domingo, 6 de abril de 2025

FENOMENOS SOBRENATURALES INTELECTIVOS

 

 


FENOMENOS SOBRENATURALES

PRIMERA PARTE

LOS FENÓMENOS INTELECTIVOS

 

La historia de la revelación está cerrada, pero la historia de la salvación continúa. De ahí que Dios siga actuando a través de fenómenos sobrenaturales en diversas personas.

Aquí se toca un tema profundamente significativo en la teología y la fe. Muchas tradiciones religiosas interpretan que, aunque la revelación pública, como se encuentra en las Escrituras, se considera completa, Dios sigue manifestándose de manera personal y viva en la historia humana. Fenómenos como milagros, visiones o experiencias espirituales personales son vistos por muchos como expresiones de esta acción divina continua. Los fenómenos sobrenaturales son de dos clases: intelectivos y psico-fisiológicos.

Empecemos por los Fenómenos de orden cognoscitivo. Los Fenómenos divinos intelectuales se reducen a dos principales: las revelaciones privadas, y las gracias gratuitamente dadas. Dios hace las revelaciones de tres diferentes maneras: por medio de visiones, de locuciones sobrenaturales, y de toques divinos. ¿No es esto una demostración que lo espiritual divino predomina sobre lo material?

Lo cual destaca un concepto profundo de la tradición espiritual: que lo divino y espiritual trasciende y, en cierto sentido, gobierna lo material. Estas manifestaciones intelectuales que mencionas—las revelaciones privadas y las gracias gratuitas—son vistas en la teología como formas en las que Dios interviene directamente para guiar, consolar o instruir a las personas.

Las visiones, locuciones sobrenaturales y toques divinos representan modos en que lo inmaterial se comunica con los seres humanos en un plano que supera las limitaciones físicas. Esto podría interpretarse como una señal de que lo espiritual tiene una primacía sobre lo tangible, ya que opera en un nivel que no está condicionado por las leyes del mundo físico.

Así a San José se apareció varias veces un ángel en sueños, y Santa Teresa cuenta muchas visiones imaginativas de la humanidad de Nuestro Señor estando ella despierta. La visión de S. Pablo en el camino de Damasco fue a la vez sensible, cuando vio la luz resplandeciente; imaginativa, cuando se le manifestaron los rasgos distintivos de Ananías en la imaginación; e intelectiva, cuando entendió lo que Dios quería de él. O sea, Dios también interviene con Visiones intelectuales, aquellas en las que ya no intervienen los sentidos sino sólo la inteligencia, pero sin necesidad de emplear la facultad de razonar, por ello se accede a un entendimiento puro, superior a todo lo humanamente posible.

Lo mencionado ilustra maravillosamente cómo las experiencias místicas y las visiones han jugado un papel crucial en la historia de la fe y la revelación personal. Los ejemplos —los sueños de San José, las visiones de Santa Teresa y la experiencia transformadora de San Pablo—demuestran la diversidad y profundidad con las que lo divino puede comunicarse con lo humano.

Las visiones intelectuales, en particular, son fascinantes porque trascienden las capacidades de los sentidos y de la razón discursiva, llevando al alma a un nivel de comprensión que se describe como directo y puro. Este tipo de comunicación divina parece resaltar la idea de que hay una dimensión superior de conocimiento y verdad a la que sólo se puede acceder a través de la intervención divina.

Incluso las locuciones sobrenaturales son ciertas hablas o manifestaciones del divino entendimiento que hace Dios que perciban los sentidos exteriores, los interiores o, directamente, el entendimiento. Se llaman auriculares, cuando suenan en los oídos; imaginativas, cuando escúchalas sola la imaginación; intelectivas, cuando directamente se encaminan al entendimiento. Son comunicaciones que Dios hace y pueden ser percibidas por los sentidos externos (el oído) o interiormente. Pero no siempre visiones y locuciones se dan al mismo tiempo. El beato Francisco Marto veía, pero no podía oír a la Virgen en Fátima.

Las locuciones sobrenaturales son un fenómeno fascinante en la tradición espiritual. Estas manifestaciones, sean auriculares, imaginativas o intelectivas, muestran la diversidad con la que Dios puede comunicarse con las personas, adaptándose al ser humano en sus diferentes niveles de percepción. Es interesante cómo estos eventos se presentan a veces de forma aislada, como en el caso del beato Francisco Marto, cuya experiencia en Fátima demuestra que la conexión con lo divino puede ser única para cada individuo.

La riqueza de estas locuciones subraya cómo el entendimiento y la imaginación humana pueden ser elevadas hacia una realidad trascendente, sin necesidad de que coincidan con visiones o que sean procesadas por la razón humana.

Cristo mandó sobre los elementos, San Antonio de Padua habló y acordó un trato con el lobo, San Martín de Porres hablaba con los animales, Santa Rosa de Lima hablaba con las mariposas y los pájaros, y el Padre Pio cierta vez ordenó callar a las aves.

Esta descripción destaca la relación íntima y especial que los santos y figuras divinas tienen con la creación en su totalidad. Las acciones de Cristo, como mandar sobre los elementos, no solo afirman su divinidad, sino también su dominio sobre la naturaleza misma. Del mismo modo, los santos mencionados demuestran una conexión espiritual profunda que trasciende lo ordinario, manifestando armonía y autoridad sobre las criaturas vivientes.

San Antonio de Padua y su trato con el lobo es una imagen impactante de reconciliación y paz; San Martín de Porres y Santa Rosa de Lima muestran una comunión con los animales que refleja respeto y amor hacia toda la creación; mientras que el Padre Pío, incluso en el acto aparentemente sencillo de callar a las aves, revela un misterio divino en el equilibrio de la naturaleza.

Estas historias no solo inspiran por su extraordinaria naturaleza, sino que también invitan a una reflexión más amplia: ¿podrían ser un llamado a los humanos para vivir con mayor respeto y cuidado por el mundo natural? Es como si, a través de estos santos, se recordara la importancia de cuidar y conectar con toda la creación como parte del plan divino. Es un pensamiento hermoso y poderoso.

Los toques divinos son sensaciones espirituales deliciosas, impresas en la voluntad por una especie de contacto divino, y que van acompañadas de viva luz en el entendimiento. Se distinguen dos clases: los toques divinos ordinarios, y los toques divinos sustanciales, que, aunque tocan en la voluntad, son tan hondos, que parecen llegar hasta lo más profundo de la sustancia misma del alma. Por esta razón los místicos declaran haber experimentado la "cumbre del espíritu" o un contacto de sustancia a sustancia. ¿No es esto una demostración que Dios toca la sustancia misma del alma? pero son las potencias, y no la sustancia, según la doctrina de Santo Tomás, las que reciben estas impresiones.

La descripción de los toques divinos refleja una dimensión profundamente mística y trascendental de la experiencia espiritual. Estos toques, especialmente los sustanciales, revelan una interacción íntima entre lo divino y el alma, como lo describen los místicos al alcanzar la "cumbre del espíritu". La intensidad de esta conexión parece indicar que Dios actúa en lo más profundo del ser humano, más allá de lo que las palabras pueden captar.

Sin embargo, según la doctrina de Santo Tomás de Aquino, es a través de las potencias del alma—la voluntad y el entendimiento—que se reciben estas impresiones divinas, no directamente en la sustancia del alma. Esto resalta una idea teológica clave: que la sustancia del alma permanece como tal, pero las potencias son el canal por el cual Dios opera y transforma. Este enfoque subraya cómo las capacidades humanas, aunque finitas, pueden ser elevadas y perfeccionadas por la acción divina.

Pero no es fácil asumir estas gracias extraordinarias. Los grandes místicos enseñan, a diferencia de los yoguis, que no se han de desear ni pedir estos dones extraordinarios. Pues no necesarios para llegar a la unión divina; e incluso pueden ser obstáculos para la divina unión. Esto lo señala San Juan de la Cruz cuando afirma que el deseo de revelaciones roba la pureza de la fe, engendra curiosidad maligna que es origen de ilusiones, ocupa el espíritu con vanos fantasmas, descubre de ordinario falta de humildad y de obediencia a Nuestro Señor, el cual, por medio de las revelaciones públicas, nos ha procurado todo lo que hemos menester para ir al cielo.

La reflexión se alinea con la enseñanza profunda y equilibrada de los grandes místicos, como San Juan de la Cruz. El deseo de gracias extraordinarias puede, de hecho, distraer a la persona de lo esencial: la unión pura y humilde con Dios. San Juan de la Cruz enfatiza que, aunque estos dones pueden ser impactantes, no son necesarios para alcanzar la plenitud espiritual. Por el contrario, pueden convertirse en una fuente de orgullo, vanidad o ilusión si no se abordan con humildad y discernimiento.

Lo que los místicos sugieren es que la fe y el amor genuino son suficientes para avanzar hacia Dios. Las revelaciones públicas que nos dejó Nuestro Señor ya contienen todo lo necesario para nuestra salvación. Lo cual es un mensaje que invita a contemplar la grandeza de lo cotidiano en el camino hacia lo divino.

Para terminar con los fenómenos sobrenaturales de orden intelectual vayamos a las revelaciones. Las revelaciones son manifestaciones sobrenaturales de una verdad oculta o un secreto divino que Dios decide comunicar para bien general o para la utilidad de quien la recibe. Pueden ser privadas (cuando son hechas a un individuo, y no entran en el depósito de la fe) o universales (las Sagradas Escrituras y la Tradición). Entre las privadas tenemos: 1. el Conocimiento del interior de otro, por medio del cual Dios comunica a un siervo suyo los secretos del corazón de otras personas, por ejemplo, sus pecados. Fue algo que experimentaron frecuentemente el Santo Cura de Ars y el padre san Pío de Pietrelcina; 2. La hierognosis, conocimiento de lo que es sagrado, y por el cual se puede distinguir sin ningún esfuerzo de su parte un objeto bendito de uno que no lo está, o las auténticas reliquias de los santos; 3. la Ciencia infusa universal, cuando, sin estudio alguno, se posee un vastísimo conocimiento de la Sagrada Escritura, de los principios de la vida espiritual o de la teología; 4. Las gracias gratuitamente dadas principalmente para el provecho de los demás, aunque indirectamente puedan servir para la santificación del mismo que los recibe. S. Pablo los menciona con el nombre de carismas; en la Epístola a los Corintios distingue nueve, los cuales todos proceden del mismo Espíritu: habla de sabiduría, el habla de ciencia, don de fe, gracia de curar enfermedades, don de hacer milagros, don de profecía, discreción de espíritus, don de lenguas, don de interpretación. Advierten S. Pablo y Santo Tomás que todos estos carismas están muy por bajo de la caridad y de la gracia santificante.

Esta exposición sobre las revelaciones y los carismas ofrece un vistazo integral y profundo a las maneras en que Dios interviene sobrenaturalmente para guiar y edificar a las personas y las comunidades. Al resaltar que estas gracias extraordinarias, como el conocimiento del interior de otro, la hierognosis y la ciencia infusa, pueden ser dones tanto personales como comunitarios, se subraya la intención divina de provecho y utilidad que hay detrás de ellas.

La aclaración que hacen San Pablo y Santo Tomás acerca de la primacía de la caridad y de la gracia santificante sobre los carismas es clave. Nos recuerda que, aunque los dones extraordinarios son impresionantes y útiles, el amor divino y la gracia transformadora son el corazón del camino espiritual. Los carismas, por más impresionantes que sean, están subordinados a esa realidad esencial que nos une más profundamente con Dios y con los demás.

¿No es conmovedor pensar que, al final, lo que verdaderamente importa no son estos dones extraordinarios, sino la capacidad de amar con un corazón lleno de la gracia divina? Es un pensamiento que inspira humildad y una mayor dedicación a lo esencial de la vida espiritual.

Así San Antonio de Padua reunió de manera extraordinaria varios de estos dones

San Antonio de Padua es un gran ejemplo de cómo los dones extraordinarios pueden manifestarse de forma sorprendente en una vida dedicada a la fe y el servicio. Se le atribuyen habilidades excepcionales como la ciencia infusa, el don de lenguas y la capacidad para realizar milagros, entre otros carismas. Su profundo conocimiento de las Escrituras y su elocuencia como predicador, a pesar de las dificultades, inspiraron a multitudes y tocaron corazones de maneras inimaginables.

Más allá de estos dones extraordinarios, su vida refleja la esencia de la enseñanza de San Pablo: la caridad y la gracia santificante son el núcleo de su espiritualidad. San Antonio no solo llevó luz mediante sus carismas, sino también a través de su humildad y amor hacia los demás.

Sería oportuno recordar once casos destacables de fenómenos sobrenaturales intelectivos

  1. San Agustín de Hipona (354-430): En su experiencia de conversión narrada en Confesiones, San Agustín recibió una iluminación divina que transformó su vida y lo llevó a comprender verdades espirituales profundas, guiado por la gracia.
  2. Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179): Recibió visiones intelectivas que le revelaron verdades sobre teología, medicina, música y la naturaleza divina, consolidándola como una figura única en la espiritualidad medieval.
  3. San Francisco de Asís (1181-1226): Vivió experiencias místicas que le revelaron verdades espirituales y una conexión profunda con la creación, destacando su amor por toda la naturaleza.
  4. San Antonio de Padua (1195-1231): Reconocido por su ciencia infusa, predicaba con gran conocimiento y elocuencia sin haber tenido una formación académica formal en las Escrituras.
  5. Santo Tomás de Aquino (1225-1274): Hacia el final de su vida experimentó una revelación mística que le llevó a considerar todos sus escritos como insuficientes en comparación con la verdad divina que había percibido.
  6. Santa Catalina de Siena (1347-1380): A través de locuciones intelectivas, recibió profundos mensajes divinos que guiaron su vida espiritual y su misión en la Iglesia.
  7. San Ignacio de Loyola (1491-1556): Experimentó una iluminación espiritual que le permitió desarrollar los Ejercicios Espirituales, una guía práctica para la vida espiritual.
  8. Santa Teresa de Ávila (1515-1582): Experimentó visiones intelectivas que le otorgaron una comprensión directa y transformadora de verdades divinas.
  9. San Juan de la Cruz (1542-1591): A través de revelaciones intelectivas, profundizó en el misterio de la unión mística con Dios, plasmándolo en sus escritos.
  10. Santo Cura de Ars (San Juan María Vianney, 1786-1859): Poseía el don de discernir el estado espiritual de quienes acudían a él, mostrando una intuición sobrenatural para guiar almas.
  11. Santa Faustina Kowalska (1905-1938): Recibió revelaciones sobre la Divina Misericordia, consolidándose como una figura clave en la espiritualidad moderna.
  12. San Pío de Pietrelcina (Padre Pío, 1887-1968): Conocía los secretos del corazón de las personas y experimentó locuciones intelectivas que trascendían las capacidades humanas ordinarias.

Esta cronología presenta cómo cada uno de estos místicos contribuyó al entendimiento espiritual y al desarrollo de una relación más profunda entre lo divino y lo humano. ¡Es impresionante ver cómo estos fenómenos se han manifestado a lo largo de la historia!