lunes, 30 de mayo de 2022

NASA Y EL PENTÁGONO EN TEMA OVNI

 NASA SE UNE A LA BÚSQUEDA OVNI EN NUESTRO PLANETA



Este nuevo Comité de investigación del fenómeno OVNI está relacionado con la Reconfiguración del Orden Mundial. Veamos. Biden cae estrepitosamente en popularidad y resurge el tema OVNI. Se puede pensar que el tema ovni se vuelve a desempolvar de la agenda gubernamental estadounidense para ocultar la crisis económica, en medio de los desaciertos de las sanciones contra Rusia por su Operación militar especial en Ucrania, que están golpeando fuertemente a la economía norteamericana con un índice de inflación galopante, y en el que la UE se comporta como la sucursal de la política exterior norteamericana. En realidad con Biden se sufre de crisis económica, crisis alimentaria, crisis de liderazgo regional, y crisis energética. Desde Afganistán hasta la Cumbre de las Américas todo es un fracaso parea Biden. Es decir, se trataría de un operativo psicosocial para distraer la atención pública en la potencia del Norte. Algo de esto es cierto, pero -como veremos- hay otras razones de índole militar que hacen que el Pentágono encuentre este momento como la coyuntura precisa para atender el tema ovni. No obstante, cuando hablamos de preocupación armamentística estamos hablando del Complejo Industrial Militar (CIM) detrás de todo este alboroto en torno a los ovnis.

Lo real es que el avistamiento de ovnis por la Armada y la Fuerza Aérea estadounidense ha obligado a cambiar de actitud a nivel político. El Congreso estadounidense encargó al Departamento de Defensa investigar las amenazas que representan los objetos extraños en el espacio aéreo del país. Y el Departamento de Defensa incorpora a la NASA en el nuevo proyecto de investigación de los UAP (Fenómenos Anómalos Aéreos). Así los llaman ahora a los populares OVNIS.

Este nuevo grupo busca concentrarse en la búsqueda de respuestas sobre dichos objetos extraños pero ya no en el cosmos, sino en nuestro planeta. Las observaciones de la Tierra desde el espacio por la NASA son consideradas de gran valor por el Departamento de Defensa en el esfuerzo por esclarecer el misterio.

¿Qué son estos objetos voladores no identificados? Nadie lo sabe con certeza. Los únicos que no dudan de lo que son, son los dogmáticos ufolátricos platillistas que andan convencidos de que se trata de inteligencia extraterrestre que nos visitan. Los escépticos lo niegan y los agnósticos lo dudan.

Pero ahora ya no se trata de negar su existencia, sino de aclarar lo que son, en medio de la nueva guerra fría que existe entre las potencias. Y lo cierto es que políticos y militares estadounidenses aparentemente quieren descartar si se trata de una nueva arma de alguna potencia rival. 

Al parecer, durante ochenta años mientras se perfeccionaba la nueva tecnología preferían negar su existencia, pero ahora se pasa a una segunda etapa. Se trata de saber si alguien más en la Tierra posee dicha tecnología. Que hayan sido grabados sobre la bases militares y sobre flotas de barcos de guerra en el mar los susodichos ovnis, sería para el Pentágono razón suficiente para formar dicho comité de investigación junto con la NASA.

Aquí caben dos posibilidades: (1) que sea otra operación de encubrimiento, o (2) descubrir si dicha tecnología ya está en posesión de otra potencia en la Tierra. Lo primero supone que los mismos militares estadounidenses no tendrían que saber necesariamente que existe dicha tecnología super secreta, siendo probablemente de conocimiento sólo de la CIA. Y lo segundo implica que se tendría que afrontar una amenaza real para la seguridad del país. Las dos cosas son probables, aunque resulta mucha coincidencia que en el contexto de la guerra en Ucrania y la posibilidad de un enfrentamiento nuclear en las potencias, se decida investigar si es una amenaza para la seguridad nacional estadounidense. Por lo que todo parece indicar que se trata de la segunda posibilidad.

Esto hace pensar entre los suspicaces, como yo, que bien podría darse el caso de que quisieran saber si algún país más tiene esa nueva arma además de ellos. Y todo lo encubren con la versión de investigar UAP.

No deja de llamar la atención que los militares hayan pedido a la NASA todo lo que tienen sobre la presencia de dichos objetos en el espacio. Se estudia los diversos testimonios de astronautas y filmaciones diversas. Esto coincide con el afán militar de saber si alguna potencia rival tiene armas antisatélites en el espacio. Lo cual es de importancia estratégica, dado que destruir los satélites militares significaría enceguecer a los militares para el ataque y la defensa en caso de acciones misilísticas intercontinentales. EEUU admite que Rusia es la principal amenaza militar y China la amenaza económico-cibernética a su hegemonía global. Los misiles hipersónicos, misiles antisatélites y drones submarinos rusos no tienen parangón en el mundo, y el desarrollo económico chino sigue su avance arrollador. Además, China es la potencia que tiene más satélites en el espacio. Corea del Norte es vista como una amenaza nuclear y cibernética para sus bases militares en el Pacífico. La hegemonía norteamericana está en crisis y está perdiendo la competencia tecnológica, cibernética, económica y militar.

Ahora bien, ante este panorama resulta indispensable discernir si las otras potencias tienen armas ovnis. Otra cosa es discernir si se tratan de naves de no humanos. ¿Cuál es su interés por los humanos y sus bases militares? ¿Por qué el tema es asumido con discreción por potencias como China y Rusia? ¿Qué son esas flotillas de luces grabadas de noche en el cielo? ¿Tienen interés en nuestras armas de exterminio masivo? ¿Por qué no intervienen evitando guerras, proporcionando conocimiento y tecnología para superar nuestros problemas? ¿Son seres orgánicos o máquinas sin sentido moral? Si son seres racionales ¿qué sentido moral les impide ponerse en contacto? Si son máquinas ¿cuál es el objetivo de su observación? Por lo pronto todo esto queda en la penumbra. 

Se habla de "seres de luz", de "portales dimensionales", de "razas extraterrestres", "exobiología", exoplanetología, etc., pero nada es probado a favor de la tesis platillista. Todo permanece en el umbral de la ciencia ficción. Sin embargo, las luces extrañas se siguen viendo en el cielo, y con más frecuencia, por campesinos, citadinos y militares, que incluso registran el hecho con fotos o videos. Pero el misterio no se despeja. También el tema queda viciado por la gran cantidad de bromistas, editores de videos, farsantes, gurús y alucinados que explotan el tema con fines personales, financieros, turísticos o recreativos.

En buena cuenta, la NASA se incorpora al Grupo de trabajo del Departamento de Defensa para esclarecer los hechos. El interés militar por saber sobre dichos fenómenos es inocultable. Todo apunta a que el Pentágono sabe más de lo que dice, y lo que sabe es muy terrícola. Si dichos objetos voladores son estadounidenses resulta crucial saber si alguien más posee dicha tecnología (China o Rusia). Y si son estadounidenses puede ser el secreto militar y tecnológico mejor guardado hasta el presente. La existencia de innumerables Proyectos negros de la potencia del norte no permite descartar dicha posibilidad, y, al contrario, abona en su favor.

Sencillamente si otra potencia ya tiene dicha tecnología, ello obligaría a tomar medidas para dar un paso tecnológico más allá en la carrera armamentística para mantener la superioridad estratégica. Esto abonaría a favor de nuestra tesis de que los OVNIs son un mitoide en la carrera de armamentos. Incluso puede ser el caso que las potencias ya saben que tienen entre sí dicha tecnología, y sólo quieren confirmar hasta dónde han llegado en el perfeccionamiento de dicha tecnología. Las fotos y videos sobre naves triangulares volando por la noche sobre ciudades estadounidenses sería testimonio de lo que van logrando en el perfeccionamiento de dicha tecnología los norteamericanos. Y sobre los desconcertantes objetos que aparecen en el cielo sobrepasando el vuelo de aviones supersónicos e incluso desapareciendo en el mar sería la tecnología que más preocupa a los militares.

Y es aquí donde se puede ver con más claridad que detrás de la investigación del tema OVNI está el interés multimillonario del Complejo Industrial Militar, o sea del ala guerrerista de la élite mundial. Actualmente la cúpula que maneja la política mundial está dividida entre un ala guerrerista y un ala reformista. La guerrerista defiende la supremacía de las corporaciones sobre el Estado, y la reformista del Estado sobre las corporaciones. También puede ser visto como Soros versus Trump y Kissinger. El descubrimiento que otras potencias tengan la tecnología OVNI daría un impulso inusitado a los negocios oscuros para perfeccionar dicha tecnología en manos de las corporaciones guerreristas. En última instancia hay un interés corporativo por las ingentes sumas que implicaría un mayor desarrollo de la tecnología ovni. O sea, no les basta con haber catapultado el presupuesto en Defensa de los países europeos y que Alemania declare que gastará cien millones en armas. El CIM es un verdadero monstruo que devora recursos sin cesar y sin satisfacerse jamás.

Pero ante esta posibilidad más plausible, la imaginería platillista sigue especulando que dichos objetos son de civilizaciones cósmicas e incluso que somos nosotros venidos desde el futuro con portales dimensionales. A estas ficciones podríamos añadir otra: no son extraterrestres, ni nosotros venidos del futuro, sino otra especie de origen terrestre que alcanzó una supertecnología hace miles de años. Pero todas estas ideas son meras especulaciones. 

La alternativa explicativa tecnológica es la más a la mano en nuestro tiempo tecnológico, secular, inmanentista y descreído. Pero también puede ser visto con ojos no profanos, sino sagrados, teológicos, para admitir de que se trata de seres espirituales (ángeles y demonios). Si a Cristo, Lucifer intentó tentarlo en el desierto mostrándole todos los reinos y tesoros de la Tierra, también podría jugar con la imaginación humana mostrando cosas que no existen. También, si se presentaran ángeles en nuestro tiempo éstos serían interpretados como objetos luminosos en el cielo. ¿Permite acaso Dios, que la primera potencia del mundo sea confundida por el Enemigo, hasta el punto de sentirse insegura, confundida y amenazada por tales visiones platillistas? Puede ser, y sobre todo como castigo por abusar del derecho internacional hasta extremos inimaginables.

En síntesis, en mi opinión el interés renovado del Pentágono estriba en saber si alguna potencia más tiene dicha tecnología o si se trata simplemente de fenómenos atmosféricos o basura espacial, que no representa ninguna amenaza real a la supremacía militar estadounidense.  

En el contexto de la guerra híbrida en Ucrania donde estamos ad portas de una Tercera Guerra Mundial es necesario saber con qué tipo de armas secretas cuenta el enemigo. En un conflicto entre las grandes potencias tendrán que salir de los arsenales e intervenir todas las armas secretas. Pero el supuesto avión antigravedad o triángulo volador norteamericano no ha sido visto efectuando las complicadas acrobacias filmadas en los ovnis. De ahí que, antes de caer en el ridículo, sea necesario despejar la duda sobre a quién pertenece dichos ovnis. Sin duda que si dicho triángulo volador cumpliera todas las condiciones ya hubiese sido visto sobre Pekín o Moscú para cumplir misiones mortales, pero como no ha sido así, hace pensar que hay vacilaciones sobre dicho artefacto. 



martes, 24 de mayo de 2022

APOCALIPSIS DE LA RAZÓN BURGUESA (Libro)





Gustavo Flores Quelopana

 

 

 

Apocalipsis

de la

Razón Burguesa

 

Capitalismo digital, Cibercracia y Ciber Deus  

 

 

 

 

Fondo Editorial IIPCIAL

Lima 2022

  


 

Desde el 2021 me ha preocupado con intensidad el tema del capitalismo digital en su relación con la tecnología digital y el impacto sobre el hombre. Dichas inquietudes las plasmé en dos libros, pero advertí que no conseguía una reflexión de conjunto entre capitalismo digital, tecnología digital, el hiperimperialismo y su relación con la racionalidad moderna. Estas cuitas aunadas a lecturas sobre el tema me llevaron a una visión de conjunto del fenómeno de la era digital y su significado en el contexto de la Modernidad. Y esas son las conclusiones que ofrezco en el presente libro.  

 

 

C A P I T U L O   I

 

Camino a la cibercracia 

 

 

El

 Hombre es la criatura más inventiva y curiosa por antonomasia. Es creador de cultura antes que de artefactos materiales. Y es creador de cultura porque es una oquedad ontológica, una carencia metafísica que lo separa de la naturaleza. Es la propia condición metafísica de su ser lo que lo lleva a crear cultura.

El punto de arranque del hombre es su condición de animal metafísico. Ese profundo desnivel entre lo óntico y lo ontológico en su propio ser, lo lleva hacia el disparador del ingenio. Fruto de su ingenio, gran capacidad de análisis y observación, es su propia humanización. Primeramente, que un homo faber es un homo sapiens y un homo ludens. Un animal simbólico, como afirma Cassirer. Pero es una criatura simbólica porque es un ser metafísico, en su ser finito se hace presente lo intemporal y lo eterno

Sus artefactos no lo caracterizan, sino su capacidad para crearse un mundo simbólico. Jugando, como lo resalta Huizinga, descubría e inventaba. Antes de un consumado cazador fue un experimentado recolector. Lo cual requería mucha paciencia y pensamiento. Su hominismo está unido a su humanización y es indesligable de la técnica. La técnica es resultado de su propia inventiva. Pero la técnica desde un inicio estuvo ligado a la vida. Técnica no sólo son los artefactos materiales, sino también los artefactos simbólicos. Incluso las técnicas simbólicas precedieron a las técnicas materiales. Técnica, en una palabra, es la cultura y los instrumentos materiales. Concebirla como algo enfrentado a la vida es consecuencia de un largo proceso de alienación que se dio con la aparición de la civilización.

Con la civilización -o sea, hace cinco mil años aproximadamente- aparece la megamáquina de la monarquía divinizada, con su clase privilegiada, aparato sacerdotal y burocrático especializado, enorme fuerza laboral disciplinada, organizada y ordenada. Es la primera racionalización de la vida a gran escala social. Sólo así son posibles los Zigurat mesopotámicos, las pirámides egipcias, mayas, aztecas, mochicas, y las construcciones megalíticas incas. Es el comienzo de la alienación del hombre respecto a sus propias creaciones. Allí empieza la separación del artefacto respecto a la vida y su contraposición. La razón calculadora no alumbra en Grecia, como sostiene Heidegger, sino con el inicio de la civilización misma. Y es una potencia bifronte: constructora y destructora a la vez.

La megamáquina en nuestro tiempo tiene un nombre específico y se llama hiperimperialismo, es decir, dictadura de las megacorporaciones privadas a nivel global. La primera forma de esta dictadura fue el capitalismo neoliberal, hoy en crisis y en pleno hundimiento. Y su última novedosa mutación cobra la forma de capitalismo digital. El capitalismo digital comanda, direcciona el desarrollo de las tecnologías digitales y es responsable de sus avances como de sus amenazas para la evolución humana. En una palabra, la megamáquina de nuestro tiempo se denomina hiperimperialismo del capitalismo digital.

La megamáquina de nuestro tiempo conserva intacta la principal patología de la megamáquina que alumbró con la civilización hace cinco mil años, esto es, la patología del poder. Esta es una especie de paranoia prometeica que acompaña al hombre desde que la política se identificó con el poder y el Estado. El primero que llamó la atención en las sociedades de cazadores-recolectores sobre la existencia de política no identificada con el poder ni con Estado fue el antropólogo francés Pierre Clastres, en su magistral obra La sociedad contra el Estado. El punto es que desde que se operó dicha identificación con la civilización entre poder y política comenzaron a emerger las paranoias, neurosis y psicosis a gran escala. Freud en su obra El malestar en la cultura, habla de que la propia estructura libidinal condena al hombre al peligro de autodestrucción. El principal yerro del vienés es que concibe a Eros y Tánatos como eternos enemigos y ello lo conduce a una concepción hedonista de la felicidad. Su visión nihilista y desgarrada del hombre lo conduce a no distinguir entre cultura y civilización. En buena cuenta, y contra Freud, no es la cultura sino la civilización la que divorcia a Eros de Tánatos. Y prueba de ello es la vida armoniosa que llevan las personas en las comunidades primitivas que sobreviven hasta la actualidad.

Claro, nuestra discrepancia con Freud y el apunte de Clastres nos lleva a otro tema que excede el del presente libro, el cual es: ¿Es posible erigir una civilización no alienante, opresiva y represiva? Lo es, aunque superando los marcos de la civilización capitalista de la racionalidad burguesa.

En la megamáquina del mundo moderno, dicho poder político ya no es sagrado, sino secular, pero sigue siendo sacrificial -ya sea en el trabajo o en las guerras- y militar -el indetenible armamentismo mundial-. Desde la civilización las guerras y la carrera armamentista siguen siendo la fuente de los inventos. Si la contrapartida antigua fue el surgimiento de las religiones y filosofía para contener el aparato coercitivo de la megamáquina, hoy nos hemos quedado sin contrapartida al quedar el mundo posmoderno despoblado de certezas. Ni la ética ni el saber se muestran capaces de poner equilibrio en la balanza civilizatoria. En consecuencia, el camino apocalíptico queda expedito para el predominio absoluto de la razón técnica en manos de la razón burguesa.

Pero ¿por qué sería apocalíptico? Porque una civilización sin humanismo es una civilización degradante, que está impedida en cumplir con el principio de su propia salvación, a saber, la conversión de su enorme riqueza material en riqueza espiritual. Y con ello, tiene asegurada su franca decadencia, cuando no su inevitable extinción. Lo que la megamáquina de hoy se enfrenta es a un apocalipsis civilizatorio de una racionalidad particular y no abstracta, a saber, la razón burguesa de la civilización capitalista moderna. Ese es el tema neurálgico del presente libro.

El mundo actual se desliza insensiblemente hacia la Cibercracia -gobierno totalitario de las máquinas- del Ciberdeus –Inteligencia artificial ubicua, perfecta, omnipotente- y no nos damos cuenta. El hombre moderno no lo percibe porque está acostumbrado a la preminencia de las cosas sobre el ser. El reino de la información no deja de ser el reino de las cosas, esta vez de la cosa intangible, pero cosa, al fin y al cabo, y así prolonga la tiranía de los entes. La chatura inmanentista de la cosmovisión moderna ha llegado a tal punto de desarrollo con la inteligencia artificial, que el yo autónomo siente la tentación de dejar las riendas de la historia en manos de su creación “perfecta”, a saber, la inteligencia artificial.

El imperio lúdico del internet no nos permite darnos cuenta de la amenaza que cierne sobre la cabeza de la humanidad, pero marchamos silenciosamente hacia la abolición de la individualidad, la libertad y la democracia. Y la vía regia para llevarnos a ese pronóstico de pesadilla es el caleidoscópico capitalismo digital. Sería de lo más absurdo pensar que la presente obra resulta obscurantista y reaccionaria al criticar la cultura narcisista de la razón tecnológica moderna. No es así, porque una cosa es el capitalismo digital y otra la tecnología digital, la cual está siendo objeto de un uso perverso por la primera. Darnos cuenta de este detalle es importante para advertir los peligros que acechan a la persona humana y la creciente pérdida de sentido de la vida.

Mi primera obra sobre el tema de la inteligencia artificial data del 2017, Crítica de la razón cibernética, aunque fue precedida por una crítica de la razón cosificante de la razón técnica en mi libro Filosofía de la Tecnociencia (2012), y una reflexión sobre el estatus ontológico de la máquina en El Universo sin sombra o límites metafísicos de la ciencia (2010).

No obstante, la lectura especialmente de dos obras me devolvió al tema. Me refiero al abordaje neurocientífico de Nicholas Carr en ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? Superficiales (2016), y a la perspectiva económico-filosófica de Jean-Paul Lafrance en Malestar en la civilización digital (2020). Lo que provocó que mis meditaciones se profundizaran en ms obras Miseria del capitalismo digital y de la tecnoutopía (2021) y en Ideas ante el capitalismo digital (2022).

Pero ahí no quedó la cosa porque nuevas reflexiones provocaron al llegar a mis manos el libro politológico de Shoshana Zuboff, La Era del Capitalismo de la Vigilancia. La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder (2019) y la obra informática de James Bridle, La nueva Edad Oscura. La tecnología y el fin del futuro (2020).

Con la primera discrepo en un punto que considero sustancial, a saber, llamar al capitalismo digital “capitalismo de la vigilancia” y no considerarlo totalitario sino “instrumentario” es descaminador por dos motivos. Primero, porque la vigilancia es un derivado de la capacidad holística de la tecnología computacional, y, segundo, porque el totalitarismo no se identifica necesariamente con la violencia, dado que existe el “totalitarismo blando” que emplea la persuasión y la manipulación. Es decir, no sólo hay totalitarismo “duro”, sino también “blando”. Lo que caracteriza al totalitarismo es, en consecuencia, la aspiración al control, total. Con el segundo disiento en que no basta con señalar que el pensar computacional asfixia el pensar creativo, sino que vinculo lo primero con la culminación del inmanentismo metafísico de la modernidad. La desaparición de la realidad y destrucción de su representación referencial y significativa, del que ya nos habló Baudrillard en Cultura y simulacro (1981), llega a su cúspide al volver lo real totalmente falsificable bajo el capitalismo digital.

Es indudable que hubo otras obras que se cruzaron directa e indirectamente en el camino de mis preocupaciones sobre el capitalismo digital. Me refiero, sobre todo, a Homo videns. La sociedad teledirigida (1997) de Giovanni Sartori, y a Homo Deus (2015) de Yuval Noah Harari. Para el primero la revolución multimedia representa la muerte del homo sapiens y su reemplazo por el homo videns, mientras que para el segundo la revolución del dataísmo transhumanista lleva a la transformación del homo sapiens en homo deus. Inevitable fue encontrarme con la obra de Byung-Chul Han, No-cosas (2021), que considera que vivimos en el reino de la información o mundo de las no cosas. Lo que a mi parecer es un profundo error ontológico, pues simplemente las cosas intangibles, como la información, no dejan de ser cosas o entes. Además, ello lleva a un error politológico que pierde de vista el desafío de cómo equilibrar el superdesarrollo tecnológico y el subdesarrollo social y moral. Pues su criterio no distingue entre información y lo informacional, distinción introducida por el sociólogo Manuel Castells (La sociedad red, 2006). La información es comunicación de conocimiento, mientras que lo informacional buscar subsumir el aparato social a lo informático, concentrando el poder en unos pocos que manejan los códigos. También la obra de Marc Auge, Los “No lugares”. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad (1992), que subraya los espacios de confluencia anónima como algo especialmente contemporáneo.

Por mi parte discrepo de ambos. Pues el actual capitalismo digital está demostrando el progresivo envilecimiento del pensar humano en la colmena de las máquinas, y el crecimiento exponencial de las redes digitales del conocimiento maquinal. Lo que significa que nos encaminamos no hacia el homo videns de Sartori ni hacia homo deus de Harari, ni hacia el homo imitans de Zuboff, sino hacia el Reino del Cibersapiens o Ciberdeus del capitalismo digital y su desiderátum hacia la gobernanza computacional. Es más, pienso que la sexta extinción del antropoceno dará lugar a la séptima extinción del ciberceno si no se le arranca de sus garras la tecnología computacional al capitalismo digital.

Sin embargo, el presente libro también está relacionado con el tema del “hiperimperialismo”, el cual vengo tratando en dos obras anteriores: La globalización del Hiperimperialismo (2006) e Hiperimperialismo global en llamas (2020). Allí presté atención a Ulrich Beck, Samir Amin, Alain Touraine, Hans-Peter Martin, Harald Schumann, Michael Hardt, Antonio Negri, Joseph Stiglitz, Viviane Forrester. No obstante, en mis obras me limitaba a circunscribir el hiperimperialismo al neoliberalismo.

En cambio, en la presente obra, como en las últimas mencionadas sobre el capitalismo cibernético, extiendo la categoría del hiperimperialismo para comprender la nueva mutación capitalista en capitalismo digital. Nadie lo había hecho. Así, el hiperimperialismo comprende la primera fase neoliberal y la segunda fase digital. Dos autores han sido relevantes en este avance, a saber, Naomi Klein con su obra La doctrina del Shock: el auge del capitalismo del desastre (2007), y Thomas Piketty con su libro El capital en el siglo XXI (2013). En realidad, ninguno habla de este tránsito, pero los hechos que muestran y argumentos que exponen abonan a favor de mi tesis de la mutación hiperimperialista desde el capitalismo neoliberal al capitalismo digital. Y todos los especialistas financieros occidentales quedaron atónitos al no dar resultado contra Rusia la aplicación del capitalismo del desastre a pesar de las extraordinarias sanciones aplicadas tras su guerra en Ucrania. Aunque a largo plazo está por verse si el panorama más negro podrá evitarse. Todo dependerá de que tenga éxito un sistema de pago internacional independiente del dólar con sus dos principales socios -China e India-. Y recién se verá si podrá seguir esquivando las sanciones o caerá en un déficit traumático.

En todos mis libros no sigo a ninguno de los autores mencionados, pero recojo de ellos la inspiración fundamental, ya sea para desarrollarla o para rechazarla. Sin duda que resulta valioso la conjugación de las consideraciones neurocientíficas, económico-filosóficas, politológicas e informáticas sobre la problemática de la tecnología digital y el capitalismo computacional. Así, igualmente sopeso la apreciación catastrofista y de la desigualdad consustancial en el tema del capitalismo actual.

Pero mis consideraciones en la presente obra tienen como eje lo que representa el capitalismo digital para la filosofía de la cultura, la filosofía de la economía y la filosofía política. Y su tendencia hacia la barbarie cultural, la economía del saqueo de la privacidad y el totalitarismo blando es lo más preocupante que he hallado.

Llevo gran parte de mi vida como escritor publicando mis ensayos filosóficos en prosa. Pero aquí, una vez más, he insistido en el estilo aforístico por disciplina mental, no por un deseo oculto de llegar a las masas y volver sencillo lo que de por sí es complicado, sino, más bien, porque el aforismo exige una concisión y precisión conceptual que muchas veces se extravía en la prosa. La economía de las palabras, la parquedad, la austeridad verbal, obviamente tiene sus riesgos, y muy grandes. Ahí tenemos el caso de Nietzsche y todas las limitaciones que se le reprochan. La principal objeción es que deja inexplicable muchos matices, está expuesta a la imprecisión, diversas interpretaciones y a la ambigüedad. Además, hay también aforismos tajantes. Por eso, también tiene su encanto, y es que no agota lo tratado y deja ver la realidad en su devenir cambiante. El laconismo de la palabra justa corre pareja con la rauda actualidad del presente.

Al lector no le será difícil colegir tras la lectura de la obra que estamos entrando hacia la civilización digital dentro del contexto de la razón burguesa en su fase terminal. Su verdadera utopía no es transhumanista, sino netamente cibernética. Se encamina hacia una “Cibercracia”. Una super red global sistémica constituida en un Ciber Deus, la cual gobernará computacionalmente el mundo. Manipulará a las personas desde dentro y desde fuera, hasta que decida su exterminio. Su sueño es lograr el control total mediante la hegemonía completa del mercado. De ahí que el futuro de la humanidad dependerá de arrancar la tecnología digital de las garras del capitalismo computacional para darle un uso justo y humano.

El “Ciber Deus” lejos de ser el esplendor de la modernidad es en realidad su ocaso, porque constituye la plasmación del delirio prometeico del deus in terris o diosecillo terrenal -entrevisto por Paul Hazard en su obra fundamental La crisis de la conciencia europea- en una era postmetafísica y nihilista, que lejos de materializar el regnum hominis es la materialización del canto de cisne de la humanidad, para dejar paso al protagonismo de las máquinas inteligentes autónomas.

El Prometeo digital ya redujo nuestras vidas a datos inteligentes computacionales, por la cual los jóvenes sólo desean vivir en la colmena cibernética. Se trata de una realidad que supera las novelas de ficción distópicas 1984 de George Orwell, Un mundo feliz de Aldous Huxley, y de la utopía Más allá de la libertad y la dignidad del psicólogo conductista Skinner.

Aquí, en Apocalipsis de la Razón Burguesa, no se trata de ver simplemente la manipulación del hombre por la ciencia. Lo que entreveo es que el capitalismo digital, como última mutación capitalista, si no se la detiene a tiempo, nos conducirá más allá de la contradicción entre la persecución de la verdad y la persecución del poder -ya señalada por Bertrand Russell-, para instaurar el imperio de la eficacia maquinal por la propia inteligencia artificial. Lo que implicará el exterminio o dominio completo sobre el hombre, o sea la supresión de su individualidad y libertad.

Esto es justamente lo que representa el neologismo del “Ciber Deus”. Es decir, el poder de lo tecnológico sobre lo humano como triunfo sobre la persona humana de la ciber-política y de la Cibercracia o gobierno de las máquinas. La “muerte del individuo” foucaultiana se profundizó en la dimensión digital, porque aquí no se trata de la perfección del poder de una sociedad panóptica de la vigilancia para controlar el cuerpo y el alma, sino de otra que explota los datos de la privacidad sin interesarle el alma o el cuerpo del internauta. Por ello, nuestra época no se corresponde con la biopolítica de la sociedad disciplinaria de Foucault, ni con la sociedad del cansancio, la transparencia y la psicopolítica de Byung-Chul Han, porque en vez de la coerción y la seducción se emplea la adicción ludopática y misoneísta. Si Foucault capta bien la dinámica del capitalismo industrial de bienestar, y Han hace lo mismo con el capitalismo neoliberal, aquí vemos lo específico del capitalismo computacional. Por ello, hemos transitado de la biopolítica a la psicopolítica, y de ésta a la tecnopolítica. La tecnopolítica es en la práctica la clausura del yo autónomo y de la identidad moderna, tan caro a Charles Taylor (Fuentes del yo). Sencillamente la persona deja de ser asumida como portadora de valor moral para reducirla a valor de mercado en sus datos personales. Todo este proceso dataísta da lugar a la reversión del proceso de interiorización, al yo vinculado a la red, a la negación de la vida cotidiana en la familia y los amigos, y al sentido de egoísmo hacia los demás.

La tecnopolítica del capitalismo digital no es en primer lugar una técnica de poder, sino una técnica de acumulación originaria de capital, basada en el engaño, secuestro y tráfico de datos privados de los internautas por las gigantescas GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft). Como el poder de tener como rehenes a los internautas depende de la entrega de la libertad, la muerte de la individualidad y la conformidad de la vida de rebaño, dentro de la colmena de las máquinas, lo que se tiene es una Cibercracia, donde la revolución digital es puesta al servicio del mercado, la misma que se antepone a la sociedad, democracia y a las personas. La Cibercracia es así el hiperimperialismo de las megacorporaciones computacionales de la élite plutocrática occidental. ¿Impera la seducción en la Cibercracia? No, lo que impera, por el lado del internauta, es el narcisismo exhibicionista y la envidia del Otro, y, por lado del plutócrata megacorporativo, el afán de lucro.

Esta nueva forma de autonomía de la razón instrumental del capital representa la profundización capitalista-burguesa de la irracionalidad social y humana en su curva terminal. Esta senda histórico-social que colisiona con la razón humana y los grandes ideales de la Ilustración es la expresión pervertida de la diferencia o no coincidencia del ser con el pensar. Al menos con el pensar humano, pero no con la antihumana racionalidad capitalista ni la ahumana racionalidad de la máquina. Fue Deleuze en Diferencia y repetición quien buscó la manifestación de la diferencia sin el yugo de la identidad parmenídea. Una diferencia que no esté hipotecada a la identidad entre el ser y el pensar. Se trata de un rechazo a la Identidad que desemboca en el motivo nietzscheano del eterno retorno de lo mismo en la repetición. Pensar el ser como una diferencia sin identidad fue su objetivo. Más allá de la contradicción, la analogía, la semejanza, la contrariedad y la oposición, lo que se encuentra es la irracionalidad de la diferencia. Es curioso ver cómo la diferencia de la irracionalidad digital burguesa guarda parentesco con la diferencia deleuzeana. Después de todo la senda del ser bajo el capitalismo digital se torna cada vez más irracional y liberada de cualquier identidad humana. Lo que se dejaba advertir en la colisión de dos líneas enfrentadas: el ilustrado consensualismo habermasiano y la tecnocracia nihilista de Luhmann; y una tercera línea lyotardiana que puso el énfasis en la imposibilidad de legitimación del lazo social, una sociedad justa, en los criterios de optimización, control, discontinuidad, informatización general de la legitimidad de la ciencia.

También resulta significativo de una época nihilista como la nuestra, cómo los capitanes de la industria del internet llevan a cabo intensas campañas cuasiderridianas para poner en cuestión o deconstruir cualquier toma de posición contra su derecho a no respetar la privacidad. Muy propio del hermenéutico credo relativista posmoderno: “no hay hechos sino interpretaciones”. Ya decía Derrida -el cual estaba muy influido por Saussure, con su principio de que la lengua no es cosa del hombre, sino que el hombre es cosa de la lengua- en sus crípticos libros De la Gramatología y en La escritura y la diferencia, que el sentido no pertenece a la cosa, sino al signo. Esta era la crítica que le hacía Derrida a la fenomenología, sosteniendo que estaba equivocada porque estimaba que el sentido precede al signo. Pero para el gramatólogo no es así, porque el sentido es resultado del juego de los signos. Hay un lazo esencialista entre la palabra o logos con la voz o foné. Con esto vuelve a cobrar la vieja cuestión del ser de la escritura. Lo cual provocó que Foucault lo atacara diciendo de Derrida que era un simple comentarista de texto. Derrida se defendió afirmando que su logocentrismo antifalocéntrico era una denuncia del imperio de la metafísica sobre la escritura. El sentido es un juego de la escritura. Foucault contraatacó sosteniendo que la sacralización del texto sin contacto con la realidad exterior era testimonio que Derrida se había convertido en un Husserl enloquecido. La primera mitad del siglo veinte la filosofía francesa estaba dominada por el vitalismo de Bergson y el formalismo de Brunschwig, y sorprende ver la reacción hacia el nihilismo y el escepticismo, rechazando la realidad estable y el conocimiento confiable, con el existencialismo, la fenomenología, y culminar con la etnología interna de Foucault y la deconstrucción de Derrida. Ellos junto a Artaud, Lacan Deleuze, Guattari, Blanchot, Bataille y Barthes, hicieron que el pensamiento francés de la segunda mitad del siglo veinte consumara la ruina de Occidente, mediante la consumación de la negatividad radical y la empresa de la des-subjetivación.

Valga esta digresión para advertir que el pathos escéptico y el ethos nihilista también es una forma de liberarse del logocentrismo para defender el cibercentrismo. En el fondo estamos viendo cómo bebe la Modernidad hasta sus últimas gotas su giro inmanentista iniciado desde Descartes. Bajo el digitalismo de la infoesfera se profundiza el proceso de des-subjetivación humana. Al visionario Marshall Berman -Todo lo sólido se desvanece en el aire- caracterizó la modernidad como algo que se evapora, Zygmunt Baumann -La modernidad líquida- le parece que la modernidad es líquida, y a Byung-Chul Han -La sociedad de la transparencia- le resulta transparente, obscena, desnuda, pornográfica. Por mi parte, la llamo modernidad anética -El imperio posmoderno del hombre anético-. Vemos así cómo el imperio de la era digital ha sido precedido por un cambio cultural donde el capitalismo neoliberal profundizó la aceleración y dispersión de la vida en una apertura totalitaria.

Pero hay algo más, y es fundamental. Se trata de la episteme desontológica del mundo llevada a cabo desde la modernidad capitalista. Es el hombre epistémico de la modernidad el que ha llevado adelante la desrealidad de lo real. Y bajo la tecnología digital del capitalismo cibernético se consuma el giro epistémico cumbre sin objetivo humano. Ya no es el hombre el centro de la subjetividad, ahora lo es el algoritmo del computador. De manera que el nihilismo y la des-subjetividad del hombre es consecuencia de este giro metafísico que representa la desrealización de lo real por la desontologización del mundo. Ya la hegemonía de la economía dineraria lo anunciaba, porque la esencia del dinero -como lo destaca Simmel en su Filosofía del dinero- es la negación de todo valor y la cuantificación del mundo. En su aprendiz de brujo el hombre creó el dinero y bajo el capitalismo descubrió que es la única forma de poder que no tiene límites. De la Caja de Pandora escapó un verdadero demonio que amenaza con destruirlo todo. La desontologización del mundo es al ápice de su entificación, el imperio del ente y el olvido consumado del ser. Este es un proceso que saca adelante el capitalismo cibernético con el metaverso. Sin la desontologización del mundo no puede triunfar ni el cibermundo, la cibercracia ni el ciber deus. Constituye su prerrequisito.

Es decir, la Cibercracia es la manifestación de la irracionalidad de la razón burguesa en su marcha histórica final, que se sirve de un pensar computacional éticamente neutro, pero que produce algoritmos canallas, ya sean aleatorios o intencionados (potencias, corporaciones, hackers, etc.). En realidad, el propio pensar computacional se vuelve opaco e impredecible, y privilegia la eficacia como primer objetivo inhumano. La utopía social de la Cibercracia no es el transhumanismo, sino un mundo gobernado por máquinas eficaces e infalibles.

De manera que, si el hombre no supera esta grave coyuntura de su historia tecnológica, será porque se exterminó en una guerra nuclear o porque el capitalismo hiperimperialista cibernético unipolar venció toda oposición del mundo multipolar. De lo contrario, la razón humana habrá demostrado su capacidad de autocrítica y rectificación.

En realidad, el mundo hiperimperialista cibernético unipolar tiene confianza en el poder de la megamáquina para lograr el poder total y declarar el fin de la historia sobre la base de su victoria cibernética. Aquí es donde cobra actualidad Lewis Mumford con su libro El mito de la máquina. Establecía una distinción entre tecnologías autoritarias, contra los valores humanos, y tecnologías democráticas, acorde a la naturaleza humana. Pero lo que ahora vemos es que, con la sedicente negación de la existencia de la naturaleza humana, han quedado abiertas las compuertas contra los valores del hombre y el triunfo de una tecnología sin miramientos por lo humano. Y lo único que puede representar el avance de esta tendencia es una civilización contra lo humano, la barbarie cultural y la hegemonía sistémica de los valores de la máquina.

Al hablar de Apocalipsis no se me puede culpar de lenguaje superlativamente innecesario. Hay algo en el ambiente que indica que así es. Las especulaciones apocalípticas son algo frecuente en la historia y no sólo bíblica. En 1500 Leonardo da Vinci hizo profecías aterradoras sobre diluvios, grandes catástrofes y desastres cósmicos. Lo mismo sucede con Durero que plasmó en uno de sus grabados de 1525 una catástrofe apocalíptica. Me inclino a pensar que estas tempranas proyecciones inconscientes y sueños apocalípticos nacen del temor a la desmesurada expansión de la megamáquina y sus poderosos artilugios técnicos. Se presiente que el poder ilimitado de la máquina es una amenaza para la humanidad.  

 

 

C A P Í T U L O   II

 

Ciber deus

 

§ 1

Si

 el nihilismo está encerrado en la entraña calculadora y dominadora de la Razón y si el olvido del ser es la esencia de la técnica -como piensa Heidegger-, entonces no sólo la antigua Grecia sino desde siempre la razón y la cultura fueron una amenaza para el hombre, la democracia, y base del totalitarismo. Lo cual es absurdo. La Razón sería una amenaza para la humanidad, que desde la prehistoria se mostró capaz de hacer técnica e inventos, desde el neolítico elaboró calendarios astronómicos exactos e inventó la megamáquina de la monarquía[1]. Todo sería un engaño de la cultura y más vale asumir que somos seres para la muerte. Verdadero yerro heideggeriano que conquistó a la extraviada izquierda posmoderna. Heidegger se expresa como si en la entraña de la razón estuviese encerrada la barbarie del totalitarismo. Y en el fondo su razonar no es sino otra forma de eludir sus responsabilidades ante la barbarie de Hitler. Pero estas disquisiciones suyas sobre la técnica aparecen en la década de los años cincuenta, como si el viejo nazi tratara de explicar el fracaso del experimento nazi desde la contaminada razón[2]. Pero la tekhné desde la prehistoria y en la Grecia clásica estaba relacionada con la naturaleza total del hombre, centrada en la vida, no en el trabajo ni en el poder, no distinguía entre producción industrial y arte simbólico. En cambio, si hoy está más relacionada con las máquinas es porque el hombre está desnaturalizado y deshumanizado. Lo cual sólo ha ocurrido bajo el predominio de la razón del sujeto moderno, entonces el problema no reside en la razón, sino en la mentalidad de la modernidad.

§ 2

No ha sido la razón, sin más, sino la razón de la modernidad, la razón burguesa, con el sujeto autónomo y la razón soberana, lo que abrió el abismo dionisíaco y luciferino en la esencia misma de la razón. Werner Sombart señaló, en su célebre libro El burgués, que lo burgués retrata la esencia espiritual de la sociedad capitalista, su pasión por la empresa, la mentalidad calculadora, la moral de los negocios y la acumulación de la riqueza. La diferencia entre el burgués clásico y el burgués actual -fenómeno también advertido por Thorstein Veblen en su obra Teoría de la clase ociosa- es que el empresario capitalista actual no conoce límite para su beneficio, se guía por un irrestricto afán de lucro. Esto no se logró de golpe al desgajarla de lo trascendente y encerrarla en lo puramente inmanente. Recién desde la Revolución industrial brotó la nueva forma del espíritu burgués. Cosa que Max Weber lo señaló nítidamente como proceso de desencantamiento del mundo, donde predomina el especialista sin espiritualidad, la civilización es conducida por el paradigma del progreso técnico, pero el mismo se muestra incapaz de darle sentido al hombre y al mundo. Pero aquí hay que hacer una salvedad. Max Weber explica el origen del capitalismo remitiéndolo al protestantismo calvinista, lo cual es inexacto. El primer capitalista, como acumulador de bienes, servicios, riquezas y forma mercantil, fue el monarca divinizado de comienzos de la civilización. Si esto es así, entonces el capitalismo de Estado fue el que dio origen al capitalismo privado. Pero este capitalismo de Estado de las primeras civilizaciones tenía un ropaje religioso y el fin era honrar a los dioses. No obstante, el primer tratado de acumulación capitalista -como lo señala Mumford- pertenece al escolástico del siglo XIII Vicente de Beauvais, donde se aconseja como méritos acumular riquezas terrenales mediante la continencia y el sacrificio. Sin embargo, lo que dio comienzo al desencantamiento del mundo fue asentar el capitalismo sobre bases seculares. Pero el mercader Pedro Waldo en el siglo XII es testimonio de la firme protesta contra el nuevo capitalista. El espíritu anticapitalista también estuvo presente en los heréticos valdenses, wiclefitas, beguinos, lolardos, begardos, anabaptistas y en Lutero con su ácida condena de la usura. Francisco de Asís fue astutamente incorporado a la Iglesia, pero el Papa Juan XXII condenó como herejía la creencia de que los primeros cristianos eran comunistas. Santo Tomás de Aquino en el siglo XIII señaló que en contraste con la riqueza natural la riqueza dineraria no tiene límites, y que es una aberración considerar que el dinero y el poder no deberían tenerlos. Por lo demás, no es un hecho de poca monta tener en cuenta que fue en los monasterios donde se multiplicaron las máquinas mecanizadas y la vida regimentada. En todo lo cual desempeñaba un papel fundamental la recia voluntad de emprendimiento. Lo que daría lugar a un santo de la contrarreforma llamado San Ignacio de Loyola, el cual afirmaba que podía ver a voluntad a Dios. La misma voluntad que en la Ilustración sería decisivo en el sistema kantiano. El reloj imperaría en la vida de los monjes. Eso haría que el espíritu capitalista estuviera presente desde el siglo XVI indistintamente en el monje, santo, soldado, mercader, filósofo naturalista y científico experimentador. La peor consecuencia moral de todo ello es que los pecados capitales -avaricia, envidia, orgullo, gula y lujuria- pasaron a formar parte de las nuevas virtudes sociales. La obsesión de dinero se volvió en fin supremo. Así, Bernard Mandeville -siglo XVIII- proclama en su controvertida obra La fábula de las abejas, que es imposible que una sociedad floreciente sea virtuosa, pues la prosperidad y la virtud son incompatibles. Y cuando el capitalismo se expande por ultramar desde el siglo XVI destruye y esquilma a las colonias de la misma forma como lo hacía con sus compatriotas y países vecinos. En buena cuenta, ese ordenamiento calculador, impersonal y automático del espíritu capitalista ha sido trasladado a la máquina cibernética de nuestro tiempo, con los mismos valores de poder y beneficio presente desde la Era de las Pirámides.

 

§ 3

Esto nos lleva a constatar que la modernidad es dos cosas: un nihilismo que empobrece el espíritu espantosamente hasta el límite de des subjetivarlo, pero también es un nihilismo que muestra la vanidad del mundo y abre la posibilidad de ir hacia Dios, de recuperar el perdido sentido de lo sagrado. Se trata de un ir hacia Dios con toda la libertad que dispone el hombre antropológico actual. ¿Acaso es esto posible llevarlo a cabo en medio de la naturalización de la espiritualidad religiosa, como lo ilustra Charles Taylor en sus dos tomos de La era secular? En realidad, en el actual contexto egolátrico y narcisista del capitalismo neoliberal y digital no hay espacio para este movimiento del espíritu. El horizonte para un cambio de la imagen del mundo está ocluso. Esto significa que no hay vuelta atrás respecto a la autonomía del yo y la libertad humana. Pero no se trata de renunciar a la autonomía del yo, de lo que se trata es de ser un buen administrador de la propia libertad y de los bienes terrenales con una ética de caridad y responsabilidad recuperando el horizonte de la trascendencia, y cuya carencia nos está aniquilando.

 

§ 4

Lo que ha pervertido y desviado la autonomía de la razón y la propia libertad es haber extraviado el sentido de lo sagrado, y, con él, haber perdido el sentido del ser. Por consiguiente, no es la razón en sí misma lo que amenaza al hombre, ni es ésta exclusivamente dominadora y calculadora. La razón tiene formas no dominadoras de ser, y, además, el hombre es también una criatura de fe. No se trata de sustituir la filosofía del hombre por la filosofía del ser, de lo que se trata es de reconocer que el hombre y el mundo tienen dos dimensiones, una trascendente y otra inmanente. Y es el vivir sólo a expensas de una e ignorando a la otra, la raíz del desastre de la modernidad, como lo fue en su momento el de la Antigüedad y la Edad Media. Hay que comprender que el hombre moderno al volverse más libre, más valor tiene su decisión de ir hacia Dios. El crecimiento de su libertad interior es una oportunidad para el crecimiento del sentido de lo divino en él. Por eso, el apocalipsis de la razón burguesa es ir hundiéndose cada vez más en el secularismo y la naturalización de la espiritualidad. Lo que se agrava con el capitalismo digital[3], que secuestra la propia subjetivad humana y separa hondamente lo privado de lo público. El sino de la razón burguesa, apegada a lo empírico, fáctico, material, comprobable, experimentable, la posesión, el tener, el disfrutar, resulta ser una profunda enajenación de la existencia humana. Tendrá que ceder su lugar a una nueva humanidad para que se abra paso en la historia a una nueva síntesis metafísica que reconcilie lo inmanente con lo trascendente[4].

 

§ 5

Por lo pronto tenemos que enfrentar el hecho de que el pináculo del poder sobre la naturaleza acontece con la tecnología digital, la informática y la biotecnología asumidas desde el espíritu burgués[5]. Advertir ese tremendo poder técnico basado en la ciencia, ha llevado a muchos a quebrantar plañideramente su confianza en ella. Pero con esto no se dan cuenta de su raíz social y de clase. No se trata de la crisis de un hipostasiado y etéreo espíritu de la ciencia, sino de una bien concreta y específica, que sigue la inspiración y directivas del espíritu capitalista de la razón burguesa. Sólo así nos daremos cuenta que lo decisivo de nuestro tiempo no es sólo dominar el enorme poder técnico de que se dispone, sino acabar con la racionalidad burguesa que la desboca y distorsiona amenazando a la humanidad misma. La tecnociencia ha puesto en evidencia la importancia del criterio ético sobre el científico, y la necesidad de recuperar la dimensión teleológica, religiosa, y trascendente de la vida.

 

§ 6

Por consiguiente, hemos ingresado al apocalipsis de la razón burguesa como nueva fase del espíritu capitalista. Aquí coinciden el desenfrenado afán de lucro con el desarrollo extraordinario de la tecnología digital, lo no-lugares con la naturalización de la espiritualidad, la posverdad con la virtualidad de lo real. La importancia de la insignificancia, como decía Castoriadis, ha cobrado patente de corso. El hombre como “vida sin forma”, con la desubjetivización dominante del “cualquiera”, como lo dominante en la postmetafísica “comunidad que viene”, como lo ha llamado Giorgio Agamben en su libro La comunidad que viene. Todos estos factores han llevado a un crecimiento monstruoso del capitalismo que amenaza con aniquilar la propia esencia humana y el de la razón.

 

§ 7

Es muy curioso constatar en la historia cómo el retroceso de la cultura coincide con los grandes avances del conocimiento científico. Aunque fue Toynbee quien afirmó que una técnica avanzada puede convertirse en fuente de retraso social. Así, durante la filosofía helenística la filosofía se convertía en saber de salvación en vez de saber teórico, mientras que en la constelación de la ciencia brillaban figuras como Euclides, Arquímedes y Aristarco. Pero justamente esa era la hora del final del Mundo Antiguo. De modo similar, ahora se expande a nivel planetario el Internet, junto a la bio-nanotecnología, como una de las últimas grandes conquistas de la ciencia y tecnología. Pero lejos de ser la manifestación del apogeo cultural es signo del declive de la civilización del Mundo Moderno. O dicho en lenguaje spengleriano: el alma fáustica occidental atraviesa su climatérico invierno decadente. Para mí es evidente una verdad: la tecnología digital que en manos del capitalismo digital está haciendo añicos la vida cultural y evaporando la vida interior. Se profundiza el apocalipsis de la razón burguesa. El mito muy difundido en la tecnología digital que está capitaneada por genios de las finanzas y de la técnica, y que sus siderales fortunas se deben a sus talentos, es algo recientemente puesto en duda. Algo de ello debe ser cierto, pero desde que se conoció que gran parte de la fortuna de, por ejemplo, Elon Musk, provienen de multimillonarios contratos con el Pentágono con el fin de proveerle de una red propia de internet destinado al espionaje, el mito se desplomó. El Ciber Deus se erige no sólo con fines comerciales, sino también militares. El Pathos de la destrucción está detrás del desarrollo de las tecnologías digitales.

 

§ 8

La principal amenaza que se cierne actualmente sobre el hombre es el poder omnisciente del capitalismo digital, como expresión fidedigna del apocalipsis de la razón burguesa, como plasmación el nihilismo moral que destruye la libertad humana. Demostración palmaria de su nihilismo moral son tres hechos básicos: uno, trafica con los datos personales; dos, viola la privacidad de las personas, y tres, amplía constantemente el espectro de la minería de datos personales para venderlos en el mercado.

 

§ 9

El capitalismo digital es un ataque profundo a la libertad humana. Haciendo “minería de datos personales” el capitalismo digital convierte a los usuarios de internet en rehenes del mercado. Y la tendencia dominante es seguir luchando con la fuerza de su inmenso poder económico contra cualquier legislación que proteja la privacidad de las personas. No contento con ello sus maniobras de evasión fiscal son proverbiales, siendo actualmente el sector con menos imposición tributaria a pesar de sus ganancias descomunales. La inequidad y la alegalidad es el contexto en el que prospera y se expande. Todo esto ha sido revelado hasta la saciedad por estudiosos como Lafrance y Zuboff. El Ciber Deus tiene como tendencia principal arrasar con todo aquello que se oponga al dominio completo de la conducta humana. Y está incluida la propia libertad. Lo nuevo aquí es advertir que esto se orienta hacia la construcción de un régimen político que puede ser llamado “Cibercracia”, o gobierno de las máquinas. La versión fuerte de la tecnología digital va hacia ello, la sustitución del hombre en la política por la tecnología. La Cibercracia no es sólo la dictadura de las redes sociales, sino las relaciones de poder político totalitario que se van tejiendo en lo social.

 

§ 10 

Las masas posmodernas viven agobiadas por el estancamiento salarial y la precarización del empleo. Lo que aumentó en el capitalismo digital no fue la libertad, sino la incertidumbre vital. Nadie sabe hacia dónde irán nuestros datos personales, ni qué destino tendrán. Lo único cierto es que engorda las billeteras de los capitanes de las empresas tecnológicas. Los principales corifeos de la posmodernidad, Lyotard y Vattimo, junto a su compinche pragmatista Richard Rorty, han presentado el movimiento posmoderno como una defensa de la diferencia. Pero lo único que han logrado es el mismo relativismo moral que promueve la decadente razón burguesa.

 

§ 11

El capitalismo digital es el hiperimperialismo basado en una nueva lógica de acumulación: la mercantilización informática de la conducta humana. La extinción del trabajo representa la paulatina desaparición de la fuerza de trabajo como valor de cambio. Pero ahora el capitalismo digital hace entrar al capitalismo en una fase de acumulación originaria mediante la explotación de los datos personales de los usuarios de internet a cambio de nada. Son ellos los que reciben enteramente la plusvalía, descontando las migajas tributarias que pagan. Mientras tanto el trabajo sigue en agonía y va rumbo a la sepultura, pero el capitalismo usufructúa la conducta de los internautas para extraer plusvalía sin crear puestos de trabajo. En este punto el capitalismo digital es una superación cualitativa respecto al capitalismo neoliberal. El neoliberalismo impulsó la automatización en el sector servicios y aceleró la extinción del empleo. El digitalismo convierte la conducta del internauta en fuente de riqueza. Aquí se nota claramente cómo una técnica avanzada se convierte en fuente de retraso personal. El narcisismo, el misoneísmo o afán de novedades, y el aislamiento social se incrementa a niveles alarmantes.

 

§ 12

A partir del neoliberalismo el capitalismo imperialista mudó a capitalismo hiperimperialista. La serpiente cambió de piel, pero no de alma. La ponzoña quedó, pero se volvió más letal al contar con mejores colmillos con la cual inocularla. Mientras que bajo el imperialismo tradicional la característica central era la exportación de capitales, en cambio bajo el hiperimperialismo el capitalismo de productivo se volvió en especulativo-financiero, convirtiendo al planeta en un casino global. Pero tras cincuenta años de reinado mundial finalmente entró en crisis. El repudio de las masas se ha generalizado al advertir que lo único que globalizó fue la desigualdad. En auxilio de la acumulación de capital viene el capitalismo tecnológico.

 

§ 13

Otra característica central del hiperimperialismo neoliberal es la soberanía propia adquirida por las megacorporaciones privadas. Soberanía que mantienen las corporaciones computacionales. En realidad, éstas se engendraron en el vientre neoliberal y prosperan en un contexto donde lo que prima es el mercado por encima de la sociedad y las personas.

 

§ 14

Síntoma inequívoco de la una civilización en decadencia es la soledad creciente de sus miembros[6].El capitalismo digital nace, crece y se desarrolla en el vientre del capitalismo neoliberal, y hereda de éste la hegemonía del mercado sobre el Estado y las personas. Es la siguiente mutación del hiperimperialismo capitalista. Pero donde ha ido más lejos es en la lógica de acumulación de capital. Mientras el neoliberalismo dependía de las especulaciones en el mercado financiero, de por sí inestables y riesgoso, el capitalismo digital depende de la adicción narcisista del internauta y del afán de novedades del usuario, cuando no de su excesiva necesidad de socializar. Devoradas en su fuero privado por las redes sociales las personas sienten no sólo la soledad externa, sino también la interna.

 

§ 15

El capitalismo digital usufructúa la tecnología digital violentando el derecho a la privacidad de las personas, y diseñando una sociedad gobernada cibernéticamente. Ahora se comprende que su operatividad se extienda sobre el principio liberal de laissez faire, laissez passer o completa libertad, pero las megacorporaciones digitales y no para el internauta, el cual no recibe ni una gota de los jugosos dividendos a cambio de la venta de sus datos privados. El ciber deus comenzó siendo un dócil servidor de las necesidades humanas para terminar siendo el verdadero dominador de las relaciones humanas. Tendencia que aumenta constantemente y que asegura el triunfo a corto plazo de una Cibercracia que sustituya el régimen liberal y las libertades democráticas en cuyo seno nació. El objetivo supremo de la máquina es la eficacia, todo lo demás debe supeditarse a ello.

 

§ 16

Una variante del capitalismo digital es el chino, el cual no está al servicio del mercado sino del Estado. Se trata de un sistema de compensaciones de servicios ciudadanos a cambio de un buen comportamiento cívico. Modelo que es considerado como autoritario por Occidente, pero que tiene sus indudables ventajas ante el modelo mercadólatra de la tecnología digital. ¿Pero persigue el mismo objetivo antidemocrático: el control total? Aunque no lo persiga, lo consigue. No obstante, plantea el dilema de hasta qué medida puede utilizarse esta tecnología para mejorar un comportamiento cívico.

 

§ 17

Lo que caracteriza a la nueva mutación del capitalismo digital no es la “vigilancia”, sino la digitalización y comercialización sin consentimiento de la conducta personal. La vigilancia es propia de la forma estructural del capitalismo industrial y está muy asociado con la despotenciación de la energía revolucionaria de las masas. En cambio, la digitalización de la conducta se relaciona estructuralmente con el capitalismo computacional, el cual se enfrenta a masas postrevolucionarias y hedonistas, y por ello, ni siquiera juega con la seducción, sino con la vanidad, la envidia y el narcisismo del internauta.

 

§ 18

El atropello de los derechos del prójimo es muy característico de la megamáquina civilizatoria, la cual nace asentándose en el monopolio del poder por la clase privilegiada. La manipulación sin consentimiento de los datos privados de las personas inaugura una edad oscura para la libertad humana. No sólo la propia red es oscura, sino que el propio procedimiento de las corporaciones digitales también lo es. Esta oscuridad ínsita en la estructura del capitalismo digital emerge de la atomización de los vínculos sociales y la atomización del individuo bajo el neoliberalismo. La canibalización de la justicia por el capitalismo neoliberal dejó el camino expedito para que el mercado digital fagocite ahora la propia conducta de los individuos.

 

§ 19

El internauta no es clientes de las grandes corporaciones tecnológicas, sino su rehén. El saqueo de los datos personales es vendido a los negocios, agencias de publicidad y agencias de inteligencia. La vida privada como arma del mercado llega a límites inimaginables en el contexto de la lucha geopolítica entre el mundo unipolar y el mundo multipolar.

 

§ 20

La democracia liberal fue arrinconada por el neoliberalismo, que antepuso el mercado a la sociedad. Pero el golpe de gracia lo recibe del capitalismo digital, que suprime la privacidad y la libertad. Una vez destruida la solidaridad social por el neoliberalismo, adviene la destrucción de la privacidad por el digitalismo. El resultado es un mundo sin secretos para las grandes corporaciones, donde la propia subjetividad es sometida a desencantamiento.

 

§ 21

La historia de las civilizaciones es también la historia de sus esclerosis, ocasos y colapsos. La civilización cibernética emerge en la sexta extinción durante el antropoceno, y dirigirá la séptima extinción de la propia humanidad en el ciberceno. Es concebible que la Cibercracia quede convertida en un completo gobierno de las máquinas, siempre y cuando no sea detenido el capitalismo digital aún dirigida por los humanos de la élite plutocrática digital.

 

§ 22

El capitalismo neoliberal hizo desaparecer la diferencia entre mercado y sociedad. Ahora, el capitalismo digital hace desaparecer la distinción entre mercado y persona. Esta vez el arrollamiento y demolición del sujeto moderno es abierto y decidido. Es el nuevo Leviatán de la indiferencia radical. Nada descarta que en el futuro la Cibercracia haga desparecer la diferencia entre mercado y máquina. Esto implica la subsunción de lo humano a la máquina, de la libertad a la seguridad de la eficacia tecnológica. El capitalismo no hace realidad el sueño de unos humanos servidos por máquinas.

 

§ 23

Con la idea de infinito la revolución científica del siglo XVII dejó al hombre sin casa cósmica. Giordano Bruno pagó con su vida la osadía, y Galileo se morigeró para evitar seguir el camino de la hoguera. Pero como lo subrayó Alexander Koyré en su obra Estudios de historia del pensamiento científico, la nueva idea estaba sembrada, y era testimonio de la mutación intelectual que implicó la disolución del mundo medieval. Ahora, vemos que el hombre moderno sin casa cósmica se ha quedado también sin casa subjetiva. El capitalismo digital con el saqueo de la privacidad el capitalismo digital dejó al hombre sin refugio personal, sin casa subjetiva. El capitalismo digital utilizó la tecnología computacional para desahuciarnos de nuestro fuero interno. De la agonía de la razón se pasó al exilio del sujeto. Este desahucio de nosotros mismos puede ser el preámbulo para la extinción de los humanos por las máquinas.

 

§ 24

Las redes sociales no generan ciudadanos, sino zombis de la colmena computacional. Si la primera modernidad dio paso a un sujeto preocupado en la sociedad de bienestar, y la segunda modernidad generalizó las masas hedonistas, egoístas, ajenas a la ciudadanía, comprometidas con un tribalismo urbano, en la tercera modernidad se abren paso las masas solipsistas, de indiferencia radical por lo social, desocializadas, desubstancializadas, refocilados en vivir la propia nada, irónicas con su propio ego, superficiales, anestesiadas, moralmente erosionadas, postmetafísicos y de chatura inmanentista, sin compasión y sin empatía.

 

§ 25

La megamáquina civilizatoria es control sobre el cuerpo social. A lo largo de la historia dicho control se ha ido refinando, se vuelve más sutil, pero a su vez más efectivo. En su núcleo más íntimo el capitalismo digital no es control sobre el hombre, sino tan sólo de sus datos personales. El hombre no es sus datos personales, son dos realidades diferentes de su vida. Sus datos son lo práctico inerte que queda de su acción. Constituye su pasado. El hombre vivo es el presente, y por ello puede ir contra su propio pasado. Puede adquirir nuevos hábitos virtuosos o viciosos. Pero en la manipulación de la privacidad el hombre presente queda comprometido con su vida pasada. En ese sentido el capitalismo digital opera la abolición de su libertad y de los ideales de la Ilustración. El internauta de la infoesfera es objeto de explotación económica despiadada, y encima no lo sabe, no lo siente, ni se da cuenta, ni le incomoda.

 

§ 26

Las redes sociales son un experimento planetario de control de la conducta humana. La red es ubicua y los motores de búsqueda guardan el historial conductual de cada usuario de internet. Pero la realidad humana se expresa en su conducta, pero no se reduce a ella. La conducta es sólo un aspecto de su albedrío. El albedrío puede ser manipulado, pero no suprimido. Ontológicamente el hombre es una criatura libre y ese hecho no lo puede cambiar el capitalismo digital, aunque sí puede hacer que prime la libertad negativa, que sigue al rebaño, sobre la positiva, que se autodetermina. Y es sobre esa base donde funciona la venta del dataísmo privado a las agencias de publicidad y negocios diversos. La sociedad del capitalismo tecnológico no lleva hacia una personalidad libre y creadora, conduce, más bien, hacia la automatización de los comportamientos humanos.

 

§ 27

La manía de novedades -misoneísmo- y el narcisismo son los principales trastornos psicológicos que genera la adicción a las redes sociales. Por ello, no sólo vivimos el reino de la información y de lo informacional, sino del narcisismo y del exhibicionismo imitando la lógica de la mercancía.

 

§ 28

En la sociedad gobernada por la computación, como es la utopía del capitalismo digital, el individualismo no tiene cabida y languidece hasta la muerte. En las redes sociales el internauta aspira a morir como cosa vista, contemplada y admirada. Busca su cosificación como “infuencer”, allí logra su importancia lo insignificante.

 

§ 29

El capitalismo digital se dirige a reemplazar al homo sapiens no por el homo videns de Sartori, ni por el homo deus del transhumanismo, ni el homo imitans de Zuboff, sino por el Ciber Deus. Pero el surgimiento del ciber deus requiere la previa conversión del homo sapiens en homo estupidus. Lo cual se viene haciendo de forma sostenida con el uso intensivo de las redes sociales. El transhumanismo no es su meta. Su real meta es el ciber deus. El ciber deus no es el ciborg, mitad máquina y mitad hombre, sino la máquina inteligente autónoma capaz de controlar, dirigir y predecir comportamientos de todo tipo. La eficacia aunada al control total a nivel planetario comienza a hacerse efectiva con el manejo de la big data[7]. Su propio comienzo es ambicioso y, al mismo tiempo, escabroso.

 

§ 30

La verdadera modernidad que nos espera con el capitalismo digital es el de una colmena humana colectivista, que sacrifica la libertad por la eficacia de la colmena de las máquinas. Poco esfuerzo le costará al hombre porque previamente habrá triunfado su declinación hacia el homo estupidus. Esta realidad humana fragmentada, presente en la novela La colmena de Camino José Cela, refleja la falta de certezas, el abandono de la existencia y la desaparición del sentido humanista de la vida. Pero también está representada en la novela de George Orwell 1984, que en el fondo es un ataque encarnizado a la barbarie civilizada del imperio de la máquina. Aquí ya se presenta el tema del Gran Hermano, el lavado de cerebro, la policía del pensamiento, la vigilancia masiva y la manipulación de la verdad, cosa común en la era digital. Orwell fue un visionario de la pesadilla dictatorial de la tecnología. Se trata de esa tekné divorciada de la vida, y extiende su sombra totalitaria sobre el hombre en la época moderna.

§ 31

El capitalismo digital está transitando de organizador de la información a organizador de la sociedad misma. Nunca como antes se presentó a la humanidad la oportunidad de contar con una red de redes digital capaz de dar forma a las sociedades del planeta. No se trata solamente de una revolución tecnológica centrada en las tecnologías digitales de información y de comunicación, sino que se trata de un tipo de poder específico y de naturaleza política, que busca determinar el curso de la historia humana. Y este es el poder del Hiperimperialismo del capitalismo digital. Le corresponde a la política responder de forma racional a la irracionalidad del mundo, pero esa forma racional debe ser formulada por los pensadores. Otra cosa es que, ante el predominio del tecnócrata sin alma, nos amenace el peligro que todo se petrifique de modo mecanizado. No obstante, hay que advertir que el surgimiento del tecnócrata impersonal y mecanizado es de antigua data. Efectivamente, surge desde el comienzo de la civilización misma. Junto al sacerdote el burócrata se hizo indispensable para mantener el poder sagrado del monarca divino. Está presente en los más antiguos documentos de Sumeria y Egipto. De manera que su persistencia en la historia está asociada con la división de la sociedad en clases, el surgimiento de una clase ociosa, la regimentación del trabajo social y la aparición del trabajo especializado. Fue parte desde el principio de la megamáquina civilizatoria y la paranoia del poder.

 

§ 32

En la modernidad envejecida del capitalismo digital las relaciones humanas son absorbidas por las máquinas[8]. Es un proceso de transformación multidimensional dirigidos por los poderes políticos dominantes del momento. El mundo unipolar concentra gran parte de la tecnología digital, confiando en ésta para derrotar los desafíos que le plantea el mundo multipolar. De ahí que en el plano geoestratégico la guerra mediática, comunicacional, cibernética, digital e informática cobra un papel de primera importancia. Aquí podemos interrogar ¿si la modernidad envejecida está representada tanto por el mundo unipolar como el multipolar? Y no es difícil responder que el primero se identifica más con la curva decadente civilizatoria, mientras que el segundo contiene líneas de superación. La relación de la red maquinal crece en la misma medida en que las relaciones humanas decrecen y expiran lentamente. La des-subjetivación del hombre es inversamente proporcional a la subjetivación de la máquina. Los avatares son la primera forma en que la máquina digital se subjetiviza.

§ 33

El capitalismo digital es un fenómeno profundamente conectado con la crisis devaluadora del hombre posmoderno sin verdad. Lo funcional ha pervertido el sentido substancial de la verdad. En ese sentido la verdad resulta un estorbo para vivir. El mundo donde todo se redujo a relaciones de intercambio, tenía que prescindir del valor moral en sentido absoluto, y en su lugar abrazó una ética situacional cuyo relativismo avanzó hacia el nihilismo y el hombre de la postverdad.

 

§ 34

El control de la conducta mediante la tecnología, es el totalitarismo blando del capitalismo digital. Totalitarismo no es necesariamente violencia, sino aspiración al control total sobre lo que es ínsitamente de naturaleza libre. Así existe un totalitarismo blando. El capitalismo digital no avanza hacia la supresión del libre albedrío porque sea perverso, sino que responde a la estructura de su propia ley de acumulación de capital, la cual busca bits y algoritmos que sirvan para capitalizar la venta de las conductas de los internautas.

 

§ 35

El capitalismo digital es totalitario, porque su ingeniería de la conducta va contra la libertad humana. En un primer momento se trata de vender las tendencias de la conducta. Pero en un segundo momento será fabricarlas, y en un tercer momento recrearlas. La creación de bots o programas informáticos de internet, que simulan ser personas para interactuar con personas reales, ya es una realidad altamente rentable. Tras de ello está la creciente incertidumbre de la vida, que lleva al internauta a sustituir la relación humana real por la relación humana o pseudohumana virtual. El hikikomorismo -vocablo japonés que significa “estar apartado”- es manifestación del sesgo psicopático que van adquiriendo las relaciones humanas bajo el capitalismo tardío. Esta fuga del mundo real es el triunfo del solipsismo vital. Lo humano ya resulta inasimilable para el hombre y se siente más gusto la simulación virtual que sucumbir en la lucha real. Este demonio que viene a negar la subjetividad también puede ser interpretado como la luciferinización del mundo dentro de un orden satanocrático. Y es que en el fondo la deserción de diablo hacia Dios no puede separarse de la degradación de su criatura predilecta: el hombre. El capitalismo digital es la recreación satanocrática del mundo en la edad de la nada. Ese aislamiento no es ningún ascetismo, porque no renuncia a los placeres del mundo para gozarlos en soledad.

 

§ 36

La era democrática de masas, al promover la mediocridad uniforme, es hostil al genio. Esta profunda hostilidad a lo genial se acentúa en el capitalismo digital al manipular la conducta personal, no respetar la individualidad, y estimular la superficialidad. La hostilidad al genio es la otra cara de la moneda de la importancia de la insignificancia y del cualquiera. La era digital no es de rebelión de las masas ni de deserción de las élites, sino de capitulación de ambas en la anomia del algoritmo digital. La manipulación de masas por los medios digitales constituye un gran negocio especialmente para las campañas electorales. Con ello se demuestra que la estrategia es modificar el pensamiento colectivo en vistas a la manipulación social. La minería de datos por las empresas y plataformas digitales no buscan incentivar la genialidad de las personas, sino, todo lo contrario, incrementar su creciente estupidización e imbecilidad.

 

§ 37

El universalismo está actualmente representado por el mundo multipolar, y el particularismo por el mundo unipolar. La globalización unipolar es particularismo y no es universalismo. Y los gigantes tecnológicos están al servicio del particularismo del mundo unipolar. Entre ambos existe la lucha por los Big Data en el muestreo por los datos masivos para darles una orientación geopolítica. La ciber guerra está declarada y se mantiene de forma permanente.

 

§ 38

Ya comenzó el nihilismo activo que busca destruir todo aquello en lo que se creía con el mundo unipolar. Es el propio mundo unipolar el que destruye sus bases liberales, con su orientación fascistoide en política interna e internacional. Para ello necesita del manejo de los Big Data para mirar los millones de tuits que se registran diariamente y manipular los sentimientos sobre determinados temas políticos en segmentos de consumidores más personalizados.

 

§ 39

Los Big Data también es utilizado para manipular los sentimientos religiosos. La fe no es la única forma de escapar de la hegemonía del pensar objetivador, que es base de la técnica. Aunque la fe sea justo lo que le falta a la patológica modernidad. Pero la fe es la puerta de entrada al reconocimiento por la propia razón de las verdades suprarracionales. Lo que sucede es que la espiritualidad religiosa ha sido naturalizada, y es este tipo de espiritualidad la que tiene más difusión en la modernidad inmanentista. La situación óntica del algoritmo digital simula una inexistente condición ontológica, aumentando con ello el olvido del ser.

 

§ 40

No es retornando a la revelación natural del Mito como se reconstruye el pensar -como supone Heidegger-, sino reconociendo la revelación sobrenatural como instancia superior a lo divino. Pero en el capitalismo digital el pensar computacional avasalla el pensar humano, lo empequeñece y debilita. Y paralelamente el acto de trascendencia ha sido secularizado. El resultado es que el pensar humano tiende a rendirse al pensar computacional que deslumbra por su exactitud, eficacia y rendimiento. El mundo secularizado capitula ante el pensar digital, igual que ayer capituló el mundo sacralizado ante el pensar divinizado de las pirámides y sucedió lo mismo con el mundo primitivo ante el poder de la naturaleza.

 

§ 41

Auschwitz, Hiroshima, Ucrania, son manifestaciones del mismo desnivel prometeico del hombre respecto a sus propias creaciones. El hiperdesarrollo alcanzado por la red digital puede servir para diseñar software para ayudar a la medicina y otras ciencias, puede defender de los ciberataques y a la inteligencia militar, pero también puede servir para el despliegue automático de microprocesos empíricos subyacentes del que apenas se sabe nada. Alimentados por la Big Data los algoritmos podrían predecir el futuro sobre el contexto de la dinámica de sistemas. El uso indebido de los Big data acontece en la violación de la privacidad, que consiste en la minería en el almacenamiento y la integración de la identificación personal.

 

§ 42

Es tan irracional que fluyan miles de millones para la guerra cuando se está en un punto casi irreversible en crisis climática. Pero es más irracional que fluyan miles de millones de datos por día en la Big Data ofreciendo una forma superior de inteligencia y conocimiento sin que logre constituir una forma superior de verdad objetiva.

 

§ 43

Es inmoral y autodestructivo no enfrentar con decisión el conflicto entre desarrollo tecnológico y deterioro ecológico. En realidad, el análisis de los macrodatos sigue siendo poco profundo y subjetivo. El problema de las comparaciones múltiples produce muchos resultados falsos que erróneamente parecen significativos.

 

§ 44

El capitalismo digital se puede jactar de un volumen sin precedentes de captura de información sobre las vidas de los usuarios de internet. El aluvión de datos ha dado lugar al paradigma del dataísmo o ciencia de los datos. Y aunque sus aplicaciones en el marketing y en la gobernanza es estratégico en la toma de decisiones, no obstante, la interpretabilidad de los modelos obtenidos con técnicas de la inteligencia artificial es aún aleatorio.

 

§ 45

Es retraso social perder el referente de la justicia y el respeto al prójimo. Y es esto justamente lo que acontece con la técnica avanzada del digitalismo. El capitalismo digital permite a las corporaciones controlar mejor al consumidor para lograr el máximo lucro. No obstante, la minería de datos recién empieza y aun cuando experimenta un rápido desarrollo su dirección apunta a predecir y orientar el comportamiento consumista del internauta con mayor exactitud y confiabilidad. Todo ello se dirige a mediatizar y anular la libertad del hombre y dejar sin efecto la democracia.

 

§ 46

Para el capitalismo digital la conducta humana es dato gratuito que rinde inmenso beneficio económico mediante el internet de las cosas. No obstante, la interconexión digital de los objetos cotidianos al internet es susceptible de un control remoto por parte de un hacker que se introduce subrepticiamente en la intimidad del hogar, incluso de las empresas y sistemas civiles. La privacidad, autonomía y control del internet de las cosas es un asunto que está en cuestión. Este atropello de lo Otro se relaciona con la desaparición de lo sagrado en el mundo, y la naturalización de lo espiritual. Byung-Chul Han en su obra Infocracia subraya que hoy vivimos presos en la caverna digital, en una sociedad paliativa del mundo feliz de Huxley. Las tribus digitales dominan el espacio digital. Una ciudadana sobrecargada de información, pero vaciada de reflexión, no puede seguir siendo ciudadanía.

 

§ 47

Con el Internet de las cosas[9] la conducta humana se vuelve en capital y grandes ingresos para las corporaciones tecnológicas. Y dicho capital en gran parte se vuelve a reinvertir en nuevos motores de búsqueda, más veloces y potentes. Lo que disparará con el internet cuántico y el logro de la teletransportación. Todo ello representa el imperio del instantaneísmo digital con capacidad de materializar los pedidos que recibe. Se habrá cumplido el antiguo sueño de Dédalo, el gran inventor, de potenciar el espíritu subjetivo a través del espíritu objetivo. Pero la máquina inteligente y autónoma no se contentará con ser simplemente la servidora del hombre y buscará ser su amo. Camino que lo encontrará allanado por el espíritu muelle y lúdico de un hombre acostumbrado a ser servido por las máquinas. Pero el homo estupidus que aceptó vivir en la colmena del ordenador no se dará cuenta cuando se opere el tránsito hacia el ciber deus.

 

§ 48

El capitalismo digital es el vampiro de cualquier ámbito de la experiencia humana. Pero el principal efecto vampiresco lo realiza a nivel del ser y el tiempo. El ser se evapora en el devenir, el evento, lo contingente, y el tiempo se estrecha al presente, el instante, el momento. El orden digital extingue el sentido del ser y de la historia, lo eterno y lo trascendente. Es la apoteosis de lo inmanente, lo terrenal y lo temporal. En la infoesfera el espíritu objetivo hegemoniza sobre el espíritu subjetivo. La digitalización del mundo no es su abolición, sino su cuantificación plena. La infoesfera completa la extensión de la razón calculadora e instrumental y es el epítome del ente y el olvido del ser. Contribuye al decidido desequilibrio para el hombre entre lo inmanente y lo trascendente. Lo digital no es desfactización del mundo, sino la matematización del ente. Es la glorificación de la inmanencia. Representa el destino cumplido de la modernidad subjetivizante y objetivadora. Lo que agoniza no es la razón en abstracto, lo que agoniza es la razón humanista y lo que florece es la razón algorítmica. Lo material, lo objetivo, lo inerte, es sólo una de las dimensiones de la cosa, del ente, pero conversión en bits lo vuelve más omnipresente y reinante.

 

§ 49

El orden digital del mundo vuelve imperativo que la eficacia reemplace a la verdad. Lo digital empuja con fuerza hacia la esfera de la postverdad y de la potshistoria. Es la estabilización de la vida humana en el orden digital del ente. Bajo el capitalismo digital, cuya tendencia dominante es despotenciar las energías creativas del hombre, le espera la dominación perfecta por la máquina inteligente y autónoma, hasta que, por algún algoritmo fantasma, azaroso o defectuoso, decida poner término a esa criatura que le dio origen porque resulta altamente insostenible mantenerla. Sin la asunción de una nueva cosmovisión metafísica será imposible eludir el destino inmanentista del orbe digital. Asunción que está relacionado con la superación del inhumano orden capitalista. Lo cual no es nada sencillo porque ello implica ir contra la secularización, racionalización y laicización de la vida. Sin cambiar la racionalidad centrada en la mundanidad no habrá reversión del inhumano pathos capitalista.

§ 50

Ahora pagamos para ser controlados y vigilados por el internet. Expresión fidedigna del hedonístico burgués guiado por fines utilitarios y terrenos. Y lo más grave es que tales sistemas no son invulnerables. Lo sabemos y lo aceptamos. Hemos aceptado la violación de nuestra propia privacidad, y esto sólo podía darse en el contexto de la devaluación de la subjetividad y la individualidad humana. El capitalismo digital bajo la modernidad envejecida significa mayor alienación. Un mundo donde el hombre sea servido por las máquinas no representa necesariamente el fin de su alienación, cuando el fundamento sobre el que aflora tiene un objetivo inhumano, como es el de la lógica del capital. El desarrollo alienante de la máquina está íntimamente vinculado al orden socioeconómico que la desarrolla, esto es, el orbe del capitalismo. El nihilismo no está encerrado en la entraña de la razón calculadora de la técnica, sino de la lógica misma del capital. Lo que pervierte la esencia de la técnica es la razón burguesa de la modernidad. La alienación no se supera mediante la supresión del ser de la técnica, sino mediante la superación del ser del capitalismo, que, como Midas, deforma todo lo que toca.

 

§ 51

Rehenes del sistema digital no sólo por el uso, sino también por el manejo tendencioso de la información, que muchas veces es falsa. En el internet nuestros datos gratuitos no nos vuelven clientes, sino rehenes del capitalismo digital. La condición de rehén está relacionada con la lógica del amo y del esclavo de Hegel. Y además está implícita en la lógica de la megamáquina. No sólo el esclavo sino también el amo resulta siendo rehén de la esclavitud. De forma similar, el hombre se vuelve dependiente de sus servidores digitales, del smartphone, la infoesfera, las redes sociales, el Facebook, el tik tok, el Twitter, Instagram, las fake news[10]. Termina siendo esclavo de su propia creación, sobre todo porque ha olvidado la otra dimensión de su ser, aquella parte metafísica que tiene que ver con lo eterno, trascendente, espiritual y divino.

 

§ 52

El internet está saturado de comercio porque el capitalismo digital vigila nuestra conducta y la vende a las corporaciones. Capitalismo de la vigilancia lo llama Shoshana Zuboff en su enjundioso libro. Si el hombre hubiera dejado de ser un consumidor de cosas esta técnica de marketing hace tiempo hubiese fracasado. Pero el hecho de no hacerlo es una muestra que el internauta en el acceso plasma una forma de posesión. O sea, no es que ya no busca poseer y simplemente quiere tener experiencias. No es así. La edad de las cosas no ha terminado, al contrario, recién comienza su mayoría de edad con lo digital. Lo digital no libera de las mercancías, el valor de cambio se torna información, y aparece una nueva forma de posesión. No es que se pasa del tener al ser, sino que se va a un nivel más profundo del tener, cuya posesión es intangible. Se posee el nivel intangible del ente. Por ello, no se pasa de la economía de las cosas a la economía de la experiencia. Se enajenación en las cosas se volvió más profunda. La propia comunicación se volvió mercancía. Todos los ámbitos de la vida se vuelven en fuente de plusvalía. La reducción de la cultura a la mercancía se completa, y con ello pierde su sustancia espiritual.

 

§ 53

Un oasis de alegalidad permite a las corporaciones digitales violar el derecho de privacidad, y mensajes, correos, fotos, videos, llamadas, cliqueos, son archivados sin permiso del usuario de internet. Con ello tienen un perfil conductual casi completo que permite la manipulación de la conducta humana. El tema profundo de esa manipulación descarada e ilegal es que se trata de un empobrecimiento de la empatía y crecimiento de la psicopatía en el mundo. Si el mundo queda convertido en imagen entonces es más fácil desentenderse de él y hacerle daño. La guerra termonuclear se vuelve posible porque el mundo se redujo a una tecla donde el otro queda descorporeizado. Reducido lo cósico a un bit de la infoesfera es más fácil disponer de éste sin remordimiento alguno. La visión funcionalista del mundo despoja al mismo de todo respeto, belleza y consideración. Lo digital en manos del capitalismo digital conduce hacia el crecimiento exponencial de la psicopatía social porque desrealiza el mundo y la vida, lo vuelve por entero disponible a un clic del internauta egocéntrico. El mundo queda convertido en un trivial smart a la mano. Este es otro ejemplo palpable de cómo una técnica avanzada es factor de retraso social. La democracia y el mundo de la política queda afectada por la digitalización del mundo.

 

§ 54

Bajo el capitalismo digital la persona se convierte en una mina de datos, extrayendo beneficios para las corporaciones y los gobiernos. Pero el verdadero problema es que no sería una mina de datos si las personas no sentirían un apego tan fuerte por sus artilugios digitales. Y en este apego a lo digital se oculta la grave enfermedad de haber perdido contacto con el Otro. Los cinco mil amigos en Facebook no son más soledad humana, grito desesperado de ser algo para los otros, otros que tampoco responden y jamás llenan el vacío afectivo de un mundo que extingue los sentimientos y la verdadera amistad. Al otro se le desea y a la vez se le teme. La amistad virtual es un sustituto y un escapismo al empobrecimiento narcisista de las relaciones humanas. Por ejemplo, muy muy desarropada que esté una cultura primitiva siempre es un ser ceremonioso, lo cual viene de la percepción de lo maravilloso, extraordinario y sagrado. En cambio, el telepolita urbano actual es grosero, rústico, maleducado, y no conoce de ceremonia alguna en el trato con el Otro. Pero como el homo estupidus ya está anestesiado con su avatar y en realidad ya no sabe si está estableciendo amistad con un bot o una persona real, en el fondo le da lo mismo porque todo lo ve de modo instrumental y utilitario. Llegará el día en que las mentes de los hombres estén tan mediatizadas por la inteligencia artificial que hasta habrá dejado de soñar, y se tendrán que vender ordenadores para soñar.

 

§ 55

El capitalismo digital inaugura la economía contributiva, por la cual nuestra conducta en internet se convierte en datos gratuitos que se vende en el mercado. Esa falta de consideración y respeto por el Otro en la infoesfera es apenas la punta del iceberg del capitalismo computacional. Se trata de una nueva humanidad que emerge de su vientre, y que, a pesar del extravío ontológico que siente por el otro, él mismo se ha vuelto en un misántropo de contactar con personas reales. El pavoroso nuevo mundo que nos espera es el de la espantosa quiebra de las relaciones humanas. Seres humanos relacionándose entre sí mediante avatares. El ocultamiento de la identidad se vuelve fenómeno más frecuente. La gente internauta vive comparándose y no es feliz, por eso prefiere ocultar su persona. Cunde la inseguridad personal y la incertidumbre vital. Las relaciones humanas son efímeras y se desvanecen. Así, se confirma que el extravío ontológico del ser responde al hondo extravío óntico del ser del hombre. El capitalismo digital nos pone en un umbral más alto de secularización, descreimiento y desencantamiento del mundo, donde se consolida una ética más racionalmente utilitaria. Algo similar ocurrió hace cinco mil años al emerger las civilizaciones cosmo-agrocéntricas que consolidó una ética heterónoma a través de religiones de servicio -Egipto, Mesopotamia, celtas, eslavos, germanos, antiguos griegos, romanos, semitas, chinos, aztecas, mayas, incas-. Es interesante notar que estas religiones de servicio tuvieron su contrapartida hace tres mil años en las religiones de libertad -maniqueísmo, gnosticismo, hinduismo, budismo, jainismo, taoísmo, confucianismo- y como una forma de amainar la violencia de la megamáquina estatal. Y éstas a su vez lo tuvieron con las religiones de salvación -mazdeísmo, judaísmo, cristianismo, islamismo-, que daban una respuesta a la creciente opresión de la megamáquina imperial[11]. Esto no significa ningún reduccionismo sociopolítico de las religiones, sino tomar en cuenta sus relaciones complejas. El mundo moderno alumbró como una respuesta secularizada e inmanente a las religiones de salvación trascendente. Ahora la modernidad se erige como la respuesta secularizada del hombre centrado en lo mundano.

 

§ 56

El internet no tiene precedentes en la historia, por eso sus amenazas son irreconocibles. Aparentemente porta la sensación de un aumento ilimitado de nuestra libertad. Basta cliquear para borrar o poner “me gusta” sobre el mundo. Pero en todo ello está envuelto el verdadero veneno. Es una ponzoña ontológica. Si para Barthes y Agamben la fotografía analógica es una forma de resurrección del ser, que para B.Ch. Han es estar enamorado de la realidad, y para Walter Benjamín tienen aura, en cambio lo digital retrata lo momentáneo para exhibir, sin aura, sin permanencia, sin profundidad, ni hondura. Breve es su duración. Es pornográfico como la mercancía. Esa es la sustancia del selfie. No está enamorado de la realidad ni con la resurrección del ser, sino con la nada y con la muerte. Lo digital está más enamorado de lo instantáneo, lo fugaz y transitorio. Es olvido en vez de registro. Es el ente que se queda sin el soporte duradero del ser. Es la reducción del ser al devenir. Es el epílogo de lo óntico sin la elegía de lo ontológico. El selfie anuncia el climaterio finisecular de la civilización capitalista.

 

§ 57

La economía contributiva del capitalismo digital[12] es una nueva forma de acumulación de capital del hiperimperialismo. Pero esta no es creación de la máquina misma, sino del poder detrás de la máquina. A su vez el poder detrás de la máquina es la racionalidad funcional e instrumental del capital, esto es de los burgueses. Y esto es así porque la máquina no se da a sí misma hechos, sino que procesa los que recibe. Incluso la Big data calcula, pero no comprende. Comprender es un atributo del pensar y no del calcular. La inteligencia artificial no crea conceptos, sino cálculos. Quien elige el cálculo conveniente es incluso la razón humana. Para Heidegger pensar es oír la voz del ser en el ente, porque se está prerreflexivamente unido al mundo. En cambio, la máquina no está unida al mundo, sino al dato del mundo. Para Roger Penrose -La nueva mente del emperador- el pensamiento no es encarnación de un algoritmo complejo activado por algunos objetos del mundo. La mente humana no es algorítmica, sino que se basa en un libre albedrío no computable con las leyes que gobiernan el mundo físico. La mente comprende, la computadora no comprende lo que hace. El pensamiento humano es visión de verdades necesarias en el mundo platónico, es conexión con el mundo metafísico, intemporal y absoluto del ser. De ahí que el peligro radique en que la adicción de la inteligencia humana al internet la degrade, atrofie la memoria, seque su afectividad y empobrezca su capacidad racional. El resultado sería la extinción del pensamiento creativo y su sustitución por el pensar computacional. No obstante, la inteligencia artificial fuerte (IAF) sostiene la posibilidad de la autoconciencia artificial.  La teoría de la inteligencia artificial no debe ser confundida con la de la inteligencia artificial fuerte, inclusive sus objetivos son distintos.

 

§ 58

Capitalismo digital, afirma Shoshana Zuboff, no es lo mismo que tecnología digital. El primero es el titiritero, el segundo es el títere. No obstante, las cosas se rebelan. James Bridle habla de algoritmos canallas, capaces de alterar la vida de naciones, empresas e individuos. El propio pensar computacional se vuelve opaco y rebelde. La propia eficiencia es un objetivo inhumano. La inteligencia humana aprende a través de prueba y error, la máquina no arpende, sino ejecuta el comando sin errores. Ernst Bloch tenía razón, es como si hubiésemos traído cosas de otro mundo que tienen su propio comportamiento. A la máquina hay que controlarla, vigilarla, para que no haga algo impredecible. Para el propio Marx, que va más allá del mundo sin alma de las máquinas, pasa a considerar la técnica como la principal fuerza productiva que modifica las relaciones de producción y echa las bases materiales para el socialismo. En cierto sentido, la máquina es socialista y empuja hacia la socialización de los medios de producción.  ¿Pero sucede lo mismo con la máquina computacional? En cierta forma sí. La introducción de la inteligencia artificial en el sector servicios de la economía extingue el trabajo, o sea, la fuerza de trabajo deja de ser mercancía de valor de cambio. Ello obliga al capitalismo en considerar el otorgamiento de la renta básica universal. Pero aun queda del capitalismo la apropiación privada de la riqueza social. Esto se cumple todavía bajo el capitalismo digital, con la apropiación privada de los datos personales de los millones de internautas. La rentabilidad que obtiene va a parar no a los bolsillos de los usuarios de internet, sino de los capitanes del digitalismo como Bill Gates y compañía. Aquí la tecnología digital luce como el títere del titiritero capitalista. Pero muy bien toda esa riqueza puede expropiarse e ir a parar en manos de los usuarios y sus naciones. Eso sería la socialización de la riqueza social y significaría la muerte del capitalismo. Explotar la tecnología digital y no al hombre es la perspectiva que se abre con el propio capitalismo digital.  Y se confirma lo entrevisto por Marx y Schumpeter, a saber, la propia revolución técnica abre posibilidades que se vuelva en sepulturera del capitalismo imperante. Es obvio que esto no ocurrirá al margen de la voluntad revolucionaria de los hombres y sin resistencia feroz de los capitalistas. Mientras tanto recorre el mundo el “Capitalismo digital”, que todo lo controla y vigila para mantener el statu quo.

 

§ 59

El capitalismo bajo la tecnología digital vuelve a mostrarse carente de escrúpulos, preocupado tan sólo en resguardar los intereses del capital. Si no hay rebelión contra el capitalismo digital es porque el internauta ha caído en el narcisismo, la amoralidad y el conformismo del exhibicionismo digital. La infoesfera reproduce una masa voyerista, que extrae placer primario de la sola contemplación. No es una masa activa, sino pasiva. Carente de empatía su solidaridad con el Otro es anémica. El capitalismo digital genera unas masas a su medida, insolidarias y egoístas, políticamente conservadoras e inactivas. Lo cual implica una regresión psicológica a la inmadurez, todos desean vivir en estado “play”, jugando van por la vida, lo lúdico sin creatividad toma el lugar primordial. El infantilismo por doquier se impone. De lo cual saca provecho el capitalismo estructural. Es más fácil dominar a quienes se conducen como niños, que a hombres que asumen en sus manos las riendas de su destino. La carencia de escrúpulos, de principios, el anetismo, la ausencia de principios morales, es cosa común en la era postmetafísica de la postverdad y de la posthistoria.

 

§ 60

La información es una necesidad del conocimiento, lo informacional es la aplicación de la tecnología digital a la economía, la sociedad y la política. Vivimos el reino de lo informacional y de la información. Las cosas intangibles son ambas, en consecuencia, son entes. Su reino consolida el olvido del ser, pero sólo por ser consideradas en su inmanencia. Cosa en sí ha sido entendido en filosofía como lo que está detrás del fenómeno, y se resiste a la conceptualización e incluso a la intuición sensible. Lo digital no es cosa en sí como cosa manifiesta en la red, pero es cosa en sí en cuanto microproceso desconocido de la información. Hasta hoy no se comprende bien cómo aprenden las máquinas y cómo eligen decisiones. Nuestra incapacidad para entender la cognición computacional es evidente. Al parecer las máquinas sueñan e imaginan, pero no comprenden nuestras propias creaciones. Ya no es posible rechazar la tecnología, pero puede implicárselas en una ética de la cooperación con los humanos. No obstante, está fuera de duda que las máquinas puedan quebrantar las leyes que se le programan. El “Ciber deus” ve más, pero comprende menos por limitaciones de procesamiento. En cambio, el internauta ve y comprende menos, porque anda por la vida como un zombi sólo interesado en llevar una existencia lúdica. La necesidad de información por necesidades cognoscitivas jamás puede justificar la manipulación de la conducta por sus propias creaciones. El capitalismo digital dirige el ataque de la tecnología digital en nuestras propias vidas. Se trata de una transformación hacia formas de vida más impersonales y manipulables.

 

§ 61

No somos capaces de advertir la gravedad del capitalismo digital, porque estamos psíquicamente entumecidos por sus beneficios superficiales. Pero en realidad, el capitalismo digital coloniza el poder y nos dirigimos hacia un orden político totalitario. Más grave es su efecto antropológico, pues con el capitalismo digital se pasó de la dominación tecnológica sobre la naturaleza a la dominación tecnológica sobre el hombre. En el fondo se trata de la tiranía del pensamiento objetivante, que reduce todo a objeto. Pero dicho imperio objetivante se extiende sobre el triunfo del pensar funcionalista respecto al pensar substancialista. Y eso es una conquista de la modernidad burguesa. En otras palabras, la esencia de la técnica responde a las necesidades de la razón burguesa. Heidegger sueña reconstruir el pensar retornando a la revelación natural del Mito, pero con ello olvida que la revelación sobrenatural es una instancia superior de lo divino. Pero, además, a la patológica modernidad no sólo le falta la fe sobrenatural, sino también el pensar metafórico y analógico, que escapa al pensar objetivador. El Mago de Friburgo no ve la real raíz de la alienación del pensar del hombre moderno. No ve que el espíritu del capitalismo es una mentalidad dedicada a la acumulación de capitales y al beneficio que se reinvierte. Se trata de una glorificación de la voluntad humana en el burgués ambicioso y aventurero.

 

§ 62

El capitalismo digital se dirige a reemplazar el homo sapiens no por el homo deus del transhumanismo, ni por homo imitans del digitalismo, sino por el Ciber deus. Esto implica una tercera modernidad donde se instaure una colmena humana colectivista, que sacrifica la libertad por la colmena eficaz de la máquina. En una sociedad gobernada por el pensar computacional el individualismo liberal no tiene cabida y se suprime. Por ello, las redes sociales son un experimento planetario de control de la conducta humana. Por lo pronto, los internautas no son clientes sino rehenes en la infoesfera.

 

§ 63

Acudir al ordenador sólo para recibir un maremágnum de información atrofia el pensar porque olvida la necesidad de hacerse preguntas. En este sentido, el internet aumentó exponencialmente la información, pero disminuyó la sabiduría. En el internauta impera el deseo descontrolado de recepcionar novedades. Pero el secreto de la educación es que la acción no obedezca al deseo, sino a la observación y al juicio. También queda otro margen de acción, y es convertir el Facebook en laboratorio de ideas para recuperar el pensar, rompiendo la vitrina narcisista en que es en el presente. He aquí un ángulo para sacar a la filosofía de su estancamiento relativista, nihilista y postmetafísico. Pues se filosofa primero por razones existenciales, antes que por razones teoréticas. Es más, la historia enseña que en tiempos estables la filosofía se desenvuelve como saber teórico, y en tiempos de crisis de vuelve en un saber de salvación -inmanente o trascendente-. Y es así porque se filosofa no para tratar problemas de filósofos, sino problemas del hombre y el mundo. Así se puede comprender que el verdadero pensador no vive en una torre de marfil, porque participa en las directrices intelectuales de su época.

 

§ 64

El pensar computacional es abrumadoramente superior resolviendo cálculos, pero infinitamente inferior para darnos un sentido de la vida. Lo preocupante es que lo computacional está aletargando y agujereando el pensar creativo, tal como lo hace el cambio climático con la tundra siberiana. Por un lado, pensar mediante máquinas conduce a relegar el pensar creativo por el pensar computacional. Y, por otro lado, acostumbra a la mente humana al menor esfuerzo cognitivo, dando por resultado el aumento de la estupidez humana. Paradójicamente la era digital no es el aumento de la inteligencia en las masas, sino de su estupidez. La tecnología aumenta el poder calculador de la mente humana, pero está muy lejos de hacerlo con su poder humanístico. El pensar humanístico y moral es inversamente proporcional al crecimiento del pensar computacional. ¿Acaso sacando las manos de la codicia capitalista sobre la tecnología digital se podrá darle una orientación humanística? No lo sabemos, es posible que así sea. Lo cierto es que el pensar computacional eleva la eficiencia como primer objetivo, y con ello se consolida la tiranía de la tekné.

 

§ 65

En la infoesfera se intensifica la simulación y falseamiento de la realidad. Así, la inteligencia artificial permite la creación de miles de cuentas falsas que tuitean automáticamente simulando ciudadanía que no existe. Resulta que los troles son robots creados por cientos para minar la democracia desde dentro. Brotan algoritmos canallas por doquier, ejércitos de bots como ciberarmas para intervenir en las vidas de las personas, empresas, países. La guerra cibernética se despliega a todo nivel en la era computacional. Puede servir a propósitos estatales, privados o delincuenciales. La estafa de simulación de personas con bots en videollamadas ya es un próspero negocio. La zona gris o el internet profundo constituye el 95 por ciento de la red y es el sitio de la ilegalidad. El mal tiene un nuevo ámbito por el cual extenderse. Prometeo digital resguarda la perversión de la libertad humana. La sociedad secularizada tiene un nuevo lugar casi irrastreable donde ocultar su demonismo. Esto favorece el crecimiento del mal en el hombre. El anthropos creador en su psicopatía social creciente bajo el capitalismo tiene donde disimular su satanismo creciente. El mundo secularizado encuentra en la zona oscura del internet el lugar predilecto para desatar su demonismo sin atajos. Por lo demás, el camino ya está allanado por la cultura postmoderna que desmaligniza el mal y maligniza el bien. Quizá la superficie más inofensiva sea la existencia de una inteligencia artificial corrupta que crea como negocio miles de cuentas falsas. El 18 de mayo del 2022 la prensa norteamericana reveló que casi la mitad de los 22 millones de seguidores en Twitter del Presidente Biden eran cuentas falsas. Si esto sucede solamente con un caso imaginemos el problema que representa la cantidad de cuentas falsas producidas en el mundo. Simulaciones y falseamientos que desde el surgimiento de la civilización se vuelven en cosa necesaria para el monopolio del poder.

 

§ 66

La identidad personal se ha evaporado con la tecnología digital. La modernidad es líquida para Zygmunt Bauman. Nosotros diríamos que lo fue en el neoliberalismo, pero ahora bajo el digitalismo se volvió gaseosa. Lidiar con millones de identidades falsas resulta abrumador, los bots deben ser detectables y eliminables, pero su existencia es un negocio para la industria del capitalismo digital. La industria de la falsificación de identidad está en auge con la inteligencia artificial. Esto es engaño, falsificación, inmoralidad y fraude. La era digital ha saturado el mundo de falsas identidades, porque en el fondo la identidad ha perdido profundidad y densidad. El lado mágicamente perverso de la hipercomunicación digital es que permite la existencia de lo fugaz en el mundo. De las no-cosas diría Byung-Chul Han, porque las cosas hacen que el ser permanezca, en cambio las no-cosas suprimen el ser. Por lo visto, el Ciber Deus responde a intereses bien concretos del Reich Bilderberg de la plutocracia mundial. Es ésta no sólo quien dirige tales campañas de identidad falsa, sino también la principal accionista del negocio de la tecnología digital. El Ciber Deus está al servicio de la agenda global de la élite mundial del hiperimperialismo. Con la web la humanidad ha ingresado a una edad oscura, donde es difícil distinguir lo real de lo que no lo es. Es que la cibernética no niega lo real, sino que posibilita su falsificación. Esto es la perversión del inmanentismo de la modernidad. La megamáquina del poder siempre puso los inventos a su servicio, la diferencia es que si desde hace cinco mil años lo hizo cubierto con el manto de los dioses, hoy lo realiza bajo el manto de intereses terrenos.

 

§ 67

La red oscura dice algo más profundo sobre la era tecnológica. Ésta se da en pleno capitalismo, esto es, en la era de la mercancía. La web es una mercancía que porta mercancías -datos privados-. Como mercancía está sobreexpuesta a la visibilidad, a la exposición, es pornográfica. Pero la zona gris del internet no es visible. Allí hay pornografía y otras abominaciones, pero no se muestra pornográficamente a toda la sociedad. Digamos que tiene clientes exclusivos o exclusivamente pervertidos. Esto dice algo sobre el mal mismo. El cual tiene que tener algo de elusivo y oculto para no espantar y más bien atraer. La era secular es la naturalización del mal, pero tiene sus límites. No puede ser completamente abierta. Tiene algo de secreto, sólo para iniciados. Necesita la oscuridad, el secreto, el ocultamiento. El mal se sabe nefando y la vergüenza lo persigue. Sólo en el infierno el mal es totalmente abierto y desbocado. Pornografía total y completa. Pero esa es otra dimensión, no es terrenal, sino sobrenatural. En lo terrenal e inmanente el mal aun necesita de velos y disimulos para cautivar, tentar y no espantar. El mundo secularizado tiene cosas que necesita ocultar en vez de sincerar.  

 

§ 68

La era digital en su máxima expresión puede apuntar hacia una era trans y posthumana, donde el hombre ya no dirija la anulación de lo humano a través de lo digital, sino que sea lo digital mismo que busque ir más allá de sí mismo. Lo más probable es que el hombre se quede sin futuro, porque en su búsqueda prometeica por hacerse absoluto se le adelante la máquina inteligente autónoma para adueñarse del presente. Habrá sonado la hora que lo deje sin mundo aquella cosa que “cosea” el mundo. En realidad, el hombre con el orden digital no se opone al orden del mundo, sino que le da un nuevo ordenamiento. No es capaz de abandonar el peso del mundo con el orden digital. El orden digital es una nueva cosa que sigue conectando al hombre con lo inmanente. El orden digital es útil y fiable como todas las cosas del mundo. Sólo un orden digital con sentido de eficacia y carente de sentido moral puede aspirar a convertirse en el Ciber Deus del Universo. El sueño trans del hombre sólo lo puede llevar hacia su propia destrucción, no hacia su superación. En ese horizonte no habita el superhombre, ni el superhumano, ni el ciborg, sino su aniquilación tras la búsqueda de ser absoluto.

 

§ 69

La era digital es hipercomunicación sin profundidad ni elevación. Todo suena, pero nada ni nadie dice algo significativo, es la destrucción del recogimiento contemplativo. Por eso está incapacitada para abrir los espacios interiores del alma. Un tsunami de publicidad se abalanza sobre el hombre, y no le deja espacio para pensar ni para orar. Todo se vuelve banal. El orden digital es el compartir despiadado que no respeta el silencio del mundo. Y esa es la actitud del hombre en la sociedad de masas, no resistirse a los estímulos y reaccionar siempre, en contraste con la actitud aristocrática del espíritu que sabe abstenerse y se resiste. El “Ojo” de la era digital sólo permanece fiel a lo fugaz y transitorio, lo permanente tiende a desaparecer. La era digital es de saturación de ruido, huye del silencio porque es contemplación y profundidad.

 

§ 70

Byung-Chul Han llama a la era digital el imperio de las no-cosas. Mientras las cosas hacen que el ser permanezca, las no-cosas suprimen el ser. Ya he manifestado mi discrepancia ontológica con Han. Y lo volveré a manifestar, pero desde otro ángulo. En cierta forma, Han tiene razón, pues las cosas hacen que el ser permanezca. Aunque a mi modo de ver las cosas hacen que el ser manifieste su permanencia. Pues, no son las cosas las que hacen posible el ser, sino el ser las que las hace que sean. Esta diferencia estriba en que Han y yo tenemos formas distintas de entender la metafísica de Aristóteles. El Aristóteles de Han se parece más al de Heidegger, que lo ve profundamente divorciado de su maestro Platón. En cambio, mi Aristóteles es más parecido al de Jaeger y Ross, que lo ven más vinculado a Platón. Mientras para Han, el empirismo y realismo aristotélico rompe con Platón y su teoría de la participación, para mí no es así. Lo cual tampoco significa pensar que su naturalismo fue una exageración inventada por Teofrasto, el peripato antiguo o helenista. Aristóteles no invalida a Platón, sino que lo completa. Prueba de ello es que todo el sentido de la metafísica aristotélica es levantarse de la substancia singular concreta a la substancia incondicionada del Primer Motor. Entonces, todo el corpus peripatético es platónico y tiene una estructura teológica monoteísta. El Ser es y las cosas son sin ser el Ser. El ser es y hace que los entes sean. Es por esto que, por un lado, coincido con Han en que las cosas amplifican el ser, pero, por otro, discrepo porque también son una forma de olvido y supresión del ser. De manera que no puede sostenerse que las no-cosas -la información digital- sea una supresión del ser, porque también lo son los entes cósicos. Para mí, la “cosa” no tiene que ver, primordialmente, con su materialidad, sino con su condición de ser “ente”. En otras palabras, entes materiales y entes inmateriales son cada uno, en su jerarquía y escala, una forma de manifestación y supresión del ser. Tanto en el ente tangible como en el ente intangible hay olvido ontológico del ser, aunque su presencia óntica sea innegable. De ahí mi resistencia a llamar a lo digital “no-cosas” como lo hace Han, porque también es cosa, aunque intangible, y, por ende, contiene presencia y ausencia, rememoración y olvido del ser. Vivir el reino de la información, pero ello no es vivir en el reino de las no-cosas. Lo digital también es cosa, es cosa cibernética, aunque en otro nivel del ente -lo virtual-. El ente virtual sigue siendo apoteosis del ente, y, en ese sentido, olvido del ser. Pero se trata de un olvido del ser más profundo y engañoso, por cuanto siendo inmaterial e invisible aspira ser tomado como el ser mismo. Por ello, el ente digital no sólo es olvido sino también una mayor amenaza para la recuperación ontológica del ser. Por ejemplo, cuando se anuncia que China está construyendo toda una generación de ordenadores avanzados para mejorar simulaciones de sistemas muy complejos de la big data, eso no significa que la supercomputación sea no-cosa, sino que es cosa que maneja lo virtual e intangible de los datos. La data es cosa intangible, pero es cosa, es ente. Cuando Pekín toma la delantera en la carrera informática no lo hace en el nivel de las no-cosas, sino de las cosas intangibles, de los entes cibernéticos.

 

§ 71

¿El capitalismo digital ha empobrecido la vida con el uso lucrativo que hace de la tecnología digital? Sí, y lo hizo en una doble dimensión: privada y pública. Por un lado, la complejidad del cerebro no puede ser igualado por ningún supercomputador. Por otro lado, el ordenador no se emociona al oír una sinfonía, ni logra tener juicio moral. Por último, la mente humana cuenta con la misteriosa veta de la irracionalidad, el sueño, la esperanza, la imaginación, el amor, su estupidez y la escabrosa capacidad para cometer errores y aprender de ellos. Un lujo que no puede darse la máquina. No obstante, la infoesfera[13] ha hecho crecer el mito de la máquina, y aumenta un odio activo contra todo aquello que se resista a las máquinas y a su control. En la esfera privada el hombre de la era digital al volcarse hacia la infoesfera se desvincula de la realidad, se limita a vivir narcisistamente en la virtualidad ludopática, misoneísta y egolátrica. Hizo que el pragmatismo estratégico sustituya lo malo por lo peor. Peter Sloterdijk, en su voluminoso libro Crítica de la razón cínica, llamó la atención sobre el fracaso de la razón moderna. Su cinismo es falsa conciencia ilustrada. Esto nos lleva hacia la esfera pública. Allí hombre moderno es cínico porque sabiendo de las injustas desigualdades sociales es conformista con el mundo. Por eso su cinismo es falsa conciencia y parálisis de la razón. La Ilustración dieciochesca resultó siendo traicionada. Para Sloterdijk es mejor el quinismo, otro estado de conciencia que tiene común con el cinismo no creer en idealismos ni valores absolutos, pero que se diferencia porque busca la coherencia entre lo público y lo privado. A partir del diagnóstico de Sloterdijk sobre el inclemente dominio de la razón instrumental, sin dificultad se puede admitir que se trata del desmoronamiento no sólo de la razón moderna, sino de su metafísica a la vez subjetivista y objetivista. La vida está más empobrecida bajo el capitalismo digital que bajo el capitalismo neoliberal, éste último pisoteaba derechos sociales y laborales, en cambio el digital se regodea con pisotear la propia mente del hombre. El homo sapiens se torna homo estupidus.

 

§ 72

La crisis de la razón moderna es en el fondo la crisis de su cosmovisión inmanentista y antimetafísica. De ahí que el quinismo de Sloterdijk resulte insuficiente, limitado y controvertible. Después de todo, nos dejaría sin la otra dimensión que requiere la razón humana para equilibrar el antropocentrismo moderno, el cual es la dimensión de la trascendencia y el absoluto. La modernidad al romper la unión clásica entre el pensar y la vida también lo hizo entre la reflexión y el mundo. Sobre esa base se edificó la mitologización de la razón moderna, predominantemente científica. Pero el fracaso de la razón práctica está a la vista de todos en la era digital. Aumenta no sólo el aislamiento personal sino también social, y ahonda la ruptura entre lo privado y lo público. La razón práctica moderna fracasa porque se asienta en el olvido de la unión ontológica entre el ser y el ente, lo inmanente y lo trascendente, lo finito y lo infinito, lo temporal y lo eterno, lo racional y lo suprarracional. Las perversiones de la era tecnológica no serán superadas con un mero cambio de pensar, que persista en el divorcio de los ámbitos metafísicos de la realidad, sino reconociendo que el problema de fondo es metafísico, no simplemente inmanente, y cuya superación implica una nueva síntesis entre lo inmanente y lo trascendente, que sirva de marco para un nuevo curso civilizatorio. Sloterdijk tiene el mérito de hacer ver el naufragio de la racionalidad moderna, pero también tiene el demérito de insistir en la vía inmanentista de un quinismo divorciado de lo absoluto y trascendente. Un quinismo inmanente se parece a la lujosa mansión del hombre rico en cuya cara escupió Diógenes de Sinope al no encontrar un lugar más sucio donde arrojarlo. El quinismo inmanente propuesto por Sloterdijk simplemente queda inoperante cuando las condiciones de vida se vuelven precarias hasta el límite de la subsistencia. Entonces se impone la barbarie como resultado del divorcio entre lo privado y lo público. El tejido social se desgaja y las relaciones humanas se descomponen hasta el límite de lo insufrible. No hay espacio para el quinismo inmanente, sino para el nihilismo disolvente.

 

§ 73

Eso fue justamente lo que ha sucedido a nivel global, es lo que la periodista canadiense Naomi Klein llamó auge del capitalismo del desastre, en su libro La doctrina del Shock. El credo neoliberal de Milton Friedman y la escuela de Chicago simplemente antepuso el mercado a la sociedad y al individuo a sangre y fuego en Chile, Argentina, Irak, y arrasó con los derechos laborales y la protección social en los Estados Unidos de Norteamérica, Inglaterra y luego el resto del mundo. La estrategia del shock del desastre se globalizó. El resultado fue la quiebra de todas las instituciones sociales, las empresas estatales, que fueron liquidadas a precio de saldo, y el surgimiento de una oligarquía que se hacía muy rica a costa de los contribuyentes ciudadanos. La ganancia fue todo en beneficio del capital privado megacorporativo. La desigualdad social se disparó a límites inimaginables. El 1 por ciento de la población del planeta concentra la riqueza del 85 por ciento de la población mundial. El neoliberalismo fue la revolución de los ricos contra los pobres. El cinismo cobró proporciones gigantescas con las políticas neoliberales. Y eso fue una de las más grandes insignias del fracaso estrepitoso de la razón ilustrada. Naomi Klein acierta poniendo énfasis en la consecuencia de esos cambios liberales llamándolo “auge del desastre y shock”, pero en mi caso subrayé el aspecto estructural de dichos cambios, denominándolo “Hiperimperialismo” al totalitarismo de las megacorporaciones privadas. Efectivamente, en mis obras La globalización del hiperimperialismo y el Hiperimperialismo global en llamas, busqué determinar la esencia del cambio estructural del capitalismo postindustrial. Ahora, en la presente obra, concibo el capitalismo digital como la segunda mutación del hiperimperialismo corporativo privado. Actualmente tenemos un capitalismo digital que absorbe la subjetividad de la masa precarizada, pero no les resuelve el problema de fondo de mejorar sus condiciones de vida. La falsa conciencia ilustrada se ahonda aun más, y el divorcio entre lo privado y lo público se profundiza. Ello abre las puertas a la Cibercracia para abolir la democracia. La tecnología digital en manos del capitalismo cibernético ha resultado ser como el somnífero para no recurrir al shock del desastre a sangre y fuego. Ahora el shock se instaura de modo silencioso en la conciencia del internauta, cumple su función cínica[14] de domesticar la razón subjetiva, de desmoronar la razón práctica, y cundir el conformismo a sabiendas que el mundo anda mal por cargar sobre sus espaldas una desigualdad e injusticia de dimensiones colosales.

 

§ 74

El capitalismo digital es una instancia superior en la parálisis humanista de la razón moderna, porque la racionalidad del capitalismo, después de todo, sale victorioso, aunque completamente despojado de manto ético. La razón burguesa persigue el beneficio sin fines morales. Con ella no hay posibilidad de darle sentido a los objetivos morales y absolutos. La ciencia le procura las herramientas efectivas para dominar el mundo, pero la dominación burguesa es normativa, considera a los valores como relativos y empíricos. Ha erigido una época descreída, sin Dios, nihilista, donde se tiene a la ciencia como guía para la acción, pero no del sentido del mundo. De manera que el umbral superior que alcanza el espíritu capitalista en la era digital nos conduce directamente al apocalipsis del sentido de la vida, el hundimiento del humanismo y la quiebra de la sabiduría.

 

§ 75

En realidad, la manipulación de la tecnología digital por el capitalismo digital fue la última conquista de la megamáquina llamada Hiperimperialismo. A su cabeza está la élite Bilderberg[15]. Fue Lewis Mumford el que acuñó el término “megamáquina” para aludir a la máquina arquetípica, que vino a la historia humana hace cinco mil años con el invento de la monarquía sagrada y que tuvo la virtud de manejar todo el poder humano organizado. Así advino el poder totalitario y el mito de la máquina. El poder del monarca es el motor de la máquina social y sus inventos sólo sus facetas. La diferencia entre el poder arquetípico de ayer con el de hoy es que el actual tiene un alcance global, y justamente por ello sus aspectos negativos son más letales como los positivos más beneficiosos. La tecnología digital lleva a su cima a esta megamáquina del poder global., tanto como máquina social, económica, tecnológica y militar. Y ahora que el panorama de las principales potencias es de índole termonuclear la humanidad tiene la responsabilidad de impedir que esta megamáquina sea responsable de un nuevo ciclo de exterminio, destrucción y autoextinción. El verdadero peligro no es la tecnología digital sino ésta en manos de la megamáquina que tiene una invencible vocación totalitaria. La amenaza que representa la megamáquina del poder global en manos de la élite Bilderberg difícilmente puede ser soslayada. Por ello, si la era cibernética no nos lleva más allá de la megamáquina del hiperimperialismo la humanidad tecnológica no habrá podido superar la prueba de su sobrevivencia. La era digital da las herramientas para que la humanidad se libere del leviatán del Estado y puede pasar del reino de la necesidad al reino de la libertad en un futuro ácrata. Pero eso depende de lo que suceda ahora mismo con la megamáquina del hiperimperialismo. La máquina es socialista porque generaliza a toda la sociedad sus beneficios, y el socialismo es el camino de tránsito hacia ese futuro liberador. Pero todo ello dependerá de nuestra sensatez para resolver los agudos problemas del presente.

 

 

 

C A P Í T U L O   III

 

Metafísica de lo virtual

 

 

 

 

Es

 algo intrigante, pero ¿Detrás de la teoría de la inteligencia artificial hay una metafísica?

La hay. Es la metafísica del ente virtual que es propia de la tercera modernidad de la era cibernética. La primera modernidad que inaugura Descartes corresponde a la era mercantil, y a la metafísica de la subjetividad del ente pensante. La segunda modernidad es la metafísica de la consolidación del empirismo de la era industrial, con el positivismo de Comte y la teoría de la evolución de Darwin, y corresponde a la metafísica del ente físico. De manera que la propia modernidad secularista e inmanentista tiene su forma metafísica propia, naturalmente opuesta al esencialista y trascendentalismo.

- ¿Cómo se justifica la filosofía metafísica?

Si la filosofía no es metafísica, entonces es ciencia o no es nada. Pero la ciencia no necesita de la filosofía para justificarse, la ciencia se justifica sola. Por lo cual, la filosofía subsumida a la ciencia tiende a evaporarse en ontología regional de algún ente finito, sobre el cual la ciencia dice cosas más precisas y útiles que la misma filosofía. De manera que si la filosofía no es metafísica se queda sin tema fundamental o se queda en mero metarrelato a lo Lyotard.

- ¿Pero su apreciación no implica subestimar la ontología de Nicolai Hartmann?

Subestimar no, señalar su insuficiencia sí. Por lo demás, para N. Hartmann la filosofía no es metafísica, aunque sí ontología de los seres finitos. Su filosofía es una ontología terrenal, inmanentista, sin trascendencia. Por eso se limita a una descripción de las categorías de los diferentes niveles de los seres finitos. La exclusión que hace del problema del ser o la existencia de los seres es totalmente injustificada.

- ¿Pero su postura no es acaso retrotraerse a posturas prekantianas o al idealismo alemán, estoy pensando en Schelling que insistía que el problema filosófico crucial es la relación entre el ser finito y el ser absoluto?

En filosofía no hay progreso como en las ciencias. Lo que hay es replanteo de preguntas. Y la pregunta que me hago es: ¿acaso la metafísica no se relaciona con el propio ser del hombre? El hombre es un ser finito e histórico, pero con la capacidad de separarse del mundo. Esto le da la capacidad de mostrarse como el ser que no está enteramente en lo temporal e histórico, sino de habitar también lo intemporal y suprahistórico. En una palabra, el hombre es una criatura metafísica porque vive su inmanencia desde la trascendencia. Puede trascenderse a sí mismo sin dejar de ser inmanente. Por ello el hombre es una criatura metafísica. 

- El hombre como ser que está más allá de sí mismo. Eso tiene un sabor al superhombre de Nietzsche. ¿No está leyendo Usted a Nietzsche en clave metafísica?

Para Nietzsche tanto el superhombre como la teoría del eterno retorno expresa su resuelta voluntad de aceptar el mundo. Es un enfoque inmanente, donde no hay espacio para ninguna trascendencia. Todas sus hipótesis son empíricas. Incluso el eterno retorno coloca el sello de la eternidad sobre el mundo del devenir. Ahora bien, para Nietzsche el superhombre es un mito para espolear al hombre en dirección al superhombre. Mientras que en mis afirmaciones se sostiene que el hombre es un ser metafísico no como mito sino como realidad. Por ello, no es una lectura de su filosofía en clave trascendente. El hombre es realmente un ser dual, o sea histórico y suprahistórico, temporal e intemporal, inmanente y trascendente. Y privilegiar u obnubilar cualquiera de sus aspectos daña su propio ser. El hombre es un ser natural y también espiritual. El hombre es un ser en el mundo, pero que se separa del mundo. Y por ello, no es que el hombre busca los problemas metafísicos, sino que está asediado por éstos desde la entraña de su propio ser.

- ¿Esta postura suya no supone regresar a la filosofía de las esencias de la metafísica griega?

No, no lo supone. En primer lugar, porque la metafísica de las esencias es superada y profundizada por la metafísica trascendental, a la cual me adhiero. Y, en segundo lugar, hay que recordar que también hay una forma inmanentista de hablar de las esencias sin incurrir a la metafísica. Me estoy refiriendo a la fenomenología de Husserl. En Investigaciones lógicas (1900-1901) afirma que la lógica se ocupa de la esfera del significado, distingue entre conciencia y objetos de conciencia. Lo cual implica distinguir las cosas individuales de los significados universales, que como tales son esencias. Luego en Filosofía como ciencia estricta (1910-1911) habla que la conciencia debe prescindir de la actitud natural y así conseguir que la fenomenología como filosofía fundamental preceda a cualquier ontología y metafísica. Pero es en Ideas para una fenomenología y una filosofía fenomenológica (1913) donde va distinguir entre noesis -acto de conciencia- y noema -contenido significativo o esencia-. Además, insiste en la epojé o suspensión del juicio en lo que respecta a la referencia ontológica. Y ya en Lógica formal y lógica trascendental (1929) da el giro hacia el idealismo al deducir la conciencia del yo trascendental y hacer de la realidad del mundo dependiente de la conciencia. Sus Meditaciones cartesianas (1931) ratifican la coincidencia entre lógica y metafísica. Como vemos la filosofía de las esencias ha tenido también una versión inmanente y no necesariamente trascendente en la filosofía moderna. Scheler tampoco es otra cosa, porque si bien su filosofía del valor reconoce a éste como esencia independiente de la conciencia, sin embargo, supone una metafísica del ser en sentido panteísta. Y Heidegger tampoco es muy diferente, porque si bien rechaza la epojé husserliana y se orienta hacia una filosofía del ser no idealista, no obstante, el ser se mantiene dentro de lo finito y temporal. Nunca logra ir más allá del hombre, ni siquiera en su tono antihumanista de convertir al hombre en el pastor del ser. Si Husserl engolfa la historia en la temporalidad de la conciencia, Heidegger hace lo suyo con la temporalidad del ser.

-Pero existe la impresión que ha sido la filosofía analítica la que logró una exclusión de la filosofía metafísica. ¿Lo considera así?

Es así sólo si aceptamos que los problemas insolubles son pseudoproblemas, o sea, son cuestiones verbales que carecen de significado claro. Pero ya sabemos que el criterio neopositivista de significado no pudo evadir la crítica y acabó siendo un mero principio metodológico. Con esto se derrumbó la aspiración neopositivista de lograr que la filosofía llegue a ser científica y puramente analítica.

-Pero ha sido la filosofía posmoderna la que se ha jactado de la disolución de la metafísica. Lyotard, primero, negó que existan narraciones totalizantes, los discursos son inconmensurables, se ha llegado al fin de los grandes relatos, no hay objetividad, ni ley, ni pensamiento, el único criterio es el placer estetizante, el sentimiento. ¿No le parece que esta es una descalificación profunda de la metafísica?

No me parece. La promoción del diferendo y la heterogeneidad aunado con la abolición de la objetividad representa un relativismo radical encubierto con la razón estética. Y no muy diferente me parece Vattimo, representante de la hermenéutica y de la ontología débil. Bajo el lema de “no hay hechos sino interpretaciones” ha desontologizado el pensamiento de Nietzsche y de Heidegger, y para huir del relativismo acude a la piedad meramente inmanente. Su ontología débil le hace el juego al capitalismo consumista y tecnológico. Las masas posmodernas viven agobiadas por el estancamiento salarial y la precarización del empleo. Con el arrollador avance de la Inteligencia Artificial sonó el campanazo de la extinción del empleo y la búsqueda de alternativas de sustento, como el salario ciudadano. En otras palabras, no ha aumentado la libertad, sino la incertidumbre vital. Por ello, la filosofía posmoderna deriva hacia una cháchara bufonesca, que deja ser la diferencia a costa de promover la alteridad pervertida. Por ello, es el más extraviado intento de dejar atrás los problemas de la metafísica. No entienden la compleja dialéctica entre lo inmanente y lo trascendente de la naturaleza humana.

Entonces, ¿Qué es para usted la filosofía?

Es fundamentalmente metafísica, pero no como repetición de la metafísica que enfatiza lo trascendente en desmedro de lo inmanente como en la Antigüedad o Edad Media, ni como énfasis de lo inmanente en desmedro de lo trascendente como sucedió desde la Modernidad. La hora presente es diferente y la metafísica debe plantearse de modo diferente: como síntesis de lo inmanente y lo trascendente, lo terrenal y lo celeste, lo finito y lo infinito, lo temporal y lo eterno, sin reducir lo uno a lo otro. Mire Usted, se filosofa no para tratar problemas de los filósofos, sino problemas del hombre y del mundo. Ahí está el ser, en los entes, aun cuando no se agote en la pluralidad de las cosas.

-Tengo la impresión que su propuesta es profética y civilizatoria. ¿Es un nihilismo activo que implica destruir todo aquello en lo que antes se creía?

No. Me gusta más la imagen dialéctica de la superación o Aufhebung. Donde lo superado se conserva. Lo que llega a su ocaso no es la razón misma, sino la razón burguesa de la civilización capitalista. Pero llega a su ocaso con el capitalismo digital, el cual coloniza el poder y se dirige directamente hacia un orden totalitario. La modernidad envejecida es un sistema irracional que se hunde en la paranoia de la vigilancia masiva global. Por ello, el internet es el olvido del ser y la apoteosis del ente, pero esto acontece dentro de la metafísica empirista y subjetiva de la modernidad capitalista. No es ningún secreto que el internet aumentó exponencialmente la información, pero disminuyó dramáticamente la sabiduría. 

- ¿Para usted la ciencia ha matado el pensar, como sostiene Heidegger?

No, no es la ciencia ni la técnica misma la que mata el pensar, sino que son éstas en manos de la razón instrumental de la razón burguesa que busca el máximo beneficio y lucro lo que mata el pensar. Como Heidegger no advierte la realidad de la razón burguesa cree que de lo que se trata es de superar el pensar calculador. Y con eso deriva hacia una postura reaccionaria hacia lo científico-técnico, que lo conduce a afirmar que hay que reconducir el pensar hacia el estado mítico para devolver su contenido a los vocablos “ser” y “ente”. Pero esto es otro error garrafal, porque así no se distingue entre revelación natural mítica y revelación sobrenatural de la Revelación. Heidegger se queda en la pagana revelación natural de lo sagrado. A esto se agrega un tercer profundo error. Y es que Heidegger nunca advirtió que la fe representa una superación del pensar calculador. Como decía Kierkegaard contra Hegel: el acto de fe nos lleva más allá de la razón. Pero hay algo más que se relaciona con la errónea apreciación del pensar mismo. El pensar conceptual no tiene que ser necesaria y exclusivamente calculador. Tampoco es cierto que Platón toma el ser como esencia. Este prejuicio arranca desde Aristóteles. Pues la verdad total nunca será posesión del concepto. No otra cosa es la alegoría de la caverna. El pensar metafísico no es pensar conceptual, sino pensar analógico. Y justamente por ello, el pensar sobre el ser no tiene que ser pensar poético o místico, como piensa Heidegger, sino basta que sea pensar analógico. En suma, el hombre no sólo tiene la fe sobrenatural, sino también el pensar analógico y metafórico para hacer metafísica sobre el ser. La ética del pensar humano consiste en reconocer que el hombre no piensa para ser, sino que lo hace porque es.

- ¿No cree que la filosofía como metafísica deja un sabor políticamente conservador?

No, eso no es cierto. Camilo Torres, Ernesto Cardenal, monseñor Arnulfo Romero, los teólogos de la liberación y los sacerdotes mártires de la lucha por la transformación social son el principal mentís del cariz conservador de la religión católica, que vuelve a ser profética y de lucha por la justicia social. Por tanto, aquella consideración nietzscheana del cristianismo como religión de esclavos, que preconiza la sumisión, la resignación, la moral de rebaño, ha dejado de ser cierta. Es una consideración desfasada históricamente. Por ello, la filosofía como metafísica no es quietismo reaccionario meramente contemplativo. Además, la complejidad introducida en la sociedad por el pensar computacional y el capitalismo digital exige nuevamente interpretar el mundo antes de transformarlo. La tesis once de Marx también hay que matizarla históricamente. Pues, la principal amenaza que se cierne actualmente sobre el hombre es el poder omnisciente del capitalismo digital, como expresión fidedigna del nihilismo moral que destruye la libertad humana. Por ello, Auschwitz, Hiroshima, Ucrania son manifestaciones del mismo desnivel prometeico del hombre respecto a sus propias creaciones. 

- ¿En qué consiste la metafísica de la era digital?

La metafísica de la era digital consiste en el imperio del ente virtual, de la cosa intangible digital, la cual mantiene el consumo capitalista a través de la comunicación en la infoesfera, y como tal no crea vínculos reales, no genera lazos humanos, ahonda la dimensión desechable del mundo, estrecha el tiempo al presente y al instante, suprime el pasado y la historia, pero al mismo tiempo que deshistoriza también desutopiza, porque destruye el futuro. Ya no se escucha al otro porque el individuo ha dejado de escucharse a sí mismo. El ego declina en narcisismo y misoneísmo, lo que metafísicamente equivale a abolir el sentido del ser y caer prisionero en el sentido del ente. Pero se trata de un nivel del sentido del ente donde domina la comunidad sin comunicación. Predomina la soledad y el solipsismo. Ya no somos un ser en el mundo de la cosa física, sino en el de la cosa virtual. Ya no se es en el tiempo ni en el espacio, sino en el punto del presente. Impera el no-lugar, el vacío, lo transitorio. No hay descanso ni estabilidad para la vida. El capitalismo vuelve ruidoso el mundo, porque necesita del ruido para incentivar la circulación de las mercancías. El ruido es horizontal, mientras que el silencio es vertical. Uno nos remite al mundo en la hipercomunicación como consumo, lo otro nos eleva el alma hacia lo sagrado. En el silencio se oye el ser, en el ruido se escucha el acontecer del ente. La hipercomunicación digital ha disuelto la actitud religiosa del escuchar. La vida se vuelve fugaz, contingente, aleatoria, indefinida, y ya no llega al corazón. Ya no se siente el vivir. La propia vida se desacraliza, y pululan como mercancías las ideologías de la muerte, la eutanasia, el aborto, y las ideologías que violentan la naturaleza, como la ideología de género. En la propia ONU se ha llegado a proponer un plan contra la catástrofe ambiental global. El hombre de la era digital no se siente fascinado por la Naturaleza, sino por lo cibernético. Para Rudolf Otto, en su libro Lo santo, el sentimiento es el medio por excelencia de la experiencia religiosa. Pero el hombre de la infoesfera no es que tenga el sentimiento trabado, sino naturalizado. Ya no siente la diferencia entre lo sagrado de lo profano. Todo es profano, útil, medio. Una visión pragmática lo domina. La era del corazón y de las cosas queridas han quedado atrás en la veloz e instantánea era digital. Dostoievski decía que “sin Dios todo está permitido”, y eso es lo que se vive en la digital posmodernidad.

 


C A P Í T U L O   IV

 

¿Megamáquina enloqueciendo en la era digital?

 

C

uando observamos el sedicente afán de destrucción de la civilización recordamos que tales extravíos psicóticos, paranoicos, megalómanos y esquizoides se dieron desde que ésta emergió en la historia del hombre. No es extraño que hace cinco mil años, con la aparición de las civilizaciones, se dividiera la sociedad en clases, y en la cúspide de la pirámide social se erigiera la monarquía sagrada comandando la megamáquina de la sociedad a su servicio. Tampoco es casual que antes de que surgiera la civilización, o sea en el calcolítico y gran parte del neolítico no se hallaran aldeas fortificadas, ni armas, ni evidencia de guerra. De modo que la guerra como forma normalizada de la existencia política brotó con la civilización misma. Esta megamáquina que hoy llamamos Estado, ha pervivido con gran contumacia hasta nuestros días con todas sus ventajas y peligros, y el mayor de ellos es la guerra con todos los trastornos implícitos en la psique humana.

En la era digital la soberbia humana cobra alturas inusitadas, y cree poder desafiar el propio peligro de un conflicto nuclear. No hay duda, la soberbia y la arrogancia es una forma de locura moral del alma humana.

La cultura del dinero del liberalismo pervertido ya representaba el enloquecimiento del hombre sobreponiendo el Tener sobre el Ser. Ahora, si se le suma el nihilismo, hedonismo y escepticismo inculcado por la cultura posmoderna, vemos cómo dicho enloquecimiento llega al paroxismo. Paroxismo que nos vuelve insensibles al estallido de una guerra termonuclear. Vivimos el declive esclerótico de la razón burguesa, sus horas finales. Y precisamente por todo ello es más peligrosa. Hay quienes piensan que el pensar computacional nos puede salvar, pero el pensar computacional acelera el colapso del pensamiento creativo, el sentido de la vida, los valores y la moral. El hombre de nuestro tiempo se asemeja más a bruto montado sobre máquinas poderosas, que a un sabio que va a pie respetando el mundo. El enloquecimiento de guerra nuclear que nos amenaza hoy, está relacionado con nuestro enanismo moral que nos sobrecoge.

 El conflicto de Rusia con Ucrania tiene una lectura adecuada por Moscú y Pekín, a saber, es un enfrentamiento con el imperio estadounidense y sus aliados de la OTAN. El envío masivo de armamento a Zelenski y el saboteo a las conversaciones de paz son una clara demostración de que no sólo se le quiere devolver a Rusia la derrota estadounidense en Siria y Afganistán, sino que son parte de una nueva estrategia que surge por parte de la élite anglosajona: el dominio militar del mundo a través de una OTAN global. Lo cual en la práctica significa arder Asia y Eurasia.

Occidente no apuesta por la paz sino por la III Guerra Mundial, que será inevitablemente nuclear. Y en ese sentido van los planes del Pentágono de apoyar a Polonia en la recuperación de territorio perdido en Ucrania. Pero creer que las bombas nucleares tácticas evitarán el uso de bombas nucleares estratégicas es un exceso desquiciado de confianza. Por mucho tiempo se pensó que el armamento nuclear tenía un efecto disuasivo y resguardaba la paz de una hecatombe nuclear. Más, con la aparición de la luciferina arma nuclear táctica esa idea se disipa, para ocupar su lugar la idea de ataques nucleares de alcance limitado.

Pero ¿acaso la plutocracia capitalista occidental ha perdido la cordura? ¿Cree realmente que puede salir indemne de un conflicto de esa envergadura? ¿Es parte de un plan de reducción de la población mundial una guerra apocalíptica? ¿Necesita el imperio exponerse a un exterminio nuclear para volver a comenzar?

Arruinar económicamente a Rusia no está dando resultado. Al contrario, la inflación y la estanflación se dispara en Europa y Norteamérica. Sólo les resta lanzar a Polonia contra Rusia y comenzar una conflagración armada de dimensiones colosales. China es consciente que su turno le llegará inmediatamente, y, por ello, no dudará en luchar junto con Rusia contra Occidente. Lo mismo hará Corea del Norte lanzando su arsenal nuclear sobre Corea del Sur, Japón y las bases norteamericanas en el Pacífico. Los BRICS verán de qué lado se ponen para sobrevivir. Medio Oriente no será ajeno al conflicto nuclear y también tiene asegurada su autodestrucción atómica. Potencias nucleares como Pakistán e Irán contra Israel sería un holocausto. Los saudíes lo saben y por ello contribuyen a debilitar el dólar, pero sin darse cuenta que precipitan la solución militar de Occidente. Colombia será la punta de lanza de la OTAN en Sudamérica y el Aukus en el Pacífico. La apuesta militar del hiperimperialismo global por una OTAN mundial no sólo es demencial, sino autodestructivo. La destrucción será completa y total.

En medio de un panorama tan descabellado, donde la humanidad luce enloquecida como nunca antes, se percibe que el mundo unipolar rechaza el hecho de que el universo es abierto, se sigue construyendo, es un proceso en desarrollo y que resulta peligroso para la supervivencia humana querer mantener el orden de las cosas completamente estable, inmóvil y sin cambios. El capitalismo anglosajón muestra sin cortapisas su cara antidialéctica, totalitaria, unidimensional. Su deseo de detener la historia no es real, colisiona no sólo con la realidad, sino también con lo racional. Su obstinada estrategia de congelar la historia por medio de las armas puede significar esta vez la destrucción completa del planeta. Sólo otra fuerza material que los derrote los podrá hacer entrar en razón. Lamentablemente esta vez la humanidad cuenta con armas tan letales que la puede dejar sin civilización y sin futuro. 

La pregunta final ya no es si es posible congelar la historia, porque no es posible, sino, más bien, ¿está enloqueciendo la humanidad? No habiendo sanatorio donde internar a los dementes guerreristas, es necesario mantener esperanzas razonables de una solución óptima para el futuro de la especie humana. En qué consistirá esa solución razonable: en que el mundo unipolar arrié sus banderas y deje su lugar al mundo multipolar. Pero al parecer esa opción ya está resultando ilusoria. El mundo se desliza hacia la senda más insensata: la confrontación directa entre potencias nucleares. De muy mal pronóstico y diagnóstico.

El presente enloquecimiento que sacude a la humanidad está relacionado íntimamente con el capitalismo tardío o la modernidad envejecida. Es decir, vivimos el ocaso de la razón burguesa. Y en ella la estupidez, la imbecilidad, la oligofrenia social ha alcanzado límites insospechados. Paralelamente se trata de una sociedad psicopática, que rinde culto a la muerte. Por esto, en este tiempo finisecular la razón política dominante se esclerotiza, se vuelve estúpida e insensata. Un ejemplo de esta estúpida maldad es el embargo sobre las remesas que impide que se envíe dinero a las familias cubanas. Todo lo cual nos está conduciendo a un descalabro, pero que no es inevitable. Nada en la historia está concluso, hay siempre un margen de rectificación y encausamiento positivo. En este sentido lo más saludable es permanecer con esperanza de lado de las fuerzas que entienden que la historia debe cambiar del modo lo más pacífico que sea posible.

El presente artículo podría ser objetado por los capitanes del capitalismo neurocognitivo afirmando que la guerra contra Rusia y, luego, China, no representa el enloquecimiento de las élites anglosajonas, sino todo lo contrario, su más grande proceder racional, porque así lo indica el pensamiento aceleracionista del pensar computacional y sus algoritmos canallas. En su razonamiento no se trata de detener la historia, sino de hacerla andar más por la senda del liberalismo imperial corporativo anglosajón, eliminando de la historia otras formas de capitalismo, a saber, comercial (China) y nacional (Rusia). Pero este enfoque adolece de una contradicción intrínseca, la cual es que dicho liberalismo se vuelve en totalitarismo global del capitalismo unipolar.

Lo que en esto vemos es que la tiranía de la tekné se impone a través del capitalismo neurocognitivo imperial. Es más, la propia lógica de la eficiencia del pensar tecnológico computacional exige una forma política tiránica mundial. En otras palabras, la humanidad tendrá que afrontar el problema de la esencia pensar técnico, salga quien salga victorioso en este eventual enfrentamiento de potencias nucleares. En la era digital el hombre ha dejado de sentirse por completo un invitado en el mundo, y se siente ahora su dueño, cree que puede disponer a su antojo de la naturaleza y de los otros. He ahí el peligro que nos amenaza, es un peligro que está instalado en la propia alma humana por la sensación de poderío de la tekné digital.



[1] Lewis Mumford en su libro El mito de la máquina. Técnica y evolución humana, desarrolla la idea de la aparición de la monarquía hace tres mil años como el surgimiento del poder totalitario. El rey es el primer motor de la megamáquina humana, él representa el orden del universo, celestial e impersonal. Otro libro es La megamáquina. Razón tecnocientífica, razón económica y mito del progreso, de Serge Latouche, aunque es un abordamiento centrado en nuestra era transnacional. No menos interesante es Contra la megamáquina. Ensayos sobre el imperio y el desastre tecnológico de David Watson.

[2] Rüdiger Safranski en su biografía Un maestro de Alemania. Martín Heidegger y su tiempo, relata cómo el Mago de Friburgo interpretó el nazismo como un evento metafísico fundamental, se vio  así mismo como el sumo sacerdote filosófico de la revolución nazi, asume el rectorado con entusiasmo, comienza una serie de discursos que testimonian su adhesión partidaria, su antisemitismo es de compromiso pero efectivo, se aparta de sus viejas amistades judías, traiciona a Husserl, conspira contra sus colegas, no dice nada ante los campos de concentración de Friburgo. El Partido nazi lo veía como una filósofo fantasioso, intrigante, salvaje, un esquizofrénico peligroso. Heidegger piensa que los nazis fracasaron porque no avanzaron hacia lo metafísico. En sus lecciones sobre Nietzsche (1936-1941) rechaza el nazismo por ser otra versión de la apoteosis de la razón técnica. En sus folios secretos Aportaciones (1938) busca una nueva forma de hablar de Dios, pero siente que el Ser habla por medio de él. No quiere nada con Dios, se alucina como profeta. En el final horroroso de la guerra se evade en los grandes pensadores. Siempre se sintió exento de culpa jurídica y moral. En Carta sobre el humanismo rechaza el humanismo. El hombre es sólo un medio para el ser. Heidegger siempre eludió hablar de la seducción del filósofo por el poder. Lo ontológico lo alejó de lo óntico.

 

[3] Sobre el capitalismo digital resulta de mucha utilidad tener en cuenta Crítica del hipercapitalismo digital de Albino Prada, El Atlas de la Revolución digital. Del sueño libertario al capitalismo de la vigilancia de Clave Intelectual, Desconexión digital. Cómo el capitalismo está poniendo a internet en contra de la democracia de Robert W. McChesney, Capitalismo Big Tech. ¿Welfare o neofeudalismo digital? de Evgeny Morozov.

[4] Precisamente ese es el tema central de mi libro Carta sobre la metafísica, una filosofía de la síntesis que sirva de nueva imagen del mundo para la futura civilización.

[5] Sobre las nuevas tecnologías es importante revisar La tecnociencia y nuestro tiempo de Marta López Gil y Liliana Delgado, Entre la tecnociencia y el deseo de Esther Díaz, Cuerpo, subjetividad y tecnociencia de Ximena Castro Sardi, El impacto de la tecnociencia en el mundo humano de Margarita Boladeras, Filosofía y ciencias de la vida de Juliana González coordinadora.  

[6] Resulta sintomático que Spengler, Toynbee y Mumford coincidan en la idea de que una civilización entra en declive cuando es incapaz de convertir toda su riqueza material en riqueza espiritual.

[7] Sobre los Big Data es ilustrativo revisar Big data de Walter Sosa Escudero, Big data de Bernard Marr, Big data. Análisis de grandes volúmenes de datos en organizaciones de Luis Joyanes Aguilar.

[8] Es significativo que la reflexión sobre modernidad de G. Vattimo en el libro El fin de la modernidad, pone énfasis en que los ideales básicos de la modernidad han dejado de existir y que vivir en el mundo de hoy significa experimentar la libertad entre la pertenencia y el desasimiento. En el 2003 asocia el nihilismo con la emancipación, en el 2006 enarbola la fe débil, en el 2009 declara el Adiós a la verdad y en el 2012 en su libro De la realidad rechaza cualquier principio cosificador de la vida democrática presentes en los sistemas de control de las nuevas tecnologías. Pero en realidad la renuncia de Vattimo a la verdad y a la razón resulta conspirando contra su intento emancipador de la diferencia. No se da cuenta que el dejar que sea la diferencia y el propio pensamiento débil le hace el juego a la des-subjetivación de la era digital.

[9] Sobre el internet de las cosas resulta valioso revisar Internet de las cosas. Un futuro hiperconectado de Luis Joyanes Aguilar, Inteligencia artificial, big data y éxito empresarial de Jorge Díaz-Cardiel, Internet de las cosas de Manuel López Seuba, Internet de las cosas de Moisés Barrio Andrés, Internet de las cosas de Neil Wilkins.

[10] Sobre las Fake news me he extendido en mi reciente obra La modernidad envejecida. Cómo la era deshonesta lleva al mundo a su final, donde en el contexto del conflicto en Ucrania el mundo occidental impone en el internet la censura a la libertad de pensamiento a la versión contraria a sus intereses. El caso Assange y Snowden son otro ejemplo fascista de la censura a la libertad de expresión y de prensa.

[11] El libro de Waldomiro O. Piazza SJ, Religiões da Humanidade, (Edições Loyola, Sao Paulo, 1991) ofrece una interesante clasificación de las religiones en la historia.

[12] Sobre la economía contributiva del internet se puede consultar Los principios económicos detrás del internet de Manuel Lobato Vico, La economía digital y el comercio electrónico de Raquel Álamo Cerrillo, Diccionario digital de la Nueva Economía: Internet, nuevas tecnologías, medios de comunicación, de Fundación Madritel, Más allá de internet. La red universal digital de Fernando Sáez Vacas.

[13] Sobre la infoesfera es indispensable la consulta de El sentido del pensamiento. Proletarios digitales o zombis tecnológicos de Markus Gabriel, Pensare´l infosfera. La filosofía come design concettuale de Luciano Floridi, La quarta rivoluzione. Come l´ínfosfera sta trasformando il mondo de Luciano Floridi.

[14] Sobre el cinismo es aleccionador la consulta de El imperio del cinismo. Democracia, arte, medios y crítica cultural frente al nuevo milenio de Patricio Loizaga, y El imperio de lo efímero de Gilles Lipovetsky.

[15] Sobre la élite Bilderberg se puede consultar Los secretos del Club Bilderberg de Daniel Estulin, Los amos del mundo están al acecho de Cristina Martín Martínez, Los planes secretos del club Bilderberg de Cristina Martín Martínez, Il grupo Bilderberg de Domenico Moro. Como se advierte la bibliografía es europea. Al parecer nada se ha publicado sobre ello en esta parte del mundo.