FILOSOFÍA MITOMÓRFICA DEL JAKON NETE
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
Jakon
Nete es un término en lengua shipibo y significa Buen Mundo y del cual se
deriva el Buen Vivir. Como resultado de la búsqueda de la sabiduría por medio
del contacto visionario con los espíritus es filosofía. Pero se trata de una
filosofía basada en sentidos espirituales, intuición mitomórfica normativa que da forma incluso a
lo sagrado y profano, base de los mitos, y reconocimiento de la dimensión
suprasensible. Y éste se
deja ver en el Amazonas por el temperamento contemplativo del visionario que
entra en contacto con los Dueños de las plantas. En una palabra,
chamanismo no es filosofía mitocrática sino filosofía mitomórfica.
Mi consideración
general se resume los siguientes puntos: 1. El chamanismo es una búsqueda
especial de sabiduría. En ese sentido es una forma arcaica de filosofía. 2. La
filosofía del chamanismo es filosofía mitomórfica, como contexto
intuitivo-espiritual que hace posible la distinción de lo sagrado y lo profano
y posibilita el ulterior desarrollo de los mitos. 3. La filosofía chamánica
mitomórfica es distinta y precede a las teogonías y cosmogonías de la filosofía
mitocrática. 4. Toda forma de chamanismo es magia, o sea forma de control de
los espíritus de la naturaleza para diversos fines; 5. El chamanismo tiene un
origen arcaico y pre-pagano. Se prolonga con las filosofías mitocráticas
paganas y con el propio cristianismo, el cual introduciendo la razón divina en
la creación incentivó el control de las fuerzas naturales por el hombre y dio
origen a la ciencia y a la técnica; y 6. La Iglesia denunció a los magos y
proscribió a la magia porque anteponían la vinculación con demonios y seres
luminosos antes que con Cristo.
No obstante, llegará
el día en que el hombre redimido realice los sueños del mago, alquimista y
astrólogo por el nuevo poder concedido por Dios al hombre salvo en la Nueva
Tierra. El hombre post-Juicio Final será mago y místico porque éstas serán
fuerzas activas creadoras de su nueva relación con Dios. Como Cristo podrá el
hombre en la vida eterna caminar sobre las aguas y calmar las tempestades. Pero
el retorno del hombre post-redimido al chamanismo es devolver al hombre a los
demonios de la naturaleza, es una regresión a la liberación de las fuerzas
inhumanas de las plantas. El cristianismo había liberado al hombre del universo
pagano que lo desgarraba en la demonolatría y lo había hecho erguirse
espiritualmente arrancándolo del imperio de las fuerzas elementales de la
naturaleza.
Ahora bien, muchos
pobladores amazónicos siguen siendo expertos cazadores, y el cazador tiene los
sentidos aguzados y vive predispuesto al desarrollo de los sentidos
espirituales gracias a las plantas maestras y rigurosa disciplina y dieta. El
hombre cazador está habituado a escuchar y dialogar con su entorno, descifra el
lenguaje del monte y tiene encuentros con seres espirituales. La Naturaleza
misma es algo que le habla, le dialoga con respeto y el mismo respeto espera
del hombre. En el tiempo primordial cuando la palabra primordial tenía poder,
dichos espíritus protectores y enemigos se podían ver con los sentidos
naturales, roto el equilibrio primordial por una mala acción humana se dejan
ver en sueños y estados visionarios por los sentidos espirituales de los
médicos visionarios. En otras palabras, no hay forma de garantizar el buen
vivir sin vincular a los humanos con los espíritus. Pero hay espíritus benignos
y espíritus malignos. Un terreno muy resbaladizo y de muy difícil tránsito,
como veremos más adelante.
Confieso que lo que me
enajenó del chamanismo fue su exceso de demonismo. Y este fue el motivo
principal de mi apartamiento del comité de Medicina Tradicional del Colegio
Médico del Perú allá por el año 2010. Y esta opinión mía se mantuvo invariable
hasta leer y conocer a Pedro Favaron. A través suyo advertí que la luz de Dios
no abandona al hombre incluso en las religiones primitivas acosadas por el
demonismo. El médico visionario y excelente amigo Pedro Favaron, de nombre
shipibo-Coniba Inin Niwe o Viento Perfumado, cuya clínica y jardín botánico en
Pucallpa se llama Nishi Nete o Mundo de la Liana, profesor universitario en la
Universidad Nacional de Ucayali, y casado con la señora Chonon Bensho, acaba de
publicar un libro crucial sobre la materia, intitulado Las visiones y
los mundos. Sendas visionarias de la Amazonía occidental (CAAAP, Lima
2017). Aunque las líneas que siguen no es una reseña de su obra, lo cual queda
pendiente, afirmo que la suya se trata de una investigación que excede
largamente el campo de la medicina tradicional para penetrar en los alambicados
y polémicos contextos de la filosofía ancestral.
Su idea central es que
desde antiguo los pueblos indígenas establecen una comunicación visionaria con
antepasados y seres espirituales pertenecientes a mundos suprasensibles,
utilizando las plantas (tabaco, toé, ayawaska) como vías de acceso para obtener
de este mundo superior sabiduría y fuerza. Por eso, en el fondo, se trata de
despertar sentidos visionarios –“sentidos del alma” los llamaba Mariano Iberico
(El espacio humano, 1969, pp. 43-64)-. Con esto Favaron trae al piso las
interpretaciones mestizas de que las convicciones indígenas amazónico-andinas
eran a la vez trascendentes y ateas (Véase esta postura, por ejemplo, en el
libro de Federico García Hurtado y Pilar Roca Palacio, Pachacútec. Una
aproximación a la cosmovisión andina, Lima 2009, p. 15).
Esto es, para Favaron
las sendas visionarias de la Amazonía consisten en vincularse con los Dueños de
la medicina que habitan en mundos suprasensibles. Se trata de espíritus de
seres extraordinarios, que se alejaron del hombre por su mal comportamiento,
pero dejaron la ayawaska para permitir el contacto con el mundo medicinal. En
la metafísica chamánico-amazónica hay tres mundos (subterráneo, terrestre y
celeste) y los Dueños de la medicina pertenecen al mundo celeste. El mundo del
subsuelo y el mundo del cielo están habitados por seres invisibles. Los Dueños
de la medicina son ángeles, seres sin transgresiones, obedientes a Dios (Ibo
Nete). En su metafísica hay mundos visibles e invisibles y sus correspondientes
pares de opuestos: divinos y demoníacos. Incluso se admite un ser omnipresente:
el Arutam de los jíbaros. Pero al carecer de una idea de Creación no hay un ser
omnipotente. Y así el devenir nunca será una ilusión o maya, como
en la metafísica brahmánica. No obstante, el curar viene de Dios mismo. El
médico legítimo emplea la sabiduría del amor, pues sin el amor toda curación es
ilusión. Poner énfasis en el amor, la humildad y la compasión como esencia del
arte curativo amazónico y como vía regia para unirlo con la divinidad, es la
principal preocupación de Favaron
El filósofo Iberico
subrayaba que los sentidos del alma no eran meros entes irreales y de ficción
sino que eran reales y metafísicos, propios de la estética, la ontología
general y la mística. Insistía en que existía un ver, un escuchar, un oler y un
sentir no material de las cosas invisibles, expresables sólo por analogía y
ligada a la metafísica de la presencia. Pues, consideraba la analogía como
conocimiento de un plano superior de carácter espiritual. Y esto es exactamente
lo que nos describe la espiritualidad indígena amazónica.
Al mismo fenómeno
Mircea Eliade lo llamó “chamanismo extático” como parte de la historia de la
mística dentro de la historia de las religiones. El chamán domina una técnica
arcaica de éxtasis, es especialista en el ascenso al Cielo y el descenso a los
infiernos, lleva a una situación límite del hombre, revela lo sagrado y lo
transhistórico repitiendo indefinidamente una serie de arquetipos. Trata con
seres celestes, espíritus de chamanes, muertos y enfermos, demonios y
semidioses. En suma, el chamán es el que logra la visión del mundo paradisíaco.
Frente a Eliade la
exposición de Favaron enfatiza que el poder del médico visionario, también
llamado Onanya en la nación shipibo-konibo, no es neutro ante la religión y la
fe, sino que exige fe, religión y amor a Dios. El brujo tampoco está
desprovisto de fe, aunque sí de amor. Favaron es muy cuidadoso y extenso en
explicar que el peligro de la brujería está presente como amenaza constante en
muchos jóvenes indígenas que para suplir su falta de dieta comienzan a leer
libros ocultistas. Por eso se conectan de forma débil con la planta y no pueden
curar. Pues para abrir el mundo de la planta hay que someterse a abstinencia y
dietas prolongadas. En la tradición jíbara el buen médico es aquel que puede
vencerse a sí mismo y ha logrado atravesar la iniciación de manera legítima,
pues el neófito siente muy fuerte el deseo de brujear y lanzar sus virotes
invisibles. El visionario jíbaro se conecta con Arutam, el puro ser, el
innombrable, el ilimitado, que todo lo trasciende, una especie de ser supremo
que vincula al visionario con una comunidad ancestral y suprasensible formada
por los Wayamaku del pasado. El Arutam de los jíbaros es un buen ejemplo de
cómo el hombre cazador llega a concebir un ser supremo que fecunda la vida de
todos los seres.
Los shipibos también
afirman que las plantas tienen aspectos positivos y negativos que el aprendiz
debe domesticar. Los dietadores que fallan reciben de las plantas conocimientos
negativos y se convierten en brujos. No es fácil escapar de la brujería, sólo
los maestros más fuertes lo logran y así ascienden al grado más alto de
espiritualidad. Pues es común que el dietador se sienta sofocado por las nuevas
facultades y sienta la tendencia instintiva hacia la violencia y si el shamán
es una persona rabiosa su monstruo lo dominará y se convertirá en brujo.
Además, toda persona común tiene la capacidad de brujear porque todos
tienen pasuk y pueden volverse depredadores lanzando sus
virotes invisibles o dardos de materia sutil al prójimo. Los cantos del médico
y del brujo son palabras performativas, o sea que al decirse se ejecutan. Sólo
el maestro de la medicina que ha llegado a dominarse a sí mismo alcanza las
dimensiones sutiles por el amor y la compasión. Por lo demás, todos los poderes
vienen de los seres espirituales. Los médicos visionarios serían los expertos
en entrar en estado meditativo y concentración profunda. O sea superan el
límite del cuerpo sensible (yora) y lo intelectual-emocional (shina) para
alcanzar el espíritu o alma (kaya), el cual tiene sus propios sentidos
espirituales para conocer las dimensiones sutiles. Pero no hay conexión sin una
iniciación de gran rigor físico y espiritual. El iniciado debe guardar un
régimen austero de alimentación y comportamiento.
A partir de aquí nos
encontramos frente a una jerarquía ontológica de índole espiritual. Pues los
médicos visionarios reciben sus enseñanzas de ciertos espíritus maestros. Estos
seres suprasensibles son seres trascendentales escondidos en ríos, lagunas,
lugares descampados, montes y plantas. Es decir, cada planta medicinal tiene su
Dueño suprasensible. Pero además existen una serie de naciones espirituales
llamados Chaikonibo e Inka. En estas naciones espirituales se vive de forma
armoniosa porque nunca violaron los principios establecidos por el Inka y por
el Gran Espíritu (Nete Ibo). Favaron consigna que en las narraciones shipibos
se cuenta que en el tiempo primordial los humanos vivían bajo las órdenes del
Inka bueno, hasta que la humanidad se perdió y el Inka decidió marcharse a otro
mundo, a uno suprasensible, siguiendo tras de sí los Chaikonibo o los que nunca
lo desobedecieron o nunca pecaron. Esto nos lleva hacia la significación
de Inka como noble, Señor, principal. Y cuando los incas del Cuzco deciden
adoptar esta autodenominación lo que en el fondo se está haciendo referencia es
a la llegada de un Jakon Nete o mundo bueno para el mundo de los humanos. A
partir de aquí no sería tan extraviado especular que en el origen de la cultura
inca estaría una gran experiencia visionaria de los chamanes Manco Cápac y Mamo
Ocllo.
Esta idea del Buen
Vivir –interesantemente explorada por Luisa Elvira Belaunde en su libro Viviendo
Bien. Género y fertilidad entre los airo-pai de la Amazonía peruana (CAAAP,
2001)- es una constante de los pueblos ancestrales y del mundo precolombino.
Pero lo más sugestivo en todo esto es que sus principios vienen de lo alto, del
mundo suprasensible de los seres espirituales, de Pachacamac, el Ordenador, al
decir andino. De ahí que la visión de Perú propuesta por el Inca Garcilaso,
Guamán Poma de Ayala y Juan Santacruz Pachacuti, están ligadas a esta idea
básica del buen vivir o de la vida armoniosa amazónica. Es decir, el mundo
andino y el mundo amazónico están profundamente imbricados. De manera, que a
nivel terrenal la meta suprema ético-antropológica andino-amazónica es vivir
conforme a los principios de Nete Ibo (Dueño del Mundo) para llevar una vida
armoniosa o un buen vivir.
En consecuencia, los
seres espirituales suprasensibles son los Dueños del mundo medicinal, moral y
del saber. Los Chaikonibos al ser descritos como seres generosos, bellos y
perfumados tienen un parecido con los ángeles del cristianismo y al igual que
ellos saben transitar por geografías sutiles. Y los Inkas son asumidos como los
gobernantes de ese mundo en una escala superior a los Chaikonibo. En algunos
mitos ancestrales los Inka son representados como jaguares voraces, que para
Favaron corresponde a la defensa espiritual de estos sabios gobernantes.
El mismo Favaron en
coloquios personales suele parafrasear el pasaje bíblico de Efesios 6: 10-13;
“Nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra pincipados, potestades,
gobernantes de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de
maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad la armadura de Dios”. No está
demás contar que él mismo confesó que después de una vida de bohemia fue en la
propia comunidad shipibo-koniba que retornó al cristianismo. Y fue así porque
sencillamente Cristo y el único Dios son aceptados sin problemas por los
shipibo-koniba. Todo lo cual se ratifica en la convicción de que el poder de la
brujería no alcanza las alturas de la sabiduría visionaria de los médicos. Y
por ello en la comunidad indígena ningún aprendiz llegará a ser respetado como
médico hasta que logre neutralizar el ataque o daño de un brujo.
A Favaron no le quepa
ninguna respecto a que el médico legítimo se alía con los Chaikonibo, los Inkas
y el Jakon Nete para vencer a la codicia, la arrogancia, la enfermedad y el
mal. O sea muchas enfermedades físicas tienen su origen en conductas viciosas o
pecados. Pero hasta tal punto es la unión del médico vegetalista con el mundo
superior de luz que contrae matrimonio con una mujer Inka de dicho mundo.
Incluso los miembros de las comunidades amazónicas procuran la alegría, la paz
y el afecto entre las familias por la mediación del médico visionario, el cual
tomando ayawaska busca que sus cantos tengan efecto la restablecer la buena
relaciones a través de la convivencia con los espíritus Chaikonibo. Así se vive
una vida armónica, marido y mujer no discuten, los hijos respetan a los padres
y los yernos a los suegros. Vivir humildemente, sin codiciar nada es el modo de
vida de la comunidad amazónica. En cambio, el estilo de modo consumista de la
moderna vida urbana hace imposible que la vida urbana no sea errada y desviada,
presa de vicios y conflictos, donde resulta impractible la vida buena del Jakon
Nete.
De este modo, en sus
páginas quedamos insertados en una metafísica, ontología, antropología y ética
que no es de índole racional-deductiva sino racional-espiritual o
intuitivo-suprasensible. Y ese es el aspecto que me interesa de su apasionante
estudio, sobre todo la idea del Jakon Nete o Buen Mundo, que sintetiza el
núcleo de su saber tejido de mitos. A propósito el antropólogo brasilero
Eduardo Viveiros de Castro (La inconstancia del alma salvaje, 2002) se
refiere a las cosmologías chamánicas como ontologías, porque dentro de su
perspectivismo indígena se da una filosofía y una metafísica en la cual el
chamán es el especialista en la alteridad cósmica. O sea, no es la identidad
sino la alteridad con los diversos seres vivos lo que define al chamán. Su
capacidad para cambiar de cuerpo, compartir la cultura de otros seres (jaguar,
guanganas, seres divinos) no sólo rompe la peligrosa letanía de la alteridad,
sino que establece la paradoja de la armonía de los contrarios. Luisa Elvira
Belaunde observa agudamente que la alteridad amazónica no se desarrolla
solamente en torno a la depredación sino también a la transformación. A lo cual
se puede añadir que las mitologías amazónicas no por ello establecen
multi-universos, porque el cosmos es uno y su unidad posibilita la alteridad
funcional. Es decir, cambiar de cuerpo es sólo cambiar de cultura pero no de
universo. El hombre puede volverse jaguar y compartir la cultura del jaguar
pero se mantiene en un único universo con todos los demás seres.
Por tanto, como pauta
metodológica de lo que sigue hay que tener en cuenta dos cosas: Primero, defino
la filosofía como una forma de saber (mítica o conceptual) que responde a las
preguntas últimas sobre mundo y la existencia y que asedian al hombre desde
tiempos inmemoriales. Y segundo, que no estamos ante una deductiva filosofía
logocrática, al estilo de los griegos Parménides y Aristóteles, sino de una
filosofía mitocrática, también presente en los Presocráticos. Aquí el
mito es la forma analógico-metafórica que tiene la razón ancestral de responder
a los misterios del cosmos. En una palabra, es una filosofía
religiosa. Pero hay filosofía de religiones paleolíticas, religiones neolíticas
y religiones de la edad de los metales que sobreviven hasta hoy porque su
contenido trasciende lo sociológico y se hunde en lo suprahistórico.
La filosofía de las
religiones paleolíticas son Religiones de Integración, viven en armonía con la
naturaleza la misma que es regida por espíritus (australianos, siberianos,
amerindios, Indochina, pueblos oceánicos y africanos). La filosofía de las
religiones neolíticas son Religiones de Servicio, cuyos dioses aparecen como
grandes señores del cielo y con un gobernante estatal semidivino que los
representa (Egipto, Mesopotamia, Indo-europeos, eslavos, germanos, griegos,
romanos, semitas, Japón, Aztecas, Mayas, Incas). Y la filosofía de las
religiones de la Edad de los Metales que comienza con las Religiones de
Liberación, se busca la liberación moral, cósmica o psicológica del hombre
mediante su propio esfuerzo para identificarse con la divinidad (Maniqueísmo,
Gnosticismo, Hinduísmo, Budismo, Jainismo, Taoísmo, Confucianismo). Y culmina
con las Religiones de Salvación, donde se busca la unidad con Dios pero sin
identidad (mazdeísmo, judaísmo, cristianismo, islamismo).
En este sentido, la
filosofía mitocrático ancestral del Jakon Nete es parte de las
religiones de integración, donde predomina un espiritualismo que preside la
vida terrenal armoniosa con la naturaleza y el mundo suprasensible. Pero el
Jakon Nete con su ser supremo y seres espirituales es algo más. Es
manifestación de la pedagogía divina y manifestación de las semillas del Verbo
en el hombre.
El mito es la forma
analógico-metafórica que tiene la razón ancestral humana para dar cuenta de las
preguntas límites del cosmos.
Por eso existe con toda legitimidad una filosofía mitocrática. El logos de
mytho también constituyó una forma singular de la reflexión
filosófica. Esto significa que la capacidad filosófica se dio tanto
en Oriente como en Occidente, en Mesoamérica como en los Andes precolombinos,
porque el asombro y la búsqueda de sentido es un fenómeno fundamentalmente
humano y no exclusivamente europeo o griego. Sencillamente la
filosofía mitomórfica y la filosofía mitocrática son sendas visionarias del
mundo arcaico y ancestral. Lo
arcaico se remonta hasta hace 70 mil años –primeros enterramientos humanos-, lo
ancestral a 20 mil años –primeras culturas-.
Lo cual nos conduce
hacia una teoría del logos humano. El logos humano no es sólo
conceptual-lógico-racional, sino también analógico-participativo-mítico. La
explicación humana del mundo no sólo requiere de la ratio sino también de fe.
Por eso, razón y fe son las dos alas del hombre en el proceso cognoscitivo. Lo cual es destacado también en la Encíclica Papal Fides
et Ratio. Ahora bien, en la filosofía hay
que distinguir fenomenológicamente su forma (noesis) y fondo (noema). Su forma
puede ser conceptual o mítica. Más su contenido siempre será un indagar los
problemas límites de la vida, el hombre y el cosmos.
Esta indagación tiene
lugar en las comunidades ancestrales a través de sendas las visionarias de
mundos invisibles y espirituales, y que para conectarse beben el zumo de
plantas maestras que le permiten tender puentes con los espíritus a través de
sus cantos o ícaros. No es el visionario el que canta, sino es el espíritu el
que entona el canto a través del visionario. Es decir, la planta sirve
de chakana y el ícaro de contacto espiritual. Porque la planta abre el
puente y el canto mantiene la conexión espiritual. En el mundo andino este
puente visionario o chakana se logra con éxito mediante la hoja de coca y el
San Pedro, donde también se conversa y se pide permiso a los espíritus dueños
de las montañas o Apus. Pero en ambos el objetivo principal es guiar la vida
cotidiana por los principios del Buen Vivir o existencia legítima, sin vicios,
drogas, mal comportamiento ni corrupción. Cosa poco fácil no sólo ante la
propia estructura lábil de la condición humana sino por la arremetida
occidental y su destrucción ecológica y espiritual.
Las narraciones
mítico-ancestrales y los principios que contienen permiten afirmar que el
hombre de todos los tiempos es una criatura filosófica por antonomasia, porque
siempre se plantea preguntas sobre el "por qué" de las cosas ya sea
mediante el logos de la ratio como por el logos del mytho. La filosofía tiene un carácter multívoco porque se da
no sólo en la reflexión conceptual-racional sino también en la reflexión
metafórica-mítica.
El logos del mytho y
el logos de la ratio mantienen una dialéctica permanente en la existencia
humana. Así, los tres cuerpos constitutivos del ser humano – yora,
shina y kaya, para los médicos visionarios de la nación
shipibo-Konibo- se mantienen en una misma persona aunque en diferente dimensión
–sensorial, mental y espiritual-. Y el aprendizaje medicinal acontece no sólo a
nivel discursivo sino primordialmente afectivo. O sea es un camino de la
medicina fundada en el amor, en el corazón. El logos del mytho está
fundado en una lógica del corazón. Lo cual no significa que sea subjetivo, sino
intersubjetivo, universal y cósmico.
Por ello, el
logos del mytho no pertenece solamente al hombre ancestral mitocrático sino que
es un acervo constante de la condición humana. La filosofía antes que un problema o una teoría es
vivencia radical del misterio del mundo y de la propia existencia. Por ello, el
hombre es una criatura filosófica desde el comienzo de su humanización
porque la humanización es un proceso filosófico que atañe a la
radicalidad misma de su existencia. Mientras para Heidegger Grecia es el origen de la filosofía para Jaspers
el pensamiento es más amplio y no excluye el pensamiento oriental ni
andino-amazónico. El universalismo filosófico es un principio que combinado con
la desconcertante condición humana, permite extender la presencia de la
filosofía en su forma mitocrática en los lares de la América precolombina.
Ahora bien,
el Jakon Nete es un término shipibo de la familia Pano y significa Buen
(Jakon) Mundo (Nete). Pero la idea que trasmite es común también no sólo a la
familia lingüística pano occidental de las naciones jíbaro, pano, airo-pai y
otras tres; sino que se extiende más allá de la Amazonía para hallarlo en los
chamanes de Indonesia, Uganda y Polo Norte. Los estudiosos del fenómeno
chamánico en la Amazonía prefieren el término de “médico visionario” en vez de
chamán que es de origen siberiano.
Pero para un filósofo
logocrático como Hegel -culminación de la inmanentización y secularización
moderna- el Jakon Nete no existe, porque lo que existe es el tiempo, lo eterno
es ilusión. Para el cristianismo lo permanente es válido en el orden de lo
eterno y lo contingente en el orden temporal. Para Parménides todo está dado,
el tiempo es ilusión. Para los Incas Pachacamac es lo intemporal, es el
Ordenador del mundo, sustancia eterna, que da lugar a las vivientes sustancias
temporales. Y para los amazónicos lo válido y verdadero es el Jakon Nete, lugar
donde todo es armonioso, bello, verdadero y perfumado. Si el Jakon Nete existe
a nivel espiritual con estas características sólo puede hacerlo siendo una
sustancia sutil, cuyo origen se justifica en una instancia más alta donde mora
el Dios único y universal, eterno e intemporal, donde nada deviene y solamente
es. Sin el Ser eterno e intemporal no es posible justificar el mundo
sutil del Jakon Nete.
Lo permanente en Hegel
es el Concepto, en Aristóteles la Sustancia, en los andinos precolombinos
el Camac, en los amazónicos la sustancia sutil y ligera del Jakon
Nete. Pachacamac o Vivificador del mundo es equivalente al Primer Motor
aristotélico que da vida a las cosas o entes, da el kamaqen o
energía vital. La nueva racionalidad de la ciencia que arranca desde Galileo ve
a la naturaleza fundamentalmente pasiva y muerta. La ciencia de hoy es más
modesta y se contenta con un universo fragmentario repleto de diferencias
cualitativas.
La ciencia mitocrática
ancestral parte de una racionalidad donde la naturaleza es fundamentalmente
dinámica, viva y activa. Y la trasmisión de dicho conocimiento es alegórica,
metafórica y analógica. Se piensa que como los relatos míticos se fusionan con
actos morales, rituales y prácticas sociales –perspectiva funcionalista de
Malinowski- entonces todo se resuelve en cosmovisión del pueblo. Pero esto es
olvidar la diferencia que existe entre el mitólogo –visionario original que
crea la narración- y la cosmovisión mítica. No es el pueblo cosmovisional
el que crea el mito, es el mito el que genera la cosmovisión mítica.
La diferencia estriba
en que en el mundo ancestral el mito nace de una experiencia mística
que busca respuestas a los misterios del cosmos. A esta experiencia la
denomino filosofía mitocrática. Es un filosofar legítimo bajo la forma
mítico-sagrada, metafórico-simbólica, alegórica-analógica. En este sentido, más
profunda resulta ser la observación de Claude Lévi-Strauss (Mitológicas I:
Lo crudo y lo cocido, 1968) al afirmar que la ciencia no puede evitar por
completo ser mítica.
En otras palabras, el
mito se transforma pero no muere. El mito no pertenece a una supuesta infancia
de la humanidad –Malinowski y Lévy-Bruhl-. No hay tampoco la supuesta oposición
entre Logos y Mythos que le atribuye
Cassirer, porque lo que existe es el logos de la ratio y el logos del mytho.
Menos aun el mito es expresión simbólica de la emoción, porque nace de una
objetiva experiencia espiritual.
Por ello, más acertado
estuvo Boas al ver en el mito algo lógico a diferencia de Bruhl que veía algo
ilógico. Y mucho mejor que Spencer y Müller que señalaban en el mito una
enfermedad del lenguaje, estuvieron Tylor (Cultura primitiva) y Frazer (La
rama dorada) que advirtieron en el mito filosofía y ciencia respectivamente.
La universalidad del mito nos lleva hacia la disquisición entre la relación del
logos del mytho y el logos de la lógica-conceptual. La convicción en los
pueblos ancestrales de que toda forma de vida tiene inteligencia y lenguaje
junto a la aseveración de que el hombre sólo vinculándose con los mundos
espirituales obtiene sabiduría y es capaz de preservar la armonía, es
testimonio de la profunda racionalidad contenida en el logos del mytho y cuya
superioridad espiritual es difícil de rebatir ante la deshumanizante
racionalidad instrumental de la modernidad. El mundo arcaico y ancestral
piensa con el corazón y el mundo moderno lo hace con la mera cabeza. Y
esto último tiene que ver con el sesgo racionalista que viene desde Descartes,
Spinoza y Leibniz, y con el sesgo empirista que predomina desde Locke, Berkeley
y Hume.
La filosofía mitocrática se expresa con conceptos-imagen, mitos,
metáforas, analogías y símbolos. La filosofía mitomórfica del chamanismo
se expresa en visiones, trances, invocaciones, cantos y brebajes. Interpreta el cosmos como totalidad viviente
que tiene un destino. Su forma gnoseológica es mántica, horoscópica, profética,
medicinal, estética y mítica. Su sentido es oracular, intuitivo y escatológico.
Su esfera ontológica, es pática, onírica y espiritual. Es pensamiento simbólico
de lo que la cosa "quiere decir" y no de lo que "la cosa
es". Es un pensar poético, proteico y original que describe la fuerza
espiritual de los mundos.
El pensamiento
precolombino, como el resto de los ancestrales, no oscila como el pensamiento
occidental entre la consideración autónoma del mundo y la consideración teológica
del mismo. La filosofía mitocrática precolombina es consideración teológica del mundo. La
filosofía mitomórfica del chamanismo es consideración mágica del mundo.
En este sentido, el
Jakon Nete es imposible concebirlo sin el principio de no-contradicción pero
también sin la armonía de los contrarios, o sea sin la paradoja. Sin el
principio de contradicción porque la escisión entre el Ser y la Nada ni
siquiera se profundiza cuando se afirman en las narraciones amazónicas que
existen cuatro mundos (jene nete o mundo del agua, non nete o
nuestro mundo, panshin nete o mundo amarillo del caos y la
brujería, y el jakon nete o buen mundo) y dentro de ellos
habrían otros mundos (plantas y animales). Esto significa que el Todo de los
mundos deviene y al devenir ya no es suficiente el principio de
no-contradicción. Lo que nos lleva hacia la realidad incondicionada del
principio de identidad, o sea el Dios único. Y sin la armonía de los contrarios
o la paradoja, porque la metafísica de alteridad define su transformación
ontológica (mitos donde el pez se vuelve hombre, o el hombre se convierte en
cerdo, etc.).
En la filosofía
mitocrática precolombina y en la mitocrática actual la necesidad de sustancias
incorruptibles (dualismo metafísico) es consecuencia del principio de
no-contradicción (Jakon Nete, Wiracocha, Pachacamac, Pachayachachic frente a la
materia por ordenar). Pero en el mundo, entre la naturaleza y la muerte,
tampoco hay escisión entre el Ser y la Nada. La vida continúa en nuevas formas.
Lo cual es consecuencia de que son asumidas como realidades no incondicionadas,
están sujetas a devenir, y aquí el principio de no-contradicción es
insatisfactorio. Por ende, en ambos niveles la filosofía precolombina
conoció la validez (en la sustancia incorruptible) y la invalidez (para el
mundo en devenir y vital) del principio de no-contradicción.
En la filosofía
mitocrática precolombina el mundo de la divinidad ordenadora y de los entes
rectores es lo permanente e incondicionado. Pues el orden infinito e intemporal
hay completa escisión de Ser y Nada. Mientras en el mundo viviente es
contradicción y devenir, porque en el orden finito temporal no hay separación
entre el Ser y la Nada. Del mundo incondicionado del Camac o
lo viviente proviene el condicionado y mutable Kamaqen o la
vida.
Pero el originario
mundo dualista incondicionado del Camac (principio ordenador de la vida) y el
mundo condicionado del kamaqen (energía vital) se organizan en la jerarquía
ontológica de la chakana (puente o participación) cuatripartita (Hanan Pacha o
mundo de arriba visible, Kay Pacha o nuestro mundo, Ukhu
Pacha o mundo de abajo, y Hawa Pacha o mundo de
afuera o invisible). Un dualismo metafísico que se despliega en una
cuatripartición cósmica, la misma que se replica en un eterno retorno de
los ciclos cósmicos (Pachacuti). No se trata de una cosmogénesis atea-trascendente,
sino de una cosmogonía acompañada de teogonía, sagrada-trascendente. Camac y Waka o
lo sagrado, trasciende a la Pacha o mundo inmanente, porque
proviene de un Ordenador intemporal y permanente. El dualismo
cuatripartito en eterno retorno sintetiza el esquema metafísico del filosofar
precolombino. Pero el esquema del filosofar mitomórfico chamánico es
anterior al del filosofar mitocrático precolombino.
La filosofía
mitocrática precolombina es un saber mántico e inspirado, donde el sabio sólo
sirve de medio al Apu o a los espíritus de las plantas visionarias para recibir
las verdades del mundo de arriba. El filósofo mitocrático es un vidente
espiritual. Por ello no es fruto de un frío razonamiento teórico, sino de una
comunicación taumatúrgica con el mundo de los espíritus. Este rasgo
profundamente espiritual y religioso es el que ha impedido su comprensión al
inmanente y secularizado mundo racionalista de la modernidad.
Existen dos sentidos
fundamentales y dispares sobre la naturaleza de la filosofía: una que afirma su
origen divino y otra que señala su origen humano. En la primera -propia del
mundo ancestral- se la destaca como una revelación, un don y un saber de
salvación. Es teoría del destino. A esta la llamamos filosofía
mitocrática. En la segunda -surgida en Grecia- como una adquisición de la razón
humana, opuesta al mito, búsqueda sin prejuicios y saber teórico. Es teoría de la ciencia. Esta forma la
denomino filosofía logocrática. Pero a pesar de su distinta naturaleza en ambas
la filosofía está manifiesta como asombro ante el enigma del cosmos.
El secretearse con las
plantas y con los Apus para lograr sueños, visiones e ikaros, persigue obtener
el conocimiento verdadero de realidades suprasensibles (guardianes del
conocimiento indígena) del Buen Mundo. Toda la filosofía mitocrática consiste
en entrar en contacto con el Buen Mundo. La modernidad indígena consistiría no
en restauración del pasado sino implica abrir el Buen Mundo y entrar en
contacto con el mundo espiritual, soñar, tener visión. Del Buen Mundo vendría
el pensamiento fuerte, el pensamiento legítimo, un gran pensamiento infinito, y
esa sería el medio para hablar con autoridad al mundo moderno.
La filosofía
mitocrática indígena ancestral es un saber soñar, un saber ver y un saber
cantar (Ícaros) al Jakon Nete o Buen Mundo, con ayuda de las plantas
medicinales y los guardianes de los lugares sagrados. Es un aprender a olvidar
las miserias de lo sensible para aprender a recordar que el hombre es
un ser espiritual vinculado al mundo suprasensible. La eficacia de ésta
búsqueda de la Unidad Primigenia, lo Sagrado y el Creador es un poder que solamente
pertenece al Dios Todopoderoso.
La filosofía
mitocrática ancestral amazónica y andina es respectivamente un secretearse con
las plantas y los Apus para lograr visión en el mundo suprasensible de
luz. Toda la filosofía mitocrática ancestral se resuelve en despertar lo
espiritual, que excede el sentido o parte de la necesidad de reconocer los
sentidos espirituales. Sin elevarse a lo eterno no se ven las ideas eternas ni
las manifestaciones de lo Absoluto. Para
la filosofía mitocrática andino-amazónica todo el secreto reside en despertar
humildemente ese Sol primordial y oculto en nuestro interior por el contacto
con ese Sol invisible que anima el universo. Al fuego se le responde con
agua y no hay conflicto (principio de armonía) pero al Amor se responde con
amor (principio de reciprocidad). Por ello el principio de armonía es superior
al de complementaridad.
La filosofía
mitocrática ancestral indígena es lenguaje simbólico y universal de los sueños,
mitos y visiones. No solamente hay sueños que son mentales y nuestros (Freud,
Fromm) sino que también hay sueños y visiones que son trascendentes (Jung). Y
su contenido no es psicológico sino perteneciente al mundo suprasensible y
ontológico. La filosofía del hombre indígena ancestral es una filosofía
religiosa. El estatus epistémico de los sueños y visiones del filósofo
arcaico chamánicol tiene como fundamento la realidad de la dimensión espiritual.
A propósito de sueños
y visiones, recuerdo al misterioso chamán Antarqui, que según cuenta el relato
recopilado por el cronista español Pedro Sarmiento de Gamboa, era un hombre que
traía consigo en sus conquistas el decidido Túpac Inca Yupanqui. Dotado el
chamán de extraordinarios poderes, Túpac Inca Yupanqui le pidió visión sobre
las islas de Oceanía que se disponía a conquistar. El poderoso nigromántico
voló por los aires y a su retorno le confirmó la existencia de unas islas muy
ricas en la Polinesia. Tras lo cual el hijo del Inca Pachacútec emprendió con
éxito la travesía. El mismo contenido preternatural –no sobrenatural, porque lo
sobrenatural es el modo exclusivo de actuar de Dios- lo hallo en el fantasma
aparecido al príncipe Viracocha (VIII Inca que gobernó entre 1350 y 1410) y que
le vaticina la destrucción del imperio incaico.
Aunque
dicho relato sobre Antarqui no da mayores pistas lo más plausible es que se
tratara de un visionario amazónico. Es decir, existirían distintas sendas
visionarias en la importante comunicación con los espíritus: medicinal,
clarividencia, oracular, pronósticos, mitocrático-filosófica. Es más que
probable que estas distintas sendas visionarias acontecieran mediante la
ingestión de plantas y cumpliendo rigurosas dietas y conductas. Por ello, Pedro
Favaron en su estudio enfatiza que no existe una senda visionaria “libre” de la
ayawaska. Tanto así que en pueblos desarraigados por la colonización y auge
cauchero, como los piro, Matsigüenga y Asháninka, por ejemplo, su uso ha sido
incorporado de forma incompleta.
Y
mayor tergiversación y peligro se encuentra en el uso mestizo de la ayawaska
por los neochamanes urbanos. A propósito considero que la descristianización de
la vida occidental y la profundización de la era de la apostasía, ha operado no
una peligrosa vuelta al paganismo ancestral sino la regresión a un neopaganismo
que rechaza la importancia de los espíritus y se queda atrapado en la teología
física, meramente inmanente, basada en poderes paranormales de la mente humana.
Será por eso, como lo testimonia Favaron, que ni los airo-pai, shuar, awajún y
shipibo dan crédito a los curanderos mestizos. Actualmente la ayawaska está
siendo denigrada, profanada y mercantilizada como alucinógeno turístico.
La filosofía
mitocrática precolombina es una variedad de las ancestrales filosofías
hierofánticas -hinduismo, budismo, taoísmo- donde se manifiesta
lo sagrado (simple, a través de cosas, o complejo, a través de profecías). Y la idea central de la filosofía
mitocrática es que la humanidad ancestral respondió a las preguntas
fundamentales del cosmos mediante el mito, la visión y el sueño, como forma
metafórica-alegórica de la razón para responder dicha preguntas radicales.
Pero el filosofar implícito en el arte chamánico es filosofía mitomórfica, pluralista, donde se distingue lo sagrado y
lo profano, y en el que el chamán visionario tiene contacto y manipula toda
clase de espíritus, viajando por el cosmos sin salir del cosmos.
Sobre el aspecto
médico de las plantas maestras han abundado Brabec de Mori, M. Brown, G.
Brunelli, Clara Cárdenas, G. Carusso, A. Colpron, R. Crépeau, Chaumiel, A.
Daniélou, F. Payaguaje, Siro Pellizaro, entre otros importantes estudiosos.
Pero nadie como Favaron ha sabido exponer de forma integrada aspectos
medicinales, narrativos, culturales y de implicancias filosóficas. Su estudio
incitador es una indispensable invitación para la reflexión filosófica.
De ahí que se pueda
sostener que sólo mediante el contacto con el mundo suprasensible se
supera la noción monocultural-lógica de la filosofía, comprendiendo que no sólo
se filosofa mediante la razón lógica sino también por la razón mítica. Se
trata de una filosofía simbólica donde el lenguaje humano no alcanza la
verdadera realidad, sino que ésta es lograda por el sueño, la visión y la
conexión con los seres suprasensibles. Es la expresión de la filosofía
mitomórfica, donde lo onírico y pático da lugar a espacios de reflexión
mítico-ritual.
La revelación es más
profunda que el lenguaje y por ello sí revela la verdadera realidad, esto sería
el acervo común que comparte la mitocrática filosofía amazónica ancestral con
Pitágoras, Platón, Plotino, Dionisio Areopagita, la patrística, la mística
medieval, Bergson, Blondel y Marcel. Por eso, un legítimo visionario es una
persona de “gran pensamiento” (ani shinanya joni) pero al mismo tiempo
de gran moral, por estar guiado por el amor, el perdón y la humildad.
El aporte de Pedro
Favaron es que a través de una hermenéutica intercultural de las narraciones
míticas de la Amazonía occidental ilumina regiones religiosas (Nete Ibo o
Dios, Dueño del Mundo), metafísicas (mundos suprasensibles), ontológicas (la
existencia se da vinculada a mundos espirituales), epistémicas (la liberación
del alma del visionario para pasar por el mundo de los espíritus permite pasar
de la ignorancia al conocimiento), éticas (los espíritus permiten el buen vivir
a los humanos llevando una forma de vida legítima con compasión y humildad),
médicas (devolver mediante ícaros el equilibrio a los pacientes) y políticas
(el buen vivir).
En una palabra, la
senda visionaria del buen vivir exige restablecer la armonía del hombre con la
naturaleza. Para cumplir esta misión está en mejor pie el hombre natural
ancestral que el hombre artificial moderno.
Por ello, la reflexión
final nos lleva hacia el desafío de solucionar el conflicto del hombre consigo
mismo y con su medio a través de un modo de pensar inseparable del afecto, de
una lógica del corazón, que desista del egoísmo y la codicia. Esto me recuerda
el título del libro de Jaime Regan: Hacia la tierra sin mal. Estudios
de la religión del pueblo de la Amazonía (1983), otro de Fernando
Santos Granero, El poder del amor: poder, conocimientos y moralidad
entre los amuesah de la selva central del Perú (1994) y el de Luisa
Elvira Belaunde, Viviendo bien: género y fertilidad entre los airo-pai
de la Amazonía peruana (2001).
Ahora bien, la
psicología y la neurociencia se han encargado de demostrar que la mente es
fácilmente engañable. No se ve el mundo como es, sino como quiere que sea.
Además de los problemas intrínsecos a la memoria -que es selectiva y sólo
retiene el cuadro general y no los detalles-, nuestro propio cerebro está
diseñado para engañarnos con el fin económico de supervivir. Esta es la razón
por la cual la neurocientífica Susana Martínez-Conde afirma que "no nos
engañan los magos, sino nuestro propio cerebro" (Los engaños de la
mente, 2012).
En este sentido es
legítimo que la ciencia se interrogue si todas las visiones de los curanderos
son un efecto psicoactivo de las plantas sobre el cerebro. ¿Si el ser humano es
tan vulnerable a los engaños de la mente, entonces no serán las visiones y los
mundos otras ilusiones más que sufre nuestro cerebro? Pero si todo lo
experimentado y observado es una simulación, entonces no es posible ni la
ciencia ni el conocimiento mismo. No obstante, no todo puede ser disonancia y
distorsión cognitiva, ni falacia de la proyección mental. Tiene que haber un
punto crítico de objetividad y realidad. El método científico ayuda a despejar
fraudes, irregularidades e ilusiones; y su propósito es que ni la naturaleza ni
la mente nos engañe. No obstante, el método científico no es omnipotente, ni
está exento de limitaciones. Lo cual deja un amplio margen para otro tipo de
conocimiento de la realidad. Pero en el caso del chamanismo, cuál es el
criterio normativo que permite distinguir la verdad de la ilusión.
La primera duda sobre
que todo lo concerniente al chamanismo sea pura superstición, alucinación,
efecto psicoactivo y distorsión cognitiva se desvanece al advertir la homogeneidad
con la cual se presenta el llamado mundo suprasensible. Su estructura
ontológica no es caótica sino ordenada y repetida. Además, resulta intrigante
cómo dichos seres suprasensibles de la selva -chullachaqui, tunche, entre otros
espíritus- se suelen aparecer no sólo a chamanes, sino incluso a soldados en
misiones militares en la selva (véase libro del oficial del ejército Luis
Cárdenas Cruzado, Lágrimas de un soldado, Lima 2016). No está demás
mencionar que un distinguido amigo epistemólogo sanmarquino -del cual me
reservo su nombre para no incomodarlo- me confesó que él no podía explicar cómo
se podía congraciar su defensa acérrima del método científico con sus visiones
de seres espirituales en la sierra del Perú, y cuya sinceridad no pongo en
duda.
Todo esto es un
poderoso indicio de que el mundo espiritual es una realidad y que no toda
realidad es susceptible de ser abordado por el método científico. Entre los
filósofos contemporáneos fueron James, Bergson, Blondel y Marcel quienes
estuvieron vivamente interesados en la investigación de lo espiritual.
Todo parece indicar que el principio de inconmensurabilidad se aplica
entre las ciencias físicas y las ciencias del espíritu (no tienen un lenguaje
común y no es posible compararlas). Dilthey llamó a las ciencias humanas
ciencias del espíritu; y al parecer el enfoque filosófico del chamanismo junto
a la atención de la historia interna de la ciencia por Lakatos, en vez de
llevarnos hacia el relativismo epistémico de Kuhn y Feyerabend, nos conduce mas
bien hacia la restauración de un programa metafísico sin tomar como blanco
fácil a la ciencia ni caer en el escepticismo científico. Ni la ciencia ni la
metafísica en general deben ser descalificadas, sino, al contrario, su diálogo
debe ser fecundo para ambas.
Ahora bien, si el
chamanismo es más un problema de las ciencias espirituales a qué clase de
espíritus se refiere. Como religión animista más antigua de la tierra utiliza
una gran variedad de medios -plantas, ayunos, retiros, sonidos y ejercicios de
respiración- para acceder a estados modificados de conciencia para ponerse en
contacto con entes, espíritus y dioses, que le permitirán curar, sanar,
expulsar espíritus malignos del cuerpo y adquirir gran sabiduría que le
permiten ligarse a la estructura del cosmos.
De ahí proviene cierto
sesgo de panteísmo y la identificación de Dios con el cosmos. Todo lo cual ha
permitido, injustificadamente, a ciertos investigadores identificar a
Jesucristo con un chamán, por sus ayunos, largos retiros, expulsión de demonios
y morir para revivir. Unido a lo anterior está la afirmación de que es posible
ser un chamán cristiano ortodoxo (vive en pobreza, combate el mal y considera
vital los valores de respeto y amor). No obstante, aun cuando no identifiquemos
el chamanismo con la brujería sino con la medicina, el Cristo no utilizó ningún
medio más que su palabra para sanar y resucitar. Y no era el poder de los
espíritus, sino su propio poder como Hijo de Dios lo que se manifestaba en
ello. La diferencia de Cristo con el chamán es tan grande y evidente que no
admite comparación.
No obstante, la idea
del jakon nete como mundo suprasensible de seres buenos y
luminosos de los Chaikonibos e Inka, nos lleva a una situación
paradójica, a saber, si son seres de luz por qué no llevan directamente a la
adoración de Cristo, por qué no conducen directamente del animismo al
monoteísmo trinitario. Por qué insistir en la ingesta de plantas maestras,
dietas y retiros, prescindiendo de enfatizar la fe en Dios. Si son maestros
vinculados con el mundo de la luz, por qué no basta la Palabra en nombre de
Dios para sanar.
Estas interrogantes
son las que han hecho pensar que se trata de una estrategia satánica para
engañar al cristiano y al mundo con falsos guías espirituales en el Final de
los Tiempos. También hay ángeles malos disfrazados de buenos -incluso de falsos
Cristos- y que realizan sanidades físicas reales burlándose de la ignorancia
espiritual de los humanos. Pero lo más incontrovertible de que se trata de
una estrategia ocultista demoníaca es que se termina sustituyendo a Cristo por
el chamán. Aunque esto es tajantemente negado en la práctica personal de
Favaron, que siempre manifiesta tener presente que cura gracias al poder de
Cristo.
Favaron transcribiendo
un relato de Fernando Payaguaje consigna que el Dios Nañe le aseguró que el
bebedor de yaje al convertirse en médico había llegado a ser semejante a él. Esto
significa que el chamanismo amazónico de un Juan Flores, Senen Pani, Fernando
Payaguaje y el propio Favaron, no se limita a una primitiva mística mágica con
poderes paranormales, sino que a través del amor, la piedad y la humildad
postula una mística de la unidad con identidad, como la mística oriental. Recordemos que
la mística hinduista es una mística de la identidad entre el yo personal y el
Absoluto. La mística budista tiene como meta no la unión sino la inmersión en
el Uno con pérdida de identidad personal. Y la mística neoplatónica busca la
unión con lo Uno a través de la muerte que libera el alma del cuerpo. Frente a
este tipo de mística encontramos la mística de
unidad sin identidad del
judaísmo, cristianismo y mahometanismo. En una palabra, en la mística de unidad
sin identidad el hombre no es absorbido por Dios, conserva su individualidad a
pesar que dicha unión está por encima del entendimiento y los afectos. Se trata
de unión inefable entre Dios y el alma purificada.
La mística de la
unidad con identidad se hizo presente en el cristianismo con el maestro Eckhart
-cuyas opiniones tienen que ver con la decadencia de la escolástica, el influjo
del islamismo y la cábala judía-, que identificó al místico con el mismo Dios.
Por esta identificación entre la criatura y el creador fue acusado de herejía.
Metafísicamente borrar la distancia ontológica entre Creador y criatura sólo es
posible eliminando el sentido analógico del Ser por el sentido unívoco del ser,
propio del panteísmo. No es casual que en el chamanismo amazónico no se hable
de "creación" aunque sí de seres suprasensibles y ser superior
supremo. En todo caso, se trataría de un ser superior supremo que no está por
encima sino que se identifica con la creación.
Ahora bien, si lo que
diferencia a la mística cristiana es la Encarnación, lo que distingue a la
mística chamánico-amazónica es la ingesta de plantas maestras para lograr
éxtasis, alcanzar la medicina, curar y ser semejante a Dios. En cambio para el
alma cristiana se debe insistir más allá de los dones de curación y de los
éxtasis hasta lograr la unión sin identidad con Dios. Cristo curó el cuerpo
pero no vino a eso, sino a curar el alma de su desunión con el Padre. Sólo el
hombre y no el cosmos -decía San Gregorio de Niza- ha sido hecho a semejanza de
Dios. En San Pablo el amor es la palabra clave de la unión mística y la ascesis
es para disciplinar el cuerpo y no para provocar éxtasis. También San Juan
insiste en que sin amor no hay auténtica mística cristiana. Y en ambos está el
auxilio del Espíritu Santo. En otras palabras, en el cristianismo el puente
entre lo humano y lo divino es la encarnación, la fe y el amor; mientras que en
el chamanismo amazónico es el arte de entrar en la planta maestra, los seres
espirituales suprasensibles y el amor.
Hay una diferencia
entre rapto y éxtasis: en el primero se experimenta cierta violencia -como lo
que experimentan los ayawasqueros turísticos- mientras que en el segundo es
salir de sí. Esto se relaciona con otro punto intrigante: qué clase de éxtasis
suponen las plantas maestras.
Generalmente se enseña
que hay tres clases de éxtasis, a saber, patológico, demoníaco y divino
(revelaciones sobrenaturales). El éxtasis patológico nos recuerda la exigencia
de Juan Gerson para efectuar examen médico a los visionarios, curanderos y
milagreros, de modo que se pueda descartar si se trata de mentes enfermas. El
libro de Favaron enseña que las mismas plantas son ambiguas, pueden ser
vehículos de seres malignos como benignos. Todo dependerá del arte y fortaleza
interior del médico vegetalista que sepa abrir la planta para entrar en
contacto con seres suprasensibles. El acoso de los seres demoníacos es
permanente salvo en los niveles superiores en los que llega un médico Meraya,
de lo contrario no se supera las fronteras de la brujería.
Pero una vez que se
domina el ascenso al mundo celeste el médico chamán se convierte en un ser semejante
a los seres celestiales. Se trata de un éxtasis de amor y de un éxtasis de
conocimiento, como enseña el Pseudo-Dionisio, que nunca llega a un angelismo
porque en el Meraya no hay desprecio al cuerpo ni indiferencia al prójimo. En
todo caso, en el desarrollo de los sentidos espirituales la luz divina se hace
accesible no por Cristo sino por el manejo adecuado de las plantas medicinales.
Esto es, existiría un cuarto tipo de éxtasis: el natural (a través de plantas
psicoactivas de efecto espiritual).
Así, el médico
vegetalista puede mentar a Cristo y decir que cura por su intermedio, pero su
éxtasis no es sobrenatural sino natural, al realizarlo a través de plantas
espirituales. ¿Acaso es posible llegar a Cristo por las plantas en vez de la
oración, la fe y la meditación? ¿Se condice la curación vegetalista con la fe
en Cristo? El médico no cura todo tipo de enfermedades, sino sólo algunas. Las
llamadas enfermedades "espirituales" que afectan el cuerpo. A Cristo
también lo vemos expulsando demonios. Pero la diferencia a simple vista es que
mientras el médico vegetalista busca restablecer la salud, Cristo busca
restaurar la fe en la salvación. Y la diferencia no es de poca monta, sino
substancial. Pienso que el conflicto puede ser zanjado mientras que el médico
vegetalista no sea visto como un sacerdote ni un falso ídolo. Cosa poco fácil
para los hombres del mundo moderno, pues la proclividad a ello se acentúa en un
mundo sin fe trascendente y que vive en la pura inmanencia de la secularización
sin Dios.
El antiguo enemigo de
Dios mezclando la verdad con la mentira también emplea el chamanismo ambiguo
para mantener al hombre en sus garras. De ahí que en tiempos en que la
Revelación ya está cerrada pero la Salvación continúa, es de gran importancia
discernir sobre la gran carga demonista y el camino de doble filo que encierra
el chamanismo. Esto apenas se advierte en nuestros tiempos de secularización y
en la presente era sin Dios. Pero el
neopaganismo contemporáneo para salvar su cuerpo de una enfermedad temporal se
juega su vida eterna. Y esto es así porque si el hombre antes de la
Caída era inmortal e incorruptible, y después de la Caída se volvió mortal y
corruptible, en cambio después del Juicio Final estará en juego su
inmortalidad, incorruptibilidad y redención eterna. En otras palabras, en la
escala del tiempo escatológico el tiempo cósmico (15 mil millones de
años) contiene la Creación, la Caída, la Redención y el Juicio, y en esta
marcha hacia el Juicio se redoblan los esfuerzos del maligno para perdernos en
las tinieblas y conducirnos al desastre.
En suma, es cierto que
el chamanismo muestra que lo real no tiene que ver con el discurso sino con el
ver, oír, sentir y oler espiritual. Lo inteligible no sólo se da en el
discurso, sino que primordialmente la inteligibilidad de la realidad no depende
del discurso y sí de las sendas visionarias espirituales. Lo cual no significa
que la senda chamánica sea la vía regia por excelencia.
Todo lo cual nos lleva
a pensar que no sólo habría una simbólica del espíritu humano sino también de
lo sagrado y de aquella que puso Dios en la naturaleza. La naturaleza –las
plantas- tendrían una función indicadora y evocadora de la verdad, pero no en
el lenguaje idiomático. El contacto de los pueblos indígenas con los pueblos
espirituales muestra que lo divino tiene además de las tres funciones
del lenguaje –indicativo, emocional y representativo- una cuarta: la
paradigmática, o el don de hacerse presente simbólicamente a través de
cualquier medio. De ahí que la lingüística no puede limitarse a la
dimensión humana.
No hay duda que estas
consideraciones sólo resultan consistentes en una dirección metafísica realista
y opuesta al nominalismo y naturalismo imperante actual. Pero hay algo más
importante aún, y es que la senda metafísica realista no se convierta en medio
de justificación del neopaganismo contemporáneo.
30 de Agosto del 2017