martes, 12 de noviembre de 2024

ANÁLISIS RELIGIOSO DE NIETZSCHE

 ANÁLISIS RELIGIOSO DE NIETZSCHE



El pensamiento posmoderno ha entronizado a Nietzsche como el paladín de la filosofía contemporánea considerando entre sus méritos: la disolución de todos los absolutos, el tiempo lineal, el sentido interpretativo, la invitación a cultivar las pasiones, propugnar el nihilismo activo y bendecir la inmanencia.

Sin embargo, ello no puede borrar de un plumazo las críticas puntales a su pensamiento: exaltar al superhombre sin conciencia, postular la eliminación física de los débiles y enfermos (eutanasia), promulgar la fuerza y la guerra para mantener la superioridad del nuevo hombre. Y para ello no recurre a la razón a la que considera la "prostituta razón", sino que se fundamenta en la pasión de la voluntad de poder, la cual define la voluntad de verdad.

En realidad, su mensaje es bastante pobre y sólo seduce por sus fórmulas lapidarias, frases contundentes, belleza del estilo y fascinación de los silogismos. Más allá de su hechizo nos queda sus seis categorías principales: muerte de Dios, transvaloración de los valores, superhombre, voluntad de poder, eterno retorno de lo mismo, amor fati. O sea, su metafísica de lo inmanente que exalta el devenir y lo contingente contra los valores absolutos.

Ahora bien, de su pensamiento se han hecho análisis filosóficos, biográficos, sociológicos, políticos y médicos, y sería valioso reparar en el análisis religioso.

En primer lugar, es muy significativo que el paupérrimo contenido de su irracionalismo inmoral ha sido llevado hacia su entronización por una civilización en plena decadencia moral, como la occidental moderna. En segundo lugar, llama la atención el sesgo demoníaco del título y contenido de sus obras -Así habló Zaratustra (1883-85), Más allá del bien y del mal (1886), Genealogía de la moral (1887), Crepúsculo de los ídolos (1888), El Anticristo (1888), Ecce homo (1888) y La Voluntad de poder (póstumo)-.

Todo ello es digno de un análisis religioso. Por ello, en tercer lugar, se advierte que Nietzsche ilustra la estética del mal en la literatura. Donde no sólo se habla del mal metafísico -encumbra lo transitorio sobre lo eterno- sino del mal moral -descalifica el amor y en su lugar se coloca la fuerza-.

Siendo así que lo más nefasto en Nietzsche y el posmodernismo es que niega la verdad absoluta y entroniza el relativismo nihilista total -metafísico, gnoseológico y moral al mismo tiempo-. Este cóctel letal conduce a negar la objetividad del bien y del mal, lo cual es la médula del nihilismo. Esta consumación del subjetivismo y ateísmo moderno no sólo es la negación de Dios, sino que el error más fatal es que satisface el interés de quien busca dañar la Creación de Dios y de su principal criatura: el hombre, a saber, el demonio.

No es casual que un año antes del derrumbe mental se solaza viendo cómo lo admiraban los demás. La soberbia lo inunda, una soberbia demoníaca y enloquecedora. Ya no firma con su nombre sino con seudónimos ditirámbicos. En una de ellas pone: "Dionisio contra el crucificado". Ya había escrito, por entonces una de sus frases más aterradoras: "Nada es verdadero, todo está permitido". Lo más monstruoso de su filosofía es que vincula la muerte de Dios con la transvaloración de los valores. Hay quienes quieren ver una muestra de su ética de compasión cuando se arroja al cuello del caballo que es castigado por el cochero. Pero aquel acto es consecuente con su antihumanismo demoníaco.

Ante todo ello, pienso que Nietzsche y su filosofía es ejemplo claro de cómo una filosofía puede verse arrastrada hacia el abismo del mal y las tinieblas de la iniquidad cuando voluntariamente se razona en favor del mal. En realidad, la filosofía del siglo veinte, especialmente, se verá arrastrada por una inclinación antieternalista e inmanentista, de rechazo de Dios muy fuerte, de nítida influencia demoníaca.

Ante este balance es legítimo preguntarse qué hay de recuperable en la filosofía de Nietzsche. Francamente considero que el antiejemplo es lo recuperable. Y estar prevenidos contra la voluntad de poder que se convierte en voluntad de verdad abriendo las puertas del infierno de par en par en la historia.

Que Nietzsche sucumba a la locura es símbolo de la vesania de una época que celebra como un gran logro su apartamiento de tres cosas: Dios, la Verdad y la Razón. Después de todo Nietzsche y su colapso se corresponde con el colapso de la civilización occidental postcristiana y moderna. Nietzsche como Hitler, cada cual en su terreno, fueron emisarios del Anticristo.

viernes, 8 de noviembre de 2024

EXTINCIÓN DE LA FILOSOFÍA EN SOCIEDAD ELECTRONAL Y PRAGMÁTICA

 SOBRE LA ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA EN LA ESCUELA 

(Entrevista a Gustavo Flores Quelopana)



1. ¿Está Usted a favor del retorno de la enseñanza de la filosofía en la escuela?

Por su supuesto que sí. Pero el problema no es tan sencillo, no se limita a lo pedagógico y meramente de consenso. Estamos en el fondo ante un problema mucho mayor. Y ese problema es: ¿Qué imagen del mundo requiere de la filosofía?

2. ¿Está afirmando que la actual imagen del mundo no necesita de la filosofía?

Así es. La actual imagen del mundo se ha vuelto incompatible con la filosofía.

3. ¿Qué imagen del mundo es la que tenemos actualmente que no necesita de la filosofía?

Nuestra actual imagen del mundo es la imagen del mundo pragmática, que reduce la realidad a lo útil y que se deriva de la mentalidad científico-técnica. Y que no responde a nuestra rica realidad cultural, sino a la eurocéntrica. El mundo anglosajón tiene vocación a lo pragmático, Latinoamérica vocación social y humanística. Nuestras raíces palingenésicas e intrahistóricas están en polos opuestos. Y si ello no se nota es por imposición neocolonial de un pensamiento anatópico.

4. ¿Y por qué esta imagen del mundo pragmática destierra a la filosofía?

Porque concibe a la filosofía como parasitaria e inútil. El pensar no es lo prioritario, sino el operar, el actuar. De ahí que no sólo el neoliberalismo, sino la esencia misma de la razón burguesa reclame "trabajadores" y no "pensadores". Quinientos años le ha tomado a la modernidad burguesa volcarse contra la propia filosofía. En el Perú su expresión política más desembozada la tuvimos bajo el fujimorismo, el cual impuso una constitución política que priorizó lo técnico sobre lo social y redujo al ciudadano en consumidor. Vivimos la era de los imperialismos modernos y, al parecer, estamos llegando al final de su ruta histórica. Y en ese final el declive ostensible es el irracionalismo, el escepticismo, la amoralidad del "todo vale" posmoderno y el venenoso nihilismo.

5. ¿Nos quiere decir que el problema del retorno de la enseñanza de la filosofía en la escuela exige un abordamiento más amplio e integral?

Lamentablemente sí. Y digo lamentable porque su propio reduccionismo a lo educativo le hace daño a su propia causa. El asunto no es que simplemente desde mañana, por ejemplo, se vuelva a enseñar filosofía en las escuelas, sino para qué, cuál sería su rol y función. A esta pregunta se responde: para desarrollar la conciencia crítica. Pero acaso esta sociedad sometida a la racionalidad pragmática requiere "conciencia crítica". Lamentablemente NO. Y es por ello que resulta que, por ejemplo, quienes reclamen la vuelta de la filosofía a las escuelas repitan mansamente a pensadores que han decantado el camino nihilista del pragmatismo cultural. Sino veamos cuántos han escrito libros, por ejemplo, sublevándose contra el nihilismo nietzscheano. Por el contrario, la mayor parte se pliega a lo más fácil, a la repetición del magisterio eurocéntrico occidental. Por ello, es risible ver que quienes reclaman "espíritu crítico" no lo muestran en su pensamiento y simplemente asumen la tradición occidental.

6. ¿Entonces cuál es la verdadera tarea?

La verdadera tarea implica una lucha de los filósofos en dos frentes: una, en lo educativo, y la otra, que es lo más importante, en lo ideológico-conceptual, en lo creativo. Por lo primero, no sólo habrá más trabajo para los egresados de filosofía, sino que se despertará la conciencia crítica en los educandos secundarios. Pero por lo segundo, se responde a la cuestión de fondo, la más laboriosa y difícil, a saber, PENSAR UNA NUEVA IMAGEN DEL MUNDO NO PRAGMÁTICA sino HUMANÍSTICA. Esa es tarea de los pensadores. Pero la universidad nacional misma no forma pensadores sino repetidores de filosofías extranjeras. Por eso la tarea es titánica, pero lo más fácil es pensar que con la restitución de la filosofía en las escuelas el problema está resulto, y eso es un autoengaño.

7. Lo entiendo. ¿Pero una nueva imagen del mundo humanística no ha sido ya pensada por varias corrientes filosóficas del siglo XX y fracasaron?

Efectivamente, ya fue pensado y fracasaron a mi modo de ver porque conservaron el veneno principal de la imagen del mundo de la modernidad, el cual es el subjetivismo antropocéntrico, que fue el tronco nutricio de todos los idealismos secularizados. Y los materialismos también estuvieron anclados a la visión secularizada, cuantitativa y matematizante del mundo. En otras palabras, la realidad misma fue empobrecida con el giro antimetafísico, antiesencialista y antitrascendentalista del mundo.

8. ¿Pero esto no es una vuelta a la imagen medieval del mundo?

No, no lo es, porque si algo de bueno dejan las ruinas de la modernidad es la importancia de la libertad y la terrenalidad, lo malo es su sesgo de limitarse a ellos. De modo que una nueva imagen del mundo exige una nueva metafísica donde lo inmanente y lo trascendente sean reivindicados sin mezclar su jerarquía ontológica. En otras palabras, la nueva imagen del mundo humanística debe estar enlazada y no divorciada con la metafísica. Sólo eso hará posible poner a la imagen científica del mundo en su verdadero lugar, sin extralimitaciones categoriales.

9. En otras palabras ¿cuál es su fórmula para que la filosofía vuelva con sentido a ser enseñado en las escuelas?

Que los filósofos abocados a la creación y al pensar, y no sólo a lo pedagógico, elaboren una nueva imagen no pragmática del mundo. Sin esto naufraga la iniciativa de enseñar filosofía en las escuelas. Sino veamos la experiencia europea. En Italia, por ejemplo, hasta el día de hoy se llevan adelante dicha enseñanza en dos gruesos volúmenes, pero veamos su sociedad. Esta sigue siendo arrasado por los antivalores de la posmodernidad de la orgía capitalista que hace trizas la conciencia crítica que se trató de inculcar. Por eso hay que abordar el problema de modo integral y no limitarlo a lo pedagógico. La tarea, incluso, se extiende a lo político y social. No es que los filósofos se dediquen a la política, que por lo demás siempre le va mal en ese campo, sino que extiendan su influjo a toda la sociedad. Los filósofos deben ser verdaderos tanques de pensamiento o think tank para el cambio de la sociedad presente. Y para ellos deben pensar con cabeza propia.

10. Pero ¿cómo hacerlo cuando los medios de comunicación de masas responden a intereses corporativos de una plutocracia que está de espaldas al pensar y sólo le interesa lo pragmático?

Como vemos en su apreciación es un problema de dimensión civilizacional. Es la propia civilización occidental liberal la que está consumando hasta la última gota ese giro pragmático enemigo del filosofar. Mientras otros orbes civilizacionales buscan tener subsumido el impulso científico técnico a lo humanístico. Pero esto va cambiando y lo digo a la luz del hundimiento de la gobernanza global del mundo unipolar liberal y el ascenso histórico global del mundo multipolar nacionalista y soberanista. En una palabra, la lucha por la enseñanza de la filosofía de la escuela debe proseguir porque tiene el mérito de desvelar las gangrenas de la actual imagen del mundo unipolar que declina y hacer ver la urgencia de una nueva imagen del mundo que nace. Es la única forma de no caer en la miopía de un mero cambio pedagógico con la enseñanza de la filosofía en las escuelas.

11. ¿Algún apunte final?

Sí. Y quizá sea lo más importante. Filósofo no es el diplomado, sino el pensador. Hay que ir contra el espíritu de especialización propio del mundo técnico-científico, y que es propio no del mundo filosófico. Puede haber filósofos, como siempre los ha habido, en cualquier área de ocupación humana. Reservar sólo la filosofía a los que detentan el diploma es la más nociva fórmula que garantiza la decadente agremiación petulante y pequeñoburguesa del ejercicio de la filosofía. Es por ello que la Sociedad Peruana de Filosofía no es sólo para los filósofos profesionales, sino para todos los pensadores en cualquier área con capacidad creadora y espíritu independiente. Soñar con el Colegio de Filósofos del Perú haría más daño que bien a la filosofía. Dejemos a la filosofía que siga volando libre en todos los espíritus y no lo encerremos en colegios profesionales, agremiaciones, carnés y clubes que agostan su médula y la condenan a la esterilidad.


jueves, 7 de noviembre de 2024

ENTREVISTA UNIVERSIDAD DE LONDRINA-BRASIL

 


ENTREVISTA AL FILÓSOFO GUSTAVO FLORES QUELOPANA

 

1.    Según Lyotard, la Pós-modernidad no es uma época sino uma condição en que se pierde la hegemonia de las universalidades, metanarrativas y generalidades. Podemos afirmar que se há dado voz a otras formas de visión del mundo, otras racionalidades, otras filosofias, además de las consagradas por la tradición europea?

2.    Lyotard menciona que la Primera Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina de 1966, propuso formar una alianza contra el colonialismo e imperialismo militar. En ese encuentro pueblos que fueron colonizados revindican su cultura y sus filosofia. Podemos decir que em esa abertura de la condición pós-moderna surge la decolonialidad?

3.    Uma de las críticas mas frecuentes de los autores considerados Pós-modernos es contra el mecanicismo cartesiano, la razón calculadora, el totalitarismo controlador y censurador y la jerarquización de culturas y arte. Esto te parece que es uma democratización de la cultura?

4.    Acredito de Auschwitz foi el detonador para rever as filosofias y cuestionar sus propuestas éticas. Hablando de Bauman em su libro Ética Posmoderna el manifiesta que “La responsabilidad moral es la más personal e inalienable de las posesiones humanas [...] La responsabilidad moral es incondicional e infinita, y se manifiesta en la constante angustia de no mani­festarse lo suficiente”. Que reflexión te traen estas palabras de Bauman?  

5.    Richard Rorty, en el libro Contingencia, Ironia y solidariedade, se opone a ideas como «esencia», «naturale­za» y «fundamento», puesto que el ser humano es um ser relativo a la circunstancia histórica e transitorias. “No obstante, en épocas como la de Auschwitz, en que las instituciones y las normas de conducta tradicionales se desploman, deseamos algo que se encuentre más allá de la historia y de las institucio­nes. ¿Qué otra cosa puede ser, si no la solidaridad humana? Puedes comentar esse apelo de Rorty a la solidariedad?

 

VICTORIA DE TRUMP

 


Victoria de Trump es una bofetada del electorado estadounidense al:

- establishment del estado profundo,

- al lobby del pentágono

- al lobby de la industria militar

- al lobby sionista

- a la obtusa rusofobia de Alemania, Francia, España, etc.

- al fracasado vasallaje neoliberal europeo

- al guerrerismo y expansión de la OTAN

- a la nazificación de Ucrania y Europa

- al abismo del conflicto nuclear

- al genocidio de Israel

Y por todo ello la vida de Trump sigue en peligro.

miércoles, 6 de noviembre de 2024

ACOTACIÓN "CONTRA EL GÉNERO"

 

En este libro se señala con acierto que el antiesencialismo y la antimetafísica está detrás de la ideología de género. Lo cual implica que el dualismo mente-cuerpo (Platón, Descartes) también lo está. Pues, si la mente es independiente del cuerpo, entonces la persona creerá que puede determinar culturalmente el sexo por el pensamiento y sentimiento. Así se completa la filosofía moderna que subsume la esencia a la existencia.

Es cierto que la voluntad y no la naturaleza determina el mérito y el demérito. Pero el orden de la voluntad se descarría cuando se desvincula de la moral y contraviene la ley natural.

Un ejemplo de ello lo encontramos en la marcha en Alemania, el pasado setiembre del 2023, de los hombres que reclamaban ser reconocidos como perros. No es ningún secreto que este movimiento transespecie deja abierta la puerta a la zoofilia.

Lo que ocurre con estos movimientos en la civilización occidental tiene que ver con su declive histórico moral y mental.

TRUMP Y LA DISTENSIÓN MUNDIAL

 TRUMP Y LA DISTENSIÓN MUNDIAL



Una arrasadora y aplastante victoria electoral y presidencial de Trump con el control total de las cámaras de representantes tiene varios importantes significados. Los dos principales son: 

1.  La situación interna y externa desesperada a la que había puesto Biden y los demócratas al pueblo norteamericano y al mundo entero con una inminente guerra termonuclear y un deterioro estrepitoso de las condiciones de vida en su país tiene enormes posibilidades de ser revertido.

2. Se viene el fin de la guerra de Ucrania, la expansión de la OTAN, la desactivación del peligro de guerra termonuclear, el fin de la guerra fría. 

Pero también hay riesgos muy peligrosos:

1. Aumento de la tensión con China e Irán

2. Una ola de deportaciones controladas

3. La vuelta a un aislacionismo relativo

4. El peligro de seguir apoyando a Israel en su genocidio 

Ya se habla de la sucesión presidencial de Donald Trump por su hijo, y todo dependerá de su éxito en estos cuatro años y la actitud del Estado profundo que actualmente se halla hegemonizado por el ala demencialmente guerrerista. Soros, Zuckerberg y compañía han sido derrotados. El pueblo norteamericano quiere paz y no guerras, quiere desactivación de las 800 bases militares alrededor del mundo y la vuelta de ese inmenso dinero para la reactivación económica del país. 

Las vías recomendables para Trump en las actuales circunstancias geopolíticas son: 

1. Aceptar una sana competencia económica con China

2. Obligar a Israel a aceptar la existencia de dos estados -Palestina e Israel- y llevar al banquillo a Netanyahu por sus crímenes de guerra sin nombre.

3. Desactivar a la OTAN y defenestrar al nazi Zelensky.

4. Favorecer el buen entendimiento con los BRICS

5. Eliminar el ilegal y condenable bloqueo contra Cuba

6. Someterse al derecho internacional y renunciar a las políticas imperialistas de sanciones económicas 

En suma, el mundo tiene una nueva oportunidad para la paz si se impone la sensatez en la primera potencia del mundo en declive y que debe aceptar compartir la gobernanza mundial. Trump todavía sueña con una resurrección de la prosperidad y grandeza norteamericana, y en eso se parece al emperador romano Juliano el Apóstata (361-363). O sea, no comprende que la balanza de poder mundial ha cambiado y no volverá a ser el mismo. En ese punto mantiene un punto de fricción que puede convertirse en conflictividad. 

No nos engañemos. A Trump le ha tocado administrar ordenadamente no la resurrección sino la decadencia del hegemonismo estadounidense. Y la paz en el mundo dependerá de que lo comprenda.

lunes, 4 de noviembre de 2024

El renacimiento del filosofar

 


El renacimiento del filosofar

Luis Enrique Alvizuri

 

Comentario al libro Filosofía mitocrática y mitocratología del filósofo Gustavo Flores Quelopana, miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía, presentado en la Casa Museo Ricardo Palma, ciudad de Lima, el martes 25 de mayo del 2010.

 

Lo que el filósofo peruano Gustavo Flores Quelopana nos plantea en su libro Filosofía mitocrática y mitocratología es algo que él ya ha venido sosteniendo en anteriores publicaciones: que el filosofar no es privativo de una cultura, en este caso Occidente, sino que es un hecho dado, propio de todo ser humano. Esto lo atribuye al filosofare, un elemento inherente a nuestra especie que nos impele a reflexionar sobre nuestro ser y su circunstancia. Estamos entonces ante un renovado esfuerzo por democratizar la más alta expresión del pensamiento, la filosofía, despojándola de ser solo el privilegio de una cultura dominante.

 

De esto se desprenden muchas cosas importantes y cruciales para la visión actual del ser humano en general y el desarrollo de todas sus manifestaciones culturales particulares. Si todos los hombres tienen la capacidad intrínseca de desenvolverse en el terreno filosófico, con propiedad y con soltura, de más está decir que ello conlleva una independencia de conciencia y de pensamiento, paso previo obligado a poseer también autonomía en materia de criterio, juicio, ética y valores. Lo gravital de esto es que lleva a que la autoridad de lo académico, dependiente siempre del poder de turno, se vea menoscaba y puesta en cuestión, abriéndose la puerta a pensamientos “políticamente incorrectos” —para expresarlo de una manera hoy de moda— que a la larga serán el germen de futuros cambios profundos en la concepción acerca de cómo debe ser la humanidad.

 

Es así que vemos que, con este aporte, la filosofía recupera el papel que ella siempre tuvo: el de ser la generadora de las ideas-madre que toda sociedad posee. Y decimos que recupera dicho rol en vista que, como suele suceder, cuando un sistema es totalitario, hegemónico y cerrado —como el actual capitalismo— éste no admite dudas y cuestionamientos a sus principios básicos, ya que el hacerlo implicaría poner en entredicho su veracidad absoluta. La filosofía, como muchas otras expresiones humanas, ha estado sometida y supervigilada pudiendo así ser controlada, encauzando de este modo todos sus productos, y creándose un engendro seudo filosófico cuya mayor preocupación es el cómo adaptarse a la realidad y no morir en el intento.

 

Recordando a Thomas Kuhn y a su famoso paradigma, se podría decir que en la filosofía contemporánea existe el meticuloso cuidado de no producir transformaciones sustanciales; la filosofía oficial solamente se ocupa de maquillar las expresiones lingüísticas y revolotear sobre una superficie manoseada, aceptada y reconocida. Es por ello que las últimas corrientes de pensamiento filosófico, gestadas al interior de la cultura occidental, no han apuntado al meollo del problema, la esencia del ser humano, sino que se han desviado hacia oficios vanos pero rentables, principalmente, a analizar las formas del filosofar y sus herramientas para hacerlo. De ahí que se ve hoy que las dos corrientes más importantes en este terreno están dedicadas, la una, al análisis exhaustivo de las palabras, la llamada filosofía analítica —suponiendo que allí se encuentra lo esencial del acto filosófico— y la otra, la posmoderna, en darle vueltas al sinsentido de lo ya filosofado, pero sin poder hacer otra cosa que deconstruir lo construido para ver qué se puede hallar en medio del caos resultante.

 

La consecuencia de esta situación, inútil para efectos prácticos, ha llevado a que se genere en el hombre común una percepción de que la filosofía es una especulación intonsa, que da vueltas sobre lo mismo, sin ninguna vinculación directa con el usuario principal: el ser humano. Es vista entonces como un ente que se muerde la cola, que no sale del encasillamiento de apelar siempre a Platón para cualquier cosa, sabiendo que todo ello acabará en el acostumbrado relativismo e inacción por parte de algún filósofo de turno. Las palabras de éste, por muy acomodadas que estén, se las terminará llevando el viento, y no pasarán de ser un simple discurso con un tufillo de maestro de escuela quien recomienda a sus alumnos portarse bien y hacer caso a sus progenitores.

 

En medio de este panorama, aburrido de optar por una verborrea con visos de alquimia secreta, se hace necesario que surjan filósofos que no estén atrapados por la lógica del sistema —para el cual todo ya está dicho y resuelto, siendo su preocupación solo una mera repetición de lo mismo pero expresado en forma diferente. Ello pasa necesariamente por el desligamiento de los principales derroteros que orientan al pensador a llegar a esas conclusiones (algo similar a lo que ocurre en el arte contemporáneo en el sentido que a las academias ingresan jóvenes habilidosos que luego salen expertos en hacer obras absurdas, carentes de sentido y de belleza, denominadas “instalaciones”, o sonidos disparatados y cacofónicos llamados pomposamente “música contemporánea”). Un pensador que desee ejercer su oficio llevado por su impulso natural a filosofar debe evitar ser obligado, mediante los fórceps tradicionales, a convencerse que es necesario reprimirse y adaptarse al sistema. Tiene más bien que huir de la carcelería de las aulas puesto que ellas no representan ni remotamente la orientación original de la práctica filosófica —la cual se da entre un maestro y un discípulo, y de forma libre y espontánea. Difícilmente se verá por los pasillos universitarios a dichos personajes. Esto porque ello es visto como un sinónimo de atraso, y es objeto de burla por parte de las autoridades. Se impone así el criterio de lo sistemático, de lo investigativo, como si la filosofía fuese una ciencia, cuando es en realidad más un producto de la inspiración y de la observación personal de parte del filósofo, tal como ocurre con el auténtico y sufrido artista. 

 

Y se rechaza esto porque hoy se considera al filosofar como una técnica mental, como si de un ejercicio físico se tratase para desarrollar determinado músculo —cual un moderno “pilates” cerebral. Sin embargo, el verdadero filosofar, que no reniega del conocimiento acumulado por el hombre, no consiste en hurgar en el pasado ni en encontrar las articulaciones de las palabras —cosa que es buena si se tratase de descubrir un lenguaje desconocido. La filosofía es, fundamentalmente, un acto creativo a cargo de un filósofo, es una innovación en la forma de pensar acerca de lo que somos y de dónde venimos. Un rápido recuento de las más importantes obras de la historia filosófica nos demuestra claramente que los grandes pensadores de todos los tiempos son aquellos que, basados en su propia inspiración, conciben esquemas y modos de entender la realidad hasta antes de ellos inimaginada. Muy pocos sustentan sus elucubraciones apelando a las de otros, del mismo modo que un poeta no suele escribir utilizando las palabras y los giros que los grandes vates ya emplearon. Lo que la gente espera es siempre la versión personal del poeta y no el copioso análisis de lo ya realizado. Igual ocurre con el filósofo, donde su deber es dar a conocer lo que él ha pensado, descubierto o creado, no así que discursee sobre lo mucho que sabe acerca de la obra de algún colega; eso al receptor poco le interesa y solo sirve para demostrar una buena memoria o cuánto tiempo se ha perdido en rebuscar en las bibliotecas intimidades ajenas.

 

Es por ello que decimos que la obra de Flores Quelopana se encauza más por este sendero: por el de la libertad de pensar y de crear al filosofar, y no por el de demostrar una erudición petulante y ociosa, más aún en una época donde la Internet ofrece casi toda la información, resumida y contrastada, en cuestión de segundos y al alcance del lego. La gran mayoría de los que se dice que son filósofos caben dentro de este esquema, puesto que, en vez de ser creadores, son especialistas en lo que otros crearon, sin darse cuenta que así le hacen el juego al sistema al no cambiar nada de lo que ya está revisado y aprobado.

 

Flores Quelopana nos lleva a cuestionar profundamente nuestra idea acerca de que la filosofía es un invento de los griegos y que solo la cultura occidental es la gestora y guardiana de la pureza del filosofar, atribuyéndose ella ser la única capaz de realizarlo correctamente. En su libro el autor nos explica que todo esto parte principalmente del prejuicio y de la incapacidad de ver las cosas desde una altura mayor que nos permita descubrir el verdadero mapa del lugar, de tal manera que se pueda entender que las cosas no son como parecen ser desde la plaza del pueblo. Si bien los griegos pueden haber desarrollado una forma de filosofar, decir que solo ellos lo hicieron y que su modo de efectuarla es el único posible resulta tan absurdo como afirmar que, porque la palabra arquitectura es de origen griego, entonces son ellos los inventores del arte de la construcción. El hecho que la alocución ‘filosofía’ sea de raíz griega no nos debe llevar a pensar que es una potestad exclusiva de tal pueblo, como si el uso de la palabra baranda significara que los indios fueron los creadores de tal agarradera para bajar las escaleras.

 

Entonces, si se quiere saber qué es la filosofía en toda su amplitud, no se puede constreñir su definición y desarrollo a solo un punto de vista cultural: tiene que ser entendida como una acción humana y universal. En este libro encontramos esa perspectiva —lo cual no es ajeno a su contexto, pues los seres humanos no podemos escapar a ser un producto de nuestro tiempo. Vivimos hoy en un momento coyuntural de la sociedad. Por un lado, numerosas posiciones políticas que antes nos daban la impresión de tener resuelto el mundo han sido dejadas de lado para dar paso a una visión pragmatista y economicista de la existencia, en la cual solo interesa la supervivencia del individuo de la mejor manera posible, sin perspectivas mayores que la satisfacción de las necesidades. Las anteriores ideas que nos remitían a una dimensión compleja, como la de ver la vida más allá de lo terrenal, están hoy por hoy menoscabadas por una estructura de pensamiento híper realista, sujeto a la inmediatez, y que exige, antes de creer en algo, que se presente la prueba tangible y concreta de lo que se dice (con lo cual desaparece el concepto fe del vocabulario pues se vuelve obsoleto e innecesario dado que no es demostrable).

 

Por otro lado, este mismo sistema omnipotente, denominado como sociedad de mercado, vive en constantes instancias de crisis, lo cual lleva al hombre común a pensar que es imposible alcanzar sus verdaderos anhelos de claridad y paz dentro de la batahola frenética de las compras y ventas en un sistema mercantilista. A esto se suma una novedosa visión, resultado de la Modernidad, que es la posibilidad de que el ser humano sea el responsable de su propia destrucción —y con ello la de la naturaleza— lo cual establece una incertidumbre e inseguridad antes nunca vista a lo largo de nuestra historia. La Modernidad recién nos está mostrando su otra cara y con ello el ser humano empieza a verla tal como ella realmente es: como una devoradora de la materia, una explotadora del recurso natural, una maquinaria de destrucción sin medida ni control.

 

Flores Quelopana se desenvuelve en esta realidad, subsiste dentro de este maremagno de angustia y de temor, de inseguridad total acerca de lo que el hombre contemporáneo hace, y por eso sale a responderle con filosofía. Pero él no está solo en el intento; su alimento es también sus propios contemporáneos más cercanos, quienes contribuyen de alguna manera a que geste las ideas que él expresa. Se encuentra acompañado por otros que también comparten esa visión liberadora de la filosofía, que no creen en la preeminencia de Occidente para ser la medida de todas las cosas y que también piensan que el filosofar es universal y no un hecho cultural —aunque cada cultura le imprime su propia esencia y estilo. No dudamos que el autor ha sabido recoger todos estos aportes provenientes de quienes avanzan por el mismo camino. El mérito de nuestro filósofo está en que no se duerme sobre el pesimismo de la falta de apoyo o de recursos; todo lo contrario, cual informal peruano sale adelante, sin miedo, y gesta su propia editorial con lo que posee en el bolsillo, y sin mayor empacho se exhibe abiertamente ante la mirada impávida del mundo académico, que no acierta a entender cómo alguien puede hacer tanta bulla con tan poco papel.

 

Este rompimiento con el esquema tradicional de la filosofía es, a nuestro entender, la principal virtud del libro de Flores Quelopana. De ahí en adelante todo puede pasar pues, como dijimos al comienzo, una vez que se encuentra la llave que abre todas las puertas, el cielo es el límite, y todo se puede replantear desde el punto de vista creativo. A partir de ello es posible reescribir la historia de la filosofía, como efectivamente lo hace, e incluso enmendarle la plana a los más famosos filósofos académicos, quienes no pudieron escapar a la ceguera de su entorno y de su tiempo. De ahí que es comprensible que él pueda proponernos, no solo un esquema personal de qué es la filosofía, sino también dónde ella está, cómo se da y, de paso, cómo puede ser la que le pertenece a los mundos no occidentales, como es el caso del mundo andino.

 

Flores Quelopana nos invita a conocer una manera de filosofar que él denomina mitocrática, la cual se opone —o yo diría se complementa— con la que llama logocrática, que vendría a ser la que normalmente se piensa que es la única filosofía posible. Creo que lo importante no es ver qué tan cierto es o no esto, puesto que ya mencionamos que, al no ser una ciencia, la filosofía es esencialmente un acto creativo que surge de una nada previa, de modo que no se puede encontrar antecedentes a lo que antes no existía. Si esta forma de entender las cosas nos agrada, nos parece correcta o explica bien nuestra realidad, será un asunto propio de nuestro criterio selectivo. La idea que la filosofía es la búsqueda de la verdad, una total y absoluta, como si ella fuera algo realmente existente en algún lado, no es lo que actualmente prima en el pensamiento contemporáneo, pues ello nos haría agotarnos en el intento de demostrar, primero, la existencia de dicha verdad, y eso nos puede tomar una eternidad. Lo que hoy necesitamos son más bien filosofías frescas, esperanzadoras, revitalizantes y reconstituyentes, que renueven la fe en la vida y no la destruyan para que, supuestamente, permitan que el hombre viva, pues ello no es más que un contradictorio y paradigmático sinsentido.

 

Pienso que la propuesta filosófica de Gustavo Flores Quelopana, al igual que la que practican muchos de sus más cercanos, va en ese sentido; en el de la renovación y del cambio, en el de las nuevas iniciativas y los nuevos horizontes. Es una filosofía liberadora, que nos da a entender que los no occidentales no somos dependientes sino creadores de nuestro propio destino. Este es el nuevo rumbo que hoy nos sugiere el filósofo limeño: el renacimiento del filosofar, liberado ya de la carga del convencionalismo y del dominio del poder. Lo que pueda pasar a partir de ahora pertenece al misterio, en el cual él fervorosamente cree. Se ha abierto aquí una caja de Pandora y, a partir de este momento, el mundo podrá ser nuevamente entendido y redibujado, devolviéndonos con ello el entusiasmo por vivir y por soñar con utopías aún posibles, aún mejores.

 

 

 

Amatorium: Un poemario a contracorriente



 Amatorium: Un poemario a contracorriente

Luis Enrique Alvizuri, 19 de abril del 2012.

 

El filósofo y escritor Gustavo Flores Quelopana nos vuelve a presentar otra de sus obras en su ya vasto bagaje literario tratándose esta vez de un poemario al que ha intitulado Amatorium. Tal como se señala en la reseña, este trabajo pretende ser “…un tránsito hacia un neo romanticismo que sintetiza el alma introvertida y nostálgica del indio taciturno con la pasión desbordante y galante del hispanoamericano, alma a su vez angustiada por la apocalipsis moral y climática de la posmodernidad”.

 

Esta misma presentación nos anuncia un eje temático que no necesariamente se circunscribe al interés hacia el sexo femenino, sino que esencialmente se centra en las más hondas preocupaciones del ser humano, algo que abarca aspectos que van más allá del drama personal del deseo carnal.

 

Toda creación es la huella en el caminar de un ser, es su firma por la cual es posible descifrar un mundo interior siempre cerrado y desconocido a los sentidos. En el caso de Flores Quelopana, este poemario nos revela una vez más al hombre que desde un principio se ha dado a conocer como un profundo pensador y analista, típica actitud que caracteriza a los filósofos. Porque Flores Quelopana es un filósofo, y aun cuando haga una poesía que intenta dirigirse aparentemente a la mujer, no puede desligarse de su esencia natural que es la filosofía. Quien escribe estas líneas comparte con él este mismo oficio por eso le es más asequible entenderlo. Bastaría con comparar alguna de sus líneas con lo que comúnmente se entiende por poesía para vislumbrar que su estro no se agota en solo la perecedera carne o en los recuerdos sensoriales de lejanas caricias, sino que se entrecruzan con los principales hilos que mueven su espíritu: la mística y reflexión.

 

Cada uno de los 54 poemas insertos en este libro contienen una mezcla peculiar de estos tres orígenes: la pasión humana y personal, la búsqueda de una trascendencia mediante la fe y la preocupación permanente por el desarrollo y destino de toda la especie humana. Esta clase de expresiones nos remite de algún modo a la poesía mística española del siglo XVII con San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús donde el objetivo de las ansiedades y esperanzas son siempre Dios como iluminación y anhelo, pero por intermedio de la experiencia mundana. El mismo vocablo amatorium que sirve de título nos advierte que el poeta intenta ubicarse en un plano que no es precisamente el moderno sino, todo lo contrario, uno más cercano a un romanticismo tardío. A un lector contemporáneo puede resultarle extraña o hasta obsoleta esta actitud pues se nota claramente que se retoman los valores del pasado premoderno donde aún no había calado el pragmatismo y el uso de la palabra llana, casi vulgar, para la manifestación sublime. Aún más, la poesía actual justamente se esmera en negar todo tipo de elevación puesto que se agota en el consumo inmediato del placer terrenal y rechaza todo aquello que se proyecte más allá de la utilidad. Lejos de la mirada vallejiana o la dimensión de Eguren, los poetas del siglo XX y XXI, influenciados por el ritmo y los horizontes de la sociedad de mercado y sus parámetros, sobredimensionan su propio ser, que toman como centro para su sentir, y se abocan desesperadamente en transmitir su individuismo muchas veces carente de la mayor profundidad puesto que de allí está erradicada la proyección ultraterrena y metafísica. Se puede decir que la poesía moderna se indefendió de la agresión del sistema y se enconchabó en sus propios miedos y frustraciones sin lograr sacar la cabeza más allá de la realidad que el mundo material del consumo permite. Los intentos socialistas del siglo pasado quedaron en el olvido en medio de un triste convencimiento que poetizar es solo sufrir lánguidamente de impotencia.

 

Flores Quelopana pareciera rebelarse ante ese desencanto y minimalismo de hoy, en donde prima lo crematístico y comercial en desmedro de las manifestaciones del espíritu, y recurre a un pasado que para él estuvo pleno de contenido, de ahí se desprende el que encontremos términos que nadie ahora se atrevería a emplear por temor a la calificación de “arcaico”. Palabras como bermejo, céfiro, áureo, bergamasco, prístina, brezo, arrobada, inmarcesible, vesperal, zarzal, oráculo, argénteo y muchas más por el estilo navegan sin pudor por sus versos, haciendo caso omiso a los posibles críticos dispuestos a ubicarlo en el gabinete de lo pasatista y falto de originalidad. Es cierto que al lector del siglo XXI tales voces le sonarán a palimpsesto, más apropiado para exégetas que para personas atareadas y atosigadas por los medios masivos y estupidizantes actuales, pero habría que preguntarse si no existirá detrás de esto una forma sutil de protesta ante un sistema que ha deshumanizado al humano y ha desacralizado a lo sagrado. Mientras que, para el pensamiento oficial, propio de Wall Street, la realidad es res, cosa, en Flores el Universo retoma sus antiguas vestiduras y se plaga de dioses y luces expulsadas por las nociones cartesianas y por el agiotismo fenicio de los anglosajones y banqueros judíos. Se podría incluso semejar a la última gran marcha anti moderna habida en el siglo XX cuando un grupo de intelectuales propuso el retorno a la naturaleza como cura para esta enfermedad creando el frustrado movimiento hippie.

 

Los aires místicos con los que se arropa el erotismo del poeta se rebelan desde los mismos títulos de los poemas como: Ángelus, En este vuelo terrenal…, Ángel exterminador, Misterio grato, Se lo di al cielo, ¡Salve espíritu!, Deo gratia, Sueña eternidad, Alma herida, Con piedad y celo, Cielo silente, Milagros. Y si hablamos del estilo nada extraño le será éste para quien esté acostumbrado al manejo de la Biblia encontrar un claro ritmo salmódico que se repite con frecuencia en muchos de los poemas. Se puede citar Cielo silente cuando dice: “En los límites del cielo silente, / pienso en ti, Marta mía. / Atesoro cuando ensortijabas tu cabello/ al advertir que te miraba. / Y mis ojos te hacían toda mía,/ y yo existía porque tú lo sentías. En los límites del cielo silente, / pienso en ti, Marta mía.” O también Corazón: “He vivido al galope, / de querencias y pasiones. / Descarnando mundos sin posesiones, / como tábano valiente/ amé volando la vida, / pegando tenazmente/ mi prolongada nariz, / donde de incienso y pólvora/ se enciende la poderosa frente. He vivido al galope, / de querencias y pasiones.”

 

Y siguiendo con las ineludibles menciones teológicas podemos referirnos a Impureza pura, en el que convergen la simbología cristiana y la ansiedad corporal: “¡Oh impureza pura, de manos santas! / Y en aquella hora fría, / de lujuria, bacanal y vergel, / vi aquella mujer enclavada en su cruz, / ocultando en su seno un cirio de luz.” También lo hallamos en ¡Muerte! ¿dónde está tu corazón?: “¡Muerte! ¿dónde está tu corazón? / Yo comprendo tu maléfico veneno, / más, serán rotas las cadenas de tu cieno, / cuando la Eternidad te haya besado.” Una más sería Misterio grato: “Dame Señor, las cosas temporales para usar / y las celestiales para desear, porque/ sólo visitados por ti, vivimos y somos levantados. / Es un misterio grato, que Dios haya amado/ la idea de la existencia del hombre.”

 

Como se ve, la presencia del complejo mundo de la fe se inmiscuye entre las miradas, los perfumes y los balcones que son materia tradicional de la poesía romántica y finisecular de los inicios de la modernidad. Podría objetarse que se trata de una obra calcada de viejos libros novecentistas españoles parodiando esto a un febril Quijote que se embriaga de ciertas lecturas hasta hacerlas suyas. Quizá. Pero viniendo de un escritor de ensayos de filosofía acostumbrado a la crítica profunda y al detalle escondido es imposible creerlo, por lo que es más que seguro que esa ha sido la intención del autor: la utilización de figuras literarias en desuso para causar el efecto de contraste, yendo en contra de las modas y los convencionalismos para los que en la poesía lo más importante es la libertad total del verso al punto que ha devenido en caótica, dispersa e incomprensible. Al perder todos los referentes absolutos (Dios, la belleza, la reflexión filosófica, la armonía) la poesía moderna se ha desvanecido en las aguas turbulentas del ruido y el apurado frenesí de los compromisos laborales que no dan tiempo más que para ver televisión para coger el sueño. Flores Quelopana pareciera haberse enviado a sí mismo al pasado, cual novela de ciencia ficción, y con levita y pañuelo estuviese al pie de una ventana señorial engalanando a una dama cuyos únicos atributos son el ser fémina y estar en edad de merecer.

 

Pero un tercer elemento que completa la trilogía de ingredientes en este poemario es el filosófico en donde, junto con el halago y la exultación de la belleza física, se entremezclan reflexiones y pensamientos obviamente muy necesarios para el propio autor, aunque probablemente no tanto para la supuesta receptora de sus versos. Como muestra se puede citar un fragmento de Presentimientos: “La soñé como mi único tesoro y desde/ Mis adentros digo: ¡Eso es vivir para no morir! Que la única eterna juventud/ Es la que ganamos con el oro de las ilusiones. Amén.” También en Bella Taylor encontramos: “No indagues el secreto, ni busques la verdad, Porque desde los hondos valles hasta las altas cimas/ La fuente más pura encuentra siempre légamo al pie…” Y en Con piedad y cielo: “Yacía bella, angelical en el funeral, / con sus hermosos ojos cerrados, / en contrito réquiem ritual, / dulce descansaba mi amada.”

 

Igualmente, no se puede ignorar que existen toques clásicos que hacen recordar a poetas como Shakespeare en el caso de Alma herida: “¿Qué conducta es digna para un alma herida? / Sufrir los dardos sórdidos y tiros del desamor, / un breve mes, un breve día, / luego me buscas con amorosa hambre…” O en el de Epitafio: “¡Nadie ose perturbar esta tumba! Aquí yace con las cuencas vacías/ un cráneo de selvas foscas, / un corazón que ardió como fuego, / dos manos que se extendieron como garras, / un cadáver que sorbió el fragante veneno”. También hay pasajes logrados que tienen un peso significativo propio como en La soledad: “Yo lo sé, y lo digo con lagrimones, / Tú partiste antes, / porque la soledad/ era más mi compañera, Y es cierto.” O en el mismo poema: La vida es como un sueño, / un día llegamos sin saber ni prever, / y al otro levantamos velas sabiendo/ menos de lo que creemos.”

 

Pero si hubiera que destacar un poema, entre varios, podría resaltarse el titulado No te quiero. “Si me buscaba, mañana tarde y noche/ la suave ninfa de los bosques,/ me preguntaba yo si su aroma a violeta/ sentía atracción por un viejo roble./ Terminé queriéndola como bestia irracional,/ sin concretos y vibrando a puro sentimiento,/ sin reparar que un diente de sierpe,/ se hundía sin cariño en mi agreste añoranza./ Sus piececitos hechiceros/ dejaron el rosal deshecho, ella/ como criatura errante, amarga doncella, me espetó con rostro indecible:/ “Uf, no te quiero ¡Vejete!./ Mi débil corazón perdió sus compás./ ¡No más!… ¡Oh, nunca más!” Tampoco se puede desdeñar lo logrado en materia netamente erótica, como en el titulado Tu cabello: ¡Ay de mi —repuso ella—/ Y con su mano de nácar/ accedió a mi ruego, / con el meñique dio un capirotazo, / y el moño deshecho dejó llover/ en cascada hasta la espalda, / una lisa y radiante cabellera negra”.

 

Por otro lado, a pesar de lo reseñado en la contratapa es muy poco lo que de raíz andina se puede encontrar en el poemario; apenas algunas expresiones como ayacuchana, amaranto o Ande. Abundan más bien las de claro origen hispánico, razón por la cual ciertas palabras hacen recordar a las obras clásicas del llamado Siglo de oro. Y si de poesía peruana se trata en el poema titulado Lleno de años se hace una clara referencia a Eguren: “Cual Diana trépida de albos lirios / como guirnalda festiva, / alegre vive la fugitiva, / derrochando rutilante juventud. /”

 

Amatorium es una obra que suscita justificables preguntas en el lector quien de primera intención puede pensar que está ante un texto extemporáneo, pero al leerse con el debido detenimiento que toda poesía requiere se entenderá cuáles han sido las causas de su existencia y entre ellas parecen estar, como ya se dijo, una modernidad en vías de extinción incapaz de reflejar con palabras algún atisbo de belleza, lo que ocasiona en espíritus sensibles como el de Flores Quelopana, un rechazo asqueado por la manera cómo se ha privado a la vida y al mundo de su valor intrínseco para dárselo todo a la ley de la oferta y demanda, convirtiendo la existencia en un proceso de compra y venta. Flores Quelopana, con Amatorium, hace caso omiso a estos cantos de muerte y crea su propio mundo donde el pasado y el presente se hacen uno cohabitando en un mismo momento atemporal. Es por ello que su lectura no es fácil para ojos acostumbrados a la literatura de poca exigencia.

La encrucijada de la condición andina.

 


Reseña a

La encrucijada de la condición andina.

Ensayos sobre la crisis identitaria

de Gustavo Flores Quelopana

Luis Enrique Alvizuri

 

Una vez más alguien viene a hacernos perder el tiempo. Esta es otra demostración de las agudas falencias y absurdos de nuestro sistema educativo. Porque no otra cosa puede ser el hecho que se persista en tesis trasnochadas que no quieren entender que la civilización es solo una, que la ciencia es una también y que, por supuesto, solo existe una filosofía: la de Occidente. Yo, en lugar de ustedes, estimados asistentes, me levantaría en este momento e iría a hacer cosas más útiles y necesarias en vez de desperdiciar minutos valiosos en vanas peroratas.

 

Pero como veo que a la mayoría nos sobra tanto el tiempo como para seguir en este sinsentido entonces trataré de actuar, ya no como observador o crítico, sino como terapeuta. ¿Qué hace que gente inteligente, preparada incluso en aulas universitarias, lance tantos dislates, a contramano de lo que es el conocimiento universal? ¿Qué puede motivar a estas desviadas mentes a prorrumpir frases extraídas de la oscura noche del pensamiento? ¿Por qué, una vez más, este remanido e infantil tema de lo andino vuelve a ser puesto en el debate en pleno siglo XXI? ¿Es que la gavilla de campesinos ignorantes, con sus tomas de carreteras o sus disfraces precolombinos, nos impactan tanto que terminamos por convencernos que sus fantasías pueden tener siquiera algún sustento?

 

¿O es que estamos asustados, tal como lo manifestaba un prestigioso siquiatra, preocupado porque su abuelita le había dicho cuando niño que un día los cholos iban a tomar por asalto Lima y que iban a matar a todos los blancos? ¿O tal vez estamos acomplejados de que, por no ser blancos, no nos han contratado en la Católica ¾así nomás, Católica, sin esa huachafería de “pontificios”¾ y, en revancha, apelamos a nuestros genes y nuestro devaluado color de piel para, entre lágrimas, decir: “yo también valgo, aunque no sea inglés o alemán”? En fin, difícil sería saber por qué extrañas razones uno reitera el desgastado tema del pasado para afirmarse en el presente. Pero, les confieso que me salta una duda, pequeña, pero duda al fin. ¿Y si no se tratara de eso, de ignorancias patológicas raciales y revanchistas? ¿Y si hubiera algo en el fondo de estas ansias contraculturales que tuviera algún tipo de sustento? Claro, podría parecer que se trata de un momento de beodez o de alucinación sicofarmacológica lo que nos esté llevando a contemplar esta posibilidad. Pero ¿y si no? ¿Y si de repente estamos obviando algo que no vemos? ¿Y si tal vez la universidad no lo sabe todo, o no lo dice todo ¾que no es lo mismo?

 

Qué preocupante ¿no? Y no sería la primera vez que tuviera que ser un extranjero ¾perdón, un “san” extranjero¾ quien viniese a decirnos que ha descubierto que no somos lo que somos, sino que somos otra cosa que él ha analizado y comprobado que somos (uno de esos miles de Hiram Bingham del pensamiento que devoramos con devoción). Si pues, quizá pueda ser que merezca la pena descartar esta posibilidad de que el tema andino no sea tan solo una demostración de atraso folclórico-turístico de rabiosos y ambiciosos indigenistas financiados con millones de dólares de las ONGs y de las Naciones Unidas. Quizá lo andino pueda ser que tenga algo de sustento, un poquito digo. Quizá, es un decir, puede que haya un poco de razón con respecto a eso de que Occidente no es la Civilización humana sino solo una civilización más en la historia.

 

Tal vez puede ser cierto que cada civilización viene con su ciencia y tecnologías bajo el brazo. Solo así podríamos explicarnos por qué los conocimientos no se trasladan de civilización en civilización y sus restos quedan como misterios; o a lo más pasan a la siguiente, pero deformados, sin el sentido que tenían en su versión original (como por ejemplo las sillas donde ustedes están ahora sentados, que, por si no lo saben, fueron creadas como altares y solo se aposentaban sobre ellas los chamanes, como sinónimo de comunicación religiosa con los dioses). Quizá por esa razón que hoy nadie construye pirámides ni Machu Picchus; y tampoco nadie sabe cómo las hicieron. Las civilizaciones sucesoras nunca gustan de recordar a sus antecesoras; las aniquilan hasta no dejar vestigio de ellas. Si no, pregúntenles a nuestros sufridos arqueólogos cuánto lamentan estas destrucciones. Y ya que especulamos así, podríamos quizá también suponer que tal vez cada una de estas civilizaciones tuvieron, por qué no, su filosofía, que, lógicamente, no se llamaba así, pero hacía lo mismo, aunque algunos piensen que el nombre hace a la función y no al revés.

 

En ese caso tanto el cerdo, como el cochino, el marrano, el chancho y el porcino son animales completamente diferentes. Y si seguimos explorando estas posibilidades ¾insisto, solo estoy especulando, no afirmando¾ puede darse el caso que la civilización andina no esté tan desaparecida como regularmente se dice. Quizá se encuentre escondida en lugares que no nos permiten verla bien. Tal vez estemos percibiendo sus manifestaciones, sus síntomas, pero, cual misterioso virus, no sabemos dónde exactamente está. La escuchamos, la sentimos, nos empuja, nos molesta, ensucia nuestras calles, malogra el idioma, degenera nuestra raza, se mete en los negocios, en los medios de comunicación, “cholea” la pantalla, “cholea” las cátedras, “cholea” la cultura, en fin, corrompe las estructuras occidentales del Estado. Esta andinidad, como podríamos denominarla, es la llamada hoy “informalidad”. Pero ¿qué es la informalidad? Es el salirse de las normas. Pero ¿quiénes se salen de las normas en una sociedad?

 

Los delincuentes, tanto rateros como banqueros. ¿Será tal vez, quizá, la andinidad una delincuencia, o un pueblo degenerado al que le falta cultura? (cultura en términos occidentales, obviamente). ¿No será entonces otra cultura? Pero ¿puede haber otra cultura en un mundo globalizado, donde lo occidental es calificado como Cultura Universal, como sinónimo de Cultura? Eso parece absurdo. Admitir que puede existir una cultura paralela a la oficial sería reconocer que Occidente no lo es todo, no lo sabe todo y no tiene derecho a imponerse sobre el resto de la humanidad. Y esto no se puede permitir. ¿Cómo quedaríamos nosotros, los hijos de la madre universidad, fiel retrato de Europa? No como ignorantes, lógicamente, pero sí como parcialmente instruidos; conocedores solo de una parte, mas no del todo. Esto, lo vuelvo a decir, no lo debemos permitir. Aquí no está en juego la verdad, señores, porque la verdad es solo aquello que nos da la razón y nos conviene (seamos francos ¿alguien aceptaría una verdad si sabe que ella le perjudica? ¿Conocen ustedes, han oído hablar alguna vez, de algún suicida que reconozca que lo que él cree y le da poder, y le da para comer, no es la verdad? Particularmente yo no). Por lo tanto, pienso que, así me demuestren lo contrario, si nuestro estatus está peligro solo por el hecho de que ocurran cosas que nos digan lo contrario a lo que creemos yo me opongo y lo negaré cien veces.

 

 

Y tal parece que el señor Gustavo Flores Quelopana, con este libro titulado La encrucijada de la condición andina está intentando socavar las bases de un conocimiento oficial y oficializado que es lo que nos permite mantener nuestros privilegios. De continuar con estos esfuerzos podría incluso llegar a descubrir mecanismos internos insospechados que nos generen angustias y nos causen nuevas zozobras intelectuales y políticas de las cuales ya estamos sumamente hastiados.

 

Pienso que, en pro de nuestra amada civilización y cultura Occidental y cristiana, en su versión norteamericana, deberíamos prohibir e impedir que se continúe insinuando la posibilidad de que se dé algún “revival” culturalista por cuanto solo servirá para alimentar las desquiciadas obsesiones milenaristas y utópicas de acomplejados indios marginales que para lo único que sirven son para interrumpir el avance del desarrollo y progreso occidental. Por todo esto solo quiero terminar diciéndole a nuestro delusivo amigo que, en nombre de la clase gobernante pro occidentalista de este país, deje de ya de hacer divagaciones subversivas y se ponga a escribir sobre las zapatillas de Platón, a ver si así logra por fin que una editorial seria publique alguno de sus pintorescos libritos.