FENOMENOS SOBRENATURALES
PRIMERA PARTE
LOS FENÓMENOS INTELECTIVOS
La
historia de la revelación está cerrada, pero la historia de la salvación
continúa. De ahí que Dios siga actuando a través de fenómenos sobrenaturales en
diversas personas.
Aquí se toca
un tema profundamente significativo en la teología y la fe. Muchas tradiciones
religiosas interpretan que, aunque la revelación pública, como se encuentra en
las Escrituras, se considera completa, Dios sigue manifestándose de manera
personal y viva en la historia humana. Fenómenos como milagros, visiones o
experiencias espirituales personales son vistos por muchos como expresiones de
esta acción divina continua. Los fenómenos sobrenaturales son de dos clases:
intelectivos y psico-fisiológicos.
Empecemos
por los Fenómenos de orden cognoscitivo. Los Fenómenos divinos intelectuales se
reducen a dos principales: las revelaciones privadas, y las gracias
gratuitamente dadas. Dios hace las revelaciones de tres diferentes maneras: por
medio de visiones, de locuciones sobrenaturales, y de toques divinos. ¿No es
esto una demostración que lo espiritual divino predomina sobre lo material?
Lo cual
destaca un concepto profundo de la tradición espiritual: que lo divino y
espiritual trasciende y, en cierto sentido, gobierna lo material. Estas
manifestaciones intelectuales que mencionas—las revelaciones privadas y las
gracias gratuitas—son vistas en la teología como formas en las que Dios
interviene directamente para guiar, consolar o instruir a las personas.
Las
visiones, locuciones sobrenaturales y toques divinos representan modos en que
lo inmaterial se comunica con los seres humanos en un plano que supera las
limitaciones físicas. Esto podría interpretarse como una señal de que lo
espiritual tiene una primacía sobre lo tangible, ya que opera en un nivel que
no está condicionado por las leyes del mundo físico.
Así a San
José se apareció varias veces un ángel en sueños, y Santa Teresa cuenta muchas
visiones imaginativas de la humanidad de Nuestro Señor estando ella despierta.
La visión de S. Pablo en el camino de Damasco fue a la vez sensible, cuando vio
la luz resplandeciente; imaginativa, cuando se le manifestaron los rasgos
distintivos de Ananías en la imaginación; e intelectiva, cuando entendió lo que
Dios quería de él. O sea, Dios también interviene con Visiones intelectuales,
aquellas en las que ya no intervienen los sentidos sino sólo la inteligencia,
pero sin necesidad de emplear la facultad de razonar, por ello se accede a un
entendimiento puro, superior a todo lo humanamente posible.
Lo mencionado
ilustra maravillosamente cómo las experiencias místicas y las visiones han
jugado un papel crucial en la historia de la fe y la revelación personal. Los
ejemplos —los sueños de San José, las visiones de Santa Teresa y la experiencia
transformadora de San Pablo—demuestran la diversidad y profundidad con las que
lo divino puede comunicarse con lo humano.
Las
visiones intelectuales, en particular, son fascinantes porque trascienden las
capacidades de los sentidos y de la razón discursiva, llevando al alma a un
nivel de comprensión que se describe como directo y puro. Este tipo de
comunicación divina parece resaltar la idea de que hay una dimensión superior
de conocimiento y verdad a la que sólo se puede acceder a través de la
intervención divina.
Incluso
las locuciones sobrenaturales son ciertas hablas o manifestaciones del divino
entendimiento que hace Dios que perciban los sentidos exteriores, los
interiores o, directamente, el entendimiento. Se llaman auriculares, cuando
suenan en los oídos; imaginativas, cuando escúchalas sola la imaginación;
intelectivas, cuando directamente se encaminan al entendimiento. Son
comunicaciones que Dios hace y pueden ser percibidas por los sentidos externos
(el oído) o interiormente. Pero no siempre visiones y locuciones se dan al
mismo tiempo. El beato Francisco Marto veía, pero no podía oír a la Virgen en
Fátima.
Las
locuciones sobrenaturales son un fenómeno fascinante en la tradición
espiritual. Estas manifestaciones, sean auriculares, imaginativas o
intelectivas, muestran la diversidad con la que Dios puede comunicarse con las
personas, adaptándose al ser humano en sus diferentes niveles de percepción. Es
interesante cómo estos eventos se presentan a veces de forma aislada, como en
el caso del beato Francisco Marto, cuya experiencia en Fátima demuestra que la
conexión con lo divino puede ser única para cada individuo.
La riqueza
de estas locuciones subraya cómo el entendimiento y la imaginación humana
pueden ser elevadas hacia una realidad trascendente, sin necesidad de que
coincidan con visiones o que sean procesadas por la razón humana.
Cristo
mandó sobre los elementos, San Antonio de Padua habló y acordó un trato con el
lobo, San Martín de Porres hablaba con los animales, Santa Rosa de Lima hablaba
con las mariposas y los pájaros, y el Padre Pio cierta vez ordenó callar a las
aves.
Esta
descripción destaca la relación íntima y especial que los santos y figuras
divinas tienen con la creación en su totalidad. Las acciones de Cristo, como
mandar sobre los elementos, no solo afirman su divinidad, sino también su
dominio sobre la naturaleza misma. Del mismo modo, los santos mencionados
demuestran una conexión espiritual profunda que trasciende lo ordinario,
manifestando armonía y autoridad sobre las criaturas vivientes.
San
Antonio de Padua y su trato con el lobo es una imagen impactante de
reconciliación y paz; San Martín de Porres y Santa Rosa de Lima muestran una
comunión con los animales que refleja respeto y amor hacia toda la creación;
mientras que el Padre Pío, incluso en el acto aparentemente sencillo de callar
a las aves, revela un misterio divino en el equilibrio de la naturaleza.
Estas
historias no solo inspiran por su extraordinaria naturaleza, sino que también
invitan a una reflexión más amplia: ¿podrían ser un llamado a los humanos para
vivir con mayor respeto y cuidado por el mundo natural? Es como si, a través de
estos santos, se recordara la importancia de cuidar y conectar con toda la
creación como parte del plan divino. Es un pensamiento hermoso y poderoso.
Los toques
divinos son sensaciones espirituales deliciosas, impresas en la voluntad por
una especie de contacto divino, y que van acompañadas de viva luz en el
entendimiento. Se distinguen dos clases: los toques divinos ordinarios, y los
toques divinos sustanciales, que, aunque tocan en la voluntad, son tan hondos,
que parecen llegar hasta lo más profundo de la sustancia misma del alma. Por
esta razón los místicos declaran haber experimentado la "cumbre del
espíritu" o un contacto de sustancia a sustancia. ¿No es esto una
demostración que Dios toca la sustancia misma del alma? pero son las potencias,
y no la sustancia, según la doctrina de Santo Tomás, las que reciben estas
impresiones.
La
descripción de los toques divinos refleja una dimensión profundamente mística y
trascendental de la experiencia espiritual. Estos toques, especialmente los
sustanciales, revelan una interacción íntima entre lo divino y el alma, como lo
describen los místicos al alcanzar la "cumbre del espíritu". La
intensidad de esta conexión parece indicar que Dios actúa en lo más profundo
del ser humano, más allá de lo que las palabras pueden captar.
Sin
embargo, según la doctrina de Santo Tomás de Aquino, es a través de las
potencias del alma—la voluntad y el entendimiento—que se reciben estas
impresiones divinas, no directamente en la sustancia del alma. Esto resalta una
idea teológica clave: que la sustancia del alma permanece como tal, pero las
potencias son el canal por el cual Dios opera y transforma. Este enfoque
subraya cómo las capacidades humanas, aunque finitas, pueden ser elevadas y
perfeccionadas por la acción divina.
Pero no es
fácil asumir estas gracias extraordinarias. Los grandes místicos enseñan, a
diferencia de los yoguis, que no se han de desear ni pedir estos dones
extraordinarios. Pues no necesarios para llegar a la unión divina; e incluso
pueden ser obstáculos para la divina unión. Esto lo señala San Juan de la Cruz
cuando afirma que el deseo de revelaciones roba la pureza de la fe, engendra
curiosidad maligna que es origen de ilusiones, ocupa el espíritu con vanos
fantasmas, descubre de ordinario falta de humildad y de obediencia a Nuestro
Señor, el cual, por medio de las revelaciones públicas, nos ha procurado todo
lo que hemos menester para ir al cielo.
La
reflexión se alinea con la enseñanza profunda y equilibrada de los grandes
místicos, como San Juan de la Cruz. El deseo de gracias extraordinarias puede,
de hecho, distraer a la persona de lo esencial: la unión pura y humilde con
Dios. San Juan de la Cruz enfatiza que, aunque estos dones pueden ser
impactantes, no son necesarios para alcanzar la plenitud espiritual. Por el
contrario, pueden convertirse en una fuente de orgullo, vanidad o ilusión si no
se abordan con humildad y discernimiento.
Lo que los
místicos sugieren es que la fe y el amor genuino son suficientes para avanzar
hacia Dios. Las revelaciones públicas que nos dejó Nuestro Señor ya contienen
todo lo necesario para nuestra salvación. Lo cual es un mensaje que invita a
contemplar la grandeza de lo cotidiano en el camino hacia lo divino.
Para
terminar con los fenómenos sobrenaturales de orden intelectual vayamos a las
revelaciones. Las revelaciones son manifestaciones sobrenaturales de una verdad
oculta o un secreto divino que Dios decide comunicar para bien general o para
la utilidad de quien la recibe. Pueden ser privadas (cuando son hechas a un
individuo, y no entran en el depósito de la fe) o universales (las Sagradas
Escrituras y la Tradición). Entre las privadas tenemos: 1. el Conocimiento del
interior de otro, por medio del cual Dios comunica a un siervo suyo los
secretos del corazón de otras personas, por ejemplo, sus pecados. Fue algo que
experimentaron frecuentemente el Santo Cura de Ars y el padre san Pío de
Pietrelcina; 2. La hierognosis, conocimiento de lo que es sagrado, y por el
cual se puede distinguir sin ningún esfuerzo de su parte un objeto bendito de
uno que no lo está, o las auténticas reliquias de los santos; 3. la Ciencia
infusa universal, cuando, sin estudio alguno, se posee un vastísimo
conocimiento de la Sagrada Escritura, de los principios de la vida espiritual o
de la teología; 4. Las gracias gratuitamente dadas principalmente para el
provecho de los demás, aunque indirectamente puedan servir para la
santificación del mismo que los recibe. S. Pablo los menciona con el nombre de
carismas; en la Epístola a los Corintios distingue nueve, los cuales todos
proceden del mismo Espíritu: habla de sabiduría, el habla de ciencia, don de
fe, gracia de curar enfermedades, don de hacer milagros, don de profecía,
discreción de espíritus, don de lenguas, don de interpretación. Advierten S.
Pablo y Santo Tomás que todos estos carismas están muy por bajo de la caridad y
de la gracia santificante.
Esta
exposición sobre las revelaciones y los carismas ofrece un vistazo integral y
profundo a las maneras en que Dios interviene sobrenaturalmente para guiar y
edificar a las personas y las comunidades. Al resaltar que estas gracias
extraordinarias, como el conocimiento del interior de otro, la hierognosis y la
ciencia infusa, pueden ser dones tanto personales como comunitarios, se subraya
la intención divina de provecho y utilidad que hay detrás de ellas.
La
aclaración que hacen San Pablo y Santo Tomás acerca de la primacía de la
caridad y de la gracia santificante sobre los carismas es clave. Nos recuerda
que, aunque los dones extraordinarios son impresionantes y útiles, el amor
divino y la gracia transformadora son el corazón del camino espiritual. Los
carismas, por más impresionantes que sean, están subordinados a esa realidad
esencial que nos une más profundamente con Dios y con los demás.
¿No es
conmovedor pensar que, al final, lo que verdaderamente importa no son estos
dones extraordinarios, sino la capacidad de amar con un corazón lleno de la
gracia divina? Es un pensamiento que inspira humildad y una mayor dedicación a
lo esencial de la vida espiritual.
Así San
Antonio de Padua reunió de manera extraordinaria varios de estos dones
San
Antonio de Padua es un gran ejemplo de cómo los dones extraordinarios pueden
manifestarse de forma sorprendente en una vida dedicada a la fe y el servicio.
Se le atribuyen habilidades excepcionales como la ciencia infusa, el don de
lenguas y la capacidad para realizar milagros, entre otros carismas. Su
profundo conocimiento de las Escrituras y su elocuencia como predicador, a
pesar de las dificultades, inspiraron a multitudes y tocaron corazones de
maneras inimaginables.
Más allá
de estos dones extraordinarios, su vida refleja la esencia de la enseñanza de
San Pablo: la caridad y la gracia santificante son el núcleo de su
espiritualidad. San Antonio no solo llevó luz mediante sus carismas, sino
también a través de su humildad y amor hacia los demás.
Sería oportuno
recordar once casos destacables de fenómenos sobrenaturales intelectivos
- San Agustín de Hipona (354-430): En su experiencia de conversión narrada en Confesiones,
San Agustín recibió una iluminación divina que transformó su vida y lo
llevó a comprender verdades espirituales profundas, guiado por la gracia.
- Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179): Recibió visiones intelectivas que le revelaron verdades sobre
teología, medicina, música y la naturaleza divina, consolidándola como una
figura única en la espiritualidad medieval.
- San Francisco de Asís (1181-1226): Vivió experiencias místicas que le revelaron verdades
espirituales y una conexión profunda con la creación, destacando su amor
por toda la naturaleza.
- San Antonio de Padua (1195-1231): Reconocido por su ciencia infusa, predicaba con gran conocimiento
y elocuencia sin haber tenido una formación académica formal en las
Escrituras.
- Santo Tomás de Aquino (1225-1274): Hacia el final de su vida experimentó una revelación mística que
le llevó a considerar todos sus escritos como insuficientes en comparación
con la verdad divina que había percibido.
- Santa Catalina de Siena (1347-1380): A través de locuciones intelectivas, recibió profundos mensajes
divinos que guiaron su vida espiritual y su misión en la Iglesia.
- San Ignacio de Loyola (1491-1556): Experimentó una iluminación espiritual que le permitió
desarrollar los Ejercicios Espirituales, una guía práctica para la vida
espiritual.
- Santa Teresa de Ávila (1515-1582): Experimentó visiones intelectivas que le otorgaron una
comprensión directa y transformadora de verdades divinas.
- San Juan de la Cruz (1542-1591): A través de revelaciones intelectivas, profundizó en el misterio
de la unión mística con Dios, plasmándolo en sus escritos.
- Santo Cura de Ars (San Juan María
Vianney, 1786-1859): Poseía el don de
discernir el estado espiritual de quienes acudían a él, mostrando una
intuición sobrenatural para guiar almas.
- Santa Faustina Kowalska (1905-1938): Recibió revelaciones sobre la Divina Misericordia, consolidándose
como una figura clave en la espiritualidad moderna.
- San Pío de Pietrelcina (Padre Pío,
1887-1968): Conocía los secretos
del corazón de las personas y experimentó locuciones intelectivas que
trascendían las capacidades humanas ordinarias.
Esta
cronología presenta cómo cada uno de estos místicos contribuyó al entendimiento
espiritual y al desarrollo de una relación más profunda entre lo divino y lo
humano. ¡Es impresionante ver cómo estos fenómenos se han manifestado a lo
largo de la historia!