LA CRISIS
CIVILIZATORIA ACTUAL
La verdadera Edad
Oscura
Gustavo
Flores Quelopana
Sociedad
Peruana de Filosofía
I
La filosofía actual está en crisis. Pero no se trata de una crisis de
crecimiento sino de senectud. La crisis de senectud de la filosofía se denomina
posmodernidad. La filosofía posmoderna se vincula con la erosión nihilista de
la sociedad posmetafísica. Esta cultura nihilista es esceptisimo y el
escepticismo es la fase terminal que padece toda cultura cuando ha madurado en
civilización. Así fue en los egipcios, chinos, hindúes, árabes, antiguos y
ocurre hoy en Occidente.
La filosofía posmoderna con su renuncia a la verdad refleja la extinción
de la fuerza creadora del espíritu. En su lugar comienza a predominar la
tendencia ético-práctica de una humanidad cosmopolita, ametafísica e
irreligiosa. El hombre se convirtió en un pequeño diosecillo en medio de la
orgía inmanentista del regnum hominis madura
de la modernidad tardía. Lo cual facilitó el brote de los Estados totalitarios,
las guerras mundiales, el genocidio a escala industrial del Holocausto, el
lanzamiento de las bombas atómicas y la acumulación de la riqueza mundial en el
puñado de las élites neoliberales.
Si eso ocurre a nivel del pensamiento –“el hombre es una pasión inútil”
declaraba Sartre y “el hombre ha muerto” proclamada Foucault- en el arte
predominan las formas sin contenido. En la arquitectura se impone el
neobrutalismo. En la cultura campea la vulgaridad, la obscenidad, la moda
carcelaria de marcarse el cuerpo con tatuajes, el lenguaje procaz, la
vestimenta andrógina, el mal gusto y el bandolerismo.
En la música se rompe la unidad entre armonía, melodía y ritmo, y brota
el ruido-palabra bestial que sólo se dirige al cuerpo y ya no al alma. En la
política se difunde el imperialismo cesarista, el afán de pillaje, la anomia,
el anetismo.
Y todo este hominismo antihumano
acontece a pesar de vivir en medio de formas tecnológicas civilizadísimas. Sin
voluntad de vivir ni voluntad creadora la historia mundial sumida en una era de
escepticismo profundo pone en riesgo la superación de la presente edad oscura
por el riesgo creciente de descontrol del arsenal nuclear existente.
II
Con optimismo ingenuo vemos cómo se desea para el Perú, como para los
demás países en desarrollo, la prosperidad económica y social de los Tigres del
Asia, China y demás países occidentales. E incluso con ello se mide el índice
de felicidad humana.
¿Pero no será todo ello mera ilusión y mentira? ¿No será todo ese
espectáculo del presente el olvido profundo de la diferencia que existe entre
cultura y civilización? ¿No es la civilizacion el momento finisecular en que
llega toda cultura?
Las culturas tienen alma, las civilizaciones
tienen intelecto. Así fue entre los egipcios, babilonios, hindúes, chinos, y es
hoy en Occidente. La cultura tiene genio, la civilización practicismo. Cultura
es don Quijote, civilización es Sancho Panza.
¿No será un nuevo mito la capacidad de
autocorrección que se atribuye a Occidente para que se imagine eterno? Pero
mientras la cultura es vida y elevados ideales, la civlización es fantasía e
idolatría. La civilización es el final irrevocable de la cultura. Así ha sido y
parece que seguirá siendo.
Por tanto, estamos inmersos en un problema
de civilización, donde el dinero pierde toda relación con los valores, se
extiende una aversión a la vida agrícola, no impera el pueblo sino la masa, las
grandes urbes absorben el jugo nutricio de hombres completamente ametafísicos,
en las ciudades mundiales pululan hombres sin tradición, parásitos nómades sin
religión. Cultura florece en las aldeas, civilización en las urbes. Y aquí
impera el dinero, todo es cosa de millonarios.
Esta forma nueva, postrera y sin porvenir es
la del imperialismo. En tales periodos de la humanidad mortecina y decadente se
desarrolló el budismo, el estoicismo, el capitalismo y el socialismo. Por eso
símbolo de primer orden de nuestro era decadente es la existencia de multimillonarios
como Bill Gates en medio de la miseria más espantosa en que la que se sumen las
tres cuartas partes de la población mundial porque la desigualdad es mayor que
en tiempos del colonialismo.
En las actuales urbes pululantes como
hormigueros poseer un lecho carísimo vuelve la vida invivible. El ricachón de
hoy, como el de ayer, entiende tan poco de cultura porque vive satisfecho con
la sibarita civlización actual. En una palabra, si la civilización va contra lo
humano lo que hace falta es edificar una nueva cultura.
III
Tres son las ideas centrales de esta obra: (1) El pensar evoluciona con
el lenguaje pero no es lenguaje, en cierta forma el lenguaje distorsiona la
relación con el ser en el juicio. De ahí que el pensar en el conocimiento
cientifico-natural rebasa el lenguaje y va hacia la fórmula matemática, que en
buen romance es otro fracaso más al describir tan sólo la estructura formal del
fenómeno. La relación multívoca del ser con el lenguaje reafirma los dos
sentidos del ser como esencia y existencia.
(2) El positivismo creyó separar el Logos de
la Ratio, pero no comprendió que no hay separación lógica nítida y definitiva
entre mito y logos. Del mismo modo no hay separación clara entre éstos con lo
numinoso del filósofo prehistórico y lo mitomórfico del filósofo chamán. Lo
numinoso, lo mitomórfico, lo mitocrático son formas de pensamiento que no se extinguen
sino que se transforman en medio de la hegemonía del pensamiento logocrático.
Y (3) si el nuevo concepto de objeto no es
substancial sino funcional ello no es óbice para que persista lo
transinteligible. Y de ese modo en la lucha por la objetividad es irrenunciable
fundar lo epistémico sobre el sentido óntico real, o sea sobre la metafísica.
Lo crucial de todo este asunto es que sea en
la declinante etapa civilizatoria cuando la cultura occidental da la espalda a
los dos sentidos del ser como esencia y existencia, quedándose tan solo con el
formalismo matemático. Pero además, a instancias del pensamiento logocrático
insurge en el horizonte el pensamiento de la máquina autónoma.
Aun no sabemos si ello representará la
separación definitiva entre Logos (creatividad) y Ratio (cálculo). Si la
máquina autónoma se llegase a plantear problemas existenciales tal separación
no se concretará. De lo contrario al devenir del pensar le espera el triunfo
avasallante del pensar funcional sobre el pensar substancial. Pero el naufragio
del pensar creativo no podrá anular la óntica objetividad de lo
transinteligible ni la prioridad de lo metafísico sobre lo epistémico.
IV
Cuando leemos esta obra recordamos a Goethe: todo lo fáctico es ya
teoría. No hay facticidad como dato absoluto. Todo lo fáctico tiene una
orientación teórica. Y esto sucede de modo distinto tanto en los hechos de la
física como en los hechos de la historia.
Principal y voluminosa obra del filósofo trujillano Víctor Baltodano. Invirtiendo el núcleo del orden significativo sostiene en sentido neonominalista que en vez que el pensamiento represente a la cosa, es el lenguaje el que está antes del pensamiento. Así la palabra representa el concepto y el pensamiento representa el lenguaje. El concepto sólo significa lenguaje. No hay cosa en sí. El Orbis Conformacional baltodaniano signico y de existencias culmina con su aserto "no hay hechos sin conceptos".
A su postura se le dirigen varias observaciones: (1) carecer de la noción de lo transinteligible, (2) obviar que entre los hechos y los conceptos no hay igualdad sino hiato y divergencia, (3) incurrir en un reduccionismo linguístico, (4) su radical simbolismo conceptualista vuelve problemático justificar la validez objetiva del mundo, (5) olvidar que epistemología sin ontología es derivar hacia el idealismo lógico -habla de las existencias indeterminadas en un proceso de antropormorfizacion pero al mismo tiempo combate las cosas en sí-, (6) anular la diferencia ontológica entre lo óntico real -declara que la cosa en sí no existe- y lo ontológico pensado -lo único válido-, (7) toda ciencia estricta exige que la idea se libre del yugo de la palabra y del lenguaje emancipándose de éstas, (8) los conceptos de la ciencia hablan de la cosa misma justamente porque la palabra cede su lugar al signo, (9) el abismo entre el concepto científico y el concepto del lenguaje es ignorado, por lo demás ese abismo es el mismo el que tuvo que cruzar el pensamiento al convertirse en pensamiento linguístico.
Al margen de las observaciones quizá lo más valioso de su contribución sea su conclusión voluntarista y simbólica de que el mundo es un orbis conformacional signico y de existencias creado por el hombre. Este proceso de antropormorfizacion es un llamado a la libertad y creación responsable. ¿Pero será posible emprender dicha creatividad en momentos en que la cultura occidental sucumbe en su etapa de civilización hipertecnológica yace pero moral y humanamente bárbara?
V
En una interesante y reciente conversación privada con el intelectual y
escritor Hugo Chacón éste se interrogaba contrafácticamente un apasionante tema
de reflexión: ¿Hubiera seguido siendo mítico el pensamiento andino sin la
Conquista europea?
Ahora bien, tal pregunta se puede responder desde dos perspectivas: la eurocéntrica y la nativista. La primera responde con NO rotundo, mientras que la segunda con SI decidido. Pero cabe una tercera respuesta, la cual se alza más allá de ambas para ver por qué las culturas mueren (Walter Schubart, Oswald Spengler), o se congelan y otras sobreviven (Arnold Toynbee).
Desde la cuestionable idea occidental de progreso la respuesta es negativa, y se podría suponer que por sí solos la civilización andina hubiera superado el modo de pensar mítico por el modo de pensar conceptual. Detrás de la idea de progreso está sin duda el supuesto de la superioridad de Europa occidental como una especie de culminación de la historia universal. No obstante tal razonamiento es anacrónico ni la experiencia histórica lo confirma en alguna cultura. Por el contrario, la mentalidad mítica tiende a ser inmóvil y se condensa en una síntesis cerrada.
Con lo cual no tiene sentido identificar el
espíritu racional de Occidente con el sino de la historia universal misma. Tal
cosa ya fue vista especialmente por las críticas antieurocéntricas de O. Spengler
y A. Toynbee. Por otro lado, los poderosos complejos mentales míticos de la
cultura egipcia, babilónica, india, china, semítica y americana tampoco duraron
para siempre. Lo cual, sin embargo, no refrenda que la imagen de historia
universal creada por Europa sea la imagen de la humanidad misma.
Y es que detrás de la interrogante del comienzo está la permanente pregunta central de la Historia: cuál es su sentido y qué leyes la gobiernan. Más aun, ¿acaso tiene la historia leyes en vez de sino? Lo más coherente es no trasladar nuestra mentalidad causalista a los hechos de la historia y respetar su propio estatus cognoscitivo.
Marzo 2019