AUGE PELIGROSO DE LA ESTUPIDEZ
HUMANA
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
El tratamiento de lo estúpido puede resultar aparentemente banal. Pero contra lo que parece lo estúpido es un asunto de lo más serio. Pues, si tenemos en cuenta las poderosas armas de exterminio masivo con que cuenta la civilización actual, la cosa deja de ser baladí para concitar la atención en un mundo que a todas luces se ha frivolizado, donde triunfa la sociedad sin ética del capitalismo y en el que se ha perdido el sentido de la vida.
Por todas partes constatamos que hay más gente que ríe sin motivo o se ríe de todo o ríe cuando no debe hacerlo. Y para hacer nuestra disquisición más precisa y menos extraviada hay que diferenciar al distinguido estúpido respecto del pobre idiota y del inocente imbécil. Además, el idiota y el genio son los dos extremos en cuyo centro se coloca el ubícuo estúpido. En el arte cómico tenemos ejemplos típicos de lo que decimos. Así, Chaplin encarna al genio que hace reir; Laurel, de el Gordo y el Flaco. encarna al imbécil; y Mr. Bean al estúpido egoísta. Se dice que un estúpido necesita de otro para que lo aplauda. Pero esto será válido en el arte escénico más no en la vida real.
Lo más misterioso es que todos, inclusive el genio, goza de lo estúpido. Esto es un problema digno de ser asumido por la filosofía en una teoría integral de la razón. El común de los humanos son mediocres y la socioculturología subraya que esto es manipulado desde el Estado para vaciar la educación de contenido espiritual y llenarlo de meros tecnicismos. En otros términos, el desprecio por el talento y la inteligencia desde las élites oligárquicas alimentan a políticos amorales y desnohestos, para que el hombre mediocre no siga a los genios sino a los estúpidos. Con mucha razón Erich Fromm se refería a la inexistencia de medios masivos de comunicación social y su reemplazo por los medios masivos de estupidización social.
Estas graves palabras y clasificaciones no tienen el menor ánimo ofensivo. Hay que tomarlas con la aséptica inocencia científica. Y efectivamente. El idiota, según las ilustrativas indicaciones de la psicología y la psicopatología social, es el oligofrénico o el que padece de retraso mental. Aunque para defender el honor del oligofrénico hay que reconocer que tiene en común con el orgulloso estúpido que juntos no reirán de un chiste alemán. Por ejemplo éste: "-Otto, qué sucede con el futbolista que no puede ver bien. -Muy sencillo Fritz, sencillamente se dedica a árbitro".
En este sentido llama poderosamente la atención
el auge que tiene en los últimos tiempos el estudio de la estupidez humana. Y como
veremos la variedad de interpretaciones se ha enriquecido considerablemente. Es
como si los intelectuales de todas las trincheras se esforzaran en advertirnos
de una espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas. Pero vayamos con
calma y diacrónicamente.
Antiguamente la estupidez fue abordada en el estudio
de la comedia. Así, para Aristóteles la Estupidez equivale a lo equivocado (Poética). En el Renacimiento Erasmo de
Rotterdam lo aborda como lo disparatado (Elogio
de la Locura). Durante la Edad Moderna el enfoque se enriquece. Hobbes psicológicamente
identifica lo estúpido con lo inesperado (De
homine, XII, parágrafo 7). Kant lo aborda más lógicamente como lo absurdo (Crítica del Juicio, parágrafo 54). En la Ilustración Shaftesbury lo ilumina políticamente como
un correctivo contra el fanatismo (Letter
on Enthusiasm).
En el Romanticismo Hegel lo vuelve espiritualistamente como la manifestación del sentirse
superior (Estética, III). Y en la filosofía del siglo
veinte Bergson lo describe desde su filosofía vital como automatismo, equívoco
y solución irracional (La Risa).
Sin embargo, llama la atención la multiplicación
de los estudios sobre la estupidez humana desde fines del siglo veinte y
comienzos del siglo veintiuno. Es decir, justo cuando después de medio siglo de
los acontecimientos trágicos de la segunda guerra mundial se levantaran de
nuevos los fantasmas del exterminio de la civilización occidental. Y razón no
falta. A un mundo que aspira a una ética sin religión le ha venido a suceder una
antropología posmoderna de la utilidad del prójimo, una sociedad global de la
insolidaridad y el egoísmo, la malignización del bien y la desmalignización del
mal. El sentido del amor luce extraviado, reina el hombre estético instintivo,
el Estado se declara neutral ante la ética misma, y en este contexto la cultura
luce roída y estrangulada.
En una palabra, el mundo material, científico-técnico
ha crecido a pasos asombrosos, pero las personas están involucionando
éticamente a un nivel más que alarmante. La estupidez está reinando como nunca
antes visto en ninguna época de la historia humana. La cosificación y enajenación
alcanzan cimas dramáticas bajo el imperio de la civilización capitalista
actual. Nos preguntamos también en qué medida las sociedades del bienestar -material solamente- han contribuido a la creciente estupidización humana. Una dosis de sufrimiento parece ser necesaria al aparato psíquico del hombre para que alcance profundidad e intensidad. Ya en la década de los 60 el sociólogo norteamericano David Riesman en su libro Abundancia ¿para qué? -y anteriormente ya había llamado la atención con otro libro La muchedumbre solitaria (1950)- subrayaba que la estabilidad crea satisfacción y conformidad, conducta grupal y renuncia de la individualidad.
Así, autores como Tabori Paul (Historia
de la Estupidez Humana) y Gabriel Sala (Panfleto contra la estupidez humana) han
destacado la estupidez como Necedad. El filósofo español José Antonio Marina (Las culturas fracasadas. El talento y
la estupidez de las sociedades, 2015; y La inteligencia fracasada. Teoría y práctica de la estupidez. 2013), el historiador económico italiano Carlo M. Cipolla (Las
leyes fundamentales de la estupidez humana, 2013) y el escritor y
periodista mexicano José Luis Trueba Lara (La
tiranía de la estupidez, 2012) pusieron énfasis en la estupidez
como retroceso intelectivo.
Por su parte investigadores como el escritor
barcelonés Tucho Balado (Tesis
doctoral de un extraterrestre. ¿Y si fuese cierto que los humanos somos
genéticamente imbéciles?, 2013) junto al periodista y escritor
italiano Pino Aprile (Elogio
del imbécil, Prólogo de Tonino, 2011) son representantes de la
interpretación de la estupidez genética.
Incluso aquí podemos considerar al francés Pierre Bourdieu (Homo Academicus, 1984; La distinción, 1979) como la variante de la interpretación de la estupidez académica. Efectivamente, para Bourdieu la clase dominante en la sociedad capitalista se impone a través del homo academicus, el cual con el prestigio de erudito compone la fracción dominada de la clase dominante y es portador de un capital simbólico que justifica los estúpidos privilegios económicos, políticos y culturales de la clase dominante.
Incluso aquí podemos considerar al francés Pierre Bourdieu (Homo Academicus, 1984; La distinción, 1979) como la variante de la interpretación de la estupidez académica. Efectivamente, para Bourdieu la clase dominante en la sociedad capitalista se impone a través del homo academicus, el cual con el prestigio de erudito compone la fracción dominada de la clase dominante y es portador de un capital simbólico que justifica los estúpidos privilegios económicos, políticos y culturales de la clase dominante.
Mientras que el escritor milanés Giancarlo
Livraghi (El poder de la
estupidez, 2010), el escritor
sevillano Antonio Real (Manifiesto contra la estupidez,
2013), Margarita Riviere (Lo cursi y el poder de la moda,
1992), el filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky (El
imperio de lo efímero, 1990), y el escritor y cineasta Guy Debor (La
Sociedad del Espectáculo, 1999), son representantes de la
interpretación de la estupidez como el poder de lo banal.
La famosa escritora argentina Esther Vilar (El encanto de la estupidez,
1987) es exponente de la interpretación de la estupidez como belleza. Por su
lado, el coach ejecutivo Enric Llado (La
estupidez de las organizaciones, 2014) y el ex director de Greenpeace en
España Juan López de Uralde (El
planeta de los estúpidos, Madrid 2010) destacan la Estupidez en el
Marketing consumista. Últimamente, el escritor estadounidense Nicholas Carr (¿Qué está haciendo internet con nuestras
mentes? Superficiales, 2010; y La
amoralidad en la web 2.0, 2005) ha destacado la Estupidez como
superficialidad en la blogosfera.
Por mi parte he propuesta el análisis de la
estupidez como problema lógico y metafilosófico (Lógica metateórica, 2015). El problema lógico concierne al proceso
cómo funciona el razonamiento estúpido. Muchas veces irrumpe suspendiendo
alguno o varios de los tres principios de la lógica aristotélica, y otras veces
respetando meticulosamente a los mismos. Su versatilidad para pasar de la
lógica proposicional a las lógicas heterodoxas constituye todo un desafío
explicativo y ratifica lo demostrado por la nueva lógica en el sentido de que
el hombre maneja al mismo tiempo diversos tipos de lógicas.
Asimismo, el problema metafilosófico tiene varias
aristas. Una de ellas es elaborar una teoría de la razón más amplia, capaz de
explicar no sólo a las ciencias físicas y matemáticas, sino también lo estético
hasta lo estúpido. Es como si la racionalidad del hombre abarca por igual la
coherencia y la incoherencia, lo verdadero y lo ficticio, lo real y lo irreal.
Como efectivamente sucede.
Otra arista corresponde al comportamiento de lo
estúpido en diferentes épocas, ya sean éstas épocas espirituales o épocas
materialistas. Otro punto es la relación entre estupidez e inteligencia, a
mayor grado de una le corresponde un mayor refinamiento del otro.
Y por último, el misterioso asunto del carácter
indesarraigable de la estupidez de la condición humana, por lo menos en esta
vida. Así que no cabe ni la estupidofobia ni la estupidofilia. Por supuesto, sin olvidar que sociológicamente es preocupante cuando las
condiciones sociales favorecen la hegemonía social del estúpido y del mentecato
sobre el hombre de genio y de talento. Justo lo que sucede hoy en día.
En suma, soy de la opinión –parafraseando la
frase bíblica “donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia”- que donde crece
la estupidez también crece la sensatez. Y por ello hay que ser optimistas, que
no hay mal que dure cien años, aun cuando el botón rojo del exterminio
termonuclear pueda ser apretado por algún estúpido.
Lima, Salamanca 10 de Junio del 2016