FALACIAS PLATILLISTAS SON PARTE
DE LA CRISIS DEL PENSAR ACTUAL
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
Por lo general, la mente humana es muy proclive a
creer en ilusiones sin pruebas científicas. Y es así porque la ilusión surge de
la propia percepción que engaña a la mente y la misma nos lleva hacia
decisiones y creencias irracionales. Y el sentido común es la víctima
predilecta de las ilusiones.
Algo no es real simplemente porque existe, las
ilusiones también existen pero no son reales. Realidad y Existencia no son
equivalentes y no distinguirlas es origen de muchas confusiones y ficciones. Lo
que es Real tiene consistencia ontológica individual permanente, en cambio lo
que es simplemente Existente le basta tener trascendencia a la conciencia sin
poseer identidad permanente. No toda existencia tiene realidad, en cambio toda
realidad tiene existencia[1].
Incluso ciertas psicopatologías hacen ver entidades, como la esquizofrenia, o
escuchar voces, como la paranoia, como si fuesen reales pero que solamente
existen en la mente del sujeto.
Como vemos no todo lo existente es real. Creer como
real lo meramente existente es un trastorno cognoscitivo que tiene que ver con
la alucinación, la psicopatología, el fraude, la manipulación mental y
paradigmas epocales.
Al conversar con investigadores y creyentes
ufológicos se observa generalmente la presencia de una similitud con los
prejuicios cognitivos de la esquizofrenia: demasiada atención a posibles
amenazas, el saltar a conclusiones precipitadas, hacer atribuciones externas,
problemas de razonamiento acerca de situaciones lógicas y sociales, dificultad
para diferenciar el discurso interior del de una fuente externa, déficit
neurocognitivo global en la memoria, distorsión de la realidad, ideas
delirantes, persistencia de experiencias psicóticas, problemas de funcionalidad
social, procesamiento visual y para mantener la concentración. Muchas personas
normales tienen experiencias psicóticas espontáneas sin ser esquizofrénicas.
Así, la vida
inteligente extraterrestre es una ilusión sin evidencia de su realidad y que se
asocia al fenómeno ovni, pero como hemos visto esto no debe ser necesariamente
así. El fenómeno ovni puede subsistir sin el nexo con la vida inteligente
extraterrestre. Es decir, aun cuando la ciencia llegue a confirmar que estamos
solos en el universo, como al parecer todos los indicios lo indican, el
fenómeno ovni sobrevivirá como fenómeno atmosférico anómalo, como programa de
aviónica secreto y, cuando no, como engaño sobrenatural del satán.
Así, sobre el fenómeno ovni hay que distinguir tres
tipos de problemas, a saber:
·
El problema de la
manifestación natural ovni (rayos globulares, nubes lenticulares, hologramas
solares, sprites, meteoros, estrellas, planetas),
·
El problema de la
manifestación artificial (tecnología ovni humana, aviones negros, misiles
hipersónicos, satélites, globos, fraudes, engaños humanos y demoníacos), y
·
El problema de la
inteligencia extraterrestre (civilizaciones en nuestra galaxia y fuera de
ella).
Los dos primeros son objetivos, es decir, existen y
son reales. El tercero no es real,
existe como objeto hipotético. El fenómeno ovni justamente se convierte en mitoide de la modernidad tecnológica al confundirse con el tercer problema, a
saber, el problema de la inteligencia extraterrestre, y al subsumir erróneamente los dos primeros al predominio ET.
A partir de esta confusión con la inteligencia ET
surge la ufolatría (con líderes
carismáticos, astutos, mitómanos y superficiales, y con adeptos sumisos,
acríticos y sugestionables[2]),
que curiosamente se encuentra ampliamente extendida en sociedades
tecnológicamente avanzadas[3].
Lo cual no es extraño, dado que son en esas sociedades precisamente donde el
“Reloj del Apocalipsis” termonuclear amenaza con la destrucción del planeta y
aprisiona con más fuerza a las conciencias y acentúa la angustia del hombre
común.
De este modo, la ufolatría llega al extremo
delirante de confeccionar mapas estelares señalando de qué estrellas provienen
los Reptilianos, los Sirianos, los Andromedianos, los Nórdicos, los Zetas, e
incluso llegan al extremo de indicar otros lugares donde existe inteligencia
desconocida[4].
Otros presentan otra clasificación morfológica:
Humanoides (verdes, grises, nórdicos y gigantes), Zoomórficos (reptilianos
insectoides, cefalopoides), Xenomórficos (figuras nebulosas, ameboides,
minerales, vegetales, etc.). Ante esto la ciencia ha descartado la apariencia
humana como dirección de la evolución convergente.
Abundan libros, películas, series de televisión,
videojuegos sobre extraterrestres, incluso la creencia astrológica del New Age hablan de que Jesucristo fue un
extraterrestre. La arqueología, la ciencia, la astronomía han ido derribando
estas ficciones, pero la exoplanetología hizo que científicos, en número cada
vez mayor, se mostraran optimistas sobre la posibilidad de encontrar planetas
en torno a estrellas de nuestra galaxia y de otras galaxias que pueda albergar
vida inteligente. Este último hecho resucitó nuevamente la ufolatría, que ya
había caído en descrédito por tanto fraude y engaño[5].
Tanto la ufolatría popular, “científica” y
teológica echan mano desde el punto de vista lógico a tres tipos de falacias,
que se condicen con la degradación cultural de la civilización consumista y
hedonista actual:
·
Falacia
del Residuo (afirmación de la existencia de ET sobre
un reducidísimo número de casos inexplicados).
·
Falacia
de la Diversidad (afirmación de otras formas de
vida sobre condiciones desconocidas e inexplicadas).
·
Falacia
de la Vastedad (dado que el universo es tan vasto,
debería ser cierto que haya un enorme número de
civilizaciones extraterrestres en el Universo).
Especialmente la ufología teológica se sirve de esta última
falacia, la cual como hemos visto se fundamenta en una comprensión errónea de
la omnipotencia divina.
La agudización de las crisis de la modernidad (ecológica,
política, alimentaria, seguridad mundial, sanitaria, económica, poblacional,
educativa, moral y espiritual) hace prever la mayor difusión de las sectas
ufolátricas a corto y mediano plazo en medio de una sociedad sumida en la
increencia, el nihilismo, la religión a la carta, el relativismo, el hedonismo
y la profunda secularización.
Es más, el avance de la sociedad cibernética aumenta el
temor sobre el peligro del dominio de los robots sobre la humanidad. Se siente
la amenaza de la era posthumana[6].
Lo más seguro es que los robots pensantes y autónomos no representen la
evolución de la especie humana sino, más bien, su fin. Se avizora un futuro
sombrío para el hombre en medio del auge de las máquinas. La super inteligencia artificial introduce un
nuevo elemento angustiante en la conciencia de la humanidad.
En otras palabras se vive una gigantesca crisis
civilizacional en la era cibernética, que desborda el orbe occidental y que en
una era globalizada involucra a todas las demás civilizaciones unidas por la
racionalidad científico-técnica y la economía de mercado. Esta crisis
civilizaciones está acompañada de una crisis del pensamiento, muy proclive a
caer atrapado en falacias, y a una crisis del espíritu.
Es una dura prueba para las conciencias que perseveran en la
fe trascendente y en la respuesta afirmativa que subyace en la interrogante filosófica
de la problemática integral del fenómeno ovni: ¿Puede el hombre seguir siendo el centro metafísico-moral del cosmos?
Lima, Salamanca 21 de abril 2015
[1] Al respecto Nicolai Hartmann
sostiene que sólo los objetos reales e ideales existen porque no son creaciones
nuestras, en cambio los objetos irreales o creados por nuestra imaginación
tienen consistencia pero no
existencia. Esta teoría es errónea porque también se da la existencia irreal y
porque subsume lo real a la existencia. Toda la confusión se origina porque
identifica la Realidad con el ser real, cuando al contrario el primero
trasciende al segundo y se da en todas las esferas del ser. Con esto tampoco
identificamos la realidad y el ser.
[3] Una lista bastante completa y detallada se ofrece en
el artículo “Religión Ovni” de Wikipedia. Todas son sectarias, milenaristas, y
en su sincretismo introducen creencias cristianas y científicas. Su tecnofilia
(fe ciega en la tecnología) se combina con su ETfilia (fe en las capacidades
espirituales de los ET).
[5] Entre los casos más sonados de fraudes estuvo el autor
de “Yo visité Ganimedes” al reconocer que era pura ficción, y a mediado de 1990
José Luis Jordán Peña reconoció ser el instigador de la civilización
extraterrestre ummita. Este último convencido de su inmoralidad confesó todo a
la policía, tras haber desatado una ola sectaria que marcaba a fuego con su
símbolo a niños. Mucho se habló que fueron experimentos del servicio secreto
sobre el control mental. Todo lo cual demuestra lo frágil de establecer el
criterio de verdad en simples “Testimonios”. Tampoco se puede omitir mencionar
la sentencia en 2012 por el Tribunal de Apelaciones de Francia contra la
iglesia de la Cienciología, que cree en seres galácticos, por fraude y ser una
banda organizada con fines económicos. Muchos han descubierto que en el actual
mundo anético y sin valores, la mejor manera de conseguir su primer millón de
dólares es hacer su propia religión, y mejor si trata sobre extraterrestres.
[6] El fundador de Microsoft, Bill Gates, se unió a la
carta abierta firmada a fines del 2014 por destacados pensadores, entre ellos
el empresario tecnológico Elon Musk y el científico británico Stephen Hawking,
en su preocupación acerca de cómo pueda ser utilizada la inteligencia
artificial en el futuro. El astrofísico británico fue más radical al expresar
que la inteligencia artificial acabaría con la especie humana. Pues lo humanos
ya no podrán competir al estar limitados por la evolución biológica ante
máquinas que se rediseñarán a un ritmo creciente. A comienzos de 2015 el MIT
anunció el logro de Matrix o de un interfaz que permita conectar el cerebro
humano a una computadora, y se calcula que en tan sólo una década estará listo el proyecto Avatar de la NASA y el Departamento
de Defensa, con un cerebro humanoide y una consciencia transferida a un
ordenador.