ANÁLISIS RELIGIOSO DE NIETZSCHE
El pensamiento posmoderno ha entronizado a Nietzsche como el paladín de la filosofía contemporánea considerando entre sus méritos: la disolución de todos los absolutos, el tiempo lineal, el sentido interpretativo, la invitación a cultivar las pasiones, propugnar el nihilismo activo y bendecir la inmanencia.
Sin embargo, ello no puede borrar de un plumazo las críticas puntales a su pensamiento: exaltar al superhombre sin conciencia, postular la eliminación física de los débiles y enfermos (eutanasia), promulgar la fuerza y la guerra para mantener la superioridad del nuevo hombre. Y para ello no recurre a la razón a la que considera la "prostituta razón", sino que se fundamenta en la pasión de la voluntad de poder, la cual define la voluntad de verdad.
En realidad, su mensaje es bastante pobre y sólo seduce por sus fórmulas lapidarias, frases contundentes, belleza del estilo y fascinación de los silogismos. Más allá de su hechizo nos queda sus seis categorías principales: muerte de Dios, transvaloración de los valores, superhombre, voluntad de poder, eterno retorno de lo mismo, amor fati. O sea, su metafísica de lo inmanente que exalta el devenir y lo contingente contra los valores absolutos.
Ahora bien, de su pensamiento se han hecho análisis filosóficos, biográficos, sociológicos, políticos y médicos, y sería valioso reparar en el análisis religioso.
En primer lugar, es muy significativo que el paupérrimo contenido de su irracionalismo inmoral ha sido llevado hacia su entronización por una civilización en plena decadencia moral, como la occidental moderna. En segundo lugar, llama la atención el sesgo demoníaco del título y contenido de sus obras -Así habló Zaratustra (1883-85), Más allá del bien y del mal (1886), Genealogía de la moral (1887), Crepúsculo de los ídolos (1888), El Anticristo (1888), Ecce homo (1888) y La Voluntad de poder (póstumo)-.
Todo ello es digno de un análisis religioso. Por ello, en tercer lugar, se advierte que Nietzsche ilustra la estética del mal en la literatura. Donde no sólo se habla del mal metafísico -encumbra lo transitorio sobre lo eterno- sino del mal moral -descalifica el amor y en su lugar se coloca la fuerza-.
Siendo así que lo más nefasto en Nietzsche y el posmodernismo es que niega la verdad absoluta y entroniza el relativismo nihilista total -metafísico, gnoseológico y moral al mismo tiempo-. Este cóctel letal conduce a negar la objetividad del bien y del mal, lo cual es la médula del nihilismo. Esta consumación del subjetivismo y ateísmo moderno no sólo es la negación de Dios, sino que el error más fatal es que satisface el interés de quien busca dañar la Creación de Dios y de su principal criatura: el hombre, a saber, el demonio.
No es casual que un año antes del derrumbe mental se solaza viendo cómo lo admiraban los demás. La soberbia lo inunda, una soberbia demoníaca y enloquecedora. Ya no firma con su nombre sino con seudónimos ditirámbicos. En una de ellas pone: "Dionisio contra el crucificado". Ya había escrito, por entonces una de sus frases más aterradoras: "Nada es verdadero, todo está permitido". Lo más monstruoso de su filosofía es que vincula la muerte de Dios con la transvaloración de los valores. Hay quienes quieren ver una muestra de su ética de compasión cuando se arroja al cuello del caballo que es castigado por el cochero. Pero aquel acto es consecuente con su antihumanismo demoníaco.
Ante todo ello, pienso que Nietzsche y su filosofía es ejemplo claro de cómo una filosofía puede verse arrastrada hacia el abismo del mal y las tinieblas de la iniquidad cuando voluntariamente se razona en favor del mal. En realidad, la filosofía del siglo veinte, especialmente, se verá arrastrada por una inclinación antieternalista e inmanentista, de rechazo de Dios muy fuerte, de nítida influencia demoníaca.
Ante este balance es legítimo preguntarse qué hay de recuperable en la filosofía de Nietzsche. Francamente considero que el antiejemplo es lo recuperable. Y estar prevenidos contra la voluntad de poder que se convierte en voluntad de verdad abriendo las puertas del infierno de par en par en la historia.
Que Nietzsche sucumba a la locura es símbolo de la vesania de una época que celebra como un gran logro su apartamiento de tres cosas: Dios, la Verdad y la Razón. Después de todo Nietzsche y su colapso se corresponde con el colapso de la civilización occidental postcristiana y moderna. Nietzsche como Hitler, cada cual en su terreno, fueron emisarios del Anticristo.