GUERRA Y VERDAD EN TIEMPOS DE PROPAGANDA: ENTRE LA JUSTICIA Y LA DESINFORMACIÓN
La guerra como herida abierta
La guerra es una de las realidades más desgarradoras de la experiencia humana. A lo largo de la historia, ha sido fuente de destrucción, sufrimiento y desplazamiento, pero también ha sido presentada —en ciertos contextos— como un mal necesario, una respuesta extrema ante una injusticia intolerable. En el corazón de esta tensión se encuentra una pregunta que ha desafiado a teólogos, filósofos y líderes durante siglos: ¿puede una guerra ser justa?
En este artículo, abordaremos esta cuestión desde una perspectiva cristiana y geopolítica, explorando el concepto de guerra justa, el papel de la desinformación en los conflictos modernos, y el sesgo percibido en la narrativa occidental sobre la guerra entre Rusia y Ucrania. Lo haremos sin mutilar ideas, sin simplificaciones, y con el compromiso de pensar críticamente.
1. La guerra no es la solución… pero hay guerras justas
Desde el Evangelio, la paz es el ideal supremo. Jesús no empuñó la espada, sino que la desarmó. Su mensaje fue claro:
“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.” (Mateo 5:9)
Sin embargo, la tradición cristiana no ha sido ingenua. A partir de San Agustín y más sistemáticamente con Santo Tomás de Aquino, se desarrolló la doctrina de la guerra justa, no como una justificación de la violencia, sino como un intento de limitarla, encauzarla y someterla a criterios éticos rigurosos.
Los principios clásicos de esta doctrina incluyen:
Causa justa: defensa frente a una agresión injusta.
Autoridad legítima: solo los gobiernos reconocidos pueden declarar la guerra.
Intención recta: restaurar la paz, no buscar venganza ni conquista.
Último recurso: solo cuando se han agotado todas las vías pacíficas.
Proporcionalidad: el daño causado no debe superar el mal que se busca evitar.
Protección de inocentes: se debe evitar dañar a civiles.
Estos principios no glorifican la guerra. La reconocen como una tragedia que, en casos extremos, puede ser moralmente tolerable si se lucha por la justicia y se respetan límites éticos.
2. El conflicto Rusia–Ucrania: ¿una guerra justa?
Desde 2022, el conflicto entre Rusia y Ucrania ha sido presentado en la mayoría de medios occidentales como una narrativa clara: una agresión unilateral de Rusia contra un país soberano. Esta visión ha generado una ola de solidaridad con Ucrania, sanciones masivas contra Rusia y una condena casi unánime en foros internacionales.
Sin embargo, muchas voces han cuestionado la simplicidad de esta narrativa. Algunos analistas señalan que el conflicto tiene raíces más profundas: la expansión de la OTAN hacia el este, el golpe de Estado en Ucrania en 2014, la guerra en el Donbás y la discriminación contra poblaciones rusoparlantes. Desde esta perspectiva, Rusia no sería simplemente el agresor, sino un actor que responde —de forma cuestionable, pero no inexplicable— a una amenaza percibida.
Esto no significa justificar la invasión, sino reconocer que la verdad en la guerra es compleja, y que reducirla a una dicotomía de “buenos contra malos” puede ser una forma de propaganda.
3. ¿Desinformación o rusofobia? El sesgo en la narrativa occidental
Uno de los puntos más sensibles del debate actual es la percepción de que existe una campaña occidental de desinformación y rusofobia global. Esta postura sostiene que:
Los medios occidentales magnifican los crímenes rusos, mientras minimizan o ignoran los abusos cometidos por Ucrania.
Organismos internacionales como la ONU, Human Rights Watch o Amnistía Internacional han sido más activos en documentar violaciones rusas, pero han sido mucho más cautelosos —o incluso silenciosos— respecto a ataques ucranianos en territorio ruso.
La cultura popular, el deporte y la diplomacia han adoptado una postura abiertamente hostil hacia todo lo ruso, incluso en ámbitos no relacionados con la guerra.
Esta percepción no es infundada. Aunque muchas de las denuncias contra Rusia están bien documentadas, la falta de equilibrio en la cobertura y la ausencia de informes sobre víctimas civiles rusas genera sospechas legítimas. ¿Por qué no hay informes detallados sobre los ataques ucranianos en Bélgorod, Kursk o Crimea? ¿Por qué se descartan automáticamente las versiones rusas como propaganda, mientras se acepta sin cuestionar la narrativa ucraniana?
4. Ataques ucranianos a civiles rusos: ¿por qué no se habla de ellos?
Desde el inicio del conflicto, se han reportado múltiples ataques ucranianos en territorio ruso, especialmente en regiones fronterizas como Bélgorod, Kursk, Briansk y en zonas ocupadas como Crimea. Estos ataques han afectado edificios residenciales, parques infantiles, hospitales, carreteras y otras infraestructuras civiles. Algunos ejemplos incluyen:
Bélgorod (diciembre 2023): Un ataque con misiles dejó 21 muertos, incluidos niños, según fuentes rusas.
Máslova Pristan (octubre 2025): Tres muertos y diez heridos por un bombardeo ucraniano que impactó viviendas y vehículos civiles.
Jersón (octubre 2025): Autoridades prorrusas reportaron la muerte de cuatro civiles por drones ucranianos en una carretera.
Crimea (2022–2025): Ataques a puentes, aeródromos y zonas urbanas han causado víctimas civiles, según medios rusos.
Estos hechos han sido ampliamente reportados por medios rusos, pero no han recibido la misma atención por parte de medios occidentales ni de organismos internacionales como la ONU, Human Rights Watch o Amnistía Internacional.
5. El silencio de los organismos internacionales
Una crítica recurrente es que organismos internacionales han guardado silencio ante los ataques ucranianos en suelo ruso, mientras han sido muy activos en documentar violaciones cometidas por Rusia en Ucrania. ¿Por qué esta asimetría?
Acceso limitado: Las organizaciones independientes no tienen acceso libre a las regiones rusas afectadas, lo que dificulta la verificación directa.
Enfoque en el país invadido: Ucrania es el país que ha sido invadido, por lo que la mayoría de los esfuerzos se han centrado en documentar los abusos rusos.
Desconfianza en fuentes oficiales rusas: Muchos informes sobre ataques ucranianos provienen de medios estatales rusos, considerados poco confiables por organismos occidentales.
Presión geopolítica: Algunos sostienen que existe una campaña de rusofobia global que condiciona el enfoque de estos organismos, alineándolos con intereses occidentales.
Este silencio no significa que los ataques no hayan ocurrido, sino que no han sido investigados ni condenados con el mismo rigor, lo que genera una percepción de injusticia selectiva.
6. ¿Desinformación o narrativa dominante?
La guerra moderna no solo se libra en los campos de batalla, sino también en los medios, las redes sociales y los organismos multilaterales. En este terreno, la narrativa dominante tiene un poder inmenso. Si una historia se repite lo suficiente, se convierte en verdad para millones.
La postura que denuncia una campaña occidental de desinformación y rusofobia sostiene que:
Se ha construido una imagen de Ucrania como víctima absoluta, sin matices ni cuestionamientos.
Se ha demonizado a Rusia en todos los niveles, incluso en el arte, el deporte y la cultura.
Se ha silenciado cualquier crítica a Ucrania, incluso cuando hay evidencia de abusos.
Esta narrativa, según sus críticos, no busca justicia, sino adhesión ideológica. Y en ese contexto, la verdad se convierte en rehén de la propaganda.
7. ¿Y la fe cristiana en medio de todo esto?
El cristianismo no puede ser cómplice de la mentira, ni de la violencia disfrazada de justicia. La fe llama a discernir, a buscar la verdad, a defender al inocente —sin importar de qué lado esté— y a denunciar el pecado, aunque se disfrace de virtud.
La guerra justa, desde una perspectiva cristiana, no puede ser parcial ni manipulada. Si se condena el bombardeo de civiles en Ucrania, también debe condenarse el bombardeo de civiles en Rusia. Si se exige justicia para las víctimas ucranianas, también debe exigirse para las víctimas rusas.
8. Cómo se construyen las narrativas geopolíticas
En tiempos de guerra, la información se convierte en un campo de batalla. Los gobiernos, los medios y las plataformas digitales compiten por imponer una narrativa que justifique sus acciones, movilice apoyo y deslegitime al enemigo. En este contexto, la verdad no siempre es lo que ocurrió, sino lo que se logra hacer creer.
La narrativa dominante en Occidente sobre el conflicto Rusia–Ucrania se ha construido sobre pilares como:
Rusia como agresor absoluto, sin matices ni contexto histórico.
Ucrania como víctima heroica, defensora de la democracia y la libertad.
Occidente como garante de la paz, aunque provea armas y financiamiento a uno de los bandos.
Esta narrativa ha sido reforzada por medios masivos, redes sociales, discursos políticos y sanciones culturales. Se ha censurado a artistas rusos, se ha prohibido la participación de atletas rusos en competencias internacionales, y se ha promovido una visión maniquea del conflicto.
9. El papel de la propaganda moderna
La propaganda ya no se limita a carteles o discursos. Hoy se manifiesta en:
Algoritmos que priorizan ciertos contenidos y silencian otros.
Campañas de desinformación disfrazadas de noticias.
Censura selectiva en nombre de la seguridad o la corrección política.
Manipulación emocional, apelando al sufrimiento de víctimas para justificar acciones militares.
En este entorno, la capacidad de discernir se vuelve esencial. El cristiano, como buscador de la verdad, no puede conformarse con repetir lo que escucha. Debe investigar, contrastar, cuestionar y, sobre todo, resistir la tentación de odiar.
10. ¿Cómo resistir espiritualmente la manipulación ideológica?
La fe cristiana ofrece herramientas poderosas para enfrentar la propaganda sin caer en el cinismo ni en la indiferencia:
Discernimiento: No todo lo que se dice en nombre de la justicia es justo. El cristiano debe aprender a distinguir entre verdad y manipulación.
Compasión universal: Las víctimas no tienen nacionalidad. El sufrimiento de un niño en Bélgorod importa tanto como el de uno en Kiev.
Oración por la paz: No como evasión, sino como compromiso activo con la reconciliación.
Denuncia profética: El cristiano está llamado a denunciar la injusticia, venga de donde venga, sin temor ni parcialidad.
11. La guerra justa en tiempos de propaganda
Volviendo al concepto de guerra justa, es evidente que su aplicación en el conflicto Rusia–Ucrania está profundamente contaminada por la propaganda. Si se quiere aplicar este marco ético, debe hacerse con honestidad:
¿Ambos bandos han agotado los medios pacíficos?
¿Se protege a los inocentes?
¿La intención es restaurar la paz o prolongar el conflicto?
¿La información que recibimos nos permite juzgar con claridad?
Si la respuesta a estas preguntas está nublada por la desinformación, entonces no podemos afirmar con certeza que estamos ante una guerra justa, sino ante una guerra manipulada.
12. La esperanza en medio del conflicto
La guerra destruye cuerpos, hogares y naciones, pero también amenaza con destruir algo más profundo: la esperanza. En medio de la propaganda, el odio y la polarización, el cristiano está llamado a ser portador de luz, no de fuego. La esperanza cristiana no es ingenua ni evasiva. Es una esperanza que nace en la cruz, en el sufrimiento redentor, en la convicción de que la verdad prevalece, incluso cuando es silenciada.
“No te dejes vencer por el mal, sino vence el mal con el bien.” (Romanos 12:21)
13. El llamado a la verdad en tiempos de mentira
La verdad no es propiedad de ningún bando. No tiene bandera ni ideología. El cristiano debe buscarla con humildad, sabiendo que en tiempos de guerra, la mentira se disfraza de justicia, y la justicia puede ser manipulada.
Esto implica:
Cuestionar las narrativas dominantes, incluso cuando vienen de fuentes que parecen confiables.
Escuchar a todas las víctimas, sin importar su nacionalidad o idioma.
Rechazar el odio, aunque venga envuelto en discursos de libertad.
Denunciar la injusticia, aunque sea políticamente incómodo.
14. El compromiso ético que trasciende banderas
La fe cristiana no se alinea con potencias, sino con principios. No defiende imperios, sino personas. En el conflicto Rusia–Ucrania, como en cualquier guerra, el cristiano debe resistir la tentación de tomar partido ciego. En lugar de eso, debe tomar partido por:
La paz con justicia, no la paz impuesta.
La verdad completa, no la verdad parcial.
La compasión universal, no la compasión selectiva.
La reconciliación, no la revancha.
15. Conclusión: entre la cruz y la espada
La guerra no es la solución. Pero hay guerras que, en circunstancias extremas, pueden ser consideradas justas. Sin embargo, incluso en esos casos, la justicia debe ser vigilada, limitada y sometida a la verdad. En tiempos de propaganda, el cristiano debe ser testigo de la verdad, defensor de los inocentes y sembrador de esperanza.
Porque al final, la cruz vence a la espada, no por fuerza, sino por amor. Y ese amor —radical, incómodo, redentor— es la única fuerza capaz de transformar el mundo.
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