domingo, 14 de septiembre de 2025

Søren Kierkegaard y la pedagogía del amor: deber, libertad y relación ante Dios

 


Søren Kierkegaard y la pedagogía del amor: deber, libertad y relación ante Dios

I. Introducción: El amor como exigencia existencial

Søren Kierkegaard (1813–1855) no concibe el amor como emoción espontánea ni como virtud social. Para él, el amor es una exigencia ética radical, una tarea espiritual, y una relación que se vive ante Dios. En Las obras del amor, Kierkegaard se distancia tanto del amor romántico como del amor natural, y propone una visión cristiana del amor como mandato interior, como deber que libera, y como forma de vida que transforma al yo y al otro.

Su pedagogía del amor no se basa en técnicas ni en afectos, sino en la formación del yo como sujeto ético, capaz de amar por decisión, por fidelidad, por obediencia al llamado divino. Amar, en Kierkegaard, es existir auténticamente.

II. El amor como deber: más allá del sentimiento

Kierkegaard afirma que el amor verdadero no depende de los sentimientos, que son cambiantes, frágiles y condicionados. El amor cristiano es un deber, un mandato interior, una decisión libre que se sostiene incluso cuando no se siente. Amar no es reaccionar, sino actuar desde la voluntad.

“El amor es un deber. No se ama porque se siente, sino porque se debe.” — Las obras del amor

Esta concepción transforma la pedagogía del amor: educar para amar no es cultivar emociones, sino formar la voluntad, enseñar la fidelidad, acompañar en la perseverancia. El amor como deber no esclaviza: libera del capricho, fortalece el vínculo, humaniza la relación.

III. El amor como relación tripartita: Dios como el tercero

Una de las ideas más originales de Kierkegaard es que el amor verdadero no es una relación entre dos, sino entre tres: yo, tú y Dios. Dios es el “común denominador” que sostiene, purifica y plenifica el vínculo. Sin Dios, el amor se vuelve posesivo, frágil, cerrado. Con Dios, el amor se convierte en comunión, en servicio, en donación libre.

“El amor verdadero es una relación persona–Dios–persona.” — Las obras del amor

La pedagogía del amor, entonces, debe formar para esta apertura: enseñar que el otro no me pertenece, que el amor no se agota en lo humano, que Dios es el fundamento del vínculo. Educar para amar es educar para la trascendencia.

IV. El amor como elección: amar a pesar de todo

Kierkegaard insiste en que el amor cristiano es elección consciente, no reacción emocional. Se ama al prójimo no por simpatía, afinidad o reciprocidad, sino porque Dios lo manda. Esto implica amar incluso al enemigo, al indiferente, al difícil. El amor no selecciona: incluye, abraza, transforma.

“Amar al prójimo es amar al que no se elige.” — Las obras del amor

La pedagogía del amor, en esta clave, forma para la universalidad, para la incondicionalidad, para la responsabilidad ética. No se trata de enseñar a amar al que me agrada, sino de formar el corazón para amar al que me desafía.

V. El amor como tarea: formación del yo ético

Para Kierkegaard, el amor no es solo relación: es también formación del yo. Amar es superar el egoísmo, salir de sí, vivir para el otro sin perderse. El amor forma al sujeto, lo madura, lo convierte en persona. Esta tarea es exigente: requiere introspección, decisión, sacrificio.

“El amor es la tarea que forma al yo en su verdad.” — Las obras del amor

La pedagogía del amor, entonces, no es solo interpersonal: es intrapersonal. Forma para la autenticidad, para la madurez, para la libertad interior. El educador no solo enseña a amar: ayuda al otro a convertirse en sí mismo.

VI. El amor como comunicación ética

Kierkegaard distingue entre comunicación estética (que seduce) y comunicación ética (que interpela). El amor cristiano se comunica éticamente: no busca agradar, sino llamar al otro a su verdad, invitarlo a la responsabilidad, despertar su libertad. Esta comunicación no manipula: respeta, acompaña, transforma.

La pedagogía del amor debe formar para esta comunicación: enseñar a hablar desde la verdad, a escuchar desde la compasión, a relacionarse desde la libertad. El amor no es espectáculo: es encuentro ético.

VII. Implicaciones pedagógicas: formar para el deber, la elección y la trascendencia

La pedagogía del amor en Kierkegaard implica:

  • Formar la voluntad, para amar como decisión libre

  • Educar para el deber, como fidelidad al llamado divino

  • Acompañar en la elección, como acto ético y espiritual

  • Abrir a la trascendencia, como fundamento del vínculo

  • Cultivar la responsabilidad, como forma de amar al prójimo

Esta pedagogía no se impone ni se adorna: se vive con seriedad, se transmite con testimonio, se encarna en la relación. El educador es un testigo del deber, un guía de la libertad, un mediador del amor que transforma.

VIII. Conclusión: amar como deber, educar como despertar al yo

Søren Kierkegaard nos ofrece una pedagogía del amor profundamente ética, existencial y cristiana. Amar, en su visión, es deber, elección, relación ante Dios. No se trata de sentir, sino de decidir, de perseverar, de transformar el yo y al otro en la verdad del amor.

En tiempos de sentimentalismo superficial, de vínculos frágiles y de relaciones posesivas, Kierkegaard nos recuerda que el amor verdadero exige libertad, responsabilidad y trascendencia. Educar para amar es educar para existir auténticamente, para vivir ante Dios, para amar como tarea que forma al yo y salva al mundo.

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