HERMENÉUTICA RELATIVISTA Y TIEMPOS APOCALÍPTICOS
Gustavo Flores Quelopana
En este libro de Víctor Samuel Rivera (VSR) -que es un filósofo
hermenéutico, escritor imaginativo, incuestionable talento y abundante en
recursos dialécticos- es difícil no concordar con su apreciación de que el mal
es una realidad dominante en las neoliberales democracias capitalistas avanzadas,
que con su pensamiento único lo extienden por todo el globo.
No obstante, VSR no busca definir el mal, ni encontrar su origen y remedio,
sino tan sólo constatar su presencia en las democracias capitalistas (destrucción
de la naturaleza, amoralismo, guerras, consumismo, corrupción política).
Lo cual es desconcertante, porque siendo él un filósofo hermeneuta conoce
muy bien que, si para Gadamer el ser acontece en el lenguaje como verdad,
entonces qué es lo que le impide ser claro en la etiología y en el pronóstico.
Si la verdad -según Gadamer- es una realidad lingüística, que incluso se
aplica al propio método, ésta se definirá en la interpretación. Pero hay tantas
verdades como interpretaciones. Y es la acentuación de este relativismo ínsito
en la hermenéutica la que le impide ser penetrante e incisivo en el problema
del mal en la sociedad contemporánea. En otras palabras, es la esencia
relativista de la propia filosofía hermenéutica la que lleva a VSR a un abordamiento
eufemístico y aerostático del mal.
Da la impresión, que su autor se encuentra atrapado en medio de la
crisis de la filosofía hermenéutica que cultiva. Y es que, en realidad el
nihilismo del mal actual es hijo legítimo del relativismo moral. Relativismo filosófico
que está en el corazón de la propia hermenéutica. No es que el relativismo
hermenéutico sea la causa del mal apocalíptico que se vive en el presente, sino
que es parte del mal radical actual con su historicismo extremado.
En realidad, la hermenéutica partiendo del relativismo gadameriano ha
ido a parar al nihilismo vattimiano. El gusano putrefacto del nihilismo y
relativismo no sólo carcome la realidad, sino a la propia filosofía
hermenéutica. Al respecto, yo no guardo ninguna duda referente a que la filosofía postmoderna en todas variantes -hermenéutica, postestructuralismo, deconstrucción, feminismo de la diferencia, neopragmatismo- es la administradora del pensamiento filosófico burgués en su curva decadente.
Y esto lo constata el propio VSR -amigo y gran seguidor del turinés-
cuando ve con gran desconcierto cómo rechaza Vattimo la existencia del mal y el
propio “diálogo” gadameriano en favor de un catastrofismo de raíz
heideggeriana.
En su desconcierto VSR busca replantear la hermenéutica, pero adosándola de elementos heterogéneos a su sustancia, a saber, la metafísica (¿?) y la fe. Algo así como la cuadratura del círculo. Por ello, me deja la impresión de que VSR busca administrar el naufragio de la filosofía hermenéutica en nuestros tiempos nihilistas.
El azorado el lector no hallará ni media palabra que busque definir lo que es el mal o el bien en la voluminosa obra. Es que su autor juega al gato y al ratón con las conceptualizaciones filosóficas. O sea, incurre en la cháchara bufonesca de la hermenéutica posmoderna que habla bastante pero dice poco. Víctor Samuel Rivera no está preocupado en la verdad de las cosas, sino en el efecto retórico de sus palabras sobre el lector. No es que esté empleando la hermenéutica del secreto, que respeta la reconditez de las cosas. Nada de eso. Pues, la crítica en sus páginas a las democracias avanzadas no va acompañada ni de media palabra de condena al capitalismo mismo que le da origen. Es decir, no se enemista con Dios ni con el diablo. Hay que hacerle recordar a VSR que la filosofía no es esoterismo, sino ejercicio cortés por la claridad. La filosofía no vino al mundo para oscurecer la verdad, sino para aclararla. Para él, ser claro es incurrir en filodoxia. Lo cual es engañoso. Pero eso no le preocupa porque está abocado a malabarismos verbales que deja en la indefinición el asunto de fondo: el Mal. Pues VSR debo decirte que has hecho muy mal en hablar tan mal del mal. El mal no merecía tanta indiferencia de tu parte.
Y todo esto se asocia a un predominante tono neutralista en el libro que
busca no comprometerse con una condena tajante del capitalismo. Es como si
flotara en sus páginas el tufillo del sueño reformista de rectificar y salvar
al capitalismo expurgándolo de los males neoliberales.
En otras palabras, si al comienzo de sus páginas nos pareció percibir un
aire anticapitalista a lo largo de los párrafos se despeja la duda por una
apuesta conservadora.
No se dice, por ejemplo y de modo taxativo, que el origen del mal es el mismo
capitalismo -independientemente que esté en su fase tardía-, ni se menciona
cuáles son sus expresiones filosóficas reaccionarias, ni que la solución radica
en su superación en el socialismo. Habla de la Ilustración, pero no de una
razón burguesa que vive su bancarrota en el presente posmoderno nihilista.
Tampoco habla de cuál debe ser la postura de los intelectuales en tiempos
apocalípticos. Al final, la nube gris del mal no se consigue disipar.
Pero no se puede pedir peras al olmo. VSR es un consecuente filósofo
posmoderno y la filosofía hermenéutica es una de sus expresiones. Como tal
trata de mantenerse lejos de la metafísica antiesencialista y de las verdades
fundantes fuertes.
No obstante, la realidad del mal que aborda en su libro lo deja
estupefacto y lo lleva a los límites de su propia postura hermenéutica. No lo
sabemos, pero quizá -aunque lo dudo- la crisis de su postura hermenéutica lo
lleve hacia otros senderos filosóficos verdaderamente de vanguardia y revolucionarios.
Quizá recoja el guante de su propia encrucijada poniendo en cuestión la
historicidad de la comprensión hermenéutica.
Quizá en dónde más se advierte su postura conservadora es en su crítica a la Carta Encíclica Laudato Si del Papa Francisco. Muestra su desacuerdo con la Encíclica porque a su parecer en vez de ser exhortación apostólica señala culpables políticos, económicos y burocráticos de la destrucción ambiental. ¿Acaso pretende que Roma guardase silencio de los responsables del cambio climático? Esta postura absurda no dice nada de los muchos aciertos de la Carta Pastoral y arma su pequeño escándalo inventando una acusación ultraconservadora. Y pensar que por eso no lo considera una Carta pastoral, ni un documento religioso. A todas luces es notoria su incomprensión completa de la doctrina social de la Iglesia. Obviamente que con tal parecer jamás admitirá la opción preferencial por los pobres. Víctor Samuel Rivera exhibe un catolicismo fundamentalista, propio del excomulgado Marcel Lefevre, de aquellos que rechazan Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín. Ni qué decir con la teología de la liberación. Se trata de una postura reaccionaria, ultraconservadora y decimonónica. En esta distorsión conceptual nos rememora al fascista Zelensky que llamó a Amnistía Internacional "terroristas", por señalar que su régimen no protegió a los civiles ucranianos y los utilizó como escudos humanos.