ANA LACALLE FERNÁNDEZ-Filósofa/Barcelona
EN EL HORIZONTE
DE HUMANIZAR AL HOMBRE
En
torno al pensamiento del filósofo Gustavo Flores Quelopana:
Buenas tardes y noches. Para mí es un lujo y un privilegio
participar en este homenaje a la trayectoria humanista -en su sentido
renacentista- de Gustavo Flores Quelopana. Primero, porque nuestro
encuentro en el ámbito de la reflexión filosófica, aunque breve, ha sido
ciertamente intenso.
Coincidimos por primera vez en un conversatorio en el que
dialogábamos sobre “la posibilidad de pensar más allá de la democracia”,
en el marco del V Simposio correntino de Filosofía Política. Su ponencia
breve, para poder compartir ese espacio con cinco pensadores, fue la primera
intervención que escuché y me admiró su claridad expositiva y de ideas, a
partir de un enunciado amplio y del que era difícil presentar una síntesis
clara por la complejidad que interacciona con lo democrático como problema.
Tras esta intervención he leído artículos de su blog y asistí,
nuevamente, a una conferencia sobre “la Crisis del nihilismo”. De
estos dos encuentros surgió una conexión que yo situaría en la confluencia
de considerar al ser humano como lo prioritario, en el sentido de que el
cultivo de su interioridad exige constatar en qué mundo vivimos, qué poder lo
domina y qué formas de redención o liberación podemos hallar.
Voy a referirme a los aspectos del pensamiento de Gustavo que he
conocido directamente, aun sabiendo que su obra es ingente, pero de la que
considero podréis hablar con más rigor aquellos que habéis tenido acceso
directo a sus escritos desde hace años.
Destacaría, en este sentido, de su pensamiento el neologismo
de “el hombre anético” que siendo el humano carente de horizonte
moral, no es más que el producto de la intersección entre el nihilismo y
el neoliberalismo que han hallado en las democracias liberales
instrumentalizadas por el capitalismo y su aliado el conocimiento
científico-tecnológico, el campo de abono idóneo para generar un individuo
incapaz de movilizarse, si no es por intereses particulares. Así la
desintegración del tejido social en grupúsculos que reivindican derechos
sociales parciales es el gran triunfo de la ideología neoliberal, que refuerza
este relativismo del “Todo vale” denunciado hasta la saciedad por Gustavo.
Esto conlleva la desactivación y neutralización de cualquier
revolución estructural que procure atajar el azote neoliberal, que fomenta
un estar en la sociedad en detrimento de ser, que por la
diversidad que absorbe, consigue inocular la creencia al individuo de que somos
“libres”. Lo cual es absolutamente una falacia, en lo político y en lo privado,
que contenta superficialmente a un individuo que la misma educación sistémica
domeña para la sumisión inconsciente.
En este sentido. destacaría también la incursión de Gustavo en la
reflexión pedagógica y didáctica respecto de aquellas disciplinas que impone el
sistema educativo, en detrimento siempre de la formación humanística. Mal
endémico a nivel occidental que responde a esa voluntad neoliberal de formar
técnicos sin criterios éticos, siervos que obedezcan al sistema.
Esta lucha, tras 24 años de actividad docente de la Filosofía en
lo que equivaldría al curso preuniversitario, me sitúa en sintonía con la tarea
didáctica de Gustavo, para quien la aptitud filosófica no es
espontánea, apreciación en la que coincido plenamente y por lo cual, y a menudo
en solitario en contra de las nuevas tendencias pedagógicas que
desorganizan la estructura cognitiva, más que posibilitar su desarrollo, he
apostado siempre por introducir a los alumnos en la Filosofía, mediante el
estudio de la Historia de la filosofía, porque solo a partir de un cierto
conocimiento y del estudio esforzado se pueden gestar nuevos paradigmas desde
los que repensarnos a nosotros mismos. Lo cual no excluye que estimulemos
esa actitud filosófica presente ya en los niños, como asume Gustavo,
a través de prácticas de naturaleza socrática que cultiven el espíritu
de la pregunta que poseen ya, rudimentariamente de manera innata.
La cuestión, en síntesis, en la que confluimos, creo, es ¿qué
puede liberar al ser humano de una sociedad que lo cosifica y lo
deshumaniza? Trascendencia o inmanencia están aquí presentes como factores
para tener en cuenta en el desafío de identificar las vías de
liberación. Gustavo identifica lo Trascendente como el fundamento
último de recuperación del sentido y, por ende, de valores que considera
absolutos. Punto en el que nos distanciamos, ya que desde lo que
podríamos denominar un ateísmo nihilista, y, abro un paréntesis para
clarificar qué entiendo por ateísmo nihilista: el ateísmo es el resultado
de la IMPOSIBILIDAD de creer en DIOS, el cual está ausente precisamente en los
expulsados del sistema social capitalista.
Hay quien, en línea con Simone Weill ha intentado argumentar que
precisamente Dios está presente como ausencia. Mi percepción al respecto es que
eso, se lo cuenten a los que sufren el abandono, la pobreza, las guerras, el
hambre; porque si su forma de hacerse presente es el abandono, tal vez podemos
vivir sin Dios, que es lo que de facto sucede, a pesar de que Dios sea Bondad,
si no la ejerce ante las masacres y salvajadas humanas ¿De qué le sirve a la
criatura ligarse a Dios? La libertad humana que Dios respeta, tampoco me
resulta un argumento consistente, porque considero legitimo vulnerar la
libertad del otro cuando constatamos que está a punto de cometer una atrocidad.
¿Para qué un Dios si el humano, hibrido entre bestia y ángel, es
capaz de lo más elevado y lo más depravado? Así, y concluyendo la nota a pie de
página, la imposibilidad de creer en Dios nos sitúa en un nihilismo que
no sustituye a quien para él no es real, sino que desde la humildad de las
propias limitaciones y de la complejidad de su “siendo”, en un vacío de sentido
y desde la conciencia de la nada, intenta contribuir a la rehumanización de la
Sociedad y de sus estructuras que determinarán condiciones de existencia justas
para todo individuo.
Retomando el hilo de lo expuesto, desde un “ateísmo nihilista”
entiendo que es posible rescatar al individuo humano como un fin en sí mismo, y
en consecuencia consensuar cuáles son las condiciones de posibilidad para que
acontezca lo más genuino del mismo, que es razón, voluntad, emociones, afectos,
pasión, deseo. Y estas condiciones, no son más que aquellas que se
deben derivar del intento de garantizar una existencia digna a todo individuo,
sea o no su horizonte la Trascendencia.
Tengo la convicción de que la coincidencia en el establecimiento
de los requisitos necesarios para la vida humana no dista entre el pensamiento
de Gustavo, y la de muchos que, desde una cultura de lo inmanente, no hemos
perdido el norte de lo que puede constituir un valor moral, y que difiere
sustancialmente de lo que no es más que simple utilitarismo pragmático.
De alguna manera diría que la trascendencia consiste en este
caso, y a diferencia de lo que sostiene Gustavo, en no dejarse seducir por el
materialismo pecuniario, y cultivar la interioridad compleja y ambivalente, que
no deja de ser lo más genuino que fluye en el estar siendo un individuo humano.
Ahora bien, me parece un ejemplo de voluntad de diálogo y
entendimiento el hecho de que Gustavo Flores y una servidora compartamos
el horizonte de humanizar al hombre, o sea de reivindicar su pleno
desarrollo, su plenitud. Solo un planeta con actitudes, valores y
propósitos que velen por todos los seres vivos, entre ellos los humanos, es
decir la Naturaleza en su conjunto, pueden orientarnos a llevar a
cabo acciones que apuesten por el auténtico BIEN COMÚN, que es el de
todos, y no coincide necesariamente con el INTERÉS GENERAL, que puede estar
viciado por los que ostentan el poder. No creo que Gustavo asuma tampoco
esa identificación entre BIEN COMÚN e INTERÉS GENERAL.
Para concluir, destacaría la labor prolija que ha desarrollado en
la FILOSOFIA y en esa recuperación de un HUMANISMO que mira a lo TRASCENDENTE,
que le han llevado a estudiar también las raíces de la cultura peruana – lo que
él denomina MITOCRACIA en contraste con el origen LOGOCRÁTICO eurocentrista
– antes de la CONQUISTA por parte del REINO de ESPAÑA, y que para muchos
españoles constituye una vergüenza histórica.
En este sentido, tal vez la pandemia, además del sufrimiento,
personalmente me ha dado la ocasión de entrar en contacto con personas de
diversos países Latinoamericanos, de conocer la inquietud y el saber filosófico
que hierve por estas tierras, además de constatar cierta ignorancia por parte
de Europa de lo que Latinoamérica tiene que decir en muchas cuestiones
actuales.
Querría finalizar con unas palabras del propio Gustavo Flores
Quelopana que me resultan especialmente REPRESENTATIVAS de aspectos de su
pensamiento:
“La uniformización de la mente de niños, jóvenes y
adultos diariamente y sin descanso, que son bombardeados con estulticias,
banalidades y mentiras, terminan corrompiendo la inteligencia y la voluntad
humana. La concertación de la mentira es la estrategia contemporánea para la
inmoral dominación y el lucro desmedido. La sociedad está tensando sus
mecanismos de extraversión hasta un límite que destruye la propia vida
interior. Lo vano, tonto, superficial e insubstancial se asienta
inequívocamente en las mentes de una sociedad que vive para la distracción, el
relajo y éxito.” Extraído del artículo “El
sinsentido de la vida y el final de los tiempos”. Blog del Gustavo Flores
Quelopana.
Deseo añadir otra consideración al respecto de la actitud con la
que afronta la tarea filosófica. Es admirable que no rehúya -lo puedo aseverar
por experiencia propia- el diálogo, cuya ausencia está socavando las
posibilidades de construir un mundo entre todos y para todos, con aquellos que
diferimos con su propuesta en cuestiones nucleares. Pocos están dispuestos a
entablar un intercambio filosófico con los que, a diferencia de una concepción
trascendente del ser, sostenemos un materialismo e inmanentismo de lo real. La
Filosofía exige estos contrastes e intercambios sin los que, desde la Filosofía
misma, estamos levantando muros de cancelación.
Muchísimas gracias nuevamente por el honor y la deferencia de
invitarme a participar en estas Consideraciones y Objeciones sobre el
trabajo, ahora sí, del Doctor Gustavo Flores Quelopana.
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