martes, 1 de enero de 2013

TOTALITARISMO INTRADEMOCRÁTICO GLOBAL

EL TOTALITARISMO INTRADEMOCRÁTICO
DE LAS MEGACORPORACIONES GLOBALES
Sobre la crisis del hiperimperialismo actual
Gustavo Flores Quelopana
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía

 

A mi maestro Juan Abugattás
Quien meditó en una nueva civilización

LA SITUACIÓN

Cuando una sociedad tiende a luchar contra el contenido dialéctico del mundo, ahogando todo lo revolucionario y uniformizando el mundo, entonces la consecuencia es que se vuelve represiva y estática. Al verse suprimida el libre juego de la imaginación creadora entonces las auténticas necesidades humanas se pervierten y degradan para acabar en el robotismo humanoide. En un mundo de injusticia y miseria espiritual los individuos no pueden ser racionales, libres y felices y por tanto es necesario una nueva racionalidad que modifique las relaciones materiales de existencia. Esto es lo que tenemos en el presente con el totalitarismo intrademocrático de las megacorporaciones privadas, basadas más en la tecnología que en el terror.

Para entender la crisis global hacen falta nuevos instrumentos conceptuales, nuevas categorías en el pensamiento político, sin los cuales es imposible hallar soluciones creativas. Nadie entiende lo que actualmente está sucediendo tanto en las metrópolis del capitalismo global como en la periferia del sistema. Y es que se tratan de deducir con conceptos antiguos los fenómenos nuevos. La globalización neoliberal es la expresión de la mutación profunda del imperialismo en hiperimperialismo y su crisis actual es la primera y no la última enfermedad de esta criatura nueva.

La incomprensión del nuevo fenómeno lleva a muchos a ingenuas soluciones románticas que sólo denuncian el carácter especulativo del capitalismo global de los Estados Unidos y Europa y buscan contrarrestar la crisis soñando con hacer retroceder al capitalismo a tiempos felices mediante tres principales reformas: tributaria, antimonopólica y financiera. Así entre los neoliberales, que reclaman austeridad, y los neokeynesianos, que piden estímulo, ha surgido una nueva izquierda que cree en el capitalismo pero no en el capitalismo monopólico. Con ello exhiben su inaudita incomprensión de que no es posible encontrar soluciones antihistóricas que hagan involucionar al capitalismo. Ya Marcuse había señalado que el hombre unidimensional aspira a mejorar su condición sólo dentro del sistema, es, en consecuencia, siempre contra-revolucionario.

En un comienzo se trató de comparar esta crisis con el crack de 1929 pero economistas más avisados no tardaron en darse cuenta que esto no era posible. Luego con una mentalidad más funcionalista que sustancialista se ha abandonado el estudio de los orígenes de la desestabilización para preocuparse por hallar las soluciones más inmediatas al alcance. Pero aunque los jerarcas de las megacorporaciones lo saben, nadie hasta ahora advierte que de la primera gripe del 2008 se ha pasado a la fiebre del 2012 del nuevo Moloc que amenaza a la humanidad entera.

Sin embargo no hay que engañarse, no estamos ni ante el capitalismo salvaje del siglo XIX que denunció Marx, ni ante el capitalismo imperialista del siglo XX que combatió Lenin, sino que nos toca enfrentar a un nuevo monstruo que reclama reconocimiento para su nueva soberanía privada y mundial: el totalitarismo intrademocrático de las megacorporaciones globales.

ANETISMO, HIPERIMPERIALISMO, ECOCIDIO E INTRATOTALITARISMO

Sin eufemismos ni tecnicismos económicos hay que afirmar que la Globalización neoliberal de los último 30 años es un fenómeno nuevo, al que antropológicamente se le puede denominar como la apoteosis del hombre anético; económicamente como el triunfo del Hiperimperialismo; ecológicamente como el pináculo del ecocidio, porque su estilo de vida urbana va devorando de modo insostenible alimentos, agua dulce y energía; y el intra-totalitarismo, como consolidación de pequeñas oligarquías globales que imponen sus intereses manipulando mediante su nueva soberanía a las democracias formales de Occidente.

Anetismo, hiperimperialismo, ecocidio e intra-totalitarismo son las cuatro características centrales que definen una crisis que no sólo es humana, económica o ecológica sino que es civilizatoria. Y a la cabeza de este proceso autodestructivo están los intereses políticos y financieros de un sistema a todas luces contrarios a la supervivencia de la humanidad.

El hombre anético es el tipo antropológico devorado por el consumismo, el impersonalismo, la carencia de ideales, su saturación por meros intereses, ha cambiado el valor intrínseco de su persona por un precio, carece de principios, es hombre masa que hegemoniza el proceso social, enarbola la falsa insignia del sujeto libre, pero que en realidad nos conduce hacia la idea de libertad en su forma más abyecta, a saber, separada de la organización justa de la sociedad.

Antropológicamente la globalización encarna una individualidad mutilada, porque vive indiferente a la desvinculación de la libertad con la justicia. Económicamente se trata de una nueva era del totalitarismo intrademocrático de los monopolios megacorporativos que gozan de la gran autonomía del capital transnacional, su hegemonía real ya no corresponde a ninguna potencia nacional en particular, sino a las megacorporaciones estatales privadas.

Lo que define su carácter intratotalitario es su presencia protagónica en los países democráticos centrales y periféricos manipulando prensa, justicia, instituciones gubernamentales, masas y hasta gobiernos. En una palabra el totalitarismo intrademocrático de las megacorporaciones transnacionales es consecuencia natural de la índole monopolista de la estructura del capitalismo. No se trata de una desviación sino un desarrollo grave y duradero de la esencia antiparticipativa de la teoría de la distribución ganancia en el capitalismo.

Esto es, el capitalismo nunca tuvo ni tendrá una teoría general de la distribución de la ganancia y por ello favorece la supercapitalización individual sin revertir en beneficio de la comunidad. La teoría de la distribución de la ganancia en el capitalismo es en esencia anti-participativa y por ello incuba y desenvuelve un fenómeno intratotalitario en el seno mismo de las democracias occidentales. La contradicción manifiesta entre la premisa ideológica liberal y la ejecución práctica, donde la participación y el control ciudadano es excesivamente aleatorio, si bien no delinean un Estado totalitario, sin embargo, favorece el florecimiento expansivo de fenómenos intratotalitarios en el seno mismo de las democracias occidentales.

En realidad, el nuevo capitalismo neoliberal al hallar en la especulación la herramienta más efectiva para la supercapitalización ha dado un paso sin retorno hacia el intra-totalitarismo democrático, lo cual se demuestra en la presente crisis recesiva que encuentra su fecha de inicio en el 2008. Los ciudadanos quedan al margen de toda participación y control en el proceso para afrontar la crisis. En consecuencia las oligarquías financieras sólo gestionan la crisis a un elevadísimo costo social sin dar una efectiva solución a la misma.

Tal fenómeno indica que el capitalismo no sólo crea una economía de excedentes que no se adapta al sistema de precios, sino que crea ahora también una economía especulativa que no se adapta al sistema productivo. Es decir, no sólo no crea estabilidad en el consumo, porque prospera estimulando necesidades en vez de satisfacerlas, sino que elimina la estabilidad en la ganancia, porque la economía global queda convertido en un gran casino especulativo. Pues bien, todo esto es un fenómeno intratotalitario en el seno de las democracias capitalistas y nada asegura que su evolución no concluya en un Estado totalitario.

En la presenta coyuntura ninguna potencia es capaz de resolver ni proponer por razones financieras un orden económico sostenible porque se hallan cautivas de la nueva soberanía que las dirige: la de las megacorporaciones privadas. Es por eso que no estamos en un mundo apolar, porque el verdadero polo ha pasado a manos de éstas últimas, en desmedro de los estados nacionales.

El mundo unipolar no son los Estados Unidos de Norteamérica y el frágil acuerdo de Obama con los republicanos para evitar el abismo fiscal así lo demuestra. Cuando sucedió la crisis del 2008 se prometió que los responsables iban a ser castigados. Pues bien, hasta hoy no hay ningún responsable y se reabre el casino global. Y es así porque el verdadero poder detrás de los republicanos son las megacorporaciones privadas. Rusia y China pretenden un mundo bipolar pero son gigantes con pies de barro porque su economía exportadora una de energía y otra de manufacturas es frágil al fundarse en precios vulnerables y en la demanda externa cada vez más alicaída. Ni qué decir de los BRICS y de los demás países emergentes cuyas tasas de crecimiento encuentra su locomotora en la demanda exterior.

En este contexto los países del mundo se encuentran de rodillas ante un nuevo poder global. En una palabra, la democracia clásico occidental está sucumbiendo ante el poder de manipulación política en la cúspide por parte de las mega-oligarquías globales.

POR QUÉ HIPERIMPERIALISMO

Ante la crisis que remece el capitalismo desde el 2008 se dice que para entender la economía actual hace falta una nueva teoría menos matematizante, más interdisciplinaria, que incluya la teoría del caos y el cálculo no lineal, deshaciéndose del supuesto de que los mercados se regulan solos y que el recurso ecológico es infinito. Y esa es la opinión de los Nobel de economía, quienes admiten que la ciencia económica está en crisis y que sus fundamentos epistémicos están llenos de creencias y no de evidencias científicas. Añaden, además, que la presente crisis no es del fin de la economía de mercado sino del neoliberalismo financiero americano y europeo, cuya política anti-crisis lo ponen al lado de la autodestrucción. No han faltado quienes niegan que pueda darse una sustitución de la economía de mercado y que por eso la URSS fracasó. En suma, concluyen, que sólo se trata de tomar el parámetro ecológico y regular el sistema financiero.

En primer, en todo este razonamiento se sigue la línea de la lógica del capital. Esto es, que se busca estabilizar al enfermo pero no curarlo. Ya el keynesianismo había reparado en el hecho de que los mercados no se regulan solos y que necesitan de la intervención estatal. Sobre esa base se salió de la crisis de 1929 y se llegó al llamado capitalismo de bienestar. Pero el mundo cambió y las cosas no permanecieron estáticas para siempre, en este sentido la consolidación del capitalismo lo envalentonó y en los años 80 bajo la ideología del neoliberalismo de Milton Friedman se libró del yugo del Estado, siendo la primera estocada al capitalismo de bienestar. El resultado final es elocuente: la brecha social creció en forma alarmante en todo el mundo, según datos de las propias Naciones Unidas, el 1% de ricos frente al 99% de pobres.

En segundo lugar, la URSS no sucumbió debido a la planificación económica, sino por la guerra económica emprendida por Reagan bajando el precio del petróleo para provocar la quiebra económica del imperio soviético, cosa que se consiguió. Fue un operativo de sabotaje que no tiene que ver con la sustitución de la economía de mercado por los soviéticos, al contrario, más bien tiene que ver por su sustitución por parte de la primera potencia occidental. Esto es, los corifeos del neoliberalismo aprovecharon la coyuntura para despotricar ideológicamente contra la planificación económica, admitida no sólo por la economía planificada sino incluso por la economía capitalista keynesiana. Por tanto, no es cierto que la economía no sea compatible con la planificación. Además, según cifras de la OMC, en la actualidad sólo el 40 % del mercado mundial se rige por el libre mercado, el restante 60% está protegido, subvencionado y es restrictivo. Es decir, el propio capitalismo neoliberal sigue utilizando la planificación económica pero en beneficio del capital y del lucro.

En consecuencia, los economistas capitalistas siguen sin comprender la crisis no sólo porque no toman en cuenta el componente ecológico, sino porque se requiere de un enfoque interdisciplinario y político. Para entender la economía actual y crisis hace falta una nueva teoría del imperialismo, que ilumine su carácter intratotalitario y especulativo, profundamente manipulador y monopolizador de los procesos sociales. Se trata, pues, de un proceso de acumulación de capital que ya no se sustenta en la concentración de la producción y sí más bien en la especulación financiera, siendo así que la ruptura de la otrora simbiosis entre el capital bancario y el capital industrial se convierte en emblemático.

La globalización viene a ser sólo una de las características del supercapitalismo en una nueva fase evolutiva posterior al imperialismo y que encarna la metamorfosis del capital monopólico en capital megacorporativo post-estatal. El capitalismo que se ha globalizado en las últimas dos décadas del siglo XX y que impone su dictado en los albores del siglo XXI no es el típico capitalismo liberal o de libre competencia, con su explotación colonial en el mundo. Tampoco es el capitalismo monopolista de organización regulada por el Estado, también llamado “imperialismo de los trust” por Lenin o capitalismo tardío por Weber y la escuela de Frankfurt. Sino lo que tenemos enfrente es una nueva mutación del capitalismo monopólico en capitalismo de las megacorporaciones privadas, cuya legitimación no necesita de las aduanas de los Estados-nación que ahora son rehenes de aquellas.

La nueva categoría propuesta como Hiperimperialismo surge como resultado de la desconstrucción de la retórica globalizadora, porque para no regresionar hasta una noción histórico-genérica de Imperio, como proponen Michael Hardt y Antonio Negri (Imperio, Paidós, 2000), que a la postre tiene el defecto de identificar toda la historia humana con la historia varia de los imperialismos, es mejor proponer una nueva noción histórico específica como es la del Hiperimperialismo.

En rigor, resulta inapropiado, según esto, hablar de capitalismo en la era global ni siquiera es correcto hablar del capitalismo global, sino lo que cabe es hablar del capitalismo en la era hiperimperialista. De modo que, es mejor el empleo de la noción de “Hiperimperialismo” que el de “Imperio” debido a que no sólo tiene la ventaja de señalar que el poder reside en las megacorporaciones privadas, sino que además evita la confusión de emplear nociones histórico-genéricas.

Pero la noción de “hiperimperialismo” surge también a contrapelo del conocido esquema de las dimensiones mundiales del imperialismo de Ernest Mandel, quien propuso las tres vertientes del imperialismo contemporáneo desde una postura leninista pero que, sin embargo, no logra captar las dimensiones globales y mundiales del fenómeno imperialista. Mandel habló de ultraimperialismo, como convivencia o unión pacífica de fuerzas; superimperialismo, como hegemonía de una potencia imperialista sobre otra; e interimperialismo, como competencia entre áreas imperialistas mundiales.

El hiperimperialismo supone una modificación profunda de las tres dimensiones mundiales del fenómeno imperialista señaladas por Mandel, porque:
1º la hegemonía ya no corresponde a alguna potencia en especial sino a las megacorporaciones,
2º la convivencia pacífica está a cargo de las multinacionales y no de los Estados, y
3º la competencia territorial pierde importancia ante el carácter desterritorializado del hiperimperialismo megacorporativo.

Pero además, se da una tendencia irreprimible del hiperimperialismo hacia el fraude global. Lo demostró el fraude global montado por el sistema financiero internacional en la crisis del 2008 a través de las hipotecas subprime o  préstamos insolventes. Con el hiperimperialismo la falta de ética en las finanzas llega a proporciones descomunales. Y tenía que ser así, porque prométase al capitalista una ganancia del 100%, aunque sea por canales especulativos, y se arriesgará a todo, no tendrá límite para obtenerlo. Lo que otrora quedó demostrado con el comercio de esclavos por parte de Portugal y del tráfico de opio por parte de Inglaterra y que hoy vuelve a estar en el tapete con los oscuros lazos con el narcotráfico y los diamantes de sangre.

CAUSAS DEL HIPERIMPERIALISMO
Tenemos causas políticas y económicas. Entre las políticas la más importante fue el desmoronamiento del socialismo autoritario y la conformación de un mundo unipolar fueron las principales causas políticas que precipitaron el tránsito del capitalismo imperialista, que se sustentaba en la antigua soberanía de los Estados-nación, hacia una fase nueva superior denominada hiperimperialismo.

Entre las económicas hay que considerar lo siguiente. Si el imperialismo se caracteriza por el reemplazo del capital de libre concurrencia por el capital monopolista, ahora se caracteriza por el reemplazo del capital monopolista por el capital megacorporativo descentrado y especulativo.

El hiperimperialismo muestra la capacidad de adaptación del capitalismo contemporáneo y señala el término del capitalismo imperialista, ahora se trata del desarrollo de un aparato económico-político desterritorializado y descentrado que no conoce fronteras y que impera en la tierra entera. Dicha capacidad de adaptación se muestra también en lo teórico tratando de convencernos de que sólo se requiere un poco de regulación financiera, antimonopólica y tributaria, pero sin tocar ni un ápice el derecho que se irroga el capitalista a la supercapitalización privada.

CARACTERISTICAS

El megacorporativismo post-estatal capitalista rebasa los paradigmas del pensamiento político del siglo XX: nacionalismo, socialismo y liberalismo, pero lo realmente novedoso en su contenido son las siguientes características:

·  el desarrollo de la nueva forma de soberanía de las megacorporaciones privadas, el poder megacorporativo sin fronteras,
·  el declive del Estado-nación,
·  el carácter especulativo y no productivo de los mercados financieros,
·  la acelerada desproletarización de la fuerza laboral, la extinción del trabajo o la no producción de empleos,
·  la desmaterialización de la producción,
·  el aumento astronómico de la riqueza especulativa,
·  el paso de la geopolítica a la geoeconomía, la colisión de las nuevas tecnologías con la necesidad de crear puestos de trabajo,
·  el desarrollo de formas post-industriales de trabajo y de producción que rebasan el poder de los Estados-nación incluso los más poderosos,
·  la agudización de un estilo de vida antiecológico,
·  aumento de la miseria y exclusión social,
·  desempleo y proteccionismo en alza
·  el desprecio de los factores ecológicos
·  el peligro de crecimiento de fenómenos intra-totalitarios en el seno de la democracia misma que amenazan con su destrucción
·  el incremento estrepitoso de la desigualdad social que hace decrecer el consumo
·  y el arrinconamiento al que son precipitadas las identidades culturales.
·  Pero sobretodo es el desdichado triunfo antropológico del hombre anético. El supercapitalismo globalizado es esencialmente todo esto, pero además es algo que casi siempre se pasa de vista: su efecto sobre el hombre.

EFECTOS DESHUMANIZANTES
Existe actualmente la tendencia a sostener que la presente crisis es del capitalismo americano y europeo pero no del chino, ruso, escandinavo y países emergentes. Esto es, se asume un nuevo mito: lo que destruye a la economía de mercado es el neoliberalismo financiero pero no el capitalismo mismo. Nada más falso. El capitalismo en todas partes del mundo se muestra despiadado y deshumanizador. China corroída por los salarios de sobreexplotación, Rusia por la corrupción generalizada, Escandinavia por la apatía social y la sobreprotección asfixiante, y los países emergentes carcomidos por la desigualdad social.

Ya Erich Fromm en su momento había señalado que las condiciones económicas de la sociedad industrial moderna, y no la educación que sólo es trasmisora, es la causante de las perturbaciones de la salud mental, porque si bien el capitalismo ha cambiado sin embargo un hecho se mantiene imperturbable: que el hombre deja de ser un fin en sí mismo y se vuelve en un medio para un gigantesco mecanismo económico impersonal.

Lamentablemente no podemos decir exactamente lo mismo que Fromm bajo el hiperimperialismo por tres razones:
1º el fenómeno de la extinción del trabajo o aceleración del proceso de desproletarización, que de coyuntural se ha tornado estructural;
 2º las nuevas tecnologías, las cuales hacen que el hombre no sólo deje de ser un fin en sí mismo, sino que incluso haya dejado de ser un medio explotable para el gigantesco mecanismo impersonal que lo enajena;
3º las mentes descentradas, sumisas, pasivas, acríticas, lúdicas y de débiles conexiones cognitivas que se consolida con el abuso y adicción de las redes sociales por parte de las masas urbanas, lo cual consolida un estilo de pensar, actuar y sentir impersonal.

Esto es, que bajo el hiperimperialismo el hombre sufre una más profunda enajenación de sí mismo al verse prescindible de un sistema que otrora lo necesitó. El resultado es una enajenación donde la persona ya ni siquiera se siente como cosa ni mercancía, el sentido de su propio valor ya no depende del mercado que lo excluye, sino de las fantasías de un mundo virtual y cibernético que se constituye en la nueva autoridad anónima que diluye su identidad y convicciones personales.

El capitalismo del siglo XXI lejos de satisfacer las demandas sociales y normativas de los reformadores del siglo XIX y de extender el capitalismo de bienestar del siglo XX, lo que ha hecho es satisfacer las demandas lúdicas de seres gobernados por la autoridad anónima del conformismo y el triunfo de la inteligencia rutinaria del hombre enajenado. La verdad es que el hiperimperialismo extrema al máximo los mecanismos de adaptación e impersonalismo social. En este sentido, el presente sistema no va hacia una explosión social sino hacia una implosión social autodestructiva.

LA ANOMIA MUNDIAL

Así, nos encaminamos hacia una anomia mundial. Se trata de un ataque profundo contra el sentido de la vida, la democracia, la economía de bienestar y el naufragio de los sueños de un capitalismo popular. No hay retroceso en el reloj histórico del capitalismo. Las decisiones de las multinacionales están llevando a la civilización humana a sus máximas contradicciones. Lejos de vivir en un mundo en que, tras la caída del comunismo y de las ideologías, el protagonismo lo tenga el choque civilizatorio (S. Huntington), al contrario la globalización del hiperimperialismo aproxima a las civilizaciones en vez de distanciarlas, las permeabiliza, homogeniza y avecina hacia un colapso común. Sin embargo, vuelve el antiguo tema spengleriano sobre la decadencia de Occidente. Al respecto se puede reflexionar sobre la corrupción de las tres columnas principales de la civilización occidental: la cáritas cristiana, el derecho romano y el racionalismo griego. 

Un  individuo  despersonalizado  y  debilitado moralmente por la vorágine cosificante del mercado ya no siente el llamado interno del amor, la justicia y la razón. Por el contrario, embotado en su fuero interno vive a expensas de sus más elementales y primitivos instintos, impulsos y pasiones. El deseo sensual lo domina y es zarandeado por los caprichos anónimos del mercado hiperimperialista. El mundo no terminará tan pronto con la última fase del hiperimperialismo materialista, pero quizá las conmociones que hacían falta a escala planetaria ya están presentes para liquidar a toda una edad de nuestra civilización.

CRECE CULTURA TANATICA
El capitalismo hiperimperialista produce un serio desequilibrioo mental y espiritual porque enajena al hombre de sus auténticas necesidades de relación, trascendencia, identidad y orientación. El consumismo del sistema capitalista no satisface las necesidades profundas del hombre, al contrario las distorsiona y pervierte. Crecen las condiciones tanáticas de la civilización intra-totalitaria, ecocida, consumista, mediática, electronal y anética. Lo cual queda retratado en la democracia armada y asolada por las masacres masivas en los Estados Unidos de Norteamérica. El auge de las masacres en iglesias, escuelas, centros laborales, establecimientos comerciales, entre otros, junto a la libre comercialización de armas de guerra son la combinación perfecta para el desarrollo libre de la cultura de la muerte. Estas dramáticas condiciones se configuran en los llamados “problemas globales", que en lenguaje apocalíptico se conoce como «los días postreros»”:
 Físicos:
Ø Nuevas pandemias virales
Ø Explosión demográfica
Ø Agotamiento de agua, energía y alimentos
Ø Cambio climático

Económicos:
Ø Desproletarización o extinción de empleos
Ø Mito del desarrollo sostenible
Ø Desmaterialización de la producción
Ø Nuevas tecnologías versus puestos de trabajo
Ø Muerte del sentido ético de la economía
Ø Tráfico de órganos humanos
Ø Revolución corporativa en países emergentes
Ø Crecimiento de multinacionales originarias de países emergentes
Ø Pésima redistribución de riqueza social
Ø Ensanchamiento del capitalismo de libre mercado
Ø Neutralización del capitalismo de libre mercado

Políticos:
Ø Nuevas potencias nucleares
Ø Surgimiento de narco-estados
Ø Países se convierten en mercados
Ø Hundimiento de comunismo y liberalismo
Ø Muerte del sentido social e ideológico de la política

Sociales:
Ø Drogas y corrupción
Ø Refugiados y desplazados
Ø Aumento de riqueza especulativa versus miseria

Culturales:
Ø Estilo de vida antiecológico
Ø Extinción de ethos capitalista
Ø Miseria científico-tecnológica
Ø Abandono de ciencias humanísticas y básicas
Ø Abandono de la lectura y correcta escritura
Ø Descomposición del arte
Ø Sustitución de la cultura por los pasatiempos y el entretenimiento
Ø Deterioro de la educación mundial
Ø Aumento del pandillaje escolar
Ø Gansterización de la vida social

Científico-tecnológicos
Ø Colisión de la fase neotécnica con los patrones paleotécnicos del capitalismo
Ø Imposibilidad de lograr la energía de fusión a corto plazo
Ø Práctica científica sin reglas éticas
Ø Sometimiento de la ciencia a la industria y a la política
Ø Incremento de la alineación cibernética
Ø Detención de la ley de conversión de la riqueza material en riqueza cultural y científica
Ø Privatización de la creación científico-tecnológica
Ø Tecnología incrementa individualismo en seres humanos

Espirituales:
Ø Extenso olvido de Dios
Ø Visión laica y secularizada de la religión
Ø Culto de la muerte y la violencia
Ø Deshonra y desorden del matrimonio
Ø Corrupción moral (hombre anético)
Ø Desenvolvimiento de sociedad luciferina

Escatológicos:
Ø Actuación del misterio de la iniquidad
Ø Predicación general del evangelio
Ø Apostasía general (cultura de la increencia)
Ø Predominio de sociedad concupiscente (sexista)
Ø Soberbia, desnaturalización y codicia generalizada
Ø Inaudito crecimiento del relajo, lujuria y vanidad (cultura light)
Ø Divorcio con la verdad (ontología débil)

AUGE DEL OCCIDENTE SECULAR

No es coincidencia que el auge del intra-totalitarismo hiperimperialista global se dé al mismo tiempo con el auge del proceso de secularización. Este proceso es complejo, porque la multiplicación de sectas y confesiones por doquier no significa una espiritualización creciente del mundo, sino al contrario, una imperiosa necesidad de compensación humana por una vida cotidiana tan materialista. También es cierto que tras ellas está el afán de avaricia de muchos de sus pastores y la penetración de prácticas mafiosas en sus jerarquías, cuando no alianzas con mafias para el lavado de activos.

Hoy sobreviene y se expande globalmente la racionalidad técnico-científica y es la principal fuerza motriz del desarrollo histórico-económico. A las sibaritas élites del megacorporativismo privado les resulta indiferente el cristianismo como el taoísmo, confucionismo, budismo, islamismo o brahmanismo, su único lenguaje es el de las superganancias sin barrera civilizacional alguna. En otros términos, no es Occidente lo que muere, sino, lo que muere es el Occidente humanista y cristiano y lo que está en auge es el Occidente secular, pragmático y nihilista que se globaliza. 

Por otra parte, nuestro Tercer Estado Global ya no monopoliza la pobreza pero sí ostenta una miseria científico-tecnológica espantosa. Una comparación somera del desarrollo tecnológico señala que los países pobres sólo concentran el 10 por ciento de ingenieros y científicos, el 3 por ciento en computadoras y una inversión de 3 billones de dólares en investigación científica, frente a los países desarrollados con 90 por ciento de científicos, el 97 por ciento de computadoras y una inversión de 220 billones de dólares. Sin embargo, la tragedia de la inversión científico-tecnológica es que viene siendo manipulada por intereses comerciales. La dependencia de los científicos  respecto de la industria facilita que los mega-consorcios impongan su voluntad a través de una camarilla de políticos. Y es que una ciencia de lo no-humano, la ciencia de la producción de las cosas cuando se reconvierte en reguladora de la vida sólo impone reglas inhumanas.

MUERTE DEL OCCIDENTE HUMANÍSTICO
Si la obra suprema del cuerpo social son las superganancias a cualquier costo y no se ordena a los bienes superiores de la persona entonces termina poniéndose al hombre al servicio de la industria y de la técnica. Es la muerte de la cultura humanística. Es lo que viene ocurriendo con los alimentos transgénicos como la soya, que causa envenenamiento e intoxicación. Asimismo, la tragedia de las universidades del Tercer Mundo es que no invierten en investigación, son imitativas y someten al docente a un ritmo proletarizador. Las universidades han perdido su espíritu humanístico y se han convertido en empresas de grados y títulos. Reducen o conculcan horas de investigación y en vez de convertirse en productores de cultura se vuelven meros trasmisores de las necesidades alienantes del mercado capitalista. Parafraseando el “todo vale” posmoderno, entre los tercermundistas: “nada vale”.

LA NUEVA SIMBIOSIS KEYNES-FRIEDMAN
La crisis de la globalización hiperimperialista, desatada desde el mes de octubre del 2008 con sus alarmantes caídas en las bolsas del mundo, ha despertado ciertas ilusiones en el retorno hacia un neo-keynesianismo.   Se   cree  con  apresuramiento  que  el neoliberalismo económico está agotado y que lo se requiere es purgarlo de sus abusos especulativos.

Pero la historia no tolera repeticiones ni retrocesos. La piedra angular del keynesianismo, como sabemos, es la armonía de los intereses privados con los intereses sociales para eliminar el paro persistente, reestructurar la renta, la inversión y el ahorro, mediante métodos de regulación monopolista de Estado y una política reformista. Sin embargo, la crisis de rentabilidad del capitalismo avanzado llevó a que el neocapitalismo keynesiano fuese abandonado desde los años 70.

Los teóricos del estancamiento, basados en el fracaso por crecer, disminución de las posibilidades de inversión, deuda externa y paro masivo, debido a que, entre otras cosas, el keynesianismo no previó el paro tecnológico, el problema del monopolio, el papel de clase del estado y los vínculos de lo económico con lo político, cultural y tecnológico, adoptaron el neoliberalismo como cruzada monetarista de los monopolios imperialistas. Milton Friedman fue el mentor de la reacción del capital monopólico privado contra el capital monopólico estatal keynesiano.

La solución de la crisis del neoliberalismo, surgida del casino especulativo global del hiperimperialismo, no apunta a resolver el dilema entre los monopolios privados versus la supervivencia de la humanidad, sino que está dirigida a resolver la supervivencia de los supermonopolios mismos. Las superganancias especulativas no se detendrán por el mítico interés del mercado libre, sino que éstas regulan la revolución económica, ayudan a que el sector privado sea autónomo y garantiza los riesgos tecnológicos del sistema capitalista.

Por ello, la tendencia a la solución de la crisis de acumulación presente no transita hacia un neo keynesianismo, de un mayor control gubernamental del ahorro y la inversión, sino hacia su simbiosis transitoria con el neoliberalismo, con un mayor control del gobierno de la rentabilidad y de las superganancias de las megacorporaciones.

En otras palabras, no vamos hacia Keynes porque la presente crisis no es de estancamiento, al contrario, se trata de una crisis de crecimiento hipertrofiado de las ganancias, y por ello no se buscará abolir el supercasino global, ni retroceder a la era del imperialismo centralizado y territorializado, sino tan sólo perfeccionarlo y mitigar sus efectos más nocivos. Y esto no se comprenderá mientras no se rompan con los viejos paradigmas y se reconceptualicen los nuevos fenómenos.

En una palabra, la crisis global concierne al propio pensamiento humano que se muestra pasivo y sin reacción ante el avasallamiento del totalitarismo intrademocrático de las megacorporaciones globales. En la democracia formal estilo occidental se instaura una tolerancia represiva, el libre juego de la imaginación creadora queda suprimida y elsistema sólo libera el tanáticojuego de la imaginación destructiva. Hace falta recrear un socialismo humanista para vencer la enajenación y promover la participación en las decisiones. No queda otro camino que restablecer el lugar del hombre y acabar con el robotismo humanoide.


Lima, Salamanca 01 de Enero 2013