ANÁLISIS RELIGIOSO DE NIETZSCHE
Revista peruana de Filosofía dedicada a los temas de metafísica, ontología, antropología filosófica, ética y política con especial énfasis en las categorías de lo anético, mitocrático, hermenéutica remitizante e hiperimperialismo. Contacto: gus_floque@yahoo.com
martes, 12 de noviembre de 2024
ANÁLISIS RELIGIOSO DE NIETZSCHE
lunes, 11 de noviembre de 2024
viernes, 8 de noviembre de 2024
EXTINCIÓN DE LA FILOSOFÍA EN SOCIEDAD ELECTRONAL Y PRAGMÁTICA
SOBRE LA ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA EN LA ESCUELA
(Entrevista a Gustavo Flores Quelopana)
1. ¿Está Usted a favor del retorno de la enseñanza de la filosofía en la escuela?
Por su supuesto que sí. Pero el problema no es tan sencillo, no se limita a lo pedagógico y meramente de consenso. Estamos en el fondo ante un problema mucho mayor. Y ese problema es: ¿Qué imagen del mundo requiere de la filosofía?
2. ¿Está afirmando que la actual imagen del mundo no necesita de la filosofía?
Así es. La actual imagen del mundo se ha vuelto incompatible con la filosofía.
3. ¿Qué imagen del mundo es la que tenemos actualmente que no necesita de la filosofía?
Nuestra actual imagen del mundo es la imagen del mundo pragmática, que reduce la realidad a lo útil y que se deriva de la mentalidad científico-técnica. Y que no responde a nuestra rica realidad cultural, sino a la eurocéntrica. El mundo anglosajón tiene vocación a lo pragmático, Latinoamérica vocación social y humanística. Nuestras raíces palingenésicas e intrahistóricas están en polos opuestos. Y si ello no se nota es por imposición neocolonial de un pensamiento anatópico.
4. ¿Y por qué esta imagen del mundo pragmática destierra a la filosofía?
Porque concibe a la filosofía como parasitaria e inútil. El pensar no es lo prioritario, sino el operar, el actuar. De ahí que no sólo el neoliberalismo, sino la esencia misma de la razón burguesa reclame "trabajadores" y no "pensadores". Quinientos años le ha tomado a la modernidad burguesa volcarse contra la propia filosofía. En el Perú su expresión política más desembozada la tuvimos bajo el fujimorismo, el cual impuso una constitución política que priorizó lo técnico sobre lo social y redujo al ciudadano en consumidor. Vivimos la era de los imperialismos modernos y, al parecer, estamos llegando al final de su ruta histórica. Y en ese final el declive ostensible es el irracionalismo, el escepticismo, la amoralidad del "todo vale" posmoderno y el venenoso nihilismo.
5. ¿Nos quiere decir que el problema del retorno de la enseñanza de la filosofía en la escuela exige un abordamiento más amplio e integral?
Lamentablemente sí. Y digo lamentable porque su propio reduccionismo a lo educativo le hace daño a su propia causa. El asunto no es que simplemente desde mañana, por ejemplo, se vuelva a enseñar filosofía en las escuelas, sino para qué, cuál sería su rol y función. A esta pregunta se responde: para desarrollar la conciencia crítica. Pero acaso esta sociedad sometida a la racionalidad pragmática requiere "conciencia crítica". Lamentablemente NO. Y es por ello que resulta que, por ejemplo, quienes reclamen la vuelta de la filosofía a las escuelas repitan mansamente a pensadores que han decantado el camino nihilista del pragmatismo cultural. Sino veamos cuántos han escrito libros, por ejemplo, sublevándose contra el nihilismo nietzscheano. Por el contrario, la mayor parte se pliega a lo más fácil, a la repetición del magisterio eurocéntrico occidental. Por ello, es risible ver que quienes reclaman "espíritu crítico" no lo muestran en su pensamiento y simplemente asumen la tradición occidental.
6. ¿Entonces cuál es la verdadera tarea?
La verdadera tarea implica una lucha de los filósofos en dos frentes: una, en lo educativo, y la otra, que es lo más importante, en lo ideológico-conceptual, en lo creativo. Por lo primero, no sólo habrá más trabajo para los egresados de filosofía, sino que se despertará la conciencia crítica en los educandos secundarios. Pero por lo segundo, se responde a la cuestión de fondo, la más laboriosa y difícil, a saber, PENSAR UNA NUEVA IMAGEN DEL MUNDO NO PRAGMÁTICA sino HUMANÍSTICA. Esa es tarea de los pensadores. Pero la universidad nacional misma no forma pensadores sino repetidores de filosofías extranjeras. Por eso la tarea es titánica, pero lo más fácil es pensar que con la restitución de la filosofía en las escuelas el problema está resulto, y eso es un autoengaño.
7. Lo entiendo. ¿Pero una nueva imagen del mundo humanística no ha sido ya pensada por varias corrientes filosóficas del siglo XX y fracasaron?
Efectivamente, ya fue pensado y fracasaron a mi modo de ver porque conservaron el veneno principal de la imagen del mundo de la modernidad, el cual es el subjetivismo antropocéntrico, que fue el tronco nutricio de todos los idealismos secularizados. Y los materialismos también estuvieron anclados a la visión secularizada, cuantitativa y matematizante del mundo. En otras palabras, la realidad misma fue empobrecida con el giro antimetafísico, antiesencialista y antitrascendentalista del mundo.
8. ¿Pero esto no es una vuelta a la imagen medieval del mundo?
No, no lo es, porque si algo de bueno dejan las ruinas de la modernidad es la importancia de la libertad y la terrenalidad, lo malo es su sesgo de limitarse a ellos. De modo que una nueva imagen del mundo exige una nueva metafísica donde lo inmanente y lo trascendente sean reivindicados sin mezclar su jerarquía ontológica. En otras palabras, la nueva imagen del mundo humanística debe estar enlazada y no divorciada con la metafísica. Sólo eso hará posible poner a la imagen científica del mundo en su verdadero lugar, sin extralimitaciones categoriales.
9. En otras palabras ¿cuál es su fórmula para que la filosofía vuelva con sentido a ser enseñado en las escuelas?
Que los filósofos abocados a la creación y al pensar, y no sólo a lo pedagógico, elaboren una nueva imagen no pragmática del mundo. Sin esto naufraga la iniciativa de enseñar filosofía en las escuelas. Sino veamos la experiencia europea. En Italia, por ejemplo, hasta el día de hoy se llevan adelante dicha enseñanza en dos gruesos volúmenes, pero veamos su sociedad. Esta sigue siendo arrasado por los antivalores de la posmodernidad de la orgía capitalista que hace trizas la conciencia crítica que se trató de inculcar. Por eso hay que abordar el problema de modo integral y no limitarlo a lo pedagógico. La tarea, incluso, se extiende a lo político y social. No es que los filósofos se dediquen a la política, que por lo demás siempre le va mal en ese campo, sino que extiendan su influjo a toda la sociedad. Los filósofos deben ser verdaderos tanques de pensamiento o think tank para el cambio de la sociedad presente. Y para ellos deben pensar con cabeza propia.
10. Pero ¿cómo hacerlo cuando los medios de comunicación de masas responden a intereses corporativos de una plutocracia que está de espaldas al pensar y sólo le interesa lo pragmático?
Como vemos en su apreciación es un problema de dimensión civilizacional. Es la propia civilización occidental liberal la que está consumando hasta la última gota ese giro pragmático enemigo del filosofar. Mientras otros orbes civilizacionales buscan tener subsumido el impulso científico técnico a lo humanístico. Pero esto va cambiando y lo digo a la luz del hundimiento de la gobernanza global del mundo unipolar liberal y el ascenso histórico global del mundo multipolar nacionalista y soberanista. En una palabra, la lucha por la enseñanza de la filosofía de la escuela debe proseguir porque tiene el mérito de desvelar las gangrenas de la actual imagen del mundo unipolar que declina y hacer ver la urgencia de una nueva imagen del mundo que nace. Es la única forma de no caer en la miopía de un mero cambio pedagógico con la enseñanza de la filosofía en las escuelas.
11. ¿Algún apunte final?
Sí. Y quizá sea lo más importante. Filósofo no es el diplomado, sino el pensador. Hay que ir contra el espíritu de especialización propio del mundo técnico-científico, y que es propio no del mundo filosófico. Puede haber filósofos, como siempre los ha habido, en cualquier área de ocupación humana. Reservar sólo la filosofía a los que detentan el diploma es la más nociva fórmula que garantiza la decadente agremiación petulante y pequeñoburguesa del ejercicio de la filosofía. Es por ello que la Sociedad Peruana de Filosofía no es sólo para los filósofos profesionales, sino para todos los pensadores en cualquier área con capacidad creadora y espíritu independiente. Soñar con el Colegio de Filósofos del Perú haría más daño que bien a la filosofía. Dejemos a la filosofía que siga volando libre en todos los espíritus y no lo encerremos en colegios profesionales, agremiaciones, carnés y clubes que agostan su médula y la condenan a la esterilidad.
jueves, 7 de noviembre de 2024
ENTREVISTA UNIVERSIDAD DE LONDRINA-BRASIL
ENTREVISTA AL FILÓSOFO GUSTAVO FLORES
QUELOPANA
1.
Según
Lyotard, la Pós-modernidad no es uma época sino uma condição en que se pierde
la hegemonia de las
universalidades, metanarrativas y generalidades. Podemos afirmar que se há dado
voz a otras formas de visión del mundo, otras racionalidades, otras
filosofias, además de las consagradas por la tradición europea?
2.
Lyotard menciona que la Primera Conferencia
de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina de 1966, propuso
formar una alianza contra el colonialismo e imperialismo militar. En ese
encuentro pueblos que fueron colonizados revindican su cultura y sus filosofia.
Podemos decir que em esa abertura de la condición pós-moderna surge la
decolonialidad?
3.
Uma
de las críticas mas frecuentes de los autores considerados Pós-modernos es
contra el mecanicismo cartesiano, la razón calculadora, el totalitarismo
controlador y censurador y la jerarquización de culturas y arte. Esto te
parece que es uma democratización de la cultura?
4.
Acredito
de Auschwitz foi el detonador para rever as
filosofias y cuestionar sus propuestas éticas. Hablando de Bauman em su libro Ética
Posmoderna el manifiesta que “La responsabilidad moral es la más personal
e inalienable de las posesiones humanas [...] La responsabilidad moral es
incondicional e infinita, y se manifiesta en la constante angustia de no manifestarse
lo suficiente”. Que reflexión te traen estas palabras de Bauman?
5.
Richard
Rorty, en el libro Contingencia, Ironia y solidariedade, se opone a
ideas como «esencia», «naturaleza» y «fundamento», puesto que el ser humano es
um ser relativo a la circunstancia histórica e transitorias. “No obstante, en
épocas como la de Auschwitz, en que las instituciones y las normas de conducta
tradicionales se desploman, deseamos algo que se encuentre más allá de la
historia y de las instituciones. ¿Qué otra cosa puede ser, si no la
solidaridad humana? Puedes comentar esse apelo de Rorty a la solidariedad?
VICTORIA DE TRUMP
Victoria de Trump es una bofetada del electorado estadounidense al:
- establishment del estado profundo,
- al lobby del pentágono
- al lobby de la industria militar
- al lobby sionista
- a la obtusa rusofobia de Alemania, Francia, España, etc.
- al fracasado vasallaje neoliberal europeo
- al guerrerismo y expansión de la OTAN
- a la nazificación de Ucrania y Europa
- al abismo del conflicto nuclear
- al genocidio de Israel
Y por todo ello la vida de Trump sigue en peligro.
miércoles, 6 de noviembre de 2024
ACOTACIÓN "CONTRA EL GÉNERO"
TRUMP Y LA DISTENSIÓN MUNDIAL
TRUMP Y LA DISTENSIÓN MUNDIAL
Una arrasadora y aplastante victoria electoral y presidencial de Trump con el control total de las cámaras de representantes tiene varios importantes significados. Los dos principales son:
1. La situación interna y externa desesperada a la que había puesto Biden y los demócratas al pueblo norteamericano y al mundo entero con una inminente guerra termonuclear y un deterioro estrepitoso de las condiciones de vida en su país tiene enormes posibilidades de ser revertido.
2. Se viene el fin de la guerra de Ucrania, la expansión de la OTAN, la desactivación del peligro de guerra termonuclear, el fin de la guerra fría.
Pero también hay riesgos muy peligrosos:
1. Aumento de la tensión con China e Irán
2. Una ola de deportaciones controladas
3. La vuelta a un aislacionismo relativo
4. El peligro de seguir apoyando a Israel en su genocidio
Ya se habla de la sucesión presidencial de Donald Trump por su hijo, y todo dependerá de su éxito en estos cuatro años y la actitud del Estado profundo que actualmente se halla hegemonizado por el ala demencialmente guerrerista. Soros, Zuckerberg y compañía han sido derrotados. El pueblo norteamericano quiere paz y no guerras, quiere desactivación de las 800 bases militares alrededor del mundo y la vuelta de ese inmenso dinero para la reactivación económica del país.
Las vías recomendables para Trump en las actuales circunstancias geopolíticas son:
1. Aceptar una sana competencia económica con China
2. Obligar a Israel a aceptar la existencia de dos estados -Palestina e Israel- y llevar al banquillo a Netanyahu por sus crímenes de guerra sin nombre.
3. Desactivar a la OTAN y defenestrar al nazi Zelensky.
4. Favorecer el buen entendimiento con los BRICS
5. Eliminar el ilegal y condenable bloqueo contra Cuba
6. Someterse al derecho internacional y renunciar a las políticas imperialistas de sanciones económicas
En suma, el mundo tiene una nueva oportunidad para la paz si se impone la sensatez en la primera potencia del mundo en declive y que debe aceptar compartir la gobernanza mundial. Trump todavía sueña con una resurrección de la prosperidad y grandeza norteamericana, y en eso se parece al emperador romano Juliano el Apóstata (361-363). O sea, no comprende que la balanza de poder mundial ha cambiado y no volverá a ser el mismo. En ese punto mantiene un punto de fricción que puede convertirse en conflictividad.
No nos engañemos. A Trump le ha tocado administrar ordenadamente no la resurrección sino la decadencia del hegemonismo estadounidense. Y la paz en el mundo dependerá de que lo comprenda.
lunes, 4 de noviembre de 2024
El renacimiento del filosofar
El renacimiento del filosofar
Luis Enrique Alvizuri
Comentario al libro Filosofía
mitocrática y mitocratología del filósofo
Gustavo Flores Quelopana, miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía,
presentado en la Casa Museo Ricardo Palma, ciudad de Lima, el martes 25 de mayo
del 2010.
Lo que el filósofo peruano Gustavo Flores Quelopana nos plantea en su
libro Filosofía mitocrática y
mitocratología es algo que él ya ha venido sosteniendo en anteriores
publicaciones: que el filosofar no es privativo de una cultura, en este caso
Occidente, sino que es un hecho dado, propio de todo ser humano. Esto lo
atribuye al filosofare, un elemento
inherente a nuestra especie que nos impele a reflexionar sobre nuestro ser y su
circunstancia. Estamos entonces ante un renovado esfuerzo por democratizar la
más alta expresión del pensamiento, la filosofía, despojándola de ser solo el privilegio
de una cultura dominante.
De esto se desprenden muchas cosas
importantes y cruciales para la visión actual del ser humano en general y el
desarrollo de todas sus manifestaciones culturales particulares. Si todos los
hombres tienen la capacidad intrínseca de desenvolverse en el terreno
filosófico, con propiedad y con soltura, de más está decir que ello conlleva
una independencia de conciencia y de pensamiento, paso previo obligado a poseer
también autonomía en materia de criterio, juicio, ética y valores. Lo gravital
de esto es que lleva a que la autoridad de lo académico, dependiente siempre
del poder de turno, se vea menoscaba y puesta en cuestión, abriéndose la puerta
a pensamientos “políticamente incorrectos” —para expresarlo de una manera hoy
de moda— que a la larga serán el germen de futuros cambios profundos en la
concepción acerca de cómo debe ser la humanidad.
Es así que vemos que, con este aporte, la
filosofía recupera el papel que ella siempre tuvo: el de ser la generadora de
las ideas-madre que toda sociedad posee. Y decimos que recupera dicho rol en
vista que, como suele suceder, cuando un sistema es totalitario, hegemónico y
cerrado —como el actual capitalismo— éste no admite dudas y cuestionamientos a
sus principios básicos, ya que el hacerlo implicaría poner en entredicho su
veracidad absoluta. La filosofía, como muchas otras expresiones humanas, ha
estado sometida y supervigilada pudiendo así ser controlada, encauzando de este
modo todos sus productos, y creándose un engendro seudo filosófico cuya mayor
preocupación es el cómo adaptarse a la realidad y no morir en el intento.
Recordando a Thomas Kuhn y a su famoso
paradigma, se podría decir que en la filosofía contemporánea existe el
meticuloso cuidado de no producir transformaciones sustanciales; la filosofía
oficial solamente se ocupa de maquillar las expresiones lingüísticas y
revolotear sobre una superficie manoseada, aceptada y reconocida. Es por ello
que las últimas corrientes de pensamiento filosófico, gestadas al interior de la
cultura occidental, no han apuntado al meollo del problema, la esencia del ser
humano, sino que se han desviado hacia oficios vanos pero rentables,
principalmente, a analizar las formas del filosofar y sus herramientas para
hacerlo. De ahí que se ve hoy que las dos corrientes más importantes en este
terreno están dedicadas, la una, al análisis exhaustivo de las palabras, la
llamada filosofía analítica —suponiendo que allí se encuentra lo esencial del
acto filosófico— y la otra, la posmoderna, en darle vueltas al sinsentido de lo
ya filosofado, pero sin poder hacer otra cosa que deconstruir lo construido
para ver qué se puede hallar en medio del caos resultante.
La consecuencia de esta situación, inútil
para efectos prácticos, ha llevado a que se genere en el hombre común una
percepción de que la filosofía es una especulación intonsa, que da vueltas
sobre lo mismo, sin ninguna vinculación directa con el usuario principal: el
ser humano. Es vista entonces como un ente que se muerde la cola, que no sale
del encasillamiento de apelar siempre a Platón para cualquier cosa, sabiendo
que todo ello acabará en el acostumbrado relativismo e inacción por parte de
algún filósofo de turno. Las palabras de éste, por muy acomodadas que estén, se
las terminará llevando el viento, y no pasarán de ser un simple discurso con un
tufillo de maestro de escuela quien recomienda a sus alumnos portarse bien y
hacer caso a sus progenitores.
En medio de este panorama, aburrido de optar
por una verborrea con visos de alquimia secreta, se hace necesario que surjan
filósofos que no estén atrapados por la lógica del sistema —para el cual todo
ya está dicho y resuelto, siendo su preocupación solo una mera repetición de lo
mismo pero expresado en forma diferente. Ello pasa necesariamente por el
desligamiento de los principales derroteros que orientan al pensador a llegar a
esas conclusiones (algo similar a lo que ocurre en el arte contemporáneo en el
sentido que a las academias ingresan jóvenes habilidosos que luego salen
expertos en hacer obras absurdas, carentes de sentido y de belleza, denominadas
“instalaciones”, o sonidos disparatados y cacofónicos llamados pomposamente
“música contemporánea”). Un pensador que desee ejercer su oficio llevado por su
impulso natural a filosofar debe evitar ser obligado, mediante los fórceps
tradicionales, a convencerse que es necesario reprimirse y adaptarse al
sistema. Tiene más bien que huir de la carcelería de las aulas puesto que ellas
no representan ni remotamente la orientación original de la práctica filosófica
—la cual se da entre un maestro y un discípulo, y de forma libre y espontánea.
Difícilmente se verá por los pasillos universitarios a dichos personajes. Esto
porque ello es visto como un sinónimo de atraso, y es objeto de burla por parte
de las autoridades. Se impone así el criterio de lo sistemático, de lo
investigativo, como si la filosofía fuese una ciencia, cuando es en realidad
más un producto de la inspiración y de la observación personal de parte del
filósofo, tal como ocurre con el auténtico y sufrido artista.
Y se rechaza esto porque hoy se considera al
filosofar como una técnica mental, como si de un ejercicio físico se tratase
para desarrollar determinado músculo —cual un moderno “pilates” cerebral. Sin
embargo, el verdadero filosofar, que no reniega del conocimiento acumulado por
el hombre, no consiste en hurgar en el pasado ni en encontrar las
articulaciones de las palabras —cosa que es buena si se tratase de descubrir un
lenguaje desconocido. La filosofía es, fundamentalmente, un acto creativo a
cargo de un filósofo, es una innovación en la forma de pensar acerca de lo que
somos y de dónde venimos. Un rápido recuento de las más importantes obras de la
historia filosófica nos demuestra claramente que los grandes pensadores de todos
los tiempos son aquellos que, basados en su propia inspiración, conciben
esquemas y modos de entender la realidad hasta antes de ellos inimaginada. Muy
pocos sustentan sus elucubraciones apelando a las de otros, del mismo modo que
un poeta no suele escribir utilizando las palabras y los giros que los grandes
vates ya emplearon. Lo que la gente espera es siempre la versión personal del
poeta y no el copioso análisis de lo ya realizado. Igual ocurre con el
filósofo, donde su deber es dar a conocer lo que él ha pensado, descubierto o
creado, no así que discursee sobre lo mucho que sabe acerca de la obra de algún
colega; eso al receptor poco le interesa y solo sirve para demostrar una buena
memoria o cuánto tiempo se ha perdido en rebuscar en las bibliotecas intimidades
ajenas.
Es por ello que decimos que la obra de
Flores Quelopana se encauza más por este sendero: por el de la libertad de
pensar y de crear al filosofar, y no por el de demostrar una erudición
petulante y ociosa, más aún en una época donde la Internet ofrece casi toda la
información, resumida y contrastada, en cuestión de segundos y al alcance del
lego. La gran mayoría de los que se dice que son filósofos caben dentro de este
esquema, puesto que, en vez de ser creadores, son especialistas en lo que otros
crearon, sin darse cuenta que así le hacen el juego al sistema al no cambiar
nada de lo que ya está revisado y aprobado.
Flores Quelopana nos lleva a cuestionar
profundamente nuestra idea acerca de que la filosofía es un invento de los
griegos y que solo la cultura occidental es la gestora y guardiana de la pureza
del filosofar, atribuyéndose ella ser la única capaz de realizarlo
correctamente. En su libro el autor nos explica que todo esto parte
principalmente del prejuicio y de la incapacidad de ver las cosas desde una
altura mayor que nos permita descubrir el verdadero mapa del lugar, de tal
manera que se pueda entender que las cosas no son como parecen ser desde la
plaza del pueblo. Si bien los griegos pueden haber desarrollado una forma de filosofar,
decir que solo ellos lo hicieron y que su modo de efectuarla es el único
posible resulta tan absurdo como afirmar que, porque la palabra arquitectura es
de origen griego, entonces son ellos los inventores del arte de la
construcción. El hecho que la alocución ‘filosofía’ sea de raíz griega no nos
debe llevar a pensar que es una potestad exclusiva de tal pueblo, como si el
uso de la palabra baranda significara que los indios fueron los creadores de
tal agarradera para bajar las escaleras.
Entonces, si se quiere saber qué es la
filosofía en toda su amplitud, no se puede constreñir su definición y
desarrollo a solo un punto de vista cultural: tiene que ser entendida como una
acción humana y universal. En este libro encontramos esa perspectiva —lo cual
no es ajeno a su contexto, pues los seres humanos no podemos escapar a ser un
producto de nuestro tiempo. Vivimos hoy en un momento coyuntural de la
sociedad. Por un lado, numerosas posiciones políticas que antes nos daban la
impresión de tener resuelto el mundo han sido dejadas de lado para dar paso a
una visión pragmatista y economicista de la existencia, en la cual solo
interesa la supervivencia del individuo de la mejor manera posible, sin
perspectivas mayores que la satisfacción de las necesidades. Las anteriores
ideas que nos remitían a una dimensión compleja, como la de ver la vida más
allá de lo terrenal, están hoy por hoy menoscabadas por una estructura de
pensamiento híper realista, sujeto a la inmediatez, y que exige, antes de creer
en algo, que se presente la prueba tangible y concreta de lo que se dice (con
lo cual desaparece el concepto fe del vocabulario pues se vuelve obsoleto e
innecesario dado que no es demostrable).
Por otro lado, este mismo sistema
omnipotente, denominado como sociedad de mercado, vive en constantes instancias
de crisis, lo cual lleva al hombre común a pensar que es imposible alcanzar sus
verdaderos anhelos de claridad y paz dentro de la batahola frenética de las
compras y ventas en un sistema mercantilista. A esto se suma una novedosa
visión, resultado de la Modernidad, que es la posibilidad de que el ser humano
sea el responsable de su propia destrucción —y con ello la de la naturaleza— lo
cual establece una incertidumbre e inseguridad antes nunca vista a lo largo de
nuestra historia. La Modernidad recién nos está mostrando su otra cara y con
ello el ser humano empieza a verla tal como ella realmente es: como una
devoradora de la materia, una explotadora del recurso natural, una maquinaria
de destrucción sin medida ni control.
Flores Quelopana se desenvuelve en esta
realidad, subsiste dentro de este maremagno de angustia y de temor, de
inseguridad total acerca de lo que el hombre contemporáneo hace, y por eso sale
a responderle con filosofía. Pero él no está solo en el intento; su alimento es
también sus propios contemporáneos más cercanos, quienes contribuyen de alguna
manera a que geste las ideas que él expresa. Se encuentra acompañado por otros
que también comparten esa visión liberadora de la filosofía, que no creen en la
preeminencia de Occidente para ser la medida de todas las cosas y que también
piensan que el filosofar es universal y no un hecho cultural —aunque cada
cultura le imprime su propia esencia y estilo. No dudamos que el autor ha
sabido recoger todos estos aportes provenientes de quienes avanzan por el mismo
camino. El mérito de nuestro filósofo está en que no se duerme sobre el
pesimismo de la falta de apoyo o de recursos; todo lo contrario, cual informal
peruano sale adelante, sin miedo, y gesta su propia editorial con lo que posee
en el bolsillo, y sin mayor empacho se exhibe abiertamente ante la mirada
impávida del mundo académico, que no acierta a entender cómo alguien puede hacer
tanta bulla con tan poco papel.
Este rompimiento con el esquema tradicional
de la filosofía es, a nuestro entender, la principal virtud del libro de Flores
Quelopana. De ahí en adelante todo puede pasar pues, como dijimos al comienzo,
una vez que se encuentra la llave que abre todas las puertas, el cielo es el
límite, y todo se puede replantear desde el punto de vista creativo. A partir
de ello es posible reescribir la historia de la filosofía, como efectivamente
lo hace, e incluso enmendarle la plana a los más famosos filósofos académicos,
quienes no pudieron escapar a la ceguera de su entorno y de su tiempo. De ahí
que es comprensible que él pueda proponernos, no solo un esquema personal de
qué es la filosofía, sino también dónde ella está, cómo se da y, de paso, cómo
puede ser la que le pertenece a los mundos no occidentales, como es el caso del
mundo andino.
Flores Quelopana nos invita a conocer una
manera de filosofar que él denomina mitocrática, la cual se opone —o yo diría
se complementa— con la que llama logocrática, que vendría a ser la que
normalmente se piensa que es la única filosofía posible. Creo que lo importante
no es ver qué tan cierto es o no esto, puesto que ya mencionamos que, al no ser
una ciencia, la filosofía es esencialmente un acto creativo que surge de una
nada previa, de modo que no se puede encontrar antecedentes a lo que antes no
existía. Si esta forma de entender las cosas nos agrada, nos parece correcta o
explica bien nuestra realidad, será un asunto propio de nuestro criterio selectivo.
La idea que la filosofía es la búsqueda de la verdad, una total y absoluta,
como si ella fuera algo realmente existente en algún lado, no es lo que
actualmente prima en el pensamiento contemporáneo, pues ello nos haría
agotarnos en el intento de demostrar, primero, la existencia de dicha verdad, y
eso nos puede tomar una eternidad. Lo que hoy necesitamos son más bien
filosofías frescas, esperanzadoras, revitalizantes y reconstituyentes, que
renueven la fe en la vida y no la destruyan para que, supuestamente, permitan
que el hombre viva, pues ello no es más que un contradictorio y paradigmático
sinsentido.
Pienso que la propuesta filosófica de
Gustavo Flores Quelopana, al igual que la que practican muchos de sus más
cercanos, va en ese sentido; en el de la renovación y del cambio, en el de las
nuevas iniciativas y los nuevos horizontes. Es una filosofía liberadora, que
nos da a entender que los no occidentales no somos dependientes sino creadores
de nuestro propio destino. Este es el nuevo rumbo que hoy nos sugiere el
filósofo limeño: el renacimiento del filosofar, liberado ya de la carga del
convencionalismo y del dominio del poder. Lo que pueda pasar a partir de ahora
pertenece al misterio, en el cual él fervorosamente cree. Se ha abierto aquí una
caja de Pandora y, a partir de este momento, el mundo podrá ser nuevamente
entendido y redibujado, devolviéndonos con ello el entusiasmo por vivir y por
soñar con utopías aún posibles, aún mejores.
Amatorium: Un poemario a contracorriente
Amatorium: Un poemario a contracorriente
Luis Enrique
Alvizuri, 19 de abril del 2012.
El filósofo y
escritor Gustavo Flores Quelopana nos vuelve a presentar otra de sus obras en
su ya vasto bagaje literario tratándose esta vez de un poemario al que ha
intitulado Amatorium. Tal como se
señala en la reseña, este trabajo pretende ser “…un tránsito hacia un neo
romanticismo que sintetiza el alma introvertida y nostálgica del indio
taciturno con la pasión desbordante y galante del hispanoamericano, alma a su
vez angustiada por la apocalipsis moral y climática de la posmodernidad”.
Esta misma presentación nos anuncia un eje temático que no
necesariamente se circunscribe al interés hacia el sexo femenino, sino que
esencialmente se centra en las más hondas preocupaciones del ser humano, algo
que abarca aspectos que van más allá del drama personal del deseo carnal.
Toda creación es la huella en el caminar de un ser, es su firma por la
cual es posible descifrar un mundo interior siempre cerrado y desconocido a los
sentidos. En el caso de Flores Quelopana, este poemario nos revela una vez más
al hombre que desde un principio se ha dado a conocer como un profundo pensador
y analista, típica actitud que caracteriza a los filósofos. Porque Flores
Quelopana es un filósofo, y aun cuando haga una poesía que intenta dirigirse
aparentemente a la mujer, no puede desligarse de su esencia natural que es la
filosofía. Quien escribe estas líneas comparte con él este mismo oficio por eso
le es más asequible entenderlo. Bastaría con comparar alguna de sus líneas con
lo que comúnmente se entiende por poesía para vislumbrar que su estro no se
agota en solo la perecedera carne o en los recuerdos sensoriales de lejanas
caricias, sino que se entrecruzan con los principales hilos que mueven su
espíritu: la mística y reflexión.
Cada uno de los 54 poemas insertos en este libro contienen una mezcla
peculiar de estos tres orígenes: la pasión humana y personal, la búsqueda de
una trascendencia mediante la fe y la preocupación permanente por el desarrollo
y destino de toda la especie humana. Esta clase de expresiones nos remite de algún
modo a la poesía mística española del siglo XVII con San Juan de la Cruz o
Santa Teresa de Jesús donde el objetivo de las ansiedades y esperanzas son
siempre Dios como iluminación y anhelo, pero por intermedio de la experiencia
mundana. El mismo vocablo amatorium
que sirve de título nos advierte que el poeta intenta ubicarse en un plano que
no es precisamente el moderno sino, todo lo contrario, uno más cercano a un
romanticismo tardío. A un lector contemporáneo puede resultarle extraña o hasta
obsoleta esta actitud pues se nota claramente que se retoman los valores del
pasado premoderno donde aún no había calado el pragmatismo y el uso de la
palabra llana, casi vulgar, para la manifestación sublime. Aún más, la poesía
actual justamente se esmera en negar todo tipo de elevación puesto que se agota
en el consumo inmediato del placer terrenal y rechaza todo aquello que se
proyecte más allá de la utilidad. Lejos de la mirada vallejiana o la dimensión
de Eguren, los poetas del siglo XX y XXI, influenciados por el ritmo y los
horizontes de la sociedad de mercado y sus parámetros, sobredimensionan su
propio ser, que toman como centro para su sentir, y se abocan desesperadamente
en transmitir su individuismo muchas veces carente de la mayor profundidad
puesto que de allí está erradicada la proyección ultraterrena y metafísica. Se
puede decir que la poesía moderna se indefendió de la agresión del sistema y se
enconchabó en sus propios miedos y frustraciones sin lograr sacar la cabeza más
allá de la realidad que el mundo material del consumo permite. Los intentos
socialistas del siglo pasado quedaron en el olvido en medio de un triste
convencimiento que poetizar es solo sufrir lánguidamente de impotencia.
Flores Quelopana pareciera rebelarse ante ese desencanto y minimalismo
de hoy, en donde prima lo crematístico y comercial en desmedro de las
manifestaciones del espíritu, y recurre a un pasado que para él estuvo pleno de
contenido, de ahí se desprende el que encontremos términos que nadie ahora se
atrevería a emplear por temor a la calificación de “arcaico”. Palabras como
bermejo, céfiro, áureo, bergamasco, prístina, brezo, arrobada, inmarcesible,
vesperal, zarzal, oráculo, argénteo y muchas más por el estilo navegan sin
pudor por sus versos, haciendo caso omiso a los posibles críticos dispuestos a
ubicarlo en el gabinete de lo pasatista y falto de originalidad. Es cierto que
al lector del siglo XXI tales voces le sonarán a palimpsesto, más apropiado
para exégetas que para personas atareadas y atosigadas por los medios masivos y
estupidizantes actuales, pero habría que preguntarse si no existirá detrás de
esto una forma sutil de protesta ante un sistema que ha deshumanizado al humano
y ha desacralizado a lo sagrado. Mientras que, para el pensamiento oficial,
propio de Wall Street, la realidad es res, cosa, en Flores el Universo retoma
sus antiguas vestiduras y se plaga de dioses y luces expulsadas por las
nociones cartesianas y por el agiotismo fenicio de los anglosajones y banqueros
judíos. Se podría incluso semejar a la última gran marcha anti moderna habida
en el siglo XX cuando un grupo de intelectuales propuso el retorno a la
naturaleza como cura para esta enfermedad creando el frustrado movimiento
hippie.
Los aires místicos con los que se arropa el erotismo del poeta se
rebelan desde los mismos títulos de los poemas como: Ángelus, En este vuelo terrenal…, Ángel exterminador, Misterio grato,
Se lo di al cielo, ¡Salve espíritu!, Deo gratia, Sueña eternidad, Alma herida,
Con piedad y celo, Cielo silente, Milagros. Y si hablamos del estilo nada
extraño le será éste para quien esté acostumbrado al manejo de la Biblia
encontrar un claro ritmo salmódico que se repite con frecuencia en muchos de
los poemas. Se puede citar Cielo silente
cuando dice: “En los límites del cielo silente, / pienso en ti, Marta mía. /
Atesoro cuando ensortijabas tu cabello/ al advertir que te miraba. / Y mis ojos
te hacían toda mía,/ y yo existía porque tú lo sentías. En los límites del
cielo silente, / pienso en ti, Marta mía.” O también Corazón: “He vivido al galope, / de querencias y pasiones. /
Descarnando mundos sin posesiones, / como tábano valiente/ amé volando la vida,
/ pegando tenazmente/ mi prolongada nariz, / donde de incienso y pólvora/ se
enciende la poderosa frente. He vivido al galope, / de querencias y pasiones.”
Y siguiendo con las ineludibles menciones teológicas podemos referirnos
a Impureza pura, en el que convergen
la simbología cristiana y la ansiedad corporal: “¡Oh impureza pura, de manos
santas! / Y en aquella hora fría, / de lujuria, bacanal y vergel, / vi aquella
mujer enclavada en su cruz, / ocultando en su seno un cirio de luz.” También lo
hallamos en ¡Muerte! ¿dónde está tu
corazón?: “¡Muerte! ¿dónde está tu corazón? / Yo comprendo tu maléfico
veneno, / más, serán rotas las cadenas de tu cieno, / cuando la Eternidad te
haya besado.” Una más sería Misterio
grato: “Dame Señor, las cosas temporales para usar / y las celestiales para
desear, porque/ sólo visitados por ti, vivimos y somos levantados. / Es un
misterio grato, que Dios haya amado/ la idea de la existencia del hombre.”
Como se ve, la presencia del complejo mundo de la fe se inmiscuye entre
las miradas, los perfumes y los balcones que son materia tradicional de la
poesía romántica y finisecular de los inicios de la modernidad. Podría
objetarse que se trata de una obra calcada de viejos libros novecentistas
españoles parodiando esto a un febril Quijote que se embriaga de ciertas
lecturas hasta hacerlas suyas. Quizá. Pero viniendo de un escritor de ensayos
de filosofía acostumbrado a la crítica profunda y al detalle escondido es
imposible creerlo, por lo que es más que seguro que esa ha sido la intención
del autor: la utilización de figuras literarias en desuso para causar el efecto
de contraste, yendo en contra de las modas y los convencionalismos para los que
en la poesía lo más importante es la libertad total del verso al punto que ha
devenido en caótica, dispersa e incomprensible. Al perder todos los referentes
absolutos (Dios, la belleza, la reflexión filosófica, la armonía) la poesía
moderna se ha desvanecido en las aguas turbulentas del ruido y el apurado
frenesí de los compromisos laborales que no dan tiempo más que para ver
televisión para coger el sueño. Flores Quelopana pareciera haberse enviado a sí
mismo al pasado, cual novela de ciencia ficción, y con levita y pañuelo
estuviese al pie de una ventana señorial engalanando a una dama cuyos únicos
atributos son el ser fémina y estar en edad de merecer.
Pero un tercer elemento que completa la trilogía de ingredientes en este
poemario es el filosófico en donde, junto con el halago y la exultación de la
belleza física, se entremezclan reflexiones y pensamientos obviamente muy
necesarios para el propio autor, aunque probablemente no tanto para la supuesta
receptora de sus versos. Como muestra se puede citar un fragmento de Presentimientos: “La soñé como mi único
tesoro y desde/ Mis adentros digo: ¡Eso es vivir para no morir! Que la única
eterna juventud/ Es la que ganamos con el oro de las ilusiones. Amén.” También
en Bella Taylor encontramos: “No
indagues el secreto, ni busques la verdad, Porque desde los hondos valles hasta
las altas cimas/ La fuente más pura encuentra siempre légamo al pie…” Y en Con piedad y cielo: “Yacía bella,
angelical en el funeral, / con sus hermosos ojos cerrados, / en contrito
réquiem ritual, / dulce descansaba mi amada.”
Igualmente, no se puede ignorar que existen toques clásicos que hacen
recordar a poetas como Shakespeare en el caso de Alma herida: “¿Qué conducta es digna para un alma herida? / Sufrir
los dardos sórdidos y tiros del desamor, / un breve mes, un breve día, / luego
me buscas con amorosa hambre…” O en el de Epitafio:
“¡Nadie ose perturbar esta tumba! Aquí yace con las cuencas vacías/ un cráneo
de selvas foscas, / un corazón que ardió como fuego, / dos manos que se
extendieron como garras, / un cadáver que sorbió el fragante veneno”. También
hay pasajes logrados que tienen un peso significativo propio como en La soledad: “Yo lo sé, y lo digo con
lagrimones, / Tú partiste antes, / porque la soledad/ era más mi compañera, Y
es cierto.” O en el mismo poema: La vida es como un sueño, / un día llegamos
sin saber ni prever, / y al otro levantamos velas sabiendo/ menos de lo que
creemos.”
Pero si hubiera que destacar un poema, entre varios, podría resaltarse
el titulado No te quiero. “Si me
buscaba, mañana tarde y noche/ la suave ninfa de los bosques,/ me preguntaba yo
si su aroma a violeta/ sentía atracción por un viejo roble./ Terminé
queriéndola como bestia irracional,/ sin concretos y vibrando a puro
sentimiento,/ sin reparar que un diente de sierpe,/ se hundía sin cariño en mi
agreste añoranza./ Sus piececitos hechiceros/ dejaron el rosal deshecho, ella/
como criatura errante, amarga doncella, me espetó con rostro indecible:/ “Uf,
no te quiero ¡Vejete!./ Mi débil corazón perdió sus compás./ ¡No más!… ¡Oh,
nunca más!” Tampoco se puede desdeñar lo logrado en materia netamente erótica,
como en el titulado Tu cabello: ¡Ay
de mi —repuso ella—/ Y con su mano de nácar/ accedió a mi ruego, / con el
meñique dio un capirotazo, / y el moño deshecho dejó llover/ en cascada hasta
la espalda, / una lisa y radiante cabellera negra”.
Por otro lado, a pesar de lo reseñado en la contratapa es muy poco lo
que de raíz andina se puede encontrar en el poemario; apenas algunas
expresiones como ayacuchana, amaranto o Ande. Abundan más bien las de claro
origen hispánico, razón por la cual ciertas palabras hacen recordar a las obras
clásicas del llamado Siglo de oro. Y si de poesía peruana se trata en el poema
titulado Lleno de años se hace una
clara referencia a Eguren: “Cual Diana trépida de albos lirios / como guirnalda
festiva, / alegre vive la fugitiva, / derrochando rutilante juventud. /”
Amatorium es una obra que suscita justificables preguntas en el lector quien de primera intención puede pensar que está ante un texto extemporáneo, pero al leerse con el debido detenimiento que toda poesía requiere se entenderá cuáles han sido las causas de su existencia y entre ellas parecen estar, como ya se dijo, una modernidad en vías de extinción incapaz de reflejar con palabras algún atisbo de belleza, lo que ocasiona en espíritus sensibles como el de Flores Quelopana, un rechazo asqueado por la manera cómo se ha privado a la vida y al mundo de su valor intrínseco para dárselo todo a la ley de la oferta y demanda, convirtiendo la existencia en un proceso de compra y venta. Flores Quelopana, con Amatorium, hace caso omiso a estos cantos de muerte y crea su propio mundo donde el pasado y el presente se hacen uno cohabitando en un mismo momento atemporal. Es por ello que su lectura no es fácil para ojos acostumbrados a la literatura de poca exigencia.
La encrucijada de la condición andina.
Reseña a
La encrucijada de la condición andina.
Ensayos sobre la crisis identitaria
de Gustavo Flores Quelopana
Luis Enrique Alvizuri
Una
vez más alguien viene a hacernos perder el tiempo. Esta es otra demostración de
las agudas falencias y absurdos de nuestro sistema educativo. Porque no otra
cosa puede ser el hecho que se persista en tesis trasnochadas que no quieren
entender que la civilización es solo una, que la ciencia es una también y que,
por supuesto, solo existe una filosofía: la de Occidente. Yo, en lugar de
ustedes, estimados asistentes, me levantaría en este momento e iría a hacer
cosas más útiles y necesarias en vez de desperdiciar minutos valiosos en vanas
peroratas.
Pero
como veo que a la mayoría nos sobra tanto el tiempo como para seguir en este
sinsentido entonces trataré de actuar, ya no como observador o crítico, sino
como terapeuta. ¿Qué hace que gente inteligente, preparada incluso en aulas
universitarias, lance tantos dislates, a contramano de lo que es el
conocimiento universal? ¿Qué puede motivar a estas desviadas mentes a
prorrumpir frases extraídas de la oscura noche del pensamiento? ¿Por qué, una
vez más, este remanido e infantil tema de lo andino vuelve a ser puesto en el
debate en pleno siglo XXI? ¿Es que la gavilla de campesinos ignorantes, con sus
tomas de carreteras o sus disfraces precolombinos, nos impactan tanto que
terminamos por convencernos que sus fantasías pueden tener siquiera algún
sustento?
¿O
es que estamos asustados, tal como lo manifestaba un prestigioso siquiatra,
preocupado porque su abuelita le había dicho cuando niño que un día los cholos
iban a tomar por asalto Lima y que iban a matar a todos los blancos? ¿O tal vez
estamos acomplejados de que, por no ser blancos, no nos han contratado en la
Católica ¾así nomás, Católica, sin esa huachafería de “pontificios”¾ y, en revancha, apelamos a nuestros genes y nuestro devaluado color de
piel para, entre lágrimas, decir: “yo también valgo, aunque no sea inglés o
alemán”? En fin, difícil sería saber por qué extrañas razones uno reitera el
desgastado tema del pasado para afirmarse en el presente. Pero, les confieso
que me salta una duda, pequeña, pero duda al fin. ¿Y si no se tratara de eso,
de ignorancias patológicas raciales y revanchistas? ¿Y si hubiera algo en el
fondo de estas ansias contraculturales que tuviera algún tipo de sustento?
Claro, podría parecer que se trata de un momento de beodez o de alucinación
sicofarmacológica lo que nos esté llevando a contemplar esta posibilidad. Pero
¿y si no? ¿Y si de repente estamos obviando algo que no vemos? ¿Y si tal vez la
universidad no lo sabe todo, o no lo dice todo ¾que no es lo mismo?
Qué
preocupante ¿no? Y no sería la primera vez que tuviera que ser un extranjero ¾perdón, un “san” extranjero¾ quien viniese a
decirnos que ha descubierto que no somos lo que somos, sino que somos otra cosa
que él ha analizado y comprobado que somos (uno de esos miles de Hiram Bingham
del pensamiento que devoramos con devoción). Si pues, quizá pueda ser que
merezca la pena descartar esta posibilidad de que el tema andino no sea tan
solo una demostración de atraso folclórico-turístico de rabiosos y ambiciosos
indigenistas financiados con millones de dólares de las ONGs y de las Naciones
Unidas. Quizá lo andino pueda ser que tenga algo de sustento, un poquito digo.
Quizá, es un decir, puede que haya un poco de razón con respecto a eso de que
Occidente no es la Civilización humana sino solo una civilización más en la
historia.
Tal
vez puede ser cierto que cada civilización viene con su ciencia y tecnologías
bajo el brazo. Solo así podríamos explicarnos por qué los conocimientos no se
trasladan de civilización en civilización y sus restos quedan como misterios; o
a lo más pasan a la siguiente, pero deformados, sin el sentido que tenían en su
versión original (como por ejemplo las sillas donde ustedes están ahora
sentados, que, por si no lo saben, fueron creadas como altares y solo se
aposentaban sobre ellas los chamanes, como sinónimo de comunicación religiosa
con los dioses). Quizá por esa razón que hoy nadie construye pirámides ni Machu
Picchus; y tampoco nadie sabe cómo las hicieron. Las civilizaciones sucesoras
nunca gustan de recordar a sus antecesoras; las aniquilan hasta no dejar
vestigio de ellas. Si no, pregúntenles a nuestros sufridos arqueólogos cuánto
lamentan estas destrucciones. Y ya que especulamos así, podríamos quizá también
suponer que tal vez cada una de estas civilizaciones tuvieron, por qué no, su
filosofía, que, lógicamente, no se llamaba así, pero hacía lo mismo, aunque
algunos piensen que el nombre hace a la función y no al revés.
En
ese caso tanto el cerdo, como el cochino, el marrano, el chancho y el porcino son
animales completamente diferentes. Y si seguimos explorando estas posibilidades
¾insisto, solo estoy especulando, no afirmando¾ puede darse el caso que la civilización andina no esté tan
desaparecida como regularmente se dice. Quizá se encuentre escondida en lugares
que no nos permiten verla bien. Tal vez estemos percibiendo sus
manifestaciones, sus síntomas, pero, cual misterioso virus, no sabemos dónde
exactamente está. La escuchamos, la sentimos, nos empuja, nos molesta, ensucia
nuestras calles, malogra el idioma, degenera nuestra raza, se mete en los
negocios, en los medios de comunicación, “cholea” la pantalla, “cholea” las
cátedras, “cholea” la cultura, en fin, corrompe las estructuras occidentales
del Estado. Esta andinidad, como podríamos denominarla, es la llamada hoy
“informalidad”. Pero ¿qué es la informalidad? Es el salirse de las normas. Pero
¿quiénes se salen de las normas en una sociedad?
Los
delincuentes, tanto rateros como banqueros. ¿Será tal vez, quizá, la andinidad
una delincuencia, o un pueblo degenerado al que le falta cultura? (cultura en
términos occidentales, obviamente). ¿No será entonces otra cultura? Pero ¿puede
haber otra cultura en un mundo globalizado, donde lo occidental es calificado
como Cultura Universal, como sinónimo de Cultura? Eso parece absurdo. Admitir
que puede existir una cultura paralela a la oficial sería reconocer que
Occidente no lo es todo, no lo sabe todo y no tiene derecho a imponerse sobre
el resto de la humanidad. Y esto no se puede permitir. ¿Cómo quedaríamos
nosotros, los hijos de la madre universidad, fiel retrato de Europa? No como
ignorantes, lógicamente, pero sí como parcialmente instruidos; conocedores solo
de una parte, mas no del todo. Esto, lo vuelvo a decir, no lo debemos permitir.
Aquí no está en juego la verdad, señores, porque la verdad es solo aquello que
nos da la razón y nos conviene (seamos francos ¿alguien aceptaría una verdad si
sabe que ella le perjudica? ¿Conocen ustedes, han oído hablar alguna vez, de
algún suicida que reconozca que lo que él cree y le da poder, y le da para
comer, no es la verdad? Particularmente yo no). Por lo tanto, pienso que, así
me demuestren lo contrario, si nuestro estatus está peligro solo por el hecho
de que ocurran cosas que nos digan lo contrario a lo que creemos yo me opongo y
lo negaré cien veces.
Y
tal parece que el señor Gustavo Flores Quelopana, con este libro titulado La
encrucijada de la condición andina está intentando socavar las bases de un
conocimiento oficial y oficializado que es lo que nos permite mantener nuestros
privilegios. De continuar con estos esfuerzos podría incluso llegar a descubrir
mecanismos internos insospechados que nos generen angustias y nos causen nuevas
zozobras intelectuales y políticas de las cuales ya estamos sumamente hastiados.
Pienso
que, en pro de nuestra amada civilización y cultura Occidental y cristiana, en
su versión norteamericana, deberíamos prohibir e impedir que se continúe
insinuando la posibilidad de que se dé algún “revival” culturalista por cuanto
solo servirá para alimentar las desquiciadas obsesiones milenaristas y utópicas
de acomplejados indios marginales que para lo único que sirven son para
interrumpir el avance del desarrollo y progreso occidental. Por todo esto solo
quiero terminar diciéndole a nuestro delusivo amigo que, en nombre de la clase
gobernante pro occidentalista de este país, deje de ya de hacer divagaciones
subversivas y se ponga a escribir sobre las zapatillas de Platón, a ver si así
logra por fin que una editorial seria publique alguno de sus pintorescos
libritos.