viernes, 31 de mayo de 2024

LOS CRONISTAS

 LOS CRONISTAS

Mito, tradición e historia del Perú del insigne Raúl Porras Barrenechea es para el ilustre historiador Waldemar Espinoza Soriano un modelo de precisión, amenidad y cabalidad de conceptos, así lo expresa en la Nota introductoria. 

Por mi parte, sólo quisiera referirme a su tercer ensayo intitulado Los cronistas. Con maestría y conocimiento exhaustivo el erudito Porras destaca tres aspectos clave:

1.  En la crónica indiana -pretoledana, toledana y post-toledana- se forja la cultura mestiza del Perú.

2. La crónica indiana estuvo marcada por el diferente objetivo político de la Corona. Así, bajo el pacificador la Gasca el objetivo era probar la crueldad del conquistador para justificar el sofocamiento de la revolución de Gonzalo Pizarro. De modo que la crónica pretoledana mantuvo una versión moderada y justa con el indio y con el incario. Tal fue el tono de los cronistas soldados Cieza y de Santillán. 

En cambio, bajo el Virrey Toledo el objetivo era probar la tiranía sangrienta de los Incas para justificar la pérdida de su señorío, tal como lo exigía la teoría de Vitoria. De esta manera los cronistas toledanos fueron injustos con el indio -lo presentaron como ocioso, sucio e inmoral- y con el incario -sanguinario y ejecutor de sacrificios humanos-. De este talante son los cronistas Sarmiento, Molina, Juan de Matienzo y Racionero Villarreal. La gran excepción fueron el jesuita José de Acosta, Gómara, Zárate, Palentino. 

Finalmente, la crónica post-toledana tuvo como objetivo la coexistencia pacífica entre indios y españoles y poetizó la vida incaica. De este talante fueron Cabello Balboa, Murúa, Montesinos, Anello Oliva, Santa Cruz Pachacuti y el Inca Garcilaso. Aquí Cabello de Balboa es la excepción y no idealiza la vida incaica. Porras también nos recuerda que fue Riva Aguero el que rehabilitó la versión de Garcilaso que había sido tachado de utópica.

3. Sin caer en la versión rosada de Garcilaso ni en la versión terrorífica de Sarmiento hay que admitir con la versión moderada de Cieza que aun siendo los incas gente de gran razón, que dejaron leyes justas y suprimieron la antropofagia no obstante mantuvieron entierros y suicidios colectivos, hubo actos tiránicos de los monarcas, afrontaron rebeliones de los pueblos vencidos, tenían bárbaras costumbres guerreras, penalidades crueles y efectuaron sacrificios humanos.

En pocas palabras, no hay línea que se dé por perdida en el ensayo lúcido y bien enterado sobre los cronistas que Porras escogió para este libro. Finalmente, cuál es nuestra visión personal sobre el pasado incaico ¿justa, terrorífica o idílica? 

SE AGRAVA TENSIÓN MUNDIAL

SE AGRAVA TENSIÓN MUNDIAL



Tres son los nuevos signos por los cuales se agrava la tensión geopolítica mundial y se aproxima la hora del Apocalipsis nuclear:

1. La autorización al régimen nazi de Kiev por parte de EEUU y Alemania para emplear sus armas sobre territorio ruso.

2. La advertencia de Rusia de que empleará las armas nucleares contra los países que secunden a Kiev sobre dichos ataques.

3. El viaje estratégico del líder chino Xi Jinping a Europa constatando el ánimo belicista de los otanistas -especialmente del francés Macron- y las previsiones que está tomando para el caso. 

Tristemente se constata que se está cumpliendo el plan Bilderberg de los guerreristas de Washington, el partido demócrata y del Pentágono, según el cual la expansión de la OTAN hacia las fronteras rusas siempre buscó la destrucción de Rusia y ello en tres etapas:

Etapa primera: el desmantelamiento de la integración económica euroasiática promovida por Rusia mediante la guerra en Ucrania.

Etapa segunda: provocar ataque nuclear rusa contra Europa.

Tercera etapa: entrada abierta de EEUU como salvador de Europa con ataque nuclear contra Rusia.

Naturalmente que este plan tiene sus defectos graves y es que promoverá un estallido también nuclear en el Sudeste asiático con China y Corea del Norte contra Japón, Corea del Sur, Filipinas, Australia y demás aliados del imperio. Todo lo cual extenderá la devastación nuclear a nivel planetario. 

Por si fuera poco, la justicia norteamericana encontró culpable al candidato Donald Trump para dejar con las manos libres para la reelección de la administración Biden y así proseguir con la vesánica devastación atómica del planeta.

Los dos bloques no cesan de mostrarse los colmillos y las armas de última generación se van afinando para el caso, como por ejemplo el flamante bombardero furtivo B-21 Rider, capaz de penetrar las barreras rusas y bombardear nuclearmente el territorio siberiano.

La enorme tensión geopolítica existente era de esperarse porque se preveía que el viejo orden unipolar no iba a dejar pacíficamente la gobernanza mundial al nuevo orden multipolar. La diferencia estriba en que los 35 mil muertos en Gaza por el neofascista sionista Netanyahu, entre ellos 15 mil niños, no serán nada ante los 90 millones de muertos que habrá tan solo en una semana de ataques nucleares y los 5 mil millones de muertos al cabo de un año de contaminación radioactiva en el planeta. 

Tal devastación sólo es comparable al Final de los Tiempos, porque en mi parecer lo es. Dios nos coja confesados y nos asista con su misericordia.



MÚSICA PARA TARÁNTULAS

MÚSICA PARA TARÁNTULAS



Rara vez un primer libro contiene tantos aciertos, pero cuando se trata del alma de un poeta tal fenómeno no resulta extraño. En efecto, el genio poético suele florecer bastante precozmente. Y esto es lo he encontrado en el poemario Música para Tarántulas (2016) de Diego Lino.

Como una manada de caballos luminosos brotando del pecho/entrando y saliendo de las paredes/como el peso de una ola liberándose del cuerpo/como alas de mariposa que se hacen polvo entre los dedos...

Este es el tono mágico del estro versístico de Diego. Lo conozco personalmente, fue con ocasión de un encuentro intelectual por su interés por mi libro de filosofía Vampiros de Dios, sobre el cual escribió un sesudo comentario. Diego estudia para filósofo en San Marcos y pronto lo será. Lo interesante aquí es constatar cómo la poesía se muestra aliada de la filosofía, no en vano son dos cumbres próximas en el atisbar del ser.

La verdad es que su poemario Música para tarántulas está rebosando de inspiración en el misterioso numen estrófico de la belleza y el sortilegio de la palabra. Es un interesante caso de cómo la asimilación de la filosofía occidental no ha secado su espíritu en el pantano del racionalismo ateo, escéptico ni posmoderno. Brindemos por ello.

 

MI RECIENTE VISITA A HUARAZ

 MI RECIENTE VISITA A HUARAZ



Cuando una ciudad deja su huella en el alma la verdad es que no se la puede olvidar. Hace medio lustro y algo más que no visitaba la querida y amistosa ciudad de Huaraz. La verdad es que la primera vez fui por razones de estudio, contaba con trece años de edad, pues estudié el segundo de secundaria en el Seminario San Francisco de Sales, más conocido como Los Pinos por estar rodeado de dicho tipo de árboles, esa era su frontera con el mundo exterior. Era un centro educativo en la cima de una montaña dotada de todas las instalaciones necesarias para tal fin. Era un paraíso tanto para estudiar como para solazarse con la naturaleza. 

Por entonces dicho seminario fungió como colegio de internado y externado -yo era alumno externo- tras el desastroso sismo del año 70. Si algo caló de la enseñanza salesiana a cargo de sacerdotes norteamericanos fue la combinación de la libertad con la responsabilidad. Ya algo de esto lo conté en mi autobiografía Más acá de los anhelos, y aquí no lo repetiré.  Sencillamente mi padre había sido nombrado secretario general del ORDEZA por el gobierno militar del General Velasco Alvarado, y por ello toda la familia se trasladó allí.  

Hoy, con sesenta y cinco años a cuesta, vuelvo a dicha ciudad como conferencista invitado por la esforzada decana de educación de la ilustre Universidad Santiago Antunez de Mayolo, la doctora decana Rufa Olórtegui Mariño. Dicho centro superior de estudios nació del clamor popular tras una visita del presidente Morales Bermúdez, al que no lo dejaron hablar pidiendo al unísono la creación de una universidad. Y el dictador lo cumplió el 24 de mayo de 1977. La flamante Universidad lleva nombre del ilustre sabio Santiago de Mayolo, físico, ingeniero y matemático nacido en 1887 en Huacllán (Ancash) y fallecido en 1967.

Tuve la suerte que todo esto me lo relató el gran narrador huracino y maestro universitario de dicha casa de estudios y esposo de Rufita, la mentada decana, Macedonio Villafán Broncano, al que tuve el honor de conocerlo. En realidad, ambos fueron mis amables anfitriones, quienes con la profesora Vilma nos llevaron a un hermoso mirador en lo alto y afuera de la pequeña y poblada urbe donde se podía ver tanto la ciudad entera extendida bajo el cobijo de ensoñación de la cordillera negra, llena de arboleda (pinos y eucaliptos) y la imponente cordillera blanca coronada por el imponente nevado Huascarán.

En tan privilegiado lugar y sentados sobre la yerba, en medio de un viento in crescendo, donde se divisaba a lo lejos la sede universitaria con su característico color celeste, se conversó mucho sobre la historia precolombina de la región, el papel gravitante que tenían dos cacicas a la llegada de los conquistadores, el matrimonio de Francisco Pizarro con una de ellas, de extraordinaria belleza -Inés Huaylas Yupanqui, sobre la que ha escrito nuestro amigo Roberto Rosario Vidal una reciente biografía novelada- y el papel salvador que cumplieron los Huaylas contra los incas cuando desde el cerro San Cristóbal hicieron sitio, casi toman y eliminan en Lima a los españoles. 

Tampoco faltaron temas enigmáticos. El que más me impresionó fue el relato de uno de los contertulios que narró que en tiempos de los hacendados un indio alfarero cumple con la elaboración de un cántaro enorme a cambio del regalo de un toro. Lo que no sabía es que el toro señalado era el de los más bravos que tenía el potentado. Pero el indio se dirigió tranquilamente hacia el animal y se sentó frente a la bestia que no cesaba de bufar. Cansados de ver al indio que no hacía más que sentado mirar al toro, el hacendado y su gente se retiró al oscurecer. Al día siguiente lo vieron muy temprano alejándose por las montañas llevando mansamente al toro con una soga al cuello. Con ello se hacía alusión a ciertos poderes mentales, algún tipo de meditación o técnica espiritual para dominar a la naturaleza. Pero se cernía el atardecer y la pequeña tropa tuvo que éramos tuvo que levantar sus bártulos para el retorno.

En dicha casa de estudios diserté en la mañana y se tuvo un coloquio por la tarde. En ambas sesiones los estudiantes y profesores abarrotaron el auditorio. Cosa que me llamó la atención porque no hay la carrera de filosofía y además el tema era algo abstruso: Fundamentos filosóficos de la cosmovisión andina

Sin duda, lo andino llamó la atención. Sin embargo, lo más interesante fueron las preguntas y opiniones que se formulaban entre los asistentes tanto estudiantes como profesores. Lo que me ratificó que existe un gran interés por saber más sobre nuestra identidad cultural, reafirmarnos en ella y tener basamentos sólidos para el caso. 

La sed de conocimiento se confirmó al desaparecer todos los libros de variados temas que llevé, pero todos filosóficos. Esto me vuelve a hacer constatar que en las universidades del norte y centro del Perú se requiere la fundación de los estudios de filosofía pura, sin necesidad de venir a Lima para ello.  

Volví por segunda vez a Huaraz -después de media centuria- y me llevo la impronta de una juventud estudiosa, esperanzada y llena de sueños en un momento álgido y de transición histórica en el mundo y el país. Que la Providencia nos acompañe y asista.



jueves, 30 de mayo de 2024

CIELO DE LAS VERTIENTES

CIELO DE LAS VERTIENTES



En mi reciente viaje a Huaraz, por invitación de la decana de la Facultad de educación y ciencias de la comunicación, la Dra. Rufa Olórtegui Mariño, a la Universidad Santiago Antunez de Mayolo, he tenido el dilecto honor de conocer al escritor y maestro universitario Macedonio Villafán Broncano (Taricá-Huaraz).

Es una persona sencilla y buena como el pan de nuestra serranía. Su voz atemperada acompaña siempre una grata conversación inteligente. Pero no sólo recibí como regalo su amistad, sino dos de sus maravillosas obras: Cielo de las Vertientes (cuarta edición, 2022) y Apu Kolki Hirka -Dios montaña de plata- (cuarta edición, 2019). Ambas son obras premiadas.

Quisiera expresar una breve valoración sobre el primer libro. Se trata de una tierna historia de amor que tiene como telón de fondo la vibrante cosmovisión andina. Los personajes principales son dos jóvenes de la región que se enamoran, no llegan a realizar sus sueños de estudiar juntos en San Marcos, ya docentes se reencuentran adultos y unen sus corazones efímeramente porque ella afectada de una grave enfermedad fallece.

En una palabra, es una pieza maestra porque fusiona los temas universales del amor y el amor al saber con los locales de la tradición andina, su mágico ambiente, la lucha social y los sueños personales.

Tras la lectura -y se lo dije a Machinko, así le decimos de cariño- venía continuamente a la memoria la magistral novelita de Dostoievski "Corazón débil", por encontrar en sus páginas la misma ternura, sensibilidad, sencillez y bondad del corazón muy propia de los jóvenes y pueblos pequeños. ¡Huaraz, ya no crezcas más! No te conviertas en una gran urbe, para conservar tu corazón inocente y jovial. Que así sea.

miércoles, 29 de mayo de 2024

VALLEJOLOGÍA

 

MIGUEL PACHAS ALMEYDA- Vallejólogo/UCV

 

VALLEJOLOGÍA


 

Tal como afirmé en una oportunidad, la Vallejología puede definirse como el estudio serio, objetivo y trascendente de la vida y obra de César Vallejo.

En este sentido, la obra Vallejología. En lo prosaico lo sobrehumano del escritor y filósofo peruano, Gustavo Flores Quelopana, nos brinda un interesante análisis de la trascendencia poética, política y filosófica de nuestro gran autor de Trilce. Flores afirma que "lo esencial de la poética vallejiana reside en que entrevé y expresa una nueva racionalidad humana opuesta a la racionalidad materialista, explotadora y del beneficio del mundo capitalista globalizado actual".  Asimismo, plantea que a Vallejo hay que valorarlo desde el punto de vista poético y político porque "su arte síntesis no solo es hija del poeta sino también son hijas del ideólogo y del hombre de principios revolucionarios y democráticos".

Empero, la acendrada visión vallejiana de Flores Quelopana reside en la forma como sitúa la trascendencia de la vida y obra del poeta santiaguino en el contexto real que vivimos en la actualidad, cuando afirma de manera contundente: "Un poeta no muere, porque su pathos permanece inmarcesible a las horas del tiempo y mora en lo intemporal. Por ello, nuestro vate telúrico y magnético de acento patético y humanísimo sigue vivo entre nosotros. Pero además está vivo porque su estro se identifica con el dolor humano que se agiganta con el mundo neoliberal globalizado, donde los individuos pretenden ser felices en medio de una escandalosa miseria e injusticia que se ensaña con las mayorías. ¿No es acaso el mundo actual un mundo despiadado e inhumano que prefiere olvidar al incómodo Vallejo?, o mejor, ¿no es esta cultura hipócrita e insensible llena de dobleces la que prefiere quedarse con la prédica vallejiana separándolo de la sensibilidad revolucionaria del artista?". Palabras puntuales, sin duda, que nos lleva necesariamente a una profunda reflexión a partir del significado de una obra extraordinaria como la de Vallejo.

Vallejología. En lo prosaico lo sobrehumano, de Gustavo Flores Quelopana, es una magnífica obra que destaca la sensibilidad poética, posición política y filosófica de César Vallejo, nuestro gran poeta peruano y universal.

ARGUEDAS COMO FILÓSOFO

 

MIGUEL PACHAS ALMEYDA-Vallejólogo/UCV

 

ARGUEDAS COMO FILÓSOFO

                                                   

He terminado de leer Arguedas como filósofo, una obra extraordinaria del escritor y filósofo peruano, Gustavo Flores Quelopana. Desde sus líneas prologales, Flores plantea que es posible hablar del filósofo Arguedas porque “Pensar narrativamente el drama de la cultura andina tiene no sólo una dimensión antropológica, política, social, económica y artística, sino, también, una dimensión metafísica, ontológica, ética, epistémica y existencial”.

El autor sostiene que Arguedas asumió el marxismo y el materialismo dialéctico desde una óptica muy parecida a la de César Vallejo y José Carlos Mariátegui, dos de nuestros más ilustres escritores que todavía siguen siendo referentes en el presente siglo. No obstante, considera que su posición es diferente al marxismo heterodoxo del Amauta y al marxismo estético del gran autor de Trilce. Considera que en Arguedas se halla un marxismo mágico que tiene como sustrato tres aspectos fundamentales: su desconfianza al extremado racionalismo, su suspicacia que no cae en el culto a la ciencia y su resistencia a glorificar la razón humana.

En Arguedas no hay metafísica constructiva, pero está presente el cosmos en movimiento de Aristóteles, la concepción estoica de un universo ordenado por combinación de fuerza, el materialismo dialéctico de Marx y Engels y el universo mítico-mágico de estirpe ancestral andina. Lo cual hace pensar en un Arguedas panteísta”, subraya, Flores Quelopana.

Finalmente, afirma de manera contundente: “Si la filosofía no sólo es una forma de saber sino también es una forma de ser, entonces Arguedas fue filósofo porque anduvo por el mundo interesado por esclarecer el valor del mundo andino desde una visión sincrética donde lo mágico se mezclaba con el tamizado racionalismo del materialismo dialéctico, donde la vida y la muerte se combinan de una manera singular”.

“Arguedas como filósofo”, sin duda, es una obra importante porque nos permite conocer más de cerca la figura de José María Arguedas, aquel escritor que nos enseñó a valorar las grandes riquezas de nuestro Perú profundo.

 

UN PERMANENTE TRABAJO FILOSÓFICO

 

VÍCTOR BALTODANO AZABACHE- director del Instituto del Pensamiento Conformacional (IPENCOM)

 

UN PERMANENTE TRABAJO FILOSÓFICO

 

Es una tarea muy complicada hacer un comentario al trabajo filosófico de un pensador que ha escrito cerca de cien libros sobre diversos temas y autores de filosofía. Lo que puedo identificar en sus escritos son varios caracteres. Primero, hace análisis muy críticos a algunos filósofos modernos y contemporáneos, como por ejemplo expresa, que Immanuel Kant “partió el mundo filosófico en dos. Por un lado, Platón con las esencias trascendentes, y Aristóteles con las esencias inmanentes. Y por otro Kant con el ser racional autónomo y libre como fundamento del mundo”, en Antropología sin Antropocentrismo (p.15).

También, en otro libro hace referencia al filósofo Martin Heidegger, diciendo “La metafísica cristiana en su idea de Dios retiene y desarrolla esta manera de pensar sin objetividad… lo trascendente viene al mundo, lo ama, se interesa por él, crea el mundo por amor” en Heidegger y la Metafísica del Supraser (p.10)

Otro aspecto de sus escritos, es hacer razonamientos filosóficos de las diferentes situaciones de la vida moderna y contemporánea, esto queda evidenciados en los títulos de sus escritos, de esto solo mostraré algunos de ellos: La Modernidad Envejecida: cómo la era deshonesta lleva al mundo a su final. En Apocalipsis de la Razón Burguesa trata sobre el capitalismo digital, cibercracia y ciber Deus.  El libro: Sentido Metafísico del Mundo Multipolar en el que plantea la guerra mundial, el nuevo orden global, arte, chamanismo y ovnis. En el libro La Globalización del Hiperimperialismo, plantea la etapa superior del capitalismo megacorporativo privado.

Un aspecto que es singular en el filosofar de Gustavo Flores Quelopana, consiste en que declara su posición filosófica, él dice tener un pensamiento teológico identificando su concepto con la espiritualidad del ser humano. en base a esto critica al pensamiento filosófico anti humano de los tiempos presentes, esa es la posición que él asume, aun cuando sabemos que ese pensamiento fue creado y desarrollado a lo largo de la historia por los sectores dominantes.

Quiero resaltar que el permanente trabajo filosófico de Gustavo Flores en nuestros pueblos, es un llamado a estar continuamente pensando en resolver la situación de dependencia, falta de técnica y ciencia en el Perú, pobreza y hambre que es muy clamorosa y como expresa el nombre de una canción muy sensible, en Perú y América Latina, miramos a “Cristo a diario Crucificado”.               

UNA TESIS IRREVERENTE

 

RICARDO LICLA MEZA-Filósofo/UNMSM/PUCP


UNA TESIS IRREVERENTE

 


Gustavo Flores Quelopana, quizá sea uno de los últimos metafísicos y uno de los pocos hombres de fe con formación teórica excepcional; pero de lo que sí podemos afirmar con mayor certeza es que estamos frente a uno de los filósofos más prolíficos de fines del s. XX e inicios del s. XXI. Nietzsche afirmaba que existen dos tipos de filósofos: los obreros y los legisladores.

Los filósofos obreros son los que se dedican a predicar el pensar de otros filósofos, a los más llegan a ser meros hermeneutas, compiladores y sucursales que se constituyen en el eco del pensar ajeno, en breve son los filósofos de gabinete. Mientras que los legisladores son los filósofos con talante que se atreven no solo a pensar por sí mismos, sino que a crear nuevos senderos que permitan desentrañar otros aspectos de la realidad.

Pues, de esta segunda laya es Gustavo Flores, quien en su pasión por la complicada actividad filosófica ha renunciado, incluso, a otras actividades que puedan complicar su tiempo por el filosofar. En esta oportunidad, de la gran cantidad de títulos que ha publicado solo este año (2018) nos llena de asombro su último título: La razón filosófica. Una exégesis ontológica existencial (2018).

En este libro, nuestro filósofo peruano va más allá de su teoría mitocrática. En este trabajo Gustavo Flores propone una tesis irreverente que consiste en que la filosofía no se limita a las diversas culturas que existieron a lo largo de la historia, sino que la filosofía es propia de los homínidos, vale decir, existió una filosofía prehistórica que se remonta a los primeros filósofos: los homo- habilis.

Para sostener semejante tesis Gustavo Flores reformula y amplía el sentido de la razón. Es decir, para este pensador la razón no se reduce a lo meramente lógico, sino que ella, la razón, presenta un aspecto perceptual, emocional, estético, ético, religioso y filosófico.

Desde esta perspectiva la razón filosófica se convierte en el estudio de metafilosófico de las diversas formas de filosofía (numinocrática, mitomórfica, mitocrática y logocrática).

Es esta filosofía logocrática o de conceptos (que se remonta a los griegos) la que se ha impuesto y se ha normalizado como el único modo del filosofar, invisibilizando los otros aspectos de la razón que también permiten aproximarnos a la realidad.

Sin embargo, no deja de resaltar, Gustavo Flores, que esta razón occidental (unidimensional) está en crisis por la proliferación del discurso posmodernos que exalta la difuminación del sentido existencial.

sábado, 25 de mayo de 2024

EL MITO Y LA RAZÓN

 

CARLOS M. ÁLVAREZ DE ZAYAS-Filósofo/Universidad de Oriente. Cuba

EL MITO Y LA RAZÓN 

(Santo Domingo, 2011)

 

Los que nos hemos acercado a la Filosofía por el camino de las ciencias naturales (en nuestro caso Física), sabemos que, desde el punto de vista epistemológico cada paso dado en función de explicar los fenómenos que se dan en la realidad objetiva y material estudiados por esta ciencia, requieren de encontrar un modelo, una abstracción concebida en la mente del investigador, en el que él presupone, muy subjetivamente en que, a partir de dicho modelo y de sus inferencias, se pueden resolver los problemas presentes en la realidad concreta.

Dichas abstracciones en su etapa de concepción, del parto difícil de tratar de explicar el acontecer de esos fenómenos, son ideas, son especulaciones, son fantasías que, en su esencia, tienen la estructura de un mito. La cual en general, es “una narración que describe y retrata en lenguaje simbólico el origen de los elementos y supuestos básicos de una cultura”.

Esa modelación sintética, inductiva, subjetiva, inmanente del objeto de estudio, presupone que, a la vez, se produce una caracterización analítica, deductiva, objetiva y trascendente del mismo, en forma de propiedades y magnitudes que, debidamente relacionadas entre sí, expresen regularidades y leyes esenciales que, interpretadas adecuadamente, posibilitan la solución de problemas. Pero ese proceso, que se describe rápidamente, es el resultado en algunos casos de años, sino de siglos, de meditaciones, fracasos y éxitos parciales.

Por ejemplo, la Mecánica clásica, se concibió por I. Newton, sobre la base de tres principios, que son una generalización de las ideas que durante siglos se fueron acumulando y que, en su pensamiento genial, se fueron sistematizando. Entre ellas está el concepto de límite que, aunque tiene cuatro siglos de validación experimental, en el modelo que se concibió, casi con un criterio de fe, se pensó como un proceso de etapas infinitas en que el valor de una de las variables (el tiempo) se va reduciendo y tendiendo a cero, sobre la base del cual se explica la relación entre variables, como es la magnitud velocidad.

De ese modelo se infiere una consecuencia decisiva para el razonamiento científico de la etapa histórica de la modernidad: Si conozco las condiciones iniciales y la ley que rige el movimiento, puedo predecir unívocamente el lugar que ocupará el cuerpo en un cierto intervalo de tiempo. Parecería que al fin habíamos superado la escolástica, que todo el movimiento está sometido a leyes que objetivamente y sin la interferencia de la subjetividad (el mito) nos permite dirigir los procesos que indefectiblemente van a acaecer. Para ese pensamiento denominado positivista, eso es ciencia y lo demás pensamientos religiosos execrables, anticientíficos y retrógrados.

Sin embargo, la vida demostró que esa lógica determinista, unívoca, lineal es insuficiente para explicar los complejos procesos de la realidad, no sólo sociales y psicológicos, sino incluso en la Física: el Principio de Incertidumbre de Heisenberg (1917), cuestiona la certidumbre de la Mecánica Clásica; dicho principio formula que: si sé dónde estoy, no sé para donde voy, y si sé para donde voy, no sé dónde estoy.

Del mito de la mecánica clásica de la certidumbre, se pasó a un nuevo mito, el de la Mecánica Cuántica y el de la Teoría de la Relatividad, de la incertidumbre. Lo maravilloso del nuevo modelo es que generó criterios epistemológicos que nos permitieron revolucionar el mundo mecánico a un mundo tecnológicamente distinto, cibernético, informacional, globalizador, revolucionario. Tan profundo fue el cambio que Planck, genial físico del siglo XIX, que incluso elaboró las leyes de la Mecánica Cuántica en su invarianza, no se atrevió a aceptar la formulación cualitativa de la incertidumbre que niega la lógica formal, válida hasta entonces.

Un físico que haya experimentado y sufrido esos cambios paradigmáticos difícilmente aceptaría la idea de dogmatizar el nuevo modelo y pensar que se logró la gloria, sino que es un momento de la relación dialéctica entre un modelo y su expresión teórica, sintético-analítico. Tampoco compartimos el criterio de que el mito concebido por una persona, por genial que sea, es divino e inmutable y que sus inferencias científicas también son irreversibles; no es que lo religioso sea excluyente para un científico, para un filósofo, sobre todo cuando sabemos que el nuevo modelo no se aprecia de la observación inmediata y que se fundamenta en las ideas más raigales de dicho investigador.

Al igual que sucedió en la Física, el movimiento de las nuevas ciencias hizo eclosión en la Segunda Guerra Mundial: Desde entonces enfrentó, con un nuevo paradigma, a los modelos mecanicistas, simples, causalistas, lineales, deterministas, atomísticos, jerárquicos. Durante los años 70s, 80s y parte de los 90s del pasado siglo XX la valoración más extendida sobre el estado de las ciencias sociales fue el de su situación de crisis teórica y epistemológica, entendiendo por esta su imposibilidad para construir y compartir en un consenso amplio, imágenes y modelos conceptuales que permitan caracterizar, explicar y prever el devenir de los sistemas sociales, su dinámica y el entrelazamiento causal de sus cambios. Esto se hizo mucho más agudo en las ciencias sociales en las cuales las leyes que parecían inconmovibles se hicieron añicos ante las profundas transformaciones que en países, que parecían la expresión más progresista de la humanidad, iban acaeciendo, lo que se evidenció en la caída del muro de Berlín, y ahora en las profundas transformaciones que en el mundo árabe estamos viviendo.

Es decir, de la geometría euclidiana, de la física mecánica de Newton y el materialismo dialéctico e histórico con sus leyes inmutables, de la comprobación experimental como índice de certidumbre científica, el estructuralismo con sus esquemas funcionales supuestamente exactos y las partículas atómicas de conducta gregaria, hemos transitado súbitamente a la geometría "fractal", al determinismo aleatorio de Aron, que reduce la causalidad a un mero cálculo de probabilidades, la falsificación experimental a lo Popper, la dialéctica del caos y las partículas atómicas "inteligentes".

A partir de los modelos que se iban concibiendo de la mecánica estadística y de la teoría de las probabilidades, de la termodinámica cuántica, de la física cuántica y de la cinética química, que proyectan un nuevo paradigma de hacer ciencia, empezamos a comprender el nuevo camino de las mismas. El paso consistió en franquear de un orden mecánico (estable, regular) a un orden con tendencias, cuyos errores se distribuían al azar, y que seguía siendo relativamente simple, más o menos predecible, más o menos regular, según los factores intervinientes o contextuales, hasta dar un paso más, en que apareció la complejidad.

En otra dimensión de las nuevas tendencias se refieren a los sistemas autorregulados, adaptativos y creadores que surgen de la cibernética, de las ciencias de la información, de la computación y la comunicación, de las ciencias de la administración o gestión, de la epistemología genética, de la neurobiología, y las que se refieren a procesos de organización y desorganización, naturales y humanos, que plantean problemas estocásticos y caóticos, en que el azar y las turbulencias no están necesariamente fuera de control, pero vuelven más complicado el comportamiento y requieren el estudio teórico práctico del orden y el desorden, de la sobrevivencia y la extinción, de los peligros de la desestructuración y de las distintas posibilidades de reestructuración o incluso de la creación de nuevas estructuras, formaciones, complejas y órdenes, ya sean estos “naturales” o “artificiales”.

Hay otro aspecto de importancia vital: independientemente que la tecnología sí tuvo un avance extraordinario, que multiplican de una manera exponencial la manera de pensar y hacer del hombre, no se resuelven los aspectos más esenciales y profundos de la espiritualidad, de la subjetividad del hombre. De modo tal que los investigadores, filósofos, economistas, pedagogos, psicólogos, sociólogos y otros, apoyándose en las ideas más frescas de la ciencia se disponen a través de lo complejo emprender el camino de reencuentro con la epistemología de la ciencia, aun en el medio del caos.

Por esa razón celebramos con júbilo la presente obra de “Filosofía Mitocrática y Mitocratología” del profesor Gustavo Flores Quelopana, que nos formula, después de un exhaustivo análisis histórico y filosófico, la dialéctica de la razón y el mito.

Comparto con el distinguido profesor el criterio de que tanto el mito como el concepto son polos de una unidad dialéctica, que tienen como elementos comunes el hecho de que ambos son formas de caracterizar lo universal, es decir, que ambos son filosofía, que ambos son racionalidades; pero a la vez, son distintas, en su lógica inductiva-deductiva, en su generalización-particularización, en su enfoque holístico-analítico, cuyos opuestos generan su contradicción. Tan consustancial es la contradicción al objeto de estudio de la Filosofía que podemos formular que, la identidad es consecuencia de la contradicción; que, porque existen ambos enfoques distintos en la realidad, es que existe la identidad de lo universal, de lo filosófico. La identidad solo existe en la presencia de la contradicción, y lo contrario la contradicción es la fuente de la identidad.

También comparto el criterio con el doctor Flores de que el mito y el concepto no lo podemos clasificar en un decursar temporal diacrónico o sincrónico, sino que ambos existen y se expresan en una u otra dimensión en correspondencia con las condiciones que se van dando en el desarrollo de los procesos sociales. Aunque en un momento determinado se pueda priorizar uno u otro, de esto no se infiere que, la ausencia de un polo implica la desaparición de ambos; es decir, que sin mito no hay racionalidad alguna; que sin “intencionalidad emotiva, no hay intencionalidad cognoscitiva”. Que, compartiendo la lógica pascaliana “el corazón tiene razones que la razón no conoce”, aunque la una sin la otra no existe, en tanto son dimensiones de una misma personalidad; de igual manera la razón sin fe no tiene sentido y lo contrario también: “Todas las puertas que abrí a través de la ciencia, me llevaron a Dios” (A. Einstein), que también escribió, “la fe sin ciencia es ciega; la ciencia sin fe es sorda”. Lo que me cautivó del libro que valoramos, y que es para mí muy instructivo, fue la caracterización del mito a través del pensar metafórico, alegórico, multívoco, poético y analógico, a los cuales se les puede encontrar su contrario dialéctico en la lógica formal. El autor nos ofrece a través de esta instrumentación una lógica argumentativa para ubicar en igual jerarquía uno u otro enfoque y apreciar que ambos son imprescindible de aquel que quiera hacer ciencia, en que lo objetivo y lo subjetivo tienen igual trascendencia desde lo científico, así como la relación material y lo espiritual, basadas en las cuales podemos entender la verdadera esencia de las ciencias biológicas, psicológicas y sociales, en que el símbolo y la palabra son expresiones sígnicas equivalentes del razonar científico, en que el rigor unívoco de la ciencia determinista tiene significación cuando posibilita la expresión multívoca de la espiritualidad que también es realidad, en que la razón de lo trascendente expresa también la intuición de lo inmanente.

Apoyados en esta cosmovisión podemos inferir que el concepto y la metáfora tienen un vínculo dialéctico; al igual que se acepta desde hace siglos que la prosa sin la poesía no existe; en un orden tal que hacemos ciencia a través de la revelación; y magia a través del concepto.

Sin embargo, pensamos, como el autor de esta obra, que lo complejo se hace más evidente, se revela en su verdadera esencia, cuando interviene de un modo mucho más explícito lo subjetivo. La persona, en su expresión psicológica, no solo es expresión de lo conductual, sino que es, sobre todo, subjetividad; que lo material, expresa su verdadera esencia, en lo espiritual y viceversa.

Lo espiritual propio de cada sujeto, está preñado de intereses y motivaciones que influyen decisivamente en el comportamiento de los procesos en los cuales participan los hombres, sin que esto implique que solo prima el caos, el desorden, y que por lo tanto no hay ciencia alguna que lo describa.

El método, para lograr las soluciones a los fenómenos complejos en que participa el hombre, se le puede conocer mejor con procedimientos de acercamiento, corrección o retroalimentación que, lejos de extrapolar el pasado, descubran y construyan, entre conflictos y consensos, el futuro posible y deseable para las organizaciones que buscan mantener el control y asegurar su propia identidad y sobrevivencia.

El camino de la ciencia tiene como enemigos sujetos situados en los extremos, los que dogmáticamente absolutizan un orden esquemático y extemporáneo; y aquellos que, niegan todo tipo de regularidad absolutizando el caos y excluyendo lo científico en la caracterización de la realidad. Agradezco al autor el estímulo que implica estudiar obras como la suya y darnos cuenta que en la trinchera en que luchamos no estamos solos.

 

jueves, 23 de mayo de 2024

LA ESPIRITUALIDAD LIBERADORA

 

SALOMÓN RUÍZ GOIN-Jnani yoga/ La Senda del Conocimiento

LA ESPIRITUALIDAD LIBERADORA

 


La cultura no lleva a la espiritualidad. Pero la espiritualidad se vale del desarrollo cultural que tiene cada persona para expresar la percepción espiritual. Mi amigo, el filósofo Gustavo Flores Quelopana, tiene amplia cultura, es un filósofo creador, pero no es un alma iluminada en el sentido en que lo es un Jnani, al alcanzar la episteme divina fusionando su yo con el Ser Superior. Me doy cuenta que lo que afirmo es coherente dentro de la lógica de la espiritualidad de liberación que abrazo, y no en la religión de salvación a la que Gustavo pertenece. Su camino ha sido otro, diferente al mío. En mi tradición no se alcanza la espiritualidad con la religión, la metafísica o la filosofía. La espiritualidad no es teoría, ideología, filosofía o metafísica, sino que es una experiencia interna y personal. El conocimiento y su experiencia son infinitos, y proviene de una conciencia liberada, de un ser incondicionado. Se puede tener una experiencia de percepción directa, no a través de los sentidos, la mente material, ni un psiquismo que corresponde a la mente humana. El conocimiento revelado es a través de la percepción directa del espíritu, que otrora estuvo al alcance de la filosofía cuando fue búsqueda de la sabiduría divina, como era en Sócrates, Platón, Lao Tsé. En cambio, en la tradición más racionalista de Gustavo el camino de la verdad se desbroza a través de la razón. Los senderos hacia el conocimiento son distintos entre Oriente y Occidente, aunque tienen en común alcanzar lo Absoluto. Pero Occidente nunca como ahora se alejó tanto de sus objetivos iniciales. Y en su crisis nihilista, escéptica y hedonista el mundo moderno se hunde en la civilización material. La enérgica protesta de Gustavo Flores contra esta tendencia decadente y desacralizada de la modernidad es altamente estimable y compartida por todos los buenos espíritus orientales como occidentales. Y en este sentido la lectura de su obra es altamente recomendable, purificadora y de provecho. Ello lo he podido comprobar departiendo con él en los encuentros de la Universidad Ricardo Palma y en el cenáculo Yachaywiñay.

FILOSOFÍAS AMERINDIAS

 

PEDRO FAVARON-PUCP

FILOSOFÍAS AMERINDIAS:

Apuntes sobre el concepto de “filosofía mitocrática”

 


Uno de los mayores esfuerzos intelectuales de Gustavo Flores Quelopana ha sido reflexionar sobre si es posible hablar de una filosofía amerindia y, de ser el caso, en qué términos entenderla. Desde el punto de vista de Flores, no bastaría con identificar aspectos de la lengua y el pensamiento indígena que se adapten a los estrechos marcos paradigmáticos de lo que desde la academia moderna se entiende como filosofía. Esta sería una operación que no solo adolecería de una definición demasiado acotada de lo filosófico, sino que distorsionaría las reflexiones ontológicas y epistémicas de los sabios indígenas al solo rescatar aquello que se puede acomodar, no sin cierto esfuerzo reductivo, a los límites de la disciplina moderna.

Es evidente que, si nos inclináramos por hablar de filosofías amerindias, esto inevitablemente implicaría resemantizar el término filosofía; se tendría que ampliar el concepto canónico de la filosofía moderna, teniendo “presente la diversidad de formas en que la filosofía y los filósofos han existido y han sido formulados conceptualmente” (Jaspers 2013: 39). Se trataría, en este sentido, de permanecer abiertos a “la naturaleza heterogénea de lo que cae bajo el rótulo de la filosofía” (Jaspers 2013: 72). Esto significaría no identificar lo filosófico con un tipo de práctica culturalmente limitada. En este sentido, la conceptualización de un “filosofía mitocrática” por parte de Flores es un logro mayor, ya que permite concebir la posibilidad de una reflexión hondamente filosófica en la que la razón no estaría separada de lo narrativo, lo poético, lo simbólico, lo ritual y la capacidad visionaria de vincularse con realidades suprasensibles a partir de ejercicios trascendentes de la percepción.

Sin negar bajo ninguna circunstancia la originalidad de la propuesta del profesor Flores, la filosofía es siempre un emprendimiento dialógico. En este sentido, la revisión hecha por el filósofo peruano de la obra de Karl Jaspers ha sido fundamental para su crítica al positivismo en su empeño por monopolizar la reflexión filosófica. Si nos limitamos a considerar “como criterio de pertinencia el carácter de ciencia, esto es, en la filosofía, la forma lógica y la condición de sistema” (Jaspers 2013: 45), la pregunta inicial desde la que parte este artículo carece de sentido. No ha existido mucho en los pensamientos de las naciones amerindias que pueda calzar con esta comprensión técnica. Al menos no si asociamos la ciencia con el paradigma naturalista y mecanicista que ha sido uno de los pilares del cientificismo moderno. Sin embargo, la exigencia cientificista ha llegado a ser problemática incluso al interior de la propia modernidad. El extremo de ciertas vertientes positivistas de la filosofía ha terminado por repudiar incluso la tradición metafísica y, con ello, “lo que antaño se llamaba filosofía” (Jaspers 2013: 45). Por eso mismo, no parece acertado ceñir lo filosófico a las conclusiones que se desprenden de los resultados empíricos, verificables y cuantificables, del método científico; si bien no existe ciencia carente de filosofía, la tradición filosófica occidental trasciende (aunque no niega ni se contrapone) a lo científico. “Entre la significación del filosofar y la de las ciencias existe esta diferencia: aquel se dirige al propio ser del hombre íntegro; en cambio, estas, tan solo al entendimiento puro de la consciencia en general” (Jaspers 2013: 46). Por eso mismo, la condición de posibilidad que permitiría hacerse siquiera la pregunta de si existen filosofías amerindias precisa acoger una visión ampliada y des tecnificada de la filosofía, que reconozca que “el ámbito de la verdad científica es tan sólo un supuesto de la filosofía, no lo característicamente suyo” (Jaspers 2013: 74). Esto no significa quitar validez a las premisas fundantes de la práctica filosófica moderna, sino solamente relativizar y apaciguar su pretensión de universalidad.           

La disciplina de la filosofía académica se basa, por lo general y en buena medida, en la revisión hermenéutica de un corpus canónico de textos escritos y reconocidos como filosofía (según sus propios criterios de validación). Esto no solo presupone una delimitación excluyente de formas de pensamiento alternas a las establecidas como paradigmáticas de la filosofía (en un sentido moderno), sino que la escritura alfabética parece, en buena medida, un prerrequisito de ella. Para Derrida (1986), por ejemplo, no cabe duda (a pesar de sus implacables procesos de deconstrucción) que “la fonetización de la escritura”, es el “origen histórico y posibilidad estructural tanto de la filosofía como de la ciencia, condición de la episteme” (8). Si la escritura alfabética es un criterio inequívoco para poder considerar a una tradición reflexiva como filosofía, tendría que descartarse, sin mayor preámbulo, la posible participación de lo filosófico por parte de las naciones que han carecido de este tipo de sistemas. Esto significaría un acotamiento bastante limitado y excluyente frente a nuestras herencias ancestrales. Gustavo Flores (2023) ha afirmado que “la filosofía no depende de la escritura, porque es un hecho más básico y fundamental que tiene que ver con la condición de la existencia humana” (113). Si entendemos la filosofía como una tendencia reflexiva inherente al ser, entonces, por fuerza, esta no precisa la técnica de la escritura. conviene recordar que no es cierto que en el seno de la propia tradición filosófica occidental la escritura fonológica siempre ha ocupado un lugar preponderante como signo distintivo (o determinante) de lo filosófico. Derrida (1986) ha rastreado de manera crítica una tradición intelectual al interior del pensamiento occidental (que va de Platón a Saussure, pasando por Rousseau y derivando en Leví-Strauss), que ha renegado de la escritura, y la ha considerado, un tanto despectivamente, como “mera traductora de un habla plena y plenamente presente (presente consigo, en su significación, en el otro, condición, incluso, del tema de la presencia en general)” (13). Asimismo, salta de evidente que dos de las principales semillas de la frondosa filosofía occidental, Jesús y Sócrates, nunca escribieron sus reflexiones y enseñanzas. Fueron maestros orales, y no por ello fueron dejados de atender por sus contemporáneos (aunque ambos fueron asesinados por los poderes de turno, aunque eso es otra historia). Por su parte, los “primeros [filósofos] presocráticos cuyas palabras propias se han conservado compusieron su obra por procedimientos orales, sea en verso, sea en forma de aforismos” (Havelock 1996: 20). Es decir, el pensamiento helénico, al menos en un momento inicial, no se desligaba del ritmo ni de la imagen poética.

La filosofía, además de una actividad académica y culturalmente delimitada, también puede ser entendida como una necesidad radical del ser (que surge de forma penetrante e ineludible en ciertos individuos); y esta es, justamente, la opción por la que se decanta la propuesta reflexiva de Flores Quelopana. En todas las culturas, de todos los tiempos, han existido personas excepcionales que han sentido una intensa vocación por la sabiduría y que han tratado de dar respuestas a ciertas preguntas que bien pueden ser calificadas de fundamentales e inherentes a la conciencia humana: ¿De dónde venimos? ¿Cuál es el destino del alma tras la muerte? ¿Qué hay más allá de lo que podemos percibir con los sentidos biológicos? ¿Qué es lo que da sentido a la existencia? ¿Cómo se puede obtener un conocimiento válido y profundo del cosmos? ¿Cuáles son los principios éticos que deben orientar la convivencia humana y la coexistencia con el resto de seres vivos? ¿Cómo se pueden recuperar los equilibrios perdidos debido a las transgresiones? Lo que sucede es que la forma de plantearse estas preguntas y de darles respuestas, así como las expresiones de sabiduría, no siempre han sido las mismas; se trataría de variables culturales y respuestas particulares a un impulso reflexivo y a una vocación intelectual semejante, inherente a nuestra condición vital. La propuesta de Flores se inclina por sugerir que en las narraciones, poéticas y prácticas rituales de los pueblos indígenas hay una vocación filosófica, en la que se plantean cuestiones de orden estético, ético, epistémico y ontológico; por eso mismo, el hecho de que los sabios amerindios no se expresen mediante conceptos aislados de lo narrativo y del ritmo poético, no implica que sus reflexiones deben ser consideradas como ajenas a la filosofía.

Se podría argumentar que las narraciones y poéticas indígenas tienen demasiada carga metafórica como para ser consideradas una práctica filosófica. Pero, ¿acaso no todo ejercicio lingüístico tiene un componente metafórico? “La metáfora esta omnipresente en nuestra vida cotidiana porque no se trata solamente de un asunto de palabras, sino que es el propio sistema conceptual del ser humano el que está estructurado y definido metafóricamente” (Valenzuela 1998: 414). Comprendemos lo que acontece siempre en comparación y en contraste. Aunque el lenguaje técnico y la definición conceptual que suele primar en los artículos académicos trate de prevenirse contra la multisignificancia potencial de las palabras (y trate de evitar, por eso mismo, el “abuso” de las metáforas), el lenguaje siempre tiene un aspecto creativo: por eso, el significado y el sentido de los enunciados no están prefijados, sino que se dan a partir de su inserción en una cadena significante. Además, los significantes suelen poder ser cambiados por otros significantes sin atentar contra el sentido de un texto, lo que daría cuenta, justamente, del carácter metafórico de la lengua. Asimismo, cada lector otorga una interpretación personal a lo que lee; no hay formar de prever, de forma unívoca, una lectura hermenéutica. Ahora bien, tal vez sí sea lícito afirmar que en las reflexiones presentes en una narración o en un canto amerindio se mantiene un mayor grado de libertad interpretativa que en un concepto expresado de manera abstracta. Por eso mismo, la libertad de pensamiento, de la que hace alarde la filosofía, no está de ninguna manera reñida con la expresión narrativa o poética, sino que más bien encuentra en ella un ámbito de plena posibilidad.

Toda metáfora “implica abstraer un contenido intelectual a partir de una base empírica […] Esto permite la formación del concepto” (Flores 2023: 50). El concepto es inherente a la metáfora. Ahora bien, es evidente que las metáforas presentes en las reflexiones cosmogónicas de los sabios amerindios no pueden explicarse fuera de su propio contexto cultural. ¿Pero acaso hay filósofo alguno que pueda ser pensado al margen de su inserción en una determinada cultura y en una lengua, o que sea inmune a las influencias de su tiempo y del modelo civilizatorio en el cual vive? Justamente, la filosofía académica, desde un punto de vista antropológico, debe ser entendida como el conjunto de manifestaciones reflexivas de las élites intelectuales de las culturas occidentales en un momento determinado de su historia. Este condicionamiento cultural, sin embargo, no es un límite para el pensamiento (al menos no en un sentido absoluto). “Aunque consignados por nacimiento a su época, [los filósofos] llegan a ser figuras de objetiva intemporalidad; plasman el espíritu de su tiempo y, a la vez, lo trascienden” (Jaspers 2013: 23). En el caso de los sabios amerindios, ellos también van más allá de las prefiguraciones culturales en las que su vida y reflexión se inserta. No existe, dentro de las cosmogonías (relativamente) compartidas por las naciones indígenas, un corpus de conclusiones prefijadas sobre la naturaleza de los seres espirituales o de los mundos suprasensibles. Los sabios visionarios de las naciones amerindias pueden ser pensados, por lo tanto, como individuos excepcionales que, gracias a los caminos iniciáticos de los antiguos, han podido abrirse a la intensa alteridad de los mundos suprasensibles; luego reelaborarán reflexivamente, y en sus propios términos, esas experiencias, siempre únicas, para transmitirlas a sus parientes y a las nuevas generaciones. 

Si comprendemos la filosofía como disciplina académica, dependiente de lo letrado y signada por la pretensión de ser exclusivamente racional y científica, no cabría hablar de filosofías amerindias. ¿Pero no es esta definición técnica (y en buena medida positivista) de la filosofía, demasiado estrecha y, en cierto sentido, antifilosófica? Por ejemplo: si bien es cierto que Platón, por momentos, combate lo poético y lo mítico, no lo es menos que su pensamiento se remite “al mito elaborando algo análogo” (Jaspers 2013: 41); es decir, en la propia genealogía de las prácticas filosóficas modernas, se muestra cierta dificultad para expresar las profundidades del ser y de la vida sin recurrir a la imagen poética. Hay algo esencial (del ser humano y del cosmos) que queda sin decirse cuando se trata de ajustar el pensar y el decir a los límites de la expresión técnica. Y, como el mismo término mitología parece expresar, hay una pensamiento reflexivo y racional intrínseco a los relatos míticos. Según afirmó Lévi-Strauss (2023 [1962]), “los elementos de la reflexión mítica se sitúan siempre a mitad de camino entre preceptos y conceptos” (37). Es decir, la narración ancestral es intrínsecamente reflexiva y filosófica; la imagen poética tiende a “cohabitar con la idea” (Lévi-Strauss 2023 [1962]: 40) y pone en evidencia un acto de consciencia. “La reflexión mítica se nos manifiesta como forma intelectual” (Lévi-Strauss 2023 [1962]: 42). Siguiendo un razonamiento semejante, Jaspers (2013) recomienda una comprensión de lo filosófico que atenúe la confianza en las demarcaciones preponderantes en el campo letrado y reconozca la reflexividad inherente a lo poético:

Antes que, de fronteras de dominios diversos, corresponde hablar de formas diversas de la verdad una y única. En la medida en que llega a predominar el pensamiento – que no puede jamás dominar con exclusividad -, hablamos de filosofía; conforme hay predominio de imagen y figura, de poesía. El poeta, en cuanto expone pensamientos, se torna filósofo; el filósofo, en cuanto expresa sus pensamientos en forma plástica, mediante la metáfora y el mito, se vuelve poeta (Jaspers 2013: 41).

La diferencia entre poesía y filosofía, según esta reflexión, sería un asunto de grado, más que de dicotomías excluyentes. Convendría señalar, asimismo, que no toda la tradición filosófica occidental ha pretendido realizar un ejercicio reflexivo ajeno al afecto. Es más, la raíz etimológica del término (philia) habla de una pulsión amorosa y fraternal inherente a las prácticas reflexivas de los primeros cultores de la filosofía; se conoce aquello que se ama, ya que el amor tiene también una dimensión epistémica. El propio Platón afirmaba que el origen de la filosofía era el asombro. Concepciones semejantes no son ajenas a autores más recientes. El filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han (2021b), comentando la propuesta de Heidegger, ha afirmado que el pensamiento humano, “antes de captar el mundo en conceptos, se ve apresado, incluso afectado por él” (53). Por lo tanto, lo filosófico acontece “inicialmente en un medio afectivo, en una disposición anímica” (Han 2021b: 53). Una reflexión filosófica que parta desde un “corazón pensante, se contrapone así al poder invulnerable e irrestricto de la razón” (Han 2021a: 206). Lo cordial no niega la racionalidad, pero trasciende la pretensión de descorazonar el pensamiento; trata de dar pie, más bien, a una reflexión cardiaca que se sepa ligada al aliento cósmico. Un pensar fundado en lo cordial atiende tanto a las diferencias entre los diversos tipos de seres, como a aquello que nos vincula; antes que ceder (de forma determinista) a las inclinaciones analíticas y divisorias de la razón instrumental, percibe las continuidades y las complementaciones. Además, como dice el filósofo cherokee Yazzie (2004), “no hay verdad sin significado y valoración; y el significado y la valoración surgen en la intersección entre nosotros y el mundo” (16). Es desde nuestra interacción fenoménica y afectiva con el cosmos que la existencia cobra sentido para nosotros y la vida merece ser vivida.

Afirmar, como hace Flores Quelopana, que la tradición filosófica occidental está culturalmente condicionada y es una posibilidad intelectual más en que se manifiesta la radical necesidad humana de conocer, no pretende, por supuesto, desmerecer los logros específicos de la filosofía occidental; se trata solo refrenar cierta tendencia narcisista a considerarse a sí misma en términos universales y como posibilidad intelectual superior, en todos los aspectos, a otras formas de pensamiento. “La ruptura con el etnocentrismo occidental no significa su descalificación como tradición filosófica. Es más bien un intento de apreciar el despliegue de la razón filosófica a través de todas las diversas tradiciones culturales” (Flores 2023: 53). En este sentido, si la filosofía académica quisiera acoger las cosmogonías indígenas y otorgarles la misma valía que le da a los pensamientos propios de su disciplina, tendría que “reformularse a sí misma de una manera drástica mediante una revisión de sus presupuestos que le permitiera acomodarse a otras formas de pensamiento” (Descola 2016: 28 [traducción del autor]). Por eso mismo, el concepto de “filosofía mitocrática” acuñado por Flores, está planteando, desde un reflexión enraizada, por un lado, en la herencia indígena americana, y, por otro, en un diálogo crítico con la llamada “tradición occidental”, un propuesta que llevaría a ensanchar y reformular los límites paradigmáticos de la filosofía moderna, para de esta manera dar cuenta de las diferentes manifestaciones reflexivas de la humanidad, encarándolas desde sus propias racionalidades y sin imponer un modelo prestablecido sobre la vibrante y dinámica capacidad intelectual del ser humano ante su constante asombro ante el cosmos y la existencia.

 

Bibliografía:

Derrida, Jacques. 1986 [1967]. De la gramatología. Siglo XXI Editores. México.

Descola, Phillipe. 2016. “Varieties of Ontological Pluralism”. Charbonnier, Pierre, Gildas Salmon & Peter Skafish (Ed). Comparative Metaphysics. Ontology After Anthropology. Rowman & Littlefield. London. Pp. 27-39.

Flores Quelopana, Gustavo. 2023. Filosofía, ser, historia. IIPCIAL. Lima, Perú. 

Goody, Jack. [1977] 2008. La domesticación del pensamiento salvaje. Akal. Madrid, España.

Han, Byung-Chul. 2021a. El corazón de Heidegger. El concepto de “estado de ánimo” en Martin Heidegger. Herder. Barcelona, España.

Han, Byung-Chul. 2021b No-cosas: quiebres en el mundo de hoy. Taurus. Buenos Aires, Argentina.

Havelock, Eric. 1996 [1986]. La musa aprende a escribir. Reflexiones sobre oralidad y escritura desde la Antigüedad hasta el presente. Paidós. Barcelona, España.

Jaspers, Karl. 2013. Los grandes filósofos. Los hombres decisivos: Sócrates, Buda, Confucio y Jesús. Volumen I. Tecnos. Madrid, España.

Lévi-Strauss, Claude. 2023 [1962]. El pensamiento salvaje. Fondo de Cultura Económica. México.

Valenzuela, Pilar. 1998. “Luna-Avispa y Tigre-Machaco: compuestos semánticos en la taxonomía shipiba”. Zarina Estrada and Max Figueroa and Gerardo López and Andrés Costa (eds.), IV Encuentro Internacional de Lingüística del Noroeste. Memorias, Tomo I, vol. 2. Sonora. Pp. 409-428.

Yazzie, Brian. 2004. “What Coyote and Thales can teach us: an outline of American Indian epistemology”. Waters, Anne (Ed.), American Indian Thougth: Philosophical Essays. Blackwell Publishing. Malden, MA, USA. Pp. 15-26.