martes, 3 de julio de 2012

REFLEXIONES MITOCRÁTICAS (Segunda Parte)

REFLEXIONES MITOCRÁTICAS DESDE TOLUCA

(Segunda Parte)
Gustavo Flores Quelopana
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía
                                              
Gris es toda teoría y verde el arte de la vida
J. W. Goethe

En mi reciente estadía académica en el Instituto de Investigaciones sobre la Universidad (IESU), de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), para impartir el Curso sobre Cómo situar el Eurocentrismo, a partir de mi libro Las Filosofías Marginadas que en el 2010 lo reelaboré en mi subsiguiente obra La Filosofía Mitocrática y Mitocratología, el evento fue matizado por una obra teatral denominada El Pájaro Azul, que en el fondo trasmitía al hombre de hoy la necesidad de recuperar su capacidad de ensoñación y de imaginación pero dentro de la visión occidental antropocósmica. El susodicho pájaro azul de la obra estaba a fin de cuentas ligada al afán prometeico del hombre occidental.

Y mientras esto sucedía en el escenario en medio de la oscuridad del teatro me iba revoloteado en mis sienes la idea de cómo debía haber sido la imaginación y la ensoñación del hombre ancestral y cómo debió haberse reflejado en la filosofía mitocrática.

Pues bien, la capacidad de ensoñación y de imaginación desplegada en los márgenes de una visión intracósmica como la China, metacósmica como la India y micro-macrocósmica como la precolombina debió haber sido cualitativamente distinta. Sobre ésta última recuerdo a la amable Dra. Hilda Vargas, responsable del Progama de la No-Violencia, poniéndo a la disposición durante la última sesión del día viernes una grabación sobre la música ritual de una antiguo pueblo maya. Comenzaba un tamboril que se podría decir que seguía los latidos del corazón, luego se sumó el golpeteo de otro tambor mayor que aceleró e intensificó tanto el sonido como el ritmo para hacer sentirnos cómo el microcosmos se integraba al macrocosmos.

Esta idea holística de integración en vez de dominio o manipulación es la nota esencial de las visiones ancestrales (China, India, Precolombina) y que preside la recreación de las imágenes de la imaginación. Es más, se trata de la integración de lo finito y lo infinito, lo temporal y lo eterno, lo relativo y lo absoluto, lo inmanente y lo trascendente. En otros términos, estamos ante una hermenéutica mitizante de lo perenne, sólo comprensible fuera de los marcos ilustrados de la hiper-racionalista hermenéutica de la sospecha.

Se podría pensar que lo perenne no sólo es preocupación de la hermenéutica mitizante ancestral sino también de la hermenéutica racional los griegos y de la hermenéutica teológica los cristianos. Lo cual es cierto aunque incompleto, porque la diferencia sustancial se da en el orden de su ontología fundamental. Los griegos sistematizaron racionalmente el principio metafísico ancestral nihil ex nihilo (nada viene de la nada) y la gran ruptura metafísica acontece con el cristianismo y su principio metafísico creatio ex nihilo (Creación a partir de la nada) que escandalizaba las mentes racionales griegas. Es por eso que se puede afirmar que lo perenne pervive en la cultura cristiana pero en diferentes términos, y son términos de largo alcance porque modifican la misma comprensión del tiempo y de la historia. El tiempo cíclico o el eterno retorno ancestral y prolongado en la filosofía griega será reemplazado por el tiempo asintótico o vectorial del cristianismo.

De manera que sería inexacto sostener que en el hombre occidental siempre predominó la visión temporalista y que dicha visión presidió su imaginación. Esto sólo ocurriría desde la modernidad con el racionalismo matematizante cartesiano y con el factum del empirismo. Desde entonces se fue abriendo camino una hermenéutica de la facticidad que encuentraría su madurez en Heidegger y su extensión en Gadamer.

La hermenéutica de la facticidad circunscribe la ontología fundamental dentro del horizonte de la temporalidad. Pero al estar atrapada dentro de los marcos temporalistas deja de lado lo eterno. Esta interpretación del ser, la verdad y la historia a partir de la temporalidad absoluta equivale a un menoscabo ontológico de la realidad dentro del horizonte del reduccionismo inmanentista. El nuevo mito de la modernidad es la idolatría de la temporalidad. Y con ello el pretendido salto sobre la metafísica occidental queda efectuada pero en sentido negativo, es decir, nihilista.

Por el contrario, para entender la imaginación del hombre ancestral y su filosofía mitocrática es necesario echar mano de la hermenéutica remitizante, esto es, de una hermenéutica "en" "por" y "sobre" el mundo, que no reduce el mundo a lo temporal e inmanente sino que toma en cuenta lo perenne y eterno. Con esto la ontología ancestral es más rica y compleja porque da cabida a un substrato supratemporal y trascendente. Así pues la hermenéutica supratemporal ancestral se halla ante el enigma de que la existencia humana, temporal y finita se encuentra marcada no por su propia interpretación sino por la interpretación divina. Por eso el alma de dicha hermenéutica consiste en aceptar que lo Otro sobrehumano tiene razón. Por supuesto que el cristianismo con la idea de persona y libre albedrío trastoca profundamente los términos en que lo finito se relaciona con lo divino. Pero lo que aquí nos concita la atención es la concepción ancestral pagana antes que cristiana.

Muy bien, y mientras estas elucubraciones iban visitando mi mente durante la función del Pájaro Azul también me vino una interrogante mucho más enigmática: ¿Y cómo vivenciarían los hombres ancestrales los acontecimientos conocidos hoy en día bajo el nombre de lo "paranormal"? Estos fenómenos son muy importantes en tanto que el hombre ancestral está signado por el simbolismo de lo sobrenatural. Tanto así que los acontecimientos más decisivos de su vida histórica están determinadas por estas vivencias.

Aun cuando dentro de la atmósfera del racionalismo, positivismo y temporalismo filosófico este acápite es considerado casi tema tabú, sin embargo hubo filósofos contemporáneos vivamente interesados por este lado misterioso de la realidad. Entre ellos estuvieron Henri Bergson, William James y Gabriel Marcel. Por lo demás, los mediums o parapsicólogos forenses gozan de la mejor reputación entre los suyos.

Pues bien, me aventuro a exponer mi idea según la cual las monumentales arquitecturas megalíticas de las civilizaciones antiguas que demandaron un ingente e inexplicable esfuerzo tuvo su origen no en motivaciones políticas, funerarias o de otra índole, sino en fenómenos paranormales fuertemente vivenciados por reyes o sacerdotes. Es decir, los templos o pirámides astronómicas estaban obsedidas por determinar calendáricamente cuándo sobrevendría la visión catastrófica advertida en la experiencia paranormal.

Si al hombre de mente científica de hoy lo deja atónito y desconcertado los fenómenos de clarividencia, telepatía, premonición, telergia, entre otros, no es difícil imaginar el enorme impacto cultural que representaría dentro de una cultura sacralizada. Sería asumido como un mensaje perentorio de los dioses, que advierten el desastre e instan a tomar providencias por lo menos para el rey-semidivino.

Pues bien, esta relación entre la realidad explicada y lo inexplicable sigue siendo hasta el día de hoy un asunto no resuelto para el pensamiento científico, el cual se ve en muchos casos obligado a abandonar toda explicación admitiendo la realidad del fenómeno. Pero qué hay detrás de dichos fenómenos, ¿otra realidad? ¿un mundo sobrenatural y supratemporal? A la luz de las evidencias es cada vez más difícil negar su realidad o reducirlo a mera alucinación. El terreno de la fe, la religión y de la creencia trata de afrontarlo con mayor o menor éxito. Por el momento no ahondaré al respecto porque las casi tres horas de función de la obra de teatro no dieron para más. Pero de cualquier modo resulta innegable la irresistible y peligrosa atracción que ejerció el fenómeno paranormal sobre el hombre ancestral y que incluso sigue ejerciendo sobre la humanidad actual.

Lima, Salamanca 03 de Julio 2012