NO HAY HECHOS SIN CONCEPTOS
EL ORBIS CONFORMACIONAL BALTODANIANO
Gustavo Flores Quelopana
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía
Conferencia declamada en el Salón de Grados de la Universidad Nacional de Trujillo el 12 de Nov. 2010
Señor Rector de la UNT Dr. Orlando Velázquez, Sr. Decano Dr. Felipe Temoche, Sr. Autor Dr. Víctor Baltodano, Señores Decanos, Señores profesores, Señores Invitados de Honor, Señores Alumnos, Damas y Caballeros.
INTROITO
El profesor y amigo, Doctor Víctor Baltodano Azabache, me ha requerido para que en esta solemne ocasión, y dentro de límites de tiempo prudenciales, diga algunas reflexiones sobre su novedosa y reciente obra publicada Filosofía de las ciencias. Es para mí una verdadera complacencia y un honor presentar un importante libro, de tan apreciado amigo, nada menos que en el claustro universitario que encarna los ideales de libertad e integración continental de su fundador, Don Simón Bolívar.
Pero además esta noble y prócer Casa Superior de Estudios es portadora también del mensaje transformador y revolucionario de los ideales de justicia social en el Perú. Basta rememorar los fusilamientos en masa de Chanchan en 1932 en la que muchos jóvenes universitarios regaron con sus venas su bendito terruño. También aquí retumbó el 9 de setiembre de 1944, el “Grito de Mansiche” movimiento estudiantil inscrito en el proceso de Reforma Universitaria iniciada en el Perú en 1919. Imposible sería omitir la figura egregia del filósofo americanista Antenor Orrego Espinoza, Rector entre 1946 y 1948.
Por estos y otros méritos intrínsecos a esta Alma Mater es ocasión para sentirse nuevamente orgullosos porque existan personas que no pierden la fe en la fuerza de las ideas y se yerguen como pensadores fidedignos. Este es el caso nuestro con Víctor Baltodano. El aspira a la disposición de un nuevo horizonte de las ciencias proponiendo la “Teoría Conformacional de la Filosofía y del Conocimiento” y todo ello en vistas de superar nuestro infradesarrollo científico tecnológico y construir una nueva organización social. Nuevamente el departamento de La Libertad nos convoca a ser creadores e innovadores en el Perú del siglo XXI.
Y si tuviéramos los peruanos un poco más de pasión por las ideas propias reconoceríamos en la actualidad que junto a la teoría del pensamiento complejo del francés Edgar Morín, existe la nueva orientación de la Teoría Conformacional del Conocimiento de Baltodano. En Lima la Universidad Ricardo Palma ha fundado, en el Centro Cultural Cori Wasi, el Instituto de Pensamiento Complejo presidido por la Dra. Teresa Salinas. La UNT, aprovechando que tiene en sus claustros al creador, debería tomar la iniciativa y fundar, por su parte y sin anatopismos, el Instituto del Pensamiento Conformacional. Un poco más al norte de esta ciudad primaveral, me refiero a Lambayeque, la UNPRG acaba de firmar un convenio con el filósofo y pedagogo cubano Dr. Carlos Álvarez Zayas para publicar sus meritorias obras de educación e investigación científica. Todo esto está bien, pero nos preguntamos qué tenemos los peruanos para ser tan obsecuentes con el extranjero y tan cicateros con el nacional. En un medio donde sobran los profesores y faltan los pensadores, valdría la pena ser más justicieros y equilibrados en el reconocimiento de los valores de la cultura nacional, tomando la iniciativa reconociendo los méritos creadores del profesor Víctor Baltodano. Ese es su desafío Sr. Rector.
Para terminar con estas breves palabras introductorias quisiera añadir dos notas anecdóticas y una impresión general. La primera es que mi amistad con el autor surge durante el IX Congreso Nacional de Filosofía, realizado magníficamente en esta ciudad allá en el año 2003. La segunda anécdota, es que apenas he tenido tres días para leer “a vuelo de pájaro” las 500 páginas de su texto, y realmente no tenía cuándo empezar este comentario debido a la densidad y, a la vez, profundidad de su libro. El tiempo era tan corto y la tarea tan compleja que dudaba culminar la tarea. Finalmente, la impresión general que me dejó su lectura, y esto no significa que concuerde plenamente con él, ha sido hondamente estimulante y confirmatoria de que en el Perú existen filósofos y se hace filosofía de modo creador.
IDEAS CENTRALES
Estemos prevenidos porque antes de señalar su contenido tengamos presente que Baltodano va a edificar una nueva filosofía. Ahora dirijamos una mirada somera al sugestivo contenido de la extensa obra dividida en cuatro capítulos y orientada a fundamentar una filosofía personal denominada Teoría Conformacional del Conocimiento (TCC). Hay que caer en la cuenta de que el autor se hace una pregunta como leit motiv que palpita en todo el libro, la cual es: ¿por qué como pueblo pobre y atrasado carecemos de tecnología y ciencia desarrollada? Claro, la pregunta puede adoptar diversas formas, por ejemplo: ¿por qué los peruanos somos emprendedores sin ser innovadores? Como ya se advierte el fondo de la pregunta es la misma, pues se interroga por una “especie” de condicionante que nos impide pensar de otra manera. Veamos cuál es ese condicionante.
Desde la Introducción el autor nos previene que con la filosofía de la ciencia se busca crear conceptos propios para impulsar, en última instancia, un desarrollo tecnológico científico autónomo. Pero además señala que su orientación debe ser diferente a la de los países desarrollados que han profundizado la crisis humana. Pues está convencido que sin repetir lo foráneo ni retrotraernos a la ancestral tecnología andina se puede lograr una industria nacional competitiva y solucionar los problemas sociales. La propuesta es la Teoría Conformacional de la filosofía de la ciencia y el fin es superar la dependencia.
El primer capítulo se aboca a examinar el papel de la filosofía como organizador conceptual del conocimiento científico. Sobre lo cual afirma que la carencia de desarrollo tecnológico científico en los pueblos pobres tiene una raíz cultural, esto es, que el obstáculo es su adhesión a una filosofía de la ciencia de carácter ontológico empírica, explicacionista y descriptivista, en vez de productiva, inventora y creadora. Los pueblos dependientes asumen la tendencia ontológica medieval, ya superada por la modernidad y el capitalismo. Pues preocuparse por lo “en sí” impide comprender lo concreto, por eso dice que hay que superar el ontologismo identificacional. No hay realidad “en sí” la realidad también es un concepto. La mitología metafísica impide el desarrollo científico del Tercer Mundo.
El segundo capítulo aborda la teoría del conocimiento y la filosofía como estructuradores de la filosofía de las ciencias. El elemento que estructura la filosofía de la ciencia es el conocimiento creativo. Ahora bien, frente a las limitaciones de los planteamientos gnoseológicos del positivismo, espiritualismo, estructuralismo, pragmatismo, posmodernismo y pensamiento complejo existe la necesidad de formular la Teoría Conformacional del Conocimiento (TCC) para superar los confusionismo de lo “en sí”. La TCC supera a la vez la metafísica ontológica sensorio empírica, como también la metafísica teológica. Los pueblos sin tecnología creen en la “cosa en sí”, los pueblos con tecnología creen que todo es elaboración humana. Todo es extensión antropomórfica. Pues el conocimiento es expresión lingüístico pensamental sobre dimensiones humanas. Los tipos de conocimiento serían cuatro: observacional, realizativo, ordenador y creacional. Comparte la opinión de que la experiencia está cargada siempre de teoría. Todo es conceptual y operativo en el conocimiento humano. Y cuatro son sus formas conceptuales: nombradoras, realizativos, ordenadores y creacionales. La filosofía trata con conceptos ordenadores para dar sentido y explicar la vida humana. Con esta definición de filosofía es posible admitir la filosofía no escrita. En suma, en la TCC la explicación del ser no es ontológica sino conformacional.
El tercer capítulo, el más importante y denso, realiza el proceso de filosofar las ciencias con conceptos de la Teoría Conformacional del Conocimiento que permiten superar los dogmas y absolutizaciones con el fin de salir del infradesarrollo científico tecnológico. Especialmente aquí se plantea la concepción conformacional de filosofía de la ciencia tras estudiar las diversas concepciones, desarrollo y situación crítica de los conocimientos científicos. Téngase en cuenta que Baltodano no pretende quedarse en el enfoque descriptivista y explicacionista de la ciencia ni en la mera divulgación de lo ya producido. Lo que él pretende es preparar las cualidades para hacer el razonamiento filosófico riguroso del carácter proposicional de la ciencia y crear conocimiento científico. Dicho de otra forma, el objetivo de la ciencia no es la descripción ni la explicación del universo, sino el proponer “conceptos para producir y crear nuevas y diversas formas de existencia” (p. 230). El fin supremo es estructurar la vida de los pueblos y seguir produciendo conocimientos científicos.
En suma, la filosofía de la ciencia es un conocimiento para controlar, direccionar y usar las fuerzas del cosmos, en vez de hacer reflexiones criteriológicas como lo plantea Losee o emprender reconceptualizaciones funcionales como propone Brown. Dicho con más precisión, la filosofía de la ciencia estudia el conocimiento filosófico con que se elaboran los conocimientos científicos destinados a inventar objetos o procesos. Por eso, mientras el filósofo maneja conceptos ordenadores mediante los cuales explica la conformación del hombre y del mundo, el científico se ayuda del ordenamiento filosófico. La concepción conformacional de la filosofía de la ciencia atiende, en primer lugar, al proceso de conformación del conocimiento antes que al producto sistemático del proceso científico resultante. Esto hace que si hay pueblos que producen ciencia lo hacen porque están estructurados y organizados sobre la base de las ciencias.
En este sentido, la TCC suscribe la necesidad señalada por B. Russell de organizar la sociedad científicamente. De otra manera, seguirán habiendo pueblos como los nuestros que sin producir ciencia viven con los productos de la ciencia. Por ello, la ciencia no sólo es una nueva forma de conocimiento sino que es una nueva forma de organización de la vida individual y colectiva. De aquí el autor coincide con el convencionalismo de Poincaré al considerar que la ley científica no tiene un origen empírico ni a priori sino convencional, dependiente del arbitrio humano. En otras palabras, no hay realidad objetiva fuera de los conceptos, incluso la energía, lo físico, lo causal es una elaboración de los científicos. Las teorías sólo tiene carácter propositivo y la significación empírica sólo es un criterio para impulsar la acción productiva. Copérnico, Newton y Einstein ejemplifican cómo creando nuevos conceptos realizaron nuevos ordenamientos sobre el conocimiento del mundo.
El planteamiento central de la TCC es que ésta se da como un cuerpo conceptual que se presenta en la sociedad desarrollada de manera simultánea en relación a las actividades productivas, sociales y culturales. La ciencia no es producida por ninguna realidad “en sí” sino por la actividad creadora del hombre. Con Txsapartegui sostendrá que la ciencia construye la realidad de sus propios objetos mediante las redes epistémicas de los científicos. Los elementos nucleares son las expresiones lingüístico-pensamentales (nombradores, realizativos, ordenadores y creacionales). Esto no significa que no existan los objetos y los procesos sino que éstos están unidos a los conceptos, es más, no hay hechos sin conceptos. De modo que la ciencia no descubre sino crea nuevas relaciones conceptuales. En la relación entre las palabras y las cosas se crea en realidad un orbis conformacional sígnico y de existencias.
El cuarto capítulo final estudia el problema del método, sus bases epistemológicas, algunas concepciones destacadas (Lakatos, Popper, Maturana, Prigogine) y concluye formulando los conceptos centrales del método conformacional de la ciencia. La base de la metodología conformacional es la TCC que parte de los procesos originarios de la conformación de las expresiones sonoras, los signos, las palabras, los conceptos, los cuerpos conceptuales, las sistematizaciones y el desarrollo histórico del conocimiento a través del proceso de creación de todas las existencias. Este proceso de conformación se da constantemente en las cuatro dimensiones humanas: acción (bienes), afección (valores), volición (actitudes) e intelecto (teoría). El valor significativo de los conceptos lo da su conformación, funcionalidad y eficacia. El método científico es un modelo para producir conocimientos. En suma, los procesos son convertidos en modelos y los modelos en métodos. La metodología es constituyente del objeto que se investiga. En última instancia se trata de crear métodos para reorganizar el desarrollo de nuestra vida presente, científicamente infradesarrollados, dependientes y pobres.
COMENTARIO FINAL
Concluiré efectuando un comentario final dividido en dos partes, una que atiende a sus méritos intrínsecos y otro que corresponde a sus aspectos que considero problemáticos.
Por todo el enjundioso contenido que hemos expuesto se puede afirmar que Víctor Baltodano es el filósofo de la ciencia actualmente más importante del Perú. Pues en sus páginas se ha mostrado original, propositivo, lejos de la mera divulgación y repetición simiesca de libros y autores. Escribe con soltura, haciendo que la particular jerga epistemológica sea comprensible y accesible. Es más, su férrea voluntad de unir la teoría con la práctica y contribuir con el desarrollo científico tecnológico de su patria lo convierte en un intelectual orgánico, un pensador inserto en el proceso social. La voluntad constructiva y realización sistemática de sus ideas podría hacernos pensar que estamos ante un cultivador de las ladrillezcas monografías germanas, pero lejos de ello y una vez que nos adentramos en sus páginas nos sorprende con la agilidad de una pluma que sabe combinar la exactitud de la idea con la dinamicidad de la exposición. En vez de atormentarnos con citas y repetir autores nos mantiene en vilo dialogando con los filósofos más importantes de la ciencia, y todo ello en vista de demostrar su propia filosofía conformacional que muestra la lógica interna de la relación de los conceptos científicos específicos. Diré que estamos ante un genuino ensayista que hacer honor a la tradición hispanoamericana, y a lo mejor del ensayismo filosófico en el mundo.
Y no creamos que todos estos méritos ocurran porque en el Perú no haya reflexión filosófica sobre la ciencia, por el contrario. Todo esto acontece en medio de una sostenida producción epistemológica en los últimos años. Ahí tenemos los libros: Cuestiones filosóficas en estomatología (2008) del profesor Reluz de la UPCH, Epistemología (2007) del profesor de la UNEGV, Dr. Víctor Mazzi; las investigaciones sanmarquinas: Epistemología (2005) de Carlos Alvarado de Piérola, El Método Científico (2006) de Carlos Matta y Raymundo Casas Navarro, Un cambio en nuestro paradigma de ciencia (1999) de J. C. Ballón, Introducción a la investigación científica (1997) de Raúl Tafur, Investigación científica y educacional de Luis Piscoya, el agudo trabajo Individuo y técnica en el mundo contemporáneo (1986) de Juan Camacho, los ya clásicos textos del finado profesor Julio Sanz Introducción a la ciencia (1987) y Grandes Ideas y Experimentos de la ciencia (1989) y la pionera tesis de A. Salazar Bondy recientemente publicada (2006) Aproximación a Unanue y la Ilustración Peruana (1950). Es decir, en el Perú existe una sostenida tradición de estudios epistemológicos y científicos que llegan a remontarse históricamente a D. Pedro Peralta y Barnuevo, Hipólito Unanue y otros insignes sabios.
Como vemos no era fácil destacarse en medio de esta floresta tan nutrida de estudios filosóficos de la ciencia y sin embargo el profesor Baltodano lo ha conseguido y ¡de qué forma! Nada menos que presentado una propia interpretación personal y esto es justamente lo que hacía falta en este campo tan complejo de investigaciones. Cedamos la palabra a nuestro autor cuando escribe:
“…algunos autores de filosofía, intelectuales en general y profesores de las diversas especialidades dicen que en su trabajo intelectual y hasta en su posición personal, no se adscriben a ninguna filosofía, sino que trabajan con lo que llaman filosofía general. En rigor habría que decirles que su concepción filosófica es, no adscribirse a ninguna filosofía, y que esto se configura en abordar conceptos y tesis de una y otra concepción, en algunos casos con coherencia y en otros sin ella. Lo que se configura en un confusionismo sin dirección, en los viejos términos esto es llamado eclecticismo” (p. 205).
Y en otro lugar de su libro precisa aun más la idea afirmando:
“Tampoco es válido hacer algunas descripciones y explicaciones aisladas de algunos inventos de connotados científicos y señalar sus diversos usos; así como analizar además las operaciones lógicas de lo que afirman; pues con ello se hace lógica de algo y no se podrá revelar el cómo y el por qué del proceso de conformación y estructuración de los conocimientos científicos, como un factor del desarrollo del hombre y la sociedad” (p. 80).
Sin temor a equivocarme puedo sostener que nuestro autor es uno de los pocos pensadores que tiene una Filosofía de la ciencia orgánicamente desarrollada y con estilo propio. Él no oculta su adscripción a los presupuestos de la filosofía hermenéutica posmoderna y aprovecha, en efecto, las tesis centrales de esta corriente filosófica, pero desborda los cuadros de esta filosofía cuando la enlaza con una mayor amplitud de miras aspirando a solucionar nuestro infradesarrollo científico tecnológico.
ALGUNAS CONSIDERACIONES CRÍTICAS
Ahora bien, de un libro tan rico y frondoso no es posible en esta solemnidad hacer un análisis exhaustivo, como merece, y que excede mis capacidades. Por lo tanto, me limitaré a poner el acento en los cuatro aspectos problemáticos que encuentro y que tan sólo dejaré señalados, los cuales son los siguientes: (1) sobre la existencia de una tradición científica nacional, (2) la valoración excesivamente negativa de la tradición metafísica ontológica, (3) la fe cientificista y en la idea de progreso, (4) el peligro de un antropocentrismo extremo, (5) el peligro de derivar hacia una posición cínica en ética, y (6) finalmente su conceptualismo.
(1) El libro se sustenta en la afirmación de que no existe una propia ciencia y tecnología en países atrasados como el nuestro. Al respecto es posible sostener que si bien es cierto que el “desarrollo” científico responde a la existencia de una determinada “tradición” científica, sin embargo podemos constatar que, por ejemplo, la obra científica de Unanue estaba inserta en la tradición organicista sobre la que se ha construido la tradición científica moderna en el Perú. Cuando hace dos siglos A. von Humboldt lee los textos de Unanue y encuentra en él una sólida tradición científica que viene desde el siglo XVI se da cuenta del absurdo supuesto “atraso de los peruanos” por ausencia de una tradición y comunidad científica. Nada de esto era cierto. Lo que sucedía era que predominaba una tradición organicista en nuestra comunidad científica que obstaculizaba el paradigma moderno mecanicista, lo cual se refleja en nuestro retraso en ciencias físicas y avance en ciencias biológicas.
Actualmente existen científicos peruanos de primer nivel, sólo por mencionar a dos conocidos me refiero al profesor Modesto Montoya en Lima y al profesor Barton Zwiebach que trabaja en el laboratorio de física nuclear del MIT, y así hay decenas de científicos peruanos desperdigados por el mundo que manejan los paradigmas científicos de punta y sin embargo por la inexistencia de una política nacional de desarrollo científico desaprovechamos la oportunidad de impulsar nuestro propia avance científico tecnológico, como lo reclama Baltodano. Pero hay más en esta complicidad de infradesarrollo científico porque las universidades en el país se han vuelto empresariales y se han mercantilizado. En otras palabras son agentes pasivos de la carencia de ciencia y tecnología. Sin presupuestos ni proyectos científicos efectivos los laboratorios universitarios no pueden dar el salto cualitativo hacia la invención y la creación. En otras palabras, en el Perú sí existió y existe tradición científica, en un primer momento el paradigma organicista estimuló al paradigma mecanicista, lo que no existe es voluntad política para insertarla en el desarrollo nacional.
(2) Esto nos lleva al segundo aspecto problemático, a saber, la valoración excesivamente negativa de la tradición metafísica ontológica en tanto en su relación al desarrollo de la ciencia como a su fundamento metafísico realista. Nuestro autor sostiene que los pueblos dependientes asumen la tendencia ontológica medieval, ya superada por la modernidad y que es un obstáculo para el desarrollo científico tecnológico. En el debate sobre el legado de la ciencia antigua y medieval esta posición se conoce como la tesis de la discontinuidad y ha sido sostenido por Bacon, Voltaire, Koyré, y Kuhn. La otra tesis es la de la continuidad, la cual sostiene que metodológica y conceptualmente hay una continuidad entre la ciencia premoderna y la ciencia moderna, representada por Duhem, Haskins, Maier y Crombie. Recientemente el profesor de Wisconsin David Lindberg en su libro Los inicios de la ciencia occidental (1992) ha sostenido una tesis más matizada argumentando la tesis “discontinuidad- continuidad” a la vez, en el sentido de que si bien metodológica y metafísicamente no hubo continuidad entre la ciencia premoderna y la moderna, sin embargo sí hubo continuidad en lo lingüístico, conceptual y teórico. En otras palabras, la ciencia premoderna preparó el camino para el logro mecanicista de la ciencia moderna. Es más, podemos pensar que si los cambios culturales no son tan bruscos como parecen, entonces tanto la metafísica ontológica sensoria empírica como la metafísica medieval pueden ser útiles y valiosas para la construcción de una ciencia moderna en el Perú.
Ahora en relación al fundamento filosófico realista de la tradición metafísica cabe decir que nuestro autor es demasiado complaciente con el constructivismo filosófico. Como Bernal lleva al extremo la capacidad productiva humana y el alcance de la organización conceptual. Así la Filosofía Conformacional pone como fundamento el conocimiento organizacional conceptual. Pero errados estaríamos si creyéramos que él el un racionalista, porque una de sus afirmaciones centrales de su teoría, y que recoge del pragmatismo, es que la teoría y la acción van juntas, y además, Baltodano también niega las verdades de razón inmutables, eternas y trascendentes. Tampoco es un empirista, porque si bien coincide con ésta en la negación de la metafísica platónico-aristotélica de las esencias, sin embargo no coincidirá con el empirismo porque no convierte lo fáctico en lo único válido. Su Filosofía no es una vuelta al objeto, al ser y a la existencia. Su filosofía es una vuelta a la capacidad conformacional del hombre para dar lugar a los conceptos y a las existencias. ¿Qué es el hombre antes de generar conceptos? Es una entidad de Inteligencia, Emoción, Voluntad y Acción (IEVA) que recoge y genera sonidos, signos, conceptos y sistemas conceptuales. El hombre es un ser de conformación de vida y conceptos. ¿Esto es un pragmatismo? No lo es, porque lo decisivo en el conformacionalismo no es ni la acción individual ni la acción social, sino el aparato categorial humano integrado por IEVA.
Tenemos frente a nosotros algo parecido al aparato trascendental kantiano, dentro del cual no se puede afirmar teóricamente nada de la verdad en sí sino sólo de las realidades construidas por el hombre. La existencia es lo indeterminado, parecido a la incognoscible cosa en sí kantiana. El hombre sólo tiene que ver con realidades humanizadas por su aparato trascendental. Aunque no lo dice Baltodano es un trascendental a su modo, pero no un kantiano porque su énfasis será la interpretación. En este sentido, no hay hechos sin conceptos e interpretaciones humanas. Ya antes Georg Gadamer había concluido: “No hay hechos sino interpretaciones”. Para Baltodano “no hay hechos sino conceptos”, las esencias no son realidades y en eso se da la mano con la filosofía moderna que nació rechazando la metafísica de las esencias. Pero se separa de la filosofía moderna en cuanto pone el énfasis en lo hermenéutico interpretativo. Tanto es así que dirá que “la Filosofía no trata con esencias sino con conceptos” y que “la realidad es un modo conceptual”. Lo ha dicho taxativamente, su filosofía acuña la nueva categoría del “orbis conformacional sígnica y de existencias”. Por eso que en todo caso aceptaría asumir un “antropocentrismo integral conformacional” y su pensamiento se propone hacer una relectura no identificacional de los presocráticos. Como vemos su Filosofía de la Ciencia es sólo un aspecto de su filosofía, es en todo caso la aplicación de la Filosofía Conformacional al aspecto científico.
Lo que Vleeschauwer dijo de Kant también nosotros podríamos decir del orbis conformacional baltodaniano: Baltodano no logra emancipar el ser del conocer, todavía el objeto está incluido en el modo de conocer, convirtiendo lo dado en un autoponerse del hombre, como última versión del idealismo subjetivo y solipsista. Al final se confunde la existencia del objeto con su conocimiento, la dialéctica objetiva es reducida a la dialéctica subjetiva. El pensamiento de Baltodano gira en torno a un solo problema, a saber, el de la conformación de los conceptos. Pero en su explicitación, tres son los pilares sobre los que reposa el edificio de la filosofía conformacional: la doctrina del proceso conformacional (conocimiento como expresión lingüística pensamental sobre dimensiones humanas), la tipología conceptual (nombradores, realizativos, ordenadores y creacionales) y la existencia indeterminada (cosa en sí, esencia, sobre la cual nada puede decirse). Por ello, la filosofía conformacional no es una metafísica de lo suprasensible sino una metafísica de la conformación conceptual, que restringe la ontología al ente pensable por el hombre. Y lo pensable no sólo es el objeto científico sino lo moral, lo estético, lo político, etc. Esta comprensión de la Filosofñia conformacional no es positivista, ni metafísica sino hermenéutica. La filosofía baltodaniana concluye siendo una metafísica de lo inmanente porque limita lo ontológico a lo pensado por el hombre.
En todo caso su consideración del problema de realidad no es metafísica pero no puede dejar de ser ontológica, de lo contrario nos quedaríamos sólo en el horizonte de lo aparente, lo posible o lo potencial. Como tal está obligado a ligar el problema de la realidad al de la esencia y de la existencia. Como para él la esencia no es real, entonces la realidad corresponde a la existencia. Y si la existencia es construida por el aparato que hemos llamado IEVA, entonces debemos preguntarnos si ésta depende de la experiencia o la trasciende. Si no lo trasciende estamos en el empirismo, si la trasciende pisamos terreno metafísico. Lo intermedio sería la solución trascendental kantiana: “lo real es dado a la experiencia, pero sólo lo organizado por las condiciones materiales de la experiencia es real”. Creo que su noción de experiencia no es suficientemente clara e impide distinguir entre las especies o formas de lo real. Una solución sería declarar que el ser eral es lo que es común a todas las formas de realidad. Otra solución es basarse en la idea de que el concepto de realidad no es unívoco y que admite una serie de realidades que van lo más real a lo menos real. Existe además la solución hartmanniana de hablar de la realidad como una de las maneras primarias del ser. En todas estas soluciones se admite que la expresión “es real” es significativa. Si no se admite alguna de estas soluciones, entonces asumiríamos la salida de los empiristas lógicos y de algunos neo-realistas que sostienen que la “realidad” es un término que no debe ser hipostasiado en una entidad. Algo parecido dice Baltodano: “la realidad es un concepto”, pero él distingue entre realidad indeterminada o no conceptual y realidad determinada o conceptual, aunque sostenga que solo se puede hablar de ésta última. Sin embargo, esta posición tiene dos inconvenientes: el primero es que no se distinguir si hay o no distintas formas de realidad, y la segunda, ya señalada por Zubiri, es que al no admitir expresiones como “el hombre está plantado frente a lo real” entonces no permite entender la estructura de la vida humana ni la estructura del conocimiento.
Como vemos, es difícil descartar el problema de la realidad de la filosofía, es por excelencia el problema filosófico que no se puede dilucidar aisladamente y sin conceptos ontológicos (posibilidad, actualidad, existencia, esencia, efectividad, ser). Por eso la ontología es definida como ciencia de la realidad qua realidad. En todo caso la filosofía conformacional trata de saber cómo es posible conceptuar acerca de lo real y cuáles son los marcos conceptuales para este propósito. Sin embargo, este importante problema de las posibilidades del conocimiento para aprehender lo real tiene la traba en el conformacionismo baltodaniano, señalada por Zubiri, de constreñir lo real a lo conceptual.
(3) Todo esto nos conduce hacia un tercer aspecto problemático que tiene que ver la fe cientificista del autor. Ya habíamos mencionado su coincidencia con Russell sobre le necesidad de organizar la sociedad científicamente. Sin embargo, y a raíz del grave deterioro climático, se ha vuelto a poner sobre el tapete las graves consecuencias que tiene para el individuo y para la naturaleza la racionalidad de la ciencia. Ya Max Weber al mismo tiempo que examinaba que el éxito de la cultura occidental en el mundo contemporáneo se debía al desarrollo de la racionalidad instrumental, que le permite dominar el mundo, al mismo tiempo reconocía que ésta daba lugar a gigantescos problemas. También Horkheimer, Adorno y Marcuse, todos ellos de la Escuela de Frankfurt pero cada uno desde sus puntos de vista filosóficos, han insistido en la cancelación de la existencia individual por los efectos de la revolución científico-técnica que hace abdicar la razón crítica. Heidegger en Qué significa pensar (1958) sostiene que el pensamiento actual dominado por la técnica moderna busca desocultar al ente pero para manipularlo, transformarlo y dominarlo. Sin embargo, este desocultamiento del pensamiento técnico es un nuevo ocultamiento de la esencia del ser que no nos deja pensar la cosa sin su transformación y dominio. En su conferencia La cosa (1953) denuncia al pensar cientificista objetivador y propone desocultar la técnica. Últimamente Luhmann en su libro Comunicación ecológica (1986) y Peter Sloterdijk en sus obras Ira y tiempo y en Esferología plural (2004), han intentado mostrar los efectos apocalípticos de una racionalidad científica fuera de control. ¡Qué duda cabe que hace falta una nueva racionalidad! pero ésta ha de trascender los marcos de la ciencia y ahondar más en lo humanístico. ¡Cómo resuenan las palabras de Herder! cuando hablaba de “pequeños gigantes con débiles manos”. Se pone, entonces, claramente de manifiesto que el mundo ideal de Bacon, un mundo marcado por la impronta de la ciencia, el progreso indefinido y manejado tecnológicamente es una utopía y una ideología, que constriñe lo real a lo manipulable y útil. Hoy más que nunca se ha hecho evidente que la ciencia moderna si bien abre insospechadas dimensiones de dominio de la naturaleza, sin embargo, también produce efectos secundarios que no puede anticipar ni controlar. Es un ideal eurocéntrico que está fracasando y no cabe continuar en la visión exagerada del papel de la ciencia. De mucho provecho le sería a la TCC penetrar en estas consideraciones.
(4) La cuarta consideración problemática consiste en que, si se siguen demasiado al pie de la letra algunas de las propuestas de Baltodano puede terminarse por defender un antropocentrismo extremo y en un idealismo subjetivo. Me refiero a sus aseveraciones siguientes: “No hay realidad “en sí” la realidad también es un concepto”. “No hay realidad objetiva fuera de los conceptos, incluso la energía, lo físico, lo causal es una elaboración de los científicos”. “La ciencia no es producida por ninguna realidad “en sí” sino por la actividad creadora del hombre”. “La ciencia construye la realidad de sus propios objetos mediante las redes epistémicas de los científicos”. “En la relación entre las palabras y las cosas se crea en realidad un orbis conformacional sígnico y de existencias”. “La ciencia no da cuenta de lo en sí, sino de la actividad creadora del hombre”.
Que todo es extensión antropomórfica ha estado presente desde los sofistas, quienes habían distinguido lo que es por naturaleza y lo que es por convención, pero sólo desde la filosofía moderna ha sido consecuentemente desarrollada. Así Kant planteó la distinción entre lo regulativo y lo constitutivo, y el convencionalismo de Mach, Avenarius, Poincaré, Duhem y Vaihinger, entre otros, acentuaron el momento regulativo sobre el constitutivo. Con Gadamer se elabora la hermenéutica filosófica encaminada a poner de relieve el acontecer de la verdad y el método para desvelar este acontecer. Su lema: “No hay hechos sino interpretaciones” abrió nuevos caminos en la acentuación de lo regulativo sobre lo constitutivo e hizo fortuna en el pensamiento posmoderno del pragmatismo de R. Rorty y la ontología débil de G. Vattimo.
El núcleo de las novísimas filosofías posmodernas es su antirepresentacionalismo, antiesencialismo y antifundamentalismo, según las cuales ha de ser superada una teoría del conocimiento entendida a partir de la noción de «espejo de la naturaleza» o representación.
El antiesencialismo y el antifundamentalismo que ataca a la Filosofía entendida como búsqueda privilegiada de fundamentos, está en la base de su renuncia al puesto de profesor de filosofía y su paso a profesor de humanidades, ya que sitúa la filosofía junto con la crítica literaria, y abandona toda pretensión de un acceso privilegiado al Ser o a la Verdad. Por ello renuncia a la búsqueda de fundamentos ontológicos fuertes y absolutos. Se trata de una desconstrucción que encuentra una de sus fuentes en el rechazo heideggeriano a considerar la verdad del ser con la verdad de la ciencia. Y la filosofía conformacional es antiesencialista, antifundamentalista y antirepresentacionalista. En este sentido el giro posmoderno del pensamiento de Baltodano es innegable e inocultable. Como Rorty cree que el conocimiento no es representación de algo externo, como Vattimo suscribe que no existen las realidades metafísicas absolutas, y como Lyotard no tiene inconveniente en afirmar que la metafísica es un metarrelato más. De ahí que su hermenéutica conceptual tenga un fuerte acento antirealista.
Esto nos lleva al problema de derivar a partir de los presupuestos de la filosofía conformacional hacia un idealismo subjetivo. Aquí hay que partir mencionando que mientras en el idealismo extremo todo es puesto y nada es dado, para el realismo extremo todo es dado y nada es puesto. Desde los estudios de pregrado se aprende que las doctrinas antiguas y medievales en sentido metafísico fueron realistas, de modo que el idealismo nace en la Edad moderna, no obstante se distingue entre lo que es un idealismo subjetivo, un idealismo objetivo, el idealismo crítico y el idealismo absoluto. El idealismo subjetivo reduce la materia, las cosas y el mundo exterior a la percepción o a la conciencia, por eso se dice que es un solipsismo al reducir lo existente a la conciencia propia, ya sea que la materia se interpone entre el alma y Dios, ser es percibir (Berkeley) o es engendrada por el Yo (Fichte); el idealismo objetivo representa las ideas o la esencia de las cosas como un reino independiente, existente por sí (Platón); el idealismo crítico que sostiene que el conocimiento es resultado de la razón pura a priori sobre los datos de la experiencia o la intuición, si la “cosa en sí” existe no es alcanzado de ningún modo por la conciencia cognoscente (Kant); y el idealismo absoluto que considera que la Idea Absoluta es el principio del ser natural e histórico (Hegel).
Ahora bien, Baltodano habla de lo “en sí” como existencia indeterminada o como esencia inexistente. En suma, su actitud hacia lo “en sí” no es crítica sino de rechazo total. En realidad, en su planteamiento queda inexplicado por qué el hombre no puede traspasar los límites de su sensibilidad para llegar a las cosas mismas. Para él el conocimiento se construye a partir de un hombre que piensa, siente, valora y actúa, pero lejos de decir que lo hace sobre algo dado previamente al conocimiento, se inclinará a pensar que incluso los hechos son constructos humanos. En otras palabras, en su teoría conformacional lo dado se esfuma y lo puesto se hiperboliza. Yo no encuentro otra manera de llamar a su posición más que como idealismo subjetivo. Al hacerlo me doy cuenta que la filosofía contemporánea a partir del empirismo lógico y el neopositivismo ha convertido al vocablo “idealismo” en algo impropio y lo ha sacado de moda. Aquí encuentro que el idealismo se transformó en un inmanentismo. Por eso bien vale recordar que todavía persisten varias corrientes filosóficas que confiesan su pertenencia a la tradición idealista. Así, el idealismo anglo-norteamericano (Bradley, Bosanquet, Royce, Bowne) era de tendencia metafísica, el idealismo francés y alemán (Renouvier, Brunschvicg, Lalande, Hamelin, Escuela de Baden y Marburgo) tenía tendencia gnoseológica. Claro, también se puede decir que en Baltodano la “desproblematización del mundo”, según el cual el hombre acoge lo que se le da en el entorno en el cual vive, lo aproxima al empiriocriticismo; pero a ninguna otra corriente está tan cerca, como ya hemos visto, que a la filosofía posmoderna. ¿Es ésta una corriente idealista? En la medida en que se asienta en la aseveración de que “no hay hechos sino interpretaciones”, sí lo es; y lo es en un sentido subjetivo, porque al fin al esta filosofía sólo se queda con el sujeto interpretante.
(5) El quinto aspecto problemático concierne a las consecuencias éticas de su planteamiento. Cuando Baltodano hace consistir el valor significativo de los conceptos en su conformación lingüístico-pensamental, su funcionalidad y eficacia, está situándose en el marco de la tradición del pragmatismo americano, el metarrelato lyotardiano, y de la ontología débil posmoderna. Lo más serio está en las consecuencias éticas de su planteamiento puesto que no sería preciso buscar ninguna fundamentación externa a las propias prácticas sociales eventuales de las sociedades democráticas y en cambio, habría que huir de los argumentos de autoridad basados en una pretendida racionalidad ontológica de lo “en sí”. Pero una sociedad que ya no puede aceptar la formulación de criterios de «verdad» y «realidad», sino que debe orientarse hacia la consecución de la felicidad a partir del desarrollo científico crea serias limitaciones a la libertad, que tiene ante sí los peligros del antropocentrismo extremo, el relativismo, el hedonismo y el nihilismo.
Las consecuencias éticas de estas concepciones de su planteamiento lo llevarían a ser defensor de una posición cínica: si no hay fundamento todo está permitido. Se llega así a un relativismo extremo y, si el único criterio es la práctica social de las sociedades liberal burguesas, se está defendiendo la supremacía de éstas en una especie de darwinismo social que prima la ley del más fuerte. El producto final sería lo más indeseado a su planteamiento que busca la autonomía científica frente a Occidente. Pues por un lado, Baltodano aparecería preconizando la independencia científica de nuestros pueblos del Hemisferio Sur, apoyándose en el marco teórico que fundamenta la hegemonía occidental, y por otro lado, se presentaría como el prototipo de intelectual burgués posmoderno que defiende las prerrogativas de un sui géneris cientificismo posmoderno.
(6) El último y sexto aspecto problemático es su “conceptualismo”, no en el sentido de los universales que concebía que el concepto está en las cosas, sino en el sentido de conceder un papel central al concepto en el proceso del conocimiento humano. Efectivamente, la filosofía conformacional no toma en cuenta que el logos humano no sólo tiene el “poder de la conceptualización” (teorías) sino también el “poder de la simbolización” (mitos). Pues el hombre no sólo piensa con conceptos, sino antes bien con imágenes metafóricas. Por eso que la filosofía antes de ser con los griegos una comprensión por conceptos, fue una comprensión por metáforas. Mientras el símbolo y la definición son útiles para organizar y dominar el mundo, la metáfora y el símbolo es valiosa para contactar lo espiritual y supra-racional de lo real. El sentido no da cuenta del ser, lo real es lo sinsentido, excede incluso la simbolización. Lo real siempre trasciende el sentido. El sentido del ser sobrepasa lo principios lógicos de la razón y del mito. Pero Baltodano exacerba la importancia del concepto y al hacerlo se inscribe en la historia del deus in terris del antropocentrismo occidental. Pero este defecto no es inherente a la filosofía conformacional siempre y cuando se la libere de su posición subjetivista y antiesencialista.
EPÍLOGO
El aporte teórico de la Filosofía conformacional es tomar en cuenta no sólo al hombre teórico y práctico, sino también al hombre emocional y volitivo, es decir, la integralidad humana. Además, al aplicarlo a la ciencia está en procura de una ciencia y tecnología propia para el Tercer Mundo. Sus aspectos controversiales ya los hemos mencionado y no vamos a insistir. Concluyo a fortiori, porque las discusiones filosóficas no concluyen nunca, declarando que es mucho lo que he aprendido de esta valiosa obra de mi amigo Víctor Baltodano, la que por sus bien trabadas meditaciones está destinada a impulsar el debate filosófico en el Perú. Bridemos por ella. ¡Salud!
La tesis central de la filosofía conformacional baltodaniana, que se condensa en el aserto "No hay hechos sin conceptos", se basa en un injustificado reconocimiento de la sola validez de la connotación conceptual del lenguaje, en desmedro de la connotación intuitiva y la connotación emotiva. Esta no sólo es una vieja herencia del positivismo lógico sino del nominalismo de Occam. Efectivamente, el nominalismo epistémico y gnoseológico es resultado de un análisis fenomenológico defectuoso que sólo reconoce valor cognoscitivo al lenguaje conceptual, negándolo al lenguaje emocional y al lenguaje intuitivo. De resultas que sólo considera como criterio válido de sentido sólo al uso conceptual. Con ello resulta expulsando lo intuitivo y lo emocional de la vida humana, y, aun más, se termina aislando a la realidad misma para terminar estableciendo como única realidad con sentido al mundo conceptual construido por el hombre activo. Esa mezcla de positivismo y pragmatismo es fruto del punto de partida común, a saber, el nominalismo, llevado a su expresión extrema a través del conceptualismo constructivista.
ResponderEliminarEs un mérito indudable de la Filosofía Conformacional baltodaniana su lucha por la eliminación del infradesarrollo y la desigualdad científica en los países periféricos, pero tengo la impresión de que es una limitación su enfoque cartesiano-hobbesiano de dar sólo valor a los factores epistémicos (conocimiento) dejando de lado los factores extra-epistémicos (cultura, ética, religión, política). Ante la revolución de las ciencias genómicas que demuestran que ya no son separables las ciencias naturales y las humanidades, es necesario tomar en cuenta que no hay ciencia sin valores.
ResponderEliminarLa filosofía conformacional baltodaniana es loable en su esfuerzo por luchar contra el infradesarrollo y la desigualdad científica, porque gracias a lo artificial el hombre ha podido mejorar sus condiciones de vida, pero esto no significa que necesariamente se tenga que suprimir el horizonte tradicional metafísico-teológico, que veía una finalidad en la naturaleza y en el hombre. La tecnociencia ha entrado a una fase organicista y finalista que confluye con una visión más integral de las cosas y favorece el reencuentro del hombre con su interioridad. Las ciencias de la vida han puesto en evidencia la primacía del criterio ético sobre el científico. Por lo cual es inviable para la humanidad atisbar algún futuro y recuperar su identidad si no es a través de la recuperación de la dimensión de lo trascendente, la religiosidad y lo metafísico. En otras palabras, la filosofía conformacional aporta más librándose de los prejuicios modernistas contra la religión y la metafísica.
ResponderEliminar