jueves, 9 de octubre de 2025

El Dios mortal y el rostro oculto del Estado neoliberal: una lectura crítica

 

El Dios mortal y el rostro oculto del Estado neoliberal: una lectura crítica

Cuando leí El Dios mortal de Sinesio López, me encontré con una obra rigurosa, lúcida y profundamente reveladora sobre la historia política del Perú en el siglo XX. López logra caracterizar con precisión el Estado oligárquico como una estructura racista, excluyente y funcional a una élite económica que se benefició de un modelo primario-exportador. Su análisis histórico y sociológico permite entender cómo se consolidó ese Estado, cómo se enfrentó a movimientos antioligárquicos desde los años veinte, y cómo, finalmente, fue desplazado por un sistema político más pluralista e inclusivo entre los años ochenta y noventa.

Sin embargo, mientras avanzaba en la lectura, comencé a notar una tensión que me resultó difícil de ignorar. López analiza el Estado oligárquico desde categorías económicas —acumulación, exclusión, estructura de clase— pero cuando aborda el modelo que lo reemplaza, lo hace desde categorías políticas: pluralismo, inclusión, apertura democrática. Esta asimetría conceptual me parece problemática, porque al cambiar el lente analítico, se pierde de vista el verdadero rostro del Estado neoliberal que emerge en ese tránsito.

El neoliberalismo no es simplemente una apertura política. Es una reconfiguración profunda del poder, donde el Estado deja de ser un instrumento de la oligarquía nacional para convertirse en una herramienta al servicio del hiperimperialismo global. Las grandes corporaciones transnacionales toman el relevo, y el Estado se convierte en gestor de intereses privados disfrazados de eficiencia pública. Esta transformación no es solo económica, sino también cultural: el neoliberalismo penetra con una lógica posmoderna que fragmenta identidades, debilita lo colectivo y convierte al individuo en consumidor antes que ciudadano.

López no advierte que el Estado oligárquico fue, en realidad, una forma del Estado plutocrático, y que el neoliberalismo no lo supera, sino que lo perfecciona. El poder económico no desaparece: se globaliza. Y en ese proceso, el Estado se vuelve más opaco, más tecnocrático, más distante. Se habla de inclusión, pero se gestiona la exclusión con algoritmos y discursos de competitividad.

Además, el libro carece de un análisis comparativo con otros Estados latinoamericanos que han vivido procesos similares. México, Chile, Colombia, Argentina… todos han transitado de modelos oligárquicos a formas neoliberales, con matices distintos, pero con patrones comunes. Integrar esa dimensión habría permitido comprender mejor la especificidad peruana dentro de una lógica regional.

En suma, El Dios mortal es un libro valioso para entender la evolución y caída del Estado oligárquico en el Perú. Pero si queremos comprender el modelo neoliberal que lo reemplazó —con su racionalidad económica, su cultura posmoderna y su vocación imperial— necesitamos ir más allá. Necesitamos una crítica que no se quede en la superficie política, sino que se atreva a mirar el fondo económico y cultural del nuevo dios que gobierna nuestras vidas: el mercado global.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.