MISERIA DEL CAPITALISMO DIGITAL
Y DE LA TECNOUTOPÍA (I)
Gustavo Flores
Quelopana
PRÓLOGO
Llamo Miseria
del capitalismo digital y del tecnoutopismo a las consoladoras interpretaciones
del mundo digital actual que postulan la resurrección del universo adánico a
partir de un entusiasmo descontrolado y un optimismo ciego de los avances de la
ciencia y la tecnología del dataísmo imperante. El tecnoutopismo es la
ideología que genera el capitalismo digital basado en la creencia de que los
avances de la ciencia y la tecnología conducen a la realización del ideal
utópico de la felicidad humana y la eliminación de todos los males sociales. Se
trata de una ideología del inmovilismo social, evolucionista y conservadora por
parte de un sistema que se confía en sus mecanismos de adaptación social y se
piensa eterna en la historia.
Siendo
la ciencia la nueva religión del hombre moderno era inevitable que desde la
herida arreligiosa se supurara una utopía desde el horizonte inmanente de la esperanza
científica. Esto significa que, si bien el tecnoutopismo sólo se le comprende
cabalmente en relación con la metafísica de lo religioso o sed de salvación, no
obstante, su base ontológica es diferente al basarse en el dinamismo del ser y en
la renuncia del ser absoluto. El hombre es un ser utópico, no puede vivir sin
proyectar esperanzas, pero el tecnoutopismo se conforma en la visión de lo
trascedente sin trascendencia. En este caso se trata de una metafísica
inmanente por parte de la conciencia anticipadora de un ser finito, inconcluso
e incompleto. De ahí que la tecnoutopía penetre el presente con sus imágenes
desiderativas como sucedáneos en medio de un mundo que se transforma, se derrumba
y se reconstruye. Su miseria no está en soñar una nueva esperanza, sino en
hacerlo de modo sesgado y desde una base metafísica que sólo considera el
aspecto material y biológico del hombre. Por eso se trata de un trascender sin
trascendencia. Lo cual demuestra que el hombre puede vivir sin trascendencia,
pero no sin el acto de trascender. Obviamente que se trata de una reducción
fenomenológica de la trascendencia al acto de trascender, lo que disminuye su
importancia espiritual y complejidad metafísica. Pero el hecho es que en el
mundo secularizado, inmanente y doblegado por el positivismo relativista se
crea el sustituto en la conformación de un nuevo ídolo: la tecnociencia.
Ante
esto otros pensadores han señalado que ya han surgido las fuerzas culturales
para la renovación de esta desviación positivista y que sólo hace falta
derribar el último obstáculo político, a saber, el capitalismo. Pero el hecho concreto
es que esta época sin fe se ve ahondada y fortalecida en sus esperanzas
tecnoutópicas a través del surgimiento del capitalismo digital y la civilización
cibernética. Lo digital y lo cibernético en sus extraviadas utopías vuelve a sepultar
la confianza en lo espiritual y religioso. Ya no se trata de respetar todos los
estratos existenciales, sino de imponer totalitariamente el algoritmo de la
megamáquina cibernética. Con esto el estrato existencial de la ciencia y la
tecnología se vuelve a confrontar con las ciencias humanas y se ha fortalecido
el prejuicio ante la trascendencia religiosa. Incluso lo holístico, orgánico y
teleológico queda subsumido al campo dependiente de la tecnología.
El
entusiasmo y optimismo por lo técnico-científico comprende a pensadores tan
diversos como Francis Bacon, los ilustrados, Karl Marx, el positivismo
eugenésico del siglo diecinueve y veinte, Joseph Schumpeter, hasta los adalides
de la ciberutopía del capitalismo digital con sus sueños de volvernos dioses. Tras
Auschwitz y el Holocausto el optimismo científico cedió momentáneamente a una
visión más pesimista de la ciencia. Pero a partir del internet, la web y las
redes digitales el tecnoutopismo volvió a cobrar fuerza. En realidad, el
tecnoutopismo es la laicización de los ideales salvíficos de la cultura
religiosa antigua y medieval.
Con
la cibernética de los robots se ha instalado un serio malestar en nuestra
civilización digital. Sencillamente los robots roban puestos de trabajo en
todos los sectores, desde la agricultura a la industria pesada, pasando por el
sector servicios. Pero no sólo desvalijan los puestos de trabajo, sino que
también degradan la calidad de los empleos y de los salarios. La supresión de
los empleos se acelera. Los sectores que aun resisten son salud, educación y
cultura. Pero los trabajos se vuelven cada vez más temporales. Volver a
trabajar se vuelve cada vez más difícil. La abolición del trabajo en la era
digital genera ansiedad, miedo, inseguridad, soledad, frustración, conservatismo,
desesperación. mientras tanto la población aumenta. la robótica nos pone sobre
un volcán. la desigualdad social aumenta y la explosión social amenaza. y
quienes lideran esta destrucción del empleo son los líderes del capitalismo
digital: las GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft). o sea, los
que impulsan el transhumanismo están a la cabeza de la robótica informacional y
la automatización del trabajo. eso alienta soluciones fascistas y eugenésicas
de la extrema derecha.
No hay
duda de que viene un mundo nuevo y totalmente automatizado. Vivimos
el declive inexorable del empleo. Si no asumimos que se viene un cambio brutal,
el caos social advendrá. ¿Es esto una amenaza o un avance para el hombre? Ante
el avance arrollador de la automatización del trabajo y la perspectiva que en
20 años más del 70 % de los escasos empleos decentemente remunerados en el
mundo sean desempeñados por robots, se plantea como solución no sólo el SALARIO
CIUDADANO -universal, automático, y permanente-, que evite la explosión social
y el empobrecimiento de los excluidos, sino también una nueva FILOSOFÍA DEL
TRABAJO. O sea, no se trata solamente de que la nueva riqueza no sea acumulada por
el 1 % de la población, sino que se trata de que vamos hacia una sociedad de desocupación
estructural, pero no necesariamente más infeliz. Al verse la humanidad liberada
de los trabajos penosos y alienantes la tecnología deja a la gente libre para dedicarse
a las actividades culturales, comunitarias y de salud. El trabajo humano se convertirá
en ocupación creativa y autorrealizadora. Hay quienes sostienen que la historia
la dará la razón a Schumpeter y no a Marx, al acercarnos a una era en que el capitalismo
se volverá socialismo no por una revolución, sino por la fuerza de un cambio tecnológico
mayor -la revolución digital-. Los Bill Gates y compañía sabrían así que les
queda poco tiempo para seguir usufructuando privadamente, bajo la sombra del
neoliberalismo, los beneficios de la revolución digital que pertenece a toda la
humanidad. Pero se debe reparar que esa visión reformista del cambio social les
resulta de lo más conveniente, porque les asegura administrar la crisis del mal
manejo del ciberespacio por parte de los gobiernos en vez de resolverla.
Las
GAFAM -Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft- acumularon inmensas fortunas
evadiendo en un 90% el pago de impuestos gracias a los paraísos fiscales,
macdonalizaron el trabajo, renunciaron a sus obligaciones morales y
convirtieron a los ciudadanos en consumidores. Pero sólo se acercará el fin de
los magnates tecnológicos y de tales injusticias si diferenciamos entre
capitalismo digital y civilización cibernética. Estos son los comandantes del
capitalismo digital y usufructúan la deficiente legislación de los gobiernos.
Pero, además, son los que diseñan un futuro para la humanidad conveniente a sus
intereses. Por eso, la nueva FILOSOFÍA DEL TRABAJO concebirá que el EMPLEO se
extingue, que brota el TRABAJO que enriquecerá el cuerpo y el espíritu -LA
GENTE HARÁ LO QUE LE GUSTE-, pero todo ello no se logrará sin obligar a las
GAFAM a una reestructuración completa de sus actividades dentro de un marco SOCIALISTA,
porque el ciberespacio es de todos los ciudadanos y por ello la riqueza que
genera les pertenece. En otras palabras, el cambio no advendrá sólo como producto
de la EVOLUCIÓN TECNOLÓGICA sino también por la REVOLUCIÓN SOCIAL. De manera
que la nueva filosofía del trabajo depende de una nueva teoría del poder y de
una reconceptualización de la nueva economía contributiva que está en marcha. Sólo
así la nueva filosofía del trabajo será que el descanso vuelve a la gente más
creativa, saludable y feliz, dejando de ser la actividad penosa que siempre fue
para dejárselo a las máquinas.
G.F.Q.
Lima, octubre, 2021
Capítulo 1
Prometeo digital
Prometeo
digital es la estructura inmaterial en la era informática de la inteligencia
artificial en el ciberespacio.
Si
otrora Prometeo fue el titán que robó el fuego sagrado del Olimpo para dárselo
a los hombres y Zeus como castigo lo encadenó a una roca para que un águila
devore eternamente su hígado, en cambio actualmente en la civilización digital
Prometeo es la red informática que robó el fuego sagrado de los hombres para dárselo
a la inteligencia artificial y como castigo las GAFAM, los gobiernos y los
hackers convierten al ciudadano en consumidor, se expande la vigilancia sin
control y se multiplican los ciberataques globales geoestratégicos.
Prometeo
digital ha salido de las entrañas de la razón instrumental moderna, una razón calculadora,
cuantitativa y funcional, que va en desmedro de la razón sustancial, humanista
y cualitativa. Y si el tipo humano por excelencia que se configura y conforma
este tipo de razón es el burgués, entonces se puede afirmar sin dificultad que
Prometeo digital emerge de las hondonadas de la razón burguesa. No es que
Prometo digital sea el nuevo asalto a la razón. Ese sería un juicio muy simplista
y sesgado de este nuevo acontecimiento histórico que nos interpela. Si el siglo
veinte es el comienzo de los tiempos más antihumanos ello no significa que todo
lo que acontezca tenga un significado negativo y enteramente negro. Todo lo
contrario. La misma historia se encarga de demostrarnos que incluso en las
épocas de declive civilizacional hay fenómenos positivos que brotan de ese
suelo que es una mezcla de paja y trigo.
En
otras palabras, Prometeo digital por el hecho de que surja en medio de la crisis
más profunda de la civilización occidental no es que tenga que ser enteramente
malo y negativo. Esa visión maniquea y reduccionista nos impediría también ver
en ello fenómenos valiosos y positivos que contiene como fenómeno histórico. Por
tanto, la tarea aquí es compleja porque se trata de comprender los aspectos
positivos y negativos de un fenómeno nuevo, extraordinario y desafiante para la
historia misma de la razón. Sin estas precauciones es fácil deslizarse por el
camino de la tecnofilia o de la tecnofobia. Pero es de poca ayuda adherirse
fanáticamente tanto a la racionalidad científico-técnica como a la racionalidad
humanística. Punto medio nada fácil de hallar en medio del maremágnum de
desconcierto y retos.
Aquí
cabe reconocer que en los últimos doscientos años ha progresado la humanidad.
Así, en salud la mortalidad infantil disminuyó exponencialmente, la atención
médica redujo la letalidad en enfermedades cardiovasculares y oncológicas, y la
esperanza de vida se disparó de treinta a setenta años. En educación y cultura
la apuesta por la razón hizo que se masificara la instrucción a menores, y la
población mundial pasó a ser casi alfabetizada por completo (90%). En
tecnología a partir de la revolución industrial y el desarrollo tecnológico
permitió aligerar la vida cotidiana, pero su efecto en las guerras, armas de destrucción
masiva jamás vistas y la contaminación ambiental fue todo lo contrario. En
ambiente la polución del aire causa uno de cada diez decesos en el mundo,
mientras que el aumento del CO2 generó un aumento de la temperatura global en
más de un grado centígrado, lo que crea graves distorsiones climáticas. En
agosto del 2021 se reveló un efecto perturbador de los microplásticos en el
organismo humano. Los microplásticos cada vez
se encuentran en más lugares e incluso se han registrado en el aire. De un
tamaño que varía entre 0,1 micras y 5 milímetros, las partículas de
polipropileno, polietileno, poliestireno, poliamida o acrílicos inevitablemente
llegan al organismo de los seres vivos, pero todavía no se ha determinado con
certeza cuán dañinos son para la salud. Si bien
los microplásticos no se detienen en el cuerpo humano y salen de él sin dejar
rastro, no provocan la muerte o intoxicación inmediata, un nuevo estudio publicado
en la revista PNAS ha revelado
que mientras están dentro del organismo, pueden adherirse a las membranas
celulares y deformarlas, estirándolas y reduciendo su estabilidad mecánica. Los científicos determinaron que el funcionamiento
de las membranas de los glóbulos rojos humanos, como la capacidad para transportar
oxígeno, puede verse alterado debido al estiramiento y reducción de la
estabilidad mecánica en gran medida, pues las partículas de plástico nunca se
mantenían estáticas y estaban en constante movimiento, impidiendo la relajación
mecánica de la célula.
En
derechos políticos los modelos democráticos sustituyeron los regímenes
coloniales, y los derechos democráticos como el derecho al sufragio es lo mas
extendido. En economía se sacó de la pobreza extrema a la mayor parte de la
población, pero la desigual distribución de la riqueza sigue siendo el más
grave problema en la actualidad. El economista Thomas Piketty (El capital en
el siglo XXI, 2013) señaló que sólo el 1% que es la población más rica del
mundo acaparó la riqueza mundial equivalente a la mitad de la población mundial.
No hay duda de que, por la razón, la ciencia, el progreso y el humanismo cabe
la defensa de la modernidad, no sin ser cuestionable los nuevos problemas que
crea, entre los más graves el vaciamiento espiritual del sentido de la vida, la
insensibilidad ética, el individualismo, el consumismo, la perversión moral, la
increencia, el materialismo, el relativismo, el nihilismo y el endiosamiento
humano. Por eso, no cabe una actitud ingenuamente optimista, como la que luce
un autor como Steven Pinker en su obra En defensa de la Ilustración (2018).
No hay que engañarnos al respecto, la modernidad la cercenado una parte esencial
del hombre, a saber, su dimensión trascendente, y pretende justificar la vida a
expensas de la dimensión inmanente. El resultado de todo ello fue el aumento
exponencial de la maldad humana, demostrada elocuentemente en la fría,
planificada y organizada eliminación de seres humanos inocentes en el
Holocausto. De esa llaga abierta aun no se recupera la modernidad y, al
parecer, la racionalidad sin ética de la racionalidad instrumental está
incapacitada para hacerlo. El avance de la irracionalidad en el corazón mismo
de la racionalidad instrumental tenía que darse necesariamente, porque el
hombre se vuelve en un monstruo moral cuando a su vida no encuentra límite Trascendente.
Prometeo
digital pone a un nivel más profundo la crisis de la conciencia humana en la
historia moderna porque cancela la libertad individual manipulándolo en todos
los terrenos, y valga lo afirmado sin negar que la inteligencia artificial también
abre nuevas posibilidades a su libertad. Esa ambivalencia de Prometeo digital
está en relación con la estructura cultural, política y económica que la pone
en marcha. Esto es, actualmente es la estructura del orden político y financiero
de los monopolios y de las GAFAM los que se resisten a socializar los beneficios
de la inteligencia artificial a favor de los ciudadanos. Por eso mismo sería un
error creer que la inteligencia artificial por sí misma es una solución a todos
los problemas que plantea el desarrollo humano. Simplemente abre nuevos
desafíos y posibilidades que el pensamiento humano debe desarrollar, pero en un
orden civilizatorio que no esté en función de las cosas sino del hombre. Pues
la inteligencia artificial también contiene posibilidades perversas y ominosas
que pueden llevar a la barbarie. Pero Prometeo digital abre el camino a la
reconstrucción social y humana, pero hay que transitarla en un orden cultural,
político y económico diferente.
La
preparación cultural de Prometeo digital no es reciente y tiene como tres mil
años. La tecnología artesana no sólo empleó herramientas sino también máquinas.
E incluso se puede afirmar que el yacimiento arqueológico de Atapuerca en la
península ibérica que se remonta a 1 millón 200 mil años fue una estructura a nivel
industrial de pulimiento de piedras donde al menos se turnaron cinco especies distintas
de homínidos prehistóricos -una sin definir, antecessor, heidelbergensis, neandertalensis
y sapiens-. Esto significa que el homínido es una especie Faber por
antonomasia y que tiende a inventar instrumentos. Pero es un Faber porque es un
Sapiens desde sus comienzos. La herramienta es todo aquello que se presta a la
manipulación. Esta consideración es importante porque es parte del debate
contemporáneo sobre el estatuto ontológico de la técnica.
La
tesis heideggeriana en sus Grundbegriffe ayudó a superar la idea
biologicista de comprender lo orgánico como herramienta, los órganos no son herramientas,
deja atrás la idea aristotélica que confunde el órgano natural y el útil
artificial. Pues las entidades artificiales contienen un plan de acción,
intencionalidad, estructura medio-fin y configuración deliberada. Esto significa,
que las herramientas están disponibles para algo, en cambio los órganos tienen
capacidad para algo. Bergson define el artefacto de manera menos consistente
como prolongación artificial del cuerpo. No obstante, cuando se crea una máquina
artificial para remplazar a un órgano -el corazón, por ejemplo- la distinción
heideggeriana parece difuminarse, pero no es enteramente así. Simplemente que
la máquina artificial que funciona como órgano no ha salido de la naturaleza,
sino que es producto de la técnica. Esto no niega que pueda haber máquinas que
funcionan como órganos y órganos que lo hacen como máquinas. Pero la diferencia
ontológica entre ambas se mantiene, salvo para dar cuenta de la entidad
artificial automática, la cual ya no es herramienta sino máquina.
Estas
disquisiciones son tan importantes que permiten advertir que el hombre no es
producto de su medio natural sino del medio técnico y artificial creado por él
mismo. Lo cual no es lo mismo que pensar que el hombre es creador de sí mismo o
producto de la naturaleza. Por tanto, las dos realidades últimas de la antropología
moderna es el individuo y la técnica. Sin embargo, como se dijo, se puede hacer
una distinción adicional entre herramienta y máquina. Cosa que pasa inadvertida
en la tesis heideggeriana, la cual confunde e identifica el ente artificial con
la herramienta. Pues no todo ente artificial es herramienta, ni se dejan
reducir a la categoría de lo “útil”. La herramienta se presta a la
manipulación, la máquina a la acción automática. La máquina es especialista, la
herramienta es generalista. La máquina presenta un estatuto ontológico distinto
en comparación con la herramienta. La máquina funciona sola como el órgano,
pero es artificial como la herramienta.
Ciertamente
que la técnica no es la máquina ni la aplicación científica, sino el
comportamiento humano que encuentra los medios adecuados para alcanzar un fin
determinado. De ahí que se encuentre presente en los homínidos prehistóricos. O
sea, mientras que el hombre es una forma de ser, un ente real, depositario de
la razón, único, irrepetible, insustituible, actúa, tiene dominio de sí, es
autónomo, no sujeto a leyes generales, suma de contingencias, no es objetivable,
es creativo, se interioriza, tiene profundidad, está dotado de misteriosidad y
se valora por lo que es; en cambio la técnica es una forma de hacer, un ente
artificial, producto de la razón, funciona, sujeto a leyes generales,
objetivable, repetible, reductible, domina el mundo, se exterioriza, se valora
por lo que hace. Por eso, la técnica es racionalidad objetivada, artificialidad,
automatismo, puede pensar con autonomía relativa y sin creatividad, autocrecimiento,
indivisibilidad, universalidad y neutralidad ética aparente. En pocas palabras,
el individuo es el hombre y la técnica es su comportamiento para alcanzar un
fin.
Y
esto es lo que se vio desde que en el siglo XIII el monasterio, que es el lugar
de la vida regular y medible, introdujo el reloj mecánico. Mientras el tiempo
ancestral es sucesión de experiencias, el tiempo moderno es sucesión de horas. Esto
se refleja en el paso del reloj de sol, agua, arena, mecánico y automático,
posteriormente. Luego el Renacimiento se lanza a la conquista del espacio y del
tiempo que desplazan el infinito y la eternidad. En la Italia del cuatrocientos
surge el capitalismo y las finanzas, se abre la mente a lo intangible, el
dinero y lo cuantitativo. Esa fue su contribución al mundo mecánico. Es cierto
que del siglo diez al catorce la técnica avanzó sin el capitalismo, pero luego
sufre su poderoso influjo hasta el día de hoy. Al disolverse el sueño medieval
se descubre la Naturaleza y sus leyes. El animismo se deja atrás y se abre el sendero
de la máquina. La magia sugirió la idea de manipular el mundo externo y en este
sentido anticipó la ciencia, y el control social descubrió cómo convertir a los
hombres en máquinas antes de la era de la técnica. Mientras tanto el siglo
diecisiete dio una filosofía mecanicista que sirvió de punto de partida para la
técnica. En el siglo dieciséis y diecisiete el concepto de espacio como sistema
de valores fue sustituido por el sistema de magnitudes. Como bien subraya Lewis
Mumford (Técnica y civilización, 1934) la edad de la máquina no empezó
con máquinas, sino con el comportamiento mecánico del hombre, con cambios culturales
que descubrieron cómo convertir al hombre en máquina antes de la era de la
máquina. En pocas palabras, se trató del asentamiento de una nueva mentalidad, calculadora,
racional, productiva y del rendimiento.
Como
vemos es entre los siglos X y XIII que se prepara la edad de la máquina, es
decir en la alta y tardía Edad Media. Razón adicional para creerle a E. Gilson
cuando afirma que la filosofía de Edad Media fue la conquista para la razón y
la filosofía de un ámbito independiente. Es decir, la filosofía medieval fue
una obsesión por la teología, pero esta obsesión fue un movimiento racionalista.
No hubo sacrificio de la filosofía a la religión, sino de la religión a la
filosofía, como lo denunciaron los místicos y reformadores religiosos del siglo
dieciséis. En una palabra, para Gilson los derechos de la razón fueron
conquistados en la filosofía medieval antes que lo hiciera la filosofía
moderna. De ahí que tenga sentido que el descubrimiento llega primero pero el
invento lo sigue. Fue a partir del siglo dieciocho con la actividad minera de
la civilización occidental que se favoreció la industrialización de las armas y
enriqueció al financista capitalista. La escasez del oro se convirtió en
criterio económico y el valor se volvió abstracto y cuantitativo. Es verdad que
sin el ingeniero primitivo del leñador no hubiese sido posible el minero ni el
herrero. Pero la industrialización es el triunfo del hombre predatorio,
insensible y mecanizado. No es casual que T. Veblen (Teoría de la clase ociosa,
1899) caracterice como bárbara, competitiva y fraudulenta el alma colectiva de
la sociedad opulenta en plena era industrial. Así la industria mecanizada sirvió
primero a la guerra que a la paz. Por eso, fue la guerra antes que la industria
la que catapultó el uso extensivo de la técnica y la máquina. Con la fábrica
militar se impuso el militarismo en la industria. La guerra también estimuló el
lujo y los juguetes que se convertirían en inventos. Imperó el impulso
improductivo y la atracción por el lujo. No menor fue el papel de la mujer y la
aparición del amor libre, como subraya Sombart (Lujo y capitalismo,
1912) como generadores del capitalismo.
Pero
si nos preguntamos a qué fase del desarrollo técnico pertenece Prometeo digital
la respuesta nos obligaría a hacer una breve reseña de las respectivas fases de
la técnica. Con brevedad se puede decir lo siguiente. Teniendo en cuenta que
las civilizaciones no son organismos autárquicos sino sincréticos se puede
señalar tres fases de la técnica en términos de energía y materiales: la eotécnica,
la paleotécnica y la neotécnica. La eotécnica se basó en el agua y el viento
como fuente de energía y en la madera como material. Sus inventos gigantes
fueron el reloj, la imprenta y el alto horno, sin olvidar el método experimental,
la fábrica, la universidad y el laboratorio. La paleotécnica fue un salto a la
barbarie durante trescientos años -del siglo dieciocho al siglo veinte- por las
exigencias de la acumulación de capital. Estuvo basado en el carbón y el hierro
como materiales, y en la máquina a vapor como fuente de energía. La
consecuencia fue la destrucción del medio ambiente a escala industrial y en
nombre del progreso se sometió la vida a límites de barbarie. El aumento de la
energía y la aceleración del tiempo en un mundo enfurecido se compensó en la vida
artística con el impresionismo, las novelas y las sinfonías del romanticismo.
Sus grandes inventos fue el barco a vapor y el puente de hierro. Pero en
general la fase paleotécnica fue humana y socialmente desastrosa y brutal, pero
técnicamente representó un avance extraordinario que asentó el sentido
cuantitativo de la vida. Y la tercera fase neotécnica hizo que lo cuantitativo
y lo mecánico sea más sensible a lo vital, conoce mejor lo químico y lo biológico,
ahora sí los inventos se derivan de la ciencia, se vuelve preponderante el papel
del ingeniero. La electricidad y el átomo se vuelven en fuente de energía. Cambian
los valores con el control de la natalidad y el uso de los preservativos. Sus
materiales son sintéticos. Y sus inventos tienden a la miniaturización. La
máquina neotécnica se vuelve aliada de la vida, vuelve el respeto por el color,
la forma, lo estético, las cantidades diminutas y lo invisible, lo ergonómico,
también potencia la megamáquina social que funciona con la eficacia con la que
funcionó Auschwitz, como tan bien describe dicho infierno el superviviente Primo
Levi en su Trilogía de Auschwitz (1987). Surgen la nanotecnología, la
ingeniería genética, la tecnociencia, la ecoética, la bioética. Los nuevos
medios de archivo exigen una sensibilidad más fina y una mayor inteligencia. De
la fotografía, la película y el fonógrafo se dio un salto al microchip, el ordenador
personal, el teléfono celular y el ciberespacio.
El
internet se crea en 1969 como una red exclusivamente militar, pero comienza a
ser utilizado como red pública en 1990 y creció en el resto del mundo desde el
año 2000. Ya en el 2015 una tercera parte de la población mundial era su usuaria.
El instantaneísmo cultural se impuso. Mensajería instantánea, foros de
internet, redes sociales, junto al cibercomercio terminó imponiéndose. Sin gobernanza
mundial cada red tiene sus propias políticas. Su impacto ha sido tan profundo
en lo laboral, el ocio y el conocimiento que ya se habla del surgimiento de la
civilización digital por el capitalismo cibernético. No obstante, la
pornografía, los videojuegos, la propaganda fascista y extremista son gran
parte del tráfico del internet, sin que las acciones de los gobiernos contra
ello hayan sido efectivas.
Pero
se vive un presente pseudomorfo, donde se persiguen fines paleotécnicos -ganancia
y beneficio privado- con medios neotécnicos -ganancia y beneficio social-. Es
el orden político y financiero del capitalismo imperialista el que se resiste a
socializar los beneficios de la fase neotécnica de la máquina cibernética. Y lo
que está logrando con ello es mayor depravación y barbarie. Y la demostración
palmaria de ello lo encontramos, por un lado, en que el ciberespacio es de toda
la humanidad y, sin embargo, solamente es usufructuado por las GAFAM que amasan
las fortunas más grandes en el mundo, como bien lo ilustra el filósofo francés
Jean-Paul Lafrance en su obra El malestar en la civilización digital
(2020). Y, por otro lado, también lo hallamos en la conversión de los
ciudadanos en meros consumidores en el Internet, la web y las redes sociales,
lo que produce un ejército masivo y global de imbéciles, lo que describe muy
bien el tecnólogo estadounidense Nicholas Carr en su libro Superficiales.
¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? (2008).
El
Prometeo digital es el más reciente invento de nuestra especie que no es natural,
sino protética, necesita prótesis, porque se trata de un ser incompleto, cuyo
estatus ontológico es buscar y descubrir el sentido de su existencia. El hombre
es el ser que tiene conciencia de la no coincidencia entre su esencia y
existencia, lo cual lo impulsa hacia la creación de un mundo artificial, que es
la cultura. Con la aparición de una enorme red de servidores remotos en todo el
mundo Prometeo digital dio un salto cualitativo independizándose del disco duro
de la computadora personal. A esto se llama computación en la nube, paradigma
que permite ofrecer servicios de computación a través de la red de internet. Esta
posibilidad de almacenar archivos en máquinas especializadas de la nube no
significa que sean invulnerables a los hackers. Funciona como un ecosistema
único que viene a enriquecer la noogénesis del que hablaba Teilhard de Chardin.
En
este sentido, Prometeo digital ha venido para quedarse, no irse más y
conformando parte de un mismo paquete con el capitalismo cibernético, no hay retroceso
posible, salvo la destrucción de la humanidad civilizada misma. Pero el marco
capitalista en el que se desenvuelve se torna pernicioso y peligroso para la
humanidad. El propio internet tiene una zona malvada: el dark web. Esto
significa que no hay nada que impida desglosar Prometeo digital del propio
capitalismo del internet. Al contrario, todo indica que esto es posible sobre
la base de las nuevas estructuras que se gestan bajo su desenvolvimiento. Todo
indica que la mejor forma de detener la depravación y la barbarie digital en
curso será emprender la separación entre ambos.
Para
que Prometeo digital no deje de ser una conquista para la razón es necesario
liberarla de la lógica instrumental del capitalismo irracionalista. La técnica
y la máquina si es una obsesión de la razón humana es porque se trata de una
obsesión que es parte de un movimiento racionalista para ponerla al servicio de
la vida afectiva, de la libertad, de las pasiones creadoras del alma. O sea, no
se trata de sacrificar lo mejor del hombre a la razón, sino de dominar el mundo
por la razón para permitir que la empatía, la solidaridad y el amor impere en
las relaciones humanas. En otras palabras, las conquistas de la razón sirven
para ponerlas al servicio de la inteligencia humana, que abarca los
sentimientos y la vida afectiva dentro de un mundo pacífico, justo, creativo y
solidario. En última instancia, el hombre quiere conocer porque busca la
felicidad y el amor. Tras los valores de la razón anidan los valores
insustituibles del espíritu. Y ello representa reconquistar la razón del
orgullo racionalista de la modernidad, procediendo a reconocer para la razón
las verdades suprarracionales. Y Prometeo digital es en el fondo parte de ese
esfuerzo humano por procurarse una mayor felicidad. Pero para ello necesita de
un contexto cultural, económico y político totalmente diferente. De lo contrario
lucirá como la amenaza más seria y las cadenas más pesadas que haya tenido que
enfrentar la verdadera realización espiritual del hombre.