LIMINAR
Vivir el Pensar como un
acontecimiento, antes que, como una tarea y una pasión, tiene como consecuencia
el surgimiento de una multiplicidad de reflexiones que muchas veces no caben en
el libro que se escribe, que sobrevienen después de escribirlo, que tienen que
ver muy lateralmente con lo que se está abordando o que simplemente lo asaltan
a uno en las horas muertas de la vida. Pero estos pensamientos sueltos, pendientes
muchas veces, lejos de permanecer inactivos dejan oír su llamado imperativo y
su urgencia de ser comunicados. Han brotado de un nivel profundo de la
existencia y no se resignan a pasar desapercibidos. Creo, junto a los grandes
maestros, que las ideas tienen duende -como dicen los franceses- y que la Musas
cuando visitan son muy celosas, no perdonando cuando no se les hace caso. Lo
mejor es ser humilde y escucharlas, ser receptivos y, si es posible, entablar
diálogo.
Ahora se comprenderá que
en el fragor del pensar brotan de manera lateral infinidad de reflexiones, la
mayor parte de ellas se escapan y no vuelven más. Apenas un hilo de todo el tejido
presentado se puede coger. Hay que ser ágil en el apunte, atento al llamado y
tener ojo avizor a la visita. Muchas veces lo recogido sirve de material para
nuevos libros, otros se resisten a una asimilación sistemática, estotros
prefieren alumbrar solos, sin compañía, ser faros en la obscuridad. Son situaciones
extrañas que hay que comprender con la sutileza que exigen las evasivas ideas.
Así como el lector experimentado aprende a tomar el pulso a cada libro para
penetrar en él, del mismo modo el pensador avezado simplemente tiene que aprender
a procesar la idea que lo visita. Lo sé, estoy hablando como platónico
consumado que cree en las Ideas del topus uranus. Lo cual será el hazmerreír de
los analíticos y materialistas. Pero no me importa. Este punto ya lo discutí en
otros libros míos. Lo importante es que muchas veces, así como las ideas se
presentan como elaboraciones mentales, en otras no, sino que aparecen como
esencias iluminantes antes que iluminadas. Es la experiencia de lo
transobjetivo y misterioso de las verdades metafísicas. Y en definitiva la
filosofía es la experiencia de lo inverificable.
Por lo demás, un libro
como este carece de importancia en nuestro extraviado presente nihilista, donde
ya no interesa el sentido de nada porque se ha perdido el sentido de todo. Nuestro
tiempo emprendió como Orfeo el descenso a los infiernos, pero esta vez para
quedarse en él. Pensar ya no interesa ante la predominancia de los
medios sobre los fines. El resultado ha sido ostensiblemente nefasto,
destructora de la personalidad, degradante para la inteligencia y envilecedora
de los sentimientos. Tanto así que el antropoceno aparece como signo de Extinción.
Estamos en una situación
de encrucijada como nunca antes se estuvo en la historia. Hace falta actuar,
sin duda, pero antes que nada hace falta pensar. Esa es la esperanza de estas
líneas, que sirvan para edificar un mundo más humano y bondadoso.