GÉNERO Y SUBJETIVISMO DECADENTE
La construcción del género independiente del sexo biológico refleja la subjetividad exacerbada de la modernidad tardía. Expresa un decadente subjetivismo, formalismo y solipsismo extremo en el giro patológico de la racionalización capitalista.
Cuando Sade en su novelística muestra a la rancia aristocracia monárquica, al clero fariseo y a la servil cúpula militar en plena disociación entre razón y moral, entre razón teórica y razón práctica. Hoy la misma situación se presenta ya no en los escritores sombríos de la burguesía, sino en la propia vida de la burguesía liberal. Es nuevamente la razón subjetiva empujada a su delirio de rompimiento con la razón objetiva. Esta nueva profesión de fe del subjetivismo queda desgajada de las pretensiones de verdad universal y de la acción racional. Asistimos a los estertores del liberalismo tardío y al apocalipsis de la razón burguesa. Se yergue una subjetividad emancipada de la racionalidad práctico-moral y que se sumerge en el hedonismo sin alma.
No es un hecho casual que sólo de las entrañas del capitalismo se haya producido la ideología de género. Entender el nexo causal entre el mundo de la vida y la acción económica racional sobrepasa tanto la racionalidad del dinero de Simmel, la racionalidad weberiana de una teoría de la acción con arreglo a fines, a la dialéctica de la Ilustración como íntimo desgarramiento de la razón, como a la teoría de la acción comunicativa habermasiana, y se entiende mejor, sin desligarla como un fenómeno de cosificación surgida desde la base económica de la existencia. Puede parecer forzado que desde el fetichismo de la mercancía se explique la ideología de género, pero no es así, porque, así como luce transformado el hombre en cosa de fantasmal objetividad, del mismo modo su identidad sexual se esfuma por una fantasmal determinación cultural del género.
En otros términos, el hombre aliena su propio sexo en género porque su propio mundo externo alienado y cosificado lo empuja hacia ello. Al desgarramiento entre teoría y praxis, razón y moral, tenía que sobrevenir la ruptura entre sexo y género. El hombre socialmente aniquilado y fragmentado por un sistema capitalista cosificador supuró la alienación respecto al propio sexo. La restauración humana ante tamaña patología social significa la superación de la propia civilización capitalista en la historia. Pues, sería mera ficción pensar que tal restauración se pueda lograr mediante la hegeliana superación teórica de la razón formal o funcional por la metafísica razón sustancial.
Desde la perspectiva de la filosofía de la acción se puede ver claramente que la solución exige una intervención de la práctica en el mundo de la vida. Y dicha intervención se viene haciendo por China y Rusia no desde la entronización lukacsiana de la conciencia de clase del proletariado, sino desde la defensa de los valores de la familia, la religión y la tradición cultural. Pero, es especialmente China la que muestra que su modelo "un país, dos sistemas" tuvo la capacidad de reponerse al fracaso de la revolución comunista en el mundo integrando muchos elementos económicos de las sociedades capitalistas avanzadas.
Esto se ha querido ver como la vía comunista de China hacia el capitalismo, pero es la vía de un capitalismo de Estado chino hacia el comunismo. De ahí que busque no adaptarse al sistema sino controlar el sistema. Lo cierto es que dicho modelo impulsa una reconfiguración mundial de la racionalización de la acción social. Con esto China no se aparta de Marx, al contrario, con la intensificación del capitalismo en lo económico refrenda lo postulado por Marx al pensar que el capitalismo genera los presupuestos objetivos y subjetivos para la liberación del proletariado. Claro, con la salvedad de que ya no será del proletariado, que es aceleradamente sustituido por la inteligencia artificial y la extinción del empleo, sino de toda la sociedad. Esto es, la falsa totalidad del capitalismo del occidente liberal, y cuya ideología de género es uno de sus componentes principales, será abatido en lo objetivo y subjetivo desarraigándolo de la historia. Así se dará fin a la escisión entre objetividad y subjetividad, que se objetiva en el hombre cosificado con toda una serie de líneas de deshumanización creciente.
Cuando el proceso de cosificación más se aleja de la esfera de la producción y de la vida económica se vuelve más inaccesible a la autorreflexión. Y esto es precisamente lo que acontece con la ideología de género. La atrofia y mutilación del alma humana deja de ser percibida. La alienación sexual queda camuflada como derecho de las minorías sexuales. El actual trastorno del sexo biológico, llamado identidad de género se llama disforia (trans, andrógino, ginoandros, neutro, agénero, bigénero. poligénero, multigénero, fluido, pangénero, intergénero). Que el género es una construcción cultural es el nuevo mito del culturalismo, que negando las esencias sentencia la existencia contra lo biológico. Ante el cosmos reificado del tardío capitalismo imperialista, el antimundo ya no se construye alrededor del arte ni de la bohemia, sino de la construcción cultural del género.
Esta racionalización contracultural del género tiene como su primera presa a la cultura de masas y se corresponde con la muerte de la sociedad moderna. Para despecho de Walter Benjamin en el occidente liberal deja de existir la fuerza emancipadora de la cultura de masas. La racionalización del irracionalismo del capitalismo decadente de filtró del plano de la cultura al de la personalidad sexual. La ideología de género expresa la exacerbación de un modo de vida egoísta, individualista, irracionalista y subjetivista, que va adueñándose sistemáticamente de todos los ámbitos de la existencia.
Estamos ante el fenómeno de racionalización de la irracionalidad a nivel del sexo, que expresa el agotamiento del espíritu del capitalismo tardío. La construcción cultural del género no es el pináculo del proceso de desencantamiento del mundo, sino tan sólo su capítulo final. El epílogo corresponde a la cibercracia o abolición de la autonomía humana por la inteligencia artificial autónoma. No es casual que la ideología de género sea promovida e impuesta justo desde aquella región del planeta que luce desquiciada y sumida en la inmoralidad, a saber, el occidente liberal.
La cultura racionalizada del occidente secularizado ya no responde a valores sino a intereses de grupos particulares. La trampa de la particularización normativa hizo que se renunciara al primado de los fines universales. La atomización de la racionalización de la acción hizo que se hiciera trizas la racionalización social, siendo la primera afectada la familia nuclear.
La erosión nihilista de la sociedad postmetafísica hizo que triunfe la voluntad intramundana del diosecillo terrestre liberando de cualquier traba el placer erótico y la disforia sexual. Se trata de una racionalidad instrumental que supura de sus llagas una racionalidad electiva disfórica. Justamente esta particularización de intereses impide que se convierta en una racionalización acrecentadora de valor.
Explicar la racionalización de la ideología de género en la vida socioeconómica de la vida americano-europea, especialmente, implica advertir que la racionalización social de la economía capitalista viró de la producción hacia la especulación, del obrerismo al postrabajo, y que el Estado moderno occidental mermó el marco democrático con indesarraigables mecanismos intratotalitarios y neofascistas. Es todo un fenómeno de violentismo de la racionalización social en el occidente liberal tardío.
La ideología de género es el producto espurio de un tipo particular de racionalismo -el europeo americano- en su fase de descomposición histórica. La nueva interpretación de la humanidad que aportó dicha cultura ha llegado a su término. Y si algo conserva de sus fases iniciales es ese impulso prepotente y colonialista de dominar el mundo con pretensiones de verdad, y hacer valer para todos lo que sólo corresponde a su alicaído proceso histórico. Pero ya sonó la hora de la descentración de la comprensión del mundo donde la legalidad occidental no es universal ni única. No se trata de abandonar el universalismo por un pluralismo relativista, sino de advertir la degradación de la racionalización occidental que lesiona las estructuras universales de una sana humanidad.
En otras palabras, el derrotero de la racionalización social que presenta el capitalismo moderno no tiene por qué servir de modelo de una racionalización social universal. Sólo se está ante un caso específico de racionalidad occidental. Incluso en cada cultura hay diversidad de racionalizaciones. Es por ello que la secularización occidental no puede calificar como irracional las imágenes religiosas del mundo.
La diferencia entre racionalizaciones culturales estriba en la importancia que otorga cada civilización a una determinada esfera del saber o de la acción (religión, filosofía, economía, moral, técnica, trabajo, guerra, etc.), los cuales destilan patrones valorativos diferentes. No obstante, la situación es más compleja porque al interior de cada racionalización cultural se conocen periodos de auge y descomposición que afecta su dirección. Y eso es lo que vemos con la ideología de género de la racionalidad occidental finisecular.
Otra cosa es que la economía capitalista y la administración moderna, junto con la técnica científica, se expanden sin obstáculos hacia otras racionalidades culturales, salvo en las comunidades aborígenes cazadoras recolectoras supérstites, imponiendo formas de racionalidad cultural y normativa que sólo pueden ser atajadas por la tradición cultural y religiosa. Así, China y Rusia son ejemplos paradigmáticos de haber atajado desde una política soberana la penetración de la ideología de género en sus culturas.