lunes, 20 de mayo de 2024

DEUDA EXTERNA Y REVOLUCIÓN

 

PABLO MACERA-Historiador/UNMSM

 

 

DEUDA EXTERNA Y REVOLUCIÓN

(Lima, IIPCIAL, 1988)

 


Presentación

Este tercer libro de Gustavo Flores Quelopana mantiene igual orientación que dos obras suyas anteriores. Una misma metodología y un mismo objetivo político.

No es indispensable estar de acuerdo con Flores Quelopana (y de hecho no lo estoy en muchos aspectos) para apreciar la seriedad con que ha trabajado. Ninguna de sus afirmaciones es gratuita, imaginativa o sobredimensionada. Son afirmaciones que derivan de pacientes investigaciones para hacer prevalecer los hechos. Pero, felizmente el autor no es un positivista que simplifica y reduce la realidad. La piensa y representa en términos conceptuales desde la óptica de su propio compromiso ideológico marxista.

Para Flores Quelopana la crisis de la deuda externa en el llamado Tercer Mundo está conectada con una red de factores muy diversos. Entre ellos los siguientes:

a) envejecimiento final de la economía capitalista (a partir de los años 80);

b) contradicciones globales a escala planetaria (guerra nuclear, contaminación, “sobrepoblación”, etc.);

c) contradicciones al interior del subsistema capitalista (trabajo vs capital, países dependientes vs metrópolis);

d) características específicas de las economías latinoamericanas (dependencia tecnológica, subdesarrollo relativo, exportación inmediata de capitales, dictaduras como prerrequisitos de ciertos tipos de crecimiento económico, etc.).

Sólo en función de este complejo esquema, es posible comprender los planteamientos y las conclusiones de Flores Quelopana. Está él convencido de que esta crisis es, posiblemente, la última crisis no porque sea en sí misma la causa determinante sino porque no obstante su carácter catalítico, la crisis de la deuda expresa y es consecuencia de otras crisis más profundas del capitalismo.

Si “los gobiernos burgueses están viviendo bajo un volcán”, si “la crisis de la deuda ha generado una situación revolucionaria” es porque el capitalismo (como todo) está jugando sus últimas cartas (entre ellas el endeudamiento y las compañías transnacionales).

El capitalismo no puede desarrollar a los países subdesarrollados porque dejaría de ser capitalismo. El sueño japonés de un capitalismo ampliado no tiene por eso seguidores muy entusiastas entre las demás potencias del capitalismo. El crecimiento, el desarrollo y hasta la simple estabilidad de los países capitalistas metropolitanos tienen como prerrequisito la existencia de países capitalistas dependientes. Esa dependencia puede expresarse en algunos casos en el saqueo directo y brutal del atesoramiento más primitivo. O por la vía más sofisticada de un intercambio desigual de materias primas y manufacturas. A lo cual añadiremos la distribución injusta del comercio mundial, el monopolio de patentes, el drenaje de cerebros, etc. La deuda puede ser inscrita entre esos instrumentos de colonización y recolonización de expansión o intentos de expansión común y acentuada dependencia. Como bien lo dice Flores Quelopana el saqueo crediticio ha remplazado al tosco saqueo de materias primas.

Una de las consecuencias inmediatas de esta crisis de la deuda es que los países más pobres del mundo y no sólo exportan materias primas o manufacturas mal pagadas (hechas en base a patentes y regalías onerosas) sino que estos países pobres además resultan ahora, en aparente paradoja, exportadores de capital por la vía de los intereses acumulados.

Y el peso de esa exportación de la pobreza no tiene por contrapartida un buen uso interno de los capitales recibidos a préstamo. Gran parte de la deuda ha quedado en manos de empresarios y funcionarios corruptos del Tercer mundo. Así los capitales prestados regresan rápidamente al banco original que acordó el crédito. Pero esta vez en cuentas cifradas y ahorros secretos. Se ha calculado por ejemplo que mexicanos y peruanos cada uno por su lado tienen depósitos en el extranjero que equivalen al monto total de cada una de sus respectivas deudas. Hablamos por su puesto de “mexicanos” y “peruanos” entre comillas.

Pero al capitalismo no le basta haber invertido los roles tradicionales (el país pobre como exportador de capital); ni beneficiarse de la inmoralidad de los grupos dirigentes locales del Tercer Mundo, de la burguesía cómplice o del semifeudal cómplice.

Todavía quiere ir más allá: utilizar la deuda como vía para profundizar la transnacionalización capitalista de las economías dependientes. Este es el significado de las recetas del banco mundial cuando recomendó convertir la deuda en inversión privada y alienta la formación de compañías mixtas donde intervengan el empresario local al lado (aunque por debajo) del capitalista externo.

Estas y muchas otras son las sugerencias que incentiva el apasionante libro de Flores Quelopana cuya arquitectura es un buen ejemplo de la asociación entre la seriedad científica y el rigor del compromiso político.

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