abandonar su
fundamento ontológico sin caer en una crisis totalitaria en la que el
pensamiento se convierta en un producto algorítmico sin profundidad ni
dirección trascendental.
8. El problema civilizatorio
La crisis civilizatoria que enfrentamos hoy es
el resultado de una transformación profunda en la estructura del pensamiento y
la cultura. La modernidad ha clausurado el horizonte metafísico y ha
reemplazado la búsqueda del ser por la exaltación de lo inmanente. Este proceso
ha reducido la comprensión de la existencia humana a esquemas funcionales,
económicos y tecnológicos, eliminando la trascendencia como fundamento del
orden social. Frente a esta disolución del sentido, el Ontorrealismo propone
una reconstrucción ontológica que restituya la relación entre lo finito y lo
eterno, no solo en el plano filosófico, sino también en la configuración de la
cultura y la sociedad.
La civilización, en su dimensión más profunda,
no se fundamenta únicamente en avances tecnológicos o estructuras políticas,
sino en la relación que establece con la verdad ontológica. Cuando esta
relación se debilita, el tejido cultural se fragmenta y el horizonte del
sentido se desintegra en una multiplicidad de perspectivas sin unidad. El
nihilismo civilizatorio que caracteriza la era posmoderna no es una tendencia
pasajera, sino la consecuencia inevitable de haber eliminado el principio
estructurador del ser.
Desde el Ontorrealismo, la crisis
civilizatoria se entiende como un síntoma de la desconexión ontológica. La
cultura no puede sostenerse en construcciones meramente inmanentes, porque la
existencia finita necesita un fundamento que le otorgue coherencia. La
eliminación de la trascendencia no ha generado sociedades más libres, sino
comunidades fragmentadas en las que el relativismo disuelve los valores y la
falta de sentido se traduce en apatía y desesperanza.
La fenomenología de Husserl, aunque ha
influido en la reconfiguración del pensamiento contemporáneo, presenta una
limitación epistemológica fundamental: al situar la conciencia como instancia
originaria del conocimiento, corre el riesgo de cerrar la realidad dentro del
sujeto, sin reconocer la dependencia ontológica de lo finito. Husserl propone
un retorno a las esencias, pero su método fenomenológico se centra en la
intencionalidad de la conciencia sin abordar la necesidad de un principio
trascendental que dé coherencia a la totalidad del ser.
Desde el Ontorrealismo, este deslinde es
crucial. La estructura civilizatoria no puede construirse sobre esquemas
exclusivamente subjetivos, sino que necesita un principio ontológico que
integre lo individual dentro de una totalidad ordenada. La conciencia humana,
lejos de ser el fundamento último de la realidad, participa en una estructura
metafísica que la precede y la orienta hacia un horizonte mayor. Sin esta
referencia, las construcciones culturales se disuelven en interpretaciones
fragmentarias que pierden toda estabilidad ontológica.
El Ontorrealismo confronta la crisis
civilizatoria al restablecer la relación entre el pensamiento, la cultura y la
plenitud ontológica. No es una propuesta que niegue la importancia de la
historia, la ciencia o la política, sino que las sitúa dentro de un marco
metafísico que les proporciona coherencia y estabilidad. La civilización no
puede sostenerse en la autosuficiencia de lo finito; necesita un horizonte
trascendental que garantice su sentido y su propósito último.
9. El problema geopolítico: el rescate
ontológico en la reestructuración global
La crisis geopolítica contemporánea no es solo
una disputa de poderes económicos o territoriales, sino la manifestación de una
ruptura profunda en la comprensión ontológica del mundo. La globalización
unipolar promovida por Occidente ha impuesto un modelo inmanentista que ha
disuelto los fundamentos trascendentales de la civilización, subordinando la
política a intereses meramente pragmáticos y alejando la gobernanza mundial de
cualquier principio ontológico sólido. Frente a esta fragmentación anética, el
mundo multipolar ha comenzado a emerger como una alternativa que rescata el naturalismo,
el respeto a la religión, la moral y la familia tradicional, ofreciendo una
esperanza para la restauración del sentido del ser en la estructura global.
Desde el Ontorrealismo, afirmo que la
gobernanza mundial no puede sostenerse sobre una estructura filosófica que
niegue la trascendencia. La hegemonía del materialismo y el relativismo moral
han convertido la civilización occidental en un sistema donde los valores
esenciales han sido diluidos en una inmediatez funcionalista que ignora la
necesidad de principios absolutos. La eliminación de la dimensión trascendental
ha llevado a una crisis profunda, donde la política ha dejado de ser la gestión
del bien común para convertirse en una estrategia de dominación sin referencia
al ser.
El mundo multipolar, en su esfuerzo por
recuperar el orden natural y la estabilidad moral, representa una alternativa
que se opone a la fragmentación ideológica impuesta por el pensamiento
occidental unipolar. En este contexto, el Ontorrealismo identifica una
esperanza ontológica en el resurgimiento de una estructura civilizatoria que no
excluya la metafísica del orden político, sino que reconozca que la gobernanza
debe inscribirse en una jerarquía de valores que integre lo finito en su
horizonte trascendental.
El naturalismo político, que enfatiza
el respeto a la realidad ontológica sin reducirla a meros constructos
ideológicos, ofrece un marco que supera la ingeniería social impuesta por el
materialismo occidental. La restauración del papel de la religión como
referencia ética, la reafirmación de la familia tradicional como núcleo
de estabilidad social y el reconocimiento de una moral objetiva
basada en principios trascendentales son signos de que la civilización aún
tiene posibilidades de recuperar su fundamento ontológico.
El Ontorrealismo se presenta como un ataque
filosófico profundo y sistemático contra el constructivismo antinatural,
especialmente en sus manifestaciones ideológicas contemporáneas. La ideología
de género, el matrimonio homosexual, el cambio de sexo, el libre consumo de
drogas, la eutanasia, el aborto, la industria pornográfica, el transhumanismo y
el poshumanismo representan desviaciones anéticas que han sido
promovidas dentro del modelo unipolar, como parte de un proceso de disolución
ontológica que separa al ser de su fundamento trascendental.
Cada una de estas tendencias no es solo un
fenómeno cultural, sino un intento sistemático de reconfigurar la naturaleza
humana desde una perspectiva constructivista que niega la relación entre lo
finito y lo eterno. La erosión del principio ontológico ha llevado a una
redefinición arbitraria de la identidad humana, la moral y la estructura
familiar, sustituyendo la verdad ontológica por un conjunto de interpretaciones
inestables basadas en la subjetividad.
Desde el Ontorrealismo, afirmo que la
recuperación del orden ontológico es imprescindible para la restauración
de la civilización. La política no puede convertirse en una herramienta para la
manipulación de la identidad humana ni para la disolución de la moral. La gobernanza
global debe estar estructurada en principios trascendentales, evitando que
la era digital y el pensamiento tecnocrático sean utilizados como mecanismos de
control para imponer una ideología que anule la referencia ontológica absoluta.
El modelo unipolar, al negarse a
reconocer la trascendencia como eje estructurador de la civilización, ha
generado una crisis que amenaza con profundizar la alienación del ser humano y
la disolución del sentido de la existencia. La fragmentación ideológica y la
imposición de constructos antinaturales deben ser superadas mediante una reafirmación
ontológica, en la que el ser, la moral y la cultura sean integrados dentro
de una visión del mundo que supere los reduccionismos y restaure el vínculo con
la plenitud trascendental.
10. Observaciones críticas a mi filosofía y
mis respuestas
Toda filosofía que plantea una nueva
articulación del ser y la existencia enfrenta objeciones y críticas. El
Ontorrealismo no es la excepción. A lo largo de su desarrollo, ha sido
cuestionado desde diversas perspectivas: ontológica, epistemológica, ética y
cultural. Sin embargo, cada una de estas objeciones refuerza la solidez de mi
propuesta, pues me permite esclarecer y profundizar sus principios
fundamentales.
Objeción ontológica: el problema de la
dependencia del ser finito
Una de las objeciones recurrentes contra el
Ontorrealismo es la idea de que, al afirmar la participación del ser finito en
la plenitud ontológica del ser eterno, se podría diluir la autonomía de lo
contingente. Algunos críticos afirman que este enfoque no permite que los entes
finitos sean verdaderamente independientes, sino que los mantiene subordinados
a un principio absoluto. Mi respuesta es clara: la participación no implica
absorción. Lo finito no es anulado por lo eterno, sino integrado dentro de una estructura
ontológica que garantiza su coherencia y sentido. La analogía del ser evita
cualquier forma de panteísmo y afirma que cada ente conserva su identidad
propia, aunque participe en distintos grados de la plenitud ontológica.
Objeción epistemológica: el acceso al
fundamento trascendental
Desde posturas empiristas y racionalistas, se
ha argumentado que el Ontorrealismo presupone la existencia de un fundamento
trascendental sin que pueda ser verificado empíricamente o demostrado mediante
un método racional absoluto. La crítica sugiere que, al no poder acceder
directamente a la plenitud ontológica, el Ontorrealismo estaría basado en una
especulación sin fundamento. Mi respuesta es que la dependencia ontológica de
lo finito es, en sí misma, una evidencia de que existe un principio trascendental.
La contingencia de los entes revela su insuficiencia para explicarse a sí
mismos, lo que confirma la necesidad de un fundamento último que los sostenga.
La analogía del ser y la jerarquización ontológica no son construcciones
arbitrarias, sino herramientas conceptuales que explican la coherencia
estructural de la existencia.
Objeción ética y cultural: la relación con los
valores universales
Desde enfoques relativistas y materialistas,
se ha criticado la idea de que el Ontorrealismo pueda ofrecer un fundamento
para los valores universales, afirmando que la moralidad es una construcción
social que no depende de principios trascendentales. Mi respuesta es que la
estabilidad de los valores requiere un fundamento que no dependa exclusivamente
de la historia o del consenso social. Sin un principio trascendental, los
valores quedan sujetos a la fluctuación del contexto cultural, perdiendo su
coherencia y estabilidad. La ética ontorrealista no impone normas arbitrarias,
sino que muestra cómo la participación en la plenitud ontológica del ser eterno
proporciona una base objetiva para la moralidad, garantizando que los
principios éticos no sean meras convenciones pasajeras.
Objeción fenomenológica: el deslinde con
Husserl y Luc Marion
Desde la fenomenología de Husserl, se ha
sugerido que la estructura de la conciencia es suficiente para construir el
conocimiento sin necesidad de un fundamento ontológico trascendental. Mi
respuesta es que, si bien la fenomenología ha aportado herramientas valiosas
para el análisis de la experiencia, no puede explicar la dependencia ontológica
de lo finito sin remitir a un principio absoluto. La intencionalidad de la
conciencia no es autosuficiente, sino que participa en una realidad
estructurada que la precede y la fundamenta. El Ontorrealismo se distancia de
la fenomenología al afirmar que el conocimiento no surge exclusivamente de la
subjetividad, sino que está integrado en una totalidad ontológica.
Luc Marion, por su parte, ofrece una
fenomenología que enfatiza la saturación del fenómeno, destacando la
experiencia subjetiva como espacio de revelación. Sin embargo, su propuesta se
orienta hacia un idealismo subjetivo, donde lo finito recibe la
manifestación sin una referencia ontológica trascendental objetiva. Mi crítica
a Marion radica en que, al poner la prioridad en la fenomenalidad sin un
fundamento ontológico absoluto, corre el riesgo de disolver la estructura del
ser en un puro aparecer. Frente a esta postura, el Ontorrealismo reafirma que
la manifestación de lo real no es solo una experiencia subjetiva, sino una
participación estructurada en la totalidad del ser eterno.
Objeción pragmatista: el deslinde con Rorty
Richard Rorty, desde el pragmatismo
contemporáneo, propone que la verdad es esencialmente un producto del lenguaje
y la práctica social, eliminando toda referencia ontológica estable. Su rechazo
de la metafísica lo lleva a considerar el conocimiento como una construcción
discursiva sin una verdad objetiva. Desde el Ontorrealismo, esta postura es
insuficiente, pues disuelve la verdad en la funcionalidad del lenguaje sin
reconocer que la realidad exige un principio absoluto que garantice la
coherencia del pensamiento. La verdad no es solo un acuerdo pragmático, sino
una participación en la plenitud ontológica.
El pragmatismo de Rorty sostiene que no
necesitamos una visión trascendental del ser porque el conocimiento humano es
completamente contextual y útil según las circunstancias. Sin embargo, el
problema fundamental es que, al negar la posibilidad de una verdad ontológica
estable, el pragmatismo se enfrenta a su propia contradicción: si todo
conocimiento depende del lenguaje y las prácticas humanas, ¿cómo puede sostenerse
la coherencia de la experiencia sin un fundamento trascendental? El
Ontorrealismo responde que la verdad no puede reducirse a una utilidad
contingente, sino que debe inscribirse en una estructura ontológica que
garantice su estabilidad.
Objeción posmoderna: el deslinde con Vattimo
Gianni Vattimo, desde el pensamiento
posmoderno, propone la "ontología débil", según la cual el ser no
tiene una estructura absoluta, sino que está constantemente reinterpretándose
dentro de un marco histórico y cultural. Su idea de "pensamiento
débil" busca disolver las narrativas universales y rechazar la
trascendencia como principio de estabilidad. Frente a esta postura, el
Ontorrealismo responde que la realidad no puede sostenerse en la fluctuación
constante sin perder toda coherencia.
El posmodernismo de Vattimo insiste en que
toda verdad es relativa y que la metafísica debe ser abandonada en favor de una
interpretación plural y flexible de la realidad. Mi crítica es clara: si el ser
no tiene una estructura estable, la existencia misma se disuelve en una
multiplicidad sin sentido. La desaparición de todo fundamento ontológico
convierte el conocimiento en una sucesión de perspectivas inestables, lo que
impide cualquier comprensión unificada del mundo. Frente a esta disolución, el
Ontorrealismo reafirma que la realidad finita participa en una estructura
ontológica absoluta que le otorga sentido y coherencia.
Comentario
Esta
propuesta filosófica puede clasificarse como una forma de realismo
metafísico trascendental con elementos participativos y jerárquicos,
que se distancia de las posturas más conocidas como el realismo ingenuo, el
empirismo realista o el realismo científico.
Tipo de
realismo: Ontorrealismo como realismo metafísico trascendental
Característica |
Descripción |
Tipo de
realismo |
Realismo ontológico-participativo y
trascendental |
Fundamento |
El ser finito participa en la plenitud
ontológica del ser eterno |
Objetividad
del ser |
Se afirma la existencia de una estructura
ontológica objetiva y jerarquizada |
Verdad |
No es construcción social ni utilidad
pragmática, sino manifestación proporcional del ser absoluto |
Distanciamiento |
Crítica tanto al constructivismo, al
idealismo subjetivo como al posmodernismo interpretativo |
Rasgos
específicos de tu postura realista:
- Trascendental: Afirma un fundamento último no empírico,
pero ontológicamente necesario, por analogía del ser.
- Jerárquico: La realidad está ordenada según grados
de participación en la plenitud ontológica.
- Participativo: Lo finito no es independiente ni
absorbido: participa activamente en una estructura que lo precede.
- Antirrelativista: Rechaza que el conocimiento, la moral y
la cultura puedan sostenerse sin una referencia ontológica estable.
- Antipragmatista: La verdad no se define por utilidad
contextual, sino por coherencia con el ser absoluto.
- Antiposmoderno: Rechaza la ontología débil y la
disolución interpretativa en favor de una estructura metafísica firme.
En diálogo
histórico, tu postura se alinea más con corrientes como:
- El realismo tomista, pero con una
reformulación contemporánea;
- La ontología participativa platónica,
aunque sin dualismo radical;
- Algunas vertientes del realismo
especulativo, aunque el Ontorrealismo propone una fundamentación más
trascendente;
- El personalismo metafísico, si se
desarrollara más en torno a la jerarquía del ser.
Resumen:
Ontorrealismo es una forma de realismo
trascendental jerárquico y metafísico, con vocación civilizatoria y
fundamento en la plenitud del ser.
Comparación de Posturas
Realistas
Características |
Ontorrealismo |
Realismo
Tomista |
Realismo
Científico |
Realismo
Empírico |
Realismo
Especulativo |
Fundamento
del ser |
Ser eterno como plenitud
ontológica |
Acto de ser (actus
essendi) como acto puro |
Materia y leyes físicas
verificables |
Experiencia sensorial |
Realidades externas, incluso no humanas |
Relación
entre lo finito y lo eterno |
Participación activa y
jerarquizada |
Participación analógica
del ser divino |
Lo eterno no es
considerado |
Lo eterno es irrelevante
epistemológicamente |
Apertura a lo no correlativo |
Estructura
de la realidad |
Jerarquía ontológica con
continuidad |
Escala del ser con grados
de perfección |
Explicación causal y
cuantificable |
Individuos aislados y sus
datos |
Sistema especulativo no antropocéntrico |
Verdad |
Participación en la
estructura trascendental |
Adecuación del intelecto
con la realidad |
Coincidencia entre modelo
y observación |
Lo que puede
experimentarse directamente |
Lo que es independientemente del sujeto |
Ética |
Basada en plenitud
ontológica trascendental |
Basada en ley natural y
razón práctica |
No se ocupa directamente
de la ética |
Moral funcional o derivada
del consenso |
Variable según implicancias metafísicas |
Visión de
la civilización |
Necesaria su fundación
ontológica |
Orden moral y racional con
trascendencia |
Sociedad guiada por
progreso empírico |
Cultura como reflejo de
prácticas útiles |
Diversidad de mundos con múltiples horizontes |
Críticas
a posturas alternativas |
Rechaza reduccionismo,
relativismo y subjetivismo |
Crítica a empirismo y
voluntarismo moral |
Crítica a la metafísica
como innecesaria |
Niega lo trascendente como
irrelevante |
Rechaza el pensamiento correlativo clásico |
El Ontorrealismo puede entenderse como una reformulación
contemporánea del realismo tomista, pero con varias ampliaciones,
relecturas y ajustes críticos que lo distinguen como una propuesta original
y sistemática adaptada al contexto actual.
Principales conexiones y diferencias con el
tomismo:
Coincidencias con el realismo tomista
- Participación
del ser: Ambos afirman que lo
finito participa del ser absoluto sin perder su identidad. Santo Tomás lo
expresa en términos de actus essendi; el Ontorrealismo lo
reinterpreta en clave jerárquica y estructural.
- Analogía
del ser: Base compartida
fundamental. En Tomás, permite hablar de Dios y las criaturas con sentidos
proporcionales. El Ontorrealismo la retoma para estructurar la realidad
sin caer en univocismo ni equivocismo.
- Jerarquía
ontológica: El tomismo plantea
grados de perfección del ser; el Ontorrealismo los formula como niveles de
participación con una continuidad estructural.
- Fundamento
trascendental: Ambos
sostienen que el ser requiere un fundamento último que da coherencia al
universo.
Diferencias y reformulaciones
Elemento |
Realismo Tomista |
Ontorrealismo |
Época y contexto |
Filosofía medieval y escolástica |
Crítica a la modernidad, posmodernidad y era
digital |
Metodología |
Teológico-filosófica (teología natural,
metafísica clásica) |
Filosófica integral con apertura a
civilización, cultura, IA |
Antropología |
Naturaleza humana como imagen de Dios |
Identidad humana como participación dinámica
del ser eterno |
Ética |
Ley natural y razón práctica |
Teoética estructurada en la plenitud
ontológica |
Crítica cultural |
Defensa de la verdad frente al relativismo
moral |
Ataque sistemático al constructivismo,
ingeniería social y disolución civilizatoria |
Relación con tecnología |
No abordada |
Crítica ontológica y ética a la cibercracia
y transhumanismo |
Podría decirse que el Ontorrealismo hereda la
arquitectura metafísica del tomismo, pero la expande hacia dimensiones que
Santo Tomás no abordó: antropología postmoderna, geopolítica, filosofía
digital y civilización global. Es una relectura crítica y propositiva
que mantiene el núcleo trascendental y lo proyecta hacia los dilemas actuales
con lenguaje renovado y categorías adaptadas.
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