NIHILISMO
COMO IDEOLOGÍA
Gustavo Flores Quelopana
Cuando el nihilismo ha dejado de ser un
lujo de intelectuales para encarnarse en las masas, entonces ha sonado la hora
en que los factores objetivos y subjetivos coinciden en el pútrido miasma de la
burguesía póstuma.
Su conciencia falsa como fin de los
ideales y negación de los valores realzan la Nada a una significación engañosa
que no corresponde con la realidad del ser. Marx materializa, Freud
psicologiza, Jung arcaíza y Heidegger hace diletantismo metafísico convirtiendo
la angustia en el sentir fundamental del hombre. Todos reflejan una sociedad
decadente que camina hacia su ocaso nihilista.
El nihilismo es ideología dominante de la
burguesía exangüe y catafáltica. Es el pensamiento y el sentimiento más hondo
de una clase que se siente a su gusto con su descompuesta alienación. Lo
risible es que a aquella alienación la llamen “gozosa libertad sin dogmas ni
dioses”.
Pero lo peor de todo no es precisamente
eso, sino que nos hemos quedado sin imagen futurible y correctora. La función
utópica ha sido devorada por un caos de símbolos y alegorías fantasiosas, sin
significación histórico-constructiva. Nos hemos quedado sin función utópica
porque el pensamiento técnico está eliminando por todos los resquicios
planetarios el excedente espiritual.
El nihilista de hoy es más parecido a la
astilla cadevérica de catafalco porque no lleva su tragedia con angustia, sino
con loca y cínica alegría dionisíaca. La indecente tranquilidad de la conciencia
nihilista es robustecida por la sociedad del consumo masivo. Pero vivir en el
placer narcisista, la libertad sin límites, individualista, consumista,
desocializado, hedonista de la ideología nihilista, no es ejercer la función
utópica, sino que es pervertirla.
En el panorama actual no hay clases
sociales en ascenso, lo único que está en ascenso son las máquinas. Y así
predomina la cultura objetiva sobre la cultura subjetiva. La hora presente de
la sociedad burguesa-individualista culmina en la más barata sustracción de lo
humano de las propias fuerzas motrices que impulsan la historia.
El hombre se ha vuelto prescindible,
sustituible y reemplazable. El triunfo de la economía dineraria en la
modernidad ya lo había anticipado y hoy la vemos como una de las principales
fuerzas motrices que impulsan su culminación. ¿Cómo salir del atolladero
histórico? ¿Pero, acaso, habrá salida concreta y no como mero ejercicio
intelectual? ¿Se podrá revivir la función reconstrucitva del pensamiento
utópico, más ligada a la esperanza que a la fantasía humana?
27 ENERO 2021
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