LOS ÉXTASIS DE PLOTINO
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
Si hemos de creerle a Porfirio, durante los seis
años que vivió en compañía de Plotino éste experimentó cuatro éxtasis. De dónde
procedieron los éxtasis de Plotino. ¿Vinieron de Dios o de otras potencias
preternaturales?
Enseña la historia de las religiones y la teología
que lo Sobrenatural es la actuación que va más allá de cualquier naturaleza
creada y es la forma de obrar sólo de Dios. Mientras que lo Preternatural es la
forma de actuación que va más allá del obrar de la naturaleza material y que
puede ser fruto de la actuación de una naturaleza angélica o demoníaca. Lo
natural es la forma de actuar que se conforma al obrar de la naturaleza.
Si el éxtasis es el experimentar la unión mística
con Dios mediante la contemplación y la disminución de las potencias orgánicas,
¿fue esta dicha la que conoció Plotino? ¿Ese ardiente anhelo de unión con la sublime
unidad con que culmina la metafísica de la luz del yo ideal de la filosofía
griega no es en el fondo la misma aspiración unitiva del ancestral panteísmo de
los brahmanes? ¿No hay acaso éxtasis natural –acto de conocer, amar, ingesta de
alucinógenos, por ejemplo-, éxtasis preternatural –inducido por ángeles o
demonios- y éxtasis sobrenatural –venido de Dios-? En cuál de ellas es
clasificable los éxtasis de Plotino.
El estudio del éxtasis está comprendido dentro de
la historia de la mística. Y mística junto al éxtasis hay desde el paleolítico
inferior hasta nuestros días. Desde los pueblos prehistóricos hasta las
culturas primitivas, culturas superiores y la presente era secularizada, hay
mística junto a fenómenos de éxtasis. Así, el famoso estudio de Mircea Eliade, El Chamanismo y las técnicas arcaicas del
éxtasis, ilustran una de las muchas formas de éxtasis dentro de la historia
de las religiones. ¿Pero todas sus formas vienen de Dios?
Por eso, yo quisiera comprender la historia de la
mística en cinco edades: 1. La edad arcaica o prehistórica de la incompresible
unión con lo numinoso, 2. La edad ancestral de la unión con el absoluto
impersonal, 3. La edad antigua clásico-mítica del yo ideal, 4. La edad de la fe,
y 5. La edad de la apostasía o secularización extendida.
Así, por ejemplo, en la edad arcaica o numinosa el
chamán trata con seres celestes, espíritus de los muertos, demonios, semidioses
y logra una visión del mundo paradisíaco; en la edad ancestral se diseña una
disciplina mental para reintegrarse en lo sagrado y transhistórico; en la edad
clásico-mítica lo mítico es desplazado por una metafísica para elevarse hacia
la unidad; en la edad de la fe los místicos presentaban éxtasis espectaculares;
en la edad de la apostasía los místicos dentro y fuera de los conventos exhiben
vocaciones accesibles en la vida ordinaria.
No está demás dejar apuntado que lo singular de la
mística arcaica es que es comunicable,
mientras que en la mística superior de las grandes religiones –especialmente cristiana-
hay contenidos no comunicables. Ejemplo de esto último lo hallamos en el rapto
místico de Santo Tomás de Aquino, acto tras lo cual dice: “Después de lo visto
por gracia divina, admito que todo que he escrito es paja”.
Si quisiéramos presentar un esquema de la presencia
universal del fenómeno místico en las diversas religiones se tendría que
admitir su fenomenología en: 1. Las religiones
de integración (prehistoria, pueblos primitivos, siberianos, amerindios, oceánicos,
indochinos, australianos, africanos); 2. Las
religiones de servicio (Egipto, Mesopotamia, Indoeuropeos, Celtas, Eslavos,
Germanos, Griegos y Romanos, Semitas, Cananeos, China, Japón, Azteca, Maya,
Incas); 3. Las religiones de liberación
(Maniqueísmo, Gnosticismo, Hinduísmo, Budismo, Jainismo, Taoísmo,
Confucionismo); 4. Las religiones de salvación
(Mazdeísmo, Judaísmo, Cristianismo, Islamismo); 5. Las religiones seculares (industrialismo, fascismo, marxismo, liberalismo,
cientificismo, materialismo práctico).
Ahora bien, Maritain dijo una vez que el éxtasis de
Plotino no es el ejercicio supremo de la mística sino el punto de
desvanecimiento de la metafísica. Pues la metafísica por sí sola no puede procurar
el éxtasis místico.
Según Porfirio, este rapto extático que aparece
cuatro veces en la vida de Plotino es la luz intelectual inspirado por un
demonio superior que habitaba en él y que se apareció en forma sensible cuando
muere. Cuando Plotino entrega su espíritu, bajo su lecho una serpiente se
desliza para desaparecer en un agujero de la pared. Para Maritain lo que acude
en el éxtasis de Plotino es el eros metafísico de las naturalezas intelectuales
sobrehumanas rectoras de este mundo. En otras palabras, allí donde todavía no
reina Cristo la razón natural que tiene una tendencia propia hacia la búsqueda
de la verdad es orientada o confundida, preparada o engañada por las naturalezas
intelectuales angelicales o demoníacas.
Si esto es así, entonces significa que ni el
demiurgo platónico del Timeo, ni las
tres potencias plotínicas (el Uno, la Inteligencia y el Alma) eran capaces de
provocar un éxtasis sobrenatural. Pero no había inconveniente que sin el
auxilio de la Revelación sí produjeran un éxtasis natural y preternatural.
Con esto quedó confirmado no sólo que Platón y
Aristóteles son los padres de la teología natural –conocimiento de ciertas características
de Dios (espíritu, principio, ordenador, bueno, puro, primer motor) por medio
de la sola razón humana-, sino que la razón sin el auxilio de la fe es incapaz
de alcanzar las verdades sobrenaturales del misterio divino (Creación, Trinidad,
Encarnación, Resurrección, Salvación).
No se trata de dudar de los éxtasis de Plotino y de
la versión de Porfirio, de lo que se trata es de esclarecer la fuente de donde
provinieron los éxtasis plotínicos. Y por el relato de la serpiente, se puede
columbrar que dicha fuente fue demoníaca. La pregunta aquí es: ¿puede el
demonio estar interesado en un ardiente anhelo de sublime unidad metafísica con
lo divino? Y la respuesta es positiva, sobre todo a la luz de la inminente
llegada del mensaje de Cristo. Dejar sentada la oposición entre la unidad metafísica a la unidad de la fe sería el principal objetivo.
Allí donde Cristo no reina todavía se le permite al
agón griego dar los últimos coletazos insistiendo en la vía metafísica de
ascenso personal hacia lo divino. Pero lo que caracteriza al amor cristiano es
que Dios viene al hombre para salvarlo. Por ello, como subraya Max Scheler, el
principio metafísico griego es frio, no ama, ni se le puede amar, es la ley del
destino lo que gobierna el universo y dentro de él lo único que le queda al
hombre superior es ser sabio. Más el cristianismo viene para los legos, los que
no pueden llegar a Dios, pero reciben su auxilio amoroso. La metafísica
cristiana tiene una dirección soteriológica inversa a la griega.
Tampoco hay duda que el éxtasis de Plotino responde
a una forma por excelencia del conocimiento de lo real, como una manera de
estar ante la presencia viva de la realidad y que responde a una ontología de
lo concreto. El otro extremo lo representa Aristóteles con el conocimiento
conceptual deductivo, abstracto y nocional, que logra un esquema de lo real y
responde a una ontología abstracta. Pero ninguno de los dos llega a comprender
el origen de la realidad misma, que es Dios. Para ello sería necesaria la
revelación.
Cuando Pablo de Tarso habla en Atenas a los
idealistas de la Estoa y a los platónicos -y no hay duda que también lo
escucharían los partidarios de las sustancias hipostasiadas de los plotinianos-
ya se había cerrado la brecha entre el pensamiento y la sabiduría increada. La filosofía
griega que identificó el Logos como la eterna sabiduría de Dios, sin la
revelación estaba ciega para comprender a ese mismo Dios. Pero esa brecha de la
metafísica griega de las esencias sería cerrada por la metafísica cristiana de
la existencia.
Efectivamente, sin la concepción de Dios como
persona suprema, omnisciente, omnisapiente y omnipotente no era posible superar
el horizonte mental griego con su principio metafísico supremo del Nihil ex nihilo o Nada viene de la nada.
Es precisamente San Agustín quien con gran acierto señala que el que busca a Dios con ciencia y sin fe es engañado por "potestades aéreas" con sus "poderes mágicos", que no es sino el "diablo transfigurado en ángel de luz"
Es precisamente San Agustín quien con gran acierto señala que el que busca a Dios con ciencia y sin fe es engañado por "potestades aéreas" con sus "poderes mágicos", que no es sino el "diablo transfigurado en ángel de luz"
En una palabra, en cierta forma los éxtasis
místicos de Plotino eran la forma máxima preternatural a que se podía llegar en
la vida mística occidental antes del reinado de Cristo. De alguna manera los
éxtasis plotínicos son parte de la pedagogía divina antes de la revelación.
Tuvieron lugar no para que el espíritu humano se perdiera en las tinieblas, sino
para conocimiento y sabiduría del hombre en su camino hacia Dios.
Lima, Salamanca 04 de diciembre del 2016