domingo, 12 de octubre de 2025

MASONERÍA Y POSMODERNIDAD

 

MASONERÍA Y POSMODERNIDAD

Una crítica cristiana a la retaguardia ideológica del relativismo contemporáneo

Introducción

En el cruce entre la modernidad tardía y la posmodernidad líquida, la masonería ha logrado mantener una presencia activa como estructura ideológica que, aunque discreta, influye profundamente en los fundamentos culturales, políticos y espirituales de Occidente. Desde una perspectiva cristiana, esta influencia no es neutra ni benigna: es, en forma y fondo, anticristiana. La masonería, con su relativismo doctrinal, su espiritualidad esotérica y su concepción inmanentista de lo divino, se ha convertido en una retaguardia ideológica del neoliberalismo posmoderno, una fuerza que socava los pilares de la fe cristiana y promueve una visión del mundo incompatible con la verdad revelada en Jesucristo.

I. La masonería: espiritualidad sin trascendencia

La masonería se presenta como una fraternidad iniciática que promueve valores como la libertad, la igualdad y la fraternidad. Sin embargo, estos ideales están desprovistos de su anclaje cristiano original y se reinterpretan desde una espiritualidad simbólica y relativista. El “Gran Arquitecto del Universo” —figura central en la cosmovisión masónica— no es el Dios trinitario del cristianismo, sino una abstracción deísta, una fuerza cósmica impersonal que cada iniciado puede interpretar a su gusto.

Este concepto diluye la personalidad de Dios, niega su revelación histórica en Cristo y sustituye la fe por el simbolismo. La masonería no exige conversión, ni fe, ni obediencia a una verdad revelada. En cambio, propone una búsqueda interior guiada por símbolos, grados y rituales que recuerdan más a las religiones mistéricas del paganismo antiguo que al Evangelio.

II. El principio de inmanencia: la raíz filosófica del error

La masonería se asienta firmemente en el principio de inmanencia, es decir, la idea de que el sentido último de la realidad se encuentra dentro del mundo, no fuera de él. Esta visión, heredera del racionalismo ilustrado, niega la trascendencia de Dios y coloca al ser humano como medida de todas las cosas. La verdad ya no es algo que se recibe, sino algo que se construye.

Desde esta óptica, toda verdad es relativa, toda moral es subjetiva, y toda religión es una expresión cultural más. Esta es la raíz del relativismo posmoderno, que ha convertido a la masonería en una aliada natural de las corrientes ideológicas que niegan la existencia de verdades absolutas y universales.

III. Masonería y liberalismo: una alianza histórica

La masonería ha sido históricamente una plataforma ideológica del liberalismo, especialmente en América Latina. Líderes como Haya de la Torre y muchos dirigentes del APRA estuvieron vinculados a logias masónicas, y desde allí promovieron reformas laicistas, anticlericales y secularizantes. Esta alianza se consolidó en el siglo XIX con la difusión de ideas ilustradas que buscaban reducir el papel de la Iglesia en la vida pública.

El liberalismo masónico promovió la separación Iglesia-Estado, la educación laica, y la libertad de conciencia entendida como emancipación de toda autoridad religiosa. En este contexto, la masonería no fue una simple fraternidad filantrópica, sino una estructura de poder cultural que operó como retaguardia del proyecto modernizador y secularizador.

IV. Posmodernidad y relativismo: la nueva cara del anticristianismo

En la posmodernidad, la masonería ha encontrado un terreno fértil para expandirse ideológicamente. El relativismo ético, la fragmentación del conocimiento y el rechazo a las metanarrativas han debilitado la cosmovisión cristiana, y en su lugar se ha impuesto una espiritualidad difusa, simbólica y subjetiva. La masonería, con su lenguaje esotérico y su pluralismo doctrinal, encarna perfectamente esta nueva sensibilidad.

Ya no se trata de negar a Cristo frontalmente, sino de reducirlo a una figura simbólica más, al mismo nivel que Buda, Mahoma o Hermes Trismegisto. Esta equiparación no es tolerancia: es blasfemia. Es la negación de la unicidad de Cristo como Verbo encarnado, como único mediador entre Dios y los hombres.

V. China y Estados Unidos: dos modelos opuestos

La masonería no ha logrado prosperar en China, y esto no es casual. El pensamiento chino, profundamente inmanentista y colectivista, no necesita de una estructura como la masonería para sostener su orden social. Además, el Partido Comunista controla férreamente toda organización que pueda representar una amenaza ideológica. La masonería, con su carácter secreto y transnacional, es vista como subversiva.

En cambio, en Estados Unidos —el centro del imperialismo moderno— la masonería campea a sus anchas. Desde los Padres Fundadores hasta las élites actuales, la masonería ha sido parte del tejido cultural y político del país. Su influencia se percibe en los símbolos nacionales, en las universidades, en los tribunales y en las fundaciones filantrópicas. En este contexto, la masonería no es marginal: es hegemónica.

VI. La educación como campo de batalla

En universidades como la UPAO y otras instituciones latinoamericanas, se percibe la influencia de la masonería en ciertos cuadros administrativos y docentes. Aunque no siempre de forma explícita, su presencia se manifiesta en la promoción de una ética laica, un pensamiento relativista y una espiritualidad simbólica. La educación superior se convierte así en un campo de batalla donde se disputa el alma de las nuevas generaciones.

Desde una perspectiva cristiana, esta situación exige una respuesta firme y profética. No basta con denunciar el error: es necesario formar intelectuales cristianos capaces de dar razón de su fe en medio de un mundo que ha perdido el sentido de la verdad.

Conclusión: la masonería como estructura anticristiana

La masonería, en su forma y en su fondo, es anticristiana. No porque persiga a los cristianos —como lo hicieron los regímenes totalitarios— sino porque socava los fundamentos mismos de la fe: la verdad revelada, la trascendencia de Dios, la unicidad de Cristo, la objetividad del bien y del mal.

En la posmodernidad, esta amenaza se ha vuelto más sutil pero también más profunda. El cristiano que no esté alerta puede caer en la trampa del pluralismo, del sincretismo y del relativismo disfrazado de tolerancia. Por eso, hoy más que nunca, es necesario proclamar con claridad: “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre” (Hebreos 13:8). Y frente a la masonería y su proyecto inmanentista, relativista y secularizador, el cristiano debe responder con la firmeza de la fe, la lucidez de la razón y la valentía del testimonio.

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