domingo, 8 de mayo de 2022

FILOSOFÍA COMO METAFÍSICA

 

FILOSOFÍA COMO METAFÍSICA

Gustavo Flores Quelopana

 


-¿Cómo se justifica la filosofía metafísica?

Si la filosofía no es metafísica, entonces es ciencia o no es nada. Pero la ciencia no necesita de la filosofía para justificarse, la ciencia se justifica sola. Por lo cual, la filosofía subsumida a la ciencia tiende a evaporarse en ontología regional de algún ente finito, sobre el cual la ciencia dice cosas más precisas y útiles que la misma filosofía. De manera que si la filosofía no es metafísica se queda sin tema fundamental o se queda en mero metarrelato a lo Lyotard.

 

¿Pero su apreciación no implica subestimar la ontología de N. Hartmann?

Subestimar no, señalar su insuficiencia sí. Por lo demás, para N. Hartmann la filosofía no es metafísica, aunque sí ontología de los seres finitos. Su filosofía es una ontología terrenal, inmanentista, sin trascendencia. Por eso se limita a una descripción de las categorías de los diferentes niveles de los seres finitos. La exclusión que hace del problema del ser o la existencia de los seres es totalmente injustificada.

 

-¿Pero su postura no es acaso retrotraerse a posturas prekantianas o al idealismo alemán, estoy pensando en Schelling que insistía que el problema filosófico crucial es la relación entre el ser finito y el ser absoluto?

En filosofía no hay progreso como en las ciencias. Lo que hay es replanteo de preguntas. Y la pregunta que me hago es: ¿acaso la metafísica no se relaciona con el propio ser del hombre? El hombre es un ser finito e histórico, pero con la capacidad de separarse del mundo. Esto le da la capacidad de mostrarse como el ser que no está enteramente en lo temporal e histórico, sino de habitar también lo intemporal y suprahistórico. En una palabra, el hombre es una criatura metafísica porque vive su inmanencia desde la trascendencia. Puede trascenderse a sí mismo sin dejar de ser inmanente. Por ello el hombre es una criatura metafísica.

 

-El hombre como ser que está más allá de sí mismo. Eso tiene un sabor al superhombre de Nietzsche. ¿No está leyendo Usted a Nietzsche en clave metafísica?

Para Nietzsche tanto el superhombre como la teoría del eterno retorno expresa su resuelta voluntad de aceptar el mundo. Es un enfoque inmanente, donde no hay espacio para ninguna trascendencia. Todas sus hipótesis son empíricas. Incluso el eterno retorno coloca el sello de la eternidad sobre el mundo del devenir. Ahora bien, para Nietzsche el superhomnbre es un mito para espolear al hombre en dirección al superhombre. Mientras que en mis afirmaciones se sostiene que el hombre es un ser metafísico no como mito sino como realidad. Por ello, no es una lectura de su filosofía en clave trascendente. El hombre es realmente un ser dual, o sea histórico y suprahistórico, temporal e intemporal, inmanente y trascendente. Y privilegiar u obnubilar cualquiera de sus aspectos daña su propio ser. El hombre es un ser natural y también espiritual. El hombre es un ser en el mundo, pero que se separa del mundo. Y por ello, no es que el hombre busca los problemas metafísicos, sino que está asediado por éstos desde la entraña de su propio ser.

 

- ¿Esta postura suya no supone regresar a la filosofía de las esencias de la metafísica griega?

No, no lo supone. En primer lugar, porque la metafísica de las esencias es superada y profundizada por la metafísica trascendental, a la cual me adhiero. Y, en segundo lugar, hay que recordar que también hay una forma inmanentista de hablar de las esencias sin incurrir a la metafísica. Me estoy refiriendo a la fenomenología de Husserl. En Investigaciones lógicas (1900-1901) afirma que la lógica se ocupa de la esfera del significado, distingue entre conciencia y objetos de conciencia. Lo cual implica distinguir las cosas individuales de los significados universales, que como tales son esencias. Luego en Filosofía como ciencia estricta (1910-1911) habla que la conciencia debe prescindir de la actitud natural y así conseguir que la fenomenología como filosofía fundamental preceda a cualquier ontología y metafísica. Pero es en Ideas para una fenomenología y una filosofía fenomenológica (1913) donde va distinguir entre noesis -acto de conciencia- y noema -contenido significativo o esencia-. Además, insiste en la epojé o suspensión del juicio en lo que respecta a la referencia ontológica. Y ya en Lógica formal y lógica trascendental (1929) da el giro hacia el idealismo al deducir la conciencia del yo trascendental y hacer de la realidad del mundo dependiente de la conciencia. Sus Meditaciones cartesianas (1931) ratifican la coincidencia entre lógica y metafísica. Como vemos la filosofía de las esencias ha tenido también una versión inmanente y no necesariamente trascendente en la filosofía moderna. Scheler tampoco es otra cosa, porque si bien su filosofía del valor reconoce a éste como esencia independiente de la conciencia, sin embargo, supone una metafísica del ser en sentido panteísta. Y Heidegger tampoco es muy diferente, porque si bien rechaza la epojé husserliana y se orienta hacia una filosofía del ser no idealista, no obstante, el ser se mantiene dentro de lo finito y temporal. Nunca logra ir más allá del hombre, ni siquiera en su tono antihumanista de convertir al hombre en el pastor del ser. Si Husserl engolfa la historia en la temporalidad de la conciencia, Heidegger hace lo suyo con la temporalidad del ser.

 

-Pero existe la impresión que ha sido la filosofía analítica la que logró una exclusión de la filosofía metafísica. ¿Lo considera así?

Es así sólo si aceptamos que los problemas insolubles son pseudoproblemas, o sea, son cuestiones verbales que carecen de significado claro. Pero ya sabemos que el criterio neopositivista de significado no pudo evadir la crítica y acabó siendo un mero principio metodológico. Con esto se derrumbó la aspiración neopositivista de lograr que la filosofía llegue a ser científica y puramente analítica.

 

-Pero ha sido la filosofía posmoderna la que se ha jactado de la disolución de la metafísica. Lyotard, primero, negó que existan narraciones totalizantes, los discursos son inconmensurables, se ha llegado al fin de los grandes relatos, no hay objetividad, ni ley, ni pensamiento, el único criterio es el placer estetizante, el sentimiento. ¿No le parece que esta es una descalificación profunda de la metafísica?

No me parece. La promoción del diferendo y la heterogeneidad aunado con la abolición de la objetividad representa un relativismo radical encubierto con la razón estética. Y no muy diferente me parece Vattimo, representante de la hermenéutica y de la ontología débil. Bajo el lema de “no hay hechos sino interpretaciones” ha desontologizado el pensamiento de Nietzsche y de Heidegger, y para huir del relativismo acude a la piedad meramente inmanente. Su ontología débil le hace el juego al capitalismo consumista y tecnológico. Las masas posmodernas viven agobiadas por el estancamiento salarial y la precarización del empleo. Con el arrollador avance de la Inteligencia Artificial sonó el campanazo de la extinción del empleo y la búsqueda de alternativas de sustento, como el salario ciudadano. En otras palabras, no ha aumentado la libertad, sino la incertidumbre vital. Por ello, la filosofía posmoderna deriva hacia una cháchara bufonesca, que deja ser la diferencia a costa de promover la alteridad pervertida. Por ello, es el más extraviado intento de dejar atrás los problemas de la metafísica. No entienden la compleja dialéctica entre lo inmanente y lo trascendente de la naturaleza humana.

 

Entonces, ¿Qué es para usted la filosofía?

Es fundamentalmente metafísica, pero no como repetición de la metafísica que enfatiza lo trascendente en desmedro de lo inmanente como en la Antigüedad o Edad Media, ni como énfasis de lo inmanente en desmedro de lo trascendente como sucedió desde la Modernidad. La hora presente es diferente y la metafísica debe plantearse de modo diferente: como síntesis de lo inmanente y lo trascendente, lo terrenal y lo celeste, lo finito y lo infinito, lo temporal y lo eterno, sin reducir lo uno a lo otro. Mire Usted, se filosofa no para tratar problemas de los filósofos, sino problemas del hombre y del mundo. Ahí está el ser, en los entes, aún cuando no se agote en la pluralidad de las cosas.

 

-Tengo la impresión que su propuesta es profética y civilizatoria. ¿Es un nihilismo activo que implica destruir todo aquello en lo que antes se creía?

No. Me gusta más la imagen dialéctica de la superación o Aufhebung. Donde lo superado se conserva. Lo que llega a su ocaso no es la razón misma, sino la razón burguesa de la civilización capitalista. Pero llega a su ocaso con el capitalismo digital , el cual coloniza el poder y se dirige directamente hacia un orden totalitario. La modernidad envejecida es un sistema irracional que se hunde en la paranoia de la vigilancia masiva global. Por ello, el internet es el olvido del ser y la apoteosis del ente, pero esto acontece dentro de la metafísica empirista y subjetiva de la modernidad capitalista. No es ningún secreto que el internet aumentó exponencialmente la información, pero disminuyó dramáticamente la sabiduría. 

 

- ¿Para usted la ciencia ha matado el pensar, como sostiene Heidegger?

No, no es la ciencia ni la técnica misma la que mata el pensar, sino que son éstas en manos de la razón instrumental de la razón burguesa que busca el máximo beneficio y lucro lo que mata el pensar. Como Heidegger no advierte la realidad de la razón burguesa cree que de lo que se trata es de superar el pensar calculador. Y con eso deriva hacia una postura reaccionaria hacia lo científico-técnico, que lo conduce a afirmar que hay que reconducir el pensar hacia el estado mítico para devolver su contenido a los vocablos “ser” y “ente”. Pero esto es otro error garrafal, porque así no se distingue entre revelación natural mítica y revelación sobrenatural de la Revelación. Heidegger se queda en la pagana revelación natural de lo sagrado. A esto se agrega un tercer profundo error. Y es que Heidegger nunca advirtió que la fe representa una superación del pensar calculador. Como decía Kierkegaard contra Hegel: el acto de fe nos lleva más allá de la razón. Pero hay algo más que se relaciona con la errónea apreciación del pensar mismo. El pensar conceptual no tiene que ser necesaria y exclusivamente calculador. Tampoco es cierto que Platón toma el ser como esencia. Este prejuicio arranca desde Aristóteles. Pues la verdad total nunca será posesión del concepto. No otra cosa es la alegoría de la caverna. El pensar metafísico no es pensar conceptual, sino pensar analógico. Y justamente por ello, el pensar sobre el ser no tiene que ser pensar poético o místico, como piensa Heidegger, sino basta que sea pensar analógico. En suma, el hombre no sólo tiene la fe sobrenatural, sino también el pensar analógico y metafórico para hacer metafísica sobre el ser. La ética del pensar humano consiste en reconocer que el hombre no piensa para ser, sino que lo hace porque es.

- Finalmente, ¿no cree que la filosofía como metafísica deja un sabor políticamente conservador?

No, eso no es cierto. Camilo Torres, Ernesto Cardenal, monseñor Arnulfo Romero, los teólogos de la liberación y los sacerdotes mártires de la lucha por la transformación social son el principal mentís del cariz conservador de la religión católica, que vuelve a ser profética y de lucha por la justicia social. Por tanto, aquella consideración nietzscheana del cristianismo como religión de esclavos, que preconiza la sumisión, la resignación, la moral de rebaño, ha dejado de ser cierta. Es una consideración desfasada históricamente. Por ello, la filosofía como metafísica no es quietismo reaccionario meramente contemplativo. Además, la complejidad introducida en la sociedad por el pensar computacional y el capitalismo digital exige nuevamente interpretar el mundo antes de transformarlo. La tesis once de Marx también hay que matizarla históricamente. Pues, la principal amenaza que se cierne actualmente sobre el hombre es el poder omnisciente del capitalismo digital, como expresión fidedigna del nihilismo moral que destruye la libertad humana. Por ello, Auschwitz, Hiroshima, Ucrania son manifestaciones del mismo desnivel prometeico del hombre respecto a sus propias creaciones. 

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