JUAN ABUGATTAS-Filósofo/UNMSM
KANT Y LA REVOLUCIÓN BURGUESA
(Lima, CONCYTEC, 1990)
Presentación*
No es casual ni arbitrario el hecho fácilmente constatable en
cuanto foro se desarrolla de un tiempo a esta parte sobre el tema de la modernidad
y sobre el sentido de las revoluciones políticas que las discusiones terminen
centrándose en torno al viejo filósofo de Königsberg. Lo que estuvo esbozado en
Rousseau terminó siendo nítidamente diseñado en Kant y es allí que remitirse
para visualizar el mito rector de la modernidad: la sociedad de hombres dignos
y libres.
Ciertamente, como lo sostiene profusamente, Gustavo Flores, ese
mito jugó un papel central en los movimientos políticos protagonizados por la
burguesía, aunque fueran finalmente el proletariado y los grupos marginados de
la sociedad burguesa contemporánea insistiendo, por ejemplo, en la necesidad de
universalizar el voto y los derechos ciudadanos en general. Pero sobre todo en
tiempos como los que vivimos, no es conveniente pasar por alto el hecho que el
mito kantiano fuera también el elemento constitutivo central de las aspiraciones
socialistas. ¿No buscaba Marx acaso también promover la constitución de una
sociedad de ciudadanos libres? ¿No fue el ímpetu libertario la chispa del movimiento
social europeo durante varias décadas? Quien eso recuerde no se extrañará que
justamente ahora se replantean las categorías con las que se construyeron los
llamados socialismos reales se tienda naturalmente a volver la vista a Kant.
Es importante en ese sentido notar que es a Kant a quien se vuelve
y no, por ejemplo, a Hume. Y es que el individuo del reino de la libertad de Kant
no es el que ha servido de referencia al liberalismo más desatado, que ahora pretende
imponerse a través del discurso neoliberal. El individuo autolegislador de Kant
se vale, para fijar sus reglas de conveniencia, de un instrumento que
naturalmente tiende a compatibilizar y unificar: la razón. Su deseo natural es
encontrar coincidencias. Mientras que el individuo de Hume, dominado por la
pasión, encuentra coincidencias solamente por azar, y solamente de manera
ocasional en el mercado y en las tiras y aflojas propios de la negociación. La
revolución típicamente burguesa tiene pues como norte no al individuo kantiano,
sino al humeano, mientras que el kantiano es compatible con el sueño socialista.
El problema de los socialismos reales con el ideal kantiano se
origina más bien en otra dimensión, a saber, en la que se discute la primacía
de los diversos posibles actores de un proceso de cambios, de una revolución.
En los países del socialismo real, contrariamente a lo que se deriva como un
postulado práctico de las tesis y posturas kantianas, se ha privilegiado al Estado
como actor central. Al afirmarse a sí mismo e imponer sus propios términos, el
Estado terminó por aplastar al individuo. Algunos de los impulsores de esta opción
creyeron seguramente que el aplastado era el individuo más propio del proyecto
burgués, cuando la realidad, según se la percibe con absoluta nitidez ahora, es
que se aplastó toda individualidad.
El problema actual en las sociedades hasta hace poco escenario de
los socialismos reales es precisamente determinar qué tipo de individualidad
terminará por imponerse. Más que en ninguna otra parte del mundo en Europa
central las opciones están abiertas. Si vence la desesperación y prima la
presión por resultados inmediatos en términos de un mejoramiento de las
condiciones materiales de vida, probablemente marchen esas sociedades a una suerte
de restauración de la primacía del individuo liberal. Si prima empero el buen
criterio no es imposible que veamos en un futuro más o menos próximo florecer allí
el viejo ideal kantiano.
Es sobre todo en ese sentido que hay que destacar el esfuerzo de
Gustavo Flores Quelopana. Su libro es, antes que nada, oportuno, y más allá de los
puntos de controversia que seguramente suscitará, viene a alimentar un debate muy
necesario nuestro medio. Curiosamente, a pesar de la gran actividad política
que caracteriza nuestra vida colectiva últimamente, y a pesar de que en otros campos
de la vida espiritual hay en marcha un importante movimiento renovador, los
términos del debate político siguen siendo los mismos de hace años. La iniciativa
ha quedado en manos de una derecha que apenas si sabe balbucear teoría política
y que, sin embargo, se ha ingeniado para silenciar a una izquierda que no hace
mucho era hasta vociferante.
Es pues indispensable retomar el debate serio, la discusión profunda
de las opciones políticas que nos están abiertas y, para ese fin, obras como la
que tengo la satisfacción de presentar ahora son aportes significativos.
De otro lado, Gustavo Flores Quelopana con este libro se confirma
como uno de nuestros autores jóvenes más prolíficos. Su interés por comprender
su entorno social y político lo ha llevado a ocuparse de temas tan diversos co0mo
la deuda externa y las modalidades actuales de dominación imperial. Pero lo que
destaca en todas sus obras es una sólida voluntad de seriedad intelectual y académica
que también se muestra en cada una de las páginas de este ensayo sobre Kant.
*Esta fue la presentación que provocó un enfrentamiento entre
Abugattás y Sobrevilla. Me lo contó el propio Dr. Abugattás en una de mis
acostumbradas visitas que le hacía en la Universidad de Lima, pues solía
adquirir gentilmente mis libros. Sobrevilla llevado por su petulante complejo
de censor de la filosofía peruana le reprochó a Abugattás el haber escrito
dicha presentación a mi libro por dos razones. La primera por considerar que
debía basarme en su filosofía de la historia y no en la Crítica de la razón
pura; y la segunda, por considerar como “intento fallido” al asentarme en
lo gnoseológico y no en lo político. Abugattás reaccionó y rechazó tajantemente
sus consideraciones por absurdas y pretensiosas. En conversación telefónica con
Sobrevilla me ratificó sus impresiones añadiendo que sólo lo había revisado más
no leído. No hay que hacer gran esfuerzo para advertir que con su
autosuficiencia característica hizo gala de su “comprensión fallida”.
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