miércoles, 11 de diciembre de 2024

ARGUEDAS Y LOS MEDIOS DE MASAS

 

ARGUEDAS Y LOS MEDIOS DE MASAS

Gustavo Flores Quelopana

 

Tras su suicidio tan meticulosamente planificado Arguedas sabía que su muerte iba a ser la gran noticia en los medios de comunicación de masas. Una noticia escandalosa, por cierto, pero sería la gran noticia del momento. Por un camino moralmente vedado -el suicidio- lograba ponerse en un sitial inalcanzable para los autores del Boom Latinoamericano. Y aquí ya estamos pisando terreno de su mentado cinismo burgués.

Arguedas sabía que era un intelectual reconocido dentro y fuera del país, aunque sin la suerte de la que gozaban los conocidos autores del Boom Latinoamericano como el argentino Julio Cortázar y su Rayuela, el peruano Mario Vargas Llosa con La ciudad y los perros, el mexicano Carlos Fuentes con La muerte de Artemio Cruz, el colombiano Gabriel García Márquez con Cien años de soledad y el cubano Gabriel García Infante con Tres tristes tigres.

El reconocimiento literario internacional le llegaría póstumamente a Arguedas. Además, en su vida no buscó atención mediática y comercial. Por lo demás, era visto como un tradicional autor indigenista, poco interesado en el estilo experimental, y enfocado más en la etnografía y mestizaje de la cultura indígena peruana.

A propósito, recordemos que el proto-indigenismo, con Manuel González Prada, Clorinda Matto de Turner, Narciso Aréstegui, Pedro Zulen, José Frisancho y Julio C. Tello, denunciaba el latifundio y la reconversión del ayllu. El hispanismo con José de la Riva Agüero, Víctor Andrés Belaunde, los hermanos Francisco García Calderón y Ventura García Calderón, y José Gálvez veían al indio como una raza inferior. Luego el modernismo con José Santos Chocano, Enrique López Albújar resaltó lo exótico del indio, mientras que Luis Alberto Sánchez se opuso tanto al racismo como al andinismo.

A continuación, el Nuevo Indigenismo de José Sabogal, Mario Urteaga, Julia Codesido y Camilo Blas se explaya en el arte autoctonista, mientras que en la poesía están presentes Alejandro Peralta, Emilio Armaza, Gamaliel Churata, Mario Florián, Luis Nieto y César Vallejo. En el ensayo destacan tres versiones, a saber, José Carlos Mariátegui y su vinculación del indio con el socialismo, Luis E. Valcárcel con el indianismo racista, y Uriel García con el mestizo como nuevo indio. Además, el movimiento indigenista tuvo su apogeo del 45 al 50, y fue un movimiento internacional y no sólo peruano. Del 50 en adelante la atención del indigenismo se desplaza del Inca Garcilaso a Guamán Poma de Ayala, pero empieza su declinación ante la visión criolla de Basadre.

En esta verdadera floresta de autores destacados Arguedas insurge defendiendo el colectivismo del ayllu y la fraternidad comunal que se opone al individualismo occidental. El indio no debe ser occidentalizado, sino que lo occidental debe ser andinizado. Muestra de ello ya se hallaba presente en el catolicismo peruano que se encontraba matizado de andinismo.

Ahora bien, la denuncia contra las injusticias del gamonalismo era cosa ya hecha por los autores modernistas. De manera que ello no era la originalidad de Arguedas. Para Mario Vargas Llosa su peculiaridad reside en inventar un mundo ficticio, una realidad coral comunitaria fusionada con sus vivencias profundas e hipersensibles de una niñez atormentada por un psicópata hermanastro. Pero la andinofobia y occidentofilia neoliberal del nobel se inventa una utopía arcaica para atribuírsela a Arguedas de modo antojadiza e ideológica. El propósito final de esta interpretación vargallosista es interesado, y busca promover la modernidad capitalista neoliberal para el Perú y descalificar cualquier revalorización del mundo andino. Por lo demás, no advierte que el neoliberalismo es su ficción personal, que no acabó de plasmar ni bajo la dictadura del fujimorismo.

Pero lejos de promover una utopía arcaica lo particular de Arguedas no sólo es su profundidad etnográfica y temática socio-política, sino la clave multicultural y el uso del quechua para darle estatus literario. Además, es cierto que Arguedas en Yawar Fiesta (1941) oculta al narrador y la primera persona, en contraste con El Mundo es ancho a ajeno de Ciro Alegría, que exhibe una técnica narrativa en primera persona.

Los ríos profundos (1958) es considerada su mejor novela en forma y fondo. En el estilo está muy próximo al realismo mágico. El narrador omnisciente se combina con una visión mágico-religiosa de la vida. El Sexto (1961) es una novela basada en la pesadilla de la prisión y donde pasa del realismo etnográfico al naturalismo y realismo.

En 1964 aparece Todas las sangres. Son la edad de oro del indigenismo académico con Juan Ossio, Tom Zuidema, Pierre Duviols, John Rowe, Luis Millones, Nathan Wachtel, John Murra, Franklin Pease y el padre Manuel Marzal. Esta novela arguediana es estimada la peor de todas por su contenido ideológico marxista, donde caricaturiza al capitalista y abomina al dinero. La novela fue criticada por los sociólogos de izquierda Henri Favre, Aníbal Quijano, S. Salazar Bondy, y Bravo Bresani en la aciaga Mesa del IEP en 1965. La conclusión fue que simplifica la realidad, idealiza el indio, la solución indigenista y distorsionó la realidad del Perú. Frente a ello los literatos defendieron la autonomía de la literatura y la desconexión entre ciencias sociales y literatura.

Su última novela sobre los zorros se publica póstumamente y en ella refleja el babelismo de la sociedad peruana. No destaca por su técnica, aunque sí por su intenso dramatismo. Brota en sus últimos años (1965-1969), donde viaja mucho, se divorcia de Celia, se casa con la joven Sybila, mujer muy independiente que lo desconcierta, descuida al marido e hija por dedicarse a la política marxista, intenta suicidarse con barbitúricos, conoce al padre y creador de la teología de la liberación Gustavo Gutiérrez, se produce la revolución antimperialista del General Velasco Alvarado, avanza su última novela y prepara su suicidio definitivo.

Este es casi todo el contexto en que acontece su suicidio planificado en sus últimos detalles. Ahora bien, era inevitable que pensara en las repercusiones mediáticas de su desaparición. Ya tenía 70 años y sentía agotadas sus fuerzas creativas. Se trataría de una muerte escandalosa por la dimensión del personaje. Y con ello sí daría paso al comienzo de su mito personal. Los existencialistas lo celebrarían como un acto de autenticidad. Los cristianos se apenarían por incurrir en el pecado del suicidio. Los andinos honraron su muerte con sus ritos funerarios. Pero la parafernalia del mundo moderno con el aparataje de los medios masivos de comunicación social en pleno gobierno revolucionario serían el caldero de la excitación general y la alucinación colectiva.

Los grandes medios de masas se hallan inmersos en la competencia incesante por concitar la opinión pública que ellos mismos crean. Es interesante hacer notar que con la Revolución Francesa surgen los Estados modernos, o sea apenas tienen dos siglos de invención. Y con ellos se disparan los medios mediáticos.

Nación y Prensa son dos fenómenos casi simultáneos que se nutren mutuamente. Razón tenía Renán cuando afirmó que la Nación es un plebiscito diario. Y ese plebiscito se edifica con los medios de masas, es decir el imperio de los periódicos y demás. Estresar al grupo, auto excitar al pueblo, crear opinión pública en reemplazo de la opinión personal es la razón de ser de los medios masivos en la era de las naciones.

Y esto todavía no cambia en nuestro tiempo de telemática y redes sociales, al contrario, la lucha de los medios de masas es más permanente, sofisticada e intensiva que antes. Los mecanismos de las manías persecutorias de los medios de masas son parte de la arquitectura del nacionalismo. Todo lo cual echa por tierra la cacareada autonomía del sujeto divulgada desde la Ilustración. Así como hoy la prensa corporativa no informa, sino infecta a la opinión pública, de modo similar en tiempos de Arguedas los medios de comunicación son la supresión del yo pienso personal.

Pues bien, la falsa autonomía del sujeto que es la patente de corso de los medios de masa sirvió idóneamente en la muerte de nuestro novelista. Su suicidio era un tema de alta carga energética, y más aun combinado con la reivindicación del campesino por el Gobierno militar del General Velasco. Nada de ello pasaba desapercibido a una inteligencia como la de Arguedas. No dejó de imaginar la epidemia temática y la oleada de excitación que desataría su suicidio. Después de todo la opinión pública es sierva de los medios masivos.

Proponiéndose o no con su suicidio lograba un sitial literario más elevado que los autores del Boom Latinoamericano habían logrado. Era una inmolación personal y cultural por el mundo andino y el hombre indígena. Su sacrificio trascendía lo literario y penetraba en territorios políticos, antropológicos y espirituales. El propio Velasco Alvarado expresó su reconocimiento hacia una obra que contribuía a la cultura e identidad peruana.  

Dónde reside, pues, el cinismo burgués de Arguedas. Reside en ese detalle que pasa desapercibido por natural reverencia y veneración. Preparó meticulosamente su sepelio a sabiendas que los medios de masas se cebarían en ello con reiteradas epidemias temáticas y oleadas de excitación. Muerte cínica y resurrección mediática.

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