EL HUNDIMIENTO DE LA CIVILIZACIÓN CRISTIANA
Gustavo Flores Quelopana
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía
Lo esencial de la civilización helénica fue, según Arnold Toynbee, el culto al hombre o el humanismo, que se plasmó en la idolatría de la ciudad-estado. Pero su revolución económica del siglo V a. de C. no fue acompañada de la consiguiente revolución política que le diera unidad. Por lo que su gran invento, la ciudad-estado, fue también la causa de la lucha fratricida que la desangró por cuatrocientos años.
Menos aun se dio una revolución religiosa que los fraternizara, los helenos sólo estaban unidos por el deporte (la Olimpidadas) y el legado literario (la Ilíada y la Odisea atribuidas a Homero) pero no por la religión ni la política. El culto al cabecilla de la caterva olímpica, Zeus, no imperaba en toda la Hélade. Cuando llegó la paz romana de Augusto ya era demasiado tarde, la vida era vacía e insípida, lo que propició la invasión de las religiones orientales. La civilización helénica colapsó de agotamiento espiritual pero su legado sería conservado por tres nuevas civilizaciones: la civilización cristiana occidental la civilización cristiana bizantina y la civilización islámica.
Para Toynbee lo más peligroso del legado heleno, que contribuyó a su muerte, fue la idolatría del Estado. La revolución religiosa introducida por el cristianismo, budismo e islamismo fue mitigar el culto al hombre o el humanismo sin dios del helenismo. El budismo mahayana ya recurría al divinizado bodhisattva. Lo cual lleva a pensar en los riesgos y peligros de dicho culto antropolátrico y en evaluar por qué actualmente está en profunda crisis la civilización cristiana tanto en Occidente como en Oriente.
El mal de la idolatría del Estado pervive en el mundo neoliberal y es un cáncer que ha devorado millares de vidas en el siglo XX y lo sigue haciendo en el XXI, pero lo peor es el declive de la energía espiritual, expresado en un exagerado teísmo que dio la espalda a lo inmanente del legado griego.
En otras palabras, lo que carcome al cristianismo es que no ha podido cerrar la brecha entre lo inmanente y lo trascendente, la historia y lo divino, el humanismo y Dios. El cristianismo se dirigía a tal síntesis pero fue interrumpido por el nominalismo medieval y el empirismo de la modernidad. Luego se sumó el humanismo sin Dios del Renacimiento y el anticlericalismo de la Ilustración. Para que después de una breve primavera con el Romanticismo, que plantó lo finito en el corazón de lo Absoluto, sobreviniera un temporalismo que hoy se expresa en un nihilismo sin hombre y sin Dios. Es por eso que el nihilismo de la muerte del hombre da la espalda al racionalismo y humanismo griego, y de la muerte de Dios da la espalda al teísmo cristiano.
Tal derrotero espiritual de la civilización cristiana tanto Occidental como Oriental demuestra que lo indispensable es un "humanismo con dios", que evite el culto del hombre sin Dios de la civilización helena, y el erróneo culto exclusivo de Dios sin el hombre de la civilización cristiana. Pues el culto de Dios sin el hombre no es el verdadero espíritu del cristianismo de la Encarnación, Pasión y Resurrección, sino de un cristianismo judaizante que dio la espalda al Evangelio y se puso del lado de los poderosos de la Tierra. La Iglesia cristiana occidental trata de reaccionar con Benedicto XVI para recristianizar una civilización agotada, hundida espiritualmente con el consumismo capitalista y sumida en el nihilismo.
La victoria del nihilismo significará el colapso del cristianismo, porque no fue capaz de lograr un "humanismo con Dios" y cuando se propuso hacerlo ya era demasiado tarde. La amenaza de la civilización del nihilismo está sobre nosotros
Lima, Salamanca 2 de Junio 2012