jueves, 31 de agosto de 2017

MITOMÓRFICA IDEA PREHISTORICA DEL ALMA

LA MITOMÓRFICA IDEA PREHISTORICA DEL ALMA
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
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Lejos de ser fantasía la vida eterna o experimentar el ser del hombre unido al ser de la divinidad, esta es un medio efectivo y cierto de la evolución racional humana. Y lo más asombroso es que ello aconteció con las motivaciones que dieron lugar al primer enterramiento en la prehistoria. Resulta realmente imposible que los humanos se decidieran a rendir tributo y memoria a sus congéneres fallecidos sin que se concibiera la idea de “algo” que sobrevive a la muerte. Y ese algo representaría la prehistórica idea del alma. ¿Pero se trata de una idea sin concepto, como las ideas estéticas? ¿Una intuición espiritual primitiva? ¿Se trató de la rememoración de una verdad primordial? ¿Era un signo del destino trascendente humano?
Se ha observado a los elefantes acompañar a sus muertos. Es famosa la historia del perro terrier llamado Bobby que permaneció fiel ante la tumba de su amo hasta fallecer. Esta especie de duelo parental también se ha advertido en simios y aves. En suma, son conocidas muchas reacciones insólitas de los animales ante la muerte, pero todavía no se sabe si estas actitudes son un verdadero entendimiento de la muerte o es solamente tristeza ocasionada por la separación de un ser querido. Un can entierra su hueso, y los felinos ocultan sus presas, pero ninguno hace lo mismo con el cadáver de la manada. No se ha notado entre los animales un acto que señale la idea que algo sobrevive a la muerte. Esta misteriosa idea sólo le sobreviene al hombre. Todo indica que los animales no son consciente ante la muerte. No obstante, desconcierta la capacidad de ciertos animales de percibir la muerte. No existe ninguna explicación científica al respecto y se le suele atribuir a una misteriosa facultad animal paranormal. Algo parecido a lo que acontece con ciertos perros que reposan su cabeza o alguna parte de su cuerpo sobre la parte humana afectada por el cáncer, y muchas veces tiene un efecto curativo. Es conocido el caso del gato llamado Oscar en un Centro mental de Rhode Island, quien haciendo gala de un sexto sentido solía acompañar a los pacientes que iban a morir. Este poder paranormal de presentir la muerte también se ha notado en palomas. Incluso perros que “sienten” la muerte de su amo a cientos de kilómetros de distancia. Ello desbarata la teoría que se trata de la percepción de un olor. Pero si no sienten un olor entonces qué perciben. ¿Son afectados por una especie de energía psíquica o espiritual? ¿Respondía el gato Oscar a esta fuerza invisible? ¿Pero si se trata de un fenómeno condicionado de estímulo respuesta, entonces por qué no había una congregación de gatos en cada moribundo? Esto hace añicos la explicación conductista de la percepción animal de la muerte.
El modelo experimental y empírico de la explicación científica es insuficiente para dar cuenta de estos hechos. Parece que las teorías científicas abren paso a las teorías religiosas y filosóficas. Ahora bien, los animales perciben la muerte pero no saben lo que es la muerte. No tienen ritos ni enterramientos funerarios. Si la percepción de la muerte en los animales puede ser un hecho común ello no significa que tengan una idea de la muerte. Además, en el hombre ocurre lo contrario. La percepción de la muerte es un hecho extraordinario y nada común. El hombre no percibe la muerte pero tiene una idea de lo que es. Cuál fue esta idea en los primeros enterramientos de la prehistoria. De qué clase de idea se trató. No era lo mismo olvidar la técnica para prender fuego que perder a un pariente. De lo primero dependía la sobrevivencia de los vivos, pero de lo segundo dependía la “sobrevivencia” del  muerto.
Podemos imaginar al primer homo erectus que dominó el fuego, cocinando sus alimentos, fabricando sus armas, mejorando sus viviendas, ahuyentando a las bestias y empezando su carrera hacia la humanización. Hasta podemos imaginar al homo erectus llorando de dolor por la pérdida de un ser querido. Lloroso y conmovido por su ida sería presa de un sentimiento de orfandad existencial muy profunda. ¿Se agudizó la idea de la Nada? Lo más seguro es que sí. La Nada, como carencia o privación, se afincaría entre los primeros humanos a través de la muerte de los parientes. La idea da la Nada en sentido absoluto tardaría miles de años más en hacer su aparición. Entonces,  ¿Podemos concebir al hombre de hace 800 mil años concibiendo alguna idea de la muerte? Afirmar que los arqueólogos al no encontrar enterramientos tan antiguos testimonia que no tuvieron idea de la muerte es dar un paso muy inseguro. Sencillamente pudieron haber realizado ritos sin enterramientos, enterramientos precarios, o haber tenido una idea muy extraña lo que se debía hacer con el cadáver. Pero lo más seguro es pensar que la idea de la muerte es lo que distingue al hombre de la especie animal. La experiencia de la muerte acentuó más al hombre en su condición de criatura metafísica.
Pues bien, pero qué implica la idea de la muerte. La idea de la muerte implica tres cosas fundamentales y de proporciones descomunales: 1. Comprender la nada en todas las cosas yendo más allá de lo contingente, 2. Salir del ente y atisbar el Ser incentivando la especulación metaempírica, y 3. Apertura de un horizonte transhistórico, que universaliza la experiencia entre un principio y un fin desconocido. Por eso, no es desproporcionado sostener  la irrupción de la idea de muerte, y no el fuego, fue lo que disparó la humanización. Con la idea de la muerte se hizo más importante la vida. La mortalidad cobra una importancia suprema, porque aquel reino oscuro y desconocido de la muerte atrae enigmáticamente buscando explicación y suscitando pensar en la vida del más allá.
También la muerte potencia poderosamente el lenguaje simbólico, el único lenguaje universal producido por el hombre. Una cosa era soñar con la cacería de un mamut o el dar muerte a un tigre dientes de sable que soñar con un difunto. El freudismo recuperó el significado del lenguaje simbólico pero la etnología la mantiene olvidada. Es inevitable remontar el lenguaje simbólico a la prehistoria. Pero es más importante para comprender la idea de la muerte en la prehistoria asumir una hermenéutica remitizante y trascendente que otra desmitizante, naturalista, cientificista e inmanentista. De lo contrario todo el material onírico se reduce a actividades mentales de índole estrechamente subjetivas. Superando el agnosticismo inmanentista que predispone hacia un cientificismo, no hay duda que se puede afirmar que hay sueños que son estrictamente psicológicos, pero los hay también de índole trascendente y paranormal. No se trata de negar el punto de vista psicológico, sino de ampliar los puntos de vista con otro de índole espiritualista. El psicologismo estrecho toma los sueños como engañosos deseos irracionales o como verdaderos indicios de conflictos psíquicos, pero en sentido estrictamente inmanente.
Pero aquí el tema central es que la muerte no concluye con el enterramiento del difunto, sino que se hace presente con un rico material onírico que se acentúa en los llamados chamanes u hombres visionarios de la prehistoria. Sería en estos últimos en donde el material onírico aparece no como un elemento psicológico sino de una fuente extramental. Esta fuente extramental se referiría a mundos sutiles de los muertos, demonios, ángeles, semidioses y dioses, que universalizan la experiencia humana de la vida hacia realidades que explicarían la ruptura de lo histórico con lo ontológico. Esta experiencia desde la vida hacia la muerte y desde la muerte hacia la vida constituye el horizonte mitomórfico desde el cual fructificarán los mitos. Nuevamente aquí hallamos que el horizonte mitomórfico precede al horizonte mitocrático y al horizonte lógico. Es más, la idea de la muerte en el hombre lo convierte en la criatura mitomórfica por excelencia, sin la cual no hubiese sido posible el razonamiento analógico del mito ni el razonamiento deductivo de la lógica conceptual. No es que lo mitomórfico carezca de lógica, al contrario, su lógica es cualitativamente diferente a la lógica analógica del mito y a la lógica deductiva del concepto lógico. Aquí nos hallamos en territorio primordial y arcaico del pensamiento humano. Encender el fuego y cazar el mastodonte implica un tipo de razonamiento lógico. Concebir la idea de la muerte es un acto de mayor profundidad y complejidad. No sabemos con certeza y exactitud cómo era. Pero se puede columbrar la operación mental que representa. Por supuesto que no puede ser exactamente como un pájaro canta para encontrar pareja, ni como el cocodrilo entierra y cuida de sus huevos hasta que nazcan las crías. En el hombre no es una cuestión de instinto, es un acto espiritual que trasciende la naturaleza y refrenda una función metaempírica. Si la idea de la muerte naciera de un acto biológico instintivo, entonces muchas otras criaturas del reino animal también efectuarían entierros y rito funerarios. Pero es obvio que no es así. Esto es un signo poderoso que indica que el hombre más que pertenecer al reino animal pertenece al reino espiritual. El tipo de lógica del hombre prehistórico que lo llevó no sólo a perfeccionar instrumentos hasta concebir la idea de la muerte no implica la existencia de otros principios lógicos. La tres leyes clásicas –identidad, contradicción y tercio excluso- son universales y las mismas. Lo único que varió fue la combinación y hegemonía entre las mismas.
Ahora bien, la analogía –razonamiento característico de la lógica mitocrática- no pudo haber presidido el origen de la idea de la muerte. Pues, entre la vida y la muerte la semejanza es por principio nula. No hay analogía entre el ente Vida y el ente Muerte. Aunque se puede pensar que es un tipo especial de razonamiento analógico, a saber, el que va del efecto a la causa o viceversa. El acto de enterrar un muerto no sólo indica respeto, sino la idea de que hay “algo” que le sobrevive. Ninguna evidencia empírica puede refrendar dicha idea. Incluso a primera vista luce ilógica, luce como un acto irracional, ilógico. Sorprende que tal cosa metaempírica haya advenido sobre los humanos prehistóricos. Pero el soñar con un muerto o la visión del chamán del paleolítico da consistencia a dicha idea de la muerte. Que los muertos hablen en sueños, aparezcan en forma fantasmal o por medio del chamán describe un tipo de razonamiento que indudablemente tiene que ver con la noción analógica del ser. Es la propia realidad la que sugiere un razonamiento específico. Aparentemente se sugiere un razonamiento analógico.
El análisis tomista de la analogía por Cayetano es valioso aquí, sobre todo, en su distinción entre lo análogo y lo analogado. La Vida y la Muerte no fueron cosas análogas para el hombre prehistórico, de lo contrario no lo hubiese desconcertado hasta el punto de efectuar ritos de enterramientos. No son cosas análogas pero sí son cosas analogadas. Esto implica asumir una interpretación metafísica y no fenomenista, ni funcionalista ni lógico-semántica de la analogía. Pero también mediante el razonamiento unívoco se puede efectuar una idea metafísica. El caso más palmario es el panteísmo. De modo que una visión ontológica de la analogía es más compleja que la que aparece en la lógica formal clásica. Y por ello menos adecuada para aplicarlo al razonamiento prehistórico.
Nunca se podrá dar una formulación exacta de la propiedad formal implicada en la metafísica idea prehistórica de la muerte. Pero se puede columbrar que dos cosas analogadas no necesariamente representan un razonamiento analógico. Puede ser un razonamiento unívoco con apariencia analógica. El pensamiento unívoco supone semejanza o identidad. Por la semejanza tiene un parecido con el razonamiento analógico cualitativo, aunque éste es básicamente proporcionalidad cuantitativa. De manera que todo indica que la idea prehistórica del alma no nace de una igualdad analógica de razón aplicada al campo ontológico, sino de la prescindencia de las diferencias para formular un universal unívoco. Todo lo cual lleva a pensar que la idea de una substancia permanente que sobrevive a la muerte es más primitiva de lo que se supone y corresponde a la racionalidad unívoca del hombre del paleolítico.
Es más, resulta atinente pensar que la idea de la muerte tiene un efecto profundo tanto en la mente como en el corazón. Y con la idea de la muerte corre parejo el crecimiento del razonar y del amor. No hay duda que la muerte es la única cosa que aterra siempre, pero también mueve los sentimientos y los pensamientos de modo insuperable. En última instancia, lo único que nos separa de la idea muerte es el Amor. Por amor morimos pero también vivimos y revivimos. Y esto es tan cierto que el chamanismo y las religiones de todos los tiempos se basan en la promesa de vencer a la muerte. No se trata simplemente de la existencia en el hombre de un deseo de no morir, sino de la percepción de lo ultraterrenal y universal a través de la idea de la muerte. Con  frecuencia se dice que lo terrible no es la muerte sino el morir. No obstante, la historia milenaria de las religiones testimonia que el hombre experimenta como más terrible la incertidumbre por la vida más allá de la muerte.
Es cierto que las evidencias de enterramientos prehistóricos se remontan al neandertal de hace 80 mil años. Pero lo más seguro es que la idea del alma y de la muerte sea mucho más antigua de lo que las pruebas empíricas señalan. Desde el Neandertal o sea hace ¡80 mil años! efectuaban enterramientos con ritos y ceremonias religiosas. ¿Tenían idea del alma? ¿Es esta idea prehistórica del alma la mayor evidencia de que el hombre es una criatura metafísica? ¿Esta idea supone la forma conceptual o simbólica? ¿Llevó la idea del alma a la idea de lo divino? ¿Qué tipo de reflexión implican estas ideas prehistóricas sobre el alma: animista, mitológica, lógica-conceptual?
Cuando en 1856 se descubrió el primer entierro de un Neandertal en una cueva del Valle de Neander, en Alemania, nadie le dio el significado debido. Solo después del descubrimiento de un entierro en Spy (Bélgica) en 1885, y otro en 1908, en la cueva de La Chapelle-aux-Saints, en Francia, una fosa que contenía los restos de un cazador, rodeado por huesos despedazados de animales y menesteres de sílice. En 1912, los hallazgos de tumbas cerca de La Ferrassie dieron origen a sistemáticas excavaciones cuyos resultados en 1934, no dejaban dudas sobre ritos, ceremonias y creencias muy elaboradas. En Crimea, sobre el Mar Negro, se encontraron, en 1924, tumbas en la caverna de Kiik-Koba. En 1930 el hallazgo de fósiles en el Monte Carmelo, cerca a la ciudad de Haifa. Pero el descubrimiento más asombroso de todos ocurrió en 1960 en la caverna de Shanidar, en los montes Zagros, al norte de Irak, donde con una antigüedad de unos 60 mil años, encontraron los restos de 6 Neandertales. Se encontró la sepultura de un cazador sobre un lecho de ramas y flores, con grandes cantidades de polen.
El resultado de las indagaciones era que los Neandertalenses desde hace 80 mil años enterraban a sus muertos, apreciaron la maravilla de la vida humana con mayor claridad, aparentemente, que sus predecesores, y buscaron preservarla. Los entierros significan que tuvieron creencias sobre una esencia humana -alma o espíritu- que sobrevive a la muerte. El enterramiento neandertal significa la primera evidencia de modalidad ontológica postpersonal. ¿Pero esta idea de que la muerte no es el final, que es una creencia abrumadora de la humanidad, se reviste bajo la forma de un pensamiento animista, mitológico o conceptual Kant en su Crítica del Juicio admitía en el ámbito estético “ideas sin concepto”. Yo creo que hay que extender dicho planteamiento kantiano a diversos periodos de la vida humana, sobre todo para etapas prehistóricas.
Es decir, el hombre prehistórico captó de forma puramente intuitiva la primera idea metafísica de la historia de la humanidad, a saber, la idea del alma. Esto significa que la metafísica del hombre primitivo, y ni siquiera hablamos del posterior hombre cromagnon, evidencia el ejercicio del pensamiento sobre la base de la mera intuición sin mediación conceptual. Asi habría funcionado el razonamiento univoco mitomórfico del paleolítico. Pero esta idea sin concepto del alma que sobrevive a la muerte, ¿es producto de las cosas mismas o del sentido de inmortalidad humana? Si optamos por lo primero aceptamos el objetivismo de la vida después de la muerte. Como hemos visto, para responder a la pregunta sobre cómo concebía el hombre prehistórico la idea del alma que sobrevive a la muerte es inevitable referirnos a la creencia en el otro mundo, los fantasmas y los sueños. El mundo onírico, los fenómenos preternaturales y sobrenaturales, y la idea de otro mundo, tienen para la mente humana prehistórica la evidencia de una verdad incontrovertible. Resultan ser acaecimientos objetivos incuestionables. Desde esta base la idea de la vida después de la muerte tuvo que tener un impacto profundo sobre la evolución racional y ética de la conciencia humana. Aquí todavía no hablamos de religiones ni de mitos, sino de lo numinoso. O sea de la manifestación preternatural y sobrenatural del fenómeno religioso y trascendente. Es en este contexto cuando lo religioso aparece con mayor fuerza y nitidez como religación de lo humano con lo divino. En otras palabras, lo que sobrevive del hombre no lo hace para vagar de modo incierto en el más allá, y sí, más bien, conduce hacia la idea de una primera soteriología y teleología intuitiva donde el alma sobreviviente guarda un fin superior en el más allá.
Esta idea prehistórica del alma guarda dentro de sí una intención mítica y es una prueba de que la metafísica intuitiva es más remota que la mitología. Esta metafísica intuitiva corresponde a la racionalidad mitomórfica. A la luz de estos razonamientos, es difícil estar de acuerdo con G. Gusdorf (Mito y metafísica) para admitir que la mitología encierra una metafísica primera. No es la mitología la que encierra la primera metafísica. Es lo mitomórfico la que la contiene. Es el pensamiento prehistórico el que siendo pre-mítico encierra la verdadera metafísica primera del pensamiento humano. Si esto es cierto, como creo que lo es, entonces plantea un desafío a la propia teoría filosófica mitocrática. Pues, cómo concebir esta forma de pensar substancial prehistórica. Por un lado, confirma que el hombre es la criatura filosófica por excelencia. O sea que se pregunta por las cosas esenciales del universo. Por otro, antes que el mito es la intuición la forma que tiene la razón para responder a los enigmas del cosmos. Y por último, que antes que la forma mitocrática de filosofar hay una forma anterior que corresponde a la humanidad prehistórica, a saber la forma mitomórfica. Asi, perfilo mejor mi primer planteamiento al respecto (Las filosofías marginadas). La que denomino el filosofar empiriocrático de la prehistoria es racionalidad mitomórfica. Denominación que tiene nada que ver con una forma de pensar capaz de extraer intuiciones generales de experiencias particulares.
El filosofar empiriocrático mitomórfico sería la forma de filosofar del hombre prehistórico. Esto escandaliza a los filósofos eurocéntricos conceptualistas, para quienes la filosofía solamente es discurso conceptual, o sea la forma griega. La humanidad sabrá tener compasión del dogma eurocéntrico. Lo real es que el hombre de todos los tiempos siempre se ha sentido desconcertado y asombrado por las situaciones límite de la existencia. Y el hombre prehistórico no fue la excepción. Filosofó a su manera y a su nivel intuitivo-racional. Luego con los milenios vendría la forma simbólica del filosofar mitocrático, al cual sucedería el filosofar conceptual de Grecia. El nacer, morir y sobrevivir despertó el asombro del hombre prehistórico y sobre esta experiencia fecundó la idea de la vida más allá de la muerte. La evidencia de los entierros de hace 80 mil años del hombre de neandertal así lo testimonian, y lo más probables es que seguirá retrotrayendo más atrás hasta llegar al homo erectus. Esta capacidad de la razón humana –ya sea en su forma intuitiva, mitológica o conceptual- para elevarse de lo particular a lo general, de lo mortal a lo inmortal, de lo finito a lo infinito, es uno de los grandes enigmas de la condición humana llamada siempre por lo Absoluto. Y en auxilio viene la fe y la teologia con su idea de la gracia. O sea, la capacidad humana hacia lo universal es una gracia puesta por el Creador en el alma humana.

31 de Agosto 2017

miércoles, 30 de agosto de 2017

FILOSOFÍA ARCAICA CHAMÁNICA

FILOSOFIA ARCAICA CHAMÁNICA
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
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Chamanismo significa “saber”, pero no es un saber de oídas, ni un mero conjeturar mental, sino de un “saber ver”. Esto es, se trata de un “saber ver” peculiar y arcaico. No es de índole sensorial, antes bien, es de talante espiritual.
Pero este “saber ver espiritual” no es accesible a todas las personas, ni nunca lo fue. Por el contrario, sólo aquellas que son escogidas por seres celestes a través de sueños, señales o alguna enfermedad transitoria, por lo general mental.
De modo que se trata de un “saber ver espiritual escogido vía sobrenatural” pero que dentro de la historia de las religiones se muestra como un especialista en el trance místico. Y esto es lo que ha hecho ver concienzudamente el destacado filósofo rumano Mircea Eliade en su afamado libro El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, 1951. Eliade justamente nos hizo explícito que el chamanismo es el “saber ver espiritual escogido vía sobrenatural y especialista en el trance místico”.
Aquí, más bien, se incide en otro aspecto de este tipo de saber asociándolo con la filosofía arcaica. En otras palabras, el chamanismo es la forma arcaica del filosofar, entendiendo siempre la filosofía como la búsqueda de respuestas últimas de la realidad, ya sea mediante lo sagrado arcaico, el mito ancestral o mediante la razón griega. Es decir, la filosofía es universal y multiforme, cambió de forma pero no de contenido. Lo que significa que el logos humano no sólo es conceptual sino también participativo, el cual es un oír y ver por encima de la conceptuación. La filosofía arcaica del chamanismo es logos participativo mediante el horizonte mitomórfico. Sin horizonte mitomórfico no es posible la distinción entre lo sagrado y lo profano, porque el hombre participa en el dejar ser de la realidad espiritual. Si la filosofía mitocrática, propia de las altas culturas, es un saber del ente divino, la precedente prehistórica filosofía mitomórfica del chamanismo es un saber del ente sagrado.
Karl Jaspers, a diferencia de los criterios eurocéntricos de Heidegger, es un defensor del universalismo filosófico y defiende su tesis en el libro, Los grandes filósofos. Los hombres decisivos: Sócrates, Buda, Confucio, Jesús (1956). Por su parte, en la magistral y última obra del filósofo peruano Alberto Wagner de Reyna, La poca fe (1993), insta a restaurar lo mítico en su dignidad lógica. Y en la segunda encíclica papal Fides et Ratio (1998) dedicada a la filosofía –después de Aeterni Patris de León XIII-, se cataloga de “soberbia filosófica” pensar que la filosofía como búsqueda de sentido es “sólo atributo de una época y cultura determinada”, pues “la especulación filosófica se dio tanto en Oriente como en Occidente”, porque “el asombro es una capacidad fundamentalmente humana y no exclusivamente europea”. Atendiendo a dicha capacidad humana decisiva hay que reconocer que mucho antes de las filosofías de Occidente y de Oriente se dio desde la prehistoria la dignidad lógica de lo mitomórfico en el chamanismo. La primera desocultación del ser del ente se dio en el horizonte mitomórfico del chamanismo. El primer pensador que indaga la pregunta por el ser del ente es el visionario chamán. De esta manera el preguntar por el ser del ente se lleva a cabo no solamente en tiempos históricos sino prehistóricos.
El camino del pensar de la humanidad empieza encontrando sentido a lo profano desde lo sagrado. El ente intramundano se desoculta desde el ente extramundano. El propio sobrevivir arcaico depende de esta apertura mitomórfica de lo sagrado. Le da sabiduría, salud, armonía, esperanza y sentido. Participar en el devenir del ente sagrado lo pone en camino de trascender el fundamento del mundo profano. Todavía está bajo el umbral de lo óntico profano y lo óntico sagrado pero el estarlo hará posible el atisbar ontológico. Este primer atisbo metafísico es prístino desocultamiento o aletheia de lo trascendente y el primer desdoblamiento de la verdad óntica que hace posible el vislumbre ontológico del ser. Lo mitomórfico al abrir la diferencia metafísica entre lo profano y lo sagrado lo que hace es inaugurar la diferencia entre el Ser y el mundo físico. O sea la Naturaleza visible o la physis sensorial no agota la realidad y más bien oculta la Naturaleza invisible o la physis espiritual más allá del tiempo y espacio de los sentidos externos. La realidad empírica no será ilusión sino otro plano del devenir del ser existente. Esta primera separación del mundo y el ser acontece en la filosofía arcaica del chamanismo.
Por otro lado, estas consideraciones hacen posible negar el criterio eurocéntrico de filosofía y exigir recuperar para el mito su dignidad filosófica. En este sentido el pensar mítico del mundo arcaico es la forma ancestral de la filosofía, como afán de trascender la condición humana para conocer y realizar el ser personal uniéndose con lo sagrado y lo divino. Todo lo cual remite a la estructura ontológica de la existencia humana (véase mi libro Filosofía mitocrática y mitocratología, 2010, y Hermenéutica remitizante y filosofar mitocrático, 2013).
Ese impulso humano hacia lo eterno está tanto en la filosofía mítica como en la filosofía conceptual. Sólo que en el filosofar arcaico tiene una cuádruple connotación: mágica-hierofántica (visionarios viajando por un cosmos lleno de seres espirituales), teogónico-cosmogónica (dioses venciendo la nada relativa del caos original), ontológico-metafísica (plantea la ruptura entre lo ontológico y lo histórico), y moral (la finitud humana se percibe como una nada relativa especial destinada por los espíritus, antepasados y dioses a optar por lo sagrado y la vida virtuosa).
Razón no le faltaba a Paul Ricoeur cuando habla de la triple función del mito: universaliza la experiencia, establece la tensión entre el principio y el fin, e investiga las relaciones entre lo original y lo histórico (Finitud y culpabilidad, 1960). Pero atento como estaba al lenguaje metafórico también tuvo el mérito de indicar que todo símbolo es una hierofanía, un lazo que une al hombre con lo sagrado. Por eso el símbolo tiene una función ontológica, sitúa al hombre en el corazón del ser. Y el viaje del visionario chamán está repleto de símbolos.
Y precisamente la filosofía arcaica es básicamente un saber mágico, metafórico y simbólico. El fenómeno del chamanismo total arcaico –a diferencia del chamanismo actual que presenta un estado de desintegración y decadencia- se especializa en el trance místico para ascender a los cielos y descender a los infiernos, recoger el alma del enfermo, guiar al difundo, incorporar el espíritu, lidiar con demonios y semidioses, y lograr la visión del mundo paradisíaco, pero no con un fin pedagógico sino principalmente salvífico.
El filosofar arcaico es un saber de salvación, porque lleva a la situación límite la condición humana para revelarle lo sagrado y lo transhistórico. De ahí la repetición de los arquetipos en el horizonte del eterno retorno. Pero fue en el cristianismo donde verdaderamente se supera este horizonte temporal de la repetición del arquetipo celeste del saber arcaico chamánico, mediante la teología de la encarnación que instaura un tiempo histórico lineal y de libertad personal.
En ambos hay una valorización metafísica de la existencia humana, pero de distinta índole, porque mientras en una es por vía natural, en la otra es por vía revelada. Además, el retorno al modelo transhistórico también es distinto, porque mientras en la metafísica arcaica se trata de un retorno a la Edad de Oro que paulatinamente se vuelve en Edad de Hierro; en la metafísica cristiana se trata no de un retorno al Edén, sino del ingreso a la Nueva Jerusalén, donde lo histórico y el tiempo no queda suprimido sino redimido.
La intuición visionaria espiritual de esta dimensión salvífica de la mentalidad arcaica es expresada con nitidez por el filósofo peruano Mariano Iberico cuando interpreta el aparecer como totalidad viviente, simbólica y poética, que contiene el lenguaje del destino (La ApariciónEnsayos sobre el ser y el aparecer, 1950). Aquí sólo cabe hacer una precisión temporaria que haga el distingo entre el aparecer mitomórfico arcaico del filósofo chamán y el aparecer mitocrático ancestral del filósofo de la antigüedad. Pero también cabe una distinción epistémica. Si el filósofo ancestral mitocrático corre tras la indagación del destino, por su parte el filósofo arcaico corre tras la manipulación mágica de dicho destino. Y todo esto responde a una determinada capacidad de participar de la epifanía del ser. La arcaica Idea sin concepto, el ancestral concepto-imagen, el heleno concepto lógico, y la monoteísta idea suprarracional de la fe son capítulos ontológicos de la epifanía del ser.
Esto nos permite intentar trazar un cuadro esquemático sobre las articulaciones estructurales del filosofar arcaico chamánico como sigue:
1.- Conceptos
Idea sin concepto previo al Concepto imagen del filosofar mitocrático.
2.- Comunicación
Mágica, poética, metafísica viviente, simbólica, figurativa.
3.- Interpretación del cosmos
Como totalidad viviente de mundos profanos y sagrados.
4.- Formas conceptuales
 Mágico-salvíficas
5.-Formas de sabiduría
Mántica, mítica, profética, mágica, poética, horoscópica.
6.-Sentido de sabiduría
Espiritual, iniciática, intuitiva, escatológica, revelada.
7.- Esfera ontológica
Onírica, pática, cósmica, mundos sutiles sagrados.
8.- Propósito del saber
Recibir enseñanza sagrada de los espíritus (lo que los espíritus “dicen”)
9.- Filosofía mitomórfica
Viaje espiritual y manipulación del destino.
10.- Principal enemigo
Achatamiento pragmático de horizonte metafísico

El chamanismo es el primer intento humano de elevarse a la trascendencia y por su intermedio comprender la inmanencia. De modo que el saber chamánico no es irracionalismo ni fe, sino arcaica percepción del carácter participativo de la condición humana

30 de Agosto 2017

DIOS PRECOLOMBINO Y ESPIRITUALISMO CHAMÁNICO

DIOS PRECOLOMBINO
 Y ESPIRITUALISMO CHAMÁNICO
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
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El Dios Ordenador precolombino es un Absoluto dinámico por cuanto se presenta como un tejedor de todas las formas de vida. Es el Camac o Animador, inteligente y providente. Invisible y poderoso, pero personal. Es un Principio generador de vida al cual se le rinde preces y se le ora. Esta consideración se desprende de la “Oración al Hacedor” de Cristóbal de Molina, González Holguín, Betanzos, Cieza, Polo de Ondegardo, Santacruz Pachacuti, Inca Garcilaso, Guamán Poma y Blas Valera. Por tanto, no es un Kamaqen impersonal o energía vital de carácter panteísta sino una deidad ordenadora, personal de índole henoteísta, enmarcado en un dualismo metafísico de la paridad primordial Animador-Viracocha y lo Caótico-Inanimado.

Ahora bien, ¿Qué relación guarda este tejedor cósmico con los mundos sutiles del chamanismo arcaico?

En primer lugar hay que tener presente que el chamanismo es una religión de integración, donde lo primordial de estos pueblos recolectores, cazadores, con agricultura incipiente, capaces de arte y culto, es integrarse a los ritmos de la naturaleza para asegurar su sobrevivencia. En segundo lugar, la deidad ordenadora precolombina pertenece a las llamadas religiones de servicio, donde lo esencial de estas civilizaciones de cultura agraria, con agricultura sistematizada, comercio activo, urbes prósperas, aparato estatal teocrático, desarrollado, burocrático y servil, que promueve un sacerdocio hierático, da origen a cosmogonías y teogonías –Manuscrito de Waruchirí-, donde aparecen grandes señores del cielo, la tierra y del inframundo, un dios supremo criador y trascendente –Wiracocha-, al cual se debe servicio y homenaje para recibir beneficios inmediatos, responsable del orden cósmico y de otras potencias cósmicas divinas, y donde el hombre es una figura pasiva de los grandes ciclos cósmicos –ciclo Pachacuti-.

Así las cosas entre chamanismo y la deidad ordenadora precolombina reina una distancia considerable. No obstante, en el chamanismo y las religiones de integración se halla el punto de partida de la reflexión religiosa mitomórfica, de la existencia del alma –primeras sepulturas de hace 70 mil años-, la preocupación trascendente por la inmortalidad, la sacralidad sideral, el culto al Señor de la Vida, la reflexión sobre el misterio de la vida, la técnica de éxtasis para viajar a mundos sutiles con propósitos escatológicos, manejo de sustancias psicoactivas en plantas consideradas sagradas, el manejo de seres primarios y amorales, espíritus comunican arte –el kene en los shipibos-, la creencia en divinidades, espíritus y demonios, la abstinencia sexual y el dietar, la formación de ritos iniciáticos y sociedades secretas, donde ciencia, religión, magia y filosofía se confunden. El chamán amazónico tiene a Nete Ibo como Dueño de todo lo existente hasta el día de hoy, como un resabio arcaico que dio origen a Wiracocha.

En otras palabras, la dialéctica del tejedor cósmico con el tejido cósmico tiene su origen en las prácticas chamánicas porque el propósito curativo y escatológico chamánico se extiende ahora de modo más abstracto a la ontología y cosmología de la deidad ordenadora de la religión de servicio. Es decir, sirviendo y adorando a la deidad principal se aseguran los beneficios del orden cósmico. Con el servicio al divino ordenador se asegura la sanación no sólo del cuerpo del enfermo, como acontecía en el chamanismo, sino al cuerpo entero del cosmos. No obstante, el cosmos tiene sus propios ciclos destructivos que dan inicio a una nueva vida. El ciclo del eterno retorno es la idea característica que se ha visto perfeccionada en la religión de servicio. El chamán al participar de la propia sabiduría de los seres sutiles implica una mística de unidad con identidad, la misma que se conserva en el alto sacerdocio de las culturas teocráticas.

En el chamanismo hay animales hechiceros –en el Amazonas son la nutria el delfín y la boa- y se asume que los propios animales tienen sus chamanes. Esto ha hecho decir que en el chamanismo lo central no es la identidad personal que separa del cosmos sino la alteridad que une al cosmos. No obstante, lo cierto es que la identidad es fundamental puesto que el acuerdo con todos los seres se basa en la preservación de la propia identidad. Esto significa que las religiones de integración como el chamanismo y las religiones de servicio como la precolombina expresaban una mística de unidad con identidad. Esto es, en la mística mágica primitiva del chamanismo hay unión con los seres espirituales sutiles, y en la mística precristiana precolombina hay unión con la deidad vitalizadora dentro de un esquema dualista. La diferencia con la mística oriental, que también es unión con lo Uno, es que no comparte el monismo metafísico ni la disolución en el absoluto del hinduismo ni la absorción en la Nada del budismo. Esto último es de suma importancia porque hace que en la mística precolombina no se descarte el sentido real de la trascendencia, el mundo y la historia. La Cruz del Sur y sus cuatro puntas rigen el cielo austral andino no como ente astronómico sino como deidad. De ahí que el Sol, la Luna y las Estrellas –Qoyllur- sean considerados como dioses, como consigna G. Taylor.

En el fondo todo esto significa que si bien la mística primitiva del chamanismo y la mística precolombina de las culturas desarrolladas era una mística de unión con identidad, sin embargo el eje de unión cambió de los seres sutiles espirituales a los seres divinos del cielo. La Cruz del Sur simbolizada en el símbolo de la Chakana –que está en toda América- también es la representación de las deidades del mundo en un sentido cuatripartito: el mundo de arriba o Hanan Pacha, el mundo de acá o Kay Pacha, el inframundo o Ukhu Pacha y el misterioso mundo de afuera o Hawa Pacha. En el enigmático mundo de afuera o Hawa Pacha está expresado con más nitidez la Trascendencia del principio generador de la vida, el orden y el cosmos, del cual incluso dependen las deidades del cielo. La Trascendencia es una dualidad metafísica que genera el cosmos con el Animador-Viracocha y lo Caótico-Inanimado.

Este complejo dualismo metafísico es lo ausente en las religiones de integración del chamanismo. Este sentido de Animador está presente en la observación filológica del Inca Garcilaso en discusión con Cieza de León sobre la traducción del término Pachacamac como Vivificador y no como Creador o Hacedor. Este fue el sentido original precolombino, porque la idea de Creador supone la idea metafísica de Creatum ex nihilo o Creación desde la Nada, categoría conceptual que estaba ausente en el horizonte ideológico andino hasta la llegada de los españoles. En su lugar se manejaba la idea de Nihil ex nihilo o nada viene de la Nada, que se corresponde con una concepción Ordenadora y no Omnipotente de la divinidad. La idea del dios omnipotente que crea el cosmos de la nada es de raíz cristiana y no precristiana. Fue necesaria la Revelación para llegar a una concepción superior de la Trascendencia divina.

En otras palabras, lo que el provecto religioso católico Inca Garcilaso nos dice es que los antiguos peruanos no pensaron a Pachacamac como Hacedor sino como Vivificador. Y esto es lo más acorde con la interpretación estructural-fenomenológica e histórica de las religiones.

Ahora bien, este Dios Ordenador precolombino que da ánima o vida al mundo es de una complejidad metafísica que supera el animismo espiritualista del chamanismo. El chamán viaja en las regiones del Ser, el sacerdote precolombino se remonta al principio del Ser. En otras palabras, las cosmogonías y teogonías mitocráticas andinas se plantean el problema peliagudo, inadvertido por el mitomorfismo chamanista, de explicar el origen de los seres a partir del principio de que nada viene de la nada. Es decir, el pluralismo de espíritus sutiles del chamanismo se reordena en la religión de servicio andino en un politeísmo Henoteísta, donde la deidad principal se responsabiliza del orden cósmico.

Sólo mediante una hermenéutica remitizante que rompe con los estrechos criterios cientistas y empiristas de las filosofías modernas, es posible reconstruir el universo metafísico del hombre ancestral precolombino y del hombre arcaico. Y esto nos conduce al reconocimiento que el Animador precolombino del mundo conserva una común forma espiritualista con el chamanismo pero un contenido metafísico mucho más elaborado, dualista y más complejamente trascendente. Comparten la misma mística de unión de identidad, pero con diferente inspiración y profundidad.

Para ambos el cosmos es animado o Kama, pero mientras en el chamanismo el énfasis está puesto en el Ser como un interactuar bueno o mundo bueno –Jakon Nete en lengua shipiba- , en la religión de servicio precolombino está puesto sobre el Ser como Ordenamiento. El diálogo primordial que exhiben las deidades en el Manuscrito de Waruchirí justifica una ontología del Ser como Ordenamiento del mundo. No se trata de la primacía ontológica del Interactuar sino de la primacía ontológica del Orden. Orden que los hombres deben acatar y mantener.  Y es lo que hace el Inca Túpac Yupanqui para congraciarse con el dios Pariacaca, después de haber exigido bruscamente a los dioses para que colaboren en la guerra contra los yungas.

Georges Gusdorf había subrayado la existencia de una metafísica primaria en la conciencia mítica y de la intención mítica en todas las grandes filosofías. Y K. Jaspers había defendido la universalidad de la filosofía sosteniendo que la filosofía está en todas partes, tanto en el pensar metódico (Occidente) como en el pensar mítico (Oriente). En otras palabras, se trata de advertir el vínculo entre mytho y logos, de enlazar el universalismo filosófico con una hermenéutica remitizante, de operar un giro copernicano mitocrático para  afirmar la existencia de la filosofía en un nuevo sentido, tanto al interior del chamanismo arcaico como de la religión de servicio precolombina.

La confusa equivalencia entre “ordenador” y “creador” en la teología andina es atribuible a la trasposición cristiana de los cronistas Bartolomé de las Casas, Cieza de León, Betanzos, Cobo, Sarmiento de Gamboa, Molina el cuzqueño, Acosta, Santacruz Pachacuti y Ramos Gavilán. Al referir a Wiracocha como Hacedor en vez de ordenador del mundo se procede desprolijamente a eliminar injustificadamente la sutil y crucial diferencia metafísica existente entre cristianismo y religión precolombina. Lo cual impide también captar su vinculación con el esquema ontológico metafísico del chamanismo.

Finalmente, la expresión más madura en la teología incaica está contenida en la idea de Pachacamac como deidad ignota del Hawa Pacha, que se yergue soberanamente sobre todas las deidades menores como Gran Ordenador del Universo. Asi, mientras la teología del Manuscrito de Huarochirí trasmite una teología milenaria, la teología del dios ignoto de los Incas es más elaborada y abstrusa. Esa deidad ignota es en Blas Valera Luz Eterna o Illa Teqse que reina en las tinieblas o lo inanimado. En el chamanismo lo inanimado es la muerte, el mal, la enfermedad o el secuestro del alma por algún espíritu. En otros términos, el emanatismo –orden emana de Teqse-, dualismo –Animado e Inanimado- y dinamismo –vivificación sin término y cíclica- no provienen directamente de la religión de integración del chamanismo sino que son creación de la religión de servicio precolombina.

En una palabra, la filosofía mitomórfica del chamanismo brinda sólo el impulso y algunos elementos primordiales en la filosofía mitocrática de la religión precolombina. Pero lo substancial de su especulación metafísica –la teogónica y cosmogónica paridad primordial arquetípica- es su aporte original.

El gran enigma es que si el chamanismo es arcaico y antecede a todas las formas religiosas entonces cómo se explica que sirviera de punto de partida para concepciones contrapuestas que derivaran unas hacia la desvalorización del devenir, lo múltiple y el mundo –filosofía oriental y filosofía griega- y otras hacia la revalorización del mundo, el devenir y la vida –filosofía mitocrática precolombina-. Y esto atañe a una diferencia profunda al interior de las mismas filosofías mitocráticas.

30 de Agosto 2017

viernes, 25 de agosto de 2017

CHAMANISMO Y MANTICA

CHAMANISMO Y MÁNTICA
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
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El chamanismo viene de la noche oscura de los tiempos y por ello es mucho más antiguo que las culturas ancestrales de las sociedades antiguas teocráticas de Babilonia, Egipto, hebreos, la India, Persia, Asiria, hititas, China, Mayas, Aztecas, Chibchas, las culturas preincaicas y los Incas. Es más, no sólo las penetra sino que les sobrevive.  De todas sus funciones (rescate del alma, viaje a otros mundos, curación, exorcismo, etc.) hay una de especial interés y que concierne al oráculo y discernimiento del destino. La mántica es también el arte de la adivinación o ver el futuro.

El ocultismo, clarividencia, materializaciones, levitación, mediumnismo, precognición, bilocación, profecías, visiones y oráculos tienen su origen con el chamanismo. El chamán o visionario recrea el universo de lo paranormal testimoniando la existencia de una dimensión trascendente, un mundo postmortal  misterioso.

La decadencia del tiempo chamánico prehistórico trajo como consecuencia la disgregación de los dones paranormales en especialistas. Asi, el oráculo y la pitonisa encarnan solamente el don profético.  Esto fue lo más común en las culturas antiguas (Oráculo de Amón, oráculo de Dodoma, oráculo de Delfos, oráculo hebreo Urim y Thummim, I Ching, Runas, pallares moches, hoja de coca en los Andes, etc.). Pero el chaman de los tiempos primordiales era a la vez curandero, viajero de mundos sutiles y visionario. Esta integración de dones paranormales aun se preservan en las comunidades nativas de la Amazonía, pero está en vía de extinción por el avance de la modernidad.

No obstante, los dones manifiestos en el chamán no son espontáneos como en las personas con ciertos poderes paranormales sino habituales e inducidos a través de una técnica de éxtasis arcaico –así lo denomina Mircea Eliade- que también lo lleva a trascender el tiempo y el espacio. En realidad, los fenómenos paranormales siempre han sido normales a lo largo de la historia humana y se han presentado de modo involuntario en las personas comunes. Es el caso de la esposa de Julio César que soñó con el asesinato de su marido.

Así, los fenómenos de percepción extrasensorial de telepatía, psicoquinesia, clarividencia, precognición y retrocognición están presentes en el chamanismo, siendo fuente del mito y de una incorporación a la eternidad por inspiración de lo sagrado. Especialmente la retrocognición como clarividencia del pasado es una fuente del mito cosmogónico y teogónico arcaico prehistórico. Para Vasíliev los fenómenos paranormales no tienen un origen físico y para el padre de la parapsicología moderna, Rhine, su fuente está en una energía espiritual. En cambio K. Jung interpreta los fenómenos ocultos como estructuras no causales de la psique, una manifestación del inconsciente, que está entre lo real y lo irreal, lo racional e irracional, conformando un reino intermedio que se manifiesta en símbolos. No obstante, el chamanismo demostraría la existencia del mundo espiritual que no es meramente de origen mental y subjetivo, sino, todo lo contrario, objetivo y real.

El chamán no sólo efectúa labor curativa sino que en su propósito sanador invoca e incorpora espíritus, viaja a geografías sagradas, rescata el alma de seres malignos, transita por los diversos cielos, incursiona en la situación límite de la condición humana, desciende a los infiernos, asciende al cielo, domina los elementos y revela lo transhistórico. Nuevamente aquí es donde se debe subrayar que el chamán no es el especialista en lo divino sino en lo sagrado.

Lo demoniaco trivializa lo sagrado cuando lo sagrado está hegemonizado por la Revelación de Cristo, así es más fácil eliminar lo sagrado y destruir la fe, imponiendo una era de apostasía. Pero en tiempos de pre-revelación lo demoníaco campea en lo sagrado y no necesita eliminarlo ni destruir su creencia. Su modus operandi cambió. Su ataque antes era frontal, ahora es indirecto. La profanación de lo sagrado radicaba antes en la mentira oracular sistemática y en la promoción del trato directo con los espíritus malignos. Ahora, la profanación reside en la desvinculación con todo lo sagrado convirtiéndolo en profano.

Pero debemos preguntarnos si acaso esta desvinculación con lo sagrado también se da en las actuales manifestaciones de chamanismo. Aquí la estrategia cambia porque se trata de confundir al parroquiano mezclando las invocaciones a Dios y a Cristo con las de infinidad de seres intermedios, brebajes y amuletos que la mayor parte de las veces tienen el papel principal. Al final el resultado es el mismo, acabar con la religión revelada y con la salvación del hombre. Es otra forma de profanación y de tergiversar lo sagrado en tiempos de Redención.

En el chamanismo es fácil que el demonio y sus huestes de intelectos puros saquen ventaja de la naturaleza humana y poca comprensión a través del conocimiento superior de nuestras debilidades y medios para tentar. Y por más que en nuestro tiempo actual el chamanismo aparezca en un estado de desintegración y decadencia, y que no sea considerado un fenómeno aberrante para la etnografía moderna, sin embargo es un fenómeno aberrante desde el punto de vista de la fe.

Y lo es porque su efecto sobre la razón es pernicioso, dado que en vez de purificarla de la superstición la engolfa en ésta. En otros términos, en vez de reforzar la fe en la razón iluminada por Dios lo seduce en lo irracional. Pero el chamanismo no solo seduce a los simples sino también a los estudiosos sin fe y con fe. Lo cual es natural. Ya Santa Teresa de Jesús nos describe cómo las almas contemplativas que se encuentran incluso en la quinta mansión, caracterizada por la oración contemplativa de unión con Dios, son también tentadas con artimañas ingeniosas con apariencia de bien pero cuyo objetivo es aumentar el amor propio y retirarlo del amor a Dios.

El chamanismo no es religión ni demonología, trata con espíritus celestes, espíritus de chamanes, muertos y enfermos, demonios y semidioses, espíritus auxiliares y protectores, incluso logra la visión del mundo paradisíaco, pero ello no lo hace inmune a los engaños y astucias del diablo. Si éste falsifica a Dios y se disfraza de falsas apariciones de santos por qué no va a poder confundir al chamán con quiméricos mundos sutiles y quiméricos seres sagrados.

Esto significa que si el chamanismo es también mántica del destino y filosofía mitomórfica que opera bajo el concepto de lo metafórico, analógico y simbólico, ello no significa que la afectación de los poderes psicosomáticos humanos  provenga necesariamente de Dios. En la doctrina teológica es conocida la influencia diabólica a través de los sentidos, especialmente internos como la memoria y la imaginación. Si esto ocurre con espíritus contemplativos avanzados por qué no ha de ocurrir con el chamán.

En otras palabras, su contenido mitomórfico, la palabra performativa,  la mántica, lo horoscópico, escatológico, oracular e iniciático son de dudoso origen, por decir lo menos. El cristianismo no niega el mito sino el paganismo. Al contrario, reconoce al mito como horizonte ontológico de lo sagrado y del misterio. La Revelación sólo es antimitológica en este sentido y no en sentido absoluto. Mito es revelación natural, y la Palabra es revelación sobrenatural. En ambos hay mito como horizonte de lo divino. En el mito hay también semillas del Verbo divino.

Esto no es contradictorio con afirmar que el éxtasis chamánico es una nostalgia del Paraíso. Pero también en el diablo hay dicha nostalgia. El chamanismo es el capítulo inicial de la historia de la mística. El chamán es el asesino de demonios, defensor de la salud, la fecundidad y el mundo de la luz. Contribuye al conocimiento de la muerte y de otras zonas sutiles del cosmos. Es fuente de poesía universal. Incluso entrevé la humanidad paradisíaca, experimenta la caída humana por un alejamiento con el Ser Supremo y puede buscar la condición humana anterior a la Caída.

Hay dos tipos de chamanismo, según Eliade, el chamanismo arcaico y el chamanismo aberrante. El primero que no ingiere alucinógenos y le basta su energía espiritual, y el segundo que ingiere alucinógenos para experimentar en un plano carnal lo que ya no es posible experimentar en el plano espiritual. Pero en ambos la lucha contra lo demoníaco se da y los subterfugios del diablo están presentes. El esquema filosófico chamánico es realista y carece de la complicación filosófica del simbolismo budista, tántrico y lamaísta. Mientras que el chamán viaja por el cosmos, éstos últimos salen del cosmos. Por tanto, lo que ve el chamán en su mántica clarividente tiene que ver con lo que existe en este cosmos. Su mántica del destino concierne a una totalidad viviente y presente. La filosofía arcaica del chamanismo es visionarismo que conoce del destino del hombre en el más allá del tiempo y espacio presente. Es un conocimiento último de la situación humana en el mundo y su destino final con el fin de preservar la armonía del cosmos. Por eso es una religión de integración cosmológica. La sabiduría se obtiene tras la iniciación que constituye el descenso a los Infiernos. Se trata de una metafísica de integración universal.

Esto lleva a pensar que no basta la distinción entre la filosofía logocrática (imperio del concepto puro de la lógica) y la filosofía mitocrática (imperio del concepto imagen del mito). Y más bien lleva a introducir una tercera forma más arcaica y que corresponde a la filosofía mitomórfica del chamanismo (imperio visionario del éxtasis).

En las formas de filosofar hay ontología, metafísica y filosofía, pero bajo distinto predominio de los principios espirituales y lógicos. Bajo el principio de identidad en el filosofar logocrático, bajo el principio de armonía de los opuestos en el filosofar mitocrático y bajo el principio del éxtasis visionario en el filosofar mitomórfico. Filosofía es indagación sobre los fundamentos del mundo. En el mundo ancestral se indagó filosóficamente unido al rito, la religión, lo mántico y horoscópico. Pero en el mundo arcaico se indagó filosóficamente viajando por el cosmos espiritualmente. Por ello, es la forma primordial de la teoría del destino.

Esto explica que una vez que predomina el chamanismo aberrante en medio del filosofar mitocrático se recurra a construir la llamada “primera computadora del mundo” de hace dos mil años: la máquina se usaba para ver el futuro. La Antikythera, descubierto en un naufragio frente a la costa de Grecia en 1901, es un mecanismo que ha fascinado y desconcertado a los estudiosos desde hace más de un siglo. Construido en el 150 a.C., el artefacto ha sido denominado como 'el equipo mecánico más antiguo del mundo'. Después de más de 10 años de estudio los científicos han sido capaces de decodificar unos 3.500 caracteres de un texto explicativo escrito en 82 fragmentos sobrevivientes del artefacto con el uso de las máquinas de rayos X y otras tecnologías de exploración. El lenguaje descifrado más o menos confirma lo que los arqueólogos han sospechado desde el principio: el Mecanismo de Antikythera fue diseñado como un calendario-reloj que mostraba las fases de la luna, la posición del sol y los planetas, y hasta el momento de los eclipses previstos. Pero además del uso astronómico, los científicos también suponen que la máquina se utilizaba para “ver” lo que deparaba el futuro. No ha sido una herramienta para hacer pronósticos, sino algo que se usaba para enseñar nuestro lugar en el cosmos.

La Antikythera es una prueba de lo lejano que se encontraban los tiempos arcaicos en que el chamán con su solo poder espiritual podía viajar por el cosmos y ver el futuro. Ya lucen extintas las eras en que el chamán omnipotente con solo extender su mano y tocar podía provocar la muerte. Este mecanismo sería un testimonio de la degradación de los poderes chamánicos. Y otra prueba tangible que la motivación fundamental del saber filosófico arcaico y  ancestral era la intuición del destino. Así, se opera la transformación de la historia en categoría mítica y sagrada. Lo transhistórico será tema primordial del chamán, nigromante, poseso, hechicero, profeta, sacerdote y jefe religioso.


25 de Agosto 2017