FILOSOFÍA
PREHISTÓRICA (II)
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad
Peruana de Filosofía
SEGUNDO PERIODO
Edad de la metafísica
numinocrática animista
(2 millones de años a
70 mil años)
2
EL HOMO ERECTUS
Con el Homo erectus adviene
el animismo. Pero su animismo es de primera instancia. Es el primer desarrollo
del ente extramundano pero presente en la inmanencia. Se abre paso la idea del
alma, todavía no individual sino colectiva como el difuso Espíritu de la
Tierra. El mundo sigue siendo numinoso, en consecuencia, mágico. No brotan de
golpe el chamán sino el pre-chamán. Lo extramundano cobra mayor importancia que
el ser intramundano. Su conciencia no se disuelve en una “experiencia oceánica”
sino que se vuelve más onírica y mántica.
La especie sucesora del Homo habilis es el Homo erectus. Y por sus características físicas y mentales llegaría mucho más lejos que su antecesor. No hay duda de que lo hizo. Tres son los grandes avances de esta nueva especie hombre: cambio en la tecnología de la piedra o la llamada industria achelense, el uso del fuego y el inicio de la caza. La evidencia más antigua del uso de hogueras se halla en China y en Hungría con una antigüedad de 500 mil años. El homo erectus vivió entre 2 millones de años y 70 mil años, vinculándose su extinción a la teoría de la catástrofe del mega volcán de Toba[1].
Es decir, aparece a la mitad del Paleolítico Inferior para desaparecer en el Paleolítico Medio Antiguo entre 300 mil a 200 mil años. Aunque sus restos han sido hallados en África (Homo ergaster) y Europa la tendencia actual se reserva el nombre de Homo erectus para los fósiles asiáticos de China e Indonesia. En su dilatada historia el volumen de su bóveda craneal aumentó de 850 cm³ a 1,100 cm³. De gran nomadismo. De mandíbula fuerte, frente huidiza, dientes pequeños, mayor dimorfismo sexual, robusto y de 1,80 m de estatura[2].
La industria lítica achelense localizada en África, Europa y Asia se
extendió primero por Kenia, luego por Tanzania y Etiopía. Se caracteriza por
los bifaces y por una elaboración más compleja. Se atribuye su primer uso al
Homo ergaster. La cosa es que con la nueva tecnología los cortes resultaban más
precisos, rápidos y delgados. El resultado serían mejores cuchillas y la
invención del hacha. Principalmente emplearon el basalto, el pedernal y la
piedra caliza. Fabricaron herramientas más pequeñas o secundarias, lo que
indica que el fabricante conocía paso a paso la secuencia para crear varias
herramientas en un proceso. El objetivo era crear una forma sin asperezas
mediante un trabajo muy fino de martilleo. Los yacimientos africanos tienen una
datación más antigua (1,8 millones de años). En Oriente Medio, especialmente
Israel, se remontan a 1,4 millones de años. Y en Asia (Indonesia, India, China)
se retrotrae a 1,2 millones de años. Mientras que en Europa la industria
achelense hace su aparición hace 600 mil años.
El achelense superior comienza avanzada la Glaciación de Riss (hacia el 140 000 a. C.), continuando en el interglaciar Riss-Würm (125 000-100 000 a. C.), acabando ya en el primer período würmiense (iniciado el 100 000 a. C.). Las hachas bifaciales son muy avanzadas, lanceoladas, con punta retocada y aristas laterales rectilíneas. Hallazgos del período se ubican en Francia, Portugal, España, Bélgica e Inglaterra.
Lo cierto es que desde el Paleolítico Inferior de la industria lítica Olduvayense del Homo habilis, pasando por la industria achelense del Paleolítico Medio del Homo erectus, hasta llegar a la industria musteriense del Paleolítico Medio del Homo de neandertal, se observa un desarrollo lento pero firme de la razón funcional o instrumental. Pero el desarrollo de nuestra estirpe no solo se caracteriza por el despliegue de la razón funcional o instrumental a través de las herramientas líticas sino también por el avance de la razón substancial o simbólica en su vida espiritual. Razón funcional –donde la razón se identifica con dominio- y Razón substancial –donde razón se identifica con fundamento o sentido de la vida y del mundo- van desarrollándose de modo parejo y retroalimentándose.
Existe una simbiosis entre ambas desde el tiempo arcaico. La dialéctica de razón prehistórica demuestra que la racionalidad no se puede fundar solamente en una teoría de la conciencia ni en una teoría del lenguaje sino en tres ejes fundamentales, a saber, el pensamiento, la acción y el mundo. Por el primero se define la forma inteligible, por el segundo transforma el medio y se transforma en amo, y por el tercero se reconoce que hay algo previo, objetivo y externo a todo pensar y hacer.
Al contar con mejores instrumentos los Homo erectus pasaron del clan de los pequeños grupos familiares del Homo habilis a la horda conformado por grupos más grandes y mejor organizados. La horda tiene como desafío espiritual definir el ancestro común, ya sea natural, humano o animal. Nace el Totemismo como conjunto de creencias que da cohesión social. Por primera vez lo numinoso ve adquirir una manifestación concreta en objetos inanimados o fenómenos naturales. El antropólogo E. B. Tylor lo propuso como definición mínima de religión y creencia en seres sobrenaturales. Entraña la creencia en almas individuales, almas-fantasmas, posesión demoníaca, brujería y magia. No obstante, aquí cabe una observación.
Da la impresión que Tylor da un salto muy brusco desde el animismo a la creencia en las almas. El paso de la conciencia pre-animista –que ve lo numinoso de modo difuso en toda la naturaleza- a la conciencia animista –que ve lo numinoso en determinados fenómenos concretos- no implica necesariamente de golpe la concepción de la idea del alma individual, ni la creencia definida en seres sobrenaturales. Se corresponde, más bien, con un estado intermedio, donde la definición mínima de religión signifique la creencia en un símbolo icónico general de relación con la naturaleza. El ser animado o inanimado del que dice descender la tribu del Homo erectus implica una relación especial con las fuerzas naturales, animales o plantas. En realidad se trata de adoración sin religión. Todavía no aparece el brujo o chaman del que habla Claude Lévi-Strauss, sino lo que se tiene es un proto-chamán o proto-brujo, que determina de modo grupal el tótem en cuestión. Incluso el dominio del fuego por el Homo erectus puede llevar a esta fuerza natural a una especie de adoración totémica singular. También la actividad cazadora llevaría al mejor cazador vivo o difunto a la adoración de su habilidad impar.
En suma, son muchas las posibilidades abiertas por la inteligencia del primitivo Homo erectus. Pero en todo caso, se trata de una filosofía numinocrática animista de primera instancia, o sea adoración sin religión, ni creencia en seres sobrenaturales, ni idea del alma individual. El animismo de primera instancia es la apertura de un mundo mágico con proto-brujos y proto-chamanes. La magia es anterior a la religión pero no implica la existencia inmediata de magos y chamanes, y esto se puede afirmar en contra de las ideas de Frazer. Efectivamente, así como primero es el descubrimiento del agua y luego sigue la invención de su uso para distintas actividades, del mismo modo la magia es solamente uno de los modos de relacionarse con el horizonte del mundo mágico.
Por ello, el descubrimiento de la dimensión mágica de la realidad no representa la inmediata aparición del mago ni del chamán. El proto-mago fue el filósofo numinocrático del Homo erectus por milenios. El alumbramiento del animismo no da como resultado súbito la inmediata aparición de la idea del alma y menos del alma individual. Las visiones en el sueño del hombre muerto por el Homo erectus no lo llevaría de forma inmediata a concebir la existencia del alma después de la muerte. Esta idea compleja requiere de una separación más nítida entre el mundo de lo inmanente y el mundo de lo trascendente. Lo cual no aparece claro en el animismo de primera instancia del Homo erectus.
El Homo erectus era carroñero aunque llega a inventar la cacería mayor. En el yacimiento de la sierra española de Atapuerca hay un ajuar funerario que testimonia que el Homo erectus concibió ideas trascendentes hace 300 mil años. Se trata de más de mil huesos de por lo menos más de una treintena de individuos diferentes. Estos restos humanos están acompañados por la de otros animales no herbívoros. Lo cual es muy significativo. Pues si los animales herbívoros eran habitualmente consumidos por los Homo erectus, no así era el caso de los animales carnívoros. La interpretación simbólica animista más adecuada se ajusta al acto totémico de conservar la fuerza del animal adorado.
En esta etapa final del Homo erectus se percibe una nítida actividad espiritual. Heredero de la idea del Homo habilis de la Vida como fuerza en todas las cosas, incluso en las inanimadas, el Homo erectus empezará a desbrozar lentamente la creencia en el Espíritu. Sin embargo, el mundo de la muerte no lo concibe desligado de este mundo. El espíritu de los entes adorados vive en este mundo inmanente, pero la inmanencia está insuflada también de trascendencia, por eso vive en un mundo mágico, donde el sueño se mezcla con la realidad y la realidad no se limita a lo visible abarcando lo invisible.
Si alguna diferencia se percibe entre la metafísica pre-animista del Homo habilis y la metafísica animista del Homo erectus es que lo numinoso pasa a un nuevo nivel de concreción, el cual exige adoración pero aun sin la idea de dioses ni de alma. Todavía no se concreta el divorcio entre lo sagrado y lo profano, lo inmanente y lo trascendente. El mundo sigue siendo mágico y misterioso a la vez. Lo cual significa que la mitología no es la metafísica primera de la humanidad, ni la conciencia mítica conforma la unidad de la existencia concreta, como pensaba Georges Gusdorf. Sino que lo numinoso es la metafísica primera del hombre primitivo y la conciencia numinocrática conforma la unidad de su existencia concreta.
El análisis de la filosofía prehistórica ayuda a dar un nuevo sentido a la comprensión de la filosofía misma como búsqueda del sentido del mundo y como experiencia existencial. La filosofía antes que un sistema lógico es una respuesta existencial al misterio del mundo. En este sentido, la filosofía prehistórica muestra a la razón en su manifestación prístina como un complejo de sentidos significativos –perceptual, intuitivo, estético, ético, religioso, lógico-.
Por eso, antes que los mitos fue su relación numinocrática con la realidad lo que permitió a la humanidad naciente subsistir. La primacía con lo vivido no está en el mito sino en lo numinocrático y, por ello, la filosofía antes de ser ordenación de conceptos es comprensión de la existencia real de la humanidad en una metafísica vital encerrada en la prehistórica filosofía numinocrática. Aquí no se tratan de grandes sistemas filosóficos sino de incipientes explicaciones vitales ante el enigma del mundo y de la vida. La conciencia existencial es la primera manifestación de la conciencia intelectual, incluso es su corazón ontológico de la cual nunca logra desprenderse.
La filosofía numinocrática prehistórica representa el nacimiento del universo como intuición existencial antes que como discurso categorial. Es la primera apertura del mundo inteligible ante el mundo vivido. Es la revelación del misterio como fundamento de la realidad. Lo numinoso presenta a la razón en su estado prehistórico. Por ello, lo específicamente humano no es el mito sino percibir lo numinoso. Pero lo numinoso es necesario pero no suficiente y requiere ser complementado con las fuerzas del intelecto. En realidad, la intención numinosa es el principio de toda trascendencia posible y se inserta en la escatología de la razón. La intención numinosa está en todos los grandes filósofos de la historia, protohistoria y prehistoria.
En 2014 la revista Nature publicó los grabados geométricos posiblemente realizados por un individuo de Homo erectus en la concha de una especie de bivalvo del género Pseudodon, en el sudeste asiático. La datación del sedimento confirma la antigüedad de las conchas en algo superior a los 400.000 años. Los grabados geométricos no se repiten en los más de 160 ejemplares de Pseudodon de la colección de Dubois. Es posible que algún individuo Homo erectus tuviera la capacidad de realizar dichas figuras. Lo que demuestra que la capacidad cognitiva del Homo erectus es muy superior al Homo habilis y que entre sus miembros existieron individuos extraordinarios con capacidades imaginativas y de abstracción que va más allá de la simple capacidad de adaptación y para sobrevivir en ambientes muy diferentes.
En realidad, la mayor hazaña de nuestros ancestros no puede reducirse a un mero acto de sobrevivencia. A ello lleva la mera evaluación empirista y positivista. Para superar esta limitación hay que iluminar la asociación intrínseca que existe entre la razón instrumental y la razón substancial desde tiempos inmemoriales.
Sobre la identidad del grupo humano de la Sima de Huesos en la Sierra de Atapuerca, España, que acumuló hace 430 mil años gran cantidad de entierros en dicho lugar se ha pretendido atribuir a un supuesto grupo de Neandertalenses arcaicos. Pero todo indica que en el Paleolítico Inferior se produjo un rápido crecimiento del volumen encefálico entre los Homo erectus europeos y africanos, después de miles de años de estancamiento. Y es a este grupo humano y no a otro al que corresponde. El deseo narcisista de negar a otras especies humanas actividades que se consideran patrimonio de la nuestra no se sostiene y está condenada al fracaso.
Otro aspecto controvertible es si el Homo erectus hablaba. Al hacerse sus grupos más numerosos, mejorar sus campamentos, transmitir conocimientos, involucrar técnicas con aprendizajes más largos y al aumentar rápidamente su volumen encefálico, hace evidente que aumentaron sus necesidades de comunicación y dieran los primeros pasos hacia el lenguaje articulado. Pero la existencia de un estudio que ha analizado el hueso hiodes descubierto en Castel di Guido, cerca de Roma y datado hace 400 mil años en el Homo erectus concluye que no se ven impresiones de los músculos en el hueso, que indicarían que el hiodes podía subir y bajar, modular el tracto vocal y modular la voz. En suma, no es que el Homo erectus no podía comunicarse, lo hacía con variedad muy rica en diversos sonidos pero, al parecer, no estaba capacitado para hablar, su capacidad para comunicarse con un lenguaje articulado era menor al de un neandertal y de un hombre actual pero muy superior al de un australopiteco.
Es cierto que el lenguaje afina el pensar, pero no sólo se piensa con lenguaje articulado sino también con imágenes. El concepto-imagen que tanto útil le resultó al Homo habilis sería llevado a un nivel superior por el Homo erectus. El lenguaje inarticulado (gestos, símbolos, señales) pronto le resultaría insuficiente. De ahí su capacidad para hacer figuras geométricas y necesidad de expresarse mediante palabras, sílabas y oraciones. La complejidad de su pensamiento lo llevaría a abrir el camino para el lenguaje articulado más rico con el Homo de neandertal. Pero otro elemento importante a considerar en relación a la aparición del lenguaje articulado es el surgimiento de la tendencia a la especialización hace 300 mil años. Las relaciones sociales se complejizan y los pensamientos se vuelven más profundos y amplios. Y esto acontece con el Homo erectus. El análisis científico de los restos fósiles demuestran que el lenguaje articulado surgió plenamente en el hombre del tipo Cromagnon, hace 40 mil o 50 mil años en el Paleolítico superior, pero su desarrollo en la especie humana duró milenios. Su prehistoria se extiende al Homo erectus y en el Homo habilis. Estudios en la Sierra de Atapuerca (España) evidencian que Homo antecessor, hace unos 800.000 años, tenía la capacidad en su aparato fonador para un lenguaje articulado como para ser considerado simbólico. Incluso en el Homo habilis hace unos 2 millones de años, ya existía un lenguaje articulado embrionario pero eficaz para transmitir información sobre la fabricación de los zafios instrumentales[3]. El lenguaje articulado puede tener un fundamento biológico pero su desarrollo es cultural y, en este sentido, espiritual.
Si el Homo habilis pensaba y mucho, cuánto más no debía hacerlo el más complejo Homo erectus. Su avance hacia el lenguaje articulado haría posible que sus respuestas fueran más allá del concepto-imagen para avanzar hacia el concepto lógico. Lo cual no significa que dicho avance estuviera despojado del halo de la interpretación del cosmos como totalidad viviente o animada. Hablar es inventar, como tal su capacidad poética experimenta su aparición. La poesía no es algo subjetivo sino participación analógica en la epifanía del ser. Lo simbólico se enriquece con lo alegórico y figurativo. El espectáculo del mundo lo lleva hacia el animismo y lo poético. El Homo erectus ya no solamente fabrica herramientas sino que habla y habla mucho más que el Homo habilis. Y hablar es connotar y enfatizar, las emociones y pensamientos se vuelven más profundos y extensos. Al dejar el clan e insertarse en la horda se hace imperativo el orden.
Algo había cambiado y ese algo era su propio modus vivendi. Surge el principio antrópico. Los enterramientos humanos se suceden. El hablar y ser un fino fabricante de herramientas hace que el “ser a la mente” sea no sólo de entes a la vista sino de entes invisibles. Nace el animismo. Pero el animismo del Homo erectus es de primera instancia. Es decir, se trata de un primer desarrollo del ente extramundano pero presente en la inmanencia. Se abre paso la idea del alma, todavía no individual sino colectiva como el gran Espíritu de la Tierra. El mundo sigue siendo numinoso, en consecuencia, mágico. Pero no brotan de golpe los chamanes ni los brujos, sino el pre-chamán. Lo extramundano cobra mayor importancia que el ser intramundano. Su conciencia no se disuelve en una “experiencia oceánica” sino que se vuelve más onírica y mántica.
El universal perceptual es enriquecido con el universal intuitivo, que lo conduce al libre juego ideatorio de la imaginación en un pensar no meramente utilitario, sino animista. Esto es, la cosa no sólo es portadora de lo numinoso sino de “algo” más concreto, aunque invisible, al alcance de la vida intuitiva y onírica. Ese algo no es todavía visto como una deidad ni un alma, pero exige adoración. No está fuera de este mundo, pero es superior en el mundo. Es todavía una adoración sin religión. La edad de la filosofía numinocrática animista del homo erectus es una visión intuitiva más concreta de la totalidad animada, que se instala en la adoración y que prepara el horizonte para la venidera separación entre lo sagrado y lo profano.
En la segunda edad de la filosofía prehistórica en la que está instalado el homo erectus, no hay oposición entre el ser y el aparecer, lo fenoménico no aparece como lo ilusorio, vano, engañoso y opuesto al ser. Sino que en la propia realidad fenoménica irradia la luz radiante de lo numinoso en la que el ser se expresa. El ser tiene vocación de aparecer, ser es manifestación de la existencia, y la mirada prístina del hombre prehistórico capta sin ninguna desvalorización subjetiva el ser en su aparecer[4]. Efectivamente, en el filosofar prehistórico el mundo fenoménico es el mundo real en sí y aprehensible perceptual e intuitivamente. Esta filosofía intuitiva puede dar cuenta de la situación metafísica del ser como aparición numinosa y mágica.
La filosofía intuitiva numinocrática se expresa de conceptos-alegóricos y no mediante conceptos-representativos. Los conceptos-alegóricos son transreales porque van más allá del mero sentir y es identificación del alma con las fuerzas creadoras de la vida. Expresado no en un lenguaje representativo, conceptual lógico, sino en un lenguaje creativo, intuitivo y participativo se compenetra del arcano metafísico cuya sintaxis viene del cosmos y retorna al cosmos. El problema metafísico central de la filosofía prehistórica se va perfilando en el Homo erectus para desembocar en un derrotero en que sucumbe la identidad entre ser y fenómeno y se abrirá un hiato entre el ser y el aparecer. Será un tránsito en que hay mucho que se pierde pero también mucho en lo que se gane. La filosofía intuitiva prehistórica dejará su lugar a una filosofía simbólica más compleja donde el abordamiento iluminístico del aparecer se manifieste primero en los viajes chamánicos al otro mundo y luego en las narraciones míticas.
[1] En esta hipótesis
llamada Catástrofe de Toba, la población de Homo
sapiens (toda en África; la primera migración fuera de África fue en
torno al año 70 000 a. C.) se habría reducido a sólo alrededor
de 1000 individuos. La reserva genética de la especie habría potenciado la
unidad genética. El genetista Spencer Wells
después de analizar el ADN de personas de todas las regiones del
mundo, sostiene que todos los humanos actuales descienden de un solo
individuo que vivió en África hace
unos 60 mil años. Asi queda demostrado el monogenismo de la especie humana, y eliminado
el poligenismo
que servía a las teorías racistas.
[2] Pero no todos los
Homo erectus son altos. Se piensa que a consecuencia del limitado aporte
alimentario de la Isla de las Flores, Indonesia, la población de Homo
erectus llegada al territorio de la isla de Flores hace ca.500mil
años sufrió un fuerte enanismo
insular (1 m de altura). Sin embargo, no se han encontrado en
la isla restos correspondientes a Homo erectus ni formas de transición. Las herramientas de piedra
de hace 840 000 años pueden ser atribuibles a otra posible especie
de homínido existente
en la época. Los Homo floresiensis serian los miembros más
«extremos» de la extensa familia humana; por ser los más bajos y pequeños.
[3]
Para obtener un panorama completo sobre la
problemática del lenguaje articulado están las obras de Sergio Valdés Bernal, Antropología lingüística (2009); Natalia
López Moratalla, La dinámica de la
evolución humana (2007); F. Guillén-Salazar, Existo, luego pienso: los primates y la
evolución de la inteligencia humana (2005).
[4]
El filósofo peruano Mariano Iberico prestó
extraordinaria atención a la superación de la oposición metafísica entre el ser
y el aparecer (La Aparición, 1950). Y
lo atribuyó al filosofar arcaico. Aquí nos servimos de sus valiosas
elucubraciones para aplicarlo al filosofar prehistórico.