viernes, 4 de agosto de 2023

IMPERIO YANQUI NO ES INMORTAL

                   IMPERIO YANQUI NO ES INMORTAL

 

 

Es parte de la lógica fantástica imperialista hacerse la ilusión de que durará para siempre. Pero esto nunca sucede ni sucederá en la historia. Bueno sería que los imperios asimilen la idea de que algún día decaerán y morirán, ello ahorraría el sacrificio de millares de víctimas, pero generalmente llevados por su engañoso poder y soberbia nunca admiten que les llegó la hora de abandonar el escenario histórico.

Hitler hablaba del Reich de los mil años y no pasó más allá de doce años. En cambio, los imperios de la antigüedad destacan por su longevidad, así el imperio egipcio se prolongó durante más de 3 mil años, seguido por el imperio chino con 2 mil años, babilónico con 1,500 años, el romano con 1,476 años, el imperio carolingio con mil años, el imperio árabe en la Península Ibérica duró ocho siglos, el imperio británico la friolera de 600 años, el español apenas duró tres siglos. Después de éstos vendrían los imperios coloniales de los imperialismos occidentales (1871-1914) que fueron de más corta duración. Y por último el imperialismo norteamericano que desde 1898 -año en que se anexa territorios contiguos- hasta el presente ya tiene 125 años. El científico Samuel Arbesman, hizo un estudio sobre la duración de 41 imperios entre los años 3.000 a.C. y 600 d.C. y descubrió que su duración promedio fue de 200 años. Pero a partir del siglo XX ningún país imperialista llegó al centenario. Lo cual no es exacto, no en vano el imperio estadounidense tiene 750 bases militares repartidas en ochenta países del globo. Es sin duda un imperio.

¿Cómo es que estando en decadencia el imperio estadounidense puede mantener en pie tantas bases militares repartidas en el mundo? Y la respuesta es que lo último en desmontarse de un imperio es su aparato militar. Y es que esto viene casi siempre después de agudizarse la crisis política y la lucha interna por el poder. ¿Se agudiza la crisis política en el imperio yanqui? Sí, y lo vemos no sólo en el dudoso triunfo electoral de Biden sobre Trump, el asalto al capitolio por los partidarios de Trump en el 2021, en la primera vez en la historia de los Estados Unidos en que un expresidente es imputado -Trump es acusado de 31 cargos por violaciones de la ley de espionaje, cuatro por obstrucción a la justicia y dos por falsedades-, sino también en desatarse la lucha intestina en el propio partido demócrata con Robert Kennedy Jr., que no sólo supera en las encuestas a Biden, sino que lo acusa de preocuparse más por el dominio global en vez de reconstruir la prosperidad del país. En otras palabras, la crisis política y la lucha interna por el poder en el imperialismo norteamericano ya se inició y su desenlace es de pronóstico reservado.

La crisis política del imperio romano en el siglo III duró casi cincuenta años, entre la muerte del emperador Alejandro Severo y el ascenso de Diocleciano. Pero la caída no ocurre sino hasta el 476 cuando el Imperio Romano de Occidente conoce su ruina al ser depuesto el último emperador de Roma, Rómulo Augusto, a manos de los pueblos bárbaros. Para los adeptos de la teoría del excepcionalismo estadounidense nada de esto ocurrirá a su imperio, en cambio para otros analistas el proceso ya se inició con una sensible disminución de su poder en términos geopolíticos, financieros, económicos, sociales, salud, medio ambiente y militar. Fue Trump el primer presidente que habló de la decadencia del país, pero para Noam Chomsky la decadencia empieza al terminar la Segunda Guerra Mundial.

Y en cierta medida Chomsky da en el clavo, porque cuando un imperio emerge como potencia militar global comienza su deterioro moral e intelectual. Y eso fue lo que sucedió a lo largo de décadas de capitalismo de bienestar, que difundió el materialismo consumista más chato, vulgar y salvaje. Lo cierto es que los Estados Unidos ya no es “la tierra de la gran promesa”, como le llamaron Barack Obama y Hillary Clinton en la contienda electoral del 2008. Pero el “sueño americano” se ha convertido en la “ilusión americana”, y para los inmigrantes en la “pesadilla americana”. Ahora es la podredumbre estructural de los Estados Unidos la que amenaza con expandirse por todo el mundo. Por lo pronto, el primer afectado resultó encontrarse al otro lado del Atlántico, pues ya contaminó a la Europa liberal, la cual siendo rehén nuclear de los Estado Unidos se convirtió en un continente ocupado militarmente por el imperio, por ejemplo, la más grande base militar americana con más de 40 mil efectivos se encuentra en Alemania, y por décadas los soldados norteamericanos dejan su huella cultural disolvente en tierras tudescas, donde se ve a las claras que “el jardín europeo”, que ve el alto representante de la Unión Europea, Josep Borrell[6], es en realidad un jardín de drogas, delitos, inmoralidad y corrupción.

Para el Banco Mundial Estados Unidos es el  segundo país más desigual del mundo, unos 16 millones de estadounidenses son analfabetos, el número de personas sin hogar crece constantemente, 40 millones de sus ciudadanos viven en la pobreza, mientras que 18 millones en extrema pobreza, es el país con el mayor porcentaje de su población en cárceles, la mortalidad materna se ha duplicado, las muertes por sobredosis creció ostensiblemente, su población es el mayor consumidor de drogas en el mundo, los crímenes violentos se han disparado, hay un auge de divorcios, de hijos no reconocidos, los suicidios adolescentes aumentan vertiginosamente, las masacres en escuelas, universidades y calles aumentan por pistoleros solitarios, ocupa el lugar 36 de acceso al agua en el mundo, el consumo de drogas se convirtió en una pandemia, se agudiza el desempleo, la deuda pública, el déficit comercial y está en vías de ser una pis del Tercer Mundo. En una palabra, el desarrollo humano no sólo se ha estancado, sino que está en franco deterioro irreversible. Para los conservadores el aumento del gasto en programas sociales son la raíz de la crisis fiscal estadounidense. Para los moderados el aumento del gasto militar frena el desarrollo económico. En términos militares la propia Comisión de Estrategia de la Defensa Nacional sostiene que las ventajas bélicas de los EEUU sobre sus adversarios han disminuido. En lo cultural la posmodernidad nihilista ha resultado siendo nefasto sobre la juventud, la cual en vez de buscar la verdad va tras lo relativo, el hedonismo y el narcisismo.

En pocas palabras, Estados Unidos está en decadencia definitiva porque su descomposición en todos los ámbitos de la vida se ha vuelto de coyuntural en estructural por efecto de un sistema que exaltó la codicia, la libertad ilimitada y el placer como valores supremos. El declive y la degradación humana sin límites no es consecuencia de la inexistencia de un mecanismo que permita el perdón de los créditos impagos, eso es su consecuencia, es más bien el resultado de la enajenación extrema de la vida humana.

En ese contexto nos preguntamos ¿Pueden las élites plutocráticas del capitalismo mundial compartir valores humanistas? Naturalmente que no. Si los amos del mundo son los que presiden la desubstancialización del hombre en provecho de sus fortunas personales es natural que vean una salida a su crisis de rentabilidad del capital en un eventual conflicto termonuclear. La eliminación atómica de sus enemigos y competidores viene acompañada con una ventaja adicional, buscada ansiosamente por los amos del mundo, a saber, la sensible disminución de la población planetaria. Sería como matar dos pájaros de un tiro. Y es que, así como no hay imperio inmortal, tampoco hay imperio que sea sensato al aproximarse la curva de su muerte. El imperio norteamericano está en franco declive y abierta degradación y, en circunstancias tales, la insensatez toma el lugar de la razón.

En un contexto nihilista donde naufraga la vida normativa, se invierten los valores y se disuelven los ideales, se produce el extravío del sentido de la vida, el mundo se vuelve absurdo y se expande la irracionalidad del sistema imperante. Ante este deterioro espiritual se pone de moda la vuelta reformista a la filosofía antigua. El neosocratismo contemporáneo piensa que el sentido se la vida no se logra descubriendo valores, sino asumiendo la autognosis como forma de vida. El neoestoicismo actual, por su parte, propone asumir el autocontrol de las pasiones. Pero son propuestas impracticables -porque exige una energía mental que no dispone el alicaído hombre actual-, ilusoria -al pretender alcanzar la eternidad en la inmanencia-, estéril -no se encarna en instituciones sociales- y orientalista -porque rechaza el Dios trascendente-. Todos estos escapismos intelectuales no rompen con la secularización de la modernidad inmanentista y se muestran incapaces de retomar la trascendencia verdadera.

En otras palabras, la mortalidad de los imperios es un proceso metafísico de desgaste del espíritu de una época civilizatoria. Y el espíritu secularista e inmanente de la modernidad antimetafísica llega a su culminación con los estertores finiseculares del occidente liberal. De este modo, sólo con un giro metafísico que restablezca las relaciones de lo inmanente con lo trascendente, se podrá ser capaz de iniciar un nuevo ciclo cultural y civilizatorio en la humanidad. En otras palabras, no basta con evitar una Tercera Guerra Mundial, porque lo que se hace necesario es atajar los excesos terrenalistas, individualistas y egocéntricos de la modernidad temporalista y secularizada.